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Full text of "Marysa Navarro - Evita"

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MARYSA  NAVARRO 


Evita 


PLANETA 

Espejo  de  la  Argentina 


Marysa  Navarro 


Evita 


ESPEJO  DE  LA  ARGENTINA 


Diseño  de  cubierta:  Mario  Blanco 

Diseño  de  interior:  Alejandro  Ulloa 
Segunda  edición:  noviembre  de  1994 
©  1994,  Marysa  Navarro 

Derechos  exclusivos  de  edición  en  castellano  reservados  para  la  Argentina,  Chile,  Paraguay  y 
Uruguay:  ©  1994,  Editorial  Planeta  Argentina  S.A.I.C.  Independencia  1668,  Buenos  Aires 

©  1994,  Grupo  Editorial  Planeta 

ISBN  950-742-533-0 


Hecho  el  depósito  que  prevé  la  ley  11.723 
Impreso  en  la  Argentina 


Ninguna  parte  de  esta  publicación,  incluido  el  diseño  de  la  cubierta,  puede  ser  reproducida, 
almacenada  o  transmitida  en  manera  alguna  ni  por  ningún  medio,  ya  sea  eléctrico,  químico, 
mecánico,  óptico,  de  grabación  o  de  fotocopia,  sin  permiso  previo  del  editor. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


ÍNDICE 

Prólogo  a  la  edición  definitiva . 7 

Prólogo  a  la  primera  edición . 10 

Capítulo  1 . 14 

La  infancia  de  María  Eva  Duarte . 14 

Capítulo  II . 33 

Vida  de  artista  y  la  Década  Infame . 33 

Capítulo  III . 54 

El  encuentro  con  Perón . 54 

Capítulo  IV . 76 

El  17  de  octubre  de  1945 . 76 

Parte  I:  El  líder  y  los  descamisados . 76 

Capítulo  V . 94 

El  17  de  octubre  de  1945 . 94 

Parte  II:  La  compañera  Evita . 94 

Capítulo  VI . 112 

Los  primeros  pasos  en  la  política . 112 

Capítulo  Vil . 131 

El  viaje  a  Europa . 131 

Capítulo  VIII . 148 

El  voto  femenino . 148 

Capítulo  IX . 162 

Actividad  gremial . 162 

Capítulo  X . 175 

El  Partido  Peronista  Femenino . 175 

Capítulo  XI . 191 

La  Fundación  Eva  Perón . 191 

Capítulo  XII . 215 

La  candidatura  a  la  vicepresidencia . 215 

Capítulo  XIII . 241 

La  enfermedad  y  la  muerte  de  Evita . 241 

Capítulo  XIV . 259 

Mitología  peronista  y  antiperonista . 259 


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Marysa  Navarro 


Evita 


Capítulo  XV . 280 

Evita  y  el  peronismo . 280 

Apéndice . 294 

Bibliografía . 297 

OBRAS  GENERALES . 297 

PUBLICACIONES  OFICIALES . 303 

ESCRITOS . 305 

OBRAS  SOBRE  EVA  PERÓN . 306 

DIARIOS  Y  REVISTAS . 308 

ENTREVISTAS . 308 

MOVIMIENTO  FEMINISTA . 309 

VARIOS . 310 


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Marysa  Navarro 


Evita 


A  mi  hija  Nina 


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Marysa  Navarro 


Evita 


11 Confieso  que  tengo  una  ambición,  una  sola 
y  gran  ambición  personal:  quisiera  que  el  nombre 
de  Evita  figurase  alguna  vez  en  la  historia  de  mi  Patria. 
Quisiera  que  de  ella  se  diga,  aunque  no  fuese 
más  que  en  una  pequeña  nota,  al  pie  del  capítulo 
maravilloso  que  la  historia  ciertamente  dedicará 
a  Perón,  algo  que  fuese  más  o  menos  esto: 

'Hubo,  al  lado  de  Perón,  una  mujer  que 

se  dedicó  a  llevarle  al  Presidente  las  esperanzas 

del  pueblo,  que  luego  Perón  convertía  en  realidades'. 

Y  me  sentiría  debidamente,  sobradamente  compensada 
si  la  nota  terminase  de  esta  manera: 

'De  aquella  mujer  sólo  sabemos  que  el  pueblo 
la  llamaba,  cariñosamente,  EVITA'.'' 


Eva  Perón,  Ea  razón  de  mi  vida 


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Marysa  Navarro 


Evita 


Prólogo  a  la  edición  definitiva 


La  primera  edición  de  este  libro  fue  publicada  en  la  Argentina,  en  1982, 
pero  han  transcurrido  casi  veinte  años  desde  que  puse  punto  final  al  texto  que 
terminé  de  escribir  en  1976. 

Tal  como  se  verá  en  el  prólogo  a  la  primera  edición,  las  preguntas  que 
me  hice  al  iniciar  mi  investigación  sobre  la  vida  de  Eva  Perón  tenían  como 
objetivo  tratar  de  entender  quién  era  la  mujer  que  había  dado  origen  a  la  figura 
mítica  de  Evita.  No  obstante  el  interés  que  indudablemente  presentaba  el 
estudio  de  la  mitología  evitista,  me  importaba  sobre  todo  tratar  de  saber  quién 
era  Evita,  qué  es  lo  que  había  hecho  para  transformarse  en  una  figura  histórica 
de  primera  magnitud,  qué  impacto  había  tenido  en  el  peronismo  para  empezar 
a  poner  distancia  entre  los  hechos  y  la  mitología.  Por  lo  tanto  el  libro  que  escribí 
en  1976  estaba  en  gran  medida  estructurado  en  función  de  ese  objetivo,  y  había 
en  él  un  diálogo  constante  con  las  obras  publicadas  hasta  entonces  sobre  Evita. 

Al  reflexionar  sobre  los  cambios  que  podría  hacer  para  esta  nueva 
edición,  en  un  primer  momento  jugué  con  la  idea  de  hacer  no  solamente 
correcciones  y  agregar  algunos  datos  nuevos,  sino  también  cambiar  una 
estructura  que  quizá  le  daba  demasiada  atención  a  la  bibliografía  sobre  Evita, 
cuando  en  realidad  la  misma  no  había  sido  producto  de  una  investigación 
rigurosa.  Después  de  pensarlo  mucho,  decidí  no  alterarla  por  entender  que  a 
pesar  de  los  años  transcurridos  desde  1976  la  mitología  evitista  seguía  teniendo 
una  vitalidad  asombrosa  y  los  trabajos  de  investigación  histórica  sobre  Evita, 
tanto  en  la  Argentina  como  en  el  extranjero,  continúan  siendo  escasos.1 

El  tiempo  no  ha  disminuido  el  interés  en  la  figura  de  Evita,  al  contrario. 
Tanto  en  castellano,  como  en  inglés  y  en  francés,  se  han  publicado  novelas, 
biografías,  se  realizaron  películas  para  televisión  y  cine,  obras  de  teatro  y  hasta 
una  ópera  rock,  la  célebre  Evita,  de  Andrew  Lloyd  Webber  y  Tim  Rice.  Con 
ellas,  la  mitología  ha  alcanzado  proporciones  verdaderamente  inusitadas, 


1  Una  excepción  digna  de  mention  es  Susana  Bianchi  y  Norma  Sanchis,  El  partido  peronista 
femenino  (Buenos  Aires:  Centro  Editor  de  América  Latina,  1988).  Véase  también  Marysa  Navarro,  "Evita 
and  the  October  17,  1945  Crisis"  en  Journal  of  Latín  Studies,  Cambridge  University  Press,  Vol.  12,  Parte  I, 
mayo  de  1980;  "Evita's  Charismatic  Leadership"  en  Michael  Conniff,  comp.,  Latin  American  Populism  in 
Comparadle  Perspective  (Albuquerque:  The  University  of  New  México  Press,  1982)  y  "The  Impact  of 
Evita  on  Peronism"  en  Frederick  Turner  y  Juan  José  Miguens  comp.,  Juan  Perón  and  the  Reshaping  of 
Argentina  (Pittsburgh:  The  University  of  Pittsburgh  Press,  1983)  y  "Of  Sparrows  and  Condors:  The 
autobiography  of  Eva  Perón"  en  Donna  C.  Stanton,  comp.,  The  Female  Autograph  (New  York  Literary 
Forum,  1984). 


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Marysa  Navarro 


Evita 


especialmente  por  obra  de  la  fama  que  adquirió  la  ópera  rock  después  de  su 
presentación  en  Londres,  Nueva  York  y  otras  ciudades.  Esta  ha  tenido  un  efecto 
particularmente  nocivo,  pues  se  presenta  como  una  historia  verídica.  En  la 
puesta  en  escena  de  1979,  en  Broadway,  las  notas  del  programa  explicaban  que 
el  espectáculo  era  "la  verdadera  historia"  de  Eva  Perón  y  así  lo  recalcaba  el 
material  documental  gráfico  proyectado  en  la  pantalla  gigante  del  fondo  del 
escenario,  por  si  quedaba  alguna  duda.  Con  ello,  los  que  nada  sabían  sobre  la 
Argentina,  aceptaban  la  veracidad  de  lo  que  veían,  desde  que  Evita  fuera  una 
mujerzuela  que  había  pergeñado  la  ascensión  del  general  Juan  Domingo  Perón 
al  poder  o  que  éste  era  un  mequetrefe  que  se  dejaba  manejar  por  ella,  hasta  que 
el  traje  normal  de  un  cantante  de  tango  es  el  de  rumbero  (así  vistieron  a  Agustín 
Magaldi)  o  que  un  ritmo  tradicional  argentino  es  el  batuque  brasileño,  ya  que 
éste  apareció  cuando  el  rock  se  dignó  a  tener  un  poco  de  "color  local". 

La  imagen  estereotipada  de  Evita  tanto  en  esta  obra  como  en  casi  todas 
las  escritas  sobre  ella  a  partir  de  los  años  cincuenta,  es  sobre  todo  una 
construcción  machista,  producto  de  ideas  precisas,  aunque  no  por  ello  menos 
falsas,  sobre  lo  que  es  "la  mujer",  lo  que  debe  ser  y  lo  que  se  le  permite  hacer. 
Hayan  sido  escritas  por  autores  argentinos,  ingleses,  norteamericanos, 
españoles  o  franceses,  a  pesar  de  las  diferencias  culturales  y  de  las  divisiones 
ideológicas  entre  peronistas  y  antiperonistas,  tienen  un  trasfondo  común: 
relegan  a  las  mujeres  al  ámbito  privado  y  las  excluyen  de  lo  público.  Esa 
separación,  desmentida  en  los  hechos  por  la  participación  de  las  mujeres  en  lo 
público  a  pesar  de  las  barreras  que  siempre  han  enfrentado  para  hacerlo,  tiene  a 
su  vez  en  la  Primera  Dama  una  figura  emblemática  de  lo  que  debería  ser  "la 
mujer"  y  raramente  ha  sido.  Aquéllas  que  como  Evita  desconocen  los  límites 
que  la  sociedad  les  impone  como  Primeras  Damas,  se  convierten  en  peligrosas 
transgresoras,  llámense  Jian  Qing  o  Hillary  Clinton.  A  ésta  se  le  acusa  no 
solamente  de  haber  influido  sobre  el  nombramiento  de  ciertos  miembros  del 
gabinete,  sino  también  de  haber  instalado  su  oficina  no  en  el  área  residencial  de 
la  Casa  Blanca  sino  en  la  política,  donde  el  presidente  atiende  asuntos  de 
gobierno,  de  haber  encabezado  el  equipo  que  preparó  el  programa  de  salud  de 
la  administración  demócrata,  de  tener  una  influencia  indebida  sobre  el 
presidente  Bill  Clinton  y  también  de  albergar  ambiciones  propias  de  poder  en 
un  futuro  no  muy  lejano. 

A  pesar  de  la  aparente  incongruencia  de  las  acusaciones  contra  Hillary 
Clinton  en  un  mundo  en  el  que  el  resurgimiento  del  feminismo  ha  destruido 
muchas  de  las  barreras  formales  que  impedían  el  acceso  de  las  mujeres  a  la 
política  tradicional,  un  artículo  reciente  sobre  ella  y  la  reina  María  Antonieta 
señala  que  "a  pesar  de  los  doscientos  años  que  separan  a  estas  dos  figuras, 
demuestran  que  las  concepciones  políticas  sobre  las  mujeres  están  todavía 
sometidas  a  los  mismos  miedos  y  ansiedades".2  En  contraste  con  Hillary 
Clinton,  en  los  numerosos  artículos  publicados  recientemente  sobre  Jacqueline 
Kennedy  Onassis  a  raíz  de  su  muerte,  ésta  aparece  como  una  Primera  Dama 


2  Pierre  Saint-Amand,  "Terrorizing  Marie  Antoinette"  en  Critica I  Inquiry,  Vol.  20,  N°  3,  primavera 

de  1994. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


paradigmática,  ejemplar  por  su  despolitización  y  femineidad  y  por  la  gracia, 
dignidad,  buen  gusto  y  refinamiento  que  desplegó  en  su  rol  ceremonial,  en  la 
restauración  de  la  Casa  Blanca  y  en  el  entierro  de  John  E  Kennedy. 

Todo  parecería  indicar  que  la  mitología  anti-evitista  va  a  tener  una  larga 
vida  pues  los  elementos  que  la  componen  y  adornan  han  demostrado  tener  un 
atractivo  irresistible  para  los  (o  las)  fabulistas.  El  último  ejemplo  sería  el  de  una 
nueva  película,  esta  vez  dirigida  por  un  cineasta  de  prestigio  como  lo  es  Oliver 
Stone.  Este  proyecto  fue  recibido  inicialmente  con  entusiasmo  por  el  gobierno 
del  presidente  Carlos  Saúl  Menem,  pero  en  una  segunda  instancia,  se  distanció 
del  mismo. 

Mientras  tanto,  las  acusaciones  contra  Hillary  Clinton,  suenan  como  un 
extraño  eco  de  las  lanzadas  contra  Evita  durante  su  corta  vida  política.  Por  un 
lado  nos  recuerdan  lo  largo  que  ha  sido  el  camino  recorrido  por  las  mujeres 
para  alcanzar  su  redefinición,  no  como  hijas,  esposas  y  madres  sino  como  seres 
humanos.  Por  otro,  no  pueden  menos  que  acrecentar  nuestro  asombro  ante  el 
hecho  de  que  Evita  se  transformara  en  una  figura  política  en  la  primera  mitad 
del  siglo  veinte.  No  se  trata  de  ver  en  ella  a  una  feminista,  o  de  cerrar  los  ojos 
ante  sus  limitaciones  y  sus  contradicciones,  ni  tampoco  de  aceptar  sin  críticas 
sus  actos  o  sus  palabras,  pero  sí  de  rescatar  a  la  mujer  de  carne  y  hueso  que 
desafió  la  historia. 


Hanover,  junio  de  1994 


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Marysa  Navarro 


Evita 


Prólogo  a  la  primera  edición 


Pocas  figuras  en  la  historia  de  la  Argentina  han  suscitado  tanto  odio  y  a 
la  vez  tanta  veneración  como  Eva  Perón.  Atacada  despiadadamente  por  sus 
enemigos  y  defendida  fanáticamente  por  sus  admiradores  aún  hoy,  a 
veinticuatro  años  de  su  muerte,  la  sola  mención  de  su  nombre  provoca  desde 
expresiones  de  entusiasmo  a  un  reguero  de  infundios  pero  nunca  indiferencia. 

¿Qué  hizo  Evita  para  que  millones  de  argentinos  la  ensalcen  como  a  una 
santa  que  sacrificó  su  vida  por  el  pueblo  o  una  revolucionaria  empeñada  en  que 
triunfara  la  justicia  social  y  que  otros  tantos  la  anatemicen  como  una  aventurera 
ambiciosa,  resentida,  egoísta  e  hipócrita?,  ¿por  qué  en  la  plenitud  de  su  poder 
era  ya  un  mito  de  características  opuestas  según  la  ideología  de  sus  adherentes 
pero  con  la  misma  fuerza  de  verdad  revelada?,  ¿quién  era  la  mujer  que  se 
escondía  detrás  de  esos  mitos?,  ¿cómo  era  posible  que  en  una  sociedad  en  la 
cual  la  mujer  carecía  de  derechos  políticos  ella  pudiera  convertirse  en  una 
figura  política  de  primera  magnitud?,  ¿qué  factores  habían  contribuido  a  que 
eso  sucediera  ya  durante  la  primera  presidencia  del  general  Juan  Domingo 
Perón  (1946-1952)?,  y  finalmente,  ¿qué  impacto  había  tenido  su  personalidad  en 
el  peronismo? 

Estas  eran  las  preguntas  que  me  propuse  contestar  cuando  inicié  este 
trabajo  y  debo  confesar  que  no  me  ha  sido  fácil  hallar  las  respuestas  pues  la 
vida  de  Evita  ha  dado  lugar  a  especulaciones,  versiones  e  interpretaciones  que 
han  sido  repetidas  a  través  de  los  años  sin  hacer  caso  de  su  posible  veracidad  y 
en  el  ínterin  se  han  convertido  en  artículos  de  fe  para  aquellos  que  las  han 
propalado.  No  me  refiero  solamente  al  origen,  la  infancia  y  la  juventud  de 
Evita,  sobre  los  cuales  se  han  vertido  las  apreciaciones  más  fantasiosas  y 
contradictorias,  sino  también  a  muchos  de  sus  actos  después  de  su  encuentro 
con  Perón  (1944),  tal  como  su  actuación  en  las  jornadas  del  17  de  octubre  de 
1945,  sus  motivos  para  emprender  su  obra  de  ayuda  social,  el  sentido  de  la 
misma,  sus  razones  para  viajar  a  Europa  o  el  papel  que  jugó  en  la  obtención  de 
los  derechos  políticos  de  la  mujer. 

Es  imprescindible  recordar  que  hasta  el  momento  en  que  se  unió  con 
Perón,  Evita  era  una  artista  de  cine  y  radioteatro  totalmente  dedicada  a  su 
carrera.  Los  rumores  sobre  ella  comienzan  a  surgir  a  partir  del  momento  en  que 
su  nombre  queda  identificado  con  el  coronel  Perón,  ya  entonces  "el  enemigo 
público  número  uno",  se  originaron  en  aquellos  sectores  que  se  agruparon  en  la 
Unión  Democrática  y  después  de  1946  continuaron  siendo  violentamente 


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Marysa  Navarro 


Evita 


antiperonistas.  Tienen  por  lo  tanto  un  fundamento  profundamente  ideológico. 
Cuando  de  la  noche  a  la  mañana,  Evita  se  convirtió  en  la  esposa  del  Presidente 
de  la  República,  su  "baja  extracción  social,  su  origen  dudoso,  su  carrera  de  actriz 
y  el  hecho  de  que  conviviera  con  Perón  antes  de  su  casamiento  con  él  pasaron  a 
ser  factores  irritativos  para  la  alta  burguesía  argentina,  pero  lo  fueron  mucho 
más  debido  a  la  naturaleza  del  proceso  que  se  inició  en  1946  y  a  la  participación 
de  Evita  en  el  mismo,  en  favor  de  lo  que  ella  llamaba  "los  humildes  y  los 
trabajadores".  A  medida  que  fueron  transcurriendo  los  años  y  se  acentuaba  la 
antinomia  peronismo-antiperonismo,  las  especulaciones  basadas  muchas  veces 
en  rumores  infundados  y  casi  siempre  deformados  fueron  multiplicándose 
hasta  quedar  consignados  en  obras  que  fueron  publicadas  en  el  extranjero, 
mientras  Perón  estuvo  en  el  poder,  a  las  que  se  contraponían  otras  versiones 
igualmente  infundadas  y  deformadas. 

Gran  parte  de  la  información  que  aparece  en  estas  obras  no  puede  ser 
tomada  seriamente  pues  no  son  fruto  de  una  investigación  rigurosa,  sino  más 
bien  ensayos  interpretativos,  ricos  en  anécdotas  y  chismes,  pero  como  han  sido 
escritas  con  el  propósito  de  ensalzar  a  Evita  o  de  denigrarla,  son  fuentes 
valiosas  para  entender  la  mitología  evitista.  Del  mismo  modo,  La  razón  de  mi 
vida,  la  autobiografía  que  Evita  firmó  pero  no  escribió,  es  una  fuente  que  debe 
ser  aceptada  con  sumo  cuidado  ya  que  la  información  que  nos  proporciona  es 
deliberadamente  tendenciosa.  Por  otra  parte  es  un  documento  indispensable 
para  comprenderla,  pues  es  la  mejor  expresión  del  mito  que  ella  quiso  crear  de 
sí  misma. 

La  falta  de  estudios  monográficos  sobre  el  peronismo  ha  representado  en 
algunos  casos  una  valla  insalvable  pues  afecta  un  período  crucial  de  la  vida  de 
Evita,  el  de  su  actuación  política.  Es  cierto  que  desde  los  años  cuarenta,  las 
condiciones  por  las  que  ha  atravesado  la  Argentina  no  han  sido  las  más 
propicias  para  el  estudio  desapasionado  del  peronismo  y  quizás  por  ello, 
muchas  de  las  obras  que  han  sido  publicadas  en  estas  últimas  décadas  han 
buscado  explicar,  reivindicar  o  combatir  ese  fenómeno  político  sin  contar  con  la 
información  que  sólo  puede  obtenerse  a  través  de  trabajos  de  investigación.  Por 
lo  tanto,  en  el  momento  actual,  las  conclusiones  a  que  podemos  llegar  en  lo  que 
se  refiere  al  poder  político  de  Evita,  por  ejemplo,  deben  esperar  la  ratificación  o 
rectificación  de  estudios  monográficos  sobre  el  Partido  Peronista  y  el 
parlamento  durante  la  primera  presidencia  peronista,  especialmente  datos 
sobre  su  composición  y  los  cambios  acaecidos  en  el  mismo. 

Asimismo,  el  no  contar  con  una  biografía  adecuada  de  Perón  ha 
constituido  un  problema  difícil  de  sortear. 

No  he  tenido  acceso  a  ciertas  fuentes  tales  como  cartas,  borradores  de 
discursos,  etc.  Mis  esfuerzos  por  localizar  este  tipo  de  documentación 
fracasaron  rotundamente.  Aquellos  colaboradores  de  Evita  que  podrían  haber 
poseído  algunos  ejemplares  afirman  que  se  deshicieron  de  ellos  o  que  los 
extraviaron  en  los  meses  posteriores  a  la  caída  del  peronismo.  Si  no  lo  fueron, 
permanecen  todavía  vedados  a  los  investigadores.  Finalmente,  si  los  familiares 
de  Evita  han  conservado  algún  material,  no  me  han  permitido  examinarlo. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


Los  avatares  de  la  política  argentina  a  partir  de  julio  de  1972  también 
presentaron  ciertas  dificultades  para  la  realización  de  mi  tarea.  Si  Evita  era  un 
tema  delicado  durante  el  gobierno  del  general  Alejandro  Agustín  Lanusse,  lo 
siguió  siendo  con  el  ascenso  al  poder  de  Héctor  J.  Cámpora  y  el  retorno  del 
general  Perón,  aunque  las  razones  hayan  sido  muy  diferentes  en  ambos  casos. 
Las  dificultades  para  obtener  ciertas  fuentes  documentales  o  para  conseguir 
entrevistas  con  personas  que  conocieron  de  cerca  a  Evita  no  disminuyeron  a 
partir  de  1973,  sino  que  en  muchos  casos  se  acrecentaron. 

A  pesar  de  que  conté  con  la  generosa  colaboración  de  numerosas 
personas  que  me  concedieron  largas  y  repetidas  entrevistas  o  me 
proporcionaron  material  documental,  muchas  fueron  las  que  se  rehusaron  a 
recibirme.  En  ningún  momento  pude  entrevistarme  con  las  hermanas  de  Evita, 
Blanca  y  Erminda  Duarte,  o  con  el  general  Perón,  a  quien  escribí  en  varias 
ocasiones  en  1971  sin  recibir  respuesta  alguna. 

Algunas  de  las  ideas  aquí  presentadas  fueron  adelantadas  en  una 
conferencia  patrocinada  por  el  Social  Science  Research  Council  y  realizada  en  el 
Instituto  Di  Telia  de  Buenos  Aires,  en  marzo  de  1974,  y  en  la  conferencia  Women 
and  Development  llevada  a  cabo  en  Wellesley  College,  en  junio  de  1976.  Parte  del 
capítulo  XI  fue  publicado  en  La  Opinión  Cultural,  en  julio  de  1973. 

Si  he  conseguido  desentrañar  algunos  hechos  de  los  mitos  que  han  sido 
creados  en  torno  a  los  mismos  y  explicar  su  porqué,  me  sentiré  satisfecha  pues 
la  tarea  de  otros  historiadores  será  más  fácil.  Quiero  dejar  constancia  de  mi 
profundo  agradecimiento  a  todos  aquellos  que  de  una  forma  u  otra  han 
contribuido  a  que  pudiera  hacerlo.  Aunque  la  lista  de  todas  las  personas  que 
me  han  ayudado  es  extremadamente  larga,  no  puedo  dejar  de  mencionar  a 
Dartmouth  College,  por  haberme  concedido  un  año  sabático  y  una  beca 
Humanities  Development  Grant.  A  los  funcionarios  de  la  Biblioteca  Nacional  de 
Buenos  Aires,  en  particular  a  Silvestre  Garzón;  a  los  del  Archivo  Gráfico  de  la 
Nación  y  a  los  del  archivo  del  diario  La  Nación;  a  Ofelia  Gilensich  de  Bianchi  y 
Raquel  Sáenz  de  Fierro,  de  la  Biblioteca  del  Congreso  de  la  Nación  y  a  la  sección 
referencia  de  Baker  Library,  Dartmouth  College. 

A  los  colaboradores  de  Evita  y  "peronistas  de  la  primera  hora"  que  me 
concedieron  entrevistas  o  me  prestaron  material  documental,  entre  otros; 
Hernán  Benítez,  Ramón  Cereijo,  Teresa  Adelina  Fiora,  Héctor  J.  Cámpora,  Atibo 
Renzi,  Benito  Llambí,  Pedro  Gagliardo,  Fermín  Chávez,  José  Espejo,  Delia 
Degliuoni  de  Parodi,  Emma  Nicolini,  Ricardo  Guardo,  Liban  Lagomarsino  de 
Guardo,  Juana  Larrauri  de  Abrami,  Ana  C.  Macri,  María  Rosa  Calviño  de 
Gómez,  Valentín  Thiebaud,  Rodolfo  Puiggrós,  Sara  Gatti,  Celina  R.  de  Martínez 
Payva,  José  María  Castiñeira  de  Dios,  Alberto  F.  Bolaños,  Jorge  Spotti,  Mayor 
Carlos  Aloé,  Angel  Miel  Asquia,  Pierina  Dealessi,  Eduardo  Colom,  Luis  F.  Gay, 
Cipriano  Reyes,  Leonardo  Vida,  Guillermo  De  Prisco,  Palmira  Repetti,  Roberto 
Petinato,  Pilar  Madirolas  y  María  Eugenia  Alvarez. 

A  Antonio  Molinari,  Louise  Doyon,  Mario  Soffici,  Fanny  Yest,  Jubo  Korn, 
Antonio  Márquez,  Roberto  Vacca  y  Otelo  Borroni. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


A  los  amigos  que  me  allanaron  muchas  dificultades  o  con  los  cuales 
discutí  algunas  interpretaciones,  especialmente  Liliane  Isler,  León  Pomer, 
Rogelio  García  Lupo,  Michael  Cárter,  Leo  Spitzer,  Alberto  Alvarez  Pereyra, 
Claudio  Armengol,  Gregorio  Selser,  Víctor  Claiman  y  Ramón  Garriga  y  muy  en 
particular,  de  nuevo  a  Liliane,  a  Santiago,  Gabriela  e  Irma,  a  mi  madre  y  a  mi 
querida  Nina,  por  su  paciencia,  su  apoyo  y  su  cariño  durante  los  años  que  tardé 
en  completar  este  libro. 


Marysa  Navarro 
Junio  de  1976 


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Marysa  Navarro 


Evita 


Capítulo  I 

La  infancia  de  María  Eva  Duarte 


General  Viamonte  (estación  Los  Toldos)  es  un  pequeño  pueblo  de  la 
provincia  de  Buenos  Aires,  con  casas  chatas  y  calles  arboladas  que  muy  pronto 
se  pierden  en  caminos  de  tierra.  Como  muchas  otras  poblaciones  de  la 
República  Argentina,  Viamonte  nació  alrededor  de  una  estación.  Fue 
inaugurada  en  1893  y  en  aquel  entonces  se  la  llamó  Los  Toldos  por  hallarse 
próxima  la  toldería  del  famoso  cacique  Ignacio  Coliqueo. 

Aunque  la  población  de  Los  Toldos  y  de  los  campos  circundantes  fue 
creciendo  lentamente,  en  julio  de  1908  se  creó  una  nueva  unidad  administrativa, 
el  distrito  de  Los  Toldos3.  El  núcleo  de  casas  cercanos  a  la  estación  fue 
declarado  cabeza  de  partido,  se  organizó  una  fuerza  policial,  se  instaló  un 
registro  civil  y  se  nombró  un  juez  de  paz.  Dos  años  más  tarde,  el  distrito  fue 
rebautizado  General  Viamonte,  pero  la  estación  de  ferrocarril  conservó  su 
nombre  original4. 

El  ser  cabeza  de  partido  no  trajo  grandes  cambios  al  pequeño  poblado. 
En  1919,  tenía  unos  3.000  habitantes  y  los  días  de  lluvia  sus  calles  de  tierra  se 
convertían  en  verdaderos  barriales.  Algunos  se  enorgullecían  de  tener  luz 
eléctrica,  pero  la  mayor  parte  contaba  solamente  con  lámparas  de  kerosene.  Los 
habitantes  trabajaban  como  peones  o  medianeros  en  las  estancias  y  chacras 
vecinas,  dedicadas  al  cultivo  del  trigo  o  a  la  ganadería.  La  vida  transcurría 
apacible  y  monótona,  lejos  de  la  violencia  que  parecía  sacudir  al  mundo  entero 
por  aquellos  años.  Hasta  los  descendientes  de  Coliqueo  habían  abandonado  sus 
tradiciones  guerreras  y  ahora,  los  días  de  fiesta,  desfilaban  a  caballo  tacuara  en 
mano  por  las  calles  de  Viamonte.  El  único  acontecimiento  trascendente  había 
ocurrido  en  1916,  cuando  los  radicales  ganaron  las  elecciones  y  ascendió  a  la 
presidencia  don  Hipólito  Yrigoyen.  Desde  entonces,  todo  seguía  llegando 
amortiguado  hasta  Viamonte,  inclusive  los  sangrientos  episodios  de  la  Semana 
Trágica  en  enero  de  1919. 

En  este  pueblito,  similar  a  tantos  otros  de  la  República,  nació  una 
madrugada  de  mayo  de  1919  Eva  Perón  —  así  por  lo  menos  lo  aseguran  vecinos 


3  Ricardo  Levene,  Historia  de  la  Provincia  de  Buenos  Aires  y  formación  de  sus  pueblos,  Buenos 
Aires,  Publicaciones  de  Archivo  Histórico  de  Buenos  Aires,  1941,  Vol.  IL  p.  321. 

4  Idem. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


del  lugar  —  5,  aunque  la  partida  de  nacimiento  de  María  Eva  Duarte,  hija  de  Juan 
Duarte  y  de  Juana  Ibarguren  indique  que  nació  en  Junín,  el  7  de  mayo  de  19226. 
Algunas  fuentes  señalan  que  tanto  el  mes  como  el  año  consignados  en  esta 
partida  son  erróneos  pues  en  realidad  Evita  habría  nacido  el  26  de  abril  de 
19197. 

En  las  raras  ocasiones  en  que  Evita  se  refirió  a  su  infancia,  siempre 
mencionó  a  Junín  como  su  pueblo  natal.  Así  lo  hizo  por  ejemplo  en  una 
entrevista  publicada  en  la  revista  Radiolandia  en  el  mes  de  abril  de  19458.  El 
acta  de  su  casamiento  con  el  entonces  coronel  Juan  Domingo  Perón  también 
indica  que  nació  en  Junín,  el  7  de  mayo  de  1922,  siendo  su  padre  Juan  Duarte 
(fallecido)  y  su  madre,  Juana  Ibarguren9.  Pero  este  acta  presenta  varios 


5  Entrevistas  mantenidas  con  residentes  de  Los  Toldos  en  1973.  Ver  también  Así,  2  de  junio  de 
1973,  p.  31.  La  sección  Tribuna  de  los  Lectores  reproduce  una  carta  de  Mauro  Moreno,  habitante  de  Los 
Toldos,  en  la  que  afirma  que  Evita  nació  en  su  pueblo.  Primera  Plana,  20  de  julio  de  1965,  p.  96,  en  su 
sección  Carta  de  los  Lectores,  publica  asimismo  una  carta  de  Darío  Rodríguez  del  Pino,  en  la  que  afirma 
que  Evita  nació  en  Los  Toldos.  Otelo  Borroni,  Roberto  Vacca,  La  vida  de  Eva  Perón,  Buenos  Aires,  ed. 
Galerna,  1970;  reproducen  varios  testimonios  importantes,  entre  otros  el  de  Pascual  Lettieri,  intendente 
de  Los  Toldos  en  1919,  y  Pascual  E.  Dilagosto,  quien  declara:  "Soy  la  única  persona  que  tiene  la  copia  de 
nacimiento  de  Eva  Perón.  La  tomé  cuando  fui  a  buscar  la  partida  de  una  sobrina  mía,  de  apellido  Sosa, 
que  también  fue  compañera  de  Evita.  El  empleado  del  Registro  Civil  estaba  muy  ocupado  y  como  me 
tenía  confianza  me  dio  el  libro  para  que  yo  hiciera  el  trámite.  Fue  entonces  cuando  me  acordé  que  en  el 
pueblo  se  corría  la  voz  de  que  las  Duarte  eran  hijas  naturales.  Me  fijé  en  Duarte  y  no  estaba;  entonces 
busqué  en  Ibarguren  y  allí  estaba  el  acta  de  Eva.  Por  simple  curiosidad  hice  una  copia,  sin  imaginarme 
que  luego  desaparecería  el  original.  Fue  en  1944."  Op.  cit.,  ps.  21-22. 

6  Estos  son  los  datos  que  aparecen  en  el  acta  de  casamiento  de  Evita.  Ver  capítulo  I,  nota  9. 

7  Siete  Días,  año  I,  N°  2,  1  de  agosto  de  1967,  p.  21.  José  Capsitski,  "Prehistoria  de  Eva  Perón", 
Todo  es  Historia,  Buenos  Aires,  junio  1968,  N°  14,  p.  10. 

8  Radiolandia,  7  de  abril  de  1945. 

9  El  acta  de  casamiento  de  Evita  y  Perón  dice  así:  "En  la  ciudad  de  Junín  de  la  provincia  de 
Buenos  Aires,  a  veinte  y  dos  de  octubre  de  mil  novecientos  cuarenta  y  cinco,  ante  mí  Piernón  Antonio 
Ordiales,  Jefe  de  la  Sección  Primera  del  Registro  Civil,  comparecen  don  Juan  Domingo  Perón,  que  firma 
Juan  Perón,  de  cincuenta  años,  nacido  en  Lobos  de  esta  provincia  el  8  de  octubre  de  1895,  domiciliado 
en  la  Capital  Federal  y  de  ex  profeso  en  ésta,  de  profesión  militar,  estado  soltero,  hijo  de  don  Mario 
Tomás  Perón,  fallecido  en  la  Capital  Federal  el  diez  de  noviembre  de  mil  novecientos  veintiocho,  y  de 
doña  Juan  Sosa,  argentina,  de  profesión  quehaceres  domésticos,  domiciliada  en  el  territorio  nacional  de 
Chubut,  y  doña  María  Eva  Duarte,  de  veintitrés  años,  nacida  en  esta  ciudad  el  7  de  mayo  de  1922, 
domiciliada  en  calle  José  Arias  ciento  setenta  y  uno,  de  profesión  artista,  soltera,  hija  de  don  Juan 
Duarte,  fallecido  en  Chivilcoy  de  esta  provincia  el  8  de  enero  de  1926,  y  de  doña  Juana  Ibarguren, 
argentina,  de  profesión  quehaceres  domésticos,  domiciliada  con  la  contrayente,  quienes  desean  casarse 
e  interrogados  por  mí  uno  a  continuación  del  otro  después  de  oír  la  lectura  de  los  artículos  pertinentes  a 
la  ley  de  Matrimonio,  no  habiendo  oposición  y  siendo  hábiles  para  el  acto  según  manifestación  de  los 
testigos:  Teniente  Coronel  Domingo  Alfredo  Mercante  que  firma  D.  A.  Mercante,  de  cuarenta  y  siete 
años,  argentino,  casado,  domiciliado  en  la  calle  Yerbal  dos  mil  seiscientos  veinte  y  uno  de  la  Capital 
Federal  y  Juan  R.  Duarte,  de  treinta  y  uno,  soltero,  viajante,  domiciliado  en  calle  José  Arias  ciento 
setenta  y  uno,  manifiestan  que  se  quieren  por  esposos  y  se  otorgan  recíprocamente  por  marido  y  mujer, 
visto  lo  cual  en  nombre  de  la  Ley  los  declaro  unidos  en  legítimo  matrimonio.  Plabiendo  dado 
cumplimiento  a  lo  dispuesto  por  artículo  trece  de  la  Ley  doce  mil  trescientos  treinta  y  uno,  con  el 
certificado  expedido  por  el  doctor  Domingo  Pugliese,  médico  interno  de  la  Asistencia  Pública  de  esta 
ciudad,  con  fecha  veinte  del  corriente,  que  se  archiva  bajo  el  número  de  esta  acta.  Leída  el  acta  a  los 
interesados,  lo  firman  de  conformidad,  junto  con  los  testigos  nombrados".  Ver  Borroni  y  Bacca,  op.  cit., 
ps.  116-117,  y  Benigno  Acossano,  Eva  Perón.  Su  verdadera  vida,  Buenos  Aires,  Editorial  Lamas,  1955,  ps. 
40-41. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


problemas.  A  pesar  de  lo  que  dice  el  documento,  Perón  no  era  soltero  sino 
viudo,  Evita  no  vivía  en  Junín  sino  en  Buenos  Aires  y  su  hermano,  Juan  Duarte 
tampoco  residía  en  la  provincia.  El  lugar  y  la  fecha  de  nacimiento  que  aparecen 
en  este  acta  fueron  extraídos  de  la  partida  de  nacimiento  que  ella  presentó  para 
la  ceremonia.  Pero  si  examinamos  la  fecha  en  que  nació  Evita  según  estos 
documentos  y  dejamos  de  lado  por  un  momento  el  lugar,  llegamos  a  ciertas 
conclusiones  imposibles  de  aceptar  pues  no  coinciden  con  otras  fuentes 
documentales. 

Si  Evita  hubiera  nacido  el  7  de  mayo  de  1922,  deberíamos  llegar  a  la 
conclusión  que  Evita  se  fue  a  Buenos  Aires  para  iniciar  su  carrera  de  actriz 
cuando  apenas  tenía  doce  años,  ya  que  su  nombre  aparece  en  un  programa  de 
teatro  en  marzo  de  193510.  Por  otra  parte,  sabemos  que  a  esa  edad  vivía  en  Junín 
pues  así  lo  indican  los  archivos  de  la  escuela  en  la  cual  ella  estudiaba.  El 
Registro  de  Matrículas  y  Pases  (1930)  de  la  escuela  N°  1  Catalina  Larralt  de 
Estrougamou  de  la  ciudad  de  Junín,  provincia  de  Buenos  Aires,  indica  que 
Evita  nació  el  7  de  mayo  de  1919,  pero  no  dice  dónde.  En  las  Planillas  de 
Calificación  anual  de  la  misma  institución,  puede  confirmarse  que  a  los  doce 
años  Evita  cursaba  cuarto  grado  y  su  maestra  se  llamaba  Alda  Venini* 11. 

Por  lo  tanto,  a  pesar  de  las  declaraciones  de  Evita,  de  lo  que  se  afirma  en 
su  partida  de  nacimiento  o  en  su  acta  de  casamiento,  debemos  llegar  a  la 
conclusión  de  que  la  verdad  es  otra:  nació  en  General  Viamonte  el  7  de  mayo  de 
1919.  ¿Qué  buscaba  esconder  Evita  al  mentir  sobre  la  fecha  y  el  lugar  de  su 
nacimiento?  La  explicación  más  plausible  es  que  fue  apuntada  en  el  registro  de 
esa  localidad  solamente  como  hija  de  Juana  Ibarguren  y  en  1945,  cuando  la 
proximidad  de  su  casamiento  con  Perón  amenazó  revelar  un  origen  que  los 
prejuicios  burgueses  condenaban,  o  sea  su  condición  de  hija  natural,  hizo 
destruir  la  anotación  del  registro  civil  de  General  Viamonte.  La  partida  de 
nacimiento  que  Evita  obtuvo  para  su  casamiento  fue  hecha  según  sus  deseos. 
Indicaba  que  su  padre  era  Juan  Duarte  y  su  madre  Juana  Ibarguren.  Como 
lugar  de  nacimiento,  puso  Junín,  pues  éste  era  un  centro  urbano  mucho  más 
importante  que  el  pueblucho  en  que  nació,  y  se  sacó  tres  años. 

Después  de  la  caída  del  gobierno  peronista,  ya  en  plena  Revolución 
Libertadora,  una  comisión  investigadora  encargada  de  examinar  las 
circunstancias  en  que  murió  Juan  Duarte,  el  hermano  de  Evita,  determinó  la 
falsificación  del  documento  que  ella  presentó  para  su  casamiento.  La  Comisión 
Investigadora  N°  6  estableció  sin  lugar  a  dudas  la  adulteración  de  las  partidas 


Es  de  señalar  que  la  fecha  y  el  lugar  de  nacimiento  de  Evita  no  son  los  únicos  datos  incorrectos 
en  el  acta.  Perón  no  era  soltero  sino  viudo.  Evita  no  vivía  en  Junín  sino  en  Buenos  Aires  y  tampoco  Juan 
Duarte  residía  en  esa  ciudad. 

10  Ver  capítulo  II,  p.  37. 

11  El  Registro  de  Matrículas  y  Pases  (1930)  de  la  Escuela  N°  1  Catalina  Larralt  de  Estragamou  de 
Junín,  provincia  de  Buenos  Aires,  indica  que  Evita  nació  el  7  de  mayo  de  1919,  pero  no  dice  dónde.  En  las 
Planillas  de  Calificación  Anual  de  la  misma  institución,  puede  confirmarse  que  a  los  doce  años  Evita 
cursaba  cuarto  grado.  Su  maestra  se  llamaba  Alda  Venini. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


de  nacimiento  de  Evita  y  de  todos  sus  hermanos,  así  como  la  falsificación  del 
acta  de  matrimonio  de  Juan  Duarte  y  Juana  Ibarguren12. 

Según  el  padre  Hernán  Benítez,  el  amigo,  colaborador  y  confesor  de 
Evita,  su  acta  de  bautismo  "es  el  único  documento  de  infancia  fidedigno"13.  Este 
acta  "asienta  que  fue  bautizada  en  la  Iglesia  parroquial  de  Los  Toldos,  el  21  de 
noviembre  de  1919.  Había  nacido  el  7  de  mayo  de  aquel  año.  Junto  con  ella 
fueron  bautizados  en  una  misma  ceremonia  dos  de  sus  hermanos,  Juan  Ramón 
y  Erminda  Luján,  y  su  primo  Fortunato  Valenti"14. 

Cuando  Evita  nació,  sus  padres  tenían  ya  cuatro  hijos:  Blanca,  Elisa,  Juan 
Ramón  y  Erminda  Luján.  Hacía  pues  varios  años  que  Juan  Duarte  y  Juana 
Ibarguren  vivían  como  un  matrimonio  en  Viamonte,  aunque  la  gente  del  pueblo 
supiera  que  él  estaba  legalmente  casado  en  Chivilcoy. 

Por  aquel  entonces,  Juana  Ibarguren  o  doña  Juana  como  se  la  llamó  más 
tarde,  era  una  hermosa  mujer  de  treinta  y  un  años.  Sus  orígenes  eran  muy 
humildes.  Su  madre,  Petronia  Núñez  había  tenido  dos  hijas,  Liberata  Núñez  y 
Juana,  que  llevaba  el  nombre  de  Joaquín  Ibarguren,  un  vasco  que  transportaba 
mercancías  por  la  región.  De  estatura  mediana,  rasgos  finos  y  ojos  oscuros, 
Juana  se  parecía  a  su  padre,  de  quien  había  heredado  también  el  carácter 
orgulloso  y  empecinado. 

Juan  Duarte  tenía  cuarenta  y  ocho  años  en  1919.  Pertenecía  a  una  familia 
acomodada  de  Chivilcoy  y  allí  se  había  casado  con  Estela  Grisolía,  con  la  cual 
tuvo  tres  hijas.  Hacia  1901,  llegó  a  Viamonte  y  se  instaló  a  unos  20  kms.  del 
pueblo,  en  La  Unión,  una  estancia  que  arrendó.  Se  lo  recuerda  como  un  hombre 
jovial,  generoso  y  hospitalario,  cuya  casa  estaba  siempre  abierta  para  amigos  y 
correligionarios.  En  1908,  su  prestigio  e  influencia  eran  tales  que  cuando  se 


Argentina.  Vicepresidencia  de  la  Nación.  Comisión  Nacional  de  Investigaciones, 
Documentación,  autores  y  cómplices  de  las  irregularidades  cometidas  durante  la  segunda  Tiranía  (5 
tomos,  Buenos  Aires,  1958).  Según  el  informe  de  la  Comisión  N°  6,  el  acta  de  nacimiento  de  María  Eva 
Duarte,  "nacida  en  realidad  en  General  Viamonte,  en  el  año  1919,  fue  arrancada  violentamente  del 
registro  correspondiente  a  ese  año.  En  su  reemplazo  se  toma  el  registro  de  nacimiento  de  la  ciudad  de 
Junín,  correspondiente  al  año  1922,  se  eliminan  dos  hojas  de  uno  de  los  cuadernillos  de  este  tomo  y  se 
reproducen  cuatro  de  actas  de  nacimiento,  una  de  ellas  donde  debió  figurar  la  de  un  menor  fallecido 
poco  tiempo  después,  es  reemplazada  por  el  acta  de  nacimiento  de  María  Eva  Duarte,  como  nacida  el  7 
de  mayo  de  1922,  e  hija  legítima  de  Juan  Duarte  y  Juana  Ibarguren.  Se  falsifican  las  firmas  del  Jefe  del 
Registro  Civil  y  el  sello  de  esa  dependencia;  se  vuelve  a  encuadernar  el  libro  que  es  devuelto  a  su  lugar 
en  la  oficina  respectiva,  mientras  que  el  tomo  duplicado  existente  en  el  Archivo  de  la  ciudad  de  La  Plata 
desaparece  de  su  lugar,  suponiéndose  que  ha  sido  destruido".  Ver  Documentación,  autores,  etc.,  vol.  I, 
p.  520.  "En  cuanto  a  los  certificados  de  matrimonio  atribuidos  a  Juan  Duarte  y  Juana  Ibarguren,  que 
corren  agregados  a  los  autos  sucesorios  de  Juan  Ramón  Duarte  y  de  María  Eva  Duarte  de  Perón,  han 
sido  falsificados,  por  cuanto  en  el  único  registro  de  matrimonios  existente  en  la  sección  primera  del 
Registro  Civil  de  General  Viamonte,  no  existe  tal  acta,  pues  el  citado  libro  termina  en  el  folio  98  con  el 
acta  87  y  a  fojas  98  vuelta  figura  el  acta  de  cierre  de  dicho  libro  de  registro  puesto  de  puño  y  letra  por  el 
jefe  del  citado  Registro  Civil.  En  cambio  en  los  certificados  de  referencia  se  hace  constar  que  dicho 
matrimonio  fue  registrado  en  el  folio  99,  acta  88,  que  como  se  ha  dicho  no  existen".  Idem.  Juan  Duarte 
fue  encontrado  muerto  en  su  departamento  el  9  de  abril  de  1953. 

13  Hernán  Benítez,  Eva  Perón,  a  veinte  años  de  su  muerte,  manuscrito  inconcluso  facilitado  por 

el  autor. 

14  Idem. 


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Evita 


seleccionaron  las  nuevas  autoridades  de  General  Viamonte  entre  los 
conservadores  de  mayor  relieve,  se  le  nombró  suplente  del  juez  de  paz15.  Para 
esa  época,  su  unión  con  doña  Juana  ya  había  comenzado  y  poco  tiempo 
después  ella  dio  a  luz  a  su  primera  hija,  Blanca.  A  principios  de  1920,  o  sea  al 
año  siguiente  de  nacer  Evita,  quizás  debido  a  problemas  económicos  o 
presionado  por  su  familia  de  Chivilcoy,  Juan  Duarte  abandonó  La  Unión  y  a 
Juana  Ibarguren  con  sus  cinco  hijos  y  regresó  a  su  pueblo  natal. 

La  situación  de  doña  Juana  y  de  Juan  Duarte  no  era  excepcional,  ni  ha 
dejado  de  serlo,  aunque  con  el  correr  de  los  años,  las  pautas  para  juzgar  casos 
tales  hayan  perdido  mucha  de  su  rigidez  y  crueldad.  Pero  si  bien  es  cierto  que 
hasta  hace  muy  poco  tiempo,  esos  matrimonios  supuestamente  "irregulares" 
merecían  la  condena  de  la  burguesía,  ésta  raramente  empleaba  el  mismo  criterio 
para  juzgar  al  hombre  y  a  la  mujer.  En  la  práctica  demostraba  una  gran 
generosidad  para  disculpar  al  hombre  y  lo  que  llamaba  sus  deslices  cualquiera 
fuera  su  origen  social  y  en  cambio,  acostumbraba  a  acumular  sobre  la  mujer 
sanciones,  críticas  y  desprecios,  sobre  todo  si  ésta  era  de  clase  baja. 

Es  de  suponer  que  doña  Juana  y,  por  extensión,  sus  hijos  sintieron  en 
numerosas  ocasiones  los  efectos  de  su  situación,  especialmente  teniendo  en 
cuenta  que  vivían  en  un  pueblo  pequeño.  Además,  las  visitas  periódicas  de 
Estela  Crisolía  y  de  sus  hijas  a  la  estancia,  servían  para  que  la  gente  del  lugar  no 
dejara  de  recordar  quién  era  doña  Juana.  Sin  embargo,  mientras  Duarte 
permaneció  en  La  Unión,  tanto  ella  como  sus  hijos  contaron  por  lo  menos  con 
su  protección  y  su  respaldo  económico.  La  familia  vivía  en  una  casa  modesta 
pero  cómoda  y  una  sirvienta  ayudaba  en  los  quehaceres  domésticos.  La  partida 
de  Duarte  cambió  totalmente  las  cosas  pues  doña  Juana  se  encontró 
súbitamente  sin  recursos  y  con  cinco  hijos  pequeños.  Se  mudó  a  una  casa  aún 
más  modesta,  hacia  las  afueras,  cerca  de  las  vías  del  ferrocarril  y  empezó  a  coser 
día  y  noche  para  mantener  a  su  prole. 

Un  día,  le  avisaron  que  Duarte  había  tenido  un  accidente  de  automóvil  y 
que  había  fallecido  a  consecuencia  del  mismo.  Era  el  8  de  enero  de  1926  y  al 
enterarse  de  que  sus  restos  serían  velados  en  Chivilcoy,  doña  Juana  tomó  a  sus 
cinco  niños  y  se  fue  al  velorio  del  que  ella  consideraba  su  marido.  Como  era  de 
esperar,  su  llegada  causó  una  conmoción  y  se  le  negó  la  entrada  a  la  casa.  Pero 
ella  se  enfrentó  a  la  familia  Grisolía  y,  después  de  una  escena  violenta, 
consiguió  que  sus  hijos  acompañaran  el  cuerpo  de  su  padre  hasta  el  cementerio. 

Desde  un  punto  de  vista  puramente  convencional,  la  presencia  de  doña 
Juana  en  el  velorio  de  Duarte  aparece  como  un  insulto  a  Estela  Grisolía.  La 
llegada  de  "la  otra  mujer"  de  Duarte  era  una  verdadera  afrenta  para  su  familia 
de  Chivilcoy  y  no  podemos  menos  de  comprender  la  reacción  que  desencadenó. 
El  incidente  planteaba  una  situación  muy  penosa  para  doña  Juana  y  sus  hijos. 
Por  difícil  que  eso  le  resultara  a  veces,  ella  podía  vivir  en  Viamonte  como  si  el 
matrimonio  de  Duarte  con  Estela  Grisolía  no  existiera,  hacer  oídos  sordos  a  las 
habladurías  e  ignorar  los  desprecios,  pero  al  ir  a  Chivilcoy  aquel  8  de  enero. 


Ricardo  Levene,  op.  cit.,  p.  321. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


sabía  que  se  enfrentaría  de  lleno  con  una  realidad  que  solamente  podía  causarle 
dolor  y  que  al  llevar  a  sus  hijos,  los  obligaba  a  compartir  las  consecuencias  de 
ese  enfrentamiento. 

Cualesquiera  hayan  sido  sus  razones  para  ir  al  velorio  de  Duarte,  ya  sea 
porque  lo  había  querido  mucho  y  le  había  perdonado  su  abandono  o  porque 
deseaba  pagar  una  deuda  de  gratitud  que  tenía  para  con  él  o  por  razones 
religiosas,  inclusive  aunque  fuera  porque  en  un  gesto  de  rabia  impotente  quería 
enrostrar  a  la  familia  Grisolía  su  existencia  y  la  de  sus  hijos,  es  indudable  que  en 
esta  ocasión  doña  Juana  demostró  una  fuerza  de  carácter  poco  común.  Quizás 
ninguna  otra  circunstancia  aislada  pueda  describir  mejor  su  actitud  ante  la  vida 
y  a  la  vez  nos  permita  comprender  la  poderosa  influencia  que  ejerció  sobre  sus 
hijos.  En  el  núcleo  familiar,  su  figura  surge  claramente  delineada  y  por 
contraste,  desdibuja  la  personalidad  de  Juan  Duarte.  Este  aparece  con  trazos 
mucho  más  difusos,  no  sólo  por  ser  más  débil  de  carácter  sino  también  porque 
mientras  permaneció  en  General  Viamonte  no  vivió  con  doña  Juana  y  sus  hijos. 
Ocupado  en  los  quehaceres  del  campo,  los  veía  esporádicamente  cuando  venía 
al  pueblo  o  ellos  lo  iban  a  visitar  en  La  Unión.  Su  muerte  dejó  un  vacío  que  la 
enérgica  doña  Juana  no  tuvo  dificultades  en  llenar.  Cuando  besaron  por  última 
vez  a  su  padre,  recuerda  Erminda  Duarte,  sus  hijos  sellaron  "silenciosamente  un 
pacto  de  sólida  unión  en  torno  a  ella,  viendo  cómo  su  dolor  se  transfiguraba 
ante  la  necesidad  de  sustituirlo  a  él  y  asumir  desde  ese  mismo  día  todas  las 
responsabilidades  con  un  estoicismo  que  tenía  un  solo  sentido:  el  de 
fortalecernos.  A  partir  de  entonces  la  capacidad  de  sacrificio  de  nuestra  madre 
creció  como  una  inmensa  ala  que  nos  cobijó  a  los  cinco  hijos"16. 

Es  posible  que  la  muerte  de  su  padre  haya  sido  para  Evita  el  eje 
alrededor  del  cual  se  articularía  su  personalidad  con  el  correr  de  los  años.  Es 
decir,  no  la  muerte  en  sí,  pues  era  la  más  pequeña  y  pocos  eran  los  recuerdos 
que  podía  tener  de  un  padre  que  había  desaparecido  de  su  vida  cuando  apenas 
tenía  un  año,  sino  más  bien  por  lo  que  sucedió  en  el  velorio  cuando  llegó  con  su 
madre.  No  sería  demasiado  aventurado  pensar  que  el  incidente  tuviera  sobre 
ella  un  impacto  mucho  más  profundo  que  sobre  sus  hermanos.  Quizás  hasta  ese 
momento  no  había  entendido  el  significado  de  ciertos  comentarios  que  oía  al 
pasar  o  de  algunas  actitudes  que  veía  a  su  alrededor.  Y  aunque  lo  hubiera 
sabido,  aunque  ya  le  hubiera  explicado  que  era  hija  natural,  difícilmente  podría 
haber  comprendido  lo  que  eso  quería  decir  pues  solamente  tenía  siete  años.  En 
cambio,  el  altercado  entre  su  madre  y  la  familia  Grisolía  le  reveló  con  dolorosa 
brutalidad  cómo  la  veían  los  demás  y  sintió  por  primera  vez  la  vergüenza  y  la 
cólera  que  eso  le  causaba. 


Erminda  Duarte,  Mi  hermana  Evita,  Buenos  Aires,  ediciones  "Centro  de  Estudios  Eva  Perón", 
1972,  p.  19. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


Con  su  hermano  Juan:  un  lazo  que  en  la  infancia  los  había  hecho 
compañeros  de  juegos  y  amigos. 


En  los  capítulos  iniciales  de  La  razón  de  mi  vida,  obra  en  la  que  Evita  trata 
de  explicar  su  vida  y  sus  actos,  busca  en  su  pasado  "la  primera  razón"  que 
pudiera  dar  sentido  a  los  acontecimientos  extraordinarios  que  conformaron  su 
trayectoria  y  encuentra  si  no  una  razón,  un  sentimiento:  su  indignación  frente  a 
la  injusticia.  "He  hallado  en  mi  corazón,  un  sentimiento  fundamental  que 
domina  desde  allí,  en  forma  total,  mi  espíritu  y  mi  vida:  ese  sentimiento  es  mi 
indignación  frente  a  la  injusticia.  Desde  que  yo  me  acuerdo,  cada  injusticia  me 
hace  doler  el  alma  como  si  me  clavase  algo  en  ella.  De  cada  edad  guardo  un 
recuerdo  de  alguna  injusticia  que  me  sublevó  desgarrándome  íntimamente"17. 

Este  sentimiento  adquirió  una  dimensión  social  cuando  era  todavía  una 
niña,  recuerda  Evita,  porque  a  los  once  años  oyó  "por  primera  vez  de  labios  de 
un  hombre  de  trabajo  que  había  pobres  porque  los  ricos  eran  demasiado  ricos;  y 


Existen  varias  ediciones  de  La  razón  de  mi  vida  en  español.  Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida, 
Buenos  Aires,  ed.  Peuser,  1951;  es  la  edición  original.  Hay  además  otras  dos  versiones,  ambas  publicadas 
en  la  Argentina  por  Ediciones  de  la  Reconstrucción  en  1973.  La  edición  que  se  cita  en  este  trabajo  es  la 
original.  Ver  Eva  Perón,  op.  cit.,  p.  16.  El  destacado  está  en  el  texto. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


aquella  revelación  me  produjo  una  impresión  muy  fuerte".  A  partir  de  ese 
momento,  no  pudo  pensar  en  esa  injusticia  sin  indignarse,  "y  pensar  en  ella  me 
produjo  siempre  una  rara  sensación  de  asfixia,  como  si  no  pudiendo  remediar  el 
mal  que  yo  veía,  me  faltase  el  aire  para  respirar".  Describe  la  pobreza  como  un 
veneno  al  cual  los  pobres  se  acostumbran  pasivamente  pues  ven  su  miseria 
como  algo  "natural",  pero  ella  lo  rechazó  desde  pequeña  y  nunca  le  pareció 
"natural  y  lógica  la  injusticia  social".  Esa  indignación  frente  a  la  injusticia, 
afirma  Evita,  es  quizás  "lo  único  inexplicable  de  mi  vida:  lo  único  que  aparece 
en  mí  sin  causa  alguna".  Como  hay  pintores  y  poetas  que  nacen  con  un  talento 
especial  para  el  arte  y  la  poesía,  "yo  tengo,  y  ha  nacido  conmigo,  una  particular 
disposición  del  espíritu  que  me  hace  sentir  la  injusticia  de  manera  especial,  con 
una  rara  y  dolorosa  intensidad"18. 

No  tenemos  por  qué  dudar  de  las  palabras  de  Evita  en  esta  instancia.  Es 
muy  posible  que  tenga  razón,  que  naciera  con  una  "particular  disposición"  para 
sentir  la  injusticia.  Pero  si  así  fue,  ¿qué  circunstancias  contribuyeron  a  que  esa 
inclinación  se  afianzara  en  ella  y  con  el  tiempo  se  convirtiera  en  "la  primera 
razón"  de  sus  actos?  Es  inútil  buscar  una  respuesta  a  esta  pregunta  ya  sea  en  sus 
escritos  o  en  los  recuerdos  de  sus  colaboradores  más  inmediatos.  Evita 
raramente  hablaba  de  su  infancia  o  de  su  adolescencia  y  las  referencias  escritas 
que  nos  ha  dejado  son  muy  vagas.  En  su  autobiografía  ni  siquiera  menciona 
dónde  nació,  en  qué  lugares  vivió  antes  de  conocer  a  Perón,  cuántos  hermanos 
tuvo  o  quiénes  fueron  sus  padres.  No  es  de  extrañar  entonces  que  no  mencione 
el  incidente  del  velorio.  Desenmarañar  personalmente  todos  los  elementos  que 
lo  componen,  resultaría  difícil  y  doloroso  aún  para  una  persona  afecta  a  la 
introspección,  y  Evita  no  sentía  inclinación  por  ese  tipo  de  examen.  En  ella, 
como  veremos  en  múltiples  ocasiones,  el  razonamiento  y  el  análisis 
generalmente  cedían  paso  a  las  emociones.  Así  la  describen  sus  colaboradores  y 
así  lo  confiesa  ella  misma  sin  ambages  en  La  razón  de  mi  vida :  "La  verdad  es  que 
siempre  he  actuado  en  mi  vida  más  bien  impulsada  y  guiada  por  mis 
sentimientos"19.  Además,  si  bien  en  muchas  oportunidades  demostró  una 
saludable  irreverencia  por  las  exigencias  que  le  imponía  la  sociedad  en  que 
vivía,  de  ninguna  manera  permaneció  inmune  a  ciertas  pautas  o  dejó  de  sufrir 
las  consecuencias  de  las  mismas.  En  este  caso,  mencionar  el  incidente  hubiera 
significado  remover  una  cuestión  que  oficialmente  no  existía,  pues  allí  estaba  la 
partida  de  nacimiento  para  probar,  tal  como  ella  lo  había  querido,  que  no  era 
hija  natural. 

En  su  libro,  Mi  hermana  Evita,  Erminda  Duarte  tampoco  menciona  el 
incidente  del  velorio.  Esta  obra  tiene  el  indudable  propósito  de  mantener  vivo 
el  mito  de  Evita,  destacando  los  aspectos  más  "revolucionarios"  de  sus  actos  y  a 
la  vez  de  reivindicar  a  doña  Juana,  con  quien  la  literatura  antiperonista  ha  sido 
particularmente  dura.  Por  lo  tanto,  mucho  de  lo  que  Evita  escondió 
deliberadamente  también  aparece  soslayado  aquí.  En  este  caso,  Erminda  relata 
que  doña  Juana  fue  a  Chivilcoy  con  sus  hijos  para  velar  los  restos  de  su  marido 


18  Ibid.,  ps.  16-20. 

19  Ibid.,  p.  15. 


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Evita 


y  allí  se  encontraban  también  las  hijas  del  primer  matrimonio  de  Duarte20. 
Desgraciadamente,  no  nos  proporciona  los  detalles  o  las  pruebas  que  podrían 
confirmar  su  versión  y  ni  siquiera  explica  por  qué  Duarte  fue  velado  en 
Chivilcoy  y  no  en  General  Viamonte.  Aunque  hubiera  muerto  durante  un  viaje, 
lo  lógico  hubiera  sido  que  su  mujer  trajera  sus  restos  a  Viamonte  y  los  velara  en 
su  propia  casa. 

El  enfrentamiento  protagonizado  por  doña  Juana  fue  quizás  la  primera 
ocasión  en  que  Evita  percibió  el  sentimiento  de  indignación  frente  a  la  injusticia 
al  que  tanta  importancia  atribuye  en  su  vida.  La  escena  que  se  desarrolló  ante 
sus  ojos  debió  dejarla  sorprendida  y  aturdida,  tanto  por  lo  que  veía  como  por  su 
propia  reacción,  en  la  que  se  entremezclaban  quizás  el  miedo  que  le  causaban 
las  voces  airadas,  el  asombro  y  la  incomprensión  ante  las  miradas  de  odio  y  de 
desprecio  y  un  incómodo  sentimiento  de  cólera  hacia  su  madre  por  haberla 
traído  a  esa  casa  donde  las  recibían  tan  mal.  En  la  confusión  de  sentimientos 
que  experimentó  en  esos  momentos,  vislumbró  sin  embargo  que  su  madre  tenía 
derecho  a  estar  en  esa  casa  aun  cuando  no  se  lo  reconocieran.  A  la  vez,  entrevio 
las  diferencias  sociales  que  separan  y  encasillan  a  los  seres  humanos  pues 
percibió  que  unos  tienen  derechos  y  otros  no  y  que  ella  estaba  entre  estos 
últimos,  entre  los  que,  por  su  nacimiento,  nada  tenían  y  a  nada  podían  aspirar. 
Pero  en  vez  de  aceptar  su  condición  pasivamente,  como  los  pobres  se 
acostumbran  "al  veneno  de  su  pobreza",  sintió  en  ella  un  profundo  rechazo 
pues  la  actitud  rebelde  de  su  madre  le  hacía  ver  la  injusticia  de  esas  diferencias. 
Le  demostraba  la  falsedad  de  las  razones  que  le  pudieran  hacer  aceptar  su 
condición.  Más  aún,  le  daban  la  prueba  de  que  es  necesario  tener  la  fortaleza  de 
desafiar  las  convenciones  sociales  y  actuar  convencido  de  que  para  conquistar 
su  propia  dignidad,  uno  debe  defender  aquello  que  considera  justo  y  legítimo, 
cualesquiera  sean  las  circunstancias. 

Debía  pasar  mucho  tiempo  antes  de  que  Evita  pudiera  seguir  el  ejemplo 
de  su  madre,  tiempo  durante  el  cual  la  escena  del  velorio  quedó  escondida  muy 
dentro,  para  no  volver  a  sentir  esa  sensación  de  angustia  y  rabia  que  parecía 
asfixiarla.  En  alguna  ocasión,  los  recuerdos  afloraban  de  nuevo  incontrolables. 
Así,  al  año  siguiente  de  morir  su  padre,  el  31  de  mayo  de  1927,  falleció  su 
abuela  materna,  Petronia  Núñez.  Al  oír  que  su  abuela  había  muerto,  Evita  se 
tiró  al  suelo  llorando  desconsoladamente  en  un  ataque  histérico  incomprensible 
para  sus  familiares21. 

Poco  a  poco,  sin  embargo,  la  vida  retornó  a  su  cauce  normal  y  la  pequeña 
María  Eva  o  Chola,  como  la  llamaban  todos,  volvió  a  sus  juegos  y  travesuras 
como  si  nada  hubiera  sucedido.  Su  hermana  Erminda  o  Chicha,  casi  dos  años 
mayor  que  Evita,  era  su  inseparable  compañera  de  aventuras.  A  veces  iba  a  la 
plaza  para  dar  vueltas  en  la  calesita  y  jugar  con  otros  niños,  pero  su  mundo  se 
centraba  en  el  terreno  con  un  cerco  de  cina-cina  que  rodeaba  la  casa  familiar. 
Allí  jugaba  a  la  mancha  y  a  las  escondidas,  correteaba  con  su  perro  León, 
remontaba  los  barriletes  que  Juancito  le  armaba  y  sobre  todo  inventaba  juegos. 

20  Erminda  Duarte,  op.  cit.,  ps.  19-20. 

21  Ibid.,  p.  40. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


Un  día,  las  dos  hermanas  ayudadas  por  Juan  construyeron  un  circo.  Instalaron 
un  trapecio  en  unos  paraísos  al  costado  de  la  casa  y  con  unos  caballetes  y  un 
caño  grueso  armaron  una  especie  de  cuerda  floja  por  la  que  se  paseaban 
haciendo  equilibrio.  La  función  se  completaba  a  menudo  con  Evita  disfrazada 
de  payaso,  haciendo  piruetas,  pero  todo  terminó  cuando  Chica  se  cayó  de  la 
cuerda  floja  y  se  partió  la  cabeza22.  Evita  también  tuvo  un  accidente  de  pequeña. 
A  los  cuatro  años,  estando  en  la  cocina,  se  acercó  demasiado  al  fogón  y  con  un 
brazo  tiró  una  sartén  de  aceite  caliente  que  se  le  cayó  en  la  cara.  Cuenta 
Erminda  que  su  rostro  "se  fue  oscureciendo,  como  si  se  carbonizara 
lentamente",  recubriéndose  de  una  "costra  negra  en  la  que  sus  ojos  parecían  más 
brillantes"23. 

Evita  tuvo  una  infancia  con  pocos  juguetes  pues  el  dinero  que  doña 
Juana  ganaba  con  su  máquina  de  coser  no  alcanzaba  para  pagar  esos  lujos.  Unas 
navidades,  como  la  niña  insistía  en  querer  lo  imposible,  es  decir  una  muñeca 
grande,  la  consiguió  al  fin.  Su  madre  pudo  comprarla  porque  tenía  una  pierna 
rota  y  cuando  llegó  el  día  de  Reyes,  le  explicó  que  la  muñeca  se  había  quebrado 
la  pierna  al  caer  de  un  camello  que  la  traía.  Como  Elisa  le  hizo  un  vestido  largo 
para  que  no  se  le  viera  el  defecto,  no  hubo  muñeca  más  hermosa  para  Evita  "y  la 
quiso  más  que  si  hubiera  sido  sana"24. 

No  obstante  los  esfuerzos  de  doña  Juana,  en  alguna  oportunidad  la 
pobreza  podía  más  que  ella.  Cuando  Evita  hizo  la  primera  comunión  tuvo  que 
quedarse  sin  la  foto  que  le  sacaron  pues  era  un  gasto  demasiado  grande  para  el 
presupuesto  de  la  familia25.  Sin  embargo,  era  una  niña  alegre,  inquieta,  siempre 
dispuesta  a  inventar  cosas  para  compensar  lo  que  su  madre  no  le  podía 
comprar.  El  círculo  familiar,  en  el  que  reinaba  indiscutiblemente  doña  Juana,  la 
cobijaba  y  además  le  daba  a  Chicha  para  seguirla  en  sus  juegos  y  a  Juancito  para 
ayudarla  a  construir  una  casa  en  miniatura  o  armarle  un  piano  con  un  cajón  de 
embalaje  y  unos  trozos  de  lata26. 

La  máquina  de  coser  de  doña  Juana  sonaba  hasta  altas  horas  de  la  noche. 
Un  día,  sus  piernas  con  várices  comenzaron  a  llagarse.  "Sus  úlceras  eran 
impresionantes",  recuerda  Erminda,  "así  como  el  padecimiento  que  le 
producían.  Todas  las  mañanas  teníamos  que  ayudarla  a  levantarse  de  la  cama, 
haciendo  un  gran  esfuerzo.  Y  ella  con  verdadero  estoicismo  lo  soportaba  todo  y 
no  se  concedía  una  pausa  en  su  trabajo.  Éramos  testigos  y  partícipes  de  esa 
difícil  resistencia  en  la  que  no  había  lugar  para  una  sola  queja...  Cuando  el 
médico  le  recomendaba  descanso  imprescindible  para  la  curación,  ella  le 
replicaba  vivamente:  No  tengo  tiempo.  Si  descanso,  ¿cómo  trabajo,  cómo 
vivimos?"27.  Ya  que  sus  premuras  económicas  no  cejaban,  a  través  de  amigos 
conservadores  de  Duarte,  obtuvo  un  empleo  en  el  Correo  de  General  Viamonte 


22  Ibid.,  ps.  34-35. 

23  Ibid.,  p.  18. 

24  Ibid.,  ps.  21-22. 

25  Ibid.,  p.  27. 

26  Ibid.,  p.  35. 

27  Ibid.,  ps.  30-31. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


para  Elisa,  pues  su  hija  mayor,  Blanca,  quería  estudiar  de  maestra.  El  sueldo  de 
Elisa  era  reducido,  pero  mejoró  la  situación  de  la  familia.  Juancito,  por  su  parte, 
también  empezó  a  trabajar  haciendo  de  mandadero. 

A  los  ocho  años.  Evita  ingresó  a  la  única  escuela  de  General  Viamonte, 
un  pequeño  edificio  de  tres  aulas  donde  completó  el  primero  y  segundo  grados, 
teniendo  que  repetir  este  último.  En  cambio,  no  llegó  a  terminar  el  tercer  año, 
porque  doña  Juana  se  mudó  a  Junín. 

No  ha  sido  posible  determinar  la  fecha  exacta  de  su  traslado  a  esa 
ciudad,  pero  los  archivos  de  la  Escuela  N°  1  Catalina  Larralt  de  Estrugamou  de 
Junín  consignan  que  el  11  de  agosto  de  1930  se  le  concedió  el  pase  de  General 
Viamonte  a  una  alumna  de  nombre  Eva  María  Duarte28.  Estos  mismos  ficheros 
indican  que  Evita  completó  el  tercer  grado  en  la  Escuela  N°  1,  o  sea  que  la 
familia  se  habría  trasladado  a  esa  ciudad  a  mediados  de  1930,  poco  antes  del 
golpe  de  Estado  del  general  José  Félix  Uriburu,  que  tantos  cambios  traería  a  la 
Argentina. 

Junín  era  el  centro  urbano  más  cercano  a  Viamonte  y  aunque  a  una  niña 
como  Evita  le  pueda  haber  parecido  una  gran  ciudad,  estaba  lejos  de  serlo.  Pero 
era  sin  embargo  una  ciudad  un  tanto  particular  pues  desde  que  el  Ferrocarril 
Buenos  Aires  al  Pacífico  instalara  allí  sus  talleres,  por  la  presencia  en  los 
alrededores  de  tierras  arenosas  excelentes  para  la  fundición,  se  había  convertido 
en  un  importante  centro  ferroviario.  Los  talleres  llegaron  a  ocupar  unos  380.000 
m2  y  en  los  mismos  se  construían  vagones,  se  arreglaban  o  se  ajustaban  y  hacia 
1914  trabajaban  unos  2.000  obreros,  cifra  que  en  años  posteriores  alcanzó  a 
4.00029. 

Cuando  la  familia  Duarte  se  mudó  a  Junín,  la  ciudad  estaba  dividida  en 
dos  partes  separadas  por  las  vías  y  las  estaciones  de  ferrocarril.  La  estación  del 
Ferrocarril  Central  Argentino  delimitaba  la  ciudad  al  norte.  Unas  cuadras  más 
arriba,  corría  el  Buenos  Aires  al  Pacífico,  con  sus  galpones  y  sus  enormes 
talleres.  Entre  las  dos  estaciones  y  más  allá  de  los  galpones  había  surgido  un 
nuevo  Junín,  de  calles  de  tierra  y  casas  precarias  donde  vivían  obreros  en 
barrios  con  hombres  como  Pueblo  Nuevo,  Villa  Talleres  y  Tierra  del  Fuego. 
Tanto  la  Fraternidad  como  la  Unión  Ferroviaria  tenían  filiales  en  los  talleres  y 
los  conflictos  gremiales  no  habían  faltado  desde  1896,  año  en  que  se  produjo  la 
primera  gran  huelga  de  ferroviarios.  Siguieron  en  1904,  1905,  1913  y  en  1928 
cuando  el  Pacífico  dejó  a  160  obreros  cesantes,  a  pesar  de  que  el  año  anterior 
había  reconocido  a  la  Unión  Ferroviaria  como  entidad  que  representaba  al 
personal30. 


Registro  de  Matrículas  y  Pases  (1930).  Escuela  N°  1  Catalina  Larralt  de  Estrugamou.  El  nombre 
que  aparece  en  el  registro  es  Eva  María  y  no  María  Eva.  Las  calificaciones  en  los  años  posteriores  están  a 
nombre  de  María  Eva. 

29  Gregorio  Suárez,  Guía  y  Estadística  General  de  la  Ciudad  y  Partido  (Buenos  Aires,  José 
Tragant,  1914),  p.  19. 

30  Manuel  F.  Fernández,  La  Unión  Ferroviaria  a  través  del  tiempo.  Veinticinco  años  al  servicio  de 
un  ideal.  1922-1947,  Buenos  Aires,  1947,  p.  30. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


Juana  Ibarguren  de  Duarte,  madre  de  Evita  y  de  Juan  Ramón.  Blanca,  Elisa 
y  Erminda.  En  la  foto,  durante  su  exilio  en  Santiago  de  Chile,  después  del 
derrocamiento  del  gobierno  peronista. 


El  viejo  Junín  se  extendía  al  sur  de  la  frontera  ferrocarrilera,  alrededor  de 
la  Plaza  San  Martín.  Allí  estaban  la  Escuela  N°  1  a  la  cual  asistió  Evita,  la 
catedral,  la  jefatura  militar  y  en  una  de  las  esquinas  de  la  plaza,  el  almacén  de 
ramos  generales  de  Basterreix  Hnos.  y  Canaverio.  Hacia  1930,  había  todavía  un 
buen  número  de  almacenes  de  este  tipo.  Eran  enormes  caserones  que 
funcionaban  como  importadores  de  especialidades  europeas,  desde  vinos  finos 
hasta  cuchillería  barata,  prestaban  semillas  y  maquinaria  a  crédito  y  además 
compraban  las  cosechas  de  los  chacareros. 

Los  dueños  de  estos  grandes  almacenes  no  constituían  una  verdadera 
aristocracia,  pues  eran  inmigrantes  de  origen  italiano,  pero  sobre  todo  español. 
Se  reunían  en  la  Sociedad  Italiana  o  en  el  Club  Español  y  vivían  en  hermosas 
casonas  con  patios  cubiertos  de  flores  y  plantas.  Sus  hijos  se  casaban  con 


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Marysa  Navarro 


Evita 


descendientes  de  viejos  juninenses  y  juntos  pertenecían  al  Club  Social  donde 
solamente  tenían  entrada  las  familias  "bien"  de  Junín.  Esta  categoría  incluía  al 
grupo  de  profesionales  que  trabajaban  para  los  ferrocarriles,  ya  sea  como 
médicos  o  altos  funcionarios.  Separados  de  todos,  y  formando  un  mundo  aparte 
en  el  cual  los  argentinos  raramente  penetraban,  en  un  verdadero  enclave 
colonial,  reinaban  los  ingleses  del  Ferrocarril  Buenos  Aires  al  Pacífico. 

La  presencia  de  los  talleres  ferroviarios  incidió  en  el  crecimiento  de  la 
ciudad  y  en  su  composición  social.  Durante  las  primeras  décadas  del  siglo  XX, 
llegaron  inmigrantes  italianos  y  españoles  en  busca  de  trabajo  en  los 
ferrocarriles.  En  la  década  del  treinta,  cuando  se  interrumpe  la  inmigración 
europea  pero  comienza  la  inmigración  interna,  Junín  también  se  convierte  en  un 
centro  hacia  el  que  converge  la  población  que  abandona  sus  pueblos  o  el 
campo.  Con  espíritu  agresivo  y  un  poco  de  suerte,  los  hombres  podían 
conseguir  un  sueldo  más  o  menos  estable  trabajando  como  fundidores, 
carpinteros,  tapiceros,  etc.  Por  otro  lado,  si  no  obtenían  lo  que  querían,  siempre 
podían  seguir  camino  hasta  Buenos  Aires,  a  unos  255  km  de  distancia. 

Como  tantos  otros  inmigrantes  en  busca  de  una  vida  mejor,  doña  Juana 
llegó  a  Junín  con  sus  hijos  y  con  la  esperanza  de  dejar  atrás  para  siempre  las 
habladurías,  la  estrechez  de  General  Viamonte  y  la  pobreza  de  los  últimos  años. 
La  ciudad  le  brindaría  seguramente  un  futuro  distinto  para  sus  hijos  más 
pequeños:  Juancito,  ya  con  16  años;  Chicha,  con  14,  y  Evita,  con  11.  No  obstante 
sus  dificultades  económicas,  Blanca  había  podido  continuar  sus  estudios  y 
ahora  estaba  en  condiciones  de  ayudar  a  la  familia  pues  ya  era  maestra.  Como 
Elisa  había  obtenido  su  traslado  a  la  oficina  de  Correos  de  Junín,  el  futuro  se 
presentaba  auspicioso. 

A  pesar  de  su  ánimo  y  de  sus  deseos  de  abrirse  paso,  doña  Juana  no 
encontró  las  oportunidades  que  eran  de  desear  pues  llegó  en  un  momento  en 
que  se  sentían  los  efectos  de  la  crisis  económica  mundial.  En  los  ferrocarriles 
cundía  la  desocupación  y  a  fines  de  1930  se  produce  otro  conflicto  gremial  pues 
la  administración  reduce  el  número  de  horas  de  trabajo  y  despide  a  775 
obreros31.  Además,  en  su  caso,  los  talleres  ferroviarios  no  ofrecían  demasiadas 
perspectivas  pues  sus  posibilidades  de  trabajo  eran  mucho  más  limitadas  que 
las  de  un  hombre.  Su  falta  de  educación  le  cerraba  otras  avenidas.  Por  lo  tanto, 
siguió  cosiendo  como  lo  había  hecho  en  Viamonte,  ayudada  por  Blanca,  que  se 
empleó  de  maestra  en  el  Sagrado  Corazón,  de  Elisa  y  de  Juancito,  que  pronto 
obtuvo  un  empleo  de  mandadero  en  una  farmacia.  Al  tiempo,  comenzó  a 
aumentar  sus  ingresos  sirviendo  comidas  a  alguna  que  otra  persona,  en  general 
hombres  solos  que  preferían  ser  sus  pensionistas  a  comer  en  los  escasos  y  malos 
restaurantes  de  Junín  o  el  hijo  de  una  comadre  de  Viamonte  que  estaba 
estudiando  en  la  ciudad. 

La  vida  privada  de  doña  Juana  y  en  especial  lo  que  se  ha  dado  en  llamar 
su  "pensión",  son  aún  motivo  de  habladurías  en  Junín,  no  por  ella  misma,  claro 
está,  sino  por  haber  sido  la  madre  de  Evita  y  por  el  hecho  de  que  durante  la 


31  El  Obrero  Ferroviario,  16  de  enero  de  1931. 


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Evita 


primera  presidencia  peronista,  la  familia  Duarte  usó  sus  vínculos  con  ella  para 
ejercer  un  cierto  poder  político  que,  como  es  fácil  de  comprender,  tuvo  muchos 
adeptos  pero  también  sus  enemigos.  Dejando  de  lado  las  interpretaciones  más 
desvariadas,  se  pueden  recoger  las  siguientes  versiones,  diametralmente 
opuestas.  Según  la  primera,  doña  Juana  era  una  persona  de  vida  privada 
bastante  agitada  y  su  casa  un  lugar  muy  poco  respetable.  La  segunda  desecha 
por  entero  estos  detalles  y  hasta  niega  que  doña  Juana  haya  tenido  pensionistas, 
ni  siquiera  a  la  hora  de  comer. 

La  mayoría  de  las  personas  que  hoy  en  día  repiten  cualquiera  de  estas 
dos  versiones,  admiten  no  haber  conocido  personalmente  a  la  familia  Duarte  en 
esta  época,  pero  insisten  en  que  saben  a  ciencia  cierta  que  lo  que  dicen  es 
verdad.  Curiosamente,  ambas  aparecen  con  algunas  variantes  en  las  obras  de 
propaganda  a  favor  o  en  contra  del  peronismo  publicadas  en  la  década  de  los 
cincuenta32. 

Entre  las  segundas,  Fleur  Cowles  afirma  que  la  madre  de  Evita  tenía  "su 
propia  casa  de  prostitución"  en  Junín33.  Por  su  parte,  Mary  Main  (María  Flores) 
describe  con  lujo  de  detalles  la  vida  de  Evita  en  la  pensión  de  su  madre,  una 
casa  ruidosa,  donde  oía  las  escenas  entre  doña  Juana  y  "su  protector",  sus  otros 
visitantes  y  sus  pensionistas  y  donde  por  lo  tanto  aprendió  "que  el  hombre  es  el 
enemigo  por  excelencia  o  un  tonto  del  cual  toda  muchacha  inteligente  puede 
sacar  provecho"34. 

No  resulta  demasiado  complejo  detectar  que  los  que  así  describen  el 
ambiente  familiar  de  Evita  en  Junín  tienen  el  propósito  ulterior  de  atacarla  a 
ella.  Con  la  supuesta  vida  disoluta  que  llevaba  doña  Juana,  no  era  de  extrañar 
que  el  comportamiento  de  su  hija  menor  en  años  posteriores  poco  tuviera  que 
ver  con  los  cánones  morales.  A  pesar  de  la  información  ofrecida  en  estas  obras  y 
sin  entrar  a  discutir  la  vida  privada  de  doña  Juana,  se  puede  llegar  a  tener  una 
idea  más  clara  de  lo  que  podía  ser  su  casa,  al  examinar  dónde  vivió  y  quiénes 
fueron  sus  comensales.  En  un  principio,  la  familia  Duarte  residió  en  la  calle 
Roque  Vázquez  (ahora  Moisés  Lebehnson)  y  luego  en  las  calles  Lavalle  y 
Winter35.  Las  tres  casas  estaban  situadas  en  el  viejo  Junín,  es  decir  en  la  sección 
de  la  ciudad  que  se  extiende  alrededor  de  la  Plaza  San  Martín.  Las  tres  eran 
predios  pequeños  y  en  el  caso  de  la  tercera,  puede  verse  aún  hoy  tal  como  era 
en  la  década  de  los  treinta:  tenía  solamente  tres  dormitorios,  un  amplio 
comedor  y  un  patio,  por  lo  tanto  de  ninguna  manera  podía  servir  de  pensión. 

Entre  sus  comensales,  doña  Juana  contaba  con  el  Mayor  Alfredo  Arrieta, 
jefe  del  distrito  militar,  y  don  José  Alvarez  Rodríguez,  este  último  en  particular 
persona  de  importancia  en  Junín  pues  era  el  rector  del  Colegio  Nacional.  Don 


Para  un  análisis  más  detallado  de  las  obras  escritas  sobre  Eva  Perón,  ver  capítulo  XV. 

33  Fleur  Cowles,  Bloody  Precedent.  New  York:  Random  House,  1952,  p.  250. 

34  Mary  Main  (María  Flores),  La  mujer  del  látigo:  Eva  Perón,  Buenos  Aires,  ed.  La  Reja,  1955,  ps. 
18-19.  Esa  obra  fue  publicada  originalmente  en  inglés.  María  Flores,  The  Woman  with  the  Whip:  Eva 
Perón,  New  York,  Doubleday,  1952. 

35  Después  que  Evita  abandonó  Junín,  sus  familiares  se  mudaron  otra  vez.  En  1945,  rasidían  en 
la  calle  José  Arias. 


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Pepe,  como  aún  se  le  recuerda,  era  un  hombre  muy  respetado  y  estricto.  En  una 
ciudad  dominada  por  los  conservadores,  se  le  sabía  liberal  y  él  no  escondía  sus 
ideas  pues  en  una  ocasión  había  tenido  una  polémica  con  La  Verdad,  el 
periódico  católico  de  Junín.  Sin  embargo,  su  reputación  era  intachable  y  su  fama 
como  educador  inmejorable  ya  que,  solterón  empedernido,  se  había  dedicado 
por  entero  a  la  enseñanza.  Cuando  su  hermano  menor,  Justo  Álvarez 
Rodríguez,  terminó  sus  estudios  de  abogacía,  en  vez  de  volver  a  su  pueblo 
natal,  se  vino  a  instalar  en  Junín  y  él  también  comenzó  a  comer  con  doña  Juana. 
La  presencia  de  los  hermanos  Álvarez  Rodríguez,  y  en  especial  de  don  Pepe  en 
la  mesa  de  doña  Juana,  indicaría  que  en  verdad,  cualquiera  haya  sido  su  vida 
privada,  su  casa  poco  tenía  en  común  con  las  descripciones  que  de  ella  se  han 
hecho. 

Evita  vivió  en  Junín  aproximadamente  de  agosto  de  1930  hasta  los 
primeros  meses  de  1935.  Allí  terminó  sus  estudios  primarios.  Sus  notas  indican 
que  fue  una  alumna  mediana,  con  serias  dificultades  en  una  sola  materia, 
matemáticas36.  Quizás  influyeran  en  su  bajo  rendimiento  las  numerosas  faltas 
de  asistencia  consignadas  en  sus  boletines  escolares,  pero  esto  no  le  impidió 
destacarse  muy  pronto  entre  las  chicas  de  su  edad  por  su  afición  a  recitar. 
Según  Erminda,  ella  fue  "la  primera  maestra  de  declamación"  de  Evita37.  Su 
maestra  de  sexto  grado,  Palmira  Repetti,  asegura  que  ella  descubrió  su 
incipiente  talento  y  la  alentó  a  que  siguiera  declamando38.  Los  días  de  lluvia 
cuando  faltaban  muchas  niñas  y  se  hacía  difícil  el  trabajo  regular,  Evita  tenía 
permiso  para  salir  de  su  clase  e  ir  a  otras  aulas  para  entretener  a  los  alumnos 
con  sus  recitados. 

Por  su  parte,  Evita  recuerda  que  siendo  aún  "una  chiquilla,  siempre 
deseaba  declamar.  Era  como  si  quisiera  decir  siempre  algo  a  los  demás,  algo 
grande,  que  yo  sentía  en  lo  más  hondo  de  mi  corazón"39.  Erminda  confirma  que 
la  fascinación  de  Evita  por  el  teatro  era  una  constante  en  sus  juegos  infantiles  ya 
en  General  Viamonte.  Describe  por  ejemplo  las  visitas  de  las  dos  hermanas  a 
una  vieja  señora  paralítica  que  vivía  en  el  pueblo.  Evita  la  entretenía  bailando  y 
cantando,  llegando  a  componer  un  delicioso  espectáculo  entre  circense  y  teatral 
en  una  sucesión  interminable  de  escenas  que  daban  a  aquella  humilde  casa  el 
aspecto  de  un  gran  escenario"40.  Le  gustaba  disfrazarse,  crear  situaciones  en  que 
dejaba  volar  su  imaginación  y  repetía  incansablemente  que  algún  día  sería 
actriz. 

Al  poco  tiempo  de  llegar  a  Junín,  Evita  tuvo  oportunidad  de  actuar  en  un 
verdadero  escenario.  Erminda,  que  había  ingresado  al  Colegio  Nacional, 
pertenecía  a  la  Comisión  del  Centro  de  Cultura  y  de  Arte,  un  grupo  estudiantil 


Según  las  planillas  de  Calificación  Anual  de  la  Escuela  N°  1  Catalina  Larralt  de  Estrugamou,  en 
tercer  grado  Evita  obtuvo  las  siguientes  notas:  Historia:  10,  Aritmética:  5,  Lectura:  8,  faltó  48  días  y 
asistió  138;  en  cuarto  grado  fue  aplazada  en  matemáticas,  faltó  63  días  y  asistió  130;  en  quinto  grado: 
Aritmética:  4,  Historia:  9,  Lectura:  6,  faltó  68  días. 

37  Erminda  Duarte,  op.  cit.,  p.  68. 

38  Entrevista  con  Palmira  Repetti,  1973. 

39  Eva  Perón,  op.  cit.,  p.  22. 

40  Erminda  Duarte,  op.  cit.,  p.  41. 


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que  organizaba  representaciones  teatrales41.  A  través  de  su  hermana.  Evita  se 
integró  al  grupo  y  a  pesar  de  su  corta  edad,  tomó  parte  en  la  representación 
teatral  de  una  obra  titulada  Arriba  estudiantes.  También  en  Junín  se  enfrentó  por 
primera  vez  en  su  vida  a  un  micrófono.  Junto  con  otros  jóvenes,  recitó  un 
poema  en  una  casa  de  música  cuyo  dueño  había  instalado  un  altoparlante  en  la 
calle  y,  en  ocasiones,  lo  ponía  a  disposición  de  todos  aquellos  aficionados  que 
quisieran  cantar  o  declamar. 

Tanto  su  actuación  en  el  grupo  estudiantil  como  su  primer 
enfrentamiento  con  el  micrófono,  deben  haber  exigido  un  gran  esfuerzo  por 
parte  de  Evita,  pues  en  aquella  época  era  una  niña  tímida  y  retraída.  Sus 
compañeras  de  clase  la  recuerdan  callada  y  con  pocas  amigas.  Estas 
descripciones  contrastan  con  la  Evita  alegre,  viva  y  juguetona  que  conocían  sus 
familiares.  Es  posible  que  su  timidez  no  fuera  solamente  una  máscara  que 
desaparecía  cuando  estaba  entre  los  suyos,  protegida  por  ellos  y  aislada  del 
mundo  exterior,  sino  su  respuesta  a  un  medio  que  la  había  herido  desde  muy 
temprano.  A  medida  que  fueron  pasando  los  años,  su  encierro  en  sí  misma 
había  aumentado,  pero  ese  aislamiento  había  permitido  también  que  el  mundo 
de  fantasía  de  sus  juegos  infantiles  cobrara  una  importancia  mucho  mayor.  El 
representar  un  papel  en  la  escena  o  recitar  poemas  que  otros  habían  escrito, 
sería  lo  que  le  permitiría  armonizar  esas  dos  personalidades.  Esta  dualidad,  que 
puede  ser  detectada  en  ella  aun  en  años  muy  posteriores,  posiblemente  nos 
ofrezca  una  explicación  para  entender  lo  que  ella  misma  llamó  "mi  extraña  y 
profunda  vocación  artística"42. 

La  pasión  de  Evita  por  el  teatro,  que  dominó  su  vida  hasta  fines  de  1945 
pero  siguió  influyendo  en  sus  actos  en  los  años  siguientes,  seguramente 
obedece  a  una  multiplicidad  de  razones,  algunas  más  superficiales  que  la 
señalada  aquí,  pero  no  por  eso  menos  válidas.  Así  por  ejemplo,  el  deseo  de 
escapar  de  la  pobreza  que  había  conocido  desde  su  infancia  y  que  el  traslado  de 
su  familia  a  la  ciudad  no  había  solucionado  completamente.  Dentro  de  la 
estructura  social  de  Junín,  la  familia  Duarte  pertenecía  a  la  clase  media  baja, 
pues  doña  Juana  no  se  había  proletarizado  y  sus  hijas  trabajaban  en  empleos 
respetables  desde  un  punto  de  vista  de  clase  media.  Es  verdad  que  doña  Juana 
había  mejorado  su  situación  económica,  pero  no  lo  suficiente  para  que  afectara 
sensiblemente  el  porvenir  de  sus  hijas  en  un  medio  en  el  que  las  clases  sociales 
estaban  rígidamente  separadas  y  en  el  cual  las  posibilidades  de  movilidad 
social,  sobre  todo  en  la  década  de  los  treinta,  eran  muy  reducidas43. 

"En  el  lugar  donde  pasé  mi  infancia",  recordaría  Evita  años  más  tarde, 
"los  pobres  eran  mucho  más  que  los  ricos,  pero  traté  de  convencerme  de  que 
debía  haber  otros  lugares  de  mi  país  y  del  mundo  en  que  las  cosas  ocurriesen  de 
otra  manera  y  fuesen  más  bien  al  revés.  Me  figuraba  por  ejemplo  que  las 
grandes  ciudades  eran  lugares  maravillosos  donde  no  se  daba  otra  cosa  que  la 


41  Ibid.,  p.  68. 

42  Eva  Perón,  op.  cit.,  p.  21. 

43  Todas  las  hermanas  de  Evita  se  casaron  eventualmente.  Blanca,  con  Justo  Álvarez  Rodríguez; 
Elisa,  con  el  mayor  Alfredo  Arrieta,  y  Erminda,  con  Orlando  Bertolini.  Juan  murió  soltero. 


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riqueza;  y  todo  lo  que  oía  yo  decir  a  la  gente  confirmaba  esa  creencia  mía. 
Hablaban  de  la  gran  ciudad  como  de  un  paraíso  maravilloso  donde  todo  era 
lindo  y  era  extraordinario  y  hasta  me  parecía  entender,  de  lo  que  decían,  que 
incluso  las  personas  eran  allá  'más  personas'  que  las  de  mi  pueblo"44. 

También  puede  haber  sentido  Evita  el  deseo  de  escapar  de  la  monotonía 
de  Junín  que,  como  tantas  otras  poblaciones  de  provincia,  ofrecía  pocas 
diversiones  para  las  adolescentes  —  en  particular  si  eran  pobres  — .  La  rutina  del 
trabajo  llenaba  los  días  de  la  semana,  y  los  domingos,  la  diversión  principal 
consistía  en  "la  vuelta  del  perro"  primero  por  la  Plaza  San  Martín  y  luego  por 
Rivadavia.  A  veces  se  podía  combinar  el  paseo  con  una  función  en  uno  de  los 
cines  o  un  helado  en  la  confitería  y  luego,  tempranito  a  casa.  La  única  época  del 
año  en  que  Junín  se  alegraba  desusadamente  era  carnaval:  las  muchachas  se 
disfrazaban  y  desfilaban  en  carrozas  por  la  calle  Rivadavia.  Pero  a  pesar  de  esta 
fiesta  anual  era  una  ciudad  triste  y  poco  sociable.  Una  guía  de  Junín  publicada 
en  1914  apuntaba  que  no  obstante  sus  varios  centros  sociales  era  una  ciudad  sin 
espíritu  de  sociabilidad.  "Las  reuniones  de  carácter  exclusivamente  social,  son 
tan  raras,  que  suelen  transcurrir  muchos  meses  sin  que  se  realice  un  baile  o  una 
tertulia"45.  Según  recuerdan  muchos  juninenses,  la  situación  no  había  cambiado 
apreciablemente  en  los  años  treinta. 

Para  Evita  como  para  muchas  otras  jovencitas  provincianas,  el  único 
medio  de  contrarrestar  el  aburrimiento  y  la  pequeñez  que  las  rodeaba  era  soñar 
con  el  mundo  de  mujeres  hermosas  y  elegantes  que  desfilaban  por  la  pantalla  o 
que  veían  en  las  revistas.  "Coleccionábamos  fotografías  de  artistas  ya  desde 
chicas",  explica  Erminda.  "Cuando  me  tocaba  a  mí  secar  los  platos  [Evita  se 
ofrecía]  a  reemplazarme  en  la  tarea  a  cambio  de  la  fotografía  de  una  artista  para 
completar  [su]  colección..."46  En  un  grado  menor,  la  radio  también  alimentaba 
esas  fantasías  con  sus  programas  de  boleros,  sus  primeras  novelas 
radioteatrales  y  sus  concursos  para  descubrir  "nuevas  estrellas".  Pero  era  sobre 
todo  el  cine,  tanto  nacional  como  extranjero,  el  que  permitía  visualizar  un 
futuro  en  el  que  el  amor  existía,  las  barreras  sociales  se  derrumbaban  y  no  había 
mujeres  feas  siempre  que  estuvieran  debidamente  cubiertas  de  pieles  y  joyas. 
Como  los  personajes  que  ha  retratado  Manuel  Puig  en  B  o  quitas  pintadas,  la  gran 
mayoría  se  conformaba  esperando  que  un  día,  en  un  acontecimiento  milagroso, 
como  los  que  sucedían  en  las  películas,  apareciera  su  galán  allí  mismo,  en  el 
pueblo  o  ciudad  en  que  vivían.  Solamente  algunas  se  atrevían  a  imaginarse 
dentro  de  ese  mundo  del  cine,  ricas,  elegantes  y  famosas,  y  muy  pocas  tenían  la 
audacia  suficiente  para  dar  los  pasos  necesarios  y  tratar  de  alcanzar  su  meta. 

No  era  difícil  comprender  por  qué  Evita  estaba  dispuesta  a  rechazar  el 
futuro  que  le  deparaba  Junín  por  la  quimera  de  ser  actriz  y  adquirir  fama  y 
fortuna.  Al  finalizar  sus  estudios  primarios  en  1934,  las  posibilidades  que  se 
abrían  ante  ella  eran  claras.  Hasta  que  llegara  el  momento  de  casarse  —objetivo 
primordial  de  toda  mujer,  cualquiera  fuera  su  condición  social—  podía  ser 


Eva  Perón,  op.  cit.,  p.  24. 

45  Gregorio  Suárez,  op.  cit.,  p.  21. 

46  Erminda  Duarte,  op.  cit.,  p.  66. 


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maestra,  como  su  hermana  mayor  Blanca.  Para  ello,  debía  seguir  estudiando, 
cosa  que  no  le  atraía  demasiado,  según  lo  indican  sus  notas.  Otra  alternativa 
posible  era  emplearse  en  una  tienda  o  una  repartición  pública,  como  Elisa,  lo 
cual  tampoco  le  debía  resultar  muy  tentador.  En  su  caso,  quedaban 
implícitamente  descartados  otros  tipos  de  trabajo,  por  ejemplo  tener  que 
emplearse  de  sirvienta  ya  que  ésta  era  una  solución  para  muchachas  de  familia 
aún  más  pobre  que  la  de  Evita. 

Ante  estas  perspectivas,  sus  deseos  de  escapar  de  Junín,  de  concretar  sus 
sueños  infantiles  y  de  adolescencia  y  de  llegar  a  ser  como  su  ideal  Norma 
Shearer,  pronto  se  convirtieron  en  una  obsesión.  Las  circunstancias  que  rodean 
su  partida  son  todavía  muy  confusas  y  las  versiones  al  respecto  son  múltiples. 
La  más  difundida,  la  haría  dejar  Junín  en  compañía  del  cantante  de  tangos 
Agustín  Magaldi,  el  cual  la  habría  llevado  al  pasar  por  esa  ciudad  durante  una 
gira,  quedando  implícito  que  Evita  se  habría  escapado  con  él47.  Otra  versión, 
ligeramente  distinta,  la  describe  yéndose  con  Magaldi  y  con  su  mujer,  pues  ésta 
viajaba  con  él,  pero  con  el  permiso  de  doña  Juana48. 

Estas  versiones  han  sido  repetidas  insistentemente  en  diversas 
publicaciones,  y  en  algunos  casos,  están  basadas  en  declaraciones  de  actores 
que  conocieron  a  Evita  durante  sus  primeros  años  en  Buenos  Aires49.  Ella  no  las 
ha  avalado  en  ninguno  de  sus  escritos  y  su  familia  las  niega  rotundamente. 
Erminda  Duarte,  por  ejemplo,  las  rechaza  con  vehemencia:  "¿Quién  desde  su 
árida  mezquindad  señaló  que  habías  abandonado  tu  casa?  ¡Qué  desatino  la 
suposición  que  nos  habías  dejado  así  intempestivamente!  Grande  fue  el  afecto  y 
la  admiración  que  le  tuvimos  a  nuestra  madre  como  para  que  alguien  de 
nosotros  cometiese  ese  acto  de  injusticia"50.  Según  Erminda,  Evita  de  ninguna 
manera  se  habría  atrevido  a  irse  sin  el  permiso  de  su  madre.  Doña  Juana  se 
opuso  tenazmente  a  los  deseos  de  Evita  durante  un  tiempo,  hasta  que  un  día 
fue  con  ella  a  Buenos  Aires  y  la  acompañó  a  Radio  Nacional  donde  recitó  el 
poema  de  Amado  Ñervo,  "¿Adonde  van  los  muertos?",  durante  un  programa 
especial.  A  raíz  de  su  actuación,  continúa  Erminda,  el  director  de  la  radio,  Pablo 
Osvaldo  Valle,  le  ofreció  un  pequeño  contrato  y  doña  Juana,  furiosa,  regresó  a 
Junín,  dejando  a  Evita  en  casa  de  unos  amigos51. 

El  relato  de  Erminda  tiene  sin  duda  alguna  el  doble  propósito  de 
justificar  a  su  hermana  y  de  reivindicar  a  su  madre.  Aun  así  y  a  pesar  de  no 
haber  sido  posible  corroborarlo,  es  probable  que  en  esencia  sea  el  que  más  se 
ajuste  a  la  verdad.  Hubiera  sido  de  interés  aclarar  las  circunstancias  en  que 
Evita  partió  de  Junín,  teniendo  en  cuenta  lo  mucho  que  sus  enemigos  han  usado 


Sin  ofrecer  ninguna  prueba,  Mary  Main  afirma  que  se  escapó  con  él.  Mary  Main,  op.  cit.,  p. 

21. 

48  Rodolfo  Tettamanti,  Eva  Perón,  Buenos  Aires,  Centro  Editor  de  América  Latina,  1971,  N°  161, 
p.  197;  José  Capsitski,  "Prehistoria  de  Eva  Perón",  op.  cit.,  p.  11. 

49  Entrevista  con  Pierina  Dealessi,  1974. 

50  Erminda  Duarte,  op.  cit.,  p.  75. 

51  Erminda  Duarte,  op.  cit.,  ps.  70-75.  En  una  entrevista  publicada  en  el  año  1944,  Evita  declaró: 
"Siempre  recuerdo  con  profunda  emoción  mi  primera  actuación  en  radio.  Yo  era  muy  pequeña  y 
comencé  a  recitar  ante  el  micrófono  de  Radio  Nacional".  Radiolandia,  2  de  setiembre  de  1944. 


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Evita 


las  mismas  como  una  razón  más  para  desacreditar  su  figura.  Pero  en  realidad 
no  es  una  cuestión  fundamental.  La  manera  en  que  Evita  se  fue  tiene  mucho 
menos  relevancia  que  el  hecho  de  su  partida  en  sí.  Lo  que  importa  es  que  en 
algún  momento,  Evita  decidió  que,  contrariamente  a  las  muchachas  de  Junín 
que  se  conformaban  con  soñar  a  través  de  la  pantalla,  de  la  radio  o  del  teatro, 
ella  iba  a  formar  parte  de  ese  mundo  y  además  iba  a  triunfar  en  él. 

Sus  proyectos  despertaron  una  oposición  enconada  por  parte  de  doña 
Juana.  Es  comprensible  que  así  fuera,  pues  ésta  de  ninguna  manera  podía  ver 
con  buenos  ojos  la  idea  de  dejar  ir  a  su  hija  menor  a  Buenos  Aires.  Había 
luchado  demasiados  años  para  criar  a  sus  hijos  y  mantenerlos  junto  a  ella  para 
ahora  dejar  ir  nada  menos  que  a  la  más  pequeña.  Su  carácter  fuerte  y 
autoritario,  acostumbrado  a  encontrar  pocas  resistencias  en  sus  hijos,  se 
sublevaba  ante  esa  posibilidad.  Pero  Evita  no  se  dejó  amedrentar  y  pese  a  las 
repetidas  negativas  de  doña  Juana,  siguió  insistiendo.  Decidida  a  salirse  con  la 
suya,  se  enfrentó  a  su  madre  como  ninguna  de  sus  hermanas  lo  había  hecho. 
Esta  vez,  la  fuerza  de  voluntad  y  el  empecinamiento  de  doña  Juana  de  nada  le 
sirvieron,  pues  Evita  demostró  tener  los  mismos  atributos  que  su  madre,  y 
usándolos  contra  ella,  no  se  doblegó.  Ante  la  determinación  de  su  hija,  doña 
Juana  la  dejó  ir,  comprendiendo  que  tarde  o  temprano  tendría  que  hacerlo. 

La  batalla  de  Evita  con  doña  Juana  fue  su  primera  gran  rebeldía.  Al 
conseguir  su  propósito,  es  decir,  ya  fuera  que  su  madre  la  acompañara  a  Buenos 
Aires  o  la  dejara  ir,  el  triunfo  de  Evita  fue  total  pues  a  la  vez  le  permitió 
liberarse  para  siempre  de  la  tutela  maternal.  Sus  hermanas  nunca  pudieron 
hacerlo  enteramente  y  aún  después  de  casadas  permanecieron  bajo  su 
influencia.  Evita,  en  cambio,  se  escapó  definitivamente.  Esto  no  quiere  decir  que 
a  partir  de  1935  dejara  de  ver  a  su  madre  y  a  sus  hermanas.  De  hecho,  después 
de  1945,  todas,  inclusive  doña  Juana,  se  mudaron  a  la  capital.  Pero  ya  para  esa 
fecha  habían  pasado  diez  años.  Evita  había  cambiado  mucho  y  los  vínculos  que 
la  unían  con  ellas  habían  perdido  la  fuerza  y  el  sentido  que  habían  tenido  hasta 
sus  quince  años. 

Esa  era  la  edad  que  tenía  cuando  partió  a  la  conquista  de  Buenos  Aires. 
Delgada,  de  pelo  negro  muy  corto,  con  grandes  ojos  oscuros  de  mirada  un  poco 
triste,  con  apenas  una  educación  primaria  y  sin  saber  lo  que  iba  a  encontrar  allí, 
pero  con  una  determinación  inquebrantable  de  ser  actriz. 


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Evita 


Capítulo  II 

Vida  de  artista  y  ¡a  Década  Infame 


Aunque  en  1935  murió  su  cantor,  Carlos  Gardel,  Buenos  Aires  era 
entonces  más  que  nunca  "la  reina  del  Plata".  Así  parecía  proclamarlo  la  nueva 
avenida  Corrientes,  cuyo  ensanche  inauguró  oficialmente  el  presidente  del 
Brasil,  Getulio  Vargas,  en  su  visita  de  mayo  de  1935.  El  edificio  más  alto  de 
América  del  Sur,  el  Kavanagh,  alzaba  ya  orgulloso  su  torre  de  treinta  pisos  y  la 
ciudad  se  abría  dando  paso  a  un  número  creciente  de  automóviles  y  a  lujosas 
casas  de  apartamentos  en  el  elegante  Barrio  Norte.  Era  una  verdadera 
metrópolis,  moderna,  bulliciosa,  magnífica,  con  parques  arbolados  y  un  bosque 
sin  igual,  Palermo. 

Los  que  como  Evita  llegan  del  interior,  pronto  dejaban  de  ver  la  belleza 
de  Buenos  Aires.  El  deslumbramiento  inicial  desaparecía  rápidamente  para  dar 
paso  a  la  realidad  del  conventillo,  del  cuarto  de  criada  y  de  las  pensiones  sucias 
y  malolientes.  En  su  caso,  si  trajo  alguna  carta  de  recomendación  o  si  en  verdad 
tenía  el  contrato  que  mencionaba  su  hermana  Erminda,  de  nada  le  sirvió  pues 
no  pudo  encontrar  trabajo  en  la  radio.  Sin  saber  cómo  entrar  en  ese  mundo  que 
la  fascinaba,  se  encontró  sola,  con  escaso  dinero,  durmiendo  en  una  pensión, 
comiendo  cuando  podía  y  el  resto  del  tiempo,  aguantando  el  hambre  con  mate 
cocido. 

Con  todo  tuvo  suerte,  pues  en  el  mes  de  marzo  de  1935  se  incorporó  a  la 
Compañía  Argentina  de  Comedias,  encabezada  por  la  prestigiosa  actriz  Eva 
Franco,  y  el  28  de  ese  mes  debutó  en  el  Teatro  Comedia.  La  señora  de  los  Pérez,  de 
Ernesto  Marsili,  era  una  pieza  en  tres  actos  y,  en  ella,  Evita  hacía  el  papel  de 
mucama.  Al  día  siguiente  del  estreno,  el  crítico  Augusto  A.  Guibourg  elogió  la 
actuación  de  Eva  Franco,  Irma  Córdoba  y  algunos  otros  actores,  señalando 
también  "muy  correcta  en  sus  breves  intervenciones,  Eva  Duarte"52.  Tanto  el 
director  Joaquín  de  Vedia  como  la  primera  actriz  deben  haber  quedado 
satisfechos  con  su  actuación  pues  cuando  necesitaron  más  actores  para  el 
estreno  de  una  nueva  obra,  la  incluyeron  otra  vez  en  el  elenco.  El  19  de  junio, 


Crítica,  29  de  marxzo  de  1935.  Según  declaró  Evita  en  una  entrevista  a  Radiolandia,  2  de 
setiembre  de  1944,  éste  fue  su  primer  papel  en  el  teatro.  En  la  biblioteca  de  la  Asociación  Argentina  de 
Autores  (Argentores)  hay  una  buena  colección  de  programas  de  teatro  y  en  ellos  puede  verse  por 
ejemplo  el  de  la  Señora  Pérez  Programas  (Argentores),  28  de  marzo  de  1935. 


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Evita  tomó  parte  en  la  puesta  en  escena  de  Cada  casa  es  un  mundo,  una 
comedia  de  dos  autores  muy  en  boga,  Carlos  Goicochea  y  Rogelio  Cordone53. 


Ante  el  micrófono,  en  dos  etapas  de  su  vida.  En  LR3  Radio  Belgrano, 
interpretando  una  biografía  célebre  (1943). 


Permaneció  con  la  misma  compañía  hasta  enero  del  año  siguiente,  si 
bien  no  integró  el  elenco  de  todas  las  obras.  Le  dieron  dos  pequeños  papeles  en 
Madame  Sand  Gene,  de  Victo rien  Sardou  y  Emile  Moreau,  estrenada  el  26  de 
noviembre,  y  trabajó  también  en  La  dama,  el  caballero  y  el  ladrón,  una  comedia  de 
F.  Mateos  Vidal,  que  subió  a  cartelera  el  2  de  enero  de  193654. 

El  nombre  de  Evita  aparece  en  los  programas  de  estas  obras  pero  las 
críticas  poco  o  nada  dicen  de  su  actuación  pues  sus  papeles  eran 
intrascendentes  y  en  la  mayoría  de  los  casos  ni  siquiera  tenía  que  hablar.  Desde 
su  punto  de  vista,  no  importaba  demasiado,  tenía  trabajo,  aprendía  y  de  todos 
modos  más  valía  eso  que  pasar  meses  sin  conseguir  nada  —como  sucedió  una 
vez  que  bajó  del  cartel  La  dama,  el  caballero  y  el  ladrón. 


53  Programas  (Argentares),  26  de  noviembre  de  1935.  Crítica,  27  de  noviembre  de  1935. 

54  Programas  (Argentores),  2  de  enero  de  1936. 


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En  febrero  de  1947,  hablando  al  país  desde  la  residencia  presidencial. 


La  mala  racha  terminó  en  mayo  de  1936,  poco  después  de  haber 
cumplido  Evita  diecisiete  años,  cuando  se  incorporó  a  la  Compañía  de 
Comedias  de  Pepita  Muñoz-José  Franco-Eloy  Alfaro  para  una  gira  por  el 
interior  de  la  República.  El  grupo  debutó  en  el  teatro  Odeón  de  Rosario,  el  22  de 
mayo,  con  Miente  y  serás  feliz...,  de  Arnaldo  Malfatti  y  Nicolás  De  las  Llanderas, 
y  según  la  crónica  publicada  en  La  Capital  al  día  siguiente,  lo  hizo  con  gran 
éxito  de  público55.  A  partir  de  esa  fecha,  hasta  el  11  de  junio,  la  compañía  puso 
en  escena  las  siguientes  obras:  ¿Trabajar?...  ¡nunca!,  de  Juan  F.  Ferlini  y  Malfatti; 
Doña  María  del  Buey  Aire,  sátira  en  un  acto  sobre  la  fundación  de  Buenos  Aires, 
de  Luis  Bayón  Herrera;  ...Y  así  las  estoy  pagando,  una  comedia  corta  en  un  acto  de 
Tito  Insausti  y  A.  Ballesteros;  Mis  cinco  papas,  de  Malfatti  y  De  las  Llanderas,  y 
Mamá  Clara,  de  Federico  Mertens.  El  11  de  junio,  la  compañía  estrenó  la  obra 
principal  que  llevaba  en  su  gira:  El  beso  mortal,  de  Lo'ic  Le  Gouradiec,  traducida 
por  Federico  Basso.  Desde  hacía  varios  días,  un  auto  de  la  Agencia  Ford  Stabile 
recorría  la  ciudad  anunciando  el  acontecimiento  y  esa  noche  el  público  colmó  el 
Odeón56.  El  beso  era  un  melodrama  de  tono  moralista  en  el  que  se  planteaba  el 
peligro  que  representan  las  enfermedades  venéreas  para  los  jóvenes  que  no  han 
recibido  una  educación  sexual  adecuada  debido  al  falso  pudor  de  sus  padres.  El 
tema  debe  haber  excitado  la  imaginación  de  los  rosarinos  pues  fue  un  éxito 


55  La  Capital  (Rosario),  23  de  mayo  de  1936. 

56  La  Capital  (Rosario),  13  de  junio  de  1936. 


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rotundo  y  la  obra  se  mantuvo  en  cartelera  durante  treinta,  y  dos 
representaciones  consecutivas. 

De  Rosario,  la  compañía  partió  para  Mendoza,  donde  debutó  el  30  de 
julio  en  el  Teatro  Municipal,  con  Baturros  y  más  baturros,  de  los  prolíficos 
Malfatti  y  De  las  Llanderas57,  Además  de  las  obras  representadas  en  Rosario,  el 
repertorio  fue  ampliado  con  dos  nuevas  comedias:  Llovido  del  cielo,  de 
Goicochea  y  Cordone,  y  Delirio  de  grandezas,  de  José  Antonio  Saldías.  También 
en  Mendoza  el  éxito  parece  haber  sido  apreciable,  aunque  otro  conjunto  teatral 
encabezado  por  Chela  Cordero  y  Luis  Sandrini  actuaba  en  esos  días  en  la 
misma  ciudad. 

Terminada  la  temporada  en  Mendoza,  el  grupo  se  trasladó  a  Córdoba, 
donde  debutó  el  3  de  setiembre58.  La  estadía  en  esa  ciudad  fue  corta,  pues  el  8 
de  mismo  mes  la  compañía  volvió  a  Rosario  para  dar  una  vez  más  El  beso 
mortal,  hasta  el  1459. 

Evita  actuó  en  casi  todas  las  obras  puestas  en  escena  durante  la  gira,  pero 
su  nombre  no  aparece  en  el  reparto  del  melodrama  de  Le  Gouradiec  y  las 
crónicas  teatrales  no  comentan  su  actuación.  Su  vida  no  debe  haber  sido  muy 
agradable  durante  esos  meses,  pues  como  se  quejaba  el  crítico  Edmundo 
Guibourg  en  una  nota,  a  los  actores  que  van  en  gira  al  interior  "se  los  engancha, 
se  les  lleva  y  se  les  trata  como  carne  de  cañón"60.  Mientras  las  primeras  figuras 
iban  a  buenos  hoteles,  los  demás  como  Evita  dormían  en  pensiones  baratas  y 
cuando  las  recaudaciones  eran  malas  no  se  les  pagaba.  Pero  a  pesar  del  frío,  de 
la  poca  comida,  de  los  ensayos  y  de  las  varias  funciones  diarias,  muchas  veces 
les  quedaba  tiempo  para  dar  paseos  por  las  ciudades,  ver  nuevos  paisajes  y 
disfrutar  un  poco  del  viaje. 

Cuando  volvió  a  Buenos  Aires,  Evita  pasó  dos  meses  sin  encontrar 
trabajo.  Finalmente,  se  incorporó  a  la  compañía  de  Pablo  Suero  para  la  puesta 
en  escena  de  Las  inocentes,  de  Liban  Hellman.  Esta  obra  se  estrenó  en  el  teatro 
Corrientes  el  5  de  diciembre  de  1936  y  aunque  su  papel  era  diminuto  y  tampoco 
las  críticas  se  ocuparon  de  ella,  viajó  con  el  grupo  a  Montevideo,  donde  actuó 
en  el  Teatro  18  de  Julio,  del  14  al  20  de  enero  de  193761.  Era  su  primera  travesía 
en  barco,  hacía  calor  y  las  playas  monte  vi  deanas  se  ofrecían  tentadoras.  Los 
paseos  por  el  Parque  Rodó  y  las  horas  de  sol  en  las  rocas,  convirtieron  la  gira  en 
unas  vacaciones  demasiado  cortas. 

Una  vez  en  Buenos  Aires,  la  esperaba  un  largo  período  de  inactividad 
que  se  interrumpió  por  unos  días  cuando  ingresó  en  la  compañía  dirigida  por 
Armando  Discépolo.  El  5  de  marzo  de  1937,  Evita  participó  en  el  estreno  de  La 
nueva  colonia,  de  Luigi  Pirandello,  en  el  Politeama62.  A  pesar  de  que  la  compañía 
contaba  con  dos  excelentes  primeros  actores,  Rosa  Catá  y  Carlos  Perelli,  y  un 

57  Los  Andes  (Mendoza),  31  de  julio  de  1936. 

58  La  Voz  del  Interior  (Córdoba),  4  de  setiembre  de  1936. 

59  La  Capital  (Rosario),  9  de  setiembre  de  1936. 

60  Crítica,  27  de  marzo  de  1937. 

61  Crítica,  6  de  diciembre  de  1936.  La  Prensa,  6  de  diciembre  de  1936. 

62  Programas  (Argentores),  5  de  marzo  de  1937.  Crítica,  5  de  marzo  de  1937. 


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sólido  elenco  bajo  la  dirección  de  Discépolo,  uno  de  los  mejores  directores  que 
tenía  el  teatro  porteño  en  esos  años,  las  críticas  no  fueron  entusiastas  y  la  falta 
de  público  obligó  a  que  las  representaciones  terminaran  seis  días  más  tarde.  En 
esta  obra,  Evita  era  una  campesina  llamada  Nela  que  decía  unas  pocas  frases  en 
el  tercer  acto.  Aun  así,  es  posible  que  el  haber  actuado  bajo  la  dirección  de 
Discépolo  represente  el  punto  más  alto  de  su  carrera  teatral.  Augusto  A. 
Guibourg,  en  una  crónica  elogiosa  pero  crítica  a  la  vez,  puntualizó  que  la 
interpretación  de  Rosa  Catá  era  excelente  y  que  "Juanita  Sujo,  Eva  Duarte,  Anita 
Jordán  y  Jordana  Fain  intervinieron  en  escenas  de  conjunto  dirigidas  con  pericia 
y  animadas  con  gracia"63. 

En  la  década  de  los  treinta,  precisamente  cuando  Evita  da  sus  primeros 
pasos  en  los  escenarios  porteños,  el  teatro  argentino  atravesaba  una  crisis 
profunda,  acentuada  por  las  condiciones  económicas  que  afectaban  al  país.  La 
época  de  oro  del  teatro  porteño,  en  la  que  reinaban  el  uruguayo  Florencio 
Sánchez,  Roberto  J.  Payró  y  Gregorio  de  Laferrére,  había  terminado  hacía 
tiempo64.  Quedaban  todavía  grandes  actores  y  actrices  —Elias  Alippi,  Luis 
Arata  y  Camila  Quiroga,  entre  otros  —  ,  autores  como  Samuel  Eichelbaum  y 
Armando  Discépolo  y  directores  de  la  talla  de  Antonio  Cunill  Cabanellas,  pero 
desde  los  años  veinte,  el  teatro  había  entrado  en  un  período  de  decadencia. 
Predominaba  el  llamado  género  chico,  o  sea  la  comedia  corta,  el  sainete  y  sobre 
todo  la  revista  porteña65. 

El  número  de  compañías  estables  reflejaba  esa  decadencia.  Con  mucha 
suerte,  duraban  por  lo  general  una  temporada.  La  cantidad  de  actores  que  las 
integraban  variaba  constantemente  pues  se  ajustaba  a  las  necesidades  del 
reparto.  Las  obras  subían  y  bajaban  de  cartelera  con  una  rapidez  asombrosa. 
Los  ensayos  eran  pocos,  a  veces  menos  de  una  semana,  y  los  actores 
frecuentemente  subían  al  escenario  sin  haber  aprendido  sus  papeles,  de  allí  que 
el  apuntador  fuera  imprescindible  en  toda  puesta  en  escena.  "En  una  semana  se 
pone  ahora  en  escena  cualquier  obra,  por  dificultosa  que  sea",  se  lamenta 
Edmundo  Guibourg,  "y  el  público  ya  sabe  que  no  es  prudente  asistir  a  las 
veladas  de  estreno"66.  Es  de  comprender  que,  en  estas  circunstancias,  los  gastos 
de  producción  se  mantuvieran  lo  más  bajo  posible  y  eso  resultaba  en 
escenografías  de  papel  cimbreante,  "las  paredes  con  arrugas  de  haber  estado 
dobladas  en  algún  baúl,  las  puertas  con  tachuelas,  los  muebles  que  no  se 
conciertan  jamás  con  el  ambiente"67. 

Se  buscaba  el  éxito  fácil,  con  obras  cortas  y  supuestamente  cómicas  pues 
eso  era  lo  que  parecía  atraer  al  público.  Algunas  compañías  como  la  de  Eva 
Franco  o  la  de  Camila  Quiroga  combinaban  comedias  cortas  escritas  por  autores 
de  moda  como  Goicochea  y  Cordone  con  un  repertorio  más  amplio,  pero  eran 
la  excepción.  La  mayoría  se  dedicaba  casi  exclusivamente  a  la  comedia  corta,  al 


Crítica,  6  de  marzo  de  1937.  La  Prensa,  6  de  marzo  de  1937. 

64  Véase:  Luis  Ordaz,  El  teatro  argentino,  Buenos  Aires,  Centro  Editor  de  América  Latina,  1971. 

65  Idem. 

66  Crítica,  15  de  julio  de  1938. 

67  Idem. 


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sainete  o  a  la  comedia  intercalada  con  números  musicales,  como  por  ejemplo  la 
compañía  que  encabezaba  Pierina  Dealessi.  Ocasionalmente,  se  formaban 
grupos  como  el  dirigido  por  Discépolo  que  hacían  teatro  "serio",  pero  eran  los 
menos  y  desaparecían  rápidamente  pues  no  podían  competir  con  el  género 
chico.  Y  mucho  menos  podían  hacerlo  con  la  llamada  revista  porteña,  con  su 
humor  grosero  y  sus  chistes  de  doble  intención,  en  la  que  reinaban  Olinda 
Bozán,  Paquito  Bustos,  vedettes  y  cantantes  como  Tita  Merello,  Azucena 
Maizani  y  "la  reina  del  tango"  Libertad  Lamarque. 

Es  en  el  género  chico,  específicamente  en  la  comedia  corta,  que  Evita  hizo 
su  aprendizaje  como  actriz.  Su  experiencia  teatral  no  difiere  sustancialmente  de 
la  de  muchos  actores  argentinos  de  su  tiempo.  Es  solamente  cuando  el  teatro 
porteño  comienza  a  salir  de  su  crisis  que  aparece  una  nueva  generación  de 
actores  cuya  formación  tendrá  características  distintas.  Para  eso  se  necesita  la 
creación  del  Teatro  Nacional  de  Comedia,  los  cursos  de  Cunill  Cabanellas  en  el 
Conservatorio  Nacional  de  Declamación  y  Arte  Escénico  y  el  movimiento  de 
teatros  independientes  que  se  inicia  con  la  fundación  del  Teatro  del  Pueblo  por 
Leónidas  Barletta.  Es  verdad  que  la  renovación  del  teatro  se  gesta  a  mediados 
de  la  década  del  treinta,  cuando  Evita  comienza  a  actuar,  y  como  muchos 
actores  y  actrices,  ella  no  aprovechará  las  oportunidades  que  surgen  en  esos 
momentos.  En  su  caso,  quizás,  su  origen  provinciano  y  sus  pocos  años 
incidieran  para  que  ella  no  pudiera  beneficiarse  de  los  cursos  impartidos  en  el 
Conservatorio,  que  ya  funcionaba  en  1935.  Por  otra  parte,  según  apuntaba 
Edmundo  Guibourg  dos  años  más  tarde,  el  Conservatorio  era  una  "curiosa 
incubadora  en  la  que  jamás  ha  madurado  un  huevo.  Sólo  en  nuestro  país  puede 
producirse  caso  de  tan  tamaña  infecundidad"68.  En  un  artículo  citado  La 
formación  del  actor,  señalaba  que  este  problema  "proseguirá  sin  mayor  solución 
visible  en  nuestro  medio.  El  intérprete  se  ve  en  el  trance  de  formarse  solo  y  si 
por  razones  vocacionales  aspira  a  verdadera  condición  artística  tiene  que 
debatirse  en  una  atmósfera  que  termina  por  asfixiarlo"69.  Las  pocas  academias 
que  existían  se  esfumaban  rápidamente.  "Le  queda  al  actor  que  pretende 
formarse  una  sola  escuela.  La  de  la  escena  profesional,  entregándose  a  la 
práctica  cotidiana  de  un  teatro  frecuentemente  interiorizado  por  la 
mercantilización  y  en  cuyo  contacto  también  las  mejores  dotes  arriesgan 
bastardearse  y  las  mejores  aspiraciones  doblegarse  para  siempre...  Todos,  a 
igual  que  él,  han  saltado  de  la  calle  al  tablado,  sin  pasar  por  preparación  previa 
alguna,  incorporándose  a  un  oficio  que  no  parece  requerir  nociones  generales  ni 
luces  elementales.  Allí  está  la  matraca  del  apuntador  para  ayudar  a  los  que 
apenas  saben  leer"70. 

Evita  adquirió  su  experiencia  teatral  como  los  otros  actores  y  actrices  de 
su  tiempo,  "en  las  tablas",  e  ingresó  en  éstas  yendo  a  los  teatros  de  la  avenida 
Corrientes  para  preguntar  si  iban  a  estrenar  una  obra,  cuándo  se  proyectaba 


Crítica,  21  de  julio  de  1937.  Sin  embargo  es  de  señalar  que  precisamente  en  1935,  poco 
tiempo  después  de  fundarse  el  Conservatorio,  empezarían  a  estudiar  allí  actrices  que  triunfaron  unos 
años  más  tarde,  como  Malisa  Zinni,  Fanny  Navarro  y  Delia  Garcés. 

69  Crítica,  21  de  julio  de  1937. 

70  Idem. 


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Evita 


hacerlo,  quién  la  iba  a  dirigir  o  si  había  alguna  novedad  porque  alguien  se  había 
enfermado  y  estaban  buscando  a  una  reemplazante.  Se  daba  también  una  vuelta 
por  las  confiterías  y  cafés  donde  se  reunía  la  gente  de  teatro,  autores, 
empresarios,  directores  y  actores  para  enterarse  de  qué  primera  figura  estaba 
formando  un  elenco  o  qué  autor  había  terminado  de  escribir  una  obra.  En  la 
confitería  Real,  en  Corrientes  y  Talcahuano,  seguramente  encontraría  algún 
actor  de  renombre.  Si  no  conocía  a  nadie,  podía  echar  una  mirada  en  la  Nobel,  y 
de  todos  modos,  pasar  por  El  Plata,  a  media  cuadra  de  la  Real,  donde  podía 
estar  casi  segura  de  encontrar  a  sus  amigas,  porque  allí  todo  era  más  barato. 
Edmundo  Guibourg  describía  la  situación  de  los  actores  de  la  siguiente  manera: 
"A  cada  comienzo  de  temporada  los  empresarios  organizan  en  forma  antojadiza 
'sus'  elencos,  llenando  los  consabidos  puestos  a  su  criterio,  sin  consultar 
siquiera  a  la  persona  a  la  que  van  a  encomendar  'la  dirección  artística',  ni 
tampoco  a  los  actores  con  cuyo  inmediato  concurso  cuentan.  Uno  o  varios 
nombres  en  el  cartel,  aunque  se  trate  de  artistas  que  no  tengan  afinidad  en  el 
trabajo.  Y  si  son  los  capocómicos  los  encargados  de  organizar  los  elencos, 
colocan  primero  a  sus  familiares,  aunque  sean  notoriamente  inútiles  o 
deficientes,  y  tienden  a  no  contratar  figuras  cuyas  aptitudes  puedan  hacerles 
sombra"71. 

Con  mucha  suerte,  los  actores  de  la  categoría  de  Evita  ganaban  de  60  a 
100  pesos  mensuales,  trabajando  dos  funciones  diarias  y  tres  los  domingos  y 
días  de  fiesta.  Teniendo  en  cuenta  que  un  litro  de  aceite  Ybarra  costaba  $8,50, 
un  traje  de  hombre  $75,00,  y  un  vestidillo  cualquiera  de  mujer  unos  $50,00, 
apenas  les  alcanzaba  para  vivir  y  casi  nunca  para  pagar  las  deudas  que  podían 
acumular  en  los  meses  sin  trabajo.  Si  un  actor  conseguir  vivir  al  día,  podía 
considerarse  afortunado72.  No  le  pagaban  durante  los  ensayos  y  cuando  se 
deshacía  una  compañía  en  la  mitad  de  la  temporada,  cosa  que  sucedía  a 
menudo,  quedaba  en  la  calle,  pues  era  difícil  que  pudiera  incorporarse  a  otro 
grupo.  Con  los  sueldos  miserables  que  cobraban  cuando  tenían  la  suerte  de 
integrar  una  compañía,  las  actrices  se  veían  en  la  obligación  de  comprarse  la 
ropa  para  las  obras  en  que  actuaban,  ya  que  no  se  las  proporcionaban.  A  veces, 
la  conseguían  prestada,  pero  si  eso  no  era  posible  y  tampoco  la  podían  comprar 
en  las  escasas  tiendas  de  Buenos  Aires  que  vendían  ropa  hecha,  había  que 
mandarla  hacer.  Si  no  tenían  la  suerte  de  contar  con  un  empleo  estable,  debían 
buscarse  changas  para  mantenerse.  Las  actrices  podían  hacer  fotos  o  cine  de 
publicidad,  como  lo  hizo  Evita  en  algunas  ocasiones73.  Por  otro  lado,  éstas,  por 
ser  mujeres,  tenían  que  hacerse  ver  siempre  bien  vestidas  y  mientras  perseguían 
la  oportunidad  que  traería  fama  y  fortuna,  se  veían  obligadas  a  soportar  los 
chantajes  que  sobre  ellas  quisieran  ejercer  empresarios,  directores  y  primeros 


Crítica,  19  de  abril  de  1935. 

72  Crítica,  29  de  junio  de  1935. 

73  En  1938,  Evita  hizo  un  corto  publicitario  titulado  La  luna  de  miel  de  Inés,  con  Claudio 
Martínez,  producido  por  Linter  Publicidad.  Véase  también  Cine  Argentino,  del  3  de  abril  de  1941  y  del  11 
de  diciembre  de  1941. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


actores,  pues  eran  los  que  disponían  cómo  se  integraban  los  repartos74.  Además, 
como  la  publicidad  ya  era  en  aquel  tiempo  un  elemento  indispensable  en  la 
carrera  de  cualquier  actriz,  estaban  también  a  la  merced  de  cronistas  teatrales  y 
directores  de  revistas,  pues  ellos  determinaban  los  nombres  mencionados  en  las 
crónicas  o  las  fotos  y  artículos  que  aparecían  en  las  páginas  de  publicaciones 
como  Sintonía,  Radiolandia  y  Antena. 

Si  bien  el  teatro  argentino  atravesaba  un  período  de  crisis,  no  sucedía  lo 
mismo  con  el  cine  y  la  radio.  El  cine  había  iniciado  una  curva  ascendente,  que 
solamente  se  detendría  con  el  estallido  de  la  Segunda  Guerra  Mundial.  Las 
primeras  películas  argentinas  habladas  habían  tenido  mucho  éxito,  en  especial 
Tango  (1935),  de  Luis  Moglia  Barth,  en  la  que  actuaban  las  figuras  más 
populares  de  la  revista  y  de  la  radio,  como  Mercedes  Simone,  Pepe  Arias,  Luis 
Sandrini,  Tita  Merello  y  Libertad  Lamarque.  Desde  esa  fecha,  habían  surgido 
nuevas  productoras  y  el  número  de  películas  aumentaba  año  a  año:  en  1935  se 
filmaron  trece,  al  año  siguiente  dieciséis  y  en  1927,  alcanzaron  a  treinta75. 

Al  igual  que  el  cine,  la  radiotelefonía  argentina  se  expandía  rápidamente. 
Las  emisoras  se  multiplicaban,  compraban  equipos  y  ampliaban  su  radio  de 
emisión.  Desde  comienzos  del  siglo,  la  radio  había  sido  el  elemento  crucial  para 
el  surgimiento  de  ídolos  populares,  sobre  todo  cantantes  de  tangos  como  Carlos 
Gardel,  Mercedes  Simone,  Rosita  Quiroga,  Libertad  Lamarque,  Agustín 
Magaldi  y  muchos  más.  Estos  primeros  años,  "los  tiempos  heroicos  de  la 
radiotelefonía",  habían  sido  difíciles.  Jaime  Yankelevich,  el  dueño  de  Radio 
Belgrano,  "no  le  pagaba  a  los  artistas  en  dinero  sino  en  especies,  porque  a  su 
vez,  los  anunciantes  le  pagaban  a  él  con  los  productos  que  fabricaban  o 
vendían...  En  1927,  al  debutar  [Mercedes  Simone]  don  Jaime  le  pagó  siete  pesos 
por  audición.  De  ese  montón  de  plata  debía  abonar  el  salario  de  los  dos 
pianistas,  Bandino  y  Rodríguez,  suerte  que  Pablo  Rodríguez  era  su  marido  y 
podía  quedarse  sin  cobrar"76. 

Pero  los  tiempos  habían  cambiado  y  en  enero  de  1937,  Yankelevich 
contrataba  a  Mercedes  Simone  por  7.200  pesos  mensuales77.  Era  pues  un 
momento  en  que  los  artistas  podían  ver  su  popularidad  crecer  rápidamente  y 
ganar  mucho  dinero  —  mucho  más  que  en  el  teatro,  donde  los  sueldos  eran  muy 
bajos  —  .  Para  los  artistas  que  como  Evita  no  tenían  talento  para  cantar,  la  radio 
ofrecía  la  gran  solución:  el  radioteatro.  Con  sus  sueldos  altos,  las  emisoras 
podían  atraer  a  las  principales  figuras  del  teatro  para  irradiar  innumerables  e 


Uno  de  los  directores  con  los  cuales  actuó  Evita,  Pablo  Suero,  ha  sido  caracterizado  de  la 
siguiente  manera  por  el  escritor  César  Tiempo:  "Un  alacrán  superheterodino,  malediciente  y  para  colmo 
español",  La  Opinión  Cultural,  10  de  diciembre  de  1972,  p.  8. 

75  Domingo  Di  Núbila,  Historia  del  cine  argentino,  Buenos  Aires,  ed.  Cruz  de  Malta,  1959,  2  vols., 
vol.  I,  ps.  83  y  85.  Véase  también  Estela  dos  Santos,  El  cine  nacional,  Buenos  Aires,  Centro  Editor  de 
América  Latina,  1972. 

76  Estela  dos  Santos,  Las  mujeres  del  tango,  Buenos  Aires,  Centro  Editor  de  América  Latina, 
1972,  p.  17. 

77  Ibid.,  p.  24. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


interminables  series  de  radioteatros.  Y  aquellos  actores  que  apenas  podían 
mantenerse  hallaban  en  la  radio  "la  solución  de  su  pan  cotidiano"78. 

Después  de  que  Pirandello  bajó  de  cartelera,  Evita  pasó  casi  dos  meses 
sin  trabajo.  Finalmente  obtuvo  un  pequeño  papel  en  la  película  ¡Segundos 
afuera!,  dirigida  por  Chas  de  Cruz  y  Alberto  Echebehere.  Como  su  nombre  lo 
indica,  era  un  film  sobre  boxeo  y  sus  principales  actores  eran  Pedro  Quartucci  y 
Pablo  Palitos.  "La  cinematografía  argentina  da  un  paso  atrás  con  la  película 
¡Segundos  afuera!",  exclamó  un  crítico  anónimo  en  una  crónica  que  despedazaba 
la  película  y  sólo  rescataba  la  actuación  de  Palitos79.  El  nombre  de  Evita  ni 
siquiera  era  mencionado  en  el  reparto.  Contrariamente  a  lo  que  podía  esperar, 
esta  primera  experiencia  cinematográfica  no  le  abrió  nuevas  oportunidades  de 
trabajo  y  pasarían  dos  años  antes  de  que  pudiera  volver  a  hacer  cine. 

El  mismo  mes  en  que  se  estrenó  ¡Segundos  afuera!,  Evita  se  incorporó  a 
una  compañía  de  radioteatro  de  Radio  Belgrano  para  la  irradiación  de  una  obra 
de  Ferradás  Campos,  titulada  Oro  blanco80,  Pero  en  setiembre,  como  si  le  fuera 
imposible  quebrar  la  mala  suerte  que  la  perseguía  irremediablemente  durante 
todo  ese  año,  se  encontró  otra  vez  sin  trabajo.  Era  invierno  y  los  cafés  de  la 
avenida  Corrientes,  abiertos  hasta  altas  horas  de  la  madrugada,  ofrecían  un 
buen  resguardo  contra  el  frío  de  la  calle  o  del  cuarto  de  pensión.  Además, 
siempre  podía  encontrar  allí  a  algún  amigo  o  conocido  que  le  pagara  un  café 
con  leche  para  calmar  el  hambre.  Cuando  ya  el  desaliento  amenazaba  invadirla, 
ingresó  en  la  Compañía  de  Comedias  y  Sainetes  de  Leonor  Rinaldi  y  Francisco 
Chiarmello.  El  estreno  de  No  hay  suegra  como  la  mía,  de  Marcos  Bronenberg,  tuvo 
tanto  éxito  que  Radio  Splendid  empezó  a  transmitir  la  función  nocturna  y 
permaneció  en  la  cartelera  del  teatro  Liceo  desde  el  5  de  noviembre  de  1937 
hasta  el  6  de  marzo  de  193881.  El  personaje  que  Evita  representaba  no  decía  ni 
una  palabra  en  toda  la  obra. 

A  principios  de  marzo,  Evita  tomó  parte  en  un  concurso  radial 
patrocinado  por  la  revista  Sintonía  para  seleccionar  un  cantor  que  debutaría  en 
La  gruta  de  la  fortuna.  Esta  comedia  de  Ricardo  Hicken,  que  debía  estrenar  la 
compañía  de  Pierina  Dealessi  en  el  teatro  Liceo  el  17  de  marzo  de  1938,  incluía 
un  segundo  acto  en  el  que  participaba  la  orquesta  típica  de  Julio  Pollero 
tocando  creaciones  de  Rubinstein  y  Canaro.  Evita  integró  el  reparto  de  La  gruta 
de  la  fortuna  gracias  a  Pierina  Dealessi,  a  quien  había  conocido  en  una  de  sus 
recorridas  en  busca  de  trabajo.  "Evita  era  una  cosita  transparente,  delgadita, 
finita,  cabello  negro,  carita  alargada.  Le  pregunté  si  había  trabajado  alguna  vez 
y  me  dijo  que  venía  de  una  gira  con  Pepita  Muñoz.  La  contratamos  con  un 
sueldo  mísero:  $180  por  mes...  En  esa  época  no  se  pagaba  más...  En  el  teatro  no 
se  descansaba  ningún  día  y  los  domingos  hacíamos  cuatro  funciones.  Eso  era  lo 
común  en  esa  época.  A  la  tarde  tomábamos  algo  en  el  camarín.  Evita  tomaba 
mate,  pero  como  era  muy  delicadita  de  salud  yo  le  ponía  leche  en  el  mate.  Eran 


Crítica,  16  de  junio  de  1938. 

79  Crítica,  5  de  agosto  de  1937.  La  película  se  estrenó  el  día  anterior  en  el  cine  Monumental. 

80  Borroni  y  Vacca,  op.  cit.,  p.  54. 

81  La  Prensa,  6  de  noviembre  de  1937. 


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Evita 


tan  flaquita  que  no  se  sabía  si  iba  o  venía...  Entre  el  hambre,  la  miseria  y  el 
descuido,  tenía  siempre  las  manos  frías  y  transpiradas"82.  Evita  continuó  en  la 
compañía  de  Pierina  casi  todo  el  año  1938,  participando  en  los  siguientes 
estrenos:  ¡Si  los  viejos  levantaran  cabeza!,  de  Malfatti  y  De  las  Llanderas,  obra  en 
la  que  era  una  sirvienta  que  había  dado  el  mal  paso  —  "En  el  último  acto  salía 
con  un  cochecito  y  en  vez  de  cantar  el  arrorró,  cantaba  un  tango  a  la 
criatura..."  —  83;  y  Una  noche  en  Viena,  farsa  cómica  de  Mario  Flores  que  Augusto 
A.  Guibourg  encontró  "sin  sentido"84  —entre  los  actores,  Evita  mereció  el 
calificativo  de  "discreta"—  y  El  cura  de  Santa  Clara,  otra  farsa  cómica  de 
Martignone  y  Bertonasco  que  no  le  pareció  mejor.  Se  estrenó  el  29  de  julio  "ante 
una  concurrencia  piafante;  no  es  una  obra  de  teatro  y  menos  una  farsa"85.  La 
dirección  también  era  pésima,  pero  se  salvaron  los  actores:  "correctos".  Evita 
estuvo  "locuaz  y  eficaz"86. 

El  5  de  enero  de  1939  debutó  con  la  compañía  de  la  prestigiosa  actriz 
Camila  Quiroga  en  Mercado  de  amor  en  Argelia.  En  esta  obra  de  Lucienne  Favre 
traducida  y  dirigida  por  Edmundo  Guibourg  y  con  música  de  Juan  José  Castro, 
Evita  hacía  de  odalisca87.  Tres  meses  más  tarde,  la  revista  Antena  anunciaba  que 
el  1  de  mayo,  la  Compañía  de  Teatro  del  Aire,  encabezada  por  Evita  Duarte  y 
Pascual  Pelliciotta,  iniciaría  en  Radio  Mitre  un  programa  de  radioteatro  con 
libretos  del  poeta  Héctor  P.  Blomberg88.  Después  de  cuatro  años  de  incesante 
lucha  y  continuas  desilusiones,  había  llegado  el  momento:  Antena  publicaba  su 
fotografía,  un  autor  conocido  le  escribía  obras  originales  y  tenía  su  propia 
compañía.  Unos  días  después  de  empezar  la  irradiación  de  Los  jazmines  del 
ochenta,  título  de  la  primera  obra  que  Blomberg  escribió  para  ella,  Evita  cumplía 
veinte  años. 

La  chiquilla  desgarbada  había  dado  paso  a  una  mujer  delgada,  de 
estatura  mediana,  con  un  rostro  siempre  pálido  que  le  daba  un  aspecto  un  tanto 
enfermizo.  Su  pelo  negro,  suelto  hasta  los  hombros,  enmarcaba  un  rostro 
apenas  bonito.  Tenía  una  sonrisa  simpática,  entradora,  pero  los  que  la 
recuerdan  en  esta  época,  recalcan  que  era  una  muchacha  solitaria,  retraída, 
nerviosa  y  con  una  sola  ansia:  triunfar.  Aunque  compartía  ocasionalmente  su 
cuarto  de  pensión  con  alguna  compañera  de  trabajo  y  se  la  veía  en  los  cafés  de 
la  avenida  Corrientes  charlando  animadamente  con  otras  actrices,  Nelly  Ayllón, 
Elena  Zucotti,  etc.,  sus  amistades  parecen  haber  sido  pocas  y  superficiales.  Sin 
embargo,  ya  en  esos  años  demostró  ser  fiel  a  sus  amigos  y  querer  ayudarlos  en 
cuanto  estuvo  en  condiciones  de  hacerlo.  Al  formar  su  propio  elenco  de 
radioteatro  llamó  a  Pascual  Pelliciotta,  un  actor  a  quien  había  conocido  en  1935 


Testimonio  de  Pierina  Dealessi  reproducido  en  José  Capstiski,  "Prehistoria  deEva  Perón",  op. 

cit.,  p.  14. 

83  Idem,  y  Programas  (Argentores),  30  de  abril  de  1938. 

84  Crítica,  3  de  julio  de  1938.  Programas  (Argentores),  1  de  julio  de  1938. 

85  Crítica,  30  de  julio  de  1938.  Programas  (Argentores),  29  de  julio  de  1938. 

86  Crítica,  Idem. 

87  Crítica,  6  de  enero  de  1939. 

88  Antena,  22  de  abril  de  1939. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


en  la  compañía  de  Eva  Franco.  Hizo  lo  mismo  con  Marcos  Zucker,  con  quien 
había  trabajado  en  la  compañía  de  Pierina  Dealessi. 

Durante  estos  cuatro  años,  había  ido  perdiendo  poco  a  poco  su  timidez, 
pero  su  soledad  había  ido  en  aumento  pues  nada  podía  reemplazar  los  afectos 
que  había  dejado  en  Junín.  Su  madre  y  sus  hermanas,  a  las  que  veía  poco,  se 
perdían  en  los  recuerdos.  Ella  no  estaba  en  condiciones  de  hacer  viajes  a  Junín  y 
ellas  raramente  venían  a  Buenos  Aires.  Estando  en  Rosario,  durante  la  gira  que 
realizó  con  la  compañía  de  Pepita  Muñoz,  se  enteró  que  Chica  estaba 
gravemente  enferma  de  pleuresía.  Se  las  arregló  para  hacer  una  escapada  hasta 
Junín  y  permanecer  unos  días  junto  a  ella89.  Era  la  época  en  que  el  triunfo 
parecía  todavía  muy  lejano  y,  según  Erminda,  doña  Juana  no  perdió  la  ocasión 
de  insistir  para  que  Evita  abandonara  sus  locuras  de  teatro  y  se  quedara 
tranquilamente  en  casa,  pero  ella,  impaciente  con  las  recriminaciones  de  su 
madre,  se  fue  segura  que  todo  cambiaría  algún  día.  En  un  viaje  de  Chica  a 
Buenos  Aires,  ésta  le  rogó  que  volviera  a  Junín.  "Sí",  dijo  Evita,  "voy  a  volver, 
pero  no  fracasada.  Primero  conquisto  Buenos  Aires;  después  me  voy"90.  El 
tiempo,  la  distancia  y  su  vida  en  Buenos  Aires,  la  fueron  alejando  cada  vez  más 
de  su  madre  y  de  sus  hermanas,  que  seguían  enquistadas  en  su  ambiente 
provinciano.  Pero  el  alejamiento  entre  Evita  y  su  familia  no  abarcó  a  su 
hermano  Juan.  El  también  se  vino  a  vivir  a  Buenos  Aires  y  entre  los  dos  se 
reanudó  el  lazo  que  durante  su  infancia  los  había  hecho  compañeros  de  juegos 
y  amigos.  Alejados  del  resto  de  la  familia,  el  cariño  que  los  unía  se  fortaleció 
aún  más,  cimentado  por  el  buen  humor  de  Juancito,  su  optimismo  y 
generosidad  y  el  agradecimiento  por  parte  de  Evita  al  sentirse  apoyada  y  menos 
sola. 

Después  de  terminar  Los  jazmines  del  ochenta,  Evita  pasó  con  su  compañía 
a  Radio  Prieto,  donde  hizo  dos  ciclos  de  radioteatro,  siempre  con  libretos  de 
Blomberg,  que  duraron  hasta  fines  de  setiembre.  El  año  siguiente,  mientras 
continuaba  haciendo  radioteatro,  volvió  a  probar  suerte  en  el  cine.  En  el  mes  de 
febrero,  tomó  parte  en  la  filmación  de  La  carga  de  los  valientes,  "una  de  las 
películas  más  costosas  producidas  hasta  1940  en  la  Argentina"91.  Dirigido  por 
Adelqui  Millar,  el  film  relataba  la  defensa  de  Carmen  de  Patagones  y  contaba 
con  la  participación  de  dos  primeros  actores  de  relieve,  Santiago  Arrieta  y  Anita 
Jordán.  A  mediados  de  año,  también  volvió  a  la  escena,  esta  vez  con  la 
Compañía  Cómica  de  Leopoldo  y  Tomás  Simari.  El  1  de  agosto  participó  en  el 
estreno  de  Corazón  de  manteca,  de  Ricardo  Hicken,  obra  que  bajó  del  cartel  a  los 
ocho  días,  y  el  16  de  agosto  en  ¡La  plata  hay  que  repartirla!,  de  Antonio  Botta, 
obra  en  la  que  representaba  una  gitana  y  que  permaneció  en  cartelera  solamente 


Erminda  Duarte,  op.  cit.,  ps.  71-72. 

90  Ibid.,  p.  73. 

91  Di  Núbila,  op.  cit.,  vol.  I,  p.  149.  Se  estrenó  ei  12  de  junio  de  1940.  En  el  mes  de  marzo  de  ese 
mismo  año,  continuando  con  su  actividad  en  radio,  Evita  tomó  parte  en  un  certamen  patrocinado  por 
Aceite  Cocinero  y  la  revista  Guión.  Véase  Antena,  2  de  abril  de  1940. 


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Evita 


trece  días92.  Esta  sería  la  última  vez  que  Evita  actuaría  en  un  escenario,  pues  a 
partir  de  esta  fecha,  se  dedicó  al  cine  y  sobre  todo  al  radioteatro. 

Evidentemente,  hasta  1940,  los  esfuerzos  de  Evita  por  triunfar  en  la 
escena  porteña  no  habían  dado  resultados  brillantes.  No  había  logrado  salir  de 
las  figuras  de  relleno  o  de  los  papeles  minúsculos  y  mientras  tanto  había  pasado 
hambre,  se  había  tragado  desplantes  de  primeros  actores  y  actrices  y  había 
aguantado  impotente  los  abusos  de  todos  aquellos  que  parecían  prometerle  la 
oportunidad  ansiada.  Tenía  que  ganarse  la  vida  y  la  radio  le  proporcionaba  el 
medio  de  terminar  con  sus  penurias.  En  esas  circunstancias,  las  posibilidades 
económicas  que  ofrecía  el  radioteatro  deben  haber  representado  un  atractivo 
muy  grande  para  ella  y  probablemente  la  impulsaron  a  perder  interés  en  el 
teatro. 

En  cambio,  siguió  insistiendo  en  el  cine.  En  1941,  filmó  dos  películas.  En 
la  primera,  El  más  infeliz  del  pueblo,  dirigida  por  Luis  Bayón  Herrera,  hacía  de 
jovencita  provinciana  en  edad  de  casarse.  El  célebre  actor  Luis  Sandrini  era  la 
figura  principal,  pero  a  pesar  de  su  popularidad,  la  película  no  tuvo  mayor 
éxito  pues  "sacaba  a  Sandrini  de  sus  personajes  más  exitosos,  los  de  extracción 
popular  argentina"93.  Ni  esta  película,  ni  la  siguiente  le  dieron  a  Evita  el  éxito 
que  perseguía  en  el  celuloide:  Una  novia  en  apuros,  dirigida  por  el 
norteamericano  John  Reinhardt,  con  Felisa  Mary  y  Pedro  Quartucci,  estaba 
técnicamente  bien  hecha  pero  no  tuvo  mayor  trascendencia94. 

Mientras  tanto,  su  carrera  radioteatral  fue  en  ascenso  y  ya  a  mediados  de 
1941  Evita  firmó  un  contrato  por  cinco  años  que  le  garantizaba  el  patrocinio  de 
la  empresa  Guerreño,  productora  del  jabón  Radical,  para  sus  programas 
radiales.  Su  hermano  Juancito,  por  entonces  corredor  de  esa  firma,  habría  sido 
quien  le  consiguió  el  contrato95.  En  el  mes  de  mayo  de  1942,  su  Compañía 
Juvenil  de  Radioteatro,  que  irradiaba  sus  programas  por  Radio  Argentina,  se 
trasladó  a  Radio  El  Mundo,  integrada  con  la  Compañía  Candilejas  de  Martinelli 
Massa,  un  libretista  de  gran  popularidad.  El  repertorio  de  Evita  en  sus 
programas  de  radio  incluía  títulos  como  Una  promesa  de  amor,  Infortunio,  El 
rostro  del  lobo,  Mi  amor  nace  en  ti  y  La  otra  cara  de  la  máscara,  novelones  de  la 
mejor  tradición  radioteatral. 

Las  actividades  de  Evita  en  estos  años  aparecen  consignadas  en  las 
revistas  de  cine  y  radio  como  Sintonía,  Antena  y  Radiolandia.  A  través  de  éstas  se 
puede  apreciar  que  aunque  no  tenía  la  popularidad  que  alcanzaría  en  los  años 
'44  y  '45,  era  ya  una  actriz  de  cierto  renombre.  Su  fotografía  había  sido 
publicada  en  la  tapa  de  Antena  en  mayo  de  1939.  En  enero  del  año  siguiente 
Radiolandia  publicaba  una  página  con  cinco  fotos  de  Evita,  "la  flamante 
estrellita  de  radioteatro.  Juvenil,  armoniosa,  el  cine  le  brinda  ahora  su 
perspectiva  magnífica.  Evita  Duarte  puede  lograr  en  él  un  éxito  parecido  al  que 
logró  ante  el  micrófono,  al  convertirla  Radio  Prieto  en  la  heroína  de  un  romance 

92  Programas  (Argentores),  1  de  agosto  de  1940  y  16  de  agosto  de  1940. 

93  Di  Núbila,  op.  cit.,  vol.  I,  p.  168. 

94  Ibid.,  p.  208. 

95  Así  lo  asegura  por  lo  menos  Erminda  Duarte,  op.  cit.,  p.  74. 


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rojo  de  Héctor  Pedro  Blomberg"96.  En  marzo  de  1940,  otro  artículo  en 
Radiolandia  describía  una  fiesta  que  le  habían  dado  unos  amigos  en  un 
restaurant97.  En  setiembre  de  1941,  cuando  asistió  al  estreno  de  la  película 
Canción  de  cuna,  Antena  tomó  nota  de  su  "llamativo  sombrero"  con  "varias 
plumas  de  diversos  colores  que  sobresalían  en  forma  muy  pronunciada"98. 
Además,  como  sucede  a  menudo  en  las  revistas  de  este  tipo,  le  atribuían 
romances  con  jóvenes  actores  tales  como  Marcos  Zucker  o  Francisco  de  Paula  o 
con  el  dueño  de  Pampa  Films,  Olegario  Ferrando.  En  mayo  de  1942,  cuando 
transmitía  Una  promesa  de  amor  y  su  compañero  de  reparto  era  Pablo  Raccioppi, 
le  tocó  a  éste  ser  su  galán  de  turno99. 

En  los  primeros  meses  de  1943,  Evita  pasó  por  un  período  de  inactividad 
pues  según  la  revista  Antena  no  le  ofrecían  ningún  libreto  que  una  actriz  de  su 
categoría  pudiera  aceptar100.  A  principios  de  junio,  si  tenía  planes  de  trabajo 
tuvo  que  interrumpirlos  pues  una  de  las  primeras  medidas  del  gobierno  que 
tomó  el  poder  el  4  de  junio  de  1943  fue  intervenir  todas  las  emisoras. 

En  la  madrugada  del  4  de  junio,  las  tropas  de  Campo  de  Mayo, 
comandadas  por  el  general  Arturo  Rawson  se  sublevaron  contra  el  gobierno  del 
presidente  Ramón  J.  Castillo  y  en  pocas  horas  lo  derrocaron.  Al  día  siguiente, 
asumía  la  presidencia  el  general  Pedro  Pablo  Ramírez.  Terminaba  así  una  época 
en  que  la  Argentina  había  sido  gobernada  por  una  clase  dirigente  aferrada  a  un 
mundo  que  se  había  resquebrajado  irremediablemente  con  la  crisis  de  1929,  una 
época  en  que  el  fraude  electoral  y  los  negociados  parecían  haberse  convertido 
en  elementos  característicos  de  la  estructura  del  poder,  pero  en  la  que  se  habían 
producido  también  cambios  económicos  fundamentales  que  habían 
transformado  al  país. 

Esa  "década  infame",  como  la  denominó  el  periodista  José  Luis  Torres,  se 
había  iniciado  el  6  de  setiembre  de  1930  con  la  caída  del  viejo  caudillo  radical 
Hipólito  Yrigoyen.  En  esa  fecha,  el  general  José  Félix  Uriburu  encabezó  un 
golpe  cívico-militar  que  si  bien  fue  instigado  por  la  oligarquía  ganadera,  contó 
con  el  apoyo  de  casi  todos  los  partidos  políticos101.  Su  gobierno  (1930-32)  fue  un 
breve  interludio  durante  el  cual  la  oligarquía  preparó  cuidadosamente  su 
retorno  a  la  Casa  Rosada.  Desechó  la  propuesta  de  Uriburu  en  el  sentido  de 
implantar  un  régimen  corporativo  en  la  Argentina  y  se  pronunció 
decididamente  a  favor  de  la  democracia  siempre  que  ésta  no  pusiera  en  peligro 
sus  intereses.  Ya  durante  la  dictadura  de  Uriburu,  su  respeto  por  las 


Radiolandia,  20  de  enero  de  1940. 

97  Radiolandia,  2  de  marzo  de  1940. 

98  Antena,  22  de  setiembre  de  1941. 

99  Antena,  2  de  julio  de  1942. 

100  Antena,  21  de  mayo  de  1943. 

101  Véase:  Alberto  Ciria,  Partidos  y  poder  en  la  Argentina  moderna  (1930-  1946),  Buenos  Aires, 
Jorge  Álvarez  Editor,  1968;  Ernesto  Palacio,  Historia  de  la  Argentina  (1515-1957),  Buenos  Aires,  A.  Peña 
Lillo,  1960,  3a  ed.,  2  vols.;  "La  crisis  de  1930",  Revista  de  Historia,  Buenos  Aires,  n°  3;  Rodolfo  Puiggrós, 
El  yrigoyenismo,  Buenos  Aires,  Jorge  Álvarez  Editor,  1969;  Isabel  F  Rennie,  The  Argentine  Republic,  New 
York,  The  Macmillan  Co.,  1945,  y  Marysa  Navarro  Gerassi,  Los  nacionalistas,  Buenos  Aires,  Jorge  Álvarez 
Editor,  1969. 


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instituciones  democráticas  demostró  ser  más  débil  que  sus  deseos  de  conservar 
a  toda  costa  el  poder  y  éste  se  vio  obligado  a  anular  las  elecciones  provinciales 
de  abril  de  1931  porque  el  radicalismo  había  triunfado  en  ellas.  No  tuvo 
dificultades  en  imponer  su  candidato,  el  general  Agustín  P.  Justo,  en  las 
elecciones  de  1932.  Para  evitar  otro  triunfo  del  radicalismo  se  le  proscribió  de 
las  urnas. 

Aunque  huérfana  de  votos,  la  oligarquía  logró  mantenerse  en  el  gobierno 
de  1932  hasta  junio  de  1943  gracias  al  fraude  electoral.  En  1937,  la  fórmula 
oficialista  Roberto  M.  Ortiz-Ramón  J.  Castillo  se  impuso  en  elecciones 
fraudulentas  y  en  junio  de  1943  la  maquinaria  se  había  puesto  en  marcha  para 
ratificar  el  triunfo  del  candidato  seleccionado,  Robustiano  Patrón  Costas,  el 
magnate  azucarero,  presidente  del  Senado102. 

Por  tener  su  economía  articulada  en  torno  del  comercio  de  exportación, 
la  Argentina  sintió  muy  rápida  e  intensamente  los  efectos  de  la  crisis  mundial 
que  se  desencadenó  en  1929.  La  política  económica  de  los  gobiernos 
conservadores  tuvo  como  objetivo  reajustar  la  integración  de  la  estructura 
agropecuaria  exportadora  de  la  Argentina  a  la  órbita  del  Imperio  Británico,  tal 
como  existía  antes  de  que  estallara  la  crisis  de  1929.  El  ejemplo  más  palpable  de 
esta  política  es  quizás  el  Pacto  Roca-Runciman,  firmado  en  1935  y  ratificado  en 
términos  aún  más  duros  en  1936.  Por  éste,  Gran  Bretaña  "garantizaba  evitar 
restricciones  en  las  importaciones  de  carne  por  debajo  del  90%  correspondiente 
al  trimestre  correspondiente  al  año  terminado  el  30  de  junio  de  1932"103.  A 
cambio  de  esto  la  Argentina  renunciaba  a  controlar  sus  exportaciones  de  carne, 
se  comprometía  a  dar  "tratamiento  benévolo"  a  las  inversiones  británicas,  a  no 
gravar  las  importaciones  de  carbón  inglés  y  a  disminuir  los  gravámenes  de  los 
productos  ingleses  al  nivel  que  tenían  en  1930. 


Véase:  Rodolfo  Puiggrós,  La  democracia  fraudulenta,  Buenos  Aires,  Corregidor,  1972,  2a  ed.; 
Juan  José  Hernández  Arregui,  La  formación  de  la  conciencia  nacional,  Buenos  Aires,  Hachea,  1960;  José 
Luis  Torres,  La  década  infame,  Buenos  Aires,  Ed.  de  Formación  "Patria",  1945,  y  La  década  infame, 
Buenos  Aires,  Carlos  Pérez  Editor,  1969. 

103  Guido  Di  Telia  y  Manuel  Zymelinan,  Las  etapas  del  desarrollo  argentino,  Buenos  Aires, 
Eudeba,  1967,  p.  453. 


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Foto  publicitaria  de  la  actriz  Evita  Duarte,  utilizada  en  1945  para  la  promoción 
de  programas  radiales,  y  nuevamente  en  1947,  por  el  diario  Democracia. 


Pero  para  combatir  los  efectos  internos  de  la  crisis,  los  gobiernos 
conservadores  se  vieron  obligados  a  abandonar  su  librecambismo  e  iniciar  una 
política  intervencionista  y  a  la  vez  proteccionista  que  se  acentuó  notablemente  a 
partir  de  1939,  cuando  la  Segunda  Guerra  Mundial  aisló  a  la  Argentina  de  sus 
mercados  de  importación.  Los  resultados  de  esta  política  tuvieron  una 
consecuencia  de  enorme  trascendencia,  que  fue  la  expansión  del  sector 
industrial.  A  lo  largo  de  la  década  de  los  treinta  fueron  surgiendo  nuevas 
fábricas  para  manufacturar  sustitutos  de  los  productos  que  la  Argentina 
compraba  antes  de  la  crisis  en  Europa.  "Entre  1936  y  1941  se  fundaron  18.241 
establecimientos  industriales;  entre  1942  y  1946  los  nuevos  establecimientos 
fueron  25.130.  Es  decir  que  entre  1936  y  1946  se  instaló  la  mitad  de  los 


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establecimientos  industriales  con  que  contaba  el  país  en  1946"104.  La  gran 
mayoría  se  concentró  en  Buenos  Aires  y  sus  alrededores.  "En  1939  estaba 
instalado  en  ella  el  62,2%  de  los  establecimientos  fabriles  y  manufactureros,  con 
el  71%  del  total  de  los  obreros  y  empleados  ocupados,  el  64%  de  la  fuerza 
motriz  utilizada  y  con  un  coeficiente  del  73,9%  del  total  de  la  producción"105.  La 
mano  de  obra  para  estos  establecimientos  ya  no  provenía  de  Europa  como  en 
épocas  anteriores  sino  que  llegaba  del  interior  de  la  República,  de  donde  se  iba 
empujada  por  la  crisis  que  había  afectado  al  agro.  El  traslado  de  población  a  la 
Capital  Federal  alcanzó  a  tener  proporciones  masivas.  Según  Gino  Germani 
"durante  la  década  de  1935-1947  la  proporción  de  argentinos  nacidos  en  las 
provincias,  que  se  fueron  a  radicar  en  la  zona  metropolitana  de  Buenos  Aires, 
fue  equivalente  a  casi  un  40%  de  todo  el  crecimiento  vegetativo  de  esas  mismas 
provincias"106.  Arturo  Jauretche  nos  recuerda  cómo  llegaban  estos  inmigrantes 
diariamente,  desbordando  "las  estaciones  de  ferrocarril  con  su  'pelo  duro'  y  sus 
rostros  curtidos  y  el  canto  de  su  tonada  provinciana"107.  Eran  los  "cabecitas 
negras",  o  los  "grasas"  como  los  llamarán  también. 

En  un  período  muy  corto,  la  Argentina  sufrió  un  acelerado  proceso  de 
urbanización  e  industrialización,  y  al  igual  que  en  otros  países  del  mundo,  esto 
trajo  como  consecuencia  la  aparición  de  una  masa  obrera  hacinada  en 
conventillos,  inquilinatos  o  en  viviendas  precarias,  con  salarios  de  hambre  y 
condiciones  de  trabajo  muchas  veces  insalubres.  "Se  come  poco  y  mal",  se 
quejaban  los  obreros  de  la  carne.  "Cuando  se  manifiestan  enfermedades  no  hay 
dinero  para  remedios  ni  para  médicos.  Se  vive  aún  peor.  Conventillos  de  lata  o 
madera,  piezas  estrechas,  sucias,  incómodas  y  frías.  Piezas  en  las  que  el 
trabajador,  rendido  por  el  cansancio,  no  podrá  dormir  porque  lo  habrá  de 
impedir  el  ruido  de  las  piezas  vecinas  que  llega  a  las  suyas  como  una  caja  de 
resonancia.  Ni  aire,  ni  sol,  ni  higiene.  Por  el  contrario,  las  mejores  condiciones 
para  la  tuberculosis  y  toda  clase  de  enfermedades"108.  A  pesar  de  que  el  número 
de  fábricas  iba  en  aumento,  el  número  de  inmigrantes  en  busca  de  trabajo  era 
siempre  mayor,  de  allí  el  desempleo  y  los  campamentos  de  desocupados.  En 
1932,  en  una  población  total  de  11.658.214  habitantes,  había  333.997 
desocupados109.  Estas  cifras  disminuyeron  cuando  se  intensificó  el  proceso  de 
industrialización,  reduciéndose  los  desocupados  a  180. 700110. 

Esta  nueva  masa  de  asalariados  era  de  origen  y  composición  diferentes 
de  la  que  existía  hasta  ese  momento  en  la  Argentina.  Sus  valores,  tradiciones 
políticas  y  hasta  su  lenguaje  son  distintos.  Durante  toda  la  década  del  treinta 
sufre  una  fuerte  represión  por  parte  de  los  gobiernos  conservadores,  aunque 

104  Carlos  S  Fayt,  La  naturaleza  del  peronismo,  Buenos  Aires,  Viracocha,  1967,  p.  80. 

105  ,  , 

Idem. 

106  Gino  Germani,  Política  y  sociedad  en  una  época  en  transición,  Buenos  Aires,  Paidós,  1962,  p. 

230. 

107  Arturo  Jauretche,  El  medio  pelo,  Buenos  Aires,  A.  Peña  Lillo,  1967,  p.  186. 

Fayt,  op.  cit.,  p.  93. 

109  Dr.  José  Figuerola,  La  desocupación  en  la  Argentina,  1932,  Buenos  Aires,  Departamento 
Nacional  del  Trabajo,  1933,  ps.  18-19. 

110  José  Figuerola,  La  desocupación  en  la  Argentina,  1940,  Buenos  Aires,  Departamento 
Nacional  del  Trabajo,  1940,  p.  17. 


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esto  no  le  impide  tener  un  alto  grado  de  combatividad,  que  se  expresa  en 
numerosas  huelgas111.  Pero  es  de  señalar  que  estos  conflictos,  con  frecuencia 
creciente  por  reivindicaciones  salariales,  no  tienen  los  resultados  deseados  y  los 
obreros  se  ven  forzados  a  deponer  sus  medidas  de  fuerza,  transando  o 
perdiendo  las  huelgas  que  inician112.  Las  leyes  sociales  existentes  son 
inadecuadas  para  satisfacer  sus  necesidades  y  a  pesar  de  que  el  Departamento 
Nacional  del  Trabajo  debe  velar  sobre  la  aplicación  de  aquéllas,  poco  o  nada 
hace  en  ese  sentido113. 

En  vísperas  del  golpe  de  junio  de  1943,  los  organismos  sindicales  que  los 
representaban  estaban  divididos  en  dos  grandes  grupos:  la  Confederación 
General  del  Trabajo  n°  1  y  la  Confederación  General  del  Trabajo  n°  2.  La  CGT  n° 
1,  dirigida  por  el  ferroviario  José  Domenech,  comprendía  a  la  Unión 
Ferroviaria,  el  Sindicato  de  Cerveceros,  la  Unión  Tranviarios,  etc.  La  CGT  n°  2, 
dirigida  por  Francisco  Pérez  Leirós,  agrupaba  a  la  Fraternidad,  la  Federación  de 
Trabajadores  del  Estado,  la  Federación  Obrera  Nacional  de  la  Construcción,  etc. 
Existían  además  sindicatos  autónomos,  la  FORA  y  la  Unión  Sindical  Argentina, 
que  comprendía  gremios  importantes  como  los  telefónicos,  pero  las  dos  CGT 
eran  las  que  reunían  más  afiliados.  Aun  así,  su  representatividad  era  limitada 
pues  "sólo  el  20%  de  la  fuerza  de  trabajo  urbano  estaba  sindicalizado  y  la 
mayoría  de  los  sindicatos,  cuyo  núcleo  central  estaba  implantado  entre  los 
trabajadores  en  el  sector  terciario,  eran  organizaciones  pequeñas  y 
fragmentadas,  con  la  sola  excepción  del  gremio  de  los  ferroviarios"114. 
Desbordado  por  el  rápido  crecimiento  de  la  masa  de  asalariados,  dividido  y 
separado  por  cuestiones  ideológicas,  desarrollando  sus  actividades  en  un 
ambiente  de  hostilidad  y  violencia,  burocratizado  y  controlado  por  viejos  y 
poderosos  sindicatos  como  la  Unión  Ferroviaria,  el  movimiento  obrero 
organizado  parecía  incapaz  de  responder  a  las  necesidades  de  sus  bases. 

Este  desfase  visible  entre  las  organizaciones  gremiales  y  los  trabajadores 
se  daba  también  en  los  partidos  políticos,  pues  no  respondían  a  los  cambios  que 
se  habían  producido  durante  la  década  de  los  treinta.  Así  por  ejemplo,  el 
radicalismo,  que  inicialmente  había  tratado  de  volver  al  poder  por  medio  de  las 
armas,  abandonó  sus  intentonas  revolucionarias  y  fue  reintegrado  al  sistema  en 
1935,  después  de  reorganizarse  bajo  su  ala  más  conservadora.  Tanto  el  Partido 
Socialista  como  el  Comunista  tenían  una  fuerte  influencia  en  el  movimiento 
obrero  y,  en  el  caso  del  primero,  también  representantes  en  el  Parlamento,  pero 
ambos  eran  partidos  menores.  A  partir  de  1936,  la  preocupación  por  la  situación 
europea  fue  adquiriendo  una  importancia  creciente  en  sus  posiciones  y  esto 


Miguel  Murmis  y  Juan  Carlos  Portantiero,  Estudios  sobre  los  orígenes  del  peronismo/1, 
Buenos  Aires,  siglo  XXI,  1972,  ps.  86-91. 

112  Idem. 

113  Véanse  las  quejas  de  dirigentes  sindicales  en:  Confederación  General  del  Trabajo  de  la 
República  Argentina,  Actas  de  las  reuniones  del  Comité  Central  Confederal,  mayo  de  1940  y  octubre  de 
1942,  Buenos  Aires,  1942. 

114  Louise  Doy  on,  "El  crecimiento  sindical  bajo  el  peronismo",  Desarrollo  Económico,  Buenos 
Aires,  n°  57,  vol.  15,  abril-junio  de  1975,  p.  151;  véase  también  Rubén  Rotondare,  Realidad  y  cambio  en 
el  sindicalismo,  Buenos  Aires,  ed.  Pleamar,  1971,  ps.  131-165. 


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contribuyó  a  aislarlos  de  las  masas,  cuya  frustración  y  reivindicaciones,  fruto  de 
las  condiciones  en  que  vivían,  se  hacían  cada  vez  más  agudas. 

Desde  el  punto  de  vista  político,  la  oligarquía  había  gobernado  el  país  a 
partir  de  1930  como  si  nada  hubiera  cambiado.  La  Argentina  de  1943  exigía  la 
modernización  del  aparato  estatal,  de  la  administración  y  de  los  gobiernos 
provinciales,  la  construcción  de  nuevas  escuelas,  la  ampliación  de  la  red  de 
comunicaciones  terrestres  y  fluviales,  etc.  A  pesar  de  algunas  medidas  tomadas 
en  esta  dirección,  por  ejemplo  la  creación  de  la  flota  mercante  de  ultramar  en 
1941,  el  desequilibrio  entre  lo  que  el  país  necesitaba  y  la  política  de  la  clase 
dirigente  se  hacía  cada  vez  más  pronunciado.  El  estallido  de  la  Segunda  Guerra 
Mundial  indudablemente  agudizó  el  problema,  sobre  todo  para  las  fuerzas 
armadas,  que  también  enfrentaban  la  necesidad  de  modernizar  su 
equipamiento.  Ya  la  Guerra  Civil  Española  había  marcado  el  comienzo  de  un 
período  en  que  los  problemas  internacionales  y  las  divisiones  ideológicas  en 
torno  del  fascismo  habían  incidido  en  la  política  nacional.  Pero  lo  que  definió  la 
última  etapa  de  este  proceso  fue  la  Segunda  Guerra  Mundial,  pues  la 
declaración  de  neutralidad  por  parte  del  gobierno  argentino  provocó  el 
reagrupamiento  de  las  fuerzas  políticas  y  éste  se  acentuó  una  vez  que  los 
Estados  Unidos  entraron  en  la  guerra  y  comenzaron  a  presionar  al  gobierno 
argentino  para  que  modificara  su  política  exterior115. 

El  derrocamiento  de  Castillo  dejó  a  la  mayoría  de  los  argentinos 
indiferentes.  Para  ese  entonces,  las  elecciones  eran  ocasiones  en  que  se  ponía  de 
relieve,  cada  vez  con  mayor  impunidad,  el  talento  de  la  clase  dirigente  para 
falsear  resultados.  Para  Evita,  como  para  las  demás  mujeres  argentinas,  la 
posibilidad  de  nuevas  elecciones  no  era  asunto  demasiado  candente  pues 
aunque  los  resultados  influyeran  sobre  sus  vidas,  nada  podían  hacer  —  al  igual 
que  los  analfabetos  y  los  débiles  mentales  no  tenían  derecho  a  votar  en 
elecciones  presidenciales  —  .  De  todos  modos,  la  política  no  era  cosa  que  le 
preocupara.  En  este  sentido,  los  testimonios  de  sus  compañeros  de  trabajo  son 
unánimes:  lo  único  que  parecía  interesarle  era  ser  actriz. 

Hasta  mediados  de  1943,  su  vida,  como  la  de  los  provincianos  que 
desembarcaban  diariamente  en  las  estaciones  de  ferrocarril,  transcurrió  en  una 
lucha  constante  por  sobrevivir  y  triunfar.  Aunque  fijos  en  su  meta,  sus  ojos  no 
estaban  completamente  cerrados  a  lo  que  sucedía  a  su  alrededor.  La 
desocupación  y  el  hambre  eran  tan  viejos  conocidos  para  ella  como  para  miles 
de  porteños  pues  éstos  eran  los  años  de  las  ollas  populares,  de  las  grandes 
huelgas  —como  las  de  los  obreros  de  la  construcción—  de  reivindicaciones 
salariales  para  actores  y  de  las  deportaciones  de  dirigentes  sindicales.  Mucho 
más  tarde,  recordaría  cómo  la  habían  golpeado  la  pobreza  y  el  sufrimiento 
durante  esos  años.  "Los  síntomas  de  la  injusticia  social  en  que  vivía  nuestra 
Patria  se  me  aparecían  entonces  a  cada  paso;  en  cada  recodo  del  camino;  y  me 


Véase  O.  Edmund  Smith  Jr.,  Yankee  Diplomacy:  U.S.  Intervention  in  Argentina,  Dallas, 
Southern  Methodlst  University  Press,  1935;  Rogelio  García  Lupo,  Historia  de  unas  malas  relaciones, 
Buenos  Aires,  Jorge  Álvarez  Editor,  1964;  Alberto  A.  Conil  Paz  y  Gustavo  Ferrari,  Política  exterior 
argentina  1930-1962,  Buenos  Aires,  Huemul,  1964. 


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acorralaban  en  cualquier  parte  y  todos  los  días"116.  Los  oía  en  la  música  porteña 
por  excelencia,  el  tango,  que  reflejaba  en  sus  versos  las  desventuras  que  sufría  el 
pueblo117.  Los  veía  hasta  en  su  trabajo.  "Mi  vocación  artística  me  hizo  conocer 
otros  paisajes:  dejé  las  injusticias  vulgares  de  todos  los  días  y  empecé  a 
vislumbrar  primero  y  a  conocer  después  las  grandes  injusticias;  y  no  solamente 
las  vi  en  la  ficción  que  representaba  sino  también  en  la  realidad  de  mi  nueva 
vida.  Quería  no  ver,  no  darme  cuenta,  no  mirar  la  desgracia,  el  infortunio,  la 
miseria;  pero  más  quería  olvidarme  y  más  me  rodeaba  la  injusticia"118. 
"Probablemente  por  eso",  concluye  Evita,  "intenté  evadirme  de  mí  misma, 
olvidarme  de  mi  único  tema:  y  me  entregué  intensamente  a  mi  extraña  y 
profunda  vocación  artística"119. 

Pero  a  partir  de  junio  de  1943,  ya  no  le  fue  tan  fácil  evadirse  de  lo  que 
sucedía  a  su  alrededor.  Su  actividad  como  artista  de  radio  se  vio  afectada  en 
cuanto  el  nuevo  gobierno  asumió  sus  funciones  pues  tomó  el  control  de  las 
estaciones  de  radio  y  las  puso  en  manos  de  un  interventor.  En  la  segunda 
semana  de  junio,  todas  las  emisoras  recibieron  una  circular  que  regulaba  la 
publicidad  y  pedía  "la  total  eliminación  de  expresiones  radioteatrales  que 
contuvieran  cuadros  sombríos,  narraciones  sensacionalistas  o  relatos  poco 
edificantes,  el  uso  de  modismos  que  bastardean  el  lenguaje,  etc."120.  Durante  el 
mes  de  julio,  el  interventor  de  Correos  y  Telecomunicaciones,  coronel  Aníbal  F. 
Imbert,  siguió  emitiendo  circulares  para  recomendar  la  propalación  de  folklore 
en  vez  de  tangos,  determinar  el  número  de  radioteatros  de  treinta  minutos  cada 
uno  que  podían  emitir  las  estaciones  y  la  cantidad  de  capítulos  que  podían 
tener. 

Las  medidas  del  nuevo  gobierno  tenían  el  propósito  de  regular  un  medio 
de  comunicación  que  había  crecido  muy  rápidamente  y  sin  control.  La 
experiencia  de  otros  países  demostraba  que  era  un  poderoso  mecanismo  para 
influir  sobre  el  proceso  político  y  por  lo  tanto  debía  ser  supervisado  por  el 
Estado.  Como  los  programas  emitidos  por  todas  las  estaciones  debían  además 
ser  aprobados  por  el  interventor  de  Correos  y  Telecomunicaciones,  los  artistas 
comenzaron  a  desfilar  por  el  edificio  de  Correos  para  obtener  las  autorizaciones 
correspondientes.  Fueron  tantas  las  largas  horas  de  espera  en  la  antesala  del 
coronel  Imbert  que,  al  cabo  de  un  tiempo,  Evita  trabó  amistad  con  su  secretario, 
un  empleado  de  Correos  llamado  Oscar  Nicolini. 

Es  muy  posible  que  Nicolini  o  el  coronel  Imbert  influyeran  para  que 
Evita  pudiera  conseguir  en  los  meses  siguientes  la  firma  de  un  contrato  que 
marcó  su  vida  profesional.  Lo  cierto  es  que,  en  setiembre  de  1943,  Antena 
anunció  que  "la  celebrada  primera  actriz  Evita  Duarte,  artista  que  ha  adquirido 
amplio  y  justificado  renombre  a  través  de  una  larga  y  brillante  actuación  en 


p.  20. 


Eva  Perón,  op.  cit.,  p.  22. 

117  Véase  Carlos  Ossa,  "Los  tangos  de  la  escasez",  La  opinión  cultural,  1  de  noviembre  de  1975, 


118 

119 

120 


Eva  Perón,  op.  cit.,  p.  22. 

Ib  id,  p.  21. 

Antena,  17  de  junio  de  1943. 


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Evita 


emisoras  importantes",  iniciaría  un  ciclo  diario  de  biografías  de  mujeres 
ilustres121.  Sería  transmitido  por  Radio  Belgrano,  la  emisora  de  más  prestigio  en 
esos  momentos,  y  su  elenco  contaría  con  el  primer  actor  Florindo  Ferrario. 
Comenzaría  con  una  obra  original  de  los  escritores  Alberto  Insúa  y  Francisco 
Muñoz  Azpiri  titulada  La  amazona  del  destino,  basada  en  la  vida  de  Madame 
Lynch.  El  ciclo  se  inició  el  16  de  octubre  de  1943.  Se  transmitió  durante  todo  el 
año  1944,  con  alguna  interrupción  por  indisposición  de  Evita,  y  se  prolongó 
hasta  la  crisis  de  octubre  de  1945.  En  total  Evita  hizo  unas  dieciocho  biografías 
de  mujeres  ilustres,  casi  todas  escritas  por  Insúa  y  Muñoz  Azpiri.  Algunos  de 
sus  personajes  eran  reinas,  Isabel  de  Inglaterra  y  Alejandra  Feodorevna,  y  otras 
eran  grandes  artistas,  Isabel  Bernahrdt,  Isadora  Duncan,  etc.  La  única  biografía 
de  una  mujer  famosa  contemporánea  en  todo  el  ciclo  fue  la  de  Madame  Chiang 
Kai  Shek122. 

Algunos  han  querido  encontrar  en  este  ciclo  de  radioteatro  una  señal  de 
las  ambiciones  políticas  de  Evita  en  años  posteriores.  En  realidad,  no  era 
ninguna  novedad  en  la  radiotelefonía  argentina.  Ya  en  1941  Radio  Prieto  había 
ofrecido  una  serie  de  heroínas  sublimes,  otra  de  enamoradas  célebres,  así  como 
una  de  hombres  célebres.  Por  lo  demás,  otra  actriz,  mucho  más  famosa  que 
Evita  en  esos  momentos.  Mecha  Ortiz,  había  hecho  un  programa  de  mujeres 
ilustres.  Lo  que  este  ciclo  indica  es  que  por  primera  vez  Evita  trabaja  con 
libreros  escritos  exclusivamente  para  ella  y  no  para  la  figura  femenina  de  una 
compañía  de  radioteatro.  Hasta  entonces,  si  bien  encabezaba  la  compañía, 
compartía  el  título  de  primera  figura  con  un  actor  que  era  tan  importante  o  más 
que  ella,  como  por  ejemplo  el  caso  de  Pascual  Pelliciotta.  Finalmente,  los  temas 
en  sí  llevarían  a  pensar  que  la  serie  era  ligeramente  superior  al  tipo  de 
novelones  que  había  hecho  hasta  entonces. 

El  contrato  que  Evita  firmó  en  setiembre  de  1943  con  Radio  Belgrano 
puso  fin  a  los  años  más  duros  de  su  vida  de  actriz.  Al  poco  tiempo  se  mudó  a 


121  Antena,  30  de  setiembre  de  1943. 

122  La  lista  de  biografías  comprendía: 

La  amazona  del  destino  (Madame  Lynch) 

La  reina  de  los  reyes  (Lola  Montes) 

Llora  una  emperatriz  (Carlota) 

Mi  reino  por  un  amor  (Isabel  I  de  Inglaterra) 

Un  ángel  para  la  escena  (Sara  Bernhardt) 

Nieva  sobre  mi  ensueño  (Alejandra  Feodorevna) 

La  mujer  que  nos  dieron  (?) 

Sumisión  (Margarita  Weil  de  Paz) 

Argentina  es  mi  nombre  (?) 

Alucinación  (Rosario  López  Celaya) 

La  doncella  de  la  Martinica  (Josefina  de  Francia) 

La  danzarina  del  paraíso  (Isadora  Duncan) 

Una  mujer  en  la  barricada  (Madame  Chiang  Kai  Shek) 
Fuego  en  la  ciudad  muerta  (Eleanora  Duse) 

La  sangre  de  la  reina  huele  a  claveles  (Eugenia  de  Montijo) 
La  paloma  del  águila  (Lady  Hamilton) 

El  ajedrez  de  la  gloria  (Ana  de  Austria) 

Una  lágrima  al  viento  (Catalina  la  Grande) 


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un  pequeño  apartamento  del  Barrio  Norte123.  Se  la  vio  llegar  a  los  ensayos  con 
ropa  más  cara,  de  mejor  confección  y  elegantemente  peinada,  con  el  pelo  alto, 
recogido.  La  Evita  de  esta  época  ya  no  es  la  muchacha  callada,  de  sonrisa  dulce. 
Es  una  mujer  de  mirada  más  dura,  paso  firme,  que  tiene  el  triunfo  en  sus 
manos.  Los  años  le  han  dado  seguridad  en  sí  misma,  sabe  cuáles  son  las  reglas 
del  juego  y  no  deja  pasar  las  oportunidades  que  se  le  presentan,  vengan  de 
donde  vinieren.  Entre  los  numerosos  chismes  y  rumores  que  se  cuentan  sobre 
su  vida  de  actriz,  especialmente  en  lo  que  se  refiere  a  sus  posibles  relaciones 
amorosas  con  actores,  periodistas  o  dueños  de  radio,  le  atribuyen  un  penoso 
fracaso  sentimental.  Cuando  el  dolor  y  la  amargura  fueron  calmándose,  surgió 
una  nueva  Evita,  enteramente  volcada  a  su  trabajo,  que  no  permitía  que  nada  ni 
nadie  se  interpusiera  en  su  camino.  Debían  pasar  todavía  algunos  meses  para 
que  pudiera  descubrir  no  sólo  que  podían  quererla  con  generosidad,  sino  que 
ella  también  era  capaz  de  querer  de  nuevo.  "Ese  día  maravilloso",  recordaría 
años  más  tarde,  "fue  el  día  en  que  mi  vida  coincidió  con  la  de  Perón"124. 


123  Según  Pablo  Raccioppi  vivía  en  la  calle  Pellegrini  al  1300,  cerca  de  Libertador.  Véase  Borroni 
y  Vacca,  op.  cit.,  p.  90. 

124  Eva  Perón,  op.  cit.,  p.  32. 


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Capítulo  III 

El  encuentro  con  Perón 


El  objetivo  inmediato  de  las  fuerzas  armadas  que  se  sublevaron  el  4  de 
junio  de  1943  era  impedir  que  el  gobierno  de  Castillo  llevara  a  cabo  otras 
elecciones  fraudulentas.  Y  una  vez  obtenido  este  propósito,  pronto  quedó 
demostrado  que  los  hombres  que  habían  tomado  el  poder  carecían  de  criterio 
uniforme  para  encauzar  su  acción  de  gobierno.  Mientras  un  sector  de  las 
fuerzas  armadas  se  había  comprometido  con  el  movimiento  del  4  de  junio  para 
mantener  la  neutralidad  argentina  en  el  conflicto  mundial,  otro  lo  había  hecho 
precisamente  para  alterar  el  curso  de  ésta.  Por  otro  lado,  aunque  algunos 
oficiales  justificaban  la  intervención  de  las  fuerzas  armadas  por  la  situación 
imperante  en  el  país  y  sobre  todo  por  la  perspectiva  de  otras  elecciones 
viciadas,  no  estaban  dispuestos  a  apoyar  la  necesidad  de  poner  en  marcha 
reformas  fundamentales.  Querían  reordenar  las  cosas,  corregir  excesos 
perpetrados  durante  la  "década  infame",  "moralizar"  la  función  pública  y, 
después  de  un  tiempo,  asegurar  un  proceso  electoral  sin  fraude,  devolviendo 
así  el  gobierno  a  los  políticos.  Otros  en  cambio,  consideraban  que  el  4  de  junio 
marcaba  el  fin  de  la  era  del  fraude,  con  todo  lo  que  eso  comportaba,  y  que  había 
llegado  el  momento  de  poner  en  marcha  reformas  de  fondo125. 

En  un  primer  momento,  estas  posiciones  no  aparecieron  claramente 
definidas.  Sin  embargo,  a  medida  que  se  fueron  delineando,  afectaron  no  sólo  la 
composición  de  los  gabinetes  ministeriales  a  partir  del  4  de  junio,  sino  que 
eventualmente  causaron  la  caída  de  Ramírez  y  se  manifestaron  dentro  del 
propio  GOU,  la  logia  militar  que  jugó  un  papel  preponderante  en  los  meses 
previos  al  golpe  y  en  esta  etapa  inicial. 

En  la  confusión  reinante,  el  coronel  Juan  Domingo  Perón  pronto  se 
destacó  porque  parecía  tener  una  concepción  más  precisa  de  los  postulados  que 
debían  configurar  el  proceso  iniciado  el  4  de  junio.  Además,  al  poco  tiempo 
demostró  poseer  un  sentido  político  superior  al  de  sus  camaradas  de  armas, 
ambiciones  de  poder  y  un  talento  excepcional  para  ganar  adeptos  a  su  causa, 
una  vez  que  empezó  a  definirla. 


Véase  Robert  Potash,  The  Army  and  Politics  in  Argentina,  1928-1945.  Yrigoyen  to  Perón, 
Stanford,  Stanford  University  Press,  1969;  Enrique  Díaz  Araujo,  La  conspiración  del  '43.  El  GOU,  una 
experiencia  militante  en  la  Argentina,  Buenos  Aires,  ed.  La  Bastilla,  1971;  Juan  V.  Orona,  La  logia  militar 
que  derrocó  a  Castillo,  Buenos  Aires,  1966;  Rodolfo  Puiggrós,  El  peronismo:  sus  causas,  Buenos  Aires,  ed. 
Cepe,  1972. 


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Cuando  estalló  la  Revolución  del  4  de  junio,  el  coronel  Perón  era  un 
hombre  desconocido  en  los  medios  políticos.  En  cambio  su  prestigio  entre  sus 
camaradas  de  armas  era  muy  grande.  En  el  ambiente  castrense  se  le 
consideraba  un  brillante  oficial  de  carrera  y  un  intelectual.  Había  nacido  en 
Lobos,  provincia  de  Buenos  Aires,  el  8  de  octubre  de  1895  y,  después  de  pasar 
su  infancia  en  la  Patagonia,  había  ingresado  en  el  Colegio  Militar  en  1911,  de 
donde  se  recibió  como  el  oficial  más  joven  de  su  promoción126.  En  1926,  pasó  a 
la  Escuela  Superior  de  Guerra  y  unos  años  más  tarde,  de  1930  a  1936,  fue 
profesor  de  Historia  Militar  en  esa  misma  institución.  Tomó  parte  en  el  golpe 
militar  contra  Yrigoyen  y,  después  de  integrar  la  Secretaría  del  Ministerio  de 
Guerra  de  Uriburu,  fue  nombrado  agregado  militar  en  Chile. 

Su  afición  por  el  deporte,  ya  aparente  en  el  Colegio  Militar  donde  fue 
campeón  de  esgrima,  había  persistido  a  lo  largo  de  los  años.  Excelente  jinete  y 
esgrimista,  practicaba  toda  clase  de  deportes,  especialmente  el  esquí.  En  1939, 
fue  enviado  a  Europa  para  estudiar  los  programas  de  cursos  de  altas  montañas 
e  invierno.  Hizo  entonces  una  larga  estadía  en  Italia,  pero  aprovechó  para 
visitar  también  España,  Alemania,  Portugal,  Hungría  y  Austria.  Su  experiencia 
en  Europa,  en  plena  guerra  mundial  y  durante  un  período  en  que  el  fascismo 
estaba  en  auge,  tuvo  un  fuerte  impacto  en  él127.  De  nuevo  en  la  Argentina,  fue 
ascendido  a  coronel  y  se  incorporó  al  Centro  de  Instrucción  de  Montaña  en 
Mendoza,  en  calidad  de  oficial  de  Estado  Mayor.  En  1942  volvió  a  Buenos  Aires 
y  pasó  a  la  Inspección  de  Tropas  de  Montaña. 

A  los  treinta  y  tres  años  se  había  casado  con  Aurelia  Tizón,  una  jovencita 
de  veinte  años  que  se  dedicó  a  cuidar  de  su  casa  y  a  esperar  a  los  hijos  que 
nunca  vinieron.  Poco  después  que  Perón  volvió  a  Chile,  en  1938,  Aurelia,  o 
Potota  como  la  llamaban  sus  familiares  y  amigos,  se  enfermó  de  cáncer.  Murió 
el  10  de  setiembre  de  1938  y  le  administró  la  extremaunción  un  joven  sacerdote 
jesuita,  amigo  de  la  familia,  llamado  Hernán  Benítez. 

En  los  medios  castrenses,  la  reputación  de  Perón  como  intelectual 
provenía  de  su  dedicación  al  estudio  de  todo  lo  relacionado  con  estrategia 
militar,  especialmente  desde  el  punto  de  vista  histórico.  Había  publicado  varios 
trabajos,  entre  otros,  un  análisis  del  frente  oriental  en  la  Primera  Guerra 
Mundial,  una  historia  de  la  Guerra  Ruso-Japonesa  y  una  obra  sobre  la  estrategia 
de  San  Martín  en  las  operaciones  de  la  campaña  de  los  Andes128.  Pero  además 
de  ser  un  estudioso,  era  un  maestro  nato  que  exponía  con  facilidad,  claridad  y 
entusiasmo,  tanto  en  sus  clases  de  la  Escuela  Superior  de  Guerra,  como  en  el 
Centro  de  Instrucción  de  Montaña,  o  en  cualquier  oportunidad  en  que 
encontrara  un  auditorio.  Desde  su  regreso  de  Europa,  esa  pasión  suya  por  dar 
charlas  y  conferencias  a  sus  camaradas  de  armas  se  había  intensificado,  y  en 


Véase  Enrique  Pavón  Pereyra,  Perón,  1895-1942,  Buenos  Aires,  ed.  Espino,  1952;  Fermín 
Chávez,  Perón  y  el  peronismo  en  la  historia  contemporánea,  Buenos  Aires,  ed.  Oriente,  1975;  Jorge 
Newton,  Perón  el  visionario,  Buenos  Aires,  sin  editor,  1955. 

127  Declaración  de  Perón  a  Félix  Luna,  reproducida  en  Félix  Luna,  El  45.  Crónica  de  un  año 
decisivo,  Buenos  Aires,  Sudamericana,  1972,  ps.  58-59. 

128  Véase  Pavón  Pereyra,  op.  cit.,  ps.  163-179. 


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múltiples  ocasiones  analizaba  la  situación  europea,  los  cambios  acaecidos  en 
Italia  bajo  el  fascismo  que  tan  favorablemente  lo  había  impresionado,  las 
enseñanzas  que  se  podían  extraer  de  la  situación  internacional  y  los  efectos  de 
la  Segunda  Guerra  Mundial  en  el  Ejército  Argentino129. 

Su  nombre  comenzó  a  adquirir  trascendencia  fuera  de  los  ámbitos 
castrenses  poco  después  de  la  Revolución  del  4  de  junio.  El  27  de  octubre  de 
1943  se  hizo  cargo  del  Departamento  Nacional  del  Trabajo  y  exactamente  un 
mes  más  tarde  esa  dependencia  fue  transformada  en  Secretaría  de  Trabajo  y 
Previsión,  dependiente  de  la  Presidencia.  Perón  demostró  estar  convencido  de 
la  necesidad  de  imprimir  un  contenido  social  al  movimiento  militar,  aun  antes 
de  estar  a  cargo  de  la  Secretaría.  Cuando  era  solamente  secretario  del  ministro 
de  Guerra,  general  Edelmiro  J.  Farrell,  había  mantenido  entrevistas  con 
dirigentes  gremiales  por  intermedio  de  su  amigo  y  colaborador,  el  teniente 
coronel  Domingo  A.  Mercante,  hijo  de  un  ferroviario.  Pero  en  esta  etapa  sus 
tentativas  de  ganar  la  confianza  de  los  dirigentes  gremiales  se  diluían  ante  la 
política  represiva  del  gobierno  de  Ramírez.  El  21  de  julio  había  disuelto  la  CGT 
n°  2,  que  era  la  central  obrera  más  combativa;  el  24  de  agosto  había  intervenido 
la  Unión  Ferroviaria  y  La  Fraternidad  y,  además  de  atacar  varios  sindicatos 
controlados  por  el  Partido  Comunista,  había  encarcelado  a  numerosos 
dirigentes  obreros. 


129 


Luna,  op.  c¡t.,  p.  60. 


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4  de  junio  de  1946:  en  la  escalinata  del  Congreso  Nacional  de  Buenos  Aires,  al  asumir  la 
presidencia  el  general  Perón,  aparecen  Evita  y  la  señora  de  Quijano.  En  segunda  jila, 
entre  ambas,  Eilian  Lagomarsino  de  Guardo. 


Una  vez  en  el  Departamento  Nacional  del  Trabajo,  los  esfuerzos  de  Perón 
comenzaron  a  dar  frutos,  especialmente  después  de  que  fue  transformada  en 
Secretaría  y  que  reunió  a  su  alrededor  un  excelente  grupo  de  colaboradores 
entre  los  que  se  destacaban  Mercante,  su  sobrino  Hugo  Mercante,  el  mayor 
Fernando  Estrada,  el  capitán  Héctor  Russó  y  el  Dr.  José  Figuerola,  jefe  de 
Estadísticas  del  ex  Departamento.  Entre  los  primeros  pasos  que  dio  Perón 
cuando  se  hizo  cargo  de  la  Secretaría  fue  la  derogación  del  Reglamento  de 
Asociaciones  Profesionales,  decretado  por  Ramírez  y  repudiado  por  los  obreros 


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por  considerarlo  totalitario,  y  el  nombramiento  de  Mercante  como  interventor 
de  la  Unión  Ferroviaria  y  de  La  Fraternidad. 

Perón  tenía  en  esta  época  cuarenta  y  ocho  años.  Alto,  fornido,  de  aspecto 
vigoroso  y  rebosante  de  salud,  tenía  una  sonrisa  amplia  y  contagiosa  que  atraía 
inmediatamente.  Extrovertido  y  conversador,  irradiaba  ya  un  magnetismo 
excepcional.  Desplegaba  una  actividad  asombrosa  que  empezaba  de 
madrugada  en  la  Secretaría  de  Guerra,  continuaba  después  de  una  corta  siesta 
en  la  Secretaría  de  Trabajo  y  Previsión  Social  y  se  prolongaba  luego  en 
reuniones  en  su  departamento  de  Arenales  y  Coronel  Díaz.  Mantenía  frecuentes 
entrevistas  con  dirigentes  sindicales  y  políticos  en  las  que  explicaba  los 
propósitos  de  la  Revolución  y  escuchaba  también  atentamente  las  dificultades 
que  le  exponían,  pero  además  encontraba  tiempo  para  asistir  a  funciones 
oficiales  y  hacer  visitas  semi-oficiales.  Así  por  ejemplo,  a  principios  de 
diciembre  visitó  Radio  Belgrano  y  recorrió  las  instalaciones  de  la  emisora, 
donde  le  sirvieron  un  vino  de  honor130.  Unos  días  más  tarde,  volvió  de  nuevo  a 
esa  emisora  para  asistir  a  la  inauguración  de  "Estampas  porteñas",  un  ciclo 
teatral  dirigido  por  Arsenio  Mármol.  La  obra  que  comenzaba  a  irradiarse  se 
titulaba  Alucinados  y  trataba  de  la  despoblamiento  del  campo  argentino131.  En 
esta  oportunidad  lo  acompañó  una  joven  mujer  que  la  prensa  describió 
inexplicablemente  como  su  hija  y  que  en  esos  meses  salía  frecuentemente  con 
Perón. 

No  ha  sido  posible  determinar  si  Perón  conoció  a  Evita  en  estas 
publicitadas  visitas  suyas  a  Radio  Belgrano.  La  versión  más  aceptada  sitúa  el 
momento  en  el  estadio  Luna  Park,  el  22  de  enero  de  1944,  durante  un  festival 
artístico  a  beneficio  de  las  víctimas  del  terremoto  de  San  Juan132.  Es  indudable 
que  esa  noche  Perón  y  Evita  estuvieron  juntos  en  el  Luna  Park,  que  conversaron 
animadamente  y  que  a  partir  de  esa  fecha  se  inicia  un  vínculo  entre  ellos.  Pero 
en  realidad,  para  ese  entonces  ya  se  habían  visto  por  lo  menos  una  vez  y  el 
encuentro  había  tenido  lugar  unos  días  antes  en  la  Secretaría  de  Trabajo  y 
Previsión. 

El  15  de  enero  de  1944,  un  violento  terremoto  sacudió  la  provincia  de  San 
Juan  sembrando  el  pánico  en  la  población  y  dejando  un  saldo  de  miles  de 
muertos  y  heridos.  El  Ejército  se  hizo  cargo  de  la  ayuda,  enviada  de  inmediato, 
pero  la  Secretaría  de  Trabajo  pronto  se  convirtió  por  iniciativa  de  Perón  en  un 
centro  de  coordinación  para  recolectar  fondos  para  socorrer  a  las  víctimas  del 
siniestro  y  reconstruir  la  ciudad.  Respondiendo  a  sus  llamadas  de  pedido  de 
colaboración  surgieron  numerosas  comisiones  de  ayuda,  entre  ellas,  una 
integrada  por  actores  y  actrices  que  se  comprometieron  a  organizar  un  festival 
artístico  y  también  a  participar  en  colectas  callejeras.  Acompañados  por 
soldados  o  marinos  salieron  con  sus  alcancías  a  pedir  dinero  para  las  víctimas 
del  terremoto  en  los  días  previos  al  festival.  Evita  también  lo  hizo  y  es 


130  Antena,  9  de  diciembre  de  1943. 

131  Radiolandia,  25  de  diciembre  de  1943. 

132  Borroni  y  Vacca,  op.  cit.,  ps.  71-72.  Sintonía,  1  de  febrero  de  1944,  publica  varias  fotos  del 
festival,  inclusive  una  en  que  aparecen  Perón  y  Evita  sentados  uno  al  lado  del  otro,  hablando. 


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precisamente  durante  esos  días,  cuando  iba  a  Trabajo  y  Previsión  a  buscar  y 
luego  depositar  su  alcancía,  que  conoció  a  Perón.  Radiolandia  publicó  una  foto 
del  vicepresidente  Farrell  presenciando  el  recuento  de  las  urnas  traídas  por  los 
artistas  en  un  día  de  colecta  y  entre  los  asistentes  estaban  Perón  y  Evita133. 

A  pesar  de  que  en  La  razón  de  mi  vida  Evita  describe  el  día  que  conoció  a 
Perón  como  "un  día  maravilloso",  no  agrega  ningún  detalle  adicional.  Por  su 
parte,  éste  ha  sido  apenas  más  explícito.  Evita  entró  en  su  vida  "como  traída  por 
el  destino",  recuerda  en  su  libro  Del  poder  al  exilio.  "Fue  un  trágico  terremoto  que 
se  abatió  sobre  la  provincia  de  San  Juan,  en  la  Cordillera,  y  destruyó  casi  por 
entero  la  ciudad,  quien  me  hizo  encontrar  a  mi  mujer."  Entre  todas  las  personas 
que  fueron  a  la  Secretaría  de  Trabajo,  "había  una  mujer  joven  de  aspecto  frágil 
pero  de  voz  resuella,  de  cabellos  rubios  que  dejaba  caer  sobre  su  espalda  y  de 
ojos  afiebrados.  Decía  llamarse  Eva  Duarte,  era  actriz  de  teatro  y  radio  y  quería 
concurrir  de  cualquier  manera  a  las  obras  de  socorro  para  la  desgraciada 
población  de  San  Juan".  Perón  la  describe  hablando  con  vivacidad  y  con  fuerza. 
"Yo  la  miraba  y  sentía  que  sus  palabras  me  conquistaban;  estaba  casi  subyugado 
por  el  valor  de  su  voz  y  de  su  mirada.  Eva  era  pálida,  pero  mientras  hablaba  su 
rostro  se  encendía  como  una  llama.  Tenía  las  manos  enrojecidas  y  los  dedos 
entrecruzados,  era  un  manojo  de  nervios."134 

No  obstante  los  recuerdos  de  Perón,  no  todo  lo  precisos  que  sería  de 
desear  pues  entre  otras  cosas  Evita  no  era  rubia  en  ese  momento  sino  morena, 
es  probable  que  en  esos  días  no  tuvieran  ocasión  de  conversar  detenidamente  y 
que  ésta  se  presentó  por  primera  vez  la  noche  del  22  de  enero,  durante  el 
festival  artístico.  Desde  temprano  se  habían  agotado  las  entradas  y  el  estadio 
desbordaba  de  público  que  aguardaba  impaciente  la  larga  nómina  de  artistas 
que  iban  a  actúa.  Perón  llegó  sonriente  como  de  costumbre,  resplandeciente  en 
su  uniforme  blanco,  acompañando  al  presidente  Ramírez  y  su  esposa.  Evita, 
vestida  de  negro,  guantes  hasta  el  codo  y  un  sombrero  de  pluma  blanca,  fue  al 
Luna  Park  con  una  cantante  amiga  suya,  Rita  Molina.  Ramírez  improvisó  unas 
palabras  y  lo  siguió  Perón  con  un  discurso  que  mereció  una  estruendosa 
ovación.  Luego  comenzó  el  espectáculo  y  durante  el  mismo,  Evita  y  su  amiga  se 
acercaron  a  Perón,  sentándose  a  su  lado  a  conversar.  Cuando  terminó  la  velada, 
a  eso  de  las  dos  de  la  mañana,  Perón  y  Evita  se  fueron  juntos. 

No  es  difícil  imaginar  por  qué  Evita  se  acercó  a  él  aquella  noche.  Su 
nombre  había  adquirido  cierta  popularidad,  a  raíz  de  sus  actividades  para 
ayudar  a  las  víctimas  del  terremoto.  Además  de  ser  buen  mozo  y  viudo,  parecía 


Radiolandia,  8  de  febrero  de  1944.  Evita  recolectó  $  663,10  con  su  alcancía.  La  artista  que 
más  recaudó  fue  Libertad  Lamarque:  $  3.802,90.  Véase  Radiolandia,  8  de  abril  de  1944. 

134  Juan  Perón,  Del  poder  al  exilio.  Cómo  y  quiénes  me  derrocaron,  Buenos  Aires,  sin  editor,  sin 
fecha,  p.  51.  Esta  es  una  colección  de  testimonios  periodísticos  de  Perón.  Posiblemente  por  eso  no  han 
tenido  en  cuenta  algunos  detalles  ya  que  comete  errores.  Tal  como  indicamos,  Evita  no  era  rubia  en  ese 
momento,  se  tiñó  el  pelo  después  de  conocer  a  Perón.  Él  no  era  ministro  de  Trabajo  sino  solamente 
secretario.  Más  adelante  indica  que  Evita  participó  en  la  campaña  electoral  "hablando  siempre, 
incitando  a  los  desheredados  a  unirse  a  nosotros  en  la  batalla",  cuando  sus  discursos  no  aparecen 
mencionados  en  ninguna  publicación  y  ninguno  de  sus  colaboradores  los  recuerda.  Véase  también 
Panorama,  24  de  abril  de  1970. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


diferente  de  los  otros  militares.  Mientras  éstos  exhibían  sus  caras  serias,  de 
ceños  preocupados  y  con  gestos  poco  acostumbrados  a  los  fotógrafos,  él 
aparecía  radiante,  siempre  dispuesto  a  sonreír,  como  si  enfrentarse  a  la  prensa 
hubiera  sido  una  actividad  natural  en  él  y  disfrutara  enormemente  de  todo  lo 
que  acontecía.  Esa  misma  mañana  había  acompañado  a  un  grupo  de  artistas  por 
la  calle  Florida,  como  un  simple  soldado.  Durante  el  festival,  fue  el  centro  de 
atracción,  y  cuando  Evita  comenzó  a  hablar  con  él,  se  encontró  con  un  hombre 
simpático,  bromista,  de  sonrisa  seductora  y  con  el  cual  se  sintió  inmediatamente 
cómoda.  A  los  pocos  días,  ella  era  su  única  compañía  femenina,  y  poco  tiempo 
después  ya  vivían  juntos  en  el  departamento  de  Perón.  Allí  afirma  haberla 
conocido  Arturo  Jauretche  en  ocasión  de  una  visita  en  el  mes  de  abril135. 

El  vínculo  entre  Perón  y  Evita  se  consolidó  en  los  días  siguientes  al 
festival,  a  pesar  de  ser  ése  un  momento  de  intensa  agitación  política,  motivada 
por  la  ruptura  de  relación  con  el  Eje,  el  26  de  enero  de  1944.  En  esa  semana 
Perón  y  Evita  se  mostraron  juntos  en  público  por  primera  vez.  Acompañado 
por  su  amigo  Mercante,  Perón  asistió  a  la  transmisión  del  programa  radioteatral 
de  Evita  y  una  vez  terminado  éste,  posaron  todos  para  los  fotógrafos136. 

La  presencia  del  coronel  Perón  en  Radio  Belgrano  tenía  el  obvio 
propósito  de  darle  un  espaldarazo  a  Evita.  Pero  antes  de  que  ésta  pudiera  sacar 
provecho  de  su  amistad  con  él,  vislumbró  los  peligros  implícitos  en  la  vida  de 
un  hombre  con  ambiciones  políticas.  El  24  de  febrero  estalló  finalmente  la  crisis 
que  se  estaba  gestando  desde  la  ruptura  de  relaciones  con  Alemania  y  Japón,  y 
tanto  Farrell  como  Perón  vieron  peligrar  sus  posiciones.  Reaccionando 
enérgicamente,  consiguieron  a  su  vez  forzar  la  renuncia  de  Ramírez.  Al  día 
siguiente,  Farrell  asumía  la  presidencia  y,  el  26,  Perón  era  nombrado  ministro 
de  Guerra137. 

Pasado  el  susto,  la  relación  de  Evita  con  Perón  empezó  a  producir 
resultados  concretos  para  su  carrera  artística.  Los  directores  de  Radio  Belgrano 
decidieron  dar  mayor  publicidad  a  sus  programas:  en  febrero  la  vida  de  Isabel 
de  Inglaterra,  en  marzo  la  de  Sarah  Bernhardt  y  en  abril  la  de  Alejandra 
Feodorevna.  Firmaron  un  nuevo  contrato  con  ella  por  doce  meses  con  un 
sueldo  de  35.000  pesos  mensuales,  "la  cifra  más  alta  que  conoce  la  radiotelefonía 
hasta  el  presente",  declararía  Evita  orgullosamente  en  un  reportaje138.  En  el  mes 
de  marzo,  le  dieron  un  almuerzo  para  celebrar  sus  seis  meses  de  actuación  en  la 
emisora  y  la  renovación  de  su  contrato  para  el  resto  del  año  y  el  siguiente.  Y 
como  si  esto  fuera  poco,  firmó  un  contrato  con  los  Estudios  San  Miguel  para 
filmar  una  película  por  la  cual  le  pagarían  30.000  pesos.  Resultó  ser  La  cabalgata 
del  circo. 

La  filmación  de  esta  película,  que  contaba  con  un  elenco  encabezado  por 
Libertad  Lamarque  y  Hugo  del  Carril,  bajo  la  dirección  de  Mario  Soffici, 
comenzó  en  la  segunda  quincena  de  marzo  y  durante  la  misma  tuvo  lugar  el 


Testimonio  de  Jauretche  reproducido  en  Borroni  y  Vacca,  op.  cit.,  p.  85. 
Radiolandia,  5  de  febrero  de  1945. 

Ver  Potash,  op.  cit.,  ps.  233-237. 

Radiolandia,  7  de  abril  de  1945. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


famoso  incidente  entre  Evita  y  la  primera  actriz  Libertad  Lamarque,  al  que  tanta 
importancia  le  han  dado  los  enemigos  de  Evita.  Las  versiones  sobre  éste  varían. 
Van  desde  la  negación  de  que  el  incidente  existió,  hasta  la  descripción  de  una 
violenta  discusión  entre  las  dos  por  celos  que  terminó  con  Libertad  Lamarque 
dándole  una  sonora  bofetada  a  Evita139. 

Los  que  creen  que  el  incidente  tuvo  lugar,  lo  presentan  generalmente 
como  un  ejemplo  más  del  carácter  vengativo  de  Evita,  ya  que  una  vez  que 
Perón  subió  al  poder  no  habría  permitido  que  Libertad  Lamarque  trabajara  en 
la  Argentina  —de  hecho  su  última  película  en  el  país  es  de  1947  y  no  volvió  a 
filmar  en  estudios  porteños  hasta  diez  años  más  tarde  —  .  En  la  autobiografía 
que  publicó  en  1986,  Libertad  Lamarque  no  explica  por  qué  se  fue  de  la 
Argentina  en  1946.  Ella  era  una  de  las  pocas  artistas  argentinas  con  renombre 
continental.  Para  esa  fecha  había  filmado  diecisiete  películas  en  la  Argentina  y 
había  grabado  numerosos  discos.  Fue  a  México  después  de  una  gira  por  Cuba, 
Colombia  y  otros  países  porque  allí  le  ofrecían  contratos  de  trabajo  por  lo 
menos  desde  1943,  mientras  que  en  la  Argentina  la  producción  cinematográfica 
había  decaído  por  la  falta  de  película  virgen.  En  1942  hubo  56  estrenos,  en  1943 
la  cifra  bajó  a  34  y  en  1945,  a  22. 140 

Desde  comienzos  de  la  década  de  los  cuarenta,  las  revistas  de  cine 
publicaban  numerosos  artículos  dedicados  a  este  problema.  Se  quejaban  de  la 
falta  de  apoyo  del  gobierno  a  la  industria  cinematográfica,  se  lamentaban  de  las 
consecuencias  que  iba  a  tener  la  falta  de  celuloide  y,  a  medida  que  pasaba  el 
tiempo,  señalaban  que  iba  a  resultar  en  el  éxodo  de  artistas  a  países  como 
México,  donde  no  había  dificultades  en  obtener  película  virgen  de  los  Estados 
Unidos.  En  1942,  México,  con  una  industria  de  cine  incipiente,  recibía  9.000.000 
de  metros  de  celuloide,  en  1943  unos  11.400.000  metros  y  en  1944  entre  12  y 
13.000.000,  mientras  que  la  Argentina  solamente  recibía  3.600.000  en  1943  y  una 
cifra  menor  en  1944.141  En  un  número  de  agosto  de  1945,  Radiolandia  volvía  a 
insistir  sobre  el  tema,  anunciando  que  ya  ciertas  productoras  habían 
suspendido  temporariamente  los  contratos  de  muchas  de  sus  figuras  y  hasta  de 
directores,  aduciendo  la  absoluta  imposibilidad  de  seguir  filmando,  por  la 
carencia  de  celuloide142.  El  motivo  de  discordia  con  los  productores 
norteamericanos  era  un  decreto  del  Poder  Ejecutivo  por  el  cual  todo  celuloide 
importado  pasaba  a  manos  del  Estado  y  éste  lo  distribuía  según  su  parecer. 
Pero  el  entredicho  formaba  parte  de  las  diferencias  que  enfrentaban  a  la 
Argentina  y  los  Estados  Unidos,  cuyas  relaciones  durante  todo  este  período 
eran  muy  tirantes. 

En  su  autobiografía  Libertad  Lamarque  cuenta  que  después  de  filmar 
dos  películas,  una  de  ellas  con  Jorge  Negrete  y  dirigida  por  Luis  Buñuel,  volvió 
a  la  Argentina  en  1948  para  el  cumplir  un  contrato.  Allí  se  encontró  con  que  no 
se  le  permitía  trabajar  y  se  fue  de  nuevo  a  México,  donde  la  esperaban  más 


Borroni  y  Vacca,  op.  cit.,  p.  73;  José  Gapsitski,  "Prehistoria  de  Eva  Perón",  op.ciUV1 14- 
Di  Núbila,  op.  cit.,  voi  II,  p.  9. 

Radiolandia,  11  de  marzo  de  1944. 

Radiolandia,  11  de  agosto  de  1945. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


películas.  Por  lo  tanto  corrobora  la  versión  de  su  "prohibición"  pero  no  da  una 
explicación,  aunque  acusa  a  Evita  de  manera  indirecta143.  De  hecho  cuando  la 
industria  cinematográfica  argentina  salió  de  su  crisis,  ella  no  volvió  a  filmar  en 
la  Argentina.  Pero  si  no  le  ofrecieron  contratos  en  su  país,  no  quiere  decir 
necesariamente  que  haya  sido  por  orden  expresa  de  Evita.  Por  otro  lado,  como 
lo  señaló  Mario  Soffici,  Libertad  Lamarque  entró  y  salió  de  la  Argentina 
durante  los  años  en  que  gobernó  Perón,  sin  ningún  impedimento144. 

En  cuanto  al  incidente  en  sí,  ella  niega  que  hubo  un  enfrentamiento  entre 
las  dos  y  que  le  dio  una  bofetada.  Confiesa  que  hubo  dificultades  durante  la 
filmación  debidas  exclusivamente  a  los  desplantes  de  Evita,  pues  llegaba  tarde, 
no  cumplía  con  sus  obligaciones  laborales  y  se  hacía  esperar  por  todos, 
inclusive  por  Libertad  Lamarque.  En  dos  ocasiones.  Evita  le  pidió  una 
invitación,  pero  ella  se  rehusó  a  acceder  a  su  pedido,  insinuando  que  ésta  habría 
sido  la  verdadera  razón  por  la  cual  Evita  se  disgustó  con  ella.145 

Parecería  que  el  incidente,  si  es  que  tuvo  lugar,  fue  indebidamente 
exagerado.  Existieron,  eso  sí,  tensiones,  y  fueron  motivadas  tanto  por  la 
personalidad  de  Libertad  Lamarque  como  por  la  de  Evita.  Aquélla  era  en  esos 
momentos  la  actriz  mejor  pagada  del  cine  argentino,  una  cantante  de  tangos  de 
enorme  popularidad  y  estaba  acostumbrada  a  comportarse  como  una  "estrella". 
Ya  en  1941  sus  excesos  divísticos  habían  llegado  a  tal  punto  que  motivaron  la 
publicación  de  una  crítica  muy  dura  en  Antena146.  Por  otra  parte,  la  popularidad 
de  Evita  iba  en  aumento.  Se  hacía  fotografiar  por  la  famosa  fotógrafa  Anemarie 
Heinrich  y  Antena  publicaba  su  foto  en  la  portada,  el  primer  retrato  de  Evita  con 
el  pelo  teñido  de  rubio147.  Unos  días  más  tarde,  Radiolandia  salía  a  la  calle 
también  con  la  foto  de  Evita  en  la  portada  y  en  ese  mismo  mes  de  junio 
empezaba  la  irradiación  de  un  segundo  programa  de  radioteatro,  una  serie  de 
novelas  policiales148.  Estos  factores,  juntamente  con  el  respaldo  que  le  ofrecía  su 
vínculo  con  Perón,  deben  haber  influido  en  el  comportamiento  de  Evita.  Se 
sentía  lo  suficientemente  protegida  como  para,  a  su  vez,  tomar  actitudes 
arrogantes  y  también  demostrar  sin  miramientos  su  impaciencia  ante  los 
desplantes  de  Libertad  Lamarque.  Según  Mario  Soffici,  que  la  dirigió  en  dos 
películas.  Evita  no  era  así  con  todo  el  mundo  pues  "aceptaba  con  disciplina 
todas  las  indicaciones,  sin  complejos  divísticos"149.  Se  mostraba  deseosa  de 
aprender,  era  una  verdadera  profesional.  "Fue  respetuosa  con  el  trabajo  de  sus 
compañeros  y  con  su  propio  trabajo."150 


Libertad  Lamarque,  Buenos  Aires:  Javier  Vergara  Editor,  1986,.  ps.  205-240. 

144  Testimonio  de  Mario  Soffici  en  La  Opinión  Cultural,  22  de  julio  de  1973,  p.4. 

145  Libertad  Lamarque,  Ídem. 

146  Antena,  16  de  octubre  de  1941.  Soffici  también  dice  que  Libertad  Lamarque  era  una  diva.  La 
Opinión  Cultural,  22  de  julio  de  1973. 

147  Antena,  1  de  junio  de  1944.  Esta  revista  publicó  otras  dos  portadas  con  la  foto  de  Evita:  el  21 
de  setiembre  de  1944  y  el  15  de  febrero  de  1945. 

148  Radiolandia,  3  de  junio  de  1944. 

149  Testimonio  de  Mario  Soffici  en  La  Opinión  Cultural,  22  de  julio  de  1973 

150  f  , 

Idem 


62 


Marysa  Navarro 


Evita 


El  palacio  Unzué,  residencia  presidencial  entre  1946  y  1955, 
en  Avenida  del  Libertador  y  Austria 


Tampoco  puede  descontarse  que  la  situación  política  no  haya  influido  en 
las  tensiones  que  surgieron  durante  la  filmación.  Para  ese  entonces,  la  acción  de 
Perón  desde  la  Secretaría  de  Trabajo  y  Previsión  se  estaba  convirtiendo  en  el 
blanco  de  las  críticas  de  la  oposición,  es  decir,  la  mayoría  de  los  radicales,  los 
conservadores,  los  demócrata-progresistas,  los  socialistas  y  comunistas,  o  sea, 
las  llamadas  "fuerzas  democráticas".  Para  la  oposición,  el  grupo  de  militares  que 
gobernaba  la  Argentina  era  indiscutiblemente  nazi  y  Perón  más  que  ningún 
otro.  Se  perfilaba  además  como  un  hombre  muy  peligroso,  tanto  por  sus  ideas 
como  por  su  acción  "demagógica"  y  el  poder  que  había  concentrado  en  sus 
manos.  A  partir  del  7  de  julio  de  1944  no  solamente  ocupaba  la  Secretaría  de 


63 


Marysa  Navarro 


Evita 


Trabajo  y  Previsión  y  el  Ministerio  de  Guerra,  sino  también  la  Vicepresidencia 
de  la  República151. 


El  palacio  de  Unzué,  demolido  en  1956  para  terminar  con  uno  de  los  mitos  populares 
peronistas,  y  para  dejar  lugar,  años  más  tarde,  a  la  construcción  del  gigantesco  edificio 

de  la  Biblioteca  Nacional. 


Sin  ser  una  militante,  Libertad  Lamarque,  hija  de  anarquistas,  estaba  en 
la  oposición.  Durante  una  gira  por  el  Brasil,  había  cantado  para  las  fuerzas 
expedicionarias  brasileñas  que  iban  a  luchar  contra  el  Eje152.  En  el  mes  de 
setiembre  de  1945,  hubo  un  festival  en  el  Luna  Park  para  recolectar  fondos  para 
los  demócratas  que  acababan  de  salir  de  la  cárcel  y  ella  participó  en  éste.  Fue 
también  una  de  las  artistas  que  desfilaron  ese  mismo  mes  en  la  célebre  Marcha 
por  la  Constitución  y  la  Libertad153. 

Por  su  parte.  Evita  estaba  públicamente  ligada  a  Perón.  Vivían  juntos  en 
dos  apartamentos  contiguos  en  la  calle  Posadas  y  muchas  veces  él  iba  a  buscarla 
a  los  Estudios  San  Miguel  en  su  auto.  Por  lo  tanto,  en  el  ambiente  en  el  que  ella 
actuaba,  el  odio  que  se  estaba  gestando  contra  Perón,  implícitamente  abarcaba  a 
Evita.  Además,  hablaba  constantemente  de  él,  de  su  trabajo  en  la  Secretaría,  y  lo 


Alberto  Ciria,  op.  cit.,  ps.  112-113,  y  Rodolfo  Pulggrós,  El  peronismo,  op.  cit..  ps.  49-51. 
Algunos  años  más  tarde,  el  nazismo  de  Perón  inspiró  a  Silvano  Santander  para  que  escribiera  su 
tristemente  famoso  Técnica  de  una  traición.  Juan  D.  Perón  y  Eva  Duarte  agentes  del  nazismo  en 
Argentina,  Montevideo,  sin  editor,  1953. 

152  Radiolandia,  12  de  febrero  de  1944. 

153  Radiolandia,  15  de  setiembre  de  1945  y  29  de  setiembre  de  1945. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


defendía  cuando  lo  atacaban  pues  comenzaba  a  identificarse  con  sus  ideas. 
Juntamente  con  un  grupo  de  gente  que  trabajaba  en  radio  organizó  la 
Agrupación  Radial  Argentina.  Nombrada  presidente  de  ésta,  el  6  de  mayo  de 
1944  la  nueva  agrupación  había  pedido  reconocimiento  como  la  única  entidad 
que  podía  representar  a  artistas  de  radio.  La  Secretaría  de  Trabajo  accedió  al 
pedido  y  así  lo  anunció  Perón  en  un  acto  que  tuvo  lugar  en  esa  repartición154. 

Pero  mucho  más  significativa  que  la  formación  de  esta  agrupación  es  su 
participación  en  un  programa  que  comienza  a  irradiarse  el  17  de  junio  de  1944, 
es  decir,  cuando  todavía  no  había  terminado  la  filmación  de  La  cabalgata.  El 
título  de  este  nuevo  programa  era  Hacia  un  futuro  mejor.  El  número  de  actores 
que  participaban  en  esta  emisión  variaba,  pero  el  tema  era  siempre  el  mismo:  la 
obra  de  la  Revolución  del  4  de  junio  y  el  impacto  del  coronel  Perón  en  ésta. 
Hacia  un  futuro  mejor  era  un  programa  de  propaganda  y  en  él  Evita  hacía  de  una 
mujer  del  pueblo  que  llamaba  a  todos  los  argentinos  a  responder  a  la 
revolución.  Los  autores  de  los  libretos  eran  Francisco  Muñoz  Azpiri,  el  mismo 
que  escribía  su  ciclo  de  mujeres  ilustres  y  desde  el  9  de  junio  de  1944  era 
director  de  la  Sección  Propaganda  de  la  Subsecretaría  de  Informaciones  de  la 
Presidencia,  y  Antonio  E.  Giménez,  que  también  escribía  libretos  radioteatrales 
para  Evita,  los  de  sus  novelas  de  misterio. 

El  lunes  14  de  agosto  de  1944,  Hacia  un  futuro  mejor  dedicó  su  emisión  al 
tema  "La  Revolución  de  los  soldados  será  del  pueblo  argentino".  Comenzaba  con  el 
siguiente  texto  del  locutor,  sobre  un  fondo  de  música  militar:  "Aquí,  en  el 
revuelto  misterioso  de  la  calle,  donde  se  gesta  y  nace  una  voluntad  nueva... 
aquí,  entre  la  masa  anónima  del  pueblo  que  trabaja,  calla,  sufre  y  piensa...  aquí, 
en  las  pupilas  del  cansancio  o  de  la  esperanza,  de  la  justicia  o  la  burla...  aquí,  en 
esta  caravana  informe  que  compone  el  motor  de  una  ciudad  capital,  centro 
nervioso  y  motor  de  un  gran  país  americano  en  marcha,  aquí  está  la  mujer  que 
nos  define  un  movimiento,  a  través  de  su  misma  intuición  de  madre,  esposa, 
hermana  o  novia...  ¡Oídla!...  Es  ella..."155.  Hablaba  entonces  la  mujer,  o  sea.  Evita: 
"¿Os  acordáis  del  4  de  junio?  ¡Era  una  madrugada  de  acero,  recia  y  sangrienta! 
Nadie  la  olvidará  ya,  porque  de  ella  ha  venido  una  oleada  de  savia  nueva, 
estallante  como  un  turbión  que  nada  retacea...".  Continuaba  más  adelante:  "La 
Revolución  no  vino  porque  sí...  La  Revolución  vino  por  algo,  por  algo 
angustioso  y  duro  que  germinaba  adentro,  en  la  raíz  de  las  visceras...  allá  donde 
está  el  odio  y  donde  está  la  pasión  y  donde  está  el  sentido  de  la  injusticia,  que 
hace  fluir  la  sangre  a  las  manos...  La  Revolución  de  Junio,  se  hizo  por  Juan 
Laguna,  que  volvió  a  su  provincia...  y  por  los  trabajadores  explotados...  y  por  la 
iniquidad  comercial,  y  la  iniquidad  electoral,  y  la  iniquidad  patriótica  de  un 
pueblo  y  una  nación,  próximos  al  suicidio...  Un  hombre,  el  que  iba  a  traer  al 
trabajo  la  noción  de  la  redención  —un  soldado  digno,  uno  de  aquellos  que  vio 
volverse  a  Juan  Laguna,  con  su  cruz  de  hambre  —  ,  un  soldado  del  pueblo,  que 
sintió  dentro  la  llama  de  la  justicia  social,  fue  el  que  ayudó  decisivamente  a  la 
estallante  revolución  del  pueblo  mismo...  Aquí  está  su  voz  y  su  confesión... 


La  Nación,  7  de  mayo  de  1944. 

Libreto  del  programa  Hacia  un  futuro  mejor  facilitado  a  la  autora  por  Borroni  y  Vacca. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


aclamaciones.  Intercalación  del  discurso  de  Perón  (Berisso)...  Pero  la  Revolución 
redentora  vino  por  muchas  causas  más,  vino  por  el  hambre...  y  vino  por  el 
alma...  vino  por  la  tierra  madre,  olvidada  y  sedienta...  y  vino  por  la  injusticia  y 
la  explotación  de  los  trabajadores"156. 

Durante  más  de  un  año.  Evita  hizo  un  programa  como  éste  noche  tras 
noche.  En  estas  emisiones,  hizo  su  aprendizaje  político.  Allí  fue  entendiendo  lo 
que  era  la  Revolución  del  4  de  junio,  para  quién  había  sido  hecha  y  lo  que 
representaba  Perón  en  ella.  El  público  que  las  escuchaba,  en  cadena  a  través  del 
país,  era  gente  que  no  podía  leer  diarios  y  no  tenía  hábito  de  hacerlo  pero  que 
entendía  lo  que  estaba  pasando  pues  veía  los  cambios  que  afectaban  su  vida,  y 
pronto  lo  demostrará  el  17  de  octubre.  Allí  se  acostumbró  ella  a  usar  un 
lenguaje  sencillo,  directo  y  a  la  vez  exaltado  y  apasionado  para  hablar  de 
política.  Es  un  lenguaje  que  le  es  eminentemente  familiar,  no  en  vano  tiene  seis 
años  de  radio  en  su  haber  y  para  que  la  transición  de  las  novelas  a  la  vida  real 
se  hiciera  aún  más  fácil,  los  libretistas  de  sus  radiotextos  son  los  mismos  que 
preparan  sus  textos  políticos. 

Es  posible  que,  como  muchos  otros  actores  y  actrices,  Evita  hubiera 
apoyado  la  política  de  Perón  sin  haberlo  conocido  personalmente,  pero  en  su 
caso  es  indudable  que  sus  actividades  son  la  consecuencia  directa  de  la 
convivencia  con  él  y,  sobre  todo,  de  la  manera  en  que  ambos  estructuran  y 
definen  su  relación.  En  esta  instancia,  la  personalidad  de  Perón  tiene  una 
importancia  decisiva  pues  en  vez  de  alejar  a  Evita  de  su  mundo  y,  como  la  gran 
mayoría  de  los  hombres,  separar  su  trabajo  de  su  vida  afectiva,  la  incluye  o  la 
deja  introducirse  en  él.  Poco  importa  determinar  de  dónde  partió  la  iniciativa  y 
saber  si  Perón  impulsó  a  Evita  o  si  el  interés  se  originó  en  ella.  Lo  fundamental 
es  que  él  no  le  puso  trabas.  Por  empezar,  aunque  en  el  lenguaje  de  la  época 
Evita  era  su  amante  y  no  su  esposa,  él  no  la  trataba  como  si  fuera  una  relación 
clandestina.  Así,  desde  que  empezaron  a  vivir  juntos,  Evita  asistió  a  las 
reuniones  que  Perón  mantenía  en  su  casa  con  políticos  y  militares.  En  esos 
meses.  Perón  se  reunía  frecuentemente  con  políticos  radicales,  especialmente 
con  el  grupo  de  FORJA  y  sectores  del  radicalismo  que  no  estaban  de  acuerdo 
con  la  dirección  partidaria.  Sus  esfuerzos  por  atraer  a  la  figura  de  Amadeo 
Zabattini  fracasaron,  pero  en  cambio  consiguió  ampliar  la  base  política  del 
gobierno  con  el  ingreso  de  tres  radicales  en  el  gabinete  de  Farrell:  Hortensio  J. 
Quijano  ocupó  el  Ministerio  del  Interior,  Juan  Isaac  Cooke,  el  de  Relaciones 
Exteriores,  y  Armando  G.  Antille,  el  de  Hacienda. 

En  las  reuniones  que  Perón  mantenía  en  su  departamento,  presentaba  a 
Evita  a  todo  el  que  llegaba,  y  una  vez  que  se  generalizaba  la  conversación,  ella 
permanecía  en  la  sala,  servía  café,  escuchaba  y  observaba  sin  decir  una  palabra. 
A  través  de  estos  encuentros,  Evita  penetraba  poco  a  poco  en  un  mundo 
desconocido  para  ella,  en  el  que  el  único  tema  de  conversación  era  la  política. 
Nada  en  su  vida  anterior  a  su  unión  con  Perón  la  había  preparado  para 
participar  en  él.  En  La  razón  de  mi  vida  cuenta  que  alguna  vez  leyó  "la  prensa  que 
se  decía  del  pueblo",  y  descubrió  que  no  le  gustaba  lo  que  decían  los  periódicos 


156  .  , 

Idem. 


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Evita 


de  izquierda  pues  "se  veía  fácilmente  la  influencia  de  ideas  remotas,  muy 
alejadas  de  todo  lo  argentino,  sistema  y  fórmulas  ajenas,  de  hombres  extraños  a 
nuestra  tierra  y  a  nuestros  sentimientos"157.  Esta  explicación  de  Evita  parece  ser 
una  racionalización  a  posteriori  de  su  falta  de  interés  por  todo  lo  político  y  es  de 
recalcar  que  refleja  la  posición  que  adoptó  el  peronismo  ante  la  izquierda. 
Además,  lo  lógico  hubiera  sido  que  si  en  algún  momento  sintió  cierta 
inclinación  por  algún  partido  político  fuera  por  el  radical,  pues  la  presencia 
diaria  de  don  Pepe  Álvarez  Rodríguez  en  la  mesa  de  doña  Juana  no  puede 
haber  dejado  de  influir  sobre  la  familia  Duarte,  teniendo  en  cuenta  el  prestigio 
que  él  gozaba  en  Junín. 

Su  encuentro  con  Perón  la  había  lanzado  de  lleno  a  una  situación  para  la 
cual  estaba  totalmente  desvalida.  Allí  estaba  ella,  con  sus  veinticinco  años,  su 
magra  educación  de  sexto  grado,  actriz  de  género  chico,  cuyo  horizonte  cultural 
había  sido  ampliado  por  programas  como  los  de  sus  mujeres  ilustres  y  Hacia  un 
futuro  mejor,  conviviendo  con  el  hombre  más  poderoso  del  país.  Los  que  venían 
a  su  casa  eran  hombres  que  habían  estudiado  en  la  Escuela  Superior  de  Guerra 
o  "doctores"  que  la  miraban  de  reojo,  extrañados  de  verla  sentada  en  el  salón, 
pues  no  estaban  acostumbrados  a  ver  mujeres  en  reuniones  políticas  —  aunque 
estuvieran  calladas  —  pero  sin  atreverse  a  decir  nada. 

Al  asistir  a  estas  reuniones.  Evita  no  solamente  descubre  un  mundo 
diferente  del  que  ha  sido  el  centro  de  su  vida  durante  tantos  años,  sino  que 
también  absorbe  los  conceptos  que  Perón  expone,  reconoce  lo  que  él  explica  y 
empieza  a  pensar  en  términos  políticos.  "Me  seguía  como  una  sombra,  me 
escuchaba  atentamente,  asimilaba  mis  ideas,  las  elaboraba  en  su  cerebro 
hirviente  y  agilísimo  y  seguía  mis  directivas  con  una  precisión  excepcional", 
recordaría  Perón  más  tarde158.  A  la  vez,  Evita  puede  observar  muy  de  cerca 
cómo  se  va  definiendo  la  personalidad  política  de  Perón.  Es  entonces  que  él 
hace  su  aprendizaje  como  hombre  público,  que  elabora  su  estilo  tan  particular  y 
que  se  convierte  en  un  político  consumado.  Ella  ve  esa  transformación,  la  sigue 
paso  a  paso,  aprende  junto  con  él  y  por  lo  tanto,  cuando  comienza  a  actuar, 
tratará  de  imitar  el  modelo  que  conoce  tan  bien. 

Por  otra  parte,  estos  son  años  en  que  las  crisis  se  suceden  una  tras  otra. 
Su  primer  contacto  con  la  política  es  pues  a  través  de  los  conciliábulos  y 
discusiones  que  Perón  mantenía  en  su  casa  en  momentos  en  que  sus  enemigos, 
tanto  civiles  como  militares,  no  cejaban  en  sus  tentativas  de  derribarlo.  Los 
rumores  de  conspiraciones  no  cesaban.  Los  traidores  parecían  estar  agazapados, 
esperando  la  oportunidad  de  cerrarle  el  paso,  y  así  lo  hicieron  el  9  de  octubre. 
Esta  circunstancia  no  dejaría  de  influir  sobre  ella  en  años  posteriores,  pues 
siguió  esperando  que  surgieran  de  nuevo  y  buscó  las  conspiraciones  reales  o 
falsas  que  amenazaban  su  seguridad  y  la  de  Perón. 

Por  el  momento,  sin  embargo,  su  preocupación  principal  continúa  siendo 
su  carrera  artística.  Su  ritmo  de  trabajo  es  tan  intenso  que  en  el  mes  de 


Eva  Perón,  op.  cit.,  p.  28. 
158  Juan  Perón,  op.  cit.,  p.  53. 


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Evita 


setiembre  de  1944  tiene  que  interrumpir  sus  tareas  durante  unos  días  por 
indicación  médica159.  Reanuda  sus  programas  de  radio  el  1  de  octubre  de  1944 
con  En  el  valle  hay  una  sombra,  una  novela  de  misterio,  la  vida  de  Rosario  López 
Celaya  y  Hacia  un  futuro  mejor.  A  los  pocos  días,  firma  un  contrato  con  los 
Estudios  San  Miguel  para  filmar  tres  películas  en  1945,  por  las  cuales  cobraría 
50.000  pesos  cada  una  y  otras  tres  en  1946  a  80.000  pesos  cada  una160. 

En  el  mes  de  noviembre,  junto  con  otros  artistas,  tomó  parte  en  una 
programación  especial  con  motivo  del  Día  del  Músico.  Unos  días  más  tarde. 
Radio  Belgrano  fue  homenajeada  por  su  programación  de  esa  fecha  y  Evita 
asistió  a  la  cena  que  tuvo  lugar  en  Les  Ambasadeurs  acompañada  por  Oscar 
Lomuto,  subsecretario  de  Informaciones,  Francisco  Muñoz  Azpiri  y  Oscar 
Nicolini,  ahora  director  general  de  Radiodifusión161.  Durante  la  fiesta,  éste  le 
entregó  un  premio  en  reconocimiento  por  su  actuación.  En  el  mes  de  diciembre 
tomó  parte  en  un  programa  especial  emitido  para  fin  de  año162. 

En  el  mes  de  junio  de  1944,  Antena  publicó  una  larga  entrevista  a  Evita. 
En  esta  nota,  declara  que  piensa  hacer  radio  durante  dos  o  tres  años  más,  luego 
se  retirará  y  hará  un  largo  viaje.  Su  papel  en  La  cabalgata  del  circo,  película  que 
estaba  filmando  en  esos  días,  no  tiene  mayor  importancia.  "Algún  día 
seguramente  tendré  en  el  cine  el  papel  que  yo  desearía.  Es  más,  creo  que  será 
Soffici  el  que  me  dará  la  gran  oportunidad.  Tengo  una  gran  virtud,  sé  esperar." 
Se  describe  como  una  mujer  suave,  serena  y  no  le  gustaría  haber  sido  ninguno 
de  los  personajes  que  representa  en  sus  programas.  "Son  casi  todas  almas 
torturadas,  sufrientes,  acuciadas  por  el  dolor  y  la  desesperación.  Con  gran 
capacidad  de  amor  y  sufrimiento,  reales  desde  luego  y  humanos  ciento  por 
ciento,  pero  con  ninguno  me  identificaría.  Los  comprendo,  los  vivo;  pero  fuera 
del  micrófono,  no  existen  para  mí.  Yo  soy  una  mujer  tranquila,  hogareña,  amiga 
de  la  familia." 

Cuenta  cómo  pasa  el  día.  Se  levanta  a  las  siete,  desayuna  con  frutas, 
mientras  lee  los  diarios  y  su  correspondencia.  A  eso  de  las  diez,  sale  de  compras 
o  a  mirar  vidrieras  y  vuelve  a  almorzar  a  las  dos.  Come  ligeramente,  hace  la 
siesta  y  por  la  tarde  "estudio,  voy  a  mis  tareas  artísticas,  ceno  frugalmente  y  me 
acuesto  temprano,  si  no  vienen  amistades  a  casa".  Va  poco  al  teatro,  no  le 
agrada  la  vida  nocturna,  pero  en  cambio  le  gusta  el  cine,  sobre  todo  "las 
películas  con  romance"  y  sus  artistas  favoritos  son  Greer  Garson  y  Laurence 
Olivier.  Declara  pesar  54  kilos  y  mantenerse  delgada  porque  come  poco.  Está 
muy  contenta  con  su  trabajo  y  agradecida  a  Jabón  Radical,  pues  esta  compañía 
le  dio  su  primera  gran  oportunidad,  cuando  nadie  creía  en  ella.  No  se  olvida  de 
eso  y  el  no  olvidar  es  ser  justo,  explica.  "Yo  soy  de  las  que  nunca  olvidan"163. 
Este  cuadro  de  vida  ordenada,  tranquila,  sin  complicaciones,  poco  tenía  que  ver 


159  Radiolandia,  1  de  octubre  de  1945. 

160  Antena,  14  de  setiembre  de  1944;  Crítica,  17  de  marzo  de  1945. 

161  Antena,  28  de  diciembre  de  1944. 

162  Evita  participó  en  el  programa  de  Nochebuena  con  Ibáñez  Menta.  Radiolandia,  6  de  enero  de 

1945. 

163  Antena,  13  de  junio  de  1944, 


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Evita 


con  el  mundo  real  de  Evita,  con  ensayos  para  tres  programas  diarios,  filmación 
de  una  película  y  preocupaciones  por  las  actividades  de  Perón,  a  quien  no 
menciona.  Es  como  si  no  existiera  para  ella. 

El  diseñador  Paco  Jamandreu,  que  conoció  a  Evita  por  esta  época,  cuenta 
su  primer  encuentro  con  ella,  todavía  en  el  apartamento  de  Coronel  Díaz. 

"Me  pareció  altísima  y  muy  desteñida.  Me  impresionó  su  piel  desde  el 
primer  día:  blanca,  transparente,  increíble.  He  conocido  a  muy  pocas  mujeres 
con  una  piel  semejante,  casi  transparente,  como  de  marfil.  Era  rubia,  de  pasos 
muy  largos  y  muy  decididos.  Usaba  unos  pantalones  de  satén  gris  planta,  un 
chemisier  celeste  y  zapatos  blancos  con  grandes  plataformas  de  corcho. 

"  '¡Qué  cache!1,  pensé  para  mis  adentros. 

"Su  departamento  me  hizo  acordar  a  las  casas  burguesas  de  mi  pueblo. 
De  entrada  uno  se  topaba  con  un  comedor  estilo  1940.  No  había  detalles  de 
buen  gusto.  Pero  ella  lo  llenaba  todo  con  su  atracción.  A  los  pocos  minutos  todo 
me  pareció  muy  lindo,  hasta  sus  pantalones  de  satén  que  nada  tenían  que  ver 
con  sus  zapatos  de  corcho."  Cuando  estaban  conversando,  entró  Guillermina,  la 
vieja  criada  de  Perón,  para  decir  que  el  coronel  quería  ver  al  modisto. 

"Perón,  recostado  en  la  cama,  comía  sandwiches  de  chorizo  y  tomaba 
vino.  Confieso  que  de  entrada  me  deslumbró  su  gran  simpatía,  con  su  enorme 
sonrisa. 

—  ¿Así  que  vos  sos  el  famoso  Paco?  Pero  sos  un  pibe  y  haces  modas  para 
las  mujeres.  Mirá  que  elegiste  una  muy  difícil,  ¿eh?  ¿Qué  te  parece?  ¿Qué  te 
parece  Eva?  Con  ella  podrás  lucirte,  ¿no  es  cierto? 

—  Por  supuesto.  Tiene  una  figura  magnífica.  Es  muy  bonita.  Pero  me 
parece  que  tiene  que  hacer  un  poco  de  ejercicio.  Tiene  un  poco  de  pancita." 
Perón  estalló  en  una  carcajada  sonora  y  dijo  estar  de  acuerdo  con  Jamandreu. 

"Algunos  días  después,  cuando  fui  a  probarla,  me  la  encuentro  haciendo 
ejercicios  con  un  alemán  grandote,  toda  enfundada  en  un  enorme  pijama  de 
Perón,  el  pantalón  anudado  arriba  del  busto,  las  mangas  arremangadas.  Echaba 
fuego  por  los  ojos.  La  preciosa  melena  rubia  se  movía  de  un  lado  para  el  otro  al 
compás  de  los  ejercicios. 

—  Esta  es  su  obra.  ¿Quién  le  mandó  hablar?  Usted,  usted  es  el  que  tiene 
que  hacer  ejercicios  a  ver  si  crece.  Usted  le  metió  en  la  cabeza  a  ese  mequetrefe 
que  yo  tengo  que  hacer  ejercicios  y  para  colmo  con  este  alemán  que  no  dice  ni 
mu  en  español."164 

En  varias  oportunidades,  las  revistas  de  cine  habían  anunciado  que  Evita 
comenzaría  pronto  la  filmación  de  Amanece  sobre  las  ruinas,  una  película  basada 
en  el  terremoto  de  San  Juan.  Sin  embargo,  el  15  de  febrero  de  1945,  los  Estudios 
San  Miguel  revelaron  que  Evita  sería  la  primera  figura  de  La  pródiga,  un  film 
basado  en  una  novela  de  Pedro  Alarcón  que  dirigiría  Mario  Soffici.  La  noticia 


Paco  Jamandreu,  La  cabeza  contra  el  suelo.  Memorias,  Buenos  Aires,  Ediciones  de  la  Flor,  ps. 

69-70. 


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Evita 


nada  hubiera  tenido  de  extraordinario  si  no  hubiera  sido  que  San  Miguel  había 
anunciado  con  anterioridad  que  la  estrella  de  La  pródiga  sería  Mecha  Ortiz  y  que 
la  filmación  comenzaría  en  cuanto  se  resolviera  el  problema  de  película 
virgen165. 

Lo  que  había  sucedido  era  que  Evita  no  estaba  satisfecha  con  el  guión  de 
Amanecer  sobre  las  ruinas  y  cuando  se  enteró  de  cuál  era  el  tema  de  La  pródiga, 
usó  su  relación  con  Perón  para  conseguir  película  virgen  y  condicionar  la 
entrega  a  que  le  dieran  ese  libreto  a  ella.  Esta  vez,  la  suerte  le  jugó  una  mala 
pasada  pues  no  podía  haber  elegido  una  película  peor  para  hacer  su  debut 
estelar.  La  pródiga  cuenta  el  romance  entre  un  ingeniero  que  va  a  construir  una 
represa  en  un  valle  y  una  mujer  a  la  que  llaman  "La  Pródiga"  por  su  gran 
generosidad.  Vive  recluida  en  una  casona,  ayudando  y  protegiendo  a  los 
lugareños,  después  de  haber  tenido  una  vida  tormentosa  y  mundana.  Se 
enamoran  y  él  se  queda  a  vivir  con  ella.  La  historia  termina  mal  pues  cuando  él 
comienza  a  mostrarse  indiferente  y  ella  descubre  que  sus  casas  y  sus  tierras 
están  hipotecadas,  se  suicida. 

Poco  hay  de  rescatable  en  esta  película.  La  dirección  de  Soffici  es  floja. 
Con  excepción  de  Angelina  Pagano,  los  actores,  entre  otros  Juan  José  Miguel  y 
Alberto  Closas,  se  mueven  como  si  estuvieran  en  un  escenario  teatral.  Evita  no 
se  salva,  su  actuación  es  también  deficiente.  Su  voz  es  monótona,  sin 
inflexiones,  y  su  cara,  aunque  bonita,  parece  una  máscara.  La  película  exigía 
una  actriz  con  talento  dramático  y  bastante  mayor  que  Evita,  pues  La  Pródiga  es 
una  mujer  madura.  Era  un  papel  perfecto  para  Mecha  Ortiz.  A  nivel  anecdótico, 
lo  más  interesante  de  esta  película  es  el  curioso  paralelo  entre  el  personaje  y 
algunos  aspectos  de  la  vida  de  Evita  en  años  posteriores.  Cuando  la  gente  habla 
de  "La  Pródiga",  se  refiere  a  "La  Señora",  que  será  el  nombre  que  le  darán  a 
Evita  los  funcionarios  de  gobierno  o  sus  colaboradores.  Para  los  lugareños,  es 
"la  madre  de  los  pobres"  y  "la  hermana  de  los  tristes",  una  persona  "sagrada". 

No  hay  duda  alguna  de  que  en  esta  instancia  Evita  usó  la  influencia  de 
Perón  para  obtener  lo  que  quería:  actuar  en  una  película  como  estrella,  bajo  la 
dirección  de  Mario  Soffici.  Pero  no  hay  que  olvidar  que  en  este  caso,  como  en 
otros,  Evita  encontró  un  ambiente  más  que  propicio  para  hacerlo,  pues  los 
dueños  de  los  Estudios  San  Miguel,  por  ejemplo,  pensaban  que  al  satisfacer  sus 
deseos  conseguirían  favores  de  Perón.  Lo  mismo  puede  decirse  de  los  directores 
de  Radio  Belgrano,  pues  la  situación  de  Evita  en  esa  emisora  cambió 
notablemente  al  poco  tiempo  de  iniciarse  su  relación  con  él.  Por  otra  parte,  el 
que  haya  usado  a  Perón  en  este  caso  y  a  Nicolini  o  Imbert  para  su  primer 
contrato  con  Radio  Belgrano,  no  justifica  la  descripción  que  generalmente  se 
hace  de  ella:  una  actriz  sin  talento,  pero  con  una  gran  ambición  y  muy  pocos 
prejuicios,  que  se  aprovechó  de  todos  los  hombres  que  pudo  —militares  o 
civiles—  para  triunfar.  Casi  todas  las  obras  o  artículos  sobre  Evita  incluyen 
algún  comentario  sobre  la  calidad  de  su  carrera  como  actriz  y,  en  general,  los 


Radiolandia,  11  de  noviembre  de  1944.  En  una  nota  sobre  los  estudios  San  Miguel, 
Radiolandia  del  13  de  enero  de  1945  anunció  que  Soffici  dirigiría  Amanecer  sobre  las  ruinas  y  Mecha 
Ortiz  haría  La  pródiga,  bajo  la  dirección  de  Ernesto  Arancibia. 


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Evita 


autores  coinciden  en  describirla  como  "mala  actriz",  "partiquina"  o  "de  tercera 
categoría"166. 

Para  abrir  juicio  sobre  la  calidad  de  Evita  como  actriz  es  necesario 
examinar  su  actuación  tanto  en  el  teatro  como  en  la  radio  y  el  cine.  Hay  que 
reconocer  que  su  carrera  teatral  habría  pasado  totalmente  inadvertida  si  ella  no 
hubiera  adquirido  tanta  notoriedad  en  años  posteriores.  Pero  no  puede  decirse 
lo  mismo  de  su  carrera  como  actriz  de  radio,  pues  en  verdad  fue  destacada,  aun 
antes  de  que  se  uniera  con  Perón.  Comienza  a  encabezar  compañías  en  1939, 
desplegando  a  partir  de  entonces  una  actividad  sostenida.  Este  hecho,  junto  con 
la  circunstancia  de  que  libretistas  cotizados  le  escribieran  sus  libretos,  indicaría 
que,  por  lo  menos,  su  actuación  como  actriz  de  radioteatro  no  era  inferior  al 
nivel  promedio. 

En  cuanto  a  su  paso  por  el  cine,  digamos  que  sus  papeles  fueron  muy 
pequeños  y  que  hasta  el  final  de  su  carrera  se  la  puede  caracterizar  como  una 
actriz  de  reparto.  Como  no  existen  grabaciones  de  sus  radioteatros,  es  de  pensar 
que  estos  papeles  cortos  constituyen  la  base  de  los  juicios  negativos  enunciados 
por  sus  numerosos  críticos  —que  por  otra  parte  no  habían  visto  la  única 
película  que  verdaderamente  podría  dar  una  idea  de  su  talento  como  actriz,  es 
decir,  La  Pródiga,  pues  ésta  no  fue  exhibida  en  público  hasta  los  años  ochenta  — . 
Ni  siquiera  Soffici  vio  la  versión  final.  Según  él  mismo,  "Evita  no  tenía  muchas 
condiciones  como  actriz,  pero  lo  bueno  era  que  tenía  un  entusiasmo  increíble 
por  el  cine"167.  El  padre  Benítez  relata  que  ella  resumía  su  actuación  de  la 
siguiente  manera:  "En  el  cine,  mala;  en  el  teatro,  mediocre;  en  la  radio,  pasable". 
Su  juicio  es  algo  exagerado,  acota  Benítez,  "pero  no  muy  distante  de  la 
verdad"168. 

La  actuación  de  Evita,  tanto  en  La  Pródiga  como  en  sus  otras  películas,  no 
es  buena  pero  tampoco  es  de  calidad  inferior  a  la  de  un  gran  número  de 
estrellas  de  su  época.  Su  voz  amanerada  y  monocorde  en  esta  película  recuerda 
la  de  casi  todas  las  actrices  argentinas  de  su  tiempo  y  la  rigidez  de  sus 
movimientos  nada  tenía  de  excepcional.  No  es  por  haber  sido  mala  actriz  que 
Evita  no  llegó  a  ser  primera  figura  del  cine  argentino.  Si  así  fuera,  ¿cómo 
explicar  el  éxito  de  Zully  Moreno,  que  se  movía  por  la  pantalla  como  una 
estatua  de  mármol  animada,  o  el  de  Libertad  Lamarque,  con  su  voz  aflautada  y 
sus  ojos  paralizados  en  una  permanente  expresión  dolorida?  La  razón  es  otra,  y 
tiene  que  ver  con  el  tipo  de  películas  que  se  producía  por  aquel  entonces  en  la 
Argentina  y  el  estilo  de  "primera  figura"  que  los  directores  necesitaban.  Evita  no 


Véase  por  ejemplo:  Benigno  Acossano,  Eva  Perón,  su  verdadera  vida,  Buenos  Aires,  ed. 
Lamas,  1955;  Mary  Main,  op.  cit .;  Ezequiel  Martínez  Estrada,  ¿Qué  es  esto?  Catilinaria,  Buenos  Aires,  ed. 
Lautaro,  1956;  George  I.  Blankstein,  Perón's  Argentina,  Chicago,  Chicago  University  Press,  1953;  Juan 
José  Sebreli,  Eva  Perón:  ¿Aventurera  o  militante?,  Buenos  Aires,  La  Pléyade,  1971,  4a  ed.  Para  Sebreli,  es 
una  actriz  de  "ínfima  categoría".  Hasta  una  película  que  quiere  mostrarla  en  sus  aspectos  más  positivos, 
Una  mujer  y  un  pueblo,  la  describe  como  una  actriz  de  seguida  categoría. 

167  Entrevista  con  Mario  Soffici,  La  Opinión  Cultural,  21  de  enero  de  1973,  p.  9.  Soffici  declaró  no 
haber  visto  La  Pródiga  en  una  entrevista  con  la  autora,  quien,  como  se  desprende  de  los  comentarios,  sí 
la  vio. 

168  Hernán  Benítez,  op.  cit. 


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encajaba  en  los  principales  tipos  de  heroína  que  el  público  argentino  aceptaba,  o 
sea,  la  mujer  pecadora,  la  cantante  de  tangos  o  la  adolescente  virginal  y 
azucarada. 

Resulta  un  tanto  extraño  describir  a  Evita  como  una  mujer  no 
particularmente  hermosa,  una  mujer  cuyo  rostro  nada  tenía  de  notable,  sobre 
todo  recordando  su  extraordinaria  belleza  en  los  últimos  años  de  su  vida.  Sin 
embargo,  en  esta  época,  Evita  era  una  actriz  que  no  sobresalía  por  sus  rasgos 
físicos.  Por  muy  subjetivos  que  sean  los  criterios  de  belleza,  no  puede  menos 
que  reconocerse  que  actrices  como  Zully  Moreno,  Delia  Garcés  o  María  Duval, 
eran  tan  o  más  hermosas  que  ella.  La  naturaleza  tampoco  la  había  adornado  con 
atributos  exuberantes  como  los  de  Tilda  Thamar,  la  famosa  "bomba  atómica 
argentina"  o  una  cara  dramática  como  la  de  Mecha  Ortiz.  Por  otra  parte,  carecía 
de  aptitud  para  cantar  tangos  como  Libertad  Lamarque  o  Tita  Merello,  le 
faltaba  el  talento  excepcional  de  Nini  Marshall  y  no  tenía  los  rasgos  angelicales 
de  jovencita  inocente  y  dulce  como  las  mellizas  Legrand. 

Evita  no  desentonaba  entre  las  artistas  de  su  tiempo,  pues  si  bien  es 
indudable  que  la  calidad  del  cine  argentino  ha  mejorado  sensiblemente  en  las 
últimas  décadas,  en  los  años  treinta  y  cuarenta,  ya  fuera  porque  estuvieran  mal 
dirigidos  o  porque  carecían  de  talento,  los  actores  por  lo  general,  componían 
interpretaciones  estereotipadas  en  las  que  predominaba  el  manierismo  y  el 
envaramiento169.  En  cuanto  a  las  actrices,  con  muy  pocas  excepciones,  se 
dedicaban  a  exhibir  su  hermosura,  y  su  talento  se  reducía  a  producir  miradas 
lánguidas  o  de  desprecio,  o  mohines  inocentes,  supuestamente  graciosos. 

Los  juicios  emitidos  sobre  la  calidad  de  Evita  como  actriz  aparecen  como 
otro  ejemplo  más  de  las  deformaciones  a  que  dan  motivo  casi  todos  los  aspectos 
de  su  vida.  En  este  caso,  es  posible  también  que  sufra  las  consecuencias  de 
haber  sido  principalmente  actriz  de  radioteatro.  Los  adjetivos  que  se  usan 
contra  ella  reflejan,  en  parte,  el  desprecio  que  durante  mucho  tiempo  existió  en 
ciertos  círculos  por  todo  lo  relacionado  con  la  radio,  actitud  que  tiene  su 
contrapartida  hoy  en  día  con  el  desprecio  por  la  televisión. 

Desde  principios  de  1945,  la  relación  entre  Evita  y  Perón  se  había 
convertido  en  el  tema  de  las  más  diversas  habladurías.  Dentro  del  ambiente 
artístico,  ya  fuera  por  celos  o  por  razones  políticas,  al  hacer  el  papel  de  La 
Pródiga,  Evita  se  había  ganado  enemigos170.  Entre  los  militares,  la  personalidad 
de  Evita  también  causaba  problemas,  pues  aunque  éstos  estuvieran  dispuestos 
a  perdonarle  a  Perón  más  aventuras  que  a  otros  oficiales,  no  podían  entender 
que  él  tratara  a  Evita  con  el  mismo  cariño  y  respeto  que  ellos  tenían  para  sus 
esposas  y  la  presentara  a  todo  el  mundo171.  Había  tenido  además  "la  osadía"  de 


Di  Núbila,  op.  cit.,  vol.  I,  ps.  56-61,  analiza  y  describe  las  raíces  teatrales  de  las  primeras 
películas  argentinas. 

170  El  1  de  setiembre  de  1945,  Sintonía  publicó  un  chiste  que  se  refería  obviamente  a  Evita.  Un 
hombre  llega  a  la  puerta  de  una  casa  con  un  ramo  de  flores  en  las  manos  y  lo  recibe  la  empleada 
diciéndole:  "Manda  decir  la  niña  que  no  quiere  saber  más  con  usted.  Ha  conseguido  celuloide  y  piensa 
ser  estrella  de  cine". 

171  Luna,  op.  cit.,  ps.  137-138. 


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invitarla  al  desfile  militar  el  9  de  Julio  y  de  llevarla  también  a  la  función  de  gala 
del  Teatro  Colón. 

En  una  entrevista  publicada  en  Radiolandia  en  el  mes  de  abril  de  1945, 
algunos  comentarios  de  Evita  indican  sin  ambages  que  ella  era  consciente  de  los 
rumores  que  su  vínculo  con  Perón  provocaban,  aunque  en  estas  circunstancias 
tampoco  menciona  su  nombre. 

Sus  primeras  palabras  demuestran  que  está  en  guardia.  "Ya  ven,  sólo  soy 
una  mujer...  sin  los  atributos  que  me  adjudican  mis  enemigos.  Ni  tampoco  con 
los  defectos  que  apuntan  quienes  no  me  quieren  bien."  El  periodista  añade  a 
continuación  que  ninguna  actriz  "ha  estado  más  adentro  del  rumor  del 
ambiente"  que  Evita.  Antes  de  que  el  autor  de  la  nota  comenzara  con  las 
preguntas,  ella  afirma:  "Mi  vida  es  cristalina.  Mi  carrera,  común.  Con  más  o 
menos  suerte  que  otros".  Se  queja  que  desde  hace  un  tiempo  "se  han  dicho  sobre 
mí  toda  clase  de  infundios",  pero  ella  se  merece  todo  el  éxito  que  ha  tenido 
desde  hace  unos  años  pues  fue  "subiendo  a  fuerza  de  dedicación  a  mi  trabajo, 
de  esfuerzo  constante  por  superarme,  de  asimilación  de  enseñanzas 
valiosísimas...  No  soy,  pues,  como  quieren  hacerme  aparecer  aquellos  que  no 
perdonan  nunca  que  una  mujer  joven  llegue  a  posición  destacada,  una 
advenediza.  Tengo  más  de  cinco  años  entregados  de  lleno  al  culto  de  esta 
vocación  firmísima  que  en  mí  es  el  arte". 

La  información  que  Evita  proporciona  sobre  su  pasado  en  este  reportaje 
es  por  lo  general  vaga,  en  algunos  casos  falsa  y  en  otros  contradictoria.  Asegura 
haber  pasado  su  infancia  en  Junín,  donde  nació  "en  un  hogar  modesto,  origen 
del  que  me  enorgullezco".  Aceptando  que  en  verdad  no  sintiera  vergüenza  por 
haber  nacido  pobre,  los  otros  datos  son  incorrectos.  A  los  doce  años,  continúa, 
había  decidido  lo  que  quería  ser  y  "a  los  catorce  me  trajeron  a  Buenos  Aires", 
cuando  en  realidad  tenía  quince.  Queriendo  aparecer  con  un  bagaje  intelectual 
que  no  posee,  recalca:  "Nunca  tuve  la  idea  de  que  podía  llegarse  a  un  escenario 
sin  la  asimilación  de  un  conjunto  de  conocimientos  indispensables.  Por  eso  no 
pensé  en  actuar  cuando  estuve  en  la  Capital.  Me  inscribí  en  el  Consejo  Nacional 
de  Mujeres  en  los  cursos  de  declamación  y  arte  escénico.  Recién  cuando 
completé  sus  cursos,  cuando  cumplí  íntegramente  el  ciclo  de  aprendizaje  de  lo 
que  consideraba  indispensable,  experimenté  la  tentación  del  teatro".  Haciendo 
caso  omiso  de  su  actividad  en  1935,  1936,  1937,  etc.,  y  equivocándose  o 
mintiendo  sobre  la  fecha,  dice  luego:  "Y  fue  la  gran  actriz  Pierina  Dealessi, 
quien  me  dio  la  oportunidad,  en  1940"172. 

Aunque  los  artículos  de  revistas  como  Antena  y  Radiolandia  no  pueden 
ser  tomados  demasiado  seriamente  como  fuentes  documentales,  pues  el 
propósito  de  estas  publicaciones  es  promocionar  a  determinados  artistas  y  crear 
una  imagen  de  éstos  para  el  público,  de  todos  modos  nos  ofrecen  una  idea  de 


Radiolandia,  7  de  abril  de  1945.  En  esta  entrevista.  Evita  da  una  cuenta  detallada  de  sus 
finanzas  indicando  cuánto  gana  con  sus  programas  de  radio  y  en  los  Estudios  San  Miguel.  También  relata 
que  se  ha  comprado  una  casa  en  Belgrano.  Evita  no  vivirá  jamás  en  ella  pues  de  su  apartamento  de  la 
calle  Posadas  pasaría  a  la  residencia  presidencial.  La  casa  de  Evita  estaba  situada  en  la  calle  Teodoro 
García,  y  hasta  1952  guardaba  en  ella  objetos  de  arte  y  regalos  que  le  enviaban. 


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cómo  quieren  ser  vistos.  Así  por  ejemplo,  en  una  nota  publicada  en  1940,  se 
puede  ver  a  Evita  vestida  para  montar  a  caballo.  El  autor  la  describe  como  una 
deportista  consumada  pues  hace  polo,  tenis,  y  natación  y  su  hobby  es  la 
equitación,  deportes  que  Evita  nunca  practicó  cuando  verdaderamente  tuvo 
ocasión  de  hacerlo,  o  sea,  después  de  1945173. 

Las  entrevistas  y  notas  publicadas  sobre  Evita  a  partir  de  1944 
demuestran  claramente  su  intento  de  crear  una  imagen  de  mujer  dulce,  culta  y 
hogareña.  Así  lo  hace  en  el  reportaje  de  junio  de  1944  y  en  otro  de  diciembre  del 
mismo  año.  En  esta  oportunidad,  Evita  está  fotografiada  en  su  biblioteca, 
declara  leer  mucho  —"los  clásicos  y  los  modernos"—  y  gustar  de  Chopin  y 
Debussy,  además  de  la  música  folklórica174. 

Esta  falsa  imagen  de  Evita  se  contrapone  a  la  que  se  va  gestando  en 
círculos  opositores  y  luego  aparecerá  en  las  obras  antiperonistas,  o  sea,  la 
advenediza,  de  moral  muy  dudosa,  ambiciosa  y  sin  escrúpulos.  Basada  en 
habladurías  e  insinuaciones,  ha  quedado  estereotipada  en  La  mujer  del  látigo, 
obra  en  la  cual  los  hechos  y  la  documentación  brillan  por  su  ausencia  y 
abundan  las  afirmaciones  gratuitas.  "Eva  llegó  al  teatro  por  intrigas  y  no  por 
dedicación",  asegura  Mary  Main,  "por  el  manejo  de  terceros  y  no  por  estudio". 
Desde  un  principio  se  propuso  triunfar  "recurriendo  al  sexo  como  arma".  Sin 
presentar  la  mínima  prueba  de  lo  que  dice,  resume  la  actuación  de  Evita  hasta 
1940  en  el  siguiente  párrafo: 

"En  realidad  desempeñó  varios  pequeños  papeles  y  ganó  su  sustento  a 
duras  penas  posando  para  anuncios  y  fotografías  sugestivas.  En  una 
oportunidad  participó  en  una  gira  por  las  provincias  con  una  compañía  teatral, 
encallada  en  el  interior,  y  fue  Eva  quien,  recurriendo  a  todos  sus  encantos, 
obtuvo  la  debida  autorización  para  que  se  les  permitiera  actuar.  Llevaba  una 
existencia  precaria  que  hubiera  quebrado  el  ánimo  de  cualquiera  menos 
escrupuloso  y  en  esos  años,  probablemente  siempre  pensando  en  su  éxito 
futuro,  logró  una  serie  de  vinculaciones.  Examinando  su  trayectoria  parecería 
que  poseyó  dotes  excepcionales  —irreductible  egoísmo  y  desvergonzada 
temeridad—  para  atraer  a  hombres  influyentes  y  manejarlos  después. 
Imperturbable  ante  los  desaires,  luchó  por  interesar  a  quienes  podría  utilizar 
más  tarde  y  dado  que  la  temeridad  suele  atribuirse  a  los  jóvenes  y  que  el  asedio 
amoroso  siempre  halaga,  Evita  consiguió  sus  propósitos  y  una  vez  conseguidos 
no  abandonó  a  sus  víctimas  antes  de  extraerles  la  última  gota  aprovechable".175 


Radiolandia,  20  de  enero  de  1940. 

174  Radiolandia,  23  de  diciembre  de  1944. 

175  Mary  Main,  op.  cit.,  ps.  25-26.  Como  ejemplo  adicional,  vale  la  pena  reproducir  lo  que 
escribe  Benigno  Acossano.  La  actuación  teatral  de  Evita  "terminó"  definitivamente  en  los  años  1940  y 
1941,  durante  cuyo  transcurso  consiguió  algunos  papelitos  en  conjuntos  organizados  para  realizar  giras 
por  el  interior.  En  esos  tiempos  era  su  protector  el  viejo  actor  José  Franco,  quien  con  Pepita  Muñoz  y 
Eloy  Álvarez  encabezaban  una  de  esas  compañías,  oportunidad  en  la  que  trabó  Eva  íntima  amistad  con 
el  actor  Borrás,  quien  la  ayudó  a  vivir".  Op.  cit.,  p.  64.  Siempre  según  Acossano,  Evita  se  vinculó  luego 
"con  muchachos  de  la  sociedad  porteña,  que  la  adentraron  en  un  mundo  que  aún  no  conocía.  Por  ese 
entonces  triunfaban  las  primeras  boítes,  entre  ellas,  la  más  lujosa  que  era  Embassy.  Eva  la  frecuentaba 
muy  bien  vestida  y  con  algunas  alhajas,  aunque  no  de  mucho  valor".  Ibid.,  p.  65.  Una  vez  que  se  produce 


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Si  Evita  mantuvo  un  silencio  total  sobre  su  vida  artística  después  de  1945, 
algunas  de  las  personas  que  afirman  haberla  conocido  en  este  período  no  han 
sido  tan  discretas  como  ella  y  han  hecho  declaraciones176.  El  valor  de  estos 
testimonios,  en  todos  los  casos  faltos  de  precisión  y  con  información  de  segunda 
mano,  es  cuestionable,  y  como  es  de  comprender,  difícilmente  puede  ser 
corroborado  pues  ninguna  de  las  personas  a  las  cuales  se  le  atribuye  una 
supuesta  relación  con  Evita  ha  admitido  tenerla.  Por  otra  parte,  no  deja  de  ser 
significativo  que  los  rumores  y  chismes  que  se  repiten  ad  nauseam  sobre  ella 
surgen  cuando  comienza  a  convivir  con  Perón  y  éste  se  convierte  en  el  hombre 
clave  del  equipo  de  gobierno.  Ya  fueran  total  o  parcialmente  falsos,  tuvieron 
más  éxito  que  los  esfuerzos  de  Evita  por  contrarrestarlos,  pues  pronto  se 
convirtieron  en  verdades  irrefutables  para  muchos  argentinos. 

En  el  reportaje  de  abril  de  1945,  Evita  declaró  que  pensaba  filmar  dos 
películas  antes  de  fin  de  año  y  tres  el  siguiente.  Pero  sus  planes  de  filmación 
quedaron  truncos  al  finalizar  el  año  1945.  Terminó  el  rodaje  de  La  Pródiga  en  el 
mes  de  setiembre,  y  antes  de  que  pudiera  ser  estrenada,  estalló  una  crisis 
política  que  determinó,  entre  otras  cosas,  que  los  Estudios  San  Miguel  le 
entregaran  la  película  y  se  acabara  para  siempre  su  carrera  de  actriz. 


el  golpe  del  4  de  junio,  "Eva  se  vinculó  con  militares,  los  cuales  la  invitaban  a  fiestas  íntimas  y  a  paseos 
en  automóvil  y  otros  programas".  Ibid.,  p.  67. 

176  Véase  Borroni  y  Vacca,  op.  cit.,  ps.  48-93. 


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Capítulo  IV 

El  17  de  octubre  de  1 945 
Parte  I:  El  líder  y  los  descamisados 


El  motivo  circunstancial  de  la  crisis  de  octubre  fue  el  nombramiento  del 
amigo  de  Evita,  Oscar  Nicolini,  a  la  Dirección  General  de  Correos  y 
Telecomunicaciones.  Pero  esta  designación  fue  la  excusa  que  se  presentó 
oportunamente  para  que  se  desencadenara  el  conflicto,  pues  las  causas  reales 
tenían  sus  raíces  en  los  cambios  económicos  y  sociales  impulsados  por  los 
gobiernos  militares  después  del  4  de  junio  y  en  las  nuevas  condiciones  políticas 
creadas  a  partir  de  esa  fecha. 

Desde  el  punto  de  vista  económico,  el  gobierno  de  Ramírez  y  sobre  todo 
el  de  Farrell,  había  puesto  en  marcha  una  política  de  franco  apoyo  a  los  sectores 
industriales,  ampliando  e  intensificando  algunas  de  las  medidas  iniciadas 
durante  los  gobiernos  de  la  década  anterior.  La  creación  del  Banco  de  Crédito 
Industrial  (1944)  y  de  la  Secretaría  de  Industria  y  Comercio  son  quizá  los 
ejemplos  más  representativos  de  esa  política. 

Además  de  adoptar  medidas  de  carácter  general,  como  la  rebaja  y  luego 
el  congelamiento  de  alquileres  (1943)  y  la  fijación  de  precios  máximos  para 
artículos  de  primera  necesidad,  los  gobiernos  militares  también  se  preocuparon 
por  mejorar  las  condiciones  de  vida  y  de  trabajo  de  obreros,  empleados  y 
trabajadores  del  campo.  Esa  política  social  se  expresó  por  medio  de  las  medidas 
adoptadas  por  Perón  desde  la  Secretaría  de  Trabajo  y  Previsión.  "Nuestra 
Revolución  tendría  poca  razón  de  ser  si  no  pudiéramos  cumplir  lo  que  nos 
propusimos  al  ponerla  en  marcha",  explicó  cuando  se  hizo  cargo  de  esa 
repartición:  "Uno  de  los  postulados  sobresale  por  su  importancia  de  todos  los 
demás:  la  justicia  social.  En  este  orden  de  ideas,  el  Ejército  está  firmemente 
decidido  a  apoyar  esa  obra  y  no  ha  de  consentir  que  ella  se  malogre  por 
maniobras  capitalistas,  políticas  o  de  cualquier  especie."177 

Perón  empezó  por  desempolvar  las  leyes  sociales  que  existían  —en  su 
mayoría  fruto  de  los  esfuerzos  de  los  legisladores  socialistas—  y  las  aplicó 
sistemáticamente.  Convidó  a  los  dirigentes  sindicales  a  que  presentaran  sus 
reivindicaciones  en  la  Secretaría  de  Trabajo  para  poder  satisfacerlas  y 


Juan  José  Real,  30  años  de  historia  argentina.  (Acción  política  y  experiencia  histórica), 
Buenos  Aires,  Actualidad,  1962,  p.  231. 


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gradualmente  fue  concediendo  aumentos  de  salarios  y  mejoras  laborales,  creó 
estatutos  para  diversos  gremios  y  tribunales  de  trabajo,  reglamentó  las 
asociaciones  profesionales  y  amplió  y  extendió  el  sistema  de  previsión  social. 
También  propició  medidas  que  afectaron  la  vida  de  los  trabajadores  del  campo. 
El  Estatuto  del  Peón  (1944)  cambió  las  relaciones  de  trabajo  tanto  en  los 
establecimientos  ganaderos  como  en  los  agrícolas  y  convirtió  al  peón  en  un 
obrero  rural.  Le  dio  por  ejemplo  un  sueldo  mínimo,  descanso  dominical, 
alimentación  y  habitación  adecuadas,  vacaciones  e  indemnización  por  despido. 
En  los  viñedos  de  Mendoza  y  en  los  ingenios  de  Tucumán,  los  trabajadores 
encontraron  por  primera  vez  un  ambiente  favorable  para  su  agremiación  y 
formaron  la  FOTIA178. 

Ese  año  inició  asimismo  una  política  dirigida  hacia  las  mujeres.  El  3  de 
octubre  en  un  acto  al  que  asistieron  autoridades  nacionales,  artistas,  obreras  y 
delegaciones  sindicales,  Perón  inauguró  una  nueva  repartición  en  la  Secretaría 
de  Trabajo,  la  División  del  Trabajo  y  Asistencia  a  la  Mujer.  Su  titular  fue  la 
doctora  Lucila  de  Gregorio  Lavié.  En  el  acto  inaugural  señaló  que  el  nuevo 
organismo  tenía  cuatro  fines:  "mejorar  las  condiciones  de  trabajo;  regular  el 
trabajo  femenino,  orientándolo  por  los  cauces  más  eficientes;  proteger  a  la 
maternidad  y  elevar  el  nivel  cultural  de  la  mujer".179  En  su  discurso,  Perón 
prometió  la  redacción  de  un  estatuto  del  trabajo  femenino,  cosa  que  no  llevó  a 
cabo  ni  como  secretario  de  Trabajo  ni  como  presidente. 

Perón  pronunciaba  numerosos  discursos  en  los  que  explicaba  el  sentido  y 
los  objetivos  de  la  política  social  del  gobierno.  El  2  de  diciembre  de  1945  la 
definió  en  contraste  con  la  situación  existente  antes  de  que  las  fuerzas  armadas 
tomaran  el  poder.  Previamente,  explicó,  el  Estado  se  mantenía  "alejado  de  la 
población  trabajadora.  No  regulaba  las  actividades  sociales  como  era  su  deber, 
sólo  tomaba  contacto  en  forma  aislada  cuando  el  temor  de  ver  turbado  el  orden 
aparente  de  la  calle  le  obligaba  a  descender  de  la  torre  de  marfil  de  su 
abstencionismo  suicida.  No  se  percataban  los  gobernantes  de  que  la  indiferencia 
adoptada  ante  las  contiendas  sociales,  facilitaba  la  propagación  de  esta  rebeldía 
porque  era  precisamente  el  olvido  de  los  deberes  patronales  que,  libres  de  la 
tutela  estatal,  sometían  a  los  trabajadores  a  la  única  ley  de  su  conveniencia.  Los 
obreros,  por  su  parte,  al  lograr  el  predominio  de  las  agrupaciones  sindicales,  se 
enfrentaban  a  la  propia  autoridad  del  Estado,  pretendiendo  disputar  el  poder 
político"180.  A  partir  del  4  de  junio  el  Estado  había  asumido  las  funciones  que  le 
correspondían  y  una  de  sus  primeras  medidas  había  sido  la  creación  de  la 
Secretaría  de  Trabajo  y  Previsión.  Con  ella  "se  inicia  la  era  de  la  política  social 
argentina.  Atrás  quedará  para  siempre  la  época  de  la  inestabilidad  y  desorden 
en  que  estaban  sumidas  las  relaciones  entre  patrones  y  trabajadores.  De  ahora 
en  adelante,  las  empresas  podrán  trazar  sus  previsiones  para  el  futuro 


Juan  José  Real,  op.  cit.;  Rodolfo  Puiggrós,  El  peronismo,  op.  cit.  Rubén  Rotondaro,  op.  cit., 
Carlos  Fayt,  op.  cit. 

179  La  Nación,  4  de  octubre  de  1944. 

180  Argentina.  Presidencia  de  la  Nación.  Subsecretaría  de  Informaciones.  Discurso  del  coronel 
Perón  sobre  la  Política  Social  del  Estado.  Transmitido  por  la  Red  Argentina  de  Radiodifusión,  Buenos 
Aires,  2  de  diciembre  de  1943,  p.  2. 


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desarrollo  de  sus  actividades,  tendrán  la  garantía  de  que  si  las  retribuciones  y  el 
trato  que  otorgan  al  personal  concuerdan  con  las  sanas  reglas  de  convivencia 
humana,  no  habrán  de  encontrar  por  parte  del  Estado  sino  el  reconocimiento  de 
su  esfuerzo  en  pro  del  mejoramiento  y  de  la  economía  general  y  consiguiente 
engrandecimiento  del  país.  Los  obreros,  por  su  parte,  tendrán  la  garantía  de  que 
las  normas  de  trabajo  que  se  establezcan  enumerando  los  derechos  y  deberes  de 
cada  cual,  habrán  de  ser  exigidos  por  las  autoridades  del  trabajo  con  el  mayor 
celo  y  sancionando  con  inflexibilidad  su  incumplimiento"181. 

El  Io  de  mayo  de  1944,  si  bien  el  gobierno  prohibió  el  tradicional  acto 
obrero.  Perón  dirigió  "un  mensaje  a  los  trabajadores"  en  el  que  destacó  que  el 
Ejército  "no  abandonó  sus  cuarteles,  movido  por  un  sentimiento  de  ambición. 
Fue  el  clamor  de  la  calle,  del  taller  y  del  campo  el  que  llegó  hasta  ellos,  para 
golpear  a  sus  puertas  en  demanda  de  justicia.  Y  el  Ejército  y  la  Armada  —parte 
viva  de  la  indivisible  unidad  nacional  —  respondieron  patrióticamente. 
Abandonaron  la  tranquilidad  de  los  acantonamientos.  Salieron  a  la  calle, 
precedidos  en  su  marcha  por  el  mismo  pueblo  que  los  estimula  y  los  aclama. 

"No  hubiéramos  podido  justificar  nunca  ante  nuestra  conciencia  y  ante  la 
historia  una  actitud  indiferente,  frente  a  la  realidad  política  y  a  la  realidad  social 
de  aquella  hora. 

"Un  deseo  superior  de  justicia  fue  el  motor  que  impulsó  a  la  revolución 
triunfante". 

Destacó  que  uno  de  los  objetivos  del  gobierno  era  "suprimir  la  lucha  de 
clases,  suplantándola  por  un  acuerdo  justo  entre  obreros  y  patronos,  al  amparo 
de  la  justicia  que  emana  del  Estado".  Los  extremistas  debían  ser  desterrados  de 
los  gremios,  el  capital  debía  ser  argentino  y  todo  el  que  trabajaba  debía  obtener 
"una  compensación  moral  y  material  que  le  asegure  el  bienestar  a  que  todos 
tenemos  derechos;  como  asimismo,  consideramos  indispensable  que  las  labores 
se  ejerzan  en  un  régimen  humano  y  feliz,  con  sus  descansos  reparadores,  en 
medios  higiénicos,  sanos  y  seguros;  y  sobre  todo,  dentro  de  una  gran  dignidad 
y  respeto  mutuo". 

Estos  discursos  de  Perón,  junto  con  las  medidas  que  tomaba  día  tras  día 
el  gobierno,  fueron  despertando  fuertes  resistencias  en  sectores  que  iban  desde 
la  oligarquía  ganadera  hasta  los  partidos  Socialista  y  Comunista.  Pero  la 
existencia  de  grandes  sectores  de  trabajadores  que  no  militaban  en  filas 
sindicales,  el  aislamiento  de  los  dirigentes  de  izquierda,  los  cuales  ante  la 
política  de  la  Secretaría  de  Trabajo  solamente  podían  ofrecer  planteos 
ideológicos  de  lucha  contra  el  fascismo  y  el  nazismo  y  la  adhesión  de  dirigentes 
gremiales  como  Angel  Gabriel  Borlenghi,  Juan  A.  Bramuglia,  Luis  E  Gay  y 
muchos  otros  más,  fueron  factores  decisivos  para  el  eventual  triunfo  de  Perón. 
Es  verdad  que  no  lo  consiguió  sin  violencia:  las  huelgas  políticas  fueron 
duramente  reprimidas  y  muchos  dirigentes  sindicales  comunistas  pasaron 
largas  temporadas  en  la  cárcel. 


Argentina,  Presidencia  de  la  Nación,  Subsecretaría  de  Informaciones.  El  sindicalismo 
justicialista  a  través  del  pensamiento  de  Perón,  Buenos  Aires,  1951,  ps.  49-50. 


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Evita 


A  medida  que  Perón  fue  poniendo  en  práctica  su  política  social  y 
aumentaba  su  poder,  se  convirtió  en  el  objeto  de  una  oposición  cada  vez  más 
enconada  por  parte  de  todos  los  partidos  tradicionales.  Sin  embargo,  la  reacción 
de  los  partidos  ante  el  golpe  del  4  de  junio  no  había  sido  negativa,  sino  más  bien 
ambigua.  En  realidad  los  únicos  que  apoyaron  la  Revolución  del  4  de  junio 
desde  el  primer  momento  fueron  los  radicales  de  FORJA  y  los  nacionalistas. 
Pero  ya  la  designación  de  Gustavo  Martínez  Zuviría  al  Ministerio  de  Educación 
y  Culto  y  de  otros  nacionalistas  en  la  intervención  de  varias  universidades 
cambió  la  situación.  La  disolución  de  los  partidos  políticos  y  la  imposición  de  la 
enseñanza  religiosa  obligatoria  (ambas  medidas  tomadas  en  diciembre  de  1943), 
el  cierre  o  la  suspensión  de  diarios,  el  encarcelamiento  de  dirigentes  políticos  y 
el  exilio  de  otros,  contribuyeron  a  que  los  partidos  acusaran  a  los  gobiernos 
militares  de  nazi-fascistas.  La  política  exterior  de  Ramírez,  en  tanto  procuró 
mantener  la  neutralidad  de  la  Argentina  en  el  conflicto  mundial,  fue  otro  factor 
que  influyó  poderosamente  sobre  la  oposición. 

Mientras  tanto,  Perón  asistía  a  actos  organizados  por  sindicatos  que  se 
habían  adherido  a  la  política  del  gobierno,  cimentaba  su  apoyo  y  continuaba 
pronunciando  discursos  que  irritaban  cada  vez  más  a  la  oposición.  El  10  de 
junio  de  1944,  al  inaugurar  la  cátedra  de  Defensa  Nacional  en  la  Universidad  de 
La  Plata  analizó  la  situación  de  la  Argentina  en  el  contexto  internacional,  las 
condiciones  históricas  que  la  explicaban,  el  desarrollo  que  había  alcanzado  y  los 
planes  del  gobierno  que  permitirían  al  país  ocupar  la  posición  que  le 
correspondía  en  el  mundo.  El  20  de  julio,  la  Unión  Tranviarios  Automotor 
organizó  un  acto  en  la  Secretaría  de  Trabajo  y  Previsión  en  el  que  caracterizó  a 
la  Revolución  del  4  de  junio  como  "un  movimiento  del  pueblo  y  para  el  pueblo. 
Varias  veces  he  dicho  que  no  se  trata  de  una  Revolución  hecha  por  el  Ejército, 
sino  de  un  movimiento  en  que  el  Ejército  se  hace  eco  de  la  causa  de  los  hombres 
que  trabajan  y  elaboran  la  grandeza  del  país"182.  El  10  de  agosto,  ante  una 
concentración  de  obreros  en  Berisso,  proclamó:  "Ha  terminado  la  época  en  que 
los  políticos  oponían  al  Ejército  frente  al  pueblo.  Hoy,  el  Ejército  y  el  pueblo 
marchan  en  la  misma  dirección  y  por  el  mismo  camino"183.  Definió  luego  la 
Secretaría  de  Trabajo  y  Previsión  como  "la  casa  de  los  verdaderos  trabajadores, 
la  casa  que  ha  de  defenderlos  a  ustedes  contra  cualquier  injusticia  del  pasado, 
del  presente  y  del  porvenir.  Es,  en  otras  palabras,  la  garantía  de  que  en  este  país 
no  volverá  a  producirse  el  drama  de  una  clase  trabajadora  olvidada  por  los 
poderes  públicos  y  engañada  por  los  políticos  durante  más  de  cincuenta 
años"184. 

En  la  segunda  mitad  de  1944,  los  partidos  políticos  iniciaron  contactos 
para  establecer  un  frente  de  lucha  contra  el  gobierno  de  Farrell.  La  declaración 
de  guerra  de  la  Argentina  a  Alemania  y  a  Japón  (marzo  de  1945)  y  la  llegada  del 


Argentina,  Presidencia  de  la  Nación,  Subsecretaría  de  Informaciones.  Acto  de  la  Unión 
Tranviarios  para  demostrar  su  adhesión  a  la  política  social  del  gobierno,  Buenos  Aires,  20  de  julio  de 
1944,  p.  1. 

183  Argentina,  Presidencia  de  la  Nación,  Subsecretaría  de  Informaciones,  El  sindicalismo 
justicialista  a  través  del  pensamiento  de  Perón,  p.  140. 

184  Ibid.,  p.  141. 


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nuevo  embajador  de  los  Estados  Unidos,  Spruille  Braden,  ayudaron  a  que  el 
acercamiento  de  todos  los  sectores,  desde  la  derecha  hasta  la  izquierda,  pudiera 
consumarse.  Durante  los  pocos  meses  en  que  Braden  permaneció  en  el  país, 
actuó  no  solamente  como  el  portavoz  de  la  Junta  de  Coordinación  Democrática, 
sino  también  como  su  símbolo185. 

La  campaña  de  los  "demócratas",  como  se  denominaba  a  sí  misma  la 
oposición,  juntamente  con  las  presiones  de  sectores  militares  que  no  veían  con 
buenos  ojos  la  meteórica  carrera  de  Perón  y  el  poder  que  había  acumulado,  la 
política  exterior  que  enfrentaba  la  Argentina  a  los  Estados  Unidos,  las 
prerrogativas  que  iba  adquiriendo  el  Estado  y  las  reformas  sociales  que  llevaba 
a  cabo  el  gobierno,  influyeron  sobre  éste.  El  6  de  julio  de  1945,  en  la  comida 
anual  de  camaradería  de  las  fuerzas  armadas,  Farrell  anunció  que  habría 
elecciones  libres  antes  de  fin  de  año.  "He  de  hacer  todo  cuanto  esté  a  mi  alcance 
para  asegurar  elecciones  completamente  libres  y  que  ocupe  la  primera 
magistratura  el  que  el  pueblo  elija."186 

En  vez  de  calmar  los  ánimos,  el  anuncio  de  Farrell  los  caldeó  aún  más.  La 
oposición  no  creía  posible  —  o  no  quería  creerlo  —  que  el  gobierno  no  estuviera 
"fabricando  sucesiones",  como  tampoco  querría  aceptar  que  hubiera  cambiado 
cuando  declaró  la  guerra  al  Eje.  Así,  en  un  acto  del  Partido  Socialista  realizado 
en  el  mes  de  setiembre,  Enrique  Dickman  recalcó:  "El  gobierno  'de  facto'  de  la 
llamada  revolución  del  4  de  junio  de  1943,  fue  nazi,  es  aún  nazi,  y  si  ahora  se 
pone  el  disfraz  democrático,  es  porque  el  cambio  de  panorama  del  mundo  lo 
obliga  a  ello"187.  Ya  fuera  porque  no  tenía  en  verdad  confianza  en  que  el 
gobierno  llevara  a  cabo  elecciones  libres  o  porque  un  sector  de  la  oposición 
buscaba  asegurarse  el  triunfo  como  en  los  mejores  tiempos  de  la  Década 
Infame,  una  vez  levantado  el  estado  de  sitio  (4  de  agosto  de  1944)  aquélla 
empezó  a  pedir  con  renovado  brío  que  el  gobierno  fuera  transferido  a  la 
Suprema  Corte  de  Justicia. 

El  llamado  a  elecciones  planteaba  un  problema  para  el  equipo 
gobernante.  Después  de  haber  afirmado  repetidamente  "ha  terminado  la  era  del 
fraude",  no  podía  menos  que  propiciar  elecciones  enteramente  libres.  Esto  traía 
aparejado  el  peligro  de  echar  a  perder  la  obra  realizada  desde  el  4  de  junio,  pues 
en  esa  coyuntura,  el  candidato  que  podía  asegurar  que  eso  no  sucediera  era 
Perón,  justamente  el  único  que  el  gobierno  no  podía  respaldar  si  no  quería  que 
recayeran  sobre  él  y  sobre  la  Revolución  del  4  de  junio  las  acusaciones  lanzadas 
por  los  militares  contra  algunos  partidos  políticos. 

Mientras  tanto.  Perón  negaba  tener  aspiraciones  políticas  y  por  otro  lado 
buscaba  ampliar  su  apoyo  entre  obreros,  empleados  y  demás  trabajadores, 
denunciando  los  ataques  de  la  oposición  como  una  amenaza  para  toda  la  obra 
del  gobierno.  Sus  discursos  en  los  actos  organizados  por  sindicatos  se  volvían 


185  Véase  Rogelio  García  Lupo,  La  rebelión  de  los  generales,  Buenos  Aires,  Ed.  Jamcana,  1963;  Sir 
David  Kelly,  El  poder  detrás  del  trono,  Buenos  Aires,  Coyoacán,  1962;  Todo  es  Historia,  año  III,  N°  30, 
octubre  de  1969. 

186  La  Prensa,  1  de  julio  de  1945. 

187  La  Prensa,  2  de  setiembre  de  1945. 


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cada  vez  más  agresivos.  Así  por  ejemplo,  el  11  de  agosto  de  1945,  en  una 
concentración  de  obreros  que  tuvo  lugar  en  la  plaza  Alsina  de  Avellaneda, 
Perón  afirmó  que  "hoy  la  clase  trabajadora  tiene  derechos  que  no  dejará 
pisotear.  Olvidan  (aquéllos  que  lo  critican)  que  llegan  tiempos  mejores  para  los 
que  fueron  siempre  postergados;  olvidan  que  el  Estado  moderno  tiene 
compromisos  con  sus  hombres  de  trabajo  que  no  puede  eludir  ni  por  el  engaño 
ni  por  el  despojo...  Soñamos  con  un  futuro  en  el  cual  el  pueblo  nombra  a  sus 
representantes  para  que  lo  dirijan  eligiéndolos,  no  entre  los  más  hábiles 
políticos  de  comité  ni  entre  los  más  camanduleros  para  hacer  un  fraude,  sino 
entre  los  que  hayan  probado  que  son  honrados  y  leales  a  la  clase  trabajadora". 

"Esta  causa,  que  debe  ser  la  de  toda  la  clase  trabajadora,  es  la  verdadera 
causa  de  la  Nación  y  quien  desertara  de  apoyarla  sería  en  el  futuro  un  desertor 
de  la  causa  de  la  Patria.  Nadie  ha  de  hacer  para  las  masas  trabajadoras  tanto 
como  los  trabajadores  mismos."188 

Los  esfuerzos  de  Perón  no  tuvieron  mayor  éxito.  Por  el  momento  la 
ofensiva  estaba  claramente  en  manos  de  la  oposición  y  a  medida  que  pasaban 
los  meses,  las  manifestaciones  y  declaraciones  de  los  partidos  eran  cada  vez 
más  numerosas.  A  principios  de  setiembre,  los  exilados  empezaron  a  volver  de 
Montevideo  y  los  partidos  políticos  se  prepararon  para  una  demostración  de 
fuerza  que  tendría  lugar  el  19  de  ese  mes.  El  18,  Perón  pronunció  un  discurso 
por  radio  atacando  el  acto  proyectado  para  el  día  siguiente.  Explicó  cómo  la 
oposición  desde  el  primer  momento  se  había  negado  a  aceptar  las  reformas 
económicas  y  sociales.  Consideraba  su  deber  denunciar  ante  el  pueblo  en 
general  y  los  obreros  en  particular  "esta  combinación  oscura  de  elementos 
foráneos,  espíritus  reaccionarios,  políticos  desahuciados  y  plutócratas  egoístas 
que  viven  enquistados  desde  hace  años"189. 

El  día  19  tuvo  lugar  la  famosa  "Marcha  de  la  Constitución  y  la  Libertad". 
Unas  200.000  personas  marcharon  por  el  centro  de  Buenos  Aires,  cantando  el 
Himno  Nacional  y  la  Marsellesa.  Encabezada  por  conservadores  (Joaquín  de 
Anchorena  y  Antonio  Santamarina),  comunistas  (Pedro  Chiaranti,  Rodolfo 
Ghioldi  y  Ernesto  Giudici),  socialistas  (Alfredo  Palacios,  Américo  Ghioldi  y 
Nicolás  Repetto)  y  radicales  (José  P.  Tamborini  y  Enrique  M.  Mosca),  la 
columna  avanzó  a  los  gritos  de  "¡Libertad  y  argentinos,  sí;  nazis,  no!",  "¡La 
unidad  nacional  a  Perón  le  hace  mal!";  "¡Militares  al  cuartel!",  y  finalmente  una 
consigna  lanzada  por  la  FUA  "¡Libros,  sí;  botas,  no!",  que  algún  tiempo  después 
daría  origen  a  la  famosa  consigna  peronista  "¡Alpargatas,  sí;  libros,  no!".190 

La  marcha  fue  sin  lugar  a  dudas  un  triunfo  para  la  oposición.  Le  dio 
nuevas  fuerzas  para  seguir  sus  embates  contra  el  gobierno  y  además  le  ganó 
nuevos  adeptos  en  los  sectores  liberales  de  las  fuerzas  armadas  que  no  dejaron 
de  tomar  nota  del  fuerte  tono  anti-militarista  de  algunas  consignas.  Unos  días 


Argentina,  Presidencia  de  la  Nación.  Subsecretaría  de  Informaciones.  Discurso  pronunciado 
por  el  coronel  Perón,  en  la  Plaza  Alsina  de  Avellaneda  ante  una  concentración  de  obreros,  Buenos  Aires, 
11  de  agosto  de  1945,  p.  1. 

189  La  Prensa,  19  de  setiembre  de  1945. 

190  La  Prensa,  20  de  setiembre  de  1945. 


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más  tarde,  el  25  de  setiembre,  el  gobierno  detuvo  en  Córdoba  al  general  Arturo 
Rawson,  coartando  así  los  planes  para  una  sublevación  cuya  proclama  pedía 
que  el  gobierno  fuera  transferido  a  la  Suprema  Corte.  El  26,  Farrell  volvió  a 
imponer  el  estado  de  sitio  con  la  consiguiente  detención  de  numerosos  políticos. 
En  la  primera  semana  de  octubre  estalló  un  nuevo  conflicto  en  la  universidad. 
Los  estudiantes  ocuparon  varias  facultades  y  fueron  violentamente  desalojados 
por  la  policía,  que  detuvo  a  unas  1.600  personas.  El  gobierno  aparentaba  carecer 
del  mínimo  apoyo  popular,  y  lo  que  era  aún  peor,  parecía  incapaz  de  resistir  los 
ataques  de  la  oposición  por  mucho  tiempo.  La  designación  de  Nicolini,  el  5  de 
octubre  de  1945,  ofreció  el  motivo  para  que  las  fuerzas  armadas  intervinieran  en 
el  proceso  y  se  produjo  el  enfrentamiento  final  con  Perón. 

Aunque  llevaba  la  firma  del  ministro  del  Interior,  Hortensio  J.  Quijano,  el 
nombramiento  fue  atribuido  a  Perón  y  más  precisamente  a  Evita,  por  su 
amistad  con  Nicolini191.  El  anuncio  irritó  a  aquellos  militares  que  no  veían  con 
agrado  el  vínculo  entre  Perón  y  Evita  pues  demostraba  el  ascendiente  que  ella 
tenía  sobre  él,  única  explicación  posible  de  una  relación  incomprensible  para 
ellos.  Pero  la  razón  fundamental  es  que  contrarió  a  la  oficialidad  de  Campo  de 
Mayo,  pues  el  jefe  de  una  de  sus  unidades,  el  teniente  coronel  Francisco  Rocco, 
aspiraba  al  cargo192.  En  esa  guarnición  se  formó  pronto  un  movimiento  que  en 
primera  instancia  procuró  anular  el  nombramiento  y  luego  buscó  derrocar  a 
Perón. 

Es  posible  que  Evita  haya  influido  en  la  designación  de  Nicolini,  pero  su 
apoyo  no  fue  seguramente  la  única  razón  para  el  nombramiento.  Además  de  ser 
amigo  de  Evita,  Nicolini  se  había  adherido  a  la  política  de  Perón  desde  el 
primer  momento  y  lejos  de  ser  "un  oscuro  empleado",  como  se  lo  describe 
generalmente,  era  en  esos  momentos  el  director  general  de  Radiodifusión.  Lo 
extraordinario  de  esa  designación,  como  bien  lo  puntualizó  El  Pueblo,  era  que 
por  primera  vez  un  funcionario  de  la  repartición  con  veinticinco  años  de 
servicio  en  ésta  y  en  la  que  había  ingresado  como  auxiliar  de  quinta  categoría, 
llegara  a  la  Dirección193. 

En  el  primer  momento,  la  crisis  tuvo  un  carácter  predominantemente 
militar  ya  que  se  presentó  como  un  enfrentamiento  entre  la  oficialidad  de 
Campo  de  Mayo,  comandada  por  el  general  Eduardo  J.  Avalos,  y  Perón.  El  6  de 
octubre  a  la  mañana,  Avalos,  que  era  amigo  íntimo  de  Perón,  lo  visitó  en  el 
Ministerio  de  Guerra  para  expresarle  el  desagrado  de  los  oficiales  de  Campo  de 
Mayo  ante  el  nombramiento  de  Nicolini.  Como  Perón  rehusó  retirarlo, 
presionado  por  sus  oficiales,  el  comandante  de  Campo  de  Mayo  entrevistó  a 
Farrell  y  luego  volvió  a  encontrarse  con  Perón,  esta  vez  en  su  apartamento  de  la 
calle  Posadas.  Era  sábado  y  Evita  estaba  en  casa.  Asistió  a  la  entrevista  y  en  un 


Véase  por  ejemplo  Ahora,  16  de  octubre  de  1945,  p.  2:  "La  copa  fue  rebasada  con  el 
nombramiento  del  señor  Nicolini  para  el  cargo  de  director  de  Correos,  por  haberse  atribuido  ese 
nombramiento,  no  a  los  méritos  de  dicha  persona,  sino  a  su  emparentamiento  con  una  persona  de  la 
amistad  íntima  del  coronel  Perón". 

192  t 

Vease  Luna,  op.  cit.,  p.  215. 

193  El  Pueblo,  1  de  octubre  de  1945. 


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momento  dado  intervino  en  la  discusión,  apoyando  las  negativas  de  Perón.  "Lo 
que  tendrías  que  hacer  es  dejar  todo  de  una  buena  vez  y  retirarte  a  descansar... 
¡Que  se  arreglen  solos!",  habría  estallado  Evita194.  Tanto  su  presencia  como  sus 
palabras  deben  haber  irritado  aún  más  a  la  oficialidad  de  Campo  de  Mayo 
cuando  el  jefe  militar  informó  sobre  lo  acontecido. 

Ávalos  y  Perón  acordaron,  sin  embargo,  que  éste  recibiría  una  delegación 
de  Campo  de  Mayo  en  el  Ministerio  de  Guerra  el  lunes  8.  Ese  día,  Perón 
cumplía  cincuenta  años.  Hubo  una  pequeña  fiesta  en  el  Ministerio  durante  la 
cual  recibió  a  sus  compañeros  de  armas,  que  le  regalaron  una  cigarrera  de 
oro195.  Luego  tuvo  lugar  la  entrevista  con  los  oficiales  de  Campo  de  Mayo,  que 
concluyó  sin  que  prevaleciera  ninguna  posición.  El  desenlace  se  produjo  el  9, 
pues  ante  la  determinación  de  la  guarnición,  Farrell  pidió  a  Perón  que 
renunciara  a  sus  tres  cargos.  Así  lo  hizo,  y  a  renglón  seguido,  redactó  su 
solicitud  de  retiro  del  Ejército.  Quijano  anunció  la  renuncia  de  Perón 
juntamente  con  una  declaración  del  gobierno  en  la  que  indicaba  que  el  12  de 
octubre  se  firmaría  un  decreto  llamando  a  elecciones  para  el  mes  de  abril. 

Estos  hechos  introdujeron  dos  nuevos  elementos  en  el  cuadro.  Por  un 
lado,  se  intensificó  la  actividad  de  los  políticos  —que  no  habían  permanecido 
ajenos  al  planteo  de  Campo  de  Mayo—  en  el  sentido  de  que  el  gobierno  fuera 
inmediatamente  transferido  a  la  Suprema  Corte,  sin  esperar  el  proceso  electoral. 
Por  otro,  generó  la  movilización  de  los  obreros  que  vieron  la  renuncia  de  Perón 
como  una  amenaza  para  las  conquistas  que  habían  obtenido  hasta  entonces.  El 
mismo  9  de  octubre,  unos  setenta  dirigentes  sindicales  se  reunieron  y 
nombraron  una  delegación  para  que  se  entrevistara  con  Perón.  Por  intermedio 
del  mayor  Estrada,  el  grupo,  entre  los  que  estaban  Alcides  Montiel,  Ramón  V. 
Tejada  y  Luis  F.  Gay,  se  puso  efectivamente  en  contacto  con  él  al  día 
siguiente196. 

En  esta  etapa,  sin  embargo,  la  participación  de  los  obreros  y  de  los 
dirigentes  sindicales  en  la  crisis  permaneció  en  un  plano  secundario,  ya  que  lo 
que  atraía  la  atención  del  público  eran  las  reuniones  de  los  militares  en  el 
Círculo  Militar,  el  debilitamiento  progresivo  del  gobierno  de  Farrell  por  las 
renuncias  de  sus  ministros  —el  13  de  octubre  contaba  solamente  con  dos 
ministros,  el  general  Ávalos  y  el  almirante  Héctor  Vernengo  Lima—  las 
gestiones  del  procurador  de  la  Nación,  Dr.  Juan  Álvarez,  para  formar  un  nuevo 
gabinete  a  pedido  de  Farrell  y  la  euforia  de  "los  demócratas",  que  ya  veían  la 
partida  ganada.  El  12  de  octubre  reunidos  en  la  plaza  San  Martín  pedían  la 
entrega  del  gobierno  a  la  Corte  en  una  manifestación  que  se  prolongó  casi 


Luna,  op.  cit.,  p.  215,  y  Acontecimientos  militares  en  Campo  de  Mayo  entre  los  días  6  y  19  de 
octubre  de  1945  (panfleto). 

195  El  Pueblo,  9  de  octubre  de  1945. 

196  Véanse  las  gestiones  de  Monzalvo  en:  Luis  Monzalvo,  Testigo  de  la  primera  hora  del 
peronismo,  Buenos  Aires,  ed.  Pleamar,  1945,  p.  167.  También  Samuel  L.  Baily,  Labor  Nationalism  and 
Politics  in  Argentina,  New  Brunswick,  Rutgam  University  Press,  1967,  p.  88.  Juan  Carlos  Torre,  "La  CGT  y 
el  17  de  Octubre  de  1945",  Todo  es  Historia,  N°  105,  febrero  de  1976. 


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durante  todo  el  día  y  que  terminó  con  un  saldo  de  un  muerto  y  treinta  y  cuatro 
heridos197. 

En  esos  momentos,  la  derrota  de  Perón  parecía  total.  El  10,  o  sea,  al  día 
siguiente  de  presentar  su  renuncia,  fue  a  despedirse  de  los  funcionarios  de  la 
Secretaría  de  Trabajo  y  Previsión.  Respondiendo  a  una  sugerencia  de  los 
dirigentes  sindicales  que  lo  habían  entrevistado  ese  mediodía,  dirigió  la  palabra 
a  unos  15.000  obreros  y  empleados  reunidos  en  la  calle,  frente  a  la  repartición. 
En  su  discurso,  transmitido  a  todo  el  país  por  la  red  oficial  de  radiodifusión, 
Perón  recalcó  que  la  Revolución  del  4  de  junio  no  solamente  quería  garantizar 
comicios  libres  sino  que  también  tenía  un  programa  económico  y  social. 
Recapituló  la  obra  que  había  realizado  desde  la  Secretaría  y  anunció  que  había 
firmado  dos  decretos  antes  de  abandonarla,  uno  aumentando  los  salarios  y  otro 
implantando  el  salario  móvil,  vital  y  básico.  Afirmó  que  el  presidente  Farrell  le 
había  prometido  que  se  mantendrían  las  conquistas  sociales  y  terminó  pidiendo 
"el  máximo  de  tranquilidad  a  todos  los  trabajadores  del  país.  Tranquilidad  y 
calma  es  lo  que  necesitamos  para  seguir  estructurando  nuestras  organizaciones 
y  hacerlas  tan  poderosas  que,  en  el  futuro,  sean  invencibles.  Y  si  algún  día  fuese 
necesario,  he  de  formar  en  sus  filas  para  obtener  lo  que  sea  justo...  Pido  orden 
para  que  sigamos  adelante  en  nuestra  marcha  triunfal;  pero  si  es  necesario, 
algún  día  pediré  la  guerra"198. 

Este  discurso  fue  el  último  acto  público  de  Perón  hasta  el  17  de  octubre  y 
tuvo  la  virtud  de  encolerizar  a  sus  enemigos  de  Campo  de  Mayo.  Desde  su 
punto  de  vista,  no  dejaban  de  tener  razón,  pues  no  era  el  discurso  de  un  hombre 
derrotado  sino  el  de  un  militar  que  ha  perdido  una  batalla,  se  ve  obligado  a 
replegar  sus  fuerzas  pero  mientras  lo  hace  las  prepara  para  volver  al  ataque.  Era 
el  discurso  de  un  político  que  aparentaba  tener  confianza  en  sí  mismo  y  en 
quienes  lo  respaldaban.  Así  lo  deben  haber  entendido  sus  enemigos,  pues 
exigieron  su  arresto. 

Evita  asistió  al  acto  de  la  Secretaría  de  Trabajo,  perdida  en  el  público.  La 
tensión  de  los  últimos  días  había  sido  grande  para  ella.  Siempre  que  Perón 
estaba  en  casa,  permanecía  a  su  lado  descuidando  sus  propias  actividades. 
Cuando  él  se  iba  al  ministerio,  ella  se  quedaba  en  el  apartamento  pendiente  del 
teléfono,  ansiosa  por  saber  los  últimos  rumores  que  venían  de  Campo  de  Mayo. 
Había  un  constante  ir  y  venir  de  gente,  colaboradores  y  amigos  que  llegaban 
para  comentar  la  situación.  Fueron  días  y  noches  de  tensión  que  solamente 
disminuyó  por  unas  horas  cuando  Perón  finalmente  presentó  su  renuncia. 
Entonces  ella  también  sintió  los  efectos  de  la  crisis  política  en  su  propia  carrera, 
pues  Radio  Belgrano  canceló  sus  programas199.  Todo  se  derrumbaba  a  su 
alrededor,  y  para  colmo,  el  discurso  de  Perón  frente  a  la  Secretaría  empeoró  las 
cosas  a  tal  punto  que  sus,  colaboradores  más  inmediatos  empezaron  a  temer  un 
atentado  contra  él.  Juntamente  con  Evita,  Perón  abandonó  su  casa  para  ir  a 
pasar  la  noche  en  el  departamento  de  Elisa  Duarte  —  en  ese  entonces  ya  casada 


La  Prensa,  13  de  octubre  de  1945. 
El  Pueblo,  11  de  octubre  de  1945. 
Luna,  op.  cit.,  ps.  235-236. 


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con  el  mayor  Arrieta— 200.  A  la  mañana  siguiente,  acompañados  por  Juan 
Duarte  y  Rodolfo  Freude,  un  amigo  de  Perón,  salieron  de  Buenos  Aires,  hacia 
una  isla  del  Tigre.  Sólo  consiguieron  unas  horas  de  paz,  pues  el  12  a  la  noche 
fueron  traídos  de  vuelta  a  la  ciudad  por  el  nuevo  jefe  de  Policía,  el  coronel 
Aristóbulo  Mittelbach.  A  medida  que  el  auto  se  acercaba  a  Buenos  Aires,  la 
angustia  de  Evita  aumentaba  y  no  podía  contener  el  llanto.  Una  vez  en  su 
apartamento.  Perón  se  afeitó  y  se  cambió.  Después  de  despedirse  de  Evita  con 
un  largo  abrazo,  desapareció  en  la  noche,  camino  a  la  cañonera  Independencia, 
que  lo  llevaría  preso  a  la  isla  Martín  García,  bajo  la  custodia  de  la  Marina. 

La  prisión  de  Perón,  lejos  de  asegurar  su  derrota,  fue  el  factor  que  alteró 
totalmente  las  coordenadas  de  la  crisis,  ya  que  impulsó  a  los  trabajadores  a 
tomar  medidas  para  obtener  su  liberación  y  así  defender  los  derechos  que  él 
simbolizaba  y  que  veían  peligrar.  Ayudados  por  colaboradores  de  Perón,  que 
eran  también  funcionarios  de  la  Secretaría  de  Trabajo,  como  el  capitán  Russo, 
Hugo  Mercante,  el  teniente  coronel  Mercante  (hasta  que  fue  detenido),  su 
secretaria  Isabel  Ernst,  el  mayor  Estrada,  y  de  dirigentes  sindicales  como  José 
Argaña,  Cipriano  Reyes,  Libertario  Ferrari,  Mariano  Tedesco,  Gay,  Montiel,  y 
muchos  más  que  se  encargaron  de  repartir  la  noticia  de  la  prisión  de  Perón  y  de 
mantener  a  sus  bases  en  pie  de  alerta,  los  obreros  organizaron  manifestaciones 
relámpago  en  Berisso  y  Avellaneda.  Continuaron  el  13,  mientras  aumentaba  el 
número  de  dirigentes  gremiales  que  se  ponían  en  contacto  con  el  secretario  de 
la  CGT  para  declarar  una  huelga  general  por  la  liberación  de  Perón201. 

La  inquietud  en  los  medios  obreros  comenzó  a  surtir  efecto,  a  pesar  de 
los  esfuerzos  de  diarios  como  La  Prensa  para  restarle  importancia.  La  única 
publicación  que  apoyaba  francamente  a  Perón  en  estos  momentos  era  La  Época, 
un  diario  de  titulares  sensacionalistas  dirigido  por  Eduardo  Colom,  un  ex 
radical202.  El  14  de  octubre,  la  prensa  publicó  una  carta  abierta  de  Perón  al 
general  Avalos,  en  la  que  pedía  explicaciones  por  su  detención  y  exigía  su 
libertad  inmediata.  Desorientado,  sin  gabinete,  el  gobierno  empezó  a  dar 
marcha  atrás  y  emitió  un  comunicado  negando  que  Perón  estuviera  preso.  Pero 
las  movilizaciones  no  decayeron  pues  corrió  la  voz  de  la  detención  de  Mercante, 
los  trabajadores  descubrieron  que  algunos  empresarios  se  rehusaban  a  pagar  el 
feriado  del  12  de  octubre  y  encontraron  las  puertas  de  la  Secretaría  de  Trabajo 
cerradas  a  sus  reclamos.  El  13  de  octubre,  el  nuevo  secretario,  Dr.  Juan 
Fentanes,  pronunció  un  discurso  en  el  que  prometió  equidad  para  el  capital  y 
para  el  trabajo,  lo  cual  para  los  obreros  quería  decir:  ha  comenzado  la  marcha 
atrás203. 


A  partir  del  día  12  de  octubre,  los  horarios  de  radioteatro  de  Evita  pasaron  a  ser  ocupados 
por  Programas  especiales.  Véase  por  ejemplo  La  Prensa,  12  de  octubre  de  1945. 

201  Erminda  Duarte,  op.  cit.,  p.  84. 

202  Cipriano  Reyes,  Yo  hice  el  17  de  Octubre.  Memorias,  Buenos  Aires,  GS  editorial,  1973,  ps. 
213-216.  A  pesar  del  título  de  Reyes,  fueron  muchos  más  los  dirigentes  sindicales  que  se  movilizaron 
para  apoyar  a  Perón.  Véase  una  lista  en  Hugo  Gambini,  El  17  de  octubre  de  1945,  Buenos  Aires,  ed. 
Brújula,  1969,  p.  75,  y  Juan  Carlos  Torre,  op.  cit. 

203  Colom  no  flaqueó  en  su  apoyo  a  Perón  y  en  los  días  previos  al  17  de  octubre,  su  diario  buscó 
insistentemente  provocar  la  movilización  de  los  partidarios  del  coronel. 


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El  15  de  octubre,  la  FOTIA  declaró  la  huelga  general  en  Tucumán,  y  el  16, 
el  Comité  Central  Confederal  de  la  CGT  se  reunió  para  considerar  la  misma 
medida  propuesta  por  el  Comité  Administrativo  el  día  anterior.  Las  discusiones 
del  CCC  revelan  que  los  líderes  sindicales  tenían  una  visión  muy  clara  de  la 
situación204.  Al  iniciarse  la  sesión,  el  dirigente  ferroviario  Silverio  Pontieri, 
Secretario  General  de  la  CGT,  recapituló  el  informe  presentado  por  el  secretario 
a  la  Comisión  Administrativa,  apuntando  que  no  necesitaba  relatar  todos  los 
hechos  que  habían  culminado  con  el  encarcelamiento  de  Perón.  "Como  todos 
ustedes  saben,  los  trabajadores  se  sintieron  justamente  alarmados  por  estas 
cosas,  porque  ellas  a  su  vez  venían  acompañadas  de  distintas  medidas  de 
represalias  que  los  patrones  más  reaccionarios  estaban  tomando  contra  sus 
obreros  y  las  organizaciones  sindicales."  Los  informes  de  los  distintos  gremios 
afiliados  a  la  CGT  en  todo  el  país  fueron  dando  cuenta  al  secretario  de  "que  la 
clase  obrera  se  encontraba  extremadamente  alarmada  por  la  forma  en  que  se 
venía  presentando  la  campaña  de  reacción  patronal".  El  secretariado  decidió 
entonces  entrevistarse  con  el  ministro  de  Guerra,  general  Avalos.  "En  esta 
oportunidad  hicimos  notar  al  Señor  Ministro  nuestro  punto  de  vista  sobre  el 
problema,  y  le  participamos  nuestra  decisión  de  luchar  en  defensa  de  las 
conquistas  sociales.  También  le  expusimos  que  la  clase  obrera  de  nuestro  país  se 
sentía  justamente  alarmada  por  la  detención  del  Coronel  Perón  y  por  su 
confinamiento  (?)  en  la  Isla  de  Martín  García,  por  cuanto  los  trabajadores 
relacionaban  la  campaña  de  reacción  patronal  contra  las  conquistas  sociales  con 
la  detención  y  con  las  medidas  que  se  tomaron  precisamente  contra  el  hombre 
que  en  razón  de  su  desempeño  en  la  función  de  gobierno  había  posibilitado  la 
obtención  de  esas  conquistas.  Expresamos  que  únicamente  la  libertad  inmediata 
del  Coronel  Perón  traería  tranquilidad  a  los  hogares  obreros  y  a  la  familia 
argentina.  El  general  Avalos  nos  contestó  que  el  Coronel  Perón  no  estaba 
detenido,  sino  que  había  sido  puesto  bajo  custodia  para  su  propia  seguridad 
pues  el  Gobierno  tenía  informes  de  que  algunos  exaltados  querían  matarlo,  lo 
que  sería  una  desgracia  para  el  país." 

Según  Pontieri,  Avalos  insistió  repetidamente  que  las  conquistas  sociales 
serían  respetadas.  El  secretariado  solicitó  entonces  una  entrevista  con  Farrell  y  a 
su  vez  accedió  a  reunirse  con  Fentanes,  quien  también  les  aseguró  que  las 
mejoras  sociales  serían  mantenidas  y  que,  a  su  juicio,  una  huelga  general  en 
esos  momentos  sería  contraproducente.  Esta  era  la  información  que  el  Comité 
Administrativo  había  discutido  antes  de  enviar  la  declaración  de  huelga  general 
al  CCC.  Pontieri  añadió  que  esa  misma  mañana,  el  secretario  de  la  central 
obrera  se  había  reunido  con  Farrell,  quien  les  dijo  que  todo  se  arreglaría,  les 
pidió  "un  plazo  hasta  tanto  la  situación  se  aclarase  mejor  y  que  mientras  tanto  el 
Ejército  seguiría  sosteniendo  las  conquistas  obreras".  El  secretario  le  señaló  su 
inquietud  ante  la  integración  del  nuevo  gabinete,  "con  figuras  todas 
representativas  de  la  oligarquía  tradicionalmente  enemiga  de  los  trabajadores", 


204  Véase  en  el  discurso  de  Fentanes  en  La  Prensa,  14  de  octubre  de  1945. 


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que  no  estaban  de  acuerdo  con  que  el  gobierno  fuera  entregado  a  la  Suprema 
Corte  y  finalmente  "sus  serias  preocupaciones"  por  la  situación  de  Perón205. 

El  informe  de  Pontieri  buscaba  aplacar  los  ánimos.  Según  él  mismo,  la 
crisis  ya  estaba  en  vías  de  solución,  el  gobierno  había  pedido  un  margen  de 
tiempo,  lo  cual  era  razonable,  las  conquistas  logradas  iban  a  ser  mantenidas  y 
pronto  habría  un  comunicado  del  ejecutivo  anunciando  que  Perón  no  estaba 
detenido,  por  lo  tanto  las  medidas  de  fuerza  debían  ser  postergadas.  La 
cuestión  tal  como  se  planteó  para  los  delegados  era  ¿qué  hacer  con  la  huelga 
que  ya  había  sido  declarada  de  hecho  por  las  bases?  Detenerla  y  tratar  de 
encontrar  un  compromiso  con  los  militares  o  declararla,  pues  como  dijo  Ramón 
Bustamante,  dirigente  del  Sindicato  de  la  Carne  de  Rosario,  si  el  CCC  "no 
resuelve  la  huelga  general  les  puedo  asegurar  que  será  impotente  para  contener 
la  huelga  general  que  se  producirá  lo  mismo  por  el  estado  emotivo  de  los 
trabajadores.  Es  decir,  que  nosotros  no  dirigiremos  este  movimiento,  con  los 
consiguientes  perjuicios  que  esta  situación  puede  ocasionar  a  la  clase  obrera  y  al 
país  porque  sería  un  movimiento  inorgánico"206. 

La  respuesta  no  era  tan  simple  como  podría  parecer  a  primera  vista  pues 
había  otro  problema  implícito  en  la  posición  que  adoptaría  la  CGT  y  era  la 
actitud  que  debía  tomar  el  movimiento  obrero  frente  a  Perón.  Si  bien  todos  los 
delegados  reconocían  lo  que  él  había  significado  para  la  clase  obrera,  estaban 
divididos  en  cuanto  a  la  posición  que  la  central  debía  adoptar  frente  a  su 
encarcelamiento.  Según  Néstor  Álvarez  (Unión  Tranviarios)  "hay  que  dejar  bien 
establecido  que  la  Confederación  General  del  Trabajo,  por  razones  de  principio, 
no  puede  declarar  la  huelga  general  solicitando  la  libertad  del  Coronel  Perón. 
Tenemos  una  deuda  de  gratitud  con  él  pero  nuestros  principios  son  los  que 
orientan  el  movimiento  obrero...  La  CGT  no  puede  aparecer  como  saliendo  a  la 
calle  en  defensa  del  Coronel  Perón.  Eso  sería  enajenar  el  futuro  de  la  Central 
Obrera.  Si  resolvemos  declarar  la  huelga,  repito  que  tendrá  que  decirse  bien 
claro  que  ello  es  en  defensa  de  las  conquistas  obreras  amenazadas  por  la 
reacción  capitalista,  caso  contrario  demostraremos  que  nuestra  vida  terminó 
cuando  Perón"207. 


El  acta  de  la  reunión  del  Comité  Central  Confederal  aparece  reproducida  íntegra  en  "La  CGT 
y  el  17  de  octubre  de  1945",  Pasado  y  Presente,  N°  2,  año  IV,  julio/diciembre  de  1973,  ps.  403-423. 

206  Ibid.,  ps.  406-408. 

207  Ibid.,  ps.  412-413. 


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Navidad  de  1946.  Evita  y  Afilio  Renzi  reparten  pan  dulce  y  sidra  en  Vicente  López, 

suburbio  de  la  capital  argentina. 


Para  Libertario  Ferrari  (Asociación  de  Trabajadores  del  Estado),  la  puja 
entre  Avalos  y  Vernengo  Lima  podía  ser  acentuada  con  provecho  por  la  CGT. 


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"En  concreto,  la  situación  sería  ésta:  Ávalos  está  con  Perón  y  Vernengo  Lima 
está  contra  Perón.  Me  parece  entonces  que  nuestra  actitud  va  a  reforzar  la 
posición  del  primero  y  tendrá  como  consecuencia  inmediata  la  libertad  del 
Coronel  y  el  aseguramiento  de  todas  nuestras  conquistas.  Tenemos  que 
aprovechar  este  momento  excepcionalmente  favorable  para  nosotros,  pues  si  no 
habremos  perdido  la  lucha  por  muchos  años.  No  olvidemos  que  la  oligarquía 
está  unida  al  comunismo  y  los  comunistas  no  necesitarán  mucho  tiempo  para 
quitarnos  la  dirección  del  movimiento  obrero,  y  entonces  estará  todo 
perdido"208. 

El  planteo  de  Néstor  Álvarez  fue  compartido  principalmente  por  los 
delegados  de  la  Unión  Ferroviaria,  el  gremio  más  poderoso  en  los  últimos  diez 
años  y  también  el  que  había  controlado  consistentemente  la  CGT.  Pero  fue 
asimismo  un  ferroviario,  Ramón  V.  Tejada,  el  que  mejor  sintetizó  el  impacto  de 
Perón  en  el  movimiento  obrero  organizado  y  en  los  trabajadores  a  partir  de 
1943.  Por  mucho  que  se  le  dé  vuelta  al  asunto,  empezó  Tejada,  "si  hemos  de 
declarar  la  huelga  general  ella  será  por  la  libertad  del  Coronel;  por  más  que 
esgrimamos  otros  argumentos  éste  es  el  punto  básico  de  nuestra  actitud,  o  para 
mejor  decir,  de  la  clase  obrera.  Hay  un  sentimiento  muy  profundo  entre  los 
trabajadores  por  causa  de  la  detención  del  Coronel  Perón,  especialmente  en  el 
interior  del  país,  porque  el  Coronel  Perón  ha  sido  el  único  que  ha  hecho  justicia 
a  las  aspiraciones  obreras  concretándolas  en  las  conquistas  que  ahora  están 
amenazadas.  Si  la  CGT  pide  y  gestiona  la  libertad  del  Coronel  Perón,  no 
vulnerará  los  principios  sindicales  porque  podemos  decir  ahora  que  el  Coronel 
Perón  es  uno  de  los  nuestros  porque  se  ha  acercado  a  la  clase  obrera  para 
defenderla".  La  obra  de  Perón  en  el  interior  "tiene  un  carácter  profundamente 
revolucionario"  por  las  condiciones  en  que  vivían  los  trabajadores,  explicó 
Tejada,  y  la  realidad  es  que  antes  de  1943  no  se  agremiaban,  "sin  embargo,  bastó 
que  las  autoridades  revolucionarias  con  el  Coronel  Perón  a  la  cabeza  empezaran 
a  realizar  su  obra  de  justicia  social,  aumentando  los  salarios  y  velando  por  el 
cumplimiento  estricto  de  las  leyes  que  protegen  al  trabajo,  amparando  a  los 
obreros,  para  que  éstos  despertaran  de  su  letargo  y  acudieran  en  masa  a  los 
sindicatos  desde  los  cuales  nosotros  los  llamábamos  desde  hace  muchos  años". 
Los  beneficios  adquiridos  mediante  la  Secretaría  de  Trabajo  han  motivado  la 
reacción  ante  los  últimos  acontecimientos,  producidos  "contra  el  hombre  que 
posibilitó  la  creación  de  ese  movimiento  obrero  de  masas  grandes  que 
actualmente  tenemos  y  no  el  raquítico  en  el  que  vegetábamos  unos  cuantos 
hombres  de  lucha"209. 

Durante  la  discusión  se  presentaron  dos  mociones  y  la  que  triunfó 
finalmente  no  mencionó  a  Perón.  La  huelga  general  fue  declarada  por  24  horas 
a  partir  de  la  hora  cero  del  día  18  en  defensa  "de  las  conquistas  obtenidas  y  las 
por  obtener  y  considerando  que  éstas  se  hallan  en  peligro  ante  la  toma  del 
poder  por  las  fuerzas  del  capital  y  la  oligarquía"210.  El  cómputo  dio  el  siguiente 


Ibid.,  ps.  410-411. 

209  Ibid.,  ps.  420-421. 

210  Ibid.,  ps.  411-412. 


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resultado:  dieciséis  votos  contra  once,  nueve  de  estos  últimos,  de  miembros  de 
la  Unión  Ferroviaria. 

Ese  mismo  día,  mientras  el  Comité  General  Confederal  debatía  qué 
resolución  adoptar,  la  huelga  ya  estaba  en  la  calle  en  varias  ciudades.  En  la 
Capital,  las  fábricas  de  Avellaneda  habían  parado  parcialmente  y  los  obreros 
habían  comenzado  a  recorrer  algunos  barrios  de  Buenos  Aires. 

Mientras  tanto.  Perón  había  llegado  a  Martín  García,  preocupado  por 
Evita,  a  quien  había  dejado  en  un  agudo  estado  nervioso  y  llorando,  y  abatido, 
pues  sólo  le  quedaba  contemplar  el  final  de  su  corta  carrera  política.  Pero  al  día 
siguiente,  recibió  la  visita  de  su  médico  y  amigo  y  también  funcionario  de  la 
Secretaría  de  Trabajo,  el  capitán  médico  Angel  Mazza.  El  encuentro  con  Mazza 
lo  reanimó  pues  se  enteró  de  que  no  todos  sus  compañeros  de  armas  lo  habían 
abandonado  y  que  había  dirigentes  sindicales  dispuestos  a  apoyarlo  en  estos 
momentos  críticos.  Mazza  volvió  de  Martín  García  con  varias  cartas,  inclusive 
una  para  Evita,  y  la  noticia  de  que  Perón  estaba  enfermo.  Convenció  a  Farrell  de 
que  el  coronel  debía  ser  retirado  de  la  isla,  pero  el  almirante  Vernengo  Lima 
insistió  en  que  fueran  dos  médicos  civiles  a  comprobar  la  naturaleza  de  la 
enfermedad.  Así  lo  hicieron  el  16,  aunque  Perón,  alertado  por  Mazza,  no  se  dejó 
revisar.  Vernengo  Lima  ordenó  entonces  que  fuera  trasladado  al  Hospital 
Militar,  hecho  que  ocurrió  esa  misma  noche. 

Las  manifestaciones  del  16  de  octubre  habían  sido  el  preludio  de  las  que 
ocurrirían  al  día  siguiente.  Adelantándose  a  la  resolución  de  la  CGT,  el  17  de 
madrugada,  en  todo  el  país,  miles  de  mujeres  y  hombres  dejaron  sus  trabajos  e 
invadieron  las  calles  de  la  ciudad  en  ruidosas  manifestaciones  de  apoyo  a 
Perón.  En  el  cinturón  de  Buenos  Aires,  en  Quilmes,  Avellaneda,  Berisso,  Lanús, 
las  fábricas  se  vieron  paralizadas  a  medida  que  los  obreros  las  abandonaban 
para  encaminar  sus  pasos  hacia  el  centro  al  grito  de  "Queremos  a  Perón".  A 
mediodía,  a  pesar  de  que  el  tránsito  por  el  Riachuelo  había  sido  interrumpido, 
algunos  grupos  ya  se  habían  instalado  en  Plaza  de  Mayo  reclamando 
insistentemente  su  presencia.  Otros  se  habían  dirigido  hacia  el  Hospital  Militar, 
exigiendo  la  libertad  del  coronel.  Continuaron  llegando  durante  el  resto  del  día, 
"sudorosos,  cansados,  mugrientos,  descamisados",  recuerda  el  dirigente  sindical 
Alberto  Belloni211.  Un  millón  de  personas,  diría  La  Epoca,  más  probablemente 
entre  100  y  200.000,  pero  no  se  movieron  hasta  que  él  les  dirigió  la  palabra 
desde  un  balcón  de  la  Casa  Rosada  poco  después  de  las  23.  Cuando  Perón 
apareció  en  el  balcón,  lo  recibió  una  ovación  que  duró  cerca  de  un  cuarto  de 
hora.  "La  gente  parecía  haberse  vuelto  loca:  gritaban,  saltaban,  lloraban  y 
coreaban  estribillos  con  voces  cada  vez  más  enronquecidas.  Allí  estaba  el 


Ibid.,  ps.  422.  La  moción  que  perdió  fue  presentada  por  cuatro  delegados,  tres  de  ellos  de  la 
Unión  Ferroviaria,  y  fue  votada  por  los  delegados  de  este  gremio.  Esta  moción  proponía  visitar  a  Perón 
llevándole  el  saludo  de  la  CGT  y  obtener  una  entrevista  con  Farrell,  Ávalos  y  Vernengo  Lima  para 
presentarles  los  siguientes  puntos:  "a)  mantenimiento  de  las  conquistas  obtenidas;  b)  no  entregar  el 
gobierno  a  la  Suprema  Corte  de  la  Nación;  c)  concretar  las  violaciones  a  los  decretos  del  superior 
gobierno  emanados  de  la  Secretaría  de  Trabajo  y  Previsión;  d)  participación  activa  en  los  diferendos  de 
actualidades  públicas;  e)  declaración  pública  del  Poder  Ejecutivo  de  esta  entrevista". 


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hombre  por  el  cual  se  habían  jugado.  Sano  y  salvo.  Vencedor"212.  Luego  de 
abrazos  con  Farrell,  más  canciones  y  de  entonar  el  Himno  Nacional,  Perón 
comenzó  su  discurso.  Habló  de  su  retiro  del  servicio  activo  del  Ejército.  "Lo  he 
hecho  porque  quiero  seguir  siendo  el  coronel  Perón  y  ponerme  con  este  nombre 
al  servicio  integral  del  auténtico  pueblo  argentino".  Después  de  que  rindió 
homenaje  al  Ejército,  la  muchedumbre  lo  interrumpió:  "¿Dónde  estuvo?,  ¿dónde 
estuvo?".  Sin  responder.  Perón  continuó  hablando  del  pueblo:  "Quiero  en  esta 
oportunidad  como  simple  soldado  mezclado  con  esta  masa  sudorosa, 
estrecharla  profundamente  contra  mi  corazón,  como  podría  hacerlo  con  mi 
madre".  Como  la  gente  insistía  en  saber  su  paradero,  les  dijo:  "Señores,  ante 
tanta  insistencia  les  pido  que  no  me  recuerden  lo  que  hoy  ya  he  olvidado. 
Porque  los  hombres  que  no  son  capaces  de  olvidar  no  merecen  ser  queridos  ni 
respetados  por  sus  semejantes,  y  yo  aspiro  a  ser  querido  por  ustedes".  Les  pidió 
luego  que  volvieran  tranquilamente  al  trabajo,  pero  un  grito  enronquecido 
subió  de  la  plaza:  "¡Mañana  es  San  Perón,  que  trabaje  el  patrón!"213. 

"En  esta  fecha  —que  me  parece  de  difícil  olvido  —  "  recordaría  unos  días 
después  la  escritora  Delfina  Bunge  de  Gálvez  en  El  Pueblo,  "las  calles  de  Buenos 
Aires  presenciaron  lo  insólito.  De  todos  los  puntos  suburbanos  veíanse  llegar 
grupos  de  proletarios:  de  los  más  pobres  de  entre  los  proletarios.  Y  pasaban 
debajo  de  nuestros  balcones.  Era  la  turba  tan  temida...  Con  el  antiguo  temor, 
nuestro  primer  impulso  fue  el  de  cerrar  los  balcones.  Pero  al  asomarnos  a  la 
calle  quedamos  en  suspenso...  Pues  he  aquí  que  estas  turbas  se  presentaban  a 
nuestros  ojos  como  trocadas  por  una  milagrosa  transformación.  Su  aspecto  era 
bonachón  y  tranquilo.  No  había  caras  hostiles  ni  puños  levantados,  como  los 
vimos  hace  pocos  años.  Y  más  aún,  nos  sorprendieron  sus  gritos  y  estribillos: 
No  se  pedía  la  cabeza  de  nadie". 214 

Pero  los  antiperonistas  no  tuvieron  entonces,  ni  han  tenido  después,  los 
miedos  y  las  dudas  de  Delfina  Bunge  de  Gálvez.  Para  ellos,  lo  que  sucedió  el  17 
de  octubre  era  el  fruto  del  talento  de  Perón  para  manipular  las  masas 
engañadas  y  enceguecidas,  por  intermedio  de  unas  cuantas  personas  que  le 
permanecieron  fieles.  Los  hombres  y  mujeres  que  fueron  a  Plaza  de  Mayo 
según  Orientación,  el  órgano  del  Partido  Comunista,  no  eran  proletarios  sino 
"una  horda  de  desclasados  haciendo  de  vanguardia  del  presunto  orden 
peronista.  Los  pequeños  clanes  con  aspecto  de  murgas  que  recorrieron  la 
ciudad,  no  representan  ninguna  clase  de  la  sociedad  argentina"215.  Eran  lo  que 
el  diputado  radical  Ernesto  Sanmartino  llamaría  más  tarde,  "el  aluvión 
zoológico",  "el  malevaje"  o  "el  malón  peronista". 

212  Alberto  Belloni,  Del  anarquismo  al  peronismo.  Historia  del  movimiento  obrero  argentino, 
Buenos  Aires,  A.  Peña  Lillo,  1960,  p.  50.  Véase  también:  Angel  Perelman,  Cómo  hicimos  el  17  de  Octubre, 
Buenos  Aires,  Coyoacán,  1961;  Eduardo  Colom,  La  revolución  de  los  descamisados,  Buenos  Aires,  La 
Época,  1946. 

213  Luna,  op.  cit.,  p.  292. 

214  Argentina,  Presidencia  de  la  Nación,  Subsecretaría  de  Informaciones,  Dirección  General  de 
Prensa,  Discurso  del  Coronel  Perón  desde  los  balcones  de  la  Casa  Rosada  ante  la  concentración  que 
impuso  su  libertad,  17  de  octubre  de  1945.  Al  año  siguiente,  cuando  en  el  medio  de  su  discurso  le 
gritaron  otra  vez  ¿dónde  estuvo?,  les  respondió:  "Estuve  preso  en  Martín  García". 

215  El  Pueblo,  25  de  octubre  de  1945. 


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Esta  interpretación  ha  jugado  un  papel  relevante  en  la  política  argentina 
pues  afectó  el  comportamiento  de  los  partidos  que  la  adoptaron.  Sin  embargo, 
no  resiste  un  examen  imparcial.  Sin  negar  la  importancia  decisiva  que  tuvieron 
algunos  colaboradores  de  Perón  y  varios  dirigentes  sindicales  en  los  días 
previos  al  17,  es  difícil  concebir  que  hubieran  podido  organizar  en  tan  poco 
tiempo  a  las  masas  en  todo  el  país,  a  no  ser  que  las  condiciones  fueran  propicias 
para  ello,  o  sea,  que  los  trabajadores  estuvieran  dispuestos  a  ir  a  la  huelga  por  lo 
que  ellos  entendían  que  Perón  representaba.  Es  indudable  también  que  a  partir 
de  la  renuncia  de  Perón  se  creó  un  verdadero  vacío  de  poder  que  la  oligarquía, 
esta  vez,  fue  incapaz  de  llenar216,  y  que  la  movilización  de  los  trabajadores,  por 
lo  menos  en  Buenos  Aires,  contó  con  la  pasividad  de  Campo  de  Mayo  y  de  la 
policía217.  Esta  miró  cómo  la  gente  cruzaba  el  Riachuelo  sin  rechazarla  y  cuando 
los  grupos  recorrían  la  ciudad,  no  trató  tampoco  de  detenerlos.218 

A  pesar  de  las  diferencias  que  han  existido  y  que  aún  pueden  subsistir, 
cuando  se  analizan  los  acontecimientos  del  17  de  Octubre,  ya  nadie  puede 
negar  el  impacto  que  esa  fecha  ha  tenido  en  los  últimos  treinta  años  de  historia 
argentina.  Las  consecuencias  se  hicieron  sentir  de  inmediato  pues  ese  mismo 
día  finalizó  la  crisis  que  se  había  iniciado  el  9  de  octubre.  El  anuncio  de  que  el 
Dr.  Juan  Alvarez  había  conseguido  finalmente  formar  un  gabinete  quedó 
relegado  a  segundo  plano  pues  ya  no  podía  afectar  lo  que  había  sucedido  en 
todo  el  país  y  particularmente  en  Plaza  de  Mayo.  Asimismo  cambió  el 
panorama  electoral  pues  Perón  se  vio  en  condiciones  de  participar  en  las 
elecciones.  Habiendo  renunciado  a  sus  cargos  y  pedido  su  retiro  del  Ejército, 
quedaba  libre  para  presentar  su  candidatura. 

Por  otra  parte,  los  sucesos  del  17  de  Octubre  marcan  un  verdadero  corte 
en  la  historia  del  país.  Surge  un  nuevo  actor  principal  en  la  vida  política 
argentina:  la  masa  de  trabajadores  constituida  por  obreros,  muchos  de  ellos 
industriales,  pero  la  gran  mayoría  todavía  no,  empleados,  etc.  Las 
circunstancias  que  rodean  su  aparición  producen  un  reacomodo  de  las 
relaciones  de  poder,  pues  esa  fecha  también  consagra  y  legitima  una  nueva 
forma  de  relación  política  que  se  injerta  en  la  estructura  vigente,  no  la  sustituye, 
se  vale  de  ella,  pero  a  la  vez  la  desborda,  explicitándose  en  los  cambios  que 
sobrevienen  cuando  Perón  asciende  al  gobierno.  Esta  nueva  forma  de  relación 
política  no  se  basa  sobre  normas  preexistentes,  sino  en  la  identificación  de  las 
masas  con  una  figura  carismática  que  es  Perón,  a  través  del  contacto  que  han 
establecido  desde  que  él  asume  la  Secretaría  de  Trabajo  y  Previsión. 

El  17  de  Octubre  nacen  "el  líder"  y  "los  descamisados",  palabra  ésta  que 
se  origina  en  la  descripción  de  tono  peyorativo  con  que  la  oposición  caracterizó 


Citado  en  Belloni,  op.  cit.,  p.  52.  Según  Milcíades  Peña,  ia  clase  obrera  estuvo  en  el  17  de 
octubre,  pero  las  masas  "fueron  sacadas  a  la  calle  por  las  fuerzas  del  orden".  Véase  Milcíades  Peña, 
Masas,  caudillos  y  élites.  La  dependencia  argentina  de  Yrigoyen  a  Perón,  Buenos  Aires,  ed.  Fichas,  1973, 

p.  81. 

217  Véanse  los  comentarios  de  Sir  David  Kelly,  op.  cit.,  ps.  66-69. 

218  Según  Potash,  Ávalos  no  dio  la  orden  de  que  Campo  de  Mayo  marchara  sobre  Buenos  Aires 
por  no  calibrar  adecuadamente  la  situación  y  también  para  evitar  un  derramamiento  de  sangre.  Véase 
Robert  Potash,  op.  cit.,  p.  279. 


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a  los  que  manifiestan  su  adhesión  a  Perón  y  que  éstos  recogieron  como  su 
bandera.  Ese  día,  los  trabajadores  que  ya  lo  habían  aceptado  como  su  líder,  lo 
imponen  definitivamente.  Lo  habían  reconocido  como  tal  poco  después  que 
inició  su  gestión  en  la  Secretaría  de  Trabajo  y  Previsión,  pues  era  una  figura 
innovadora,  que  había  demostrado  poder  enfrentarse  a  los  patrones, 
apoyándose  en  ellas  y  obtener  para  ellas,  aquello  por  lo  que  habían  luchado 
infructuosamente  durante  muchos  años.  Desde  1943,  han  visto  definirse  sus 
rasgos  carismáticos;  se  ha  ido  diferenciando  de  entre  los  hombres  que 
componen  el  equipo  de  gobierno,  su  habilidad  para  hablar  sencilla  y 
directamente  los  ha  ido  cautivando;  su  energía  y  su  magnetismo  que  fascina  a 
políticos  avezados  también  los  atrae;  sus  discursos  tienen  un  lenguaje  agresivo, 
que  separa  los  bandos  claramente  y  encuentra  ecos  en  el  lenguaje  de  los 
trabajadores.  Saben  que  las  puertas  de  la  Secretaría  están  siempre  abiertas  para 
ellos  y  van  a  visitarlo  en  grupos,  estableciéndose  un  contacto  personal  y  sin 
intermediarios  entre  ellos,  y  como  si  esto  fuera  poco,  por  sus  actos  demuestra 
tener  no  solamente  la  voluntad  de  acción  sino  también  la  capacidad  de  trabajar 
activa  y  concretamente  para  cambiar  las  condiciones  de  vida  de  los 
trabajadores.  El  17  de  Octubre,  éstos  se  movilizan  para  obtener  su  liberación 
porque  se  identifican  con  el  objetivo  que  él  ha  delineado,  porque  tienen  miedo 
de  perder  lo  que  han  ganado  hasta  ese  momento  y  porque  lo  reconocen  como 
protagonista  de  sus  intereses.  Su  movilización,  en  un  acto  masivo  sin 
precedente  en  el  país,  los  convierte  a  su  vez  en  protagonistas  y  el  reencuentro 
entre  los  trabajadores  y  Perón,  ya  transformado  en  líder  indiscutido,  pasará  a 
definir  los  próximos  cuarenta  años  de  historia  argentina. 


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Capítulo  V 

El  17  de  octubre  de  1 945 
Parte  II:  La  compañera  Evita 


¿Qué  hizo  Evita  mientras  Perón  estuvo  preso  en  Martín  García?  Existe 
una  versión  de  su  actuación  en  esos  días  que  podríamos  llamar  oficial,  no 
solamente  porque  es  la  que  ofrecen  las  obras  escritas  por  peronistas  sino 
también  porque  ha  sido  aceptada  por  autores  antiperonistas,  tanto  argentinos 
como  extranjeros,  hasta  hace  muy  poco  tiempo.  Según  la  misma,  Evita  cumplió 
un  papel  destacado  en  los  acontecimientos  que  culminaron  el  17  de  octubre 
pues  se  puso  en  contacto  con  amigos  de  Perón,  avisándoles  que  éste  había  sido 
llevado  a  Martín  García  y  recorrió  los  barrios  obreros  para  incitar  a  los 
trabajadores  a  declarar  la  huelga  general219. 

El  norteamericano  George  Blankstein  relata  que  cuando  Perón  fue 
detenido,  a  Evita  le  dio  "un  ataque  de  histeria,  gritó,  escupió  a  los  conspiradores 
y  les  lanzó  obscenidades"220.  Ya  repuesta,  se  dispuso  a  "jugar  un  papel 
importante  para  frustrar  el  golpe  contra  Perón.  Avisó  a  sus  colaboradores  y  la 
maquinaria  para  que  Perón  pudiera  volver  al  poder  se  puso  a  funcionar 
rápidamente"221.  Por  su  parte,  el  inglés  Frank  Owen  hace  prueba  de  una 
imaginación  mucho  más  ágil,  pues,  según  su  interpretación,  Evita  "trabajando 
con  esa  energía  demoníaca  que  era  su  cualidad  superior,  había  arreglado 
autobuses,  coches,  camiones  y  trenes  para  traer  cargamentos  de  obreros, 
hombres  y  mujeres,  de  los  suburbios  y  los  alrededores  hacia  el  corazón  de  la 
ciudad"222.  En  cuanto  al  francés  Pierre  Lux-Wurn,  nos  dice  que  Evita, 
"infatigable  y  vociferante"  recorrió  los  sindicatos  y  galvanizó  a  los  dirigentes 


Véase  por  ejemplo:  Samuel  I.  Bailey,  op.  cit.,  p.  89;  Robert  J.  Alexander,  The  Perón  Era,  New 
York,  Columbia  University  Press,  1915,  p.  104;  Ricardo  Boizard,  Esa  noche  de  Perón,  Buenos  Aires,  1955, 
4  ed.,  p.  39;  Bernardo  Rabinovitz,  Sucedió  en  la  Argentina  (1943-1956).  Lo  que  no  se  dijo,  Buenos  Aires, 
ed.  Gure,  1956,  p.  61;  Arthur  P.  Whitaker,  Argentina,  Englewood  Cliffs,  Prentice  Hall,  Inc.,  1964,  p.  118; 
Luis  Franco,  Biografía  patria  (visión  retrospectiva  y  crítica  del  reciente  pasado  argentino),  Buenos  Aires, 
Stilcograf  SRL,  1958,  p.  138;  Juan  José  Sebreli,  op.  cit.,  p..  132,  y  Argentina,  Congreso  Nacional,  Diario  de 
Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados,  Período  Legislativo  Eva  Perón,  año  1952,  t.  I,  Buenos  Aires, 
Imprenta  del  Congreso  de  la  Nación,  1953,  p.  207. 

220  George  I.  Blanksten,  op.  cit.,  p.  91. 

221  Idem. 

222  Frank  Owen,  Perón.  His  rise  and  Fall,  London.,  The  Cresset  Hill,  1957,  p.  50. 


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gremiales.  "Arrastró  a  los  dudosos  y  castigó  a  los  tránsfugas"223.  Mary  Main 
explica  que  mientras  Perón  permanecía  "en  su  habitación  quejándose  por  el 
tiempo  y  la  oposición  sutilizaba  sobre  cuestiones  de  primacía,  Eva  no  demostró 
debilidad  ni  hesitación.  Estalló  en  una  tormenta  de  lágrimas  y  furia  cuando  la 
separaron  de  su  amante,  pero  tan  pronto  como  se  alejaron  comenzó  a  visitar  a 
sus  antiguos  amigos,  para  pedirles  que  lo  dejaran  en  libertad  y  en  su  demanda 
recurrió  a  los  gritos,  la  intimidación  y  a  la  lisonja"224.  Finalmente,  Acossano 
concluye  su  descripción  de  los  sucesos  de  octubre  de  la  siguiente  manera: 
"Puede  decirse,  sin  temor  a  exagerar,  que,  de  hecho,  Eva  Duarte  lo  llevó  a  Perón 
a  empujones  hasta  el  balcón  de  la  Casa  Rosada,  el  17  de  octubre  de  1945"225 

Ninguno  de  estos  autores  documenta  adecuadamente  la  actuación  de 
Evita.  Todos  presentan  esencialmente  la  misma  versión,  en  términos  igualmente 
imprecisos  y  concuerdan  en  atribuir  a  Evita  una  actitud  enérgica  que  resultó 
decisiva  para  el  eventual  triunfo  de  Perón. 

Las  obras  escritas  por  peronistas  no  son  mucho  más  explícitas  y  se 
reducen  a  vaguedades  también  carentes  de  pruebas  documentales,  con  la 
diferencia  de  que  los  adjetivos  que  caracterizan  a  Evita  son  muy  distintos  y  que 
la  versión  cambia  a  medida  que  transcurren  los  años. 

La  evolución  de  la  versión  oficial  desde  el  punto  de  vista  peronista  puede 
verse  claramente  por  medio  del  examen  de  Democracia.  Cuando  en  1947  este 
diario  publica  un  artículo  sobre  el  17  de  Octubre,  solamente  menciona  "la 
lealtad"  de  Evita226.  En  octubre  de  1949227  reproduce  una  serie  de  notas,  entre 
otras  una  firmada  por  Perón  y  otra,  por  Mercante,  pero  el  nombre  de  Evita  no 
aparece  en  ninguna  de  ellas.  En  cambio,  cuando  Evita  muere.  Democracia  afirma 
que  "enfrentó  a  la  reacción  oligárquica  el  17  de  octubre  de  1945  y  aseguró  la 
continuidad  de  la  Revolución  que  consolidó  la  grandeza  de  la  Nación 
Argentina"  228 


Pierre  Lux-Wurm,  Le  Péronisme,  Paris,  Ubrairie  Générale  de  Droit  et  de  Jurisprudence  Pichón 
et  Durand-Auzias,  1965. 

224  Mary  Main,  op.  cit.,  ps.  55-56. 

225  Benigno  Acossano,  op.  cit.,  ps.  72-73. 

226  Democracia,  17  de  octubre  de  1947.  En  junio  de  1946,  Sintonía  publicó  un  artículo  firmado 
por  Raúl  A.  Apold  sobre  Perón  en  el  que  se  refiere  al  17  de  octubre,  pero  no  menciona  a  Evita. 

227  Democracia,  17  de  octubre  de  1949. 

228  Democracia,  27  de  julio  de  1952. 


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Un  desfile  incesante  de  problemas  y  esperanzas.  En  marzo  de  1947,  con  obreros  y 

empleados  de  la  Casa  de  la  Moneda. 


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Afines  de  1946,  con  personal  de  los  tranvías  de  la  Capital,  acompañados  por 
el  gremialista  Isaías  Santín,  "El  Gallego",  como  le  gustaba  llamarlo. 


Para  citar  otro  ejemplo,  en  los  primeros  años  del  gobierno  peronista, 
cuando  se  discute  el  17  de  Octubre  en  el  Parlamento,  no  se  menciona  el  nombre 
de  Evita.  Sin  embargo,  en  la  sesión  de  la  Cámara  de  Diputados  del  26  de  junio 
de  1952,  en  la  que  se  debatió  el  proyecto  de  ley  para  erigir  un  monumento  a 
Evita,  el  diputado  Héctor  J.  Cámpora  la  describió  trabajando  "incansablemente 
y  al  impulso  de  sus  ideales  recorrió  de  un  lado  a  otro  el  país.  Sé  de  los 
sinsabores  que  en  este  entonces  vivió:  muchas  más  fueron  las  puertas  que  se  le 
cerraron  que  las  que  encontró  abiertas  (aplausos  prolongados)  pero  nada  ni  nadie 
la  detuvo  hasta  obtener  la  liberación  de  su  líder"229.  En  julio  del  mismo  año,  el 


Argentina,  Congreso  Nacional,  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados,  1.1,  Buenos 
Aires,  Imprenta  del  Congreso  de  la  Nación,  1952,  p.  292. 


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senador  Blas  Brisoli  afirmó  que  Evita  "recorrió  las  calles  de  la  ciudad,  habló  con 
los  dirigentes  sindicales,  visitó  casa  por  casa,  las  que  pudo,  sacando  los 
hombres  a  la  calle"230.  En  su  obra  Del  poder  al  exilio,  Perón  también  se  adhiere  a 
esta  versión:  "En  Buenos  Aires,  Eva  Duarte  trabajaba  para  mí.  Tenía  los  hilos  del 
movimiento,  haciéndolo  abarcar  todos  los  puntos  más  alejados  del  país,  y  en 
poco  tiempo  puso  una  carga  explosiva  en  el  espíritu  de  la  Nación"231. 

En  su  estudio  sobre  el  año  1945,  Félix  Luna  señala  que  la  literatura 
peronista  "se  empeñó  en  describir  a  Eva  Perón  en  una  actitud  aguerrida  y 
militante  durante  las  jornadas  de  octubre,  aunque  nunca  se  formularon 
precisiones  sobre  ese  supuesto  activismo"232.  Cierto  es  que  los  peronistas 
atribuyen  un  papel  relevante  a  Evita  en  esa  fecha,  repitiendo  una  interpretación 
indebidamente  fundamentada,  que  fue  elaborada  mucho  después,  cuando  ella 
se  había  convertido  en  una  figura  política  de  primera  magnitud,  pero  también 
lo  hicieron  los  antiperonistas  durante  muchos  años.  Ambos  deformaron  los 
hechos  para  crear  dos  Evitas  distintas:  para  los  peronistas,  la  mujer  fiel  y  sufrida 
que  alienta  con  su  ejemplo  y  sus  actos  a  las  fuerzas  que  se  pondrán  en  marcha  el 
17  y  para  los  antiperonistas,  la  ménade  histérica  que  organiza  en  gran  medida  la 
jornada  y  arrastra  a  Perón  hasta  la  Casa  Rosada.  Estos  últimos  proyectaron 
hacia  el  pasado  la  imagen  que  tenían  de  Evita  en  1950  o  1951  y  le  adjudicaron 
acciones  fuera  de  lo  ordinario  en  circunstancias  extraordinarias,  ciertamente  no 
con  el  propósito  de  exaltarla,  sino  para  demostrar  una  vez  más  que  no  era  la 
"señora"  que  aparentaba  ser  y  que  Perón  se  había  comportado  como  un  cobarde 
en  el  momento  más  crítico  de  su  vida. 

Las  descripciones  de  la  actuación  de  Evita  en  la  crisis  de  octubre  son 
ejemplos  interesantes  de  las  percepciones  que  de  ella  han  tenido  los  argentinos 
pero  guardan  poca  relación  con  lo  que  sucedió.  Así  lo  indica  Félix  Luna  en  su 
ya  citado  estudio.  Afirma  que  Evita  "no  jugó  ningún  papel  relevante  en  esos 
días"  y  agrega  que  no  pudo  hacerlo  "por  la  sencilla  razón  de  que  Eva  Perón 
eran,  entonces,  apenas  Eva  Duarte.  No  tenía  más  preocupaciones  políticas  que 
las  derivadas  de  la  actitud  de  su  amante;  no  conocía  sino  a  los  amigos  más 
íntimos  de  Perón;  no  tenía  mayor  contacto  con  dirigentes  sindicales  y  su 
irregular  situación  le  vedaba  el  acceso  a  círculos  militares"233.  Hugo  Gambini 
concuerda  implícitamente  con  Luna,  pues  no  menciona  ninguna  actividad  de 
Evita  en  su  relato  El  17  de  octubre  de  1945234.  Algunos  de  los  principales 
dirigentes  sindicales  que  participaron  activamente  en  la  gestación  del  17,  como 
Luis  F.  Gay,  Luis  Monzalvo  y  Cipriano  Reyes,  también  confirman  la  versión  de 
Luna.  En  su  libro  Testigo  de  la  primera  hora  del  peronismo,  el  dirigente  ferroviario 
Luis  Monzalvo  nada  dice  de  Evita  en  su  descripción  de  los  sucesos  de  octubre235 


Argentina,  Congreso  Nacional,  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Senadores  de  la  Nación, 
Buenos  Aires,  Imprenta  del  Congreso  de  la  Nación,  1952,  p.  157. 

231  Juan  Perón,  op.  cit.,  p.  70.  Véase  también  la  entrevista  de  Perón  en  Panorama,  24  de  abril  de 


1970. 

232  Félix  Luna,  op.  cit.,  p.  340. 

233  Ibid.,  ps.  340-341. 

234  Hugo  Gambini,  op.  cit.,  ps.  31-113. 

235  Luis  Monzalvo,  op.  cit.,  ps.  183-192. 


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Evita 


En  cuanto  a  Reyes,  declara  que  Evita  no  tuvo  ninguna  participación  en  la 
movilización.  "Puedo  reafirmar  con  la  honestidad  de  mi  conciencia  y  la  claridad 
de  mis  convicciones,  que  nada  de  ello  se  ajusta  a  la  verdad  de  los  hechos  del  de 
octubre  de  1945,  ya  que  ella  ni  siquiera,  entonces,  había  tenido  contacto  con  las 
bases  o  con  los  dirigentes  en  la  organización  de  ese  gran  movimiento  por  la 
liberación  del  coronel  Perón.  Y  no  podía  ser  de  otra  manera  por  cuanto,  repito, 
no  era  conocida  en  el  ambiente  gremial  y  popular,  tampoco  intervenía  en  la 
Secretaría  de  Trabajo  y  Previsión  ni  en  ningún  otro  organismo  que  pudiera 
haberla  relacionado  con  los  trabajadores"236 

A  primera  vista,  la  coincidencia  de  estos  dirigentes  sindicales  podría  dar 
motivo  a  sospechas,  sobre  todo  teniendo  en  cuenta  las  desavenencias 
posteriores  que  tuvieron  con  Perón.  Sin  embargo,  los  gremialistas  que  dan  una 
versión  contraria  son  muy  pocos  y  no  consiguen  invalidar  los  testimonios  de 
sindicalistas  como  Gay  o  Reyes.  En  su  libro  Cómo  hicimos  el  17  de  Octubre,  el 
dirigente  metalúrgico  Ángel  Perelman  recuerda  que  en  la  mañana  del  17, 
cuando  sus  compañeros  de  trabajo  empezaron  a  marchar  hacia  Plaza  de  Mayo, 
"sabía  que  ella  [Evita]  estaba  en  un  auto  recorriendo  los  barrios  y  difundiendo 
la  orden  del  paro  general"237.  Otro  gremialista,  Mariano  Tedesco,  de  la 
Asociación  Obrera  Textil,  asegura  haber  estado  con  ella  en  los  días  previos  al 
17.  "Teníamos  con  ella  numerosas  reuniones.  A  hora  y  en  lugares  insólitos.  A 
veces,  se  reunía  con  algunos  de  nosotros,  y  más  tarde,  en  otra  zona  de  Buenos 
Aires,  con  otro  grupo  de  compañeros  del  gremio.  Cuando  nos  reuníamos 
nosotros  para  analizar  la  situación,  los  dos  grupos,  cada  uno  por  su  parte,  ya 
habían  estado  con  ella." 

"El  día  13  de  octubre,  por  ejemplo,  nos  encontramos  con  Eva  en  la 
cervecería  Adam'  en  Plaza  Retiro.  Era  muy  tarde,  cerca  de  las  doce  de  la  noche. 
Recuerdo  que  no  aceptó  los  cigarrillos  que  le  ofrecían  y  que  tampoco  quiso 
comer  nada."238  Este  testimonio  es  único  en  su  género  y  los  detalles  que  Tedesco 
ofrece  no  han  podido  ser  corroborados, 

¿Qué  dice  Evita  sobre  su  participación  en  el  17  de  Octubre?  Ella  nunca  se 
atribuyó  una  actuación  destacada  en  esos  días.  En  la  clase  que  dictó  sobre  el 
tema  en  la  Escuela  Superior  Peronista  recalcó: 

"¡Nadie  dio  el  toque  de  salida! 

"¡El  pueblo  salió  solo! 

"No  fue  la  señora  de  Perón. 

"Tampoco  fue  la  Confederación  General  del  Trabajo. 

"¡Fueron  los  obreros  y  los  sindicatos  todos  los  que  por  sí  mismos  salieron 
a  la  calle!  "La  Confederación  General  del  Trabajo,  la  señora  Perón,  todos 


Cipriano  Reyes,  op.  cit.,  p.  246. 

Ángel  Perelman,  op.  cit.,  p.  73.  Entrevistas  con  Gay  y  Reyes. 
Testimonio  reproducido  en  Borroni  y  Vacca,  op.  cit.,  ps.  111-112. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


nosotros  lo  deseábamos.  ¡Pero  fue  una  eclosión  popular!  Fue  el  pueblo  el  que  se 
dio  cita  sin  que  nadie  se  lo  hubiera  indicado 11239 

En  su  autobiografía,  cuenta  cómo  "aquellos  ocho  días  me  duelen  todavía; 
y  más,  mucho  más,  que  si  los  hubiese  podido  pasar  en  su  compañía, 
compartiendo  su  angustia...". 

"Desde  que  Perón  se  fue  hasta  que  el  pueblo  lo  reconquistó  para  él  —y 
para  mí  —  mis  días  fueron  jornadas  de  dolor  y  de  fiebre. 

"Me  largué  a  la  calle  buscando  a  los  amigos  que  podían  hacer  todavía 
alguna  cosa  por  él... 

"Nunca  me  sentí  —lo  digo  de  verdad—  tan  pequeña,  tan  poca  cosa  como 
en  aquellos  ocho  días  memorables. 

"Anduve  por  todos  los  barrios  de  la  gran  ciudad.  Desde  entonces 
conozco  todo  el  muestrario  de  corazones  que  laten  bajo  el  cielo  de  mi  Patria. 

"A  medida  que  iba  descendiendo  desde  los  barrios  orgullosos  y  ricos  a 
los  pobres  y  humildes  las  puertas  se  iban  abriendo  generosamente,  con  más 
cordialidad. 

"Arriba  conocí  únicamente  corazones  fríos,  calculadores,  'prudentes1, 
corazones  de  'hombres  comunes'  incapaces  de  pensar  o  de  hacer  nada 
extraordinario,  corazones  cuyo  contacto  me  dio  náuseas,  asco  y  vergüenza. 

"Esto  fue  lo  peor  de  mi  calvario  por  la  gran  ciudad.  La  cobardía  de  los 
hombres  que  pudieron  hacer  algo  y  no  lo  hicieron,  lavándose  las  manos  como 
Pilatos,  me  dolió  más  que  los  bárbaros  puñetazos  que  me  dieron  cuando  un 
grupo  de  cobardes  me  denunció  gritando:  ¡Esa  es  Evita! 

"Estos  golpes  en  cambio  me  hicieron  bien. 

"Por  cada  golpe  me  parecía  morir  y  sin  embargo  a  cada  golpe  me  sentía 
nacer.  Algo  rudo  pero  al  mismo  tiempo  inefable  fue  aquel  bautismo  de  dolor 
que  me  purificó  de  toda  cobardía."240 

Ya  vimos  en  otras  oportunidades  que  Evita  no  es  la  mejor  fuente  de 
información  sobre  sí  misma  pues  mentía  con  facilidad  y  se  olvidaba 
convenientemente  de  los  hechos  molestos.  En  este  caso,  es  muy  posible  que  su 
imaginación,  por  lo  general  muy  fértil,  la  llevara  a  exagerar  el  incidente  que 
dice  haber  tenido,  de  la  misma  manera  que  aumenta  el  número  de  días  que 
Perón  estuvo  preso241.  Sin  embargo,  lo  extraño  de  este  relato  es  que  Evita  no 
realza  su  actuación,  al  contrario,  parecería  que  tratara  de  restarle  importancia. 
Según  ella,  'el  pueblo'  es  el  que  hace  el  17  de  Octubre  y  todos  los  que 
colaboraron  lo  hicieron  a  la  zaga  de  los  descamisados.  Aunque  no  niega  su 
participación  en  la  movilización,  su  versión  contraría  parcialmente  lo  que  ya 


Eva  Perón,  Historia  del  peronismo,  Buenos  Aires,  ed.  Freeland,  1971,  p.  140.  El  subrayado 
está  en  el  texto. 

240  Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  ps.  41-43. 

241  El  incidente  que  relata  Evita  es  un  supuesto  encuentro  que  habría  tenido  con  estudiantes 
mientras  viajaba  en  un  taxi.  Véase  Félix  Luna,  op.  cit.,  p.  341. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


para  1950  había  sido  aceptado  tanto  por  peronistas  como  por  antiperonistas. 
Pero  su  descripción  concuerda  con  la  versión  oficial  que  propiciaba  el 
peronismo  de  esta  época:  el  17  de  Octubre  era  principalmente  si  no 
exclusivamente  la  gesta  del  pueblo  —en  momentos  que  muchos  de  los 
dirigentes  que  participaron  en  él  habían  sido  separados  de  sus  cargos,  que 
Cipriano  Reyes  estaba  en  la  cárcel  y  hasta  Mercante  había  caído  en  desgracia, 
solamente  el  pueblo  podía  ser  reivindicado  —  .  Justo  es  apuntar  también  que 
Evita  podría  haber  exagerado  su  papel  pues  de  todos  modos  era  ya  un  lugar 
común  que  había  tenido  una  gestión  descollante  y  nadie  se  hubiera  atrevido  a 
contradecirla,  pero  no  lo  hace. 

Si  bien  el  relato  de  Evita  nos  permite  compartir  sus  emociones  no  nos 
ofrece  detalles  precisos  sobre  sus  actividades.  La  reconstrucción  de  sus  pasos 
durante  la  crisis  de  octubre  presenta  grandes  dificultades  pues  algunos  de  los 
testigos  que  podrían  aclarar  su  actuación,  como  por  ejemplo  el  capitán  Russo,  el 
mayor  Estrada,  Nicolini,  Juan  Duarte  o  Subiza,  han  muerto  y  otros  rehúsan 
discutir  el  tema.  El  cuadro  que  emerge  de  la  lectura  de  La  razón  de  mi  vida,  de  los 
discursos  en  que  menciona  el  17  de  Octubre,  de  la  clase  que  le  dedica  en  el 
curso  de  la  Escuela  Superior  Peronista  y  de  los  testimonios  de  que  disponemos 
en  la  actualidad  es  el  de  una  mujer  enamorada  que  se  sobrepone  a  su 
desamparo  para  tratar  de  salvar  al  hombre  que  ama.  Su  único  objetivo  es  sacar 
a  Perón  de  Martín  García  pues  mientras  esté  preso  teme  por  su  vida. 
Cumpliendo  con  un  pedido  que  éste  le  hace  antes  de  partir  y  confirmado  en 
una  de  las  cartas  que  le  manda  por  intermedio  del  capitán  Mazza,  trata  de 
obtener  un  recurso  de  babeas  Corpus.  Busca  entrevistarse  con  personas 
influyentes  pero  solamente  encuentra  dificultades  o  negativas.  "Cuando  pedí 
una  audiencia,  por  ejemplo,  a  fin  de  entrevistar  a  un  alto  funcionario,  me  la 
concedieron...  pero  ¡'para  dentro  de  un  mes'!  De  algunas  partes,  lo  confieso, 
tuve  que  salir  llorando;  pero  no  de  amargura,  sino  de  indignación"242.  Aunque 
le  quedan  algunos  amigos,  como  Roberto  Petinato,  Rudi  Freude  y  Nicolini,  se 
siente  muy  sola  sin  el  apoyo  de  Perón  o  de  Mercante,  que  también  está  preso. 
Su  hermano  Juan  está  a  su  lado,  pero  poco  puede  hacer  para  ayudarla.  Todo  lo 
que  había  construido  en  diez  años  de  trabajo  había  desaparecido.  Si  lee  los 
diarios,  acusa  el  desprecio  que  sienten  hacia  ella  los  que  la  llaman  "la  actriz 
Duarte"243.  Tensa,  angustiada,  sin  poder  descansar  desde  que  comenzó  la  crisis 
política,  no  se  atreve  a  dormir  en  su  propio  apartamento  y  por  la  noche  busca 
refugio  en  casa  de  amigas  como  Pierina  Dealessi244.  Hasta  los  amigos  de  Perón 
no  responden  de  la  manera  en  que  ella  ciegamente  les  exige  pues  no  parecen 
compartir  su  ansiedad  y  sus  temores.  Según  Eduardo  Colom,  Evita  trató  de 
convencer  a  Bramuglia  para  que  presentara  un  recurso  de  babeas  Corpus.  Este  se 
habría  negado  por  entender  que  Perón  no  debía  salir  del  país.  Ello  habría  dado 
origen  a  la  desavenencia  que  existió  entre  los  dos  en  años  posteriores245. 


Eva  Perón,  Historia  del  peronismo,  p.  138. 
La  Prensa,  11  de  octubre  de  1945. 

José  Capsitski,  op.  cit.,  p.  14. 

Entrevista  con  Eduardo  Colom. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


La  actitud  de  Evita,  comprensible  desde  su  punto  de  vista  totalmente 
emocional,  se  veía  forzada  por  la  posición  que  adoptó  Perón  a  partir  del  9  de 
octubre:  aceptó  sin  resistir  el  dictamen  de  sus  compañeros  de  armas.  Sus  deseos 
contrariaban  las  medidas  que  ya  habían  comenzado  a  poner  en  marcha  los 
amigos  de  Perón  en  la  Secretaría  de  Trabajo  y  los  dirigentes  sindicales  que  lo 
apoyaban.  Pero  ella  no  parece  tener  en  cuenta  la  situación  política,  ni 
entenderla,  ni  medir  el  significado  que  tenía  para  los  obreros  la  prisión  de 
Perón.  "Confieso  que  en  aquella  oportunidad  quizá  me  interesase  más  la 
libertad  de  un  corazón,  y  la  de  una  vida,  que  el  triunfo  de  sus  grandes  ideales", 
admite  en  su  Historia  del  peronismo.246 

Perón  le  escribió  dos  cartas  desde  Martín  García.  Por  un  lado  se 
tranquiliza  al  comprobar  el  cariño  que  siente  por  ella  y  al  saber  que  está  bien, 
pero  por  otro,  su  frustración  aumenta  pues  no  puede  ayudarlo.  Mientras  pasan 
los  días  y  Evita  sigue  fracasando,  se  va  gestando  el  proceso  que  estallará  el  17 
de  octubre.  Hacia  el  15  o  el  16,  cuando  el  movimiento  ya  está  en  marcha,  Evita 
ve  que  los  amigos  de  Perón  no  lo  han  abandonado,  percibe  lo  que  está 
sucediendo  y  posiblemente  entonces  se  une  a  la  movilización,  ya  fuera  porque 
no  podía  dejar  de  lado  ninguna  alternativa  que  pudiera  contribuir  a  liberar  a 
Perón  o  porque  entiende,  quizás  por  primera  vez,  lo  que  él  significa  para  los 
trabajadores. 

Hasta  el  momento,  el  examen  de  las  fuentes  no  permite  otra  conclusión: 
Evita  no  formó  parte  del  grupo  de  gente  que  propulsó  la  movilización  ya  sea 
por  medio  de  la  Secretaría  de  Trabajo  o  desde  las  filas  sindicales,  por  lo  tanto  su 
actuación  en  los  días  de  octubre  nada  tiene  de  destacable.  Es  solamente  una 
mujer  más  entre  los  miles  de  mujeres  y  hombres  que  no  aceptan  el  encierro  del 
coronel  en  Martín  García  y  quieren  su  libertad.  Ella  misma  lo  confiesa:  "Yo  viví 
esa  realidad  como  una  más,  porque,  no  vamos  a  engañarnos,  si  no  hubiera  sido 
por  las  fuerzas  sindicales  y  por  el  pueblo  argentino,  no  habríamos  podido  hacer 
nada  por  el  general  Perón  sino  debatirnos  en  la  impotencia"247.  Como  muchos 
otros,  fue  hasta  el  Hospital  Militar.  Lo  hizo  acompañada  por  su  hermano  Juan, 
pero  no  vio  a  Perón,  solamente  habló  por  teléfono  con  él.  Escuchó  su  discurso 
por  radio,  en  su  casa,  y  allí  se  reunió  finalmente  con  él  cuando  abandonó  la 
Casa  Rosada248. 

No  podía  hacer  más.  Hasta  que  Perón  renunció  a  sus  tres  cargos,  Evita 
no  había  tenido  oportunidad  de  conocer  a  dirigentes  gremiales  pues  él  se  reunía 
con  ellos  en  la  Secretaría  de  Trabajo.  Los  políticos  radicales  que  iban  a  su  casa 
tampoco  tenían  los  contactos  que  ella  hubiera  necesitado  para  jugar  un  papel 
distinto.  En  cuanto  a  los  militares  amigos  de  Perón,  si  no  estaban  en  la  cárcel 
como  Mercante,  se  hallaban  en  la  Secretaría  de  Trabajo  o  en  reuniones  con 


Eva  Perón,  Historia  del  peronismo,  p.  139. 

247  Ibid.,  p.  165. 

248  Entrevista  con  un  testigo  presencial  que  la  vio  en  el  auto  con  su  hermano,  le  entregó  el 
teléfono  del  cuarto  de  Perón  en  el  hospital  para  que  hablara  con  él  y  esa  misma  noche  la  visitó  en  su 
casa.  Esta  versión  coincide  con  la  que  ofrece  Luna,  op.  cit.,  p.  341. 


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Evita 


dirigentes  gremiales.  Finalmente,  para  los  obreros,  ella  en  esos  momentos  no 
era  nadie. 

Pero  si  la  participación  de  Evita  en  el  17  de  Octubre  no  tuvo  ni 
remotamente  las  características  que  le  atribuyeron  con  el  correr  de  los  años,  esos 
días  adquirieron  en  su  vida  una  trascendencia  fundamental  pues  a  partir  de 
entonces  dejó  de  ser  la  actriz  Evita  Duarte,  para  transformarse  eventualmente 
en  "la  compañera  Evita". 

Esos  días  de  octubre  le  confirmaron  el  lazo  profundo  que  la  unía  con 
Perón  y  le  probaron  sin  lugar  a  dudas  lo  que  él  sentía  por  ella.  Si,  como  se  ha 
dicho  insistentemente,  Perón  hubiera  significado  solamente  una  relación  de 
conveniencia  para  ella,  ése  era  el  momento  indicado  para  abandonarlo  a  su 
suerte,  pues  ya  no  podía  obtener  ningún  provecho  de  él249.  Del  mismo  modo,  si 
Perón  no  la  hubiera  querido,  él  también  habría  podido  aprovechar  la  ocasión 
para  deshacerse  de  ella.  Pero  en  vez  de  distanciarse,  Perón  se  preocupa  por  su 
bienestar,  su  salud,  su  tranquilidad  y  su  futuro,  y  ella  a  su  vez,  siente  que  su 
cariño  es  más  fuerte  que  todos  los  peligros  que  pudiera  afrontar  para  tratar  de 
ayudarlo.  En  su  carta  del  14  de  octubre,  Perón  le  escribe: 


"Mi  tesoro  adorado: 

"Sólo  cuando  nos  alejamos  de  las  personas  queridas  podemos  medir  el 
cariño.  Desde  el  día  que  te  dejé  allí  con  el  dolor  más  grande  que  puedas 
imaginar  no  he  podido  tranquilizar  mi  triste  corazón.  Hoy  sé  cuánto  te  quiero  y 
que  no  puedo  vivir  sin  vos.  Esta  inmensa  soledad  está  llena  de  tu  recuerdo. 

"Hoy  he  escrito  a  Farrell  pidiéndole  que  me  acelere  el  retiro.  En  cuanto 
salga  nos  casamos  y  nos  iremos  a  cualquier  parte  a  vivir  tranquilos. 

"Por  correo  te  escribo  y  te  mando  una  carta  para  entregar  a  Mercante. 
Esta  te  la  mando  con  un  muchacho  porque  es  probable  que  me  intercepten  la 
correspondencia. 

"De  casa  me  trasladaron  a  Martín  García  y  aquí  estoy  no  sé  por  qué  y  sin 
que  me  hayan  dicho  nada.  ¿Qué  me  decís  de  Farrell  y  de  Avalos?  Dos 
sinvergüenzas  con  el  amigo.  Así  es  la  vida. 

"En  cuanto  llegué  lo  primero  que  hice  fue  escribirte.  No  sé  si  habrás 
recibido  mi  carta  que  mandé  certificada. 

"Te  encargo  que  le  digas  a  Mercante  que  hable  con  Farrell  para  ver  si  me 
dejan  tranquilo  y  nos  vamos  al  Chubut  los  dos. 

"Pensaba  también  que  conviene  si  iniciaron  algunos  trámites  legales.  Le 
consultarás  al  doctor  Gaché  Pirán,  Juez  Federal,  muy  amigo  sobre  la  fórmula 
cómo  puede  hacerse  todo.  Decíle  a  Mercante  que  sin  pérdida  de  tiempo  se 
entreviste  con  Gaché  Pirán  y  hagan  las  cosas  con  él.  Creo  que  se  podrá  proceder 
por  el  juzgado  federal  del  mismo  Gaché  Pirán. 


249  Véase  capítulo  XVI. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


"El  amigo  Brossens  puede  serte  útil  en  estos  momentos  porque  ellos  son 
hombres  de  muchos  recursos. 

"Debes  estar  tranquila  y  cuidar  tu  salud  mientras  yo  esté  lejos  para 
cuando  vuelva.  Yo  estaría  tranquilo  si  supiese  que  vos  no  estás  en  ningún 
peligro  y  te  encuentras  bien. 

"Mientras  escribía  esta  carta  me  avisan  que  hoy  viene  Mazza  a  verme,  lo 
que  me  produce  una  gran  alegría,  pues  con  ello  tendré  un  contacto  indirecto 
contigo. 

"Estáte  muy  tranquila.  Mazza  te  contará  cómo  está  todo.  Trataré  de  ir  a 
Buenos  Aires  por  cualquier  medio,  de  modo  que  puedes  estar  tranquila  y 
cuidarte  mucho  la  salud.  Si  sale  el  retiro,  nos  casamos  al  día  siguiente,  y  si  no 
sale,  yo  arreglaré  las  cosas  de  otro  modo,  pero  liquidaremos  esta  situación  de 
desamparo  que  tú  tienes  ahora. 

"Viejita  de  mi  alma,  tengo  tus  retratitos  en  mi  pieza  y  los  miro  todo  el 
día,  con  lágrimas  en  los  ojos.  Que  no  te  vaya  a  pasar  nada  porque  entonces 
habrá  terminado  mi  vida.  Cuídate  mucho  y  no  te  preocupes  por  mí;  pero 
quiéreme  mucho  que  hoy  lo  necesito  más  que  nunca. 

"Tesoro  mío,  tené  calma  y  aprendé  a  esperar.  Esto  terminará  y  la  vida 
será  nuestra.  Con  lo  que  yo  he  hecho  estoy  justificado  ante  la  historia  y  sé  que  el 
tiempo  me  dará  la  razón. 

"Empezaré  a  escribir  un  libro  sobre  esto  y  lo  publicaré  cuanto  antes; 
veremos  quién  tiene  razón. 

"El  mal  de  este  tiempo  y  especialmente  de  este  país  son  los  brutos  y  tú 
sabes  que  es  peor  un  bruto  que  un  malo. 

"Bueno,  mi  alma  querría  seguir  escribiendo  todo  el  día,  pero  hoy  Mazza 
te  contará  más  que  yo.  Falta  media  hora  para  que  llegue  el  vapor. 

"Mis  últimas  palabras  de  esta  carta  quiero  que  sean  para  recomendarte 
calma  y  tranquilidad.  Muchos,  pero  muchos  besos  y  recuerdos  para  mi  chinita 
querida.  Perón."250 


Si  los  días  previos  al  17  de  Octubre  son  la  prueba  de  fuego  que  fortalece 
el  amor  entre  Evita  y  Perón,  la  terminación  de  la  crisis,  con  el  triunfo  total  del 
coronel,  cambia  radicalmente  su  relación  con  él.  Hasta  entonces,  ella  había  sido 
una  mujer  despreciada  por  convivir  públicamente  con  él.  Era  "la  amante"  de 
Perón,  "la  advenediza",  "la  actriz  Duarte",  y  aunque  él  la  tratara  con  cariño  y 
consideración,  esta  circunstancia  no  podía  dejar  de  afectarla.  Pero  en  momentos 
en  que  se  siente  más  vulnerable,  pues  él  no  está  a  su  lado,  Perón  le  escribe  di- 
ciéndole  que  la  quiere,  que  desea  casarse  con  ella,  ofreciéndole  así  lo  que  quizás 
no  se  atreviera  a  soñar,  casamiento,  respetabilidad.  Y  una  vez  que  termina  la 
crisis,  como  en  una  película  o  en  los  cuentos  de  hadas,  se  encuentra  de  la  noche 


Reproducida  en  Félix  Luna,  op.  cit.,  ps.  337-338. 


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Evita 


a  la  mañana,  no  sólo  casada  con  Perón,  sino  transformada  en  la  esposa  de  un 
candidato  a  la  Presidencia  de  la  República,  su  origen  social,  su  ilegitimidad,  su 
pasado  de  actriz,  borrados  para  siempre.  Efectivamente,  cuatro  días  más  tarde, 
en  una  ceremonia  civil  que  pasó  inadvertida  para  el  público  y  en  la  cual  fueron 
testigos  Mercante  y  Juan  Duarte,  Perón  y  Evita  se  casaron.  La  ceremonia 
religiosa  tuvo  lugar  el  10  de  diciembre  en  La  Plata. 

La  movilización  del  17  constituyó  una  verdadera  revelación  para  Evita. 
Perón  demostró  tener  no  solamente  un  puñado  de  amigos  fieles  sino  también 
miles  de  hombres  y  mujeres,  totalmente  desconocidos,  dispuestos  a  defenderlo, 
a  enfrentar  a  las  autoridades,  a  "dar  la  vida  por  Perón",  como  diría  ella  años  más 
tarde.  En  algún  momento.  Evita  comprendió  que  su  reencuentro  con  Perón  y  su 
posterior  casamiento  con  él  se  vieron  posibilitados  por  la  actitud  de  esos  miles 
de  desconocidos.  Su  vida  había  cambiado  como  resultado  de  la  acción  que 
habían  llevado  a  cabo,  pues  al  forzar  la  libertad  de  Perón,  también  "le  habían 
devuelto  al  coronel".  Y  así  como  Perón  y  los  trabajadores  se  unen  el  17  de 
Octubre  en  una  nueva  relación  líder-descamisados,  ella  se  une  con  Perón  por 
medios  de  éstos  y  por  lo  tanto,  quedarán  para  siempre  enmarcados  y 
confundidos  en  su  amor.  Ya  en  enero  de  1947,  dijo  en  un  discurso  que 
pronunció  en  Rosario:  "Cuando  fue  noche  para  la  argentinidad  y  fue  noche  para 
mi  corazón  de  mujer,  cuando  había  perdido  todas  mis  esperanzas,  mis  queridos 
descamisados  me  devolvieron  al  coronel  Perón.  Como  mujer  del  pueblo  no 
puedo  olvidar  este  gesto  y  como  esposa  del  coronel  tendré  que  luchar  hasta  la 
muerte  por  ustedes.  Mis  palabras  no  tienen  pues  más  valor  que  significarles  que 
estoy  pagando  una  deuda  que  tengo  con  mis  queridos  descamisados,  deuda 
que  no  podré  saldar  jamás"251. 

Evita  se  reconoció  en  los  miles  de  hombres  y  mujeres  que  aclamaban  a 
Perón.  Había  venido  del  interior  como  ellos,  pasado  hambre  y  frío  en  Buenos 
Aires  y  así  como  Perón  les  había  dado  posibilidades  de  una  vida  mejor,  había 
transformado  la  suya.  El  impacto  que  Perón  tuvo  en  el  país,  se  multiplicó  en 
Evita.  Poco  a  poco  lo  irá  convirtiendo  en  un  hombre  sin  parangón,  en  el  mago 
que  puede  lo  imposible,  en  un  verdadero  superhombre.  Ya  cercana  a  la  muerte 
dirá:  "Yo  no  era  ni  soy  nada  más  que  una  humilde  mujer...  un  gorrión  en  una 
inmensa  bandada  de  gorriones...  Y  él  era  y  es  el  cóndor  gigante  que  vuela  alto  y 
seguro  entre  las  nubes  y  cerca  de  Dios". 

"Si  no  fuese  por  él  que  descendió  hasta  mí  y  me  enseñó  a  volar  de  otra 
manera,  yo  no  hubiese  sabido  nunca  lo  que  es  un  cóndor  ni  hubiese  podido 
contemplar  jamás  la  maravillosa  y  magnífica  inmensidad  de  mi  pueblo. 

"Por  eso  ni  mi  vida  ni  mi  corazón  me  pertenecen  y  nada  de  todo  lo  que 
soy  o  tengo  es  mío.  Todo  lo  que  soy,  todo  lo  que  tengo,  todo  lo  que  pienso  y 
todo  lo  que  siento  es  de  Perón. 


Democracia,  13  de  enero  de  1947. 


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Evita 


En  1947,  en  el  apogeo  de  su  belleza. 


"Pero  yo  no  olvido  ni  me  olvidaré  nunca  de  que  fui  gorrión  ni  de  que 
sigo  siéndolo.  Si  vuelo  más  alto  es  por  él.  Si  ando  entre  las  cumbres,  es  por  él.  Si 
a  veces  toco  casi  el  cielo  con  mis  alas,  es  por  él.  Si  veo  claramente  lo  que  es  mi 
pueblo  y  lo  quiero  y  siento  su  cariño  acariciando  mi  nombre,  es  solamente  por 
él."252 


252 


Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  10. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


En  la  mitología  peronista,  el  17  de  Octubre  marca  algo  así  como  el 
nacimiento  oficial  de  Evita  y  sus  panegiristas  acostumbran  a  reducir  a  unas 
pocas  líneas  su  vida  antes  de  1945,  concentrándose  en  los  años  posteriores253. 
"Eva  Perón  nace  el  17  de  octubre  de  1945",  anuncia  desde  las  primeras  páginas 
el  autor  anónimo  de  Presencia  de  Eva  Perón.  "Como  Venus,  que  surgió  del  mar 
resumiendo  al  contacto  de  la  luz  la  síntesis  inmortal  del  arte  y  la  belleza,  Eva 
Perón  nace  del  mar...  Ese  mar  exige  por  un  millón  de  bocas  y  por  un  millón  de 
brazos,  la  libertad  de  un  hombre"254. 

Estas  obras  presentan  un  marcado  contraste  con  las  escasas  biografías  de 
Perón  en  las  que  justamente  se  destacan  los  años  anteriores  a  1943, 
encarándolos  como  una  preparación  para  su  vida  política.  En  cierto  sentido,  las 
reticencias  de  las  fuentes  peronistas  en  lo  que  se  refiere  a  la  vida  de  Evita  antes 
de  su  encuentro  con  Perón  son  explicables  si  se  tiene  en  cuenta  la  actitud  que 
ella  adoptó  ante  su  pasado  y  la  importancia  que  sus  enemigos  daban  a  éste.  Al 
pronunciarla  oficialmente  nacida  el  17  de  Octubre,  se  eludía  convenientemente 
muchos  hechos  difíciles  de  explicar  y  se  soslayaba  la  polémica.  Pero  no  obstante 
lo  que  dicen  obras  como  Presencia  de  Eva  Perón,  los  seres  humanos,  por  muy 
excepcionales  que  sean  —y  ella  lo  fue—  no  nacen  adultos.  Y  precisamente  por 
haber  nacido  pobre  e  hija  natural,  por  no  haber  conocido  a  su  padre,  por  haber 
roto  los  lazos  afectivos  que  la  ataban  a  Junín,  por  haber  tenido  una  vida  dura, 
de  trabajos  y  privaciones  que  comenzó  a  cambiar  poco  antes  de  conocer  a  Perón 
y  que  a  partir  de  su  encuentro  con  él  todo  en  su  carrera  se  hace  más  fácil  pero 
sufre  los  ataques  de  las  críticas  de  los  que  por  razones  moralistas  no  pueden 
aceptar  su  situación  "irregular"  con  él,  es  que  Evita  "nace"  el  17  de  Octubre.  Esa 
fecha  simboliza  su  liberación  de  sí  misma  y  su  transformación  en  una  mujer 
nueva,  sin  pasado,  y  por  eso  dispuesta  a  entregarse  totalmente  a  los  que 
hicieron  posible  su  renacer.  Pero  esta  nueva  mujer,  "la  compañera  Evita"  que 
pronto  aclamarán  millones  de  argentinos  y  que  se  convertirá  en  la  segunda 
personalidad  política  de  su  país,  no  se  despojará  nunca  de  su  pasado  y  la 
perseguirá  implacablemente.  Los  enemigos  del  peronismo  no  querrán  olvidarlo 
y  se  lo  echarán  en  cara  a  la  menor  oportunidad.  Ella  lo  llevará  siempre  dentro 
pues  en  un  principio  se  sentirá  insegura  y  durante  años  le  dolerán  los  rumores 
que  sobre  ella  corren.  No  podrá  sobrepasar  jamás  las  limitaciones  de  su  escasa 
formación  cultural,  no  dejará  de  influir  sobre  ella  su  falta  de  experiencia  política 
y  solamente  la  muerte  pondrá  fin  a  su  voluntad  de  agradecer  a  Perón  y  a  los 
descamisados  lo  que  hicieron  por  ella  en  los  días  de  octubre. 

De  allí  que  en  años  posteriores,  Evita  tienda  a  medir  la  gente  y  los  hechos 
a  partir  de  lo  que  sucedió  el  17  de  Octubre.  Su  vida  estará  dedicada  "a  pagar  la 
deuda  de  honor  que  entonces  contrajo  con  los  descamisados".  Por  mucho 
tiempo,  Mercante  será  el  "amigo  leal"  porque  su  fidelidad  y  lealtad  a  Perón  en 
esa  fecha  fueron  su  salvación.  A  la  vez  guardará  un  rencor  sordo  hacia  los  que 
traicionaron  a  Perón,  sus  compañeros  de  armas,  y  nunca  comprenderá  que  él 


253  Véase  por  ejemplo:  Celina  R.  N.  de  Martínez  Paiva  y  María  Rosa  Plzzuto  de  Rivera,  La  verdad. 
Vida  y  obra  de  Eva  Perón,  2  tomos,  Buenos  Aires,  Ed.  Astral,  1967. 

254  Presencia  de  Eva  Perón,  Buenos  Aires,  1954,  p.  9. 


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los  pueda  perdonar,  ni  siquiera  por  razones  políticas.  Como  es  "de  las  que  no 
olvidan",  los  mirará  siempre  con  recelo  y  desconfianza,  mientras  que  tendrá 
una  fe  ciega  en  el  pueblo  pues  rescató  a  Perón  de  las  manos  de  sus  enemigos. 

Después  de  unos  pocos  días  de  descanso  en  el  campo  de  Román  Subiza 
en  San  Nicolás  y  luego  en  la  quinta  que  tenía  en  San  Vicente,  la  preocupación 
principal  de  Perón  fue  la  campaña  presidencial.  Sobrepasado  por  los 
acontecimientos,  se  veía  en  la  necesidad  de  enfrentar  las  elecciones  de  febrero 
sin  el  respaldo  de  un  partido  político  sólidamente  organizado.  Las  principales 
fuerzas  que  lo  apoyaban  provenían  de  orígenes  diferentes  y  aunque  unidas  en 
cuanto  a  su  candidatura,  permanecieron  separadas.  Por  un  lado,  el  Partido 
Laborista,  fundado  oficialmente  el  24  de  octubre  de  1945,  bajo  la  dirección  de 
Luis  F.  Gay,  Cipriano  Reyes,  Ramón  V.  Tejada,  Vicente  Garófalo,  Alcides 
Montiel  y  otros  dirigentes  sindicales  que  buscaban  estructurar  la  base  gremial 
que  había  aclamado  a  Perón  el  17  de  Octubre  y  aprovechar  las  ventajas  políticas 
que  habían  ganado  en  los  días  previos  a  la  movilización.  Por  otro,  la  Junta 
Renovadora  de  la  Unión  Cívica  Radical,  un  desprendimiento  del  radicalismo 
que  se  organiza  en  noviembre  de  1945,  o  sea  también  después  del  17  de 
Octubre,  impulsado  por  grupo  de  radicales  que  había  colaborado  en  el  gobierno 
de  Farrell.  Perón  contó  asimismo  con  el  apoyo  de  otros  grupos  menores  como  el 
de  los  nacionalistas  y  algunos  núcleos  conservadores  que  se  agruparon  en  los 
Centros  Independientes. 

El  14  de  diciembre  de  1945,  el  laborismo  proclamó  la  candidatura  de 
Perón  a  la  presidencia  y  un  mes  más  tarde  eligió  a  Mercante  como  candidato  a 
la  vicepresidencia.  Por  su  parte,  la  Junta  Renovadora  proclamó  en  enero  de  1946 
la  fórmula  Perón-Quijano,  pero  a  fines  de  ese  mes  se  llegó  a  un  acuerdo. 
Mercante  debió  retirar  su  candidatura  y  conformarse  con  la  posibilidad  de  ser 
gobernador  de  la  provincia  de  Buenos  aires  y  la  fórmula  final  resultó  ser  Perón- 
Quijano. 

La  oposición  formó  de  hecho  un  frente  antiperonista,  pues  si  bien  los 
conservadores  no  integraron  la  Unión  Democrática,  tampoco  presentaron 
candidatos  propios,  aceptando  así  la  fórmula  José  P.  Tamborini-Enrique  M. 
Mosca.  Su  plataforma  tenía  puntos  en  común  con  la  que  propiciaba  el 
laborismo,  pues  incluía  por  ejemplo  la  nacionalización  de  los  servicios  públicos 
y  la  concesión  de  los  derechos  políticos  a  la  mujer,  pero  hacía  sobre  todo 
hincapié  en  la  defensa  de  las  libertades  políticas.  De  hecho,  la  Unión 
Democrática  centró  su  campaña  en  la  necesidad  de  restaurar  la  democracia  en 
la  Argentina.  Su  slogan  fue:  "Por  la  libertad  contra  el  nazismo". 

Durante  la  campaña  electoral,  predominó  la  violencia  tanto  verbal  como 
física.  Hubo  atentados,  tiroteos  e  incendios  de  los  trenes  en  los  que  viajaban  los 
candidatos.  En  un  mitin  de  la  Unión  Democrática  realizado  el  8  de  diciembre  de 
1945,  por  ejemplo,  resultaron  cuatro  muertos  y  treinta  heridos.  Sus  candidatos 
denunciaron  repetidamente  el  carácter  dictatorial  de  los  gobiernos  surgidos  de 
la  Revolución  de  1943  y  acusaron  a  Perón  de  demagogo,  de  nazi  y  de  ladrón  por 
haberse  robado  el  dinero  que  había  recogido  en  la  colecta  para  la  reconstrucción 
de  San  Juan. 


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Evita 


Por  su  parte,  desde  la  proclamación  de  su  candidatura,  Perón  trataba  de 
ampliar  su  base  electoral,  suavizando  el  tono  de  sus  discursos.  Justificó  las 
reformas  que  favorecían  los  sectores  obreros  y  empleados  porque  "en  los  países 
que  han  cerrado  a  las  clases  trabajadoras  el  camino  de  gobierno,  se  han  rebelado 
con  derecho"255.  Pero  recalcó  que  no  quería  perjudicar  a  los  capitalistas.  Afirmó 
repetidamente  su  fe  en  la  democracia  —siempre  que  ésta  fuera  "integral"  —  . 
Definió  su  política  como  "social  cristiana",  inspirada  en  las  encíclicas  papales  y 
en  las  ideas  de  Yrigoyen,  "que  representa  la  fuerza  más  pura  de  la  política 
argentina".  Prometió  entregar  la  tierra  al  que  la  trabajaba  y  promover  el 
desarrollo.  Y  en  numerosas  ocasiones  proclamó:  "No  queremos  pelear, 
queremos  votar". 

Todos  los  candidatos  viajaron  varias  veces  al  interior  durante  la 
campaña.  Perón  realizó  varias  giras  que  lo  llevaron  a  Córdoba,  por  el  norte,  el 
litoral  y  la  provincia  de  Buenos  Aires.  Cosa  inusitada  en  la  vida  política 
argentina,  Evita  lo  acompañó  en  sus  viajes  por  el  interior  y  es  como  esposa  del 
candidato  a  la  presidencia  de  la  República  que  visitó  Junín  y  volvió  a  Córdoba, 
Rosario  y  Mendoza,  ciudades  que  había  visitado  en  sus  giras  de  actriz.  Su 
presencia  en  la  comitiva  no  pasó  inadvertida,  pues  estaba  siempre  cerca  de 
Perón  (pero  no  necesariamente  a  su  lado).  Cuando  el  tren  paraba  en  las 
estaciones,  sonreía,  saludaba,  aceptaba  agradecida  los  ramos  de  flores  que  le 
traían,  pero  no  pronunció  ningún  discurso.  Era  una  acompañante  más  que  él 
llevaba  en  su  delegación. 

Otro  aspecto  extraordinario  de  esta  campaña  electoral  fue  la 
participación  de  las  mujeres  en  organizaciones  de  apoyo  a  los  candidatos,  tanto 
en  la  Unión  Democrática  como  en  el  laborismo.  El  6  de  diciembre,  antes  de  que 
fuera  proclamada  la  candidatura  de  Perón,  se  constituyó  el  Comité  Central  pro¬ 
candidatura  del  coronel  Juan  Perón.  Luego  aparecieron  el  Comité  Femenino  de 
la  Unión  Cívica  Radical,  Junta  Renovadora  y  una  Comisión  Coordinadora  de 
Asociaciones  Femeninas  Democráticas,  formada  por  comisiones  femeninas  de 
distintos  partidos  políticos,  entidades  universitarias  y  secundarias,  sindicatos  y 
asociaciones  profesionales  que  organizaban  actos  por  los  barrios  de  Buenos 
Aires.  Del  lado  laborista,  en  el  Centro  Universitario  Argentino  se  formó  la 
Secretaría  Femenina,  organismo  desde  el  cual  Haydée  E.  Frizzi  de  Longoni 
buscó  coordinar  a  las  mujeres.  El  8  de  febrero  de  1945,  el  Centro  Universitario 
Argentino,  la  Cruzada  de  la  Mujer  Argentina  y  la  Secretaría  General  Estudiantil 
organizaron  un  acto  en  el  Luna  Park  para  apoyar  la  fórmula  Perón-Quijano.  La 
reunión  fue  presidida  por  Evita,  en  su  calidad  de  esposa  del  candidato 
laborista.  La  presencia  de  Perón  había  sido  anunciada  y  durante  dos  horas  las 
numerosas  asistentes  esperaron  su  llegada  con  impaciencia.  Ante  el  griterío  del 
público,  Evita  se  adelantó  para  explicar  que  Perón  estaba  enfermo  y  que 
además  preparaba  su  viaje  a  Rosario,  pero  la  batahola  fue  tal  que  no  pudo 
pronunciar  el  discurso  que  tenía  preparado  para  la  ocasión.  Durante  la 


Democracia,  14  de  diciembre  de  1945. 


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Evita 


desconcentración,  se  produjeron  varios  disturbios  y  algunos  grupos  de  mujeres 
fueron  dispersadas  con  gases  lacrimógenos256. 

La  prensa  grande,  o  sea  La  Nación,  La  Prensa  y  Crítica,  apoyó 
inequívocamente  a  la  Unión  Democrática.  Perón  contó  con  el  respaldo  de 
Democracia,  fundada  en  diciembre  de  1945  por  Antonio  Molinari  y  Mauricio 
Biraben;  La  Epoca,  el  periódico  de  limitada  circulación  dirigido  por  Colom,  y  El 
Pueblo,  un  diario  católico.  La  Iglesia  se  mantuvo  formalmente  neutral,  pero  su 
pastoral  recordando  a  los  fieles  que  no  podían  votar  por  partidos  políticos  que 
propiciaron  el  divorcio,  dio  implícitamente  su  apoyo  a  Perón.  A  último 
momento,  éste  recibió  la  inesperada  ayuda  del  Departamento  de  Estado 
norteamericano.  A  instancias  de  Braden,  en  esos  momentos  subsecretario  de 
Estado  para  América  Latina,  publicó  un  Libro  Azul  en  el  que  se  denunciaban  las 
vinculaciones  de  Perón  y  otras  personalidades  argentinas  con  las  potencias  del 
Eje,  reforzando  así  los  ataques  que  la  Unión  Democrática  había  lanzado  contra 
él.  Esta  interferencia  norteamericana  en  la  política  argentina,  en  vez  de 
perjudicar  a  Perón,  lo  favoreció,  pues  sirvió  para  que  las  elecciones  se 
convirtieran  en  una  disyuntiva  entre  Braden  o  Perón.  Así  lo  expresó  en  su 
discurso  del  12  de  febrero  de  1946,  en  el  que  retomó  su  mejor  estilo  de  secretario 
de  Trabajo  y  Previsión.  "En  nuestra  patria,  no  se  debate  un  problema  entre 
libertad  o  tiranía,  entre  Rosas  o  Urquiza,  entre  democracia  y  totalitarismo.  Lo 
que  en  el  fondo  del  drama  argentino  se  debate  es,  simplemente,  un  partido  de 
campeonato  entre  la  justicia  social  y  la  injusticia  social".  Perón  concluyó  su 
discurso  con  un  violento  alegato  contra  el  ex  embajador,  denunciándolo  "como 
el  inspirador,  creador,  organizador  y  jefe  verdadero  de  la  Unión  Democrática... 
En  consecuencia,  sepan  quienes  voten  el  24  de  febrero  por  la  fórmula  del 
contubernio  oligárquico-comunista  que  con  este  acto  entregan,  sencillamente, 
su  voto  al  señor  Braden.  La  disyuntiva  en  esta  hora  trascendental,  es  ésta:  o 
Braden  o  Perón.  Por  eso,  glosando  la  inmortal  frase  de  Roque  Sáenz  Peña,  digo: 
Sepa  el  pueblo  votar"257. 

Hasta  que  comenzó  el  recuento  de  los  votos,  los  partidarios  de  la  Unión 
Democrática  estaban  convencidos  de  que  su  victoria  estaba  asegurada.  El 
escrutinio  tardó  varios  días  y  en  los  primeros  hubo  acuerdo  unánime  en  que  los 
comicios  habían  sido  honestos.  Las  denuncias  de  la  Unión  Democrática  sólo 
comenzaron  cuando  con  el  transcurso  del  tiempo  quedó  demostrado  que  de  los 
2.734.386  sufragios  emitidos,  Perón  había  recibido  1.479.511.  Los  laboristas 
también  ganaron  todas  las  gobernaciones  provinciales,  a  excepción  de 
Corrientes,  veintiocho  de  las  treinta  bancas  del  Senado  y  casi  los  dos  tercios  de 
la  Cámara  de  Diputados. 

En  los  meses  siguientes  al  triunfo  electoral.  Perón  se  abocó  a  la  tarea  de 
elaborar  los  alineamientos  de  su  plan  de  gobierno,  de  poner  en  marcha  algunas 
medidas  a  través  de  Farrell,  como  la  nacionalización  del  Banco  Central,  y 


La  Prensa,  10  de  febrero  de  1946. 

257  Argentina,  Presidencia  de  la  Nación,  Subsecretaría  de  Informaciones,  Discurso  del  coronel 
Perón  en  el  acto  de  la  proclamación  de  su  candidatura  a  la  Presidencia  de  la  República,  12  de  febrero  de 
1946. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


nombrar  a  sus  colaboradores258.  Los  fines  de  semana.  Perón  y  Evita  buscaban 
unas  horas  de  descanso  en  la  quinta  de  San  Vicente,  pero  aun  allí  lo  perseguían 
las  preocupaciones  políticas  y  los  problemas  a  resolver.  Además,  muchas  veces 
llegaban  amigos  como  Mercante  o  Ricardo  Guardo,  que  sería  pronto  elegido 
presidente  de  la  Cámara  de  Diputados,  y  su  mujer,  Lilian  Lagomarsino  de 
Guardo.  Evita  seguía  asistiendo  a  las  reuniones  donde  se  discutían 
nombramientos  y  planes  de  acción,  pero  su  actitud  en  éstas  ha  comenzado  a 
cambiar.  Ya  no  se  calla.  Por  otra  parte,  aunque  Perón  tiene  numerosos 
colaboradores  y  un  secretario  particular,  Juancito  Duarte,  ella  también  atiende  a 
la  gente  que  busca  obtener  una  entrevista  con  Perón  y  éste  hacer  saber  a  sus 
visitas  que  pueden  dejar  sus  encargos  con  ella.  Acompañada  por  Isabel  Ernst  y 
a  veces  por  Lilian  Lagomarsino  de  Guardo,  se  la  ve  visitando  fábricas,  el  27  de 
mayo,  la  Fábrica  Hispano  Suiza  y  al  día  siguiente,  la  Fábrica  Química  Bayer.  Su 
vida  ha  cambiado  radicalmente  al  convertirse  en  esposa  del  presidente  electo, 
pero  si  echa  de  menos  sus  actividades  artísticas,  no  lo  deja  aparentar  pues 
parece  disfrutar  enormemente  de  toda  la  confusión,  las  reuniones,  el  ir  y  venir 
de  gentes,  su  nueva  importancia  y  las  preparaciones  para  la  transmisión  de 
mando. 

Finalmente  llegó  el  4  de  junio,  fecha  en  que  Perón,  en  su  flamante 
uniforme  de  general,  asumió  el  mando  —uno  de  los  últimos  actos  de  Farrell  fue 
firmar  la  reincorporación  de  Perón  al  Ejército  y  su  ascenso  — .  Evita  asistió  a  la 
ceremonia  que  tuvo  lugar  en  el  Congreso,  sentada  al  lado  de  las  esposas  del 
vicepresidente  y  de  los  ministros,  y  no  muy  lejos  de  ella,  estaban  también  sus 
hermanas  y  doña  Juana.  En  el  banquete  que  marcó  la  ocasión.  Evita  presidió 
una  cabecera  de  la  mesa  sentada  al  lado  del  cardenal  Santiago  Luis  Coppello.  Al 
día  siguiente,  hubo  una  función  de  gala  en  el  Teatro  Colón.  Finalizada  ésta, 
Perón  y  Evita,  acompañados  por  los  Guardo,  se  fueron  a  su  nueva  residencia,  el 
viejo  palacio  Unzué.  Situada  en  medio  de  un  magnífico  parque,  en  la  entonces 
avenida  Alvear,  era  una  hermosa  construcción  como  las  que  sabía  construir  la 
oligarquía  y  que  como  muchas  otras,  fueron  adquiridas  por  el  Estado  en  la 
década  de  los  treinta  cuando  se  habían  vuelto  demasiado  costosas  para 
mantener.  Recorrieron  algunas  habitaciones  y  luego  subieron  a  los  dormitorios. 
Evita  se  deshizo  el  complicado  peinado  que  le  había  hecho  su  peluquero  Julio 
Alcaraz  para  la  ocasión.  Se  sacó  el  traje  de  fiesta  y  se  vistió  con  su  ropa  favorita, 
un  pijama  de  Perón.  Volvió  al  dormitorio  donde  éste  y  los  Guardo  habían 
quedado  charlando,  arreglando  todavía  su  pelo  en  dos  trenzas,  como  lo  hacía 
todas  las  noches.  Cansada,  se  sentó  en  la  cama  y,  pensativa,  se  puso  a  comer 
una  naranja  mientras  los  demás  seguían  comentando  los  incidentes  del  día. 


Perón  nombró  a  Juan  Carlos  Picaso  Elordy  (Agricultura),  Belisario  Gaché  Pirán  (Justicia  e 
Instrucción  Pública),  Ramón  A.  Cereijo  (Hacienda),  Juan  Atilio  Bramuglia  (Relaciones  Exteriores  y  Culto), 
Angel  Gabriel  Borlenghi  (Interior),  general  Juan  Pistarini  (Obras  Públicas),  brigadier  mayor  Bartolomé  de 
la  Colina  (Aeronáutica),  capitán  de  navio  Fidel  L.  Anadón  (Marina),  Rolando  Lagomarsino  (Industria  y 
Comercio),  José  María  Freire  (Trabajo)  y  Ramón  Carrillo  (Salud  Pública). 


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Marysa  Navarro 


Evita 


Capítulo  VI 

Los  primeros  pasos  en  la  política 


En  el  mes  de  junio  de  1946,  al  poco  tiempo  de  haber  asumido  el  gobierno 
Perón,  cuando  se  oían  todavía  los  ecos  de  las  funciones  de  gala,  la  prensa 
comenzó  a  publicar  noticias  sobre  la  Señora  María  Eva  Duarte  de  Perón.  El  14 
de  junio  asistió  a  un  acto  de  la  Asociación  del  personal  de  Hospitales  y 
Sanatorios  Particulares  en  compañía  de  Isabel  Ernst  y  del  ministro  de  Trabajo, 
José  María  Freire.  El  5  de  julio,  con  motivo  de  iniciarse  "la  campaña  de  ayuda  a 
los  niños  pobres  de  las  provincias"  visitó  la  Unión  Ferroviaria.  El  19  de  este 
mismo  mes,  los  diarios  anunciaron  que  había  recorrido  las  instalaciones  de  la 
Fábrica  Nacional  de  Calzado.  Unos  días  más  tarde,  se  la  vio  distribuyendo 
juguetes  en  el  Hotel  de  Inmigrantes,  y  el  26  de  julio,  pronunció  un  discurso  por 
radio,  como  parte  de  "la  campaña  de  sesenta  días  por  el  abaratamiento  de  la 
vida".  El  15  de  agosto  viajó  a  Rosario  para  distribuir  ropas  y  víveres,  y  el  11  de 
setiembre,  visitó  la  Cámara  de  Diputados  para  interesarse  por  la  sanción  del 
voto  femenino  que  había  sido  aprobado  por  la  Cámara  de  Senadores  el  mes 
anterior.  Pero  además,  toda  vez  que  Perón  asistía  a  un  acto  público,  allí  estaba 
Evita  a  su  lado:  el  16  de  agosto,  en  la  Casa  de  la  Moneda;  el  11  de  setiembre,  en 
un  banquete  organizado  por  obreros  tranviarios,  visitando  varios  institutos  de 
ciegos  y  en  una  cena;  el  21  de  setiembre,  en  la  inauguración  del  Salón  de  Artes 
Plásticas  y  en  un  espectáculo  nocturno. 

En  un  primer  momento  la  actividad  de  "doña  María  Eva  Duarte  de 
Perón"  causó  cierta  extrañeza.  Aunque  Evita  ya  había  sorprendido  a  mucha 
gente  durante  la  campaña  electoral  al  acompañar  a  su  marido  en  sus  giras  por 
el  interior,  como  esposa  del  Presidente,  se  esperaba  de  ella  un  comportamiento 
conforme  con  lo  establecido  por  la  tradición.  Los  argentinos  estaban 
acostumbrados  a  que  la  Primera  Dama  fuera  una  figura  relegada  a  un  plano 
muy  secundario,  dedicada  a  ciertas  obras  de  caridad,  como  la  Sociedad  de 
Beneficencia  y  alguna  que  otra  ceremonia  oficial.  Independientemente  de  su 
posición  política,  se  resistía  a  aceptar  que  la  esposa  del  primer  mandatario 
asistiera  a  tantos  actos  con  su  marido  o  hablara  en  su  nombre  a  un  grupo  de 
obreros. 

Además  de  visitar  gremios,  repartir  ropa  y  de  acompañar  a  Perón,  desde 
mediados  de  julio  Evita  iba  todos  los  lunes,  miércoles  y  viernes  por  la  mañana  a 
la  Dirección  de  Correos  y  Comunicaciones.  En  el  cuarto  piso  de  ese  edificio,  su 
viejo  amigo  Oscar  Nicolini,  ahora  administrador  general  de  esa  repartición. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


había  habilitado  una  oficina  para  su  uso.  En  ella  Evita  atendía  a  todos  los  que 
buscaban  obtener  una  entrevista  con  Perón,  para  impedir  que  continuaran 
desfilando  por  la  Casa  Rosada  o  la  residencia  presidencial  como  lo  habían 
hecho  hasta  que  Nicolini  le  proporcionó  la  oficina. 

El  23  de  setiembre,  el  auto  de  Evita  no  se  detuvo  como  de  costumbre 
frente  a  Correos.  Pasó  de  largo  y  fue  hasta  el  edificio  del  Concejo  Deliberante, 
donde  Perón  había  desempeñado  sus  funciones  de  secretario  de  Trabajo  y 
Previsión.  Allí  estaba  instalado  ahora  el  flamante  ministro  de  Trabajo  y 
Previsión  Social  y  allí  tendría  Evita  a  partir  de  aquella  fecha  una  oficina.  En  un 
principio,  sus  tareas  tanto  en  el  Correo  como  en  el  Ministerio  de  Trabajo  no 
recibieron  tanta  publicidad  como  las  visitas  o  los  viajes  al  interior,  de  allí  que  el 
cambio  de  oficinas  pasara  casi  inadvertido.  Sin  embargo,  con  el  correr  del 
tiempo,  sus  actividades  en  esta  última  repartición  adquirirían  una  importancia 
fundamental  para  el  gobierno  peronista. 

Es  indudable  que  el  traslado  de  Evita  al  Ministerio  de  Trabajo  tuvo  un 
sentido  simbólico  que  no  podía  pasar  inadvertido  para  nadie  y  mucho  menos 
para  los  trabajadores,  en  la  medida  en  que  era  precisamente  desde  esa 
repartición  que  Perón  había  puesto  en  marcha  su  política  social.  Pero  la 
presencia  de  Evita  en  esa  casa  —que  ella  siempre  llamó  la  Secretaría—  tenía 
sobre  todo  el  propósito  de  oficializar  la  práctica  que  se  había  ido  estableciendo 
poco  a  poco  desde  las  elecciones  de  febrero:  el  contacto  de  los  trabajadores  con 
Perón  debía  hacerse  ahora  por  intermedio  de  Evita  pues  ella  era  su 
representante  personal  en  el  Ministerio. 

En  La  razón  de  mi  vida,  Evita  relata  que  no  fue  al  Ministerio  de  Trabajo 
"por  sensiblería  romántica"  sino  porque  en  ese  edificio  "podía  encontrarme  más 
fácilmente  con  el  pueblo  y  con  sus  problemas;  porque  el  ministro  de  Trabajo  y 
Previsión  es  un  obrero,  y  con  él  "Evita"  se  entiende  francamente  y  sin  rodeos 
burocráticos;  y  porque  además  allí  se  me  brindaron  los  elementos  necesarios 
para  iniciar  mi  trabajo"259.  Teniendo  en  cuenta  la  falta  de  participación  de  la 
mujer  en  la  vida  política  argentina  hasta  ese  momento  y  la  imagen  tradicional 
de  la  Primera  Dama,  la  pregunta  que  surge  de  inmediato  es  ¿qué  fue  lo  que 
impulsó  a  Evita,  una  actriz  de  radioteatro  de  veintisiete  años  de  edad,  con  una 
educación  muy  limitada  y  ninguna  experiencia  política,  a  querer  desempeñar 
ciertas  actividades  para  las  cuales  no  existían  antecedentes  inmediatos  en  la 
Argentina  y  muy  pocos  en  el  mundo  entero?  Es  verdad  que  en  esta  época,  en 
los  Estados  Unidos,  Eleanor  Roosevelt  había  adquirido  una  preeminencia 
desusada  para  la  esposa  de  un  presidente,  pero  en  su  caso  era  principalmente  el 
resultado  de  una  larga  experiencia  política  en  los  asuntos  del  Partido 
Demócrata  y  de  la  colaboración  que  había  prestado  a  su  marido  en  varias 
campañas  electorales260.  Por  otra  parte,  es  muy  dudoso  que  la  figura  de  Eleanor 
Roosevelt  influyera  en  lo  más  mínimo  sobre  la  decisión  de  Evita. 


Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  104. 

260  Véase  Joseph  P.  Lash,  Eleanor  and  Franklin,  2  tomos,  New  York,  New  American  Library,  1973. 
Democracia,  del  20  de  enero  de  1947  publicó  un  paralelo  sobre  "estas  dos  mujeres  de  América". 


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Evita 


Algunos  han  buscado  la  respuesta  a  esta  pregunta  en  su  ambición 
desmesurada.  No  le  alcanzaba  con  ser  la  Primera  Dama  de  los  Argentinos,  dice 
Mary  Main,  pues  la  megalomanía  "no  cesa  nunca  de  hostigar  a  sus  víctimas,  ya 
que  ningún  poderío  puede  satisfacerlas  y  Eva,  como  el  náufrago  sediento  que 
bebe  agua  del  mar,  se  veía  devorada  por  una  sed  insaciable,  acrecentada  por 
cada  aumento  de  influencia,  que  habría  de  conducirla,  si  la  muerte  no  se  le 
adelantaba,  a  la  insania"261.  Según  esta  interpretación,  el  único  objetivo  de  Evita 
a  partir  de  1946  fue  acumular  el  mayor  poder  posible  para  vengarse  de  los 
múltiples  agravios  que  había  recibido,  principalmente  el  haber  nacido  pobre  y 
ser  hija  natural  y  el  haber  sufrido  insultos  por  parte  de  la  oligarquía  pues  ésta 
rehusó  aceptarla  como  Primera  Dama. 

Los  que  así  explican  los  actos  de  Evita  dan  por  sentado  sus  deseos  de 
convertirse  en  una  Primera  Dama,  tal  como  la  oligarquía  había  definido  que 
debía  serlo,  y  aunque  no  presentan  pruebas  de  ello,  que  buscó  acercarse  a  la  alta 
sociedad  argentina.  Además,  habría  convivido  con  Perón  durante  dos  años  sin 
que  esto  tuviera  el  menor  efecto  sobre  ella  y  permanecido  extrañamente  inmune 
a  la  politización  que  había  arrastrado  al  resto  del  país  a  partir  de  1943. 

Admitiendo  que  así  fuera  por  un  instante,  le  habría  resultado  bastante 
difícil  permanecer  en  un  plano  secundario,  dedicada  a  obras  de  caridad  como  la 
Sociedad  de  Beneficencia,  cuando  la  elección  de  Perón  era  aclamada  por  sus 
partidarios  como  el  fin  de  una  era  de  oprobio  y  explotación  y  su  gobierno  como 
el  comienzo  de  una  Nueva  Argentina  donde  reinaría  la  justicia  social  y  el  ser 
trabajador  ya  se  había  transformado  en  un  honor.  Cuando  el  presidente  de  la 
República  visitaba  sedes  sindicales  y  cenaba  con  gremialistas  en  vez  de  reunirse 
con  oligarcas,  declaraba  que  el  aristocrático  Teatro  Colón  sería  de  ahora  en 
adelante  "el  teatro  del  pueblo"  y  se  sacaba  el  saco  para  hablar  en  público,  algo 
totalmente  prohibido  para  un  caballero,  mal  podía  Evita  acercarse  a  la  clase  alta 
e  imitar  el  modelo  de  Primera  Dama  definido  por  la  oligarquía. 

En  su  autobiografía,  Evita  relata  que  podría  haber  sido  como  las  esposas 
de  otros  presidentes  argentinos,  pero  que  ella  eligió  un  camino  diferente.  "Esto 
lo  digo  bien  claro  porque  se  ha  querido  justificar  'mi  incomprensible  sacrificio' 
arguyendo  que  los  salones  de  la  oligarquía  me  hubiesen  rechazado." 

"Nada  más  alejado  que  esto  de  toda  realidad,  ni  más  ausente  de  todo 
sentido  común. 

"Pude  ser  una  mujer  de  Presidente  como  lo  fueron  otras.  Es  un  papel 
sencillo  y  agradable:  trabajo  de  los  días  de  fiesta,  trabajo  de  recibir  honores, 
"engalanarse"  para  presentar  según  un  protocolo  que  es  casi  lo  mismo  que  pude 
hacer  antes,  y  creo  que  más  o  menos  bien,  en  el  teatro  o  en  el  cine. 

"En  cuanto  a  la  hostilidad  oligárquica  no  puedo  menos  que  sonreírme. 

"Y  me  pregunto  ¿por  qué  hubiese  podido  rechazarme  la  oligarquía? 

"¿Por  mi  origen  humilde?  ¿Por  mi  actividad  artística? 


261 


Mary  Main,  op.  cit.,  p.  68. 


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"¿Pero  acaso  alguna  vez  esa  clase  de  gente  tuvo  en  cuenta  aquí,  o  en 
cualquier  parte  del  mundo,  estas  cosas,  tratándose  de  la  mujer  de  un 
Presidente? 

"Nunca  la  oligarquía  fue  hostil  con  nadie  que  pudiera  serle  útil.  El  poder 
y  el  dinero  no  tuvieron  nunca  malos  antecedentes  para  un  oligarca  genuino."262 

El  razonamiento  de  Evita  tiene  sentido.  Si  ella  hubiera  querido  jugar 
solamente  el  papel  decorativo  que  su  condición  de  esposa  del  presidente  de  la 
República  le  exigía,  hubiera  encontrado  pocas  resistencias.  Y  en  verdad  no  era 
la  primera  vez  que  una  artista  había  llegado  a  ser  Primera  Dama  en  la 
Argentina.  En  la  década  del  veinte,  Regina  Paccini  había  sido  cantante  lírica 
antes  de  casarse  con  Marcelo  T.  de  Alvear.  Pero  sus  argumentos  no  son 
enteramente  convincentes.  Es  indudable  que,  en  su  caso,  las  prevenciones  de  la 
oligarquía  contra  ella  eran  muy  grandes.  El  triunfo  de  Perón  era  la  peor  derrota 
que  esta  clase  había  sufrido  hasta  ese  entonces.  La  polarización  creada  en  torno 
de  las  elecciones  no  había  disminuido  sino  que  se  había  acrecentado  a  medida 
que  Perón  ponía  en  marcha  su  plan  de  gobierno.  Veía  las  actividades  de  Evita 
con  horror,  por  ser  "impropias"  de  una  Primera  Dama.  El  ejemplo  de  Regina 
Paccini  de  Alvear  no  era  un  precedente  válido  para  ella  pues  Evita  provenía  de 
una  clase  social  demasiado  baja  y  su  condición  de  hija  natural  era  un  secreto  a 
voces.  Además  no  era  cantante  lírica,  profesión  respetable  desde  el  punto  de 
vista  "cultural",  sino  actriz  de  radio  y  cine,  actividades  despreciables  para  la 
clase  alta.  Por  otra  parte,  el  muy  aristocrático  Alvear  se  casó  con  Regina  Paccini 
en  1907  y  sólo  fue  elegido  Presidente  en  1922,  mientras  vivía  en  París, 
acontecimiento  que  la  oligarquía  vio  con  alivio,  después  de  sufrir  bajo  el 
gobierno  del  plebeyo  Yrigoyen.  Evita,  en  cambio,  había  convivido  abiertamente 
con  Perón  durante  casi  dos  años  y  su  casamiento  era  muy  reciente.  El  rechazo 
hacia  ella  se  había  ido  acumulando  desde  1944,  intensificado  por  el 
antagonismo  que  suscitaban  en  la  oligarquía  la  personalidad  de  Perón  y  su 
gobierno.  Cualquier  acto  de  su  parte,  iba  a  ser  juzgado  dentro  de  este  contexto. 
Así  por  ejemplo,  durante  los  festejos  que  marcaron  la  ascensión  de  Perón  al 
gobierno,  el  traje  de  noche  con  un  hombro  descubierto  que  lució  junto  al 
cardenal  Coppello  fue  motivo  de  escándalo  aunque  nada  tenía  de 
escandaloso263. 

Evita  aceptó  las  responsabilidades  que  su  condición  de  esposa  del 
Presidente  le  imponían  y  en  ningún  momento  dejó  de  cumplirlas,  pero  desde 
un  primer  momento  también  emprendió  actividades  fuera  de  todo  protocolo. 
Es  posible  que,  por  haber  trabajado  durante  tantos  años,  su  inclinación  la 
impulsara  a  despreciar  la  vida  de  ocio  que  podía  haber  llevado  como  esposa  del 
Presidente.  En  su  autobiografía,  expresa  claramente  su  desagrado  por  el  mundo 
de  la  "mujer  de  sociedad".  Su  vida  "no  tiene  objetivos...  Llena  de  apariencias,  de 
pequeñeces,  de  mediocridades  y  de  mentiras,  todo  consiste  en  representar  bien 


Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  ps.  86-87. 

263  Diez  años  más  tarde,  o  sea  el  23  de  diciembre  de  1955,  cuando  ia  esposa  del  presidente 
provisional  Pedro  Eugenio  Aramburu  cenó  junto  al  Nuncio  Apostólico  con  un  vestido  tan  escotado  como 
el  de  Evita,  no  dio  lugar  a  críticas. 


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Evita 


un  papel  tonto  y  ridículo"264.  Además,  su  relación  con  Perón  no  había  sido  la  de 
un  matrimonio  tradicional  en  el  que  la  esposa  se  dedica  a  construir  un  hogar 
donde  las  preocupaciones  de  trabajo  del  marido  no  entran.  Todo  lo  contrario. 
Pero  más  importante  que  todos  estos  factores,  es  sin  duda  su  percepción  de  lo 
que  la  figura  de  Perón  representaba  en  esos  momentos:  era  el  Presidente  de  los 
argentinos  y  el  líder  de  los  descamisados.  Esta  percepción  provenía  de  los 
cambios  que  se  habían  ido  produciendo  gradualmente  en  ella  desde  que  había 
comenzado  a  vivir  con  Perón.  La  experiencia  adquirida  durante  esos  dos  años 
cruciales  durante  los  cuales,  además  de  observar  de  cerca  la  metamorfosis  del 
coronel,  había  empezado  a  compartir  sus  ideas,  escuchándolo  y  haciendo 
propaganda  radial,  abrieron  sus  ojos  a  un  mundo  nuevo.  La  crisis  de  octubre 
completó  su  transformación.  Destruidas  las  huellas  de  su  ilegitimidad,  casada 
con  Perón  y  habiendo  comprendido  lo  que  él  representaba  para  los 
descamisados  descubrió  lo  que  éstos  significaban  en  su  propia  vida. 
Creyéndose  liberada  de  su  pasado  y  dispuesta  a  "pagar  su  deuda  de  honor",  a 
través  de  ellos  se  reencontró  con  sí  misma,  pues  fue  entonces  que  comenzó  a 
aflorar  con  fuerza  creciente  el  "sentimiento  de  indignación  ante  la  injusticia 
social"  que  había  acallado  durante  tanto  tiempo.  "Yo  empecé  a  sentir  en  esa 
forma  durante  aquellos  días  en  que  a  Perón  no  lo  habían  sentido  y  mucho 
menos  interpretado  los  ricos,  los  poderosos;  pero  cuando  ya  lo  interpretaban  los 
de  abajo,  los  pobres,  los  humildes,  los  explotados  por  la  injusticia  de  arriba"265. 
No  se  había  avergonzado  nunca  de  haber  sido  pobre.  Al  contrario,  se 
enorgullecía  de  haber  nacido  "en  un  hogar  modesto".  Y  ahora  podía  dar  riendas 
sueltas  a  su  orgullo  y  decir:  "Ele  preferido  dejar  de  lado  todas  las  situaciones  y 
los  halagos  que  pudiera  brindarme  mi  destino  para  participar  en  la  obra  del 
coronel  Perón  porque  estar  a  su  lado  es  estar  al  lado  del  pueblo.  Yo  no  olvido 
mi  origen  humilde,  por  eso  prefiero  convivir  de  corazón  con  todos  los 
descamisados,  serles  leales  y  servirles  en  todo  lo  que  pueda"266. 

A  la  dualidad  de  Perón,  Presidente  y  líder,  debía  corresponder  una  doble 
personalidad  para  Evita:  "Una  la  de  Eva  Perón,  mujer  del  Presidente,  cuyo 
trabajo  es  sencillo  y  agradable,  trabajo  de  los  días  de  fiesta,  recibir  honores,  de 
funciones  de  gala;  y  otra,  la  de  Evita,  mujer  del  líder  de  un  pueblo  que  ha 
depositado  en  él  toda  su  fe,  toda  su  esperanza  y  todo  su  amor"267. 

Estas  palabras,  extraídas  de  La  razón  de  mi  vida,  podrían  ser  interpretadas 
como  el  justificativo  a  posterioñ  de  su  trayectoria.  Sin  embargo,  ya  en  enero  de 
1947,  en  un  discurso  radial  que  dirigió  a  las  mujeres  peronistas,  Evita  expresó 
un  pensamiento  muy  similar.  Explicó  cómo  "ser  la  esposa  del  general  Perón, 
vuestro  presidente,  me  hizo  adquirir  la  noción  paralela  de  lo  que  significa  ser  la 
esposa  del  coronel  Perón,  el  luchador  social.  No  se  podía  ser  la  mujer  del 
Presidente  de  los  argentinos  dejando  de  ser  la  mujer  del  Primer  Trabajador 
argentino.  No  se  podía  llegar  al  encumbrado  e  inútil  sitial  de  esposa  del  general 


Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  304. 

Eva  Perón,  La  historia  del  peronismo,  p.  142. 
La  Nación,  1  de  diciembre  de  1946. 

Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  88. 


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Evita 


Perón  olvidando  el  puesto  de  tesón  y  de  lucha  de  la  esposa  del  antiguo  coronel 
Perón,  el  defensor  de  los  "descamisados".  Me  lo  hubieran  permitido  el 
protocolo,  las  costumbres  de  nuestro  país,  la  línea  del  menor  esfuerzo,  la 
inercia,  la  vanidad,  la  satisfacción,  el  prurito  de  ignorar,  estando  arriba,  aquello 
que  está  abajo,  fuera  de  la  pupila.  Nadie  me  hubiera  recriminado  ser  solamente 
la  esposa  del  general  Perón,  confundiendo  mis  deberes  de  sociabilidad  con  mis 
deberes  sociales.  Pero  me  lo  hubiera  impedido  mi  corazón.  Me  lo  hubiera 
impedido  el  ejemplo  de  una  conducta  inflexible.  Me  lo  hubiese  recriminado 
diariamente  esa  pasión  de  trabajo,  esa  fe  iluminada  y  esa  permanente  inquietud 
por  su  pueblo  que  caracteriza  al  general  Perón.  Por  eso  estoy  con  vosotras.  Por 
eso  seguiré  junto  al  que  sufre,  al  que  espera,  al  que  desfallece,  al  que  solicita,  al 
que  sucumbe"268. 

Las  razones  personales  que  Evita  pueda  haber  tenido  para  iniciar  ciertas 
actividades  inconcebibles  en  una  Primera  Dama  argentina  o  su  comprensión  de 
la  dualidad  implícita  en  Perón  a  partir  de  1946,  no  alcanzan  a  explicar  su 
extraordinaria  carrera  política.  Una  cosa  es  que  visitara  fábricas,  que 
acompañara  frecuentemente  a  Perón  o  emprendiera  obras  de  ayuda  social  y 
muy  otra  que  se  introdujera  en  la  estructura  de  poder,  adquiriera  una  base  en 
ésta  y  cumpliera  funciones  políticas  de  relevancia  en  el  primer  gobierno 
peronista.  Tampoco  es  suficiente  reconocer  que  en  último  término  la  decisión 
de  Perón  de  delegar  en  ella  su  contacto  con  los  trabajadores  fue  lo  que  le 
permitió  hacerlo. 

Ni  Perón  ni  Evita  explican  satisfactoriamente  por  qué,  en  un  acto  sin 
precedentes,  aquél  delegó  en  su  esposa  una  función  tan  importante  como  era  en 
esos  momentos  la  intermediación  con  los  que  lo  habían  elevado  al  poder.  En  su 
libro  Del  poder  al  exilio,  éste  dice  que  vio  en  Evita  "una  mujer  excepcional.  Una 
auténtica  apasionada,  animada  de  una  voluntad  y  de  una  fe  que  se  podían 
parangonar  con  aquélla  de  los  primeros  cristianos".  Según  él,  no  había  lugar  a 
dudas.  "Decidí  por  lo  tanto  que  Eva  Duarte  permaneciese  en  mi  Ministerio  y 
abandonase  su  actividad  teatral"269.  En  cuanto  a  ella,  sólo  explica  que  la  razón 
principal  por  la  cual  "eligió"  ser  "Evita"  es  porque  "Perón  poco  a  poco  fue 
convenciéndose  de  que  las  responsabilidades  y  tareas  a  su  cargo  eran  casi 
incompatibles  con  su  deseo  de  mantener  estrecho  contacto  con  el  pueblo"270. 

Es  de  pensar  que  la  decisión  de  Perón  fue  algo  más  complicada  que  lo 
que  él  parece  recordar  y  que  intervinieron  en  ella  múltiples  factores,  algunos  de 
índole  personal  y  otros  eminentemente  políticos.  Entre  los  primeros,  cabría 
mencionar  el  hecho  de  que  hasta  1943  fuera  un  militar  de  carrera  sin  ninguna 
experiencia  política,  lo  cual  le  daba  la  oportunidad  de  tomar  medidas  que 
políticos  más  consumados  considerarían  peligrosas  o  contraproducentes;  la 
libertad  de  acción  que  le  dejó  la  ausencia  de  estructuras  partidarias  rígidas  y 
con  intereses  creados;  su  falta  de  prejuicios  pequeños-burgueses  que  no  le  hacía 
exigir  de  Evita  un  comportamiento  acorde  con  las  exigencias  sociales;  la 


La  Nación,  28  de  enero  de  1947. 

269  Juan  Perón,  op.  cit.,  p.  52. 

270  Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  79. 


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transformación  que  se  había  operado  en  él  a  partir  de  1943  y  que,  a  su  vez,  le 
hacía  aceptar  sin  resistencias  la  inclinación  y  los  deseos  de  Evita  de  colaborar 
con  él  y  finalmente  la  técnica  de  trabajo  que  desarrolló  en  la  Secretaría  de 
Trabajo  y  Previsión,  donde  se  rodeó  de  un  grupo  reducido  de  hombres  en  los 
cuales  confiaba  plenamente. 

Desde  el  punto  de  vista  político,  al  asumir  el  gobierno,  Perón  se  encontró 
con  una  situación  difícil  de  sortear.  Las  elecciones  de  febrero  de  1946  habían 
sido  la  ratificación  y  ampliación  del  mandato  que  recibió  el  17  de  octubre,  a  su 
vez  culminación  del  proceso  que  se  inició  cuando  tomó  la  dirección  del 
Departamento  de  Trabajo.  La  relación  entre  el  líder  y  los  descamisados,  tal 
como  había  sido  moldeada  por  Perón  desde  esa  repartición,  era  esencialmente 
personal,  individualizada,  directa.  Así  la  habían  aceptado  éstos,  la  confirmaron 
el  17  de  octubre  y  así  querían  mantenerla,  aun  después  de  las  elecciones 
presidenciales.  Como  toda  relación  carismática,  necesitaba  de  un  contacto 
continuo,  sostenido  por  medio  de  reuniones,  homenajes  y  actos  diversos. 
Mucho  más  importante,  exigía  la  intervención  y  el  arbitraje  de  Perón  en 
numerosos  problemas  gremiales  que  no  habían  sido  solucionados,  pues  a  partir 
de  octubre  de  1945  solamente  él  podía  dirimir  conflictos,  nombrar 
representantes  e  indicar  el  camino  a  seguir.  Las  delegaciones  de  obreros 
continuaban  llegando  hasta  la  Casa  Rosada  o  la  residencia  presidencial  para 
tratar  de  ver  a  Perón,  como  en  los  tiempos  en  que  era  solamente  secretario  de 
Trabajo.  Algunos  eran  representantes  de  una  fábrica  donde  los  patrones  no 
querían  adoptar  el  nuevo  reglamento  de  trabajo,  otros  eran  grupos  que  no 
podían  resolver  sus  diferencias  internas  o  delegados  que  deseaban  invitarlo  a 
un  acto  sindical.  Los  pedidos  de  entrevistas,  las  consultas,  las  quejas  y  las 
invitaciones  a  homenajes  no  cesaban  mientras  Perón  encontraba  cada  vez  más 
dificultades  para  atenderlos  personalmente  y  a  la  vez  desempeñar  sus 
funciones  presidenciales271. 

Perón  se  veía  enfrentado  al  siguiente  dilema:  en  tanto  que  Presidente,  ya 
no  podía  cumplir  con  el  papel  de  agitador  social  que  había  definido  su  gestión 
de  secretario  de  Trabajo,  pero  si  los  trabajadores  constituían  la  base  social  de  su 
gobierno  y  de  su  liderazgo  no  podía  permitir  que  se  deteriorara  su  relación 
carismática  con  ellos.  Su  elección  a  la  Presidencia  amenazaba  la  relación  entre  el 
líder  y  los  descamisados  en  un  momento  en  que  ninguna  de  las  dos  partes 
quería  que  sucediera  y  esto  ocurría  precisamente  en  un  período  en  que  su 
movilización  continuaba  de  manera  sostenida,  ya  sea  con  el  objetivo  de  formar 
nuevos  gremios,  pedir  aumentos  de  salarios  o  exigir  el  cumplimiento  de  la 
legislación  laboral.  Así  por  ejemplo,  en  los  días  en  que  Perón  ascendió  al  poder, 
había  dos  gremios  en  huelga,  el  de  los  panaderos  y  los  ferroviarios. 

Sabía  que  no  podía  contar  con  la  CGT  para  canalizar  o  controlar  esa 
movilización.  Dirigida  por  avezados  sindicalistas  que  no  se  dejaban  manejar 


El  19  de  octubre  de  1946,  la  Unión  Ferroviaria  celebró  un  acto  en  el  Luna  Park  al  cual  Perón 
había  prometido  asistir.  A  último  momento  no  pudo  hacerlo.  La  presencia  de  Borlenghi,  Freire  y 
Bramuglla  de  nada  sirvió  para  calmar  la  silbatina  y  las  protestas  que  duraron  unos  veinte  minutos.  Véase 
La  Nación,  20  de  octubre  de  1947. 


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fácilmente  por  Perón,  desbordada  por  la  incorporación  de  numerosos  gremios, 
fortalecida  por  su  gestión  durante  la  crisis  de  octubre  y  las  elecciones  de 
febrero,  la  central  obrera  en  esos  momentos  buscaba  ante  todo  articular  una 
línea  de  "colaboración  con  independencia"  con  respecto  al  gobierno. 

En  estas  circunstancias,  el  Ministerio  de  Trabajo  se  perfilaba  como  un 
organismo  crucial  para  implementar  la  política  social  de  Perón,  Presidente,  y 
demostrar  su  continuidad  con  la  de  Perón,  secretario  de  Trabajo.  Pero  si  bien  el 
nuevo  Ministerio  era  una  garantía  de  la  política  que  seguiría  su  gobierno, 
representaba  asimismo  una  traba  pues  él  no  lo  dirigía  personalmente,  muchos 
de  sus  funcionarios  eran  nuevos  e  inexpertos  y  estaba  en  plena  reorganización, 
justamente  cuando  más  se  precisaba  sus  servicios.  Además,  si  por  un  lado 
Perón  necesitaba  de  un  ministro  vigoroso,  con  experiencia,  capaz  de  proseguir 
la  labor  que  él  había  iniciado,  por  otro  tenía  que  entregar  a  alguien  de  su  entera 
confianza  una  función  que  podía  ser  tan  peligrosa  para  él  como  lo  había  sido 
para  el  gobierno  de  Farrell.  Si  la  fuente  de  su  poder  estaba  en  los  descamisados, 
no  podía  delegar  su  contacto  con  ellos  en  una  persona  que  pudiera  utilizarlo 
como  él  lo  había  hecho.  De  allí  que  no  pusiera  al  frente  del  Ministerio  a  ninguno 
de  los  colaboradores  que  había  tenido  en  la  Secretaría  y  nombrara  a  José  María 
Freire,  un  dirigente  sindical  miembro  del  Comité  Central  Confederal  de  la  CGT 
que  no  tomó  parte  en  la  reunión  de  octubre  en  la  que  se  declaró  la  huelga 
general,  porque  estuvo  ausente. 

Sin  minimizar  la  importancia  que  tuvieron  los  factores  personales,  la 
participación  de  Evita  en  el  primer  gobierno  peronista  se  explica 
fundamentalmente  por  la  necesidad  de  adaptar  la  estructura  de  poder  a  la 
nueva  realidad  que  surge  a  partir  del  17  de  Octubre.  Con  la  presencia  de  Evita 
en  el  Ministerio  de  Trabajo,  Perón  buscó  disminuir  su  posible  distanciamiento 
de  los  descamisados  y  ésta  actuó  desde  el  primer  momento  como  una 
prolongación  de  Perón,  el  secretario  de  Trabajo.  De  allí  que  al  hablar  de  esa 
repartición  la  llamara  "la  Secretaría"  y  que  para  ella  Perón  no  fuera  el  Presidente 
sino  "el  coronel".  Era  su  esposa,  la  persona  más  cercana  a  él,  por  lo  tanto  su 
extensión  o  como  diría  ella  "su  sombra"  y,  como  tal,  la  única  que  podía 
proporcionar  la  intermediación  necesaria  para  recrear  el  contacto  que  había 
existido  anteriormente,  mantenerlo  y  quizás  reforzarlo.  Además,  como  mujer  en 
una  sociedad  que  todavía  no  le  había  concedido  derechos  políticos,  de  ninguna 
manera  podía  representar  una  amenaza  pues  no  había  peligro  de  que  ella  usara 
el  contacto  con  los  descamisados  en  su  contra. 

Por  otra  parte,  es  de  señalar  que  la  decisión  de  Perón  no  parece  haber 
sido  el  fruto  de  un  cálculo  de  su  parte,  sino  el  resultado  de  una  práctica  que  se 
había  ido  desarrollando  poco  a  poco  ya  durante  la  campaña  electoral.  Evita 
ofreció  su  colaboración  y  Perón  la  dejó  hacer.  Como  demostró  habilidad  en  su 
nuevo  papel,  en  una  prueba  más  de  su  pragmatismo,  no  opuso  mayores 
resistencias  al  apreciar  las  ventajas  que  le  proporcionaba  esa  solución.  En  este 
sentido,  Evita  se  benefició  del  alto  grado  de  fluidez  e  improvisación  que 
caracterizó  al  peronismo  en  su  primera  etapa.  A  pesar  de  los  esfuerzos  de  Perón 
por  demostrar  lo  contrario  con  su  Plan  Quinquenal,  la  improvisación  de  su 


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gobierno  era  comprensible  si  se  recuerda  el  poco  tiempo  que  tuvo  para 
organizar  sus  partidarios  antes  de  los  comicios  de  febrero,  hacer  la  campaña 
electoral,  preparar  su  acción  de  gobierno,  nombrar  a  sus  colaboradores, 
etcétera. 

La  interpretación  aquí  ofrecida  se  ve  confirmada  al  observar  que  la 
ascensión  de  Evita  en  la  estructura  de  poder  fue  en  realidad  un  lento  proceso 
que  no  se  produjo  por  la  simple  decisión  de  Perón  o  la  voluntad  de  ella,  sino 
como  resultado  de  los  cambios  políticos  que  se  fueron  gestando  a  partir  de 
1946.  Al  delegar  el  contacto  con  los  trabajadores  en  Evita,  ella  adquirió  la 
legitimidad  necesaria  para  iniciar  sus  actividades.  Su  vínculo  con  él  y  su 
indudable  talento  en  el  desempeño  de  sus  múltiples  tareas  le  permitieron 
incrementar  su  influencia,  pero  no  consiguió  afirmarse  enteramente  en  sus 
funciones  hasta  el  momento  en  que  Perón  completó  la  consolidación  de  su 
propio  poder,  o  sea,  hacia  1948. 

Aun  antes  de  asumir  la  Presidencia,  mientras  formaba  su  gabinete  y 
preparaba  su  acción  de  gobierno.  Perón  buscó  reestructurar  su  base  política 
para  fortalecer  su  posición,  muy  endeble  a  pesar  de  su  triunfo  electoral. 
Necesitaba  deshacerse  de  las  precarias  y  ahora  molestas  alianzas  que  le  habían 
dado  ese  triunfo  y  reorganizar  sus  fuerzas  de  modo  de  poder  controlar  más 
fácilmente  los  grupos  heterogéneos  que  se  habían  unido  en  torno  a  su  figura: 
sindicalistas,  nacionalistas  de  izquierda  y  de  derecha,  conservadores  populares, 
socialistas,  algunos  comunistas  y  radicales  disidentes. 

Como  primera  medida,  en  mayo  de  1946,  resolvió  disolver  el  Partido 
Laborista,  la  Unión  Cívica  Radical-Junta  Renovadora  y  los  Centros 
Independientes,  para  formar  un  partido  único.  De  los  tres,  el  más  significativo 
era  indudablemente  el  Partido  Laborista  y  su  disolución  es  el  eje  del  proceso  de 
reorganización  que  instrumenta  Perón  en  este  período.  Aunque  constituido  en 
parte  para  llevarlo  a  la  Presidencia,  por  su  conformación  y  su  composición,  el 
laborismo  representaba  un  peligro  potencial  para  él,  por  su  independencia  y 
porque  nucleaba  en  un  grupo  coherente  a  la  cúpula  de  la  vieja  guardia  sindical. 
Sus  autoridades  eran  dirigentes  gremiales,  Luis  F.  Gay,  un  telefónico  era 
presidente;  Cipriano  Reyes,  obrero  de  los  frigoríficos,  era  vicepresidente;  Luis 
Monzalvo,  ferroviario,  era  secretario  general,  etc.272  Además,  el  partido  había 
sido  fundado  como  resultado  de  la  participación  de  estos  dirigentes  sindicales 
en  la  crisis  de  octubre,  y  por  lo  tanto,  era  la  expresión  política  de  un 
movimiento  sindical  pujante  y  vigoroso  que  quería  mantener  y  ampliar  las 
conquistas  sociales  recientemente  obtenidas  aplicando  a  la  Argentina  los 
principios  del  laborismo  inglés.  Por  otra  parte,  tanto  antes  como  después  de  las 
elecciones,  sus  relaciones  con  la  Junta  Renovadora  habían  estado  marcadas  por 
constantes  disputas  y  desentendimientos.  La  Junta  había  sido  el  único  aparato 
electoral  que  Perón  había  tenido  a  su  alcance  y  se  lo  habían  proporcionado  los 
caudillos  y  jefes  provinciales  radicales  que  se  habían  pasado  a  su  campo.  Eran 
mucho  más  duchos  en  componendas  que  los  laboristas,  todos  ellos  veteranos  de 
luchas  sindicales,  pero  novatos  en  política. 

272  Véase  Carlos  S.  Fayt,  op.  cit.,  ps.  116-150,  y  Luis  Monzalvo,  op.  cit.,  pm  200-246. 


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La  disolución  del  laborismo  fue  resistida  por  algunos  dirigentes. 
Cipriano  Reyes,  a  la  sazón  diputado,  se  convirtió  en  el  opositor  más  tenaz  de  la 
medida.  El  17  de  octubre  de  1946,  desafiando  la  celebración  oficial  presidida  por 
Perón  en  Plaza  de  Mayo,  organizó  un  acto  frente  al  Congreso  y  durante  un 
tiempo  trató  de  mantener  el  partido  funcionando.  Pero  sus  esfuerzos  fueron 
vanos  pues  la  penetración  del  laborismo  en  las  masas  sindicales  había  sido  muy 
superficial.  En  setiembre  de  1948  fue  detenido  por  estar  comprometido  en  un 
complot  contra  la  vida  de  Perón  y  Evita  y  permaneció  encarcelado  hasta  1955. 

Una  vez  disuelto  el  laborismo,  Perón  estuvo  en  condiciones  de  montar 
un  aparato  partidario  que  le  respondiera  directamente.  Inicialmente  se 
denominó  Partido  Único  de  la  Revolución  y  en  enero  de  1947  adoptó  el  nombre 
de  Partido  Peronista.  A  pesar  de  que  ese  año  ya  tenía  una  Carta  Orgánica  y  que 
el  siguiente  existían  autoridades  nombradas  específicamente  para  organizar  al 
partido  en  todo  el  país  y  un  Consejo  Superior,  el  proceso  de  estructuración  fue 
lento,  y  en  la  práctica,  solamente  alcanzó  su  forma  más  o  menos  definitiva  hacia 
el  año  1954.  Es  interesante  recordar  que  aún  en  las  elecciones  presidenciales  de 
1951,  el  Partido  Peronista  (masculino)  jugó  un  papel  menos  significativo  que  la 
CGT.  Esta  fue  la  que  inició  la  campaña  electoral  junto  con  el  Partido  Peronista 
Femenino  y  fueron  los  sindicatos  los  que  en  gran  parte  movilizaron  los 
adherentes  a  Perón.  La  falta  de  estudios  monográficos  sobre  el  Partido 
Peronista  no  permite  entender  todas  las  facetas  de  este  problema,  pero  de  todos 
modos,  en  esta  primera  etapa,  el  surgimiento  de  la  nueva  organización 
parecería  haber  facilitado  la  eliminación  de  los  dirigentes  laboristas  que 
resistían  el  proceso  de  integración  y  el  ingreso  o  la  promoción  de  ex  radicales  y 
de  conservadores  que  se  mostraron  mucho  más  complacientes  a  las  directrices 
de  Perón. 

La  disolución  del  laborismo  también  afectó  la  composición  de  las 
Cámaras,  sobre  todo  la  de  Diputados.  En  las  elecciones  de  febrero  de  1946, 
sobre  un  total  de  158  bancas  de  diputados,  Perón  ganó  109,  divididas  de  la 
siguiente  manera  entre  sus  partidarios:  64  laboristas,  22  radicales  (Junta 
Renovadora),  19  de  la  Unión  Cívica  Yrigoyenista,  y  2  del  Partido  Radical 
Yrigoyenista273.  Al  desaparecer  el  laborismo,  Perón  aumentó  la  solidez  y 
cohesión  de  su  apoyo  legislativo,  reforzándolo  con  la  renovación  de  las 
Cámaras  en  1948  y  1949,  pues  ya  para  ese  entonces  las  divisiones  entre 
laboristas  y  peronistas  habían  desaparecido  y  los  candidatos  a  diputados  lo 
fueron  con  su  beneplácito.  En  esta  última  circunstancia,  la  influencia  de  Evita  ya 
se  hizo  sentir  pues  algunos  de  los  candidatos  a  diputados  fueron  dirigentes 
gremiales  que  tenían  su  apoyo,  por  ejemplo  Guillermo  De  Prisco  y  Alfredo 
Machargo  entre  otros.  A  partir  de  1948  varía  pues  apreciablemente  la 
composición  del  Parlamento.  Cae  Ricardo  Guardo  y  la  Cámara  de  Diputados 
pasa  a  ser  presidida  por  Héctor  J.  Cámpora.  Se  nota  una  progresiva  declinación 
en  la  calidad  de  los  debates  y  se  va  acentuando  la  celebración  de  homenajes  a 
Perón  y  Evita,  alcanzando  su  punto  culminante  en  los  meses  previos  a  la 
muerte  de  esta  última. 


"Historia  del  peronismo",  Primera  Plana,  Buenos  Aires,  31  de  mayo  de  1966,  p.  39. 


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La  disolución  del  laborismo  trajo  aparejado  un  ataque  al  "viejo 
sindicalismo  [que]  se  acercó  a  Perón  subrayando  sus  coincidencias 
programáticas  y  su  pretensión  de  autonomía"274.  Ese  sector  de  la  vieja  guardia 
sindical,  cuyo  proyecto  era  respaldar  a  Perón,  participar  de  la  Nueva  Argentina 
pero  a  la  vez  mantener  cierta  independencia,  había  resultado  fortalecido  en  las 
elecciones,  tal  como  había  sucedido  con  el  movimiento  obrero  organizado.  Esto 
planteaba  un  grave  problema  para  Perón  pues  la  CGT  tenía  en  su  cúpula  un 
grupo  de  viejos  dirigentes  sindicales  cuyo  apoyo  no  era  controlable.  "No 
queríamos  avasallamientos  a  pesar  de  nuestra  identificación  con  el  nuevo 
gobierno",  recuerda  Silverio  Pontieri,  entonces  secretario  de  la  CGT275.  Como  lo 
demostraron  las  deliberaciones  del  Comité  Central  Confederal,  la  reacción  de  la 
CGT  ante  la  crisis  de  octubre  había  sido  bastante  más  lenta  que  la  de  las  bases  o 
la  de  dirigentes  sindicales  de  gremios  no  afiliados  a  la  central  obrera  y  las 
preocupaciones  políticas  habían  incidido  poderosamente  en  la  decisión  final.  En 
1946,  a  pesar  del  triunfo  electoral  de  Perón,  eran  todavía  muchos  los  dirigentes 
sindicales  que  se  resistían  a  embanderar  el  movimiento  sindical  con  su  persona, 
y  en  cierta  medida,  la  línea  independentista  de  la  CGT  se  había  visto  acentuada 
con  el  ingreso  en  la  central  obrera  de  gremios  como  el  de  los  telefónicos  que 
hasta  ese  entonces  había  pertenecido  a  la  Unión  Sindical  Argentina. 

El  primer  enfrentamiento  de  la  CGT  con  Perón  ocurrió  cuando  Silverio 
Pontieri  renunció  a  su  cargo  de  secretario  de  la  central  obrera  por  haber  sido 
elegido  diputado  por  el  Partido  Laborista.  En  la  puja  que  se  planteó,  Angel  G. 
Borlenghi,  ministro  y  a  la  vez  secretario  de  la  Confederación  General  de 
Empleados  de  Comercio  y  candidato  de  Perón  al  secretariado,  fue  derrotado 
por  Luis  F.  Gay,  el  viejo  dirigente  telefónico. 

Para  consolidar  su  poder,  Perón  juzgó  que  necesitaba  un  mayor  control 
sobre  el  movimiento  obrero  y  esto  quería  decir  que  debían  desaparecer  los 
antiguos  dirigentes  sindicales  con  voluntad  de  autonomía  para  ser  sustituidos 
por  gente  que  dependiera  más  directamente  de  él.  El  golpe  contra  el  laborismo 
anunciaba  el  impacto  que  se  avecinaba  contra  la  vieja  cúpula  sindical.  Como 
presidente  del  Partido  Laborista,  Gay  acató  la  decisión  de  Perón,  pero  su  actitud 
no  le  ayudó  a  retener  su  puesto  de  secretario  de  la  CGT.  En  febrero  de  1947,  la 
visita  de  unos  dirigentes  sindicales  norteamericanos  sirvió  de  pretexto  para 
forzar  su  renuncia276.  Aurelio  Hernández  lo  sustituyó  durante  menos  de  un  año, 
pues  en  el  mes  de  diciembre  el  cargo  pasó  a  José  Espejo.  En  este  caso,  se  buscó 
un  candidato  que  no  provocara  fricciones  y  la  elección  recayó  sobre  Espejo,  del 
Sindicato  de  la  Alimentación.  Para  1948,  el  comité  directivo  de  la  central  obrera 
había  cambiado  totalmente.  Estaba  integrado  por  viejos  militantes  que  no 
habían  ocupado  un  puesto  en  el  comité  directivo  con  anterioridad:  Antonio 
Valerga,  Isaías  Santín,  Antonio  Eduardo  Correa  y  Florencio  Soto.  Aunque  en 


274  Juan  Carlos  Torre,  "La  caída  de  Luis  Gay",  Todo  es  historia,  Buenos  Aires,  octubre  de  1947,  N° 
89,  p.  89. 

275  "Historia  del  peronismo",  Primera  Plana,  Buenos  Aires,  16  de  mayo  de  1967,  N°  229,  p.  42. 

276  Véase  Juan  Carlos  Torre,  op.  cit.;  también  Samuel  Bailey,  op.  cit.,  ps.  106-112. 


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1950  el  secretariado  cambió  parcialmente,  Espejo  permaneció  en  su  cargo  hasta 
octubre  de  1952,  es  decir,  hasta  después  de  la  muerte  de  Evita. 

La  elección  de  Espejo,  un  dirigente  sindical  de  trayectoria  modesta,  sin  el 
prestigio  de  los  gremialistas  que  integraban  la  vieja  guardia  sindical  —era 
chófer  de  Bagley  y  en  1942  había  estado  preso  siete  meses  por  actividad 
gremial—  indica  de  cierto  modo  un  hito  en  la  historia  del  movimiento  obrero 
argentino  pues  es  a  partir  de  ese  momento  que  se  consolida  el  binomio 
peronismo-CGT.  Es  necesario  recordar,  sin  embargo,  que  la  colaboración  entre 
el  movimiento  sindical  y  el  Estado,  que  ha  sido  un  rasgo  esencial  del  peronismo 
en  el  poder,  no  aparece  por  primera  vez  con  el  surgimiento  de  este  movimiento 
político.  Existía  desde  que  la  Unión  Ferroviaria  "mantenía  contactos  regulares  y 
orgánicos  con  altos  funcionarios  gubernamentales  y  patronales"277.  Como  lo 
indican  Portantiero  y  Murmis,  "se  enlaza  con  una  tradición  vigente  en  el 
gremialismo  por  lo  menos  desde  1930  y  coincidente  con  un  proceso  general  de 
crecimiento  del  Estado  en  todos  los  órdenes  sociales.  El  sector  gremial  que 
apuntalará  el  surgimiento  del  peronismo  no  hizo  más  que  profundizar  esa 
tendencia  preexistente,  avalado  para  ello  por  la  objetiva  receptividad  que  sus 
planteos  encontraron  en  los  círculos  gubernamentales"278.  Es  pues  la 
culminación  de  una  tendencia  que  adquiere  características  distintas  en  la 
medida  en  que  es  el  resultante  de  un  proceso  definido  por  el  17  de  Octubre,  a 
partir  del  cual  el  Estado  consolida  la  actitud  que  había  adoptado  frente  al 
movimiento  obrero  desde  1943,  reconociendo  el  rol  económico  que  juega  en  la 
sociedad  y  actuando  como  mediador  entre  patrones  y  obreros. 

Esta  colaboración  no  disminuyó  automáticamente  la  combatividad  del 
movimiento  obrero  aun  después  de  1946.  Las  huelgas  por  reivindicaciones 
salariales  y  mejoras  concretas  continuaron  en  gremios  declaradamente 
peronistas  como  el  de  la  industria  frigorífica,  que  hace  huelgas  en  1946,  y  la 
FOTIA,  que  se  moviliza  en  1948279.  No  son  huelgas  contra  Perón,  sino  por  la 
instrumentación  de  la  legislación  obtenida  hasta  ese  momento,  su  aceptación 
por  el  sector  patronal,  en  muchos  casos  por  la  extensión  de  las  mejoras  a  nivel 
nacional  y  también  por  la  ampliación  de  beneficios.  Así  lo  demuestran,  por  otra 
parte,  los  contratos  de  trabajo  firmados  en  este  período,  en  los  que  se  establecen 
escalafones,  mejoras  en  las  condiciones  de  trabajo  y  hasta  comisiones  internas 
que  controlan  en  cada  fábrica  el  cumplimiento  de  los  contratos  colectivos, 
asegurando  a  la  vez  un  medio  de  comunicación  con  la  cúpula  sindical. 

La  colaboración  estrecha  entre  el  Estado  y  el  movimiento  obrero  se  vio 
facilitada  por  la  transformación  que  éste  había  sufrido  desde  1943  —tal  como  lo 
reconoció  Tejada  en  el  CCC—  y  la  aparición  de  nuevos  dirigentes.  Así  por 
ejemplo,  desaparecen  algunos  dirigentes  como  José  Domenech,  secretario  de  la 
Unión  Ferroviaria,  que  había  dominado  la  CGT  durante  casi  toda  la  década 
anterior.  Decae  el  poder  de  ciertos  gremios,  como  la  misma  Unión  Ferroviaria 


Louise  Doyon,  "El  crecimiento  sindical  bajo  el  peronismo".  Desarrollo  Económico,  N°  57,  vol. 
15,  Buenos  Aires,  abril-junio  de  1975,  p.  151. 

278  Miguel  Murmis  y  Juan  Carlos  Portantiero,  op.  cit.,  p.  100. 

279  Manuscrito  no  publicado,  facilitado  por  Luise  Doyón. 


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(Gay  es  el  primer  secretario  de  la  central  obrera  que  no  pertenece  a  ese  gremio), 
ingresan  en  la  CGT  sindicatos  importantes  como  los  telefónicos  y  los 
mercantiles  —lo  hacen  durante  el  secretariado  de  Aurelio  Hernández—, 
emergen  otros  inexistentes  hasta  1943,  como  la  FOTIA,  y  sobre  todo  en  el  sector 
industrial  crecen  otros  relativamente  insignificantes  hasta  ese  año.  En  1941, 
solamente  el  33%  de  obreros  afiliados  a  la  CGT  trabajaban  en  la  industria, 
mientras  que  en  1948,  el  porcentaje  había  subido  a  52%280.  Se  forman  grandes 
federaciones  a  nivel  nacional  y  el  número  de  gremios  y  de  afiliados  aumenta 
constantemente.  En  1941,  había  441.412  afiliados  a  la  CGT,  en  1945  la  cifra 
alcanza  a  528.523,  salta  a  1.532.925  en  1948  para  llegar  a  2.256.580  en  1954281. 

La  ascensión  de  Espejo  al  secretariado  coincide  con  la  formalización  y  de 
cierto  modo  la  institucionalización  de  las  funciones  de  Evita  en  el  Ministerio  de 
Trabajo.  Hasta  ese  momento,  a  pesar  del  aval  de  Perón,  las  tareas  de  Evita 
tenían  un  carácter  informal.  Los  obreros  con  los  cuales  ella  mantiene  contacto 
son  dirigentes  intermedios.  Algunos  sindicatos  menores  se  acercarán  más  a  ella, 
por  ejemplo  la  Asociación  del  Personal  de  Hospitales  y  Sanatorios  Particulares, 
que  le  confieren  el  título  de  Primera  Samaritana  en  1946  y  el  Sindicato  de 
Obreros  y  Empleados  de  YPF  que  en  un  acto  en  el  Teatro  Colón  la  nombran 
secretaria  honoraria  del  gremio  en  octubre  de  1947282.  Pero  su  relación  con  los 
dirigentes  de  la  CGT,  tanto  durante  la  gestión  de  Gay  como  la  de  Hernández,  es 
distante.  La  situación  cambia  completamente  cuando  asciende  Espejo, 
iniciándose  entonces  una  colaboración  muy  estrecha  entre  Evita  y  el  comité 
directivo  de  la  central  obrera. 

Las  actividades  de  Evita,  primero  desde  su  oficina  de  Correos  y  luego  en 
la  Secretaría  o  Ministerio  de  Trabajo,  despertaron  menos  resistencias  entre  los 
obreros  que  entre  los  viejos  sindicalistas.  José  Presta,  un  dirigente  del  gremio  de 
la  carne  que  la  conoció  en  una  entrevista  que  tuvo  lugar  en  Correos,  la  describe 
"cautelosa,  protocolar,  parca  al  hablar.  Me  dio  la  impresión  de  que  le  daba 
vergüenza  hablar  en  público.  Repetía  dos  o  tres  veces  los  mismos  argumentos 
de  manera  distinta,  empleando  diferentes  palabras.  De  vez  en  cuando 
preguntaba:  ¿Se  entiende  lo  que  quiero  decir?  De  todas  maneras  su  simpatía 
personal  supo  sobrellevar  en  forma  elegante  los  escollos  de  esta  entrevista. 
Nosotros  habíamos  ido  a  plantearle  un  problema  que  teníamos  con  los 
comunistas,  nada  fácil  de  resolver.  A  veces,  le  tuvimos  que  repetir  la  misma 
cosa  varias  veces,  hasta  que,  de  pronto,  comprendió  todo  el  problema  y  nos  dio 
una  solución  que  nosotros  ni  remotamente  habíamos  pensado"283. 


Louise  Doyon,  "El  crecimiento  sindical  bajo  el  peronismo",  op.  cit.,  p.  159. 

281  Ibid.,  p.  158. 

282  Democracia,  14  de  octubre  de  1947. 

283  Borroni  y  Vacca,  op.  cit.,  p.  141. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


El  7  de  julio  de  1947,  en  el  Salón  Grande  del  Palacio  Real,  Franco  le  entregó  la  más  alta 
condecoración  del  gobierno  español,  la  Gran  Cruz  de  Isabel  la  Católica 
de  oro  y  piedras  preciosas. 


Evita  daba  sus  primeros  pasos  en  el  ámbito  gremial  con  sumo  cuidado. 
Se  sentía  en  terreno  poco  firme  y  se  la  veía  insegura.  Escuchaba  atentamente  los 
problemas  que  le  planteaban,  hacía  preguntas  para  enterarse  de  los  detalles  y 
luego  prometía  pasar  los  pedidos  a  las  autoridades  competentes  o,  como  en  el 
caso  citado,  sugería  la  manera  de  resolver  la  cuestión.  Poco  a  poco,  se  siente 
más  dueña  de  sí  misma,  pues  aprende  rápidamente  y  se  desempeña  con  mayor 


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Marysa  Navarro 


Evita 


soltura.  Cuando  recibe  a  las  delegaciones  de  obreros,  su  sonrisa  siempre  a  flor 
de  labios,  pone  inmediatamente  cómodos  a  sus  interlocutores.  A  su  lado,  Isabel 
Ernst,  que  había  sido  secretaria  de  Mercante  en  la  Secretaría  de  Trabajo  y  por  lo 
tanto  conoce  el  estilo  que  había  impuesto  Perón  desde  que  asumió  la  dirección 
de  esa  repartición  y  también  a  muchos  dirigentes  gremiales,  toma  nota  de  los 
datos  necesarios,  le  indica  lo  que  tiene  que  hacer  en  cada  circunstancia  y  la 
acompaña  en  sus  frecuentes  visitas  a  fábricas.  En  este  período  de  aprendizaje, 
Evita  se  apoya  en  toda  persona  que  pueda  prestarle  ayuda  para  llevar  a  cabo  su 
tarea  o  para  adquirir  los  conocimientos  de  que  carece.  En  su  trabajo  es  Isabel 
Ernst,  para  el  protocolo  es  Lilian  Lagomarsino  de  Guardo,  una  mujer  culta  y 
refinada,  que  se  ve  envuelta  en  una  súbita  preeminencia  por  la  posición  de  su 
marido,  entonces  presidente  de  la  Cámara  de  Diputados.  Evita  la  llama  y  le 
pide  que  la  acompañe  siempre  que  sale  del  ámbito  estrictamente  sindical. 

Los  obreros  aceptaron  la  presencia  de  Evita  en  el  Ministerio  de  Trabajo 
como  un  hecho  más  de  la  Argentina  peronista,  donde  el  Presidente  se  quedaba 
en  mangas  de  camisa  cuando  se  reunía  con  ellos,  el  ministro  de  Trabajo  era  un 
obrero  y  Perón  presentaba  su  Plan  Quinquenal  a  dirigentes  gremiales  en  el 
Teatro  Colón  y  les  decía  que  era  el  teatro  del  pueblo284.  En  la  atmósfera  de 
cambio  e  innovación  que  había  en  todo  el  país,  cuando  ser  descamisado  era  un 
orgullo  y  Perón  era  proclamado  el  Primer  Trabajador,  ¿qué  había  de  extraño  en 
que  su  esposa  se  pusiera  a  trabajar  con  él?  Además,  pronto  descubrieron  que 
Evita  efectivamente  transmitía  sus  pedidos  a  Perón  y  que  algunos  de  sus 
problemas  se  resolvían  como  cuando  él  era  secretario  de  Trabajo. 

Como  era  de  esperar  estas  actividades  pronto  la  distanciaron  aún  más  de 
otros  sectores  ya  de  por  sí  en  su  contra.  En  una  primera  instancia,  porque  la 
apartaban  del  modelo  que  ella  debía  seguir,  luego,  porque  beneficiaban 
claramente  al  gobierno.  Ya  en  julio  de  1946,  el  diputado  radical  Ernesto 
Sanmartino  presentó  en  proyecto  de  ley  por  el  que  "las  esposas  de  los 
funcionarios  públicos,  políticos  o  militares,  no  puedan  disfrutar  de  honores  ni 
de  ninguna  clase  de  prerrogativas  de  las  que  gozan  sus  maridos,  ni  puedan 
asumir  la  representación  de  éstos  en  los  actos  públicos"285.  En  el  mes  de  mayo 
de  1946,  el  corresponsal  de  Newsweek  en  Buenos  Aires  informaba  en  un  artículo 
sobre  el  equipo  de  gobierno  de  Perón  que  "nadie  tiene  tanta  influencia  sobre  su 
líder,  como  su  mujer,  la  ex  actriz  Eva  Duarte,  la  cual  se  está  convirtiendo 
rápidamente  en  'la  mujer  detrás  del  trono'  más  importante  en  la  historia  de 
América  Latina"286.  En  agosto,  otro  artículo  en  la  misma  revista  la  llamaba  "La 
Presidenta"  y  La  Vanguardia  del  3  de  setiembre  de  1946  anunciaba  al  público  en 
una  nota  corta  que  "ha  comenzado  a  actuar  una  nueva  entidad  que  se  llama  'la 
señora  presidenta'  "287. 


Argentina,  Presidencia  de  la  Nación,  Subsecretaría  de  Informaciones,  Discurso  del  General 
Perón  sobre  el  Plan  Quinquenal  ante  dirigentes  gremiales,  25  de  noviembre  de  1947,  p.  1. 

285  Borroni  y  Vacca,  op.  cit.,  p.  135. 

286  Newsweek,  27  de  mayo  de  1946. 

287  Newsweek,  19  de  agosto  de  1946,  y  La  Vanguardia,  3  de  setiembre  de  1946. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


Estas  críticas  no  pasaron  inadvertidas  para  el  gobierno.  El  19  de 
diciembre  la  Secretaría  de  Informaciones  de  la  Presidencia  emitió  un 
comunicado  en  el  que  explicaba  que  la  señora  María  Eva  Duarte  de  Perón  no 
tenía  secretarios  ni  secretarias  y  que  la  señorita  Isabel  Ernst  era  su 
colaboradora288.  Al  día  siguiente  aclaraba  las  funciones  de  Evita  en  otro 
comunicado.  "La  permanente  actividad  de  la  esposa  del  presidente  de  la 
Nación,  relacionada  diariamente  con  la  vida  de  las  organizaciones  gremiales, 
señala  a  doña  María  Eva  Duarte  de  Perón  como  una  activa  contribuyente  a  la 
obra  de  elevados  fines  sociales  que  se  desarrolla  actualmente." 

"Para  los  núcleos  sindicales  argentinos,  la  visita  de  la  esposa  del  Primer 
Magistrado  significa  la  seguridad  de  que  sus  problemas  serán  estudiados  y  que 
sus  necesidades  serán  conocidas  por  el  gobierno  nacional,  que  les  procurará  su 
solución."  Evita  solamente  se  informaba  personalmente.  "Por  ella,  el  presidente 
de  la  Nación  se  halla  en  permanente  contacto  con  los  trabajadores,  lo  que  le 
permite  una  diaria  actualización  de  sus  informaciones  y  el  conocimiento, 
siempre  nuevo,  de  sus  anhelos."289 

Las  críticas  de  la  oposición  no  determinaron  un  cambio  de  conducta  por 
parte  de  Evita.  Al  contrario,  a  medida  que  pasaban  los  días,  desplegaba  una 
actividad  aún  mayor.  El  5  de  octubre,  trabaja  en  el  Ministerio  por  la  mañana, 
luego  pasa  a  buscar  a  Perón  en  la  Casa  Rosada  y  juntos  van  a  un  almuerzo 
ofrecido  por  los  obreros  del  Matadero  Municipal.  Esa  misma  tarde,  visitan  una 
fábrica  de  cementos  en  Matanza.  Al  día  siguiente.  Evita  recorre  las  instalaciones 
de  una  fábrica  de  jabones  en  Avellaneda  y  por  la  tarde  concede  entrevistas  en  el 
Ministerio.  El  sábado  5  de  octubre,  recibe  a  varias  delegaciones  de  obreros  por 
la  mañana  y  presencia  la  firma  de  un  convenio  del  sindicato  de  cinematógrafos 
y  otro  de  los  fideeros  antes  de  asistir  a  un  banquete  que  los  trabajadores  de  un 
establecimiento  metalúrgico  ofrecen  en  su  honor.  El  9  de  octubre,  se  entrevista 
con  delegaciones  sindicales  por  la  mañana  y  preside  un  acto  organizado  por  los 
obreros  de  la  industria  sombrerera  junto  con  Perón.  Una  vez  terminado  éste, 
inauguran  el  primer  congreso  de  obreros  portuarios  y  por  la  noche  asisten  a  un 
banquete  en  la  Plaza  Hotel.  Ese  mismo  día  encuentra  tiempo  para  pronunciar 
un  discurso  por  radio  dirigido  a  las  mujeres  peronistas  ante  la  proximidad  del 
17  de  octubre  y  en  esa  fecha  asiste  a  la  concentración  masiva  en  celebración  del 
primer  aniversario,  desde  el  balcón  de  la  Casa  Rosada,  junto  a  Perón.  Cuando  él 
va  a  Entre  Ríos  a  observar  las  maniobras  del  Ejército,  ella  lo  acompaña.  El  26, 
viaja  a  Córdoba  para  inaugurar  dos  policlínicos  para  ferroviarios  construidos 
por  la  Dirección  General  de  Asistencia  y  Previsión  Social,  una  dependencia  del 
Ministerio  de  Trabajo,  y  el  30  de  noviembre,  viaja  de  nuevo  al  interior,  esta  vez 
a  Tucumán,  donde  le  hacen  un  recibimiento  apoteósico.  El  público  que  esperaba 
el  aterrizaje  de  su  avión  desbordó  los  cordones  policiales,  produciéndose  a 
continuación  una  avalancha  en  la  que  murieron  siete  personas  y  un  centenar 
quedaron  heridas. 


La  Nación ,  19  de  diciembre  de  1946. 
La  Nación,  20  de  diciembre  de  1946. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


Su  jornada  comienza  temprano  pues  Perón  acostumbra  a  madrugar. 
Desayunan  juntos  a  eso  de  las  siete  de  la  mañana  y  después  de  que  él  se  dirige  a 
la  casa  de  gobierno  a  veces  se  entrevista  con  gente  a  quien  ha  citado  en  la 
residencia  presidencial  o  se  va  ella  también  al  Ministerio  de  Trabajo.  A  la  una 
de  la  tarde,  vuelve  directamente  a  almorzar  a  la  residencia  o  pasa  por  la  Casa 
Rosada  para  buscar  a  Perón.  Comen  juntos  y  mientras  él  hace  su  siesta,  Evita 
parte  de  nuevo  a  sus  tareas.  Los  fines  de  semana,  acostumbran  ir  descansar  a  la 
quinta  de  San  Vicente. 

Tanto  en  esta  etapa,  como  en  las  posteriores,  el  hecho  de  que  Evita  fuera 
la  esposa  del  Presidente  era  un  factor  fundamental  para  que  pudiera 
desempeñar  sus  actividades,  pues  le  permitía  influir  sobre  las  decisiones  de 
funcionarios,  exigir  respuestas  rápidas  y  resultados  concretos.  Pronto  comenzó 
a  tener  la  reputación  de  ser  muy  eficiente.  La  manera  de  circunvenir  la 
burocracia  era  dirigirse  a  ella.  Así  por  ejemplo,  el  31  de  setiembre  por  la  mañana 
entrevistó  a  una  delegación  de  empleadas  de  la  Asociación  de  Cantinas 
Maternales  porque  habían  quedado  cesantes.  El  5  de  octubre,  el  Ministerio  de 
Justicia  anunció  la  intervención  de  la  Asociación  y  el  nombramiento  de  un 
interventor  para  investigar  los  despidos  masivos.  Además,  desde  los  primeros 
tiempos,  llegaba  hasta  Evita  gente  que  no  tenía  problemas  específicamente 
laborales,  sino  más  bien  económicos  o  personales.  Por  ejemplo,  mujeres  que 
buscaban  trabajo  o  ayuda  para  solucionar  la  enfermedad  de  un  hijo.  Evita 
escuchaba  los  pedidos  e  Isabel  Ernst  tomaba  nota.  Al  día  siguiente,  como 
resultado  de  las  llamadas  telefónicas  de  Evita,  el  chico  enfermo  tenía  ya  una 
cama  en  un  hospital  y  la  mujer  que  buscaba  trabajo  lo  había  encontrado  en  una 
repartición  pública.  El  20  de  enero  de  1947,  a  raíz  de  la  visita  de  una  delegación 
de  Villa  Soldati  que  se  quejó  de  las  condiciones  insalubres  en  que  vivían,  Evita 
visitó  ese  barrio  situado  cerca  del  bañado  de  Flores.  Las  aguas  estancadas  y  la 
ausencia  de  cloacas  convertían  el  vecindario  en  un  foco  de  infección.  Recorrió 
unas  quince  casuchas  miserables  de  madera  donde  vivían  unas  120  personas,  y 
cinco  días  más  tarde,  había  conseguido  que  las  familias  fueran  trasladadas  a 
unas  casas  nuevas  que  se  estaban  construyendo  en  el  barrio  Dodero. 

Este  aspecto  del  trabajo  de  Evita,  que  los  diarios  llaman  "asistencia 
social"  o  su  "obra  de  ayuda  social",  cobra  una  amplitud  cada  vez  mayor  a 
medida  que  pasan  los  meses.  Así  el  12  de  noviembre  de  1946,  en  un  acto 
realizado  en  una  escuela  de  Berisso,  donde  viven  muchos  obreros  de  los 
frigoríficos,  distribuye  unos  10.000  paquetes  de  ropa  y  comida.  Ese  mismo 
verano,  auspicia  las  primeras  vacaciones  de  niños  de  obreros  en  la  provincia  de 
Córdoba.  El  15  de  febrero,  en  un  acto  realizado  por  el  Sindicato  Argentino  de 
Maestros  para  un  ciclo  de  conferencias  de  divulgación  del  Plan  Quinquenal, 
Evita  pronuncia  un  pequeño  discurso.  De  todos  los  dolores  que  ve  en  su  trabajo 
de  la  Secretaría,  "el  que  despierta  en  mí  la  rebeldía  y  la  voluntad  de  hacer 
justicia  social,  el  problema  de  la  niñez  es  por  excelencia,  el  de  mi  atención  y 
máximo  cariño.  El  dolor  de  los  niños  no  lo  justifico  en  ningún  sentido  e  indico 


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Marysa  Navarro 


Evita 


que  en  ese  orden  de  asistencia  social,  la  revolución  tiene  a  su  cargo  uno  de  los 
problemas  trascendentales  que  demandan  justicia  sin  pérdida  de  tiempo"290. 

En  los  primeros  meses  de  1947,  Evita  había  alcanzado  una  posición 
visiblemente  importante,  si  bien  indefinida  aún  en  la  estructura  de  poder.  La 
Subsecretaría  de  Informaciones  de  la  Presidencia  emitía  comunicados 
describiendo  sus  actividades  diarias  y  los  periódicos  los  publicaban.  A  partir 
del  17  de  enero  de  1947,  Democracia,  que  había  comprado  por  medio  del  Banco 
Central,  dedica  un  espacio  cada  vez  mayor  a  informar  sobre  sus  actos  y  exaltar 
su  persona.  Si  bien  la  llama  Doña  María  Eva  Duarte  de  Perón,  es  también  La 
Dama  de  la  Esperanza  y  La  Primera  Samaritana  Argentina.  Este  título,  el 
primero  en  la  larga  serie  de  homenajes  que  le  darían  con  el  correr  de  los  años,  le 
fue  conferido  en  agosto  de  1946,  en  un  acto  celebrado  en  el  Teatro  Municipal 
por  la  Asociación  del  Personal  de  Hospitales  y  Sanatorios  Particulares.  Cuando 
visitaba  una  fábrica  o  hacía  un  viaje,  ya  la  acompañaba  una  comitiva  compuesta 
de  Isabel  Ernst,  Lilian  Lagomarsino  de  Guardo  y  funcionarios  del  Ministerio  de 
Trabajo,  en  especial  el  ministro.  Cuando  un  sindicato  organizaba  una 
celebración  en  el  Ministerio  de  Trabajo  para  marcar  la  firma  de  un  convenio 
colectivo,  Evita  representaba  a  Perón  junto  con  el  edecán  presidencial  de  turno. 
Isabel  Ernst  tenía  ya  un  título  oficial,  secretaria  gremial  de  la  Presidencia.  En  los 
actos  del  Ministerio  estaba  también  muchas  veces  presente  el  ministro  de 
Hacienda,  Ramón  Cereijo,  porque  los  obreros  entregaban  a  Evita  un  cheque  con 
un  fin  determinado.  El  28  de  enero  de  1947,  por  ejemplo,  una  delegación  le 
donó  40.000  pesos  para  construir  una  escuela  que  se  llamaría  Doña  María  Eva 
Duarte  de  Perón. 

Evita  parece  disfrutar  enormemente  de  toda  esta  nueva  publicidad.  Se  la 
ve  satisfecha  y  más  segura  de  sí  misma.  En  esta  época  arrecian  las  críticas  contra 
ella,  no  solamente  por  lo  que  hace,  sino  también  por  cómo  se  viste,  por  el  mal 
gusto  de  su  ropa,  su  afición  por  los  sombreros  y  la  cantidad  de  joyas  que  usa. 
En  realidad,  se  viste  sencillamente  y  no  siempre  con  ropa  que  la  favorece,  pues 
no  parece  preocuparse  demasiado  por  lo  que  lleva.  A  veces  usa  el  pelo  suelto 
pero  también  recogido  en  peinados  complicados  y  le  gustan  obviamente  los 
sombreros  y  las  joyas:  aros,  pulseras,  anillos  y  broches.  Por  otra  parte,  si  el 
trabajo  urge  es  capaz  de  ponerse  un  pañuelo  en  la  cabeza  y  de  atender  sus 
compromisos,  lo  cual  concita  críticas  interminables  y  mezquinas. 

Jamandreu  cuenta  que  en  octubre  de  1946  le  hizo  un  vestido  especial 
para  una  ceremonia  en  la  que  Perón  iba  a  recibir  una  condecoración  del 
gobierno  español.  Cuando  se  lo  entregó.  Evita  quedó  satisfecha  pero  le  dijo:  "Le 
falta  algo.  No  quiero  usar  ni  una  alhaja,  así  las  asombro  a  todas  las  viejas  que 
van  a  ir  como  arbolitos  de  Navidad".  Jamandreu  le  compró  entonces  un  collar 
de  fantasía  muy  barato  y  se  lo  entregó.  Después  de  la  ceremonia,  Evita  lo  llamó 
enojadísima.  "En  medio  de  su  furia,  lo  que  se  oía  era  la  risa  del  Presidente. 
Emocionada,  en  el  momento  en  que  a  Perón  le  colgaban  la  famosa  orden 


290  Democracia,  15  de  febrero  de  1947. 


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Evita 


española,  nerviosa,  mordió  su  collar.  Se  pintó  la  lengua  y  los  labios  de  verde:  el 
collar  estaba  hecho  de  fideos  pintados"291. 

En  esta  época,  hay  en  la  mirada  de  Evita  un  aire  triunfante  y  desafiante  a 
la  vez.  Insiste  en  hacerse  llamar  Doña  María  Eva  Duarte  de  Perón,  sabiendo  que 
con  ello  irrita  a  todos  aquellos  que  quisieran  llamarla  la  ex  actriz  Duarte.  La 
influencia  que  va  adquiriendo  le  proporciona  un  inquietante  placer.  Sabe  lo  que 
quiere  y  lo  consigue  a  diario. 


Paco  Jamandreu,  op.  cit.,  ps.  72-73. 


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Evita 


Capítulo  VII 

El  viaje  a  Europa 


En  este  período  en  que  disfrutaba  tanto  de  su  nueva  posición.  Evita 
realizó  su  famoso  viaje  a  Europa  acompañada  por  doce  personas  y  se  paseó 
durante  casi  tres  meses  por  el  continente,  como  una  reina  con  su  corte. 

El  8  de  febrero  de  1947,  la  prensa  argentina  publicó  la  noticia,  no 
confirmada,  de  que  visitaría  Sevilla  y  Madrid  en  un  futuro  próximo,  invitada 
oficialmente  por  el  gobierno  español.  En  el  mes  de  marzo,  el  gobierno  argentino 
aceptó  oficialmente  la  invitación  y  el  5  de  mayo  anunció  que  Evita  partiría  el  6 
de  junio.  Visitaría  además  Italia,  como  esposa  del  jefe  del  Estado  y  no  como 
huésped  del  gobierno  italiano.  Su  itinerario  se  amplió  luego  con  una  estadía  en 
Francia,  y  pese  a  los  rumores  de  que  el  viaje  incluiría  Inglaterra,  a  último 
momento  la  cuestión  no  había  sido  resuelta  —el  2  de  junio,  el  Foreign  Office 
anunció  que  esperaba  la  visita  de  Evita,  aunque  no  como  invitada  oficial. 

Mientras  la  Cancillería  argentina  preparaba  los  detalles  de  la  gira,  Evita, 
sin  interrumpir  sus  tareas  diarias,  se  ocupaba  de  la  ropa  que  necesitaría  en  su 
viaje  y  de  la  comitiva  que  la  acompañaría.  Asunta,  la  primera  costurera  de 
Henriette,  y  Juanita,  la  de  Naletoff,  serían  de  la  partida,  para  cuidar  los 
numerosos  conjuntos  que  había  comprado  en  esas  dos  casas  de  moda  y  los 
sombreros  que  había  creado  para  ella  Martín  Soulés.  Julio  Alcázar,  su 
peluquero  y  amigo  de  muchos  años,  no  podía  faltar.  Se  conocían  desde  la  época 
en  que  era  peinador  de  los  Estudios  Pampa  Films.  "Cuando  se  filmó  La  carga  de 
los  valientes  cuenta  Alcaraz,  "Evita  vino  con  una  foto  de  Bette  Davis  y  me  dijo: 
'Quiero  estar  así,  como  ella'.  Era  altanera  y  no  quise  discutirle;  pero  la  peiné 
como  se  me  dio  la  gana.  Pretender  un  peinado  de  1940  para  un  vestuario  de 
1876  no  tenía  sentido.  Se  aguantó  el  cambio  y  no  dijo  nada,  pero  nos  hicimos 
amigos.  Poco  años  después,  en  La  cabalgata  del  circo,  le  decoloré  el  cabello  y  fui 
acentuando  las  tinturas  hasta  que  decidió  quedarse  rubia"292.  Cuando  Alcaraz 
dejó  de  trabajar  en  los  Estudios  y  se  instaló  por  su  cuenta,  siguió  peinándola. 
Desde  que  Perón  ascendió  a  la  Presidencia,  iba  todos  los  días  a  la  residencia 
para  componer  los  aparatosos  peinados  entonces  de  moda  que  Evita  lucía. 
Además  de  peinarla,  durante  el  viaje,  Alcaraz  cuidaría  de  sus  joyas,  guardadas 
en  una  valija  de  cuero  de  chancho  que  Perón  le  prestaría.  Alberto  Dodero,  el 
magnate  naviero  y  nuevo  amigo  personal  de  Perón  y  Evita,  siempre  estaba 

292  "Historia  del  peronismo",  Primera  Plana,  Buenos  Aires,  20  de  diciembre  de  1966,  N°  208, 

P-71. 


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Evita 


dispuesto  a  ir  a  Europa  y  guiaría  sus  excursiones.  A  pedido  de  Perón,  Lilian 
Lagomarsino  de  Guardo  accedió  a  acompañarla.  Francisco  Muñoz  Azpiri  y 
Emilio  Abras,  de  la  Subsecretaría  de  Informaciones  de  la  Presidencia,  también 
vendrían,  aquél  para  escribirle  sus  discursos  y  éste  para  fotografiar  todas  las 
instancias  de  la  gira.  El  grupo  se  completó  con  su  hermano  Juan  y  los  dos 
edecanes  presidenciales  que  la  acompañaban  en  los  meses  previos  a  la  partida, 
el  capitán  de  fragata  Adolfo  Gutiérrez  y  el  teniente  coronel  Jorge  Ballofet.  El 
padre  Hernán  Benítez,  viejo  conocido  de  Perón  y  ahora  amigo  de  Evita,  la 
esperaría  en  España  y  la  prepararía  para  su  audiencia  con  el  Papa,  que  él  había 
contribuido  a  concertar. 

Cuando  se  aproximó  la  fecha  de  la  partida.  Evita  fue  objeto  de  varios 
agasajos,  tanto  en  la  embajada  española  como  en  el  Ministerio  de  Trabajo.  El  2 
de  junio,  Freire  ofreció  un  vino  de  honor  para  Evita  "la  representante  cabal  de  la 
mujer  argentina"293.  Esta  declaración  del  Ministerio  de  Trabajo  provocó  el 
siguiente  comunicado  de  la  Conferencia  de  Mujeres  Socialistas:  "1)  Que  las 
mujeres  socialistas  no  se  sienten  representadas  por  esa  señora.  2)  Que  deploran 
y  repudian  el  título  de  miembro  "honoris  causa"  que  le  fuera  conferido  por  la 
Universidad  de  La  Plata.  3)  Que  lamentan  que  el  gobierno  de  Francia  donde  se 
hallan  representados  tan  gran  número  de  compañeros  socialistas  la  haya 
invitado  oficialmente  a  visitar  Francia"294. 

El  5  de  junio,  Evita  se  despidió  de  los  descamisados  en  una  concentración 
que  finalizó  con  otro  vino  de  honor,  esta  vez  en  la  muy  oligárquica  Sociedad 
Rural  Argentina.  "Voy  al  viejo  mundo  con  un  mensaje  de  esperanza  y  de  paz", 
les  dijo.  "Voy  representando  al  pueblo  trabajador,  a  mis  queridos  descamisados. 
Al  irme  les  dejo  mi  corazón."295 

El  6  de  junio  a  las  4  de  la  tarde,  miles  de  simpatizantes,  el  vicepresidente, 
los  ministros  del  Poder  Ejecutivo,  algunos  gobernadores  y  el  cuerpo 
diplomático  esperaban  a  Evita  en  el  aeropuerto  de  Morón.  Llegó  acompañada 
de  Perón,  visiblemente  nerviosa,  excitada.  Saludó  repetidamente  a  la  multitud 
que  gritaba  su  nombre  y  después  de  dar  un  último  beso  a  Perón,  subió  la 
escalerilla  del  DC4.  Este  aparato,  especialmente  acondicionado  para  el  viaje, 
había  sido  puesto  a  su  disposición  por  el  gobierno  español,  que  también  le 
mandó  a  dos  acompañantes,  el  Marqués  de  Chinchilla  y  el  Conde  Foxá.  En  otro 
avión  de  la  FAMA  viajaban  su  equipaje  y  el  de  sus  acompañantes. 

El  DC4  hizo  una  primera  escala  en  Natal  y  desde  el  aeropuerto,  Evita 
dirigió  un  saludo  a  las  mujeres  brasileñas.  Durante  la  travesía  del  Atlántico 
pronunció  un  pequeño  discurso  a  sus  acompañantes  pidiéndoles  que 
recordaran  en  todo  momento  que  representaban  a  la  Argentina.  El  aparato 
aterrizó  en  Cisneros,  una  ciudad  del  Sahara  español,  donde  fue  recibida  por  el 
canciller  Martín  Artajo,  el  secretario  de  Franco  y  el  capitán  general  de  las  Islas 
Canarias.  Al  día  siguiente,  emprendió  vuelo  de  nuevo  y  después  de  detenerse 


Democracia,  3  de  junio  de  1947. 

294  La  Vanguardia,  10  de  junio  de  1947. 

295  La  Nación,  6  de  junio  de  1947. 


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en  las  Palmas,  llegó  a  Madrid  a  las  20:37,  acompañado  por  una  escuadrilla  de 
cuarenta  y  un  aviones.  Alfombras,  tapices,  grandes  cantidades  de  flores  y 
numerosas  banderas  argentinas  y  españolas  adornaban  el  aeropuerto.  En  las 
terrazas,  adolescentes  de  la  sección  femenina  de  la  Falange  la  esperaban  con 
trajes  regionales  y  unas  trescientas  mil  personas  se  apretujaban  en  las 
inmediaciones  de  Barajas.  El  gobierno  español  en  pleno,  encabezado  por  el 
general  Franco,  su  mujer,  Carmen  Polo  de  Franco,  y  su  hija,  la  recibieron  en 
primer  término.  Franco  se  adelantó  y,  besándole  la  mano,  la  presentó  a  su 
familia  y  a  los  miembros  de  su  gabinete.  Mientras  una  batería  disparaba  salvas, 
Evita  y  Franco  pasaron  revista  a  las  tropas,  después  subieron  a  un  auto  y 
encabezaron  una  larga  caravana  hacia  Madrid. 

A  lo  largo  de  la  calle  Alcalá,  los  balcones  estaban  engalanados  y  la  gente 
vitoreaba  su  nombre  junto  con  el  de  Franco.  Al  desembocar  en  la  plaza  de  la 
Cibeles,  Evita  se  encontró  con  un  espectáculo  feérico  pues  allí  estaban  la  fuente, 
la  puerta  de  Alcalá,  la  Estatua  del  Espartero  y  la  Gran  Vía  chorreando  luz.  La 
caravana  se  detuvo  en  la  puerta  de  Alcalá  para  que  el  alcalde  de  Madrid 
pudiera  dar  la  bienvenida  a  Evita  y  regalarle  un  enorme  ramo  de  flores.  Ante  el 
capitán  general  de  Madrid  y  miembros  de  las  fuerzas  armadas,  Franco  y  Evita 
pasaron  de  nuevo  revista  a  las  tropas  y  luego  ascendieron  a  un  coche 
descubierto.  Rodeados  por  la  Guardia  Mora,  se  dirigieron  lentamente  hacia  la 
fuente  de  la  Cibeles  y  de  allí  al  Pardo,  el  palacio  donde  residiría  Evita  durante 
su  estadía  en  la  capital  española.  Eran  las  diez  de  la  noche,  pero  antes  de 
acostarse,  "abrumada"  por  el  recibimiento,  pronunció  un  mensaje  radial  para 
agradecer  al  pueblo  español  el  homenaje  que  le  había  tributado  y  anunciarle 
que  era  la  mensajera  del  pueblo  argentino  trabajador  "que  está  construyendo 
una  nueva  Argentina"296. 

Al  mediodía  siguiente,  vestida  con  una  capa  de  marta  cibelina  pese  al 
calor,  se  trasladó  al  Palacio  Real  con  Franco.  Allí,  en  el  magnífico  Salón  Grande, 
éste  le  entregó  la  más  alta  condecoración  otorgada  por  el  gobierno  español,  la 
Gran  Cruz  de  Isabel  la  Católica.  Era  la  primera  condecoración  que  Evita  recibía, 
igual  a  la  que  el  gobierno  español  había  concedido  a  Perón,  en  octubre  del  año 
anterior,  aunque  la  suya  era  de  oro  y  tenía  piedras  preciosas.  En  su  informe  de 
gala  de  capitán  general,  Franco  pronunció  un  pequeño  discurso,  ensalzando  "la 
gran  obra  de  asistencia,  reivindicación  y  dignificación  de  los  trabajadores  que 
en  vuestro  país  lleváis  a  cabo"297.  Erguida  y  serena  en  el  imponente  salón  con  su 
bóveda  pintada  por  Tiépolo,  Evita  respondió  con  una  disquisición  preparada 
por  Muñoz  Azpiri  sobre  el  espíritu  isabelino,  en  la  que  se  entremezclaban  loas 
al  gobierno  de  Perón.  "La  Argentina  marcha  hacia  adelante",  declaró,  "porque  es 
justa  consigo  misma,  y  porque  en  la  cruzada  de  su  batalla  por  su  pan  y  su 
salario,  supo  elegir  entre  la  falsa  democracia  engañosa  y  la  real  democracia 
distributiva  donde  las  grandes  ideas  se  llaman  por  nombres  tan  simples  como 
esto:  mejor  pan,  mejor  vivienda,  mejor  comida,  mejor  vida"298.  Una  vez 


296 

297 

298 


ABC,  10  de  junio  de  1947. 
Ibid. 

Ibid. 


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terminados  los  discursos  y  después  de  haber  recibido  las  felicitaciones  de  los 
presentes,  salieron  al  balcón  del  Salón  Grande  para  saludar  a  la  multitud  que 
los  esperaba  frente  al  Palacio,  unos  40.000  madrileños  que  se  habían  congregado 
desde  temprano.  La  Plaza  de  Oriente  desbordaba  de  gente  con  los  balcones, 
tejados  y  azoteas  de  los  edificios  circundantes  cubiertos  de  espectadores.  Un 
madrileño,  ansioso  por  no  perder  detalle  alguno,  se  había  subido  a  la  estatua 
ecuestre  que  domina  la  plaza.  Agitando  banderas,  la  multitud  gritaba 
"Argentina  y  España",  "Franco  y  Perón".  Por  la  tarde,  acompañada  por  la  esposa 
de  Franco,  Evita  recorrió  los  suburbios,  visitando,  según  ABC,  "algunas 
viviendas  humildes,  en  las  que  doña  Eva  Duarte  dejó  numerosos  donativos"299. 
Ese  día  terminó  con  una  función  de  gala  en  el  Pardo,  en  la  cual  Evita  lució  su 
resplandeciente  condecoración. 

Durante  los  siete  días  que  Evita  permaneció  en  Madrid,  asistió  a  una 
serie  interminable  de  espectáculos  y  paseos  organizados  en  su  honor.  Visitó  el 
Monasterio  de  El  Escorial,  las  habitaciones  de  Felipe  II,  los  panteones  y  la 
Catedral,  donde  la  recibió  el  obispo  de  Madrid  y  le  habían  preparado  un 
reclinatorio  de  oro,  y  almorzó  en  el  Salón  de  los  Embajadores.  Recorrió  el 
Mercado  de  Artesanía  de  Madrid  y  asistió  a  un  espectáculo  folklórico  en  el  que 
representantes  de  las  provincias  le  regalaron  un  lujoso  traje  regional  de  cada 
provincia  hecho  a  su  medida.  Recibió  a  una  delegación  de  editores  de  libros, 
visitó  la  Exposición  Nacional  de  Artes  Decorativas  y  las  instalaciones  de  la 
Ciudad  Universitaria.  Pasó  un  día  en  Toledo  donde  recorrió  el  Alcázar. 
Tampoco  le  faltó  la  consabida  corrida  de  toros,  no  muy  buena  por  cierto,  pues 
el  ganado  era  manso,  pero  Evita  pudo  lucir  su  mantilla  de  blonda  y  fue  al  teatro 
para  ver  Fuenteovejuna,  puesta  en  escena  especialmente  en  su  honor  por  el 
Ayuntamiento  de  Madrid,  que  también  le  ofreció  un  banquete. 

De  Madrid,  Evita  partió  para  Granada,  donde  permaneció  dos  días. 
Depositó  una  corona  en  la  tumba  de  los  Reyes  Católicos  y  admiró  el  palacio  de 
la  Alhambra,  todo  iluminado  para  su  visita.  Antes  de  asistir  por  la  noche  al 
espectáculo  de  bailes  típicos  que  el  Ayuntamiento  organizó  en  los  bosques  de  la 
Alhambra,  pronunció  un  discurso  ante  3.000  obreros  de  una  fábrica.  A  la 
mañana  siguiente,  se  fue  a  Sevilla.  Era  un  hermoso  día  de  sol  y  recorrió  el 
trayecto  del  aeropuerto  a  la  ciudad  en  una  carroza  abierta,  mientras,  a  su  paso, 
los  sevillanos  arrojaban  flores. 

Acompañada  por  los  ministros  de  Marina  y  del  Aire,  abandonó 
Andalucía  para  dirigirse  hacia  el  norte  de  la  península.  Visitó  Santiago  de 
Compostela,  las  rías  gallegas,  la  Escuela  Naval  y  Militar  de  Marín,  Pontevedra, 
todo  salpicado  con  almuerzos,  banquetes  y  bailes,  algunos  inclusive  con  fuegos 
artificiales.  Camino  de  Barcelona,  se  detuvo  en  Zaragoza  para  visitar  el 
santuario  de  la  Virgen  del  Pilar.  Como  en  todas  las  ciudades  de  Galicia  que 
recorrió,  una  salva  de  veintiún  cañonazos  celebró  su  llegada  y  también  pasó 
revista  a  las  tropas.  La  recibió  el  Ayuntamiento  en  pleno  y  cruzando  la  ciudad 
engalanada  con  arcos  de  triunfo,  tapices  y  banderas,  su  comitiva  se  dirigió  a  la 
catedral  donde  la  esperaba  el  arzobispo.  En  el  interior,  un  reclinatorio  había 


299 


Ibid. 


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sido  preparado  para  ella.  Evita  pasó  luego  al  camarín  de  la  Virgen,  donde 
después  de  besarla,  se  quitó  los  pendientes  de  oro  y  diamantes  que  llevaba 
puestos  y  se  los  ofreció. 

Esa  noche,  durmió  en  un  viejo  monasterio  especialmente  acondicionado 
para  su  visita,  y  al  día  siguiente,  después  de  pasar  revista  de  nuevo  a  las  tropas, 
subió  al  avión  para  dirigirse  a  Barcelona.  En  el  aeropuerto,  la  esposa  de  Franco, 
los  ministros  de  Trabajo  e  Industria  y  otras  autoridades  aguardaban  su  llegada. 
La  caravana,  compuesta  por  unos  doscientos  coches,  llegó  hasta  la  plaza  España 
donde  la  recibió  el  alcalde  de  Barcelona  y  a  continuación  Evita  viajó  en  un  auto 
descubierto  hasta  la  catedral.  Frente  a  ésta,  el  obispo  de  Barcelona  le  dio  la 
bienvenida  y,  después  de  otra  revista  de  tropas,  ofreció  un  Te  Deum.  Una  vez 
finalizado  éste,  la  comitiva  se  trasladó  al  Palacio  Pedralbes  para  un  corto 
descanso  antes  de  asistir  a  la  representación  de  Sueño  de  una  noche  de  verano  en  el 
anfiteatro  del  Palacio  Nacional  de  Montjuich  y  a  un  banquete. 

Al  mediodía  siguiente,  Franco  llegó  a  Barcelona  en  un  aparato  piloteado 
por  el  ministro  de  Aviación.  Era  la  primera  vez  que  viajaba  en  avión  después 
del  accidente  en  que  murió  el  general  Emilio  Mola,  en  1937.  A  esa  hora.  Evita 
estaba  almorzando  en  el  Hornero,  un  barco  de  la  compañía  Dodero  anclado  en  el 
puerto  de  Barcelona.  Por  la  noche,  asistió  a  otro  banquete  en  su  honor  en  el 
Patio  de  los  Naranjos  del  palacio  provincial.  En  su  penúltimo  día  en  España, 
después  de  almorzar  con  Franco  y  su  familia,  fue  al  monasterio  de  Monserrat, 
donde  también  rezó  en  el  camarín  de  la  Virgen. 

El  25  de  junio,  a  los  dieciocho  días  de  haber  llegado  a  España,  Evita  pasó 
revista  a  las  tropas  una  vez  más.  El  alcalde  de  Barcelona  había  invitado  a  la 
población  a  despedirla  y  durante  una  hora,  los  comercios  cerraron  para  que  el 
público  pudiera  aguardar  su  paso.  En  el  aeropuerto,  unas  10.000  personas 
coreaban  su  nombre.  Franco,  su  familia  y  la  mayor  parte  del  gabinete  estaban 
allí.  Antes  de  salir.  Evita  pronunció  un  discurso  final  que  fue  transmitido  a  todo 
el  país.  Después  de  saludar  repetidas  veces,  ascendió  al  avión  mientras,  a  la 
distancia,  se  oían  los  últimos  veintiún  cañonazos  de  rigor. 

Ninguno  de  los  otros  países  que  visitó  Evita  en  su  viaje  le  tributó  un 
recibimiento  tan  caluroso  y  tan  espléndido  como  el  que  le  depararon  el 
gobierno  y  el  pueblo  españoles.  Es  verdad  que  éste  fue  el  único  país  que  la 
había  invitado  oficialmente  y,  por  lo  tanto,  en  los  otros  el  protocolo  exigía  un 
trato  diferente.  Pero  aun  así,  es  evidente  que  el  gobierno  español  preparó  un 
magnífico  programa  de  agasajos.  Los  palacios  de  España,  remozados  para  su 
comodidad,  abrieron  sus  portones  ante  ella.  A  pesar  de  la  escasez  de 
electricidad,  las  fuentes,  silenciosas  unos  días  antes,  funcionaban  a  su  llegada  y 
permanecían  iluminadas  durante  la  noche.  Las  ciudades  rivalizaron  para 
engalanarse  y  ofrecerle  llaves,  festejos,  espectáculos  y  regalos:  trajes  regionales, 
tapices,  un  metro  cúbico  de  perfume,  candelabros,  cerámicas,  libros,  una 
chimenea,  una  réplica  de  la  nave  de  Solís,  una  mantilla  de  blonda  y  chantilly, 
etcétera. 


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Ante  este  suntuoso  despliegue,  Evita  respondía  con  sonrisas,  expresiones 
de  afecto  y  adornos  según  la  ocasión:  para  las  recepciones,  escotados  vestidos 
de  noche,  aderezados  con  rubíes,  esmeraldas  y  diamantes  y  capas  de  marta  o  de 
plumas  de  avestruz;  para  los  paseos,  vestidos  ligeros  de  verano  y  anchas 
capelinas.  Y  donde  quiera  que  fuera,  insistía  en  visitar  barrios  obreros,  obras 
sociales,  dejaba  "donativos"  y  hablaba  de  los  descamisados  y  de  Perón.  Lo 
llamaba  todas  las  noches  para  contarle  los  detalles  del  día  y,  a  la  vez,  enterarse 
de  lo  que  sucedía  en  Buenos  Aires.  "Hoy  Franco  me  ha  dicho  que  en  España  es 
fácil  llorar  de  emoción",  le  contó  una  noche  Evita  a  Perón.  "Yo  le  respondí  que  le 
creía  pero  que  estoy  tan  habituada  a  llorar  en  mi  patria  que  aquí  me  sería  difícil 
hacerlo.  Me  dijo  que  si  no  llegaba  a  llorar  me  regalaría  un  maravilloso  gobelino 
que  hay  en  el  Pardo  y  que  representa  la  muerte  de  Darío.  He  vencido  y  me  lo  ha 
regalado."300  El  15  de  junio,  antes  de  abandonar  Madrid,  dirigió  un  mensaje  a 
las  mujeres  españolas  en  el  que,  rebatiendo  algunas  críticas,  negó  haber  venido 
a  España  a  "formar  un  'eje'  Buenos  Aires-Madrid"  sino  a  tender  un  arco  iris  de 
paz  con  todos  los  pueblos  como  corresponde  al  espíritu  de  una  mujer"301. 

Si  muchos  españoles  se  vieron  obligados  a  darle  la  bienvenida  en  un 
primer  momento,  pronto  quedaron  cautivados  por  su  belleza,  sus  veintisiete 
años,  sus  efusivas  expresiones  de  cariño  y  en  todas  las  ciudades  que  visitó  la 
acompañaron  multitudes  aclamando  su  nombre  con  evidente  entusiasmo.  Su 
impacto  causó  tal  sensación  que  las  agencias  noticiosas  internacionales,  ya 
interesadas  en  ella,  pues  no  eran  muchas  las  esposas  de  presidentes  con  su 
estilo,  empezaron  a  seguir  sus  pasos  y  a  describir  las  instancias  de  su  viaje.  El 
New  York  Times  marcó  el  acontecimiento  de  su  llegada  a  España  con  una  nota  de 
primera  página.  "Madrid  perteneció  a  Evita  la  semana  pasada",  anunció  un 
artículo  del  semanario  Time.  "Desde  la  bienvenida  de  Himler  en  1940,  el 
régimen  franquista  no  había  organizado  una  recepción  tan  estruendosa  como  la 
que  ofreció  a  la  vistosa  y  rubia  esposa  del  presidente  argentino  Juan  Perón."  A 
pesar  del  tono  crítico  de  la  nota,  el  autor  tuvo  que  reconocer:  "El  hecho  es  que  el 
entusiasmo  de  Madrid  fue  real  y  no  el  espectáculo  sintético  que  los  madrileños 
están  acostumbrados  a  dar  a  Franco"302. 

En  el  último  trecho  de  su  estadía  en  España,  los  nervios  de  Evita 
parecieron  no  poder  aguantar  por  mucho  más  tiempo  el  ritmo  agotador  que 
había  mantenido  desde  su  llegada.  Se  la  veía  tensa  y  cansada.  En  Barcelona, 
llegó  dos  horas  tarde  a  la  representación  de  Sueño  de  una  noche  de  verano.  Este 
hecho  ha  sido  atribuido  a  la  falta  de  modales,  a  su  incultura  y  a  su  arrogancia, 
que  habría  desplegado  también  en  supuestas  conversaciones  con  Franco,  y 
cuando  llegó  tarde  a  la  corrida  de  toros  en  su  honor.  No  hay  duda  de  que  Evita 
llegó  tarde  a  la  función  de  teatro  y  también  a  la  corrida  de  toros  pero  el  por  qué 
no  está  tan  claro.  ¿Por  su  falta  de  modales?  ¿Es  que  son  tan  difíciles  de 
aprender,  especialmente  para  una  actriz  como  lo  había  sido  ella?  Además,  en  un 
año  había  tenido  tiempo  de  ponerse  al  tanto  de  lo  que  necesitaba  hacer  en  las 


Juan  Perón,  op.  cit.,  p.  58. 
Democracia,  16  de  junio  de  1947. 
Time,  23  de  junio  de  1947. 


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más  variadas  circunstancias  pues  había  tomado  la  precaución  de  acercarse  a 
personas,  como  Lilian  Lagomarsino,  que  sabían  hacerlo.  Por  otra  parte,  la  visita 
de  Evita  a  España  era  oficial,  representaba  a  su  país  y  eso  era  algo  que 
comprendía  perfectamente.  En  la  Argentina,  había  demostrado  sentido  común  e 
inteligencia,  ¿por  qué  iba  a  cambiar  súbitamente,  después  de  su  llegada,  ante  un 
gobierno  contra  el  cual  ella  no  sentía  ninguna  predisposición  y  que  obviamente 
hacía  todo  lo  posible  para  honrarla  y  complacerla?  Sus  descortesías  pueden 
haber  sido  resabios  de  sus  tiempos  de  actriz  —como  toda  "estrella"  debía 
hacerse  esperar  para  poder  hacer  una  aparición  verdaderamente  espectacular  — 
también  expresiones  de  su  altivez  y  asimismo  su  reacción  ante  el  esplendor 
puesto  a  sus  pies.  No  podía  menos  de  influir  sobre  ella  el  encontrarse 
representado  a  la  Argentina  ante  un  gobierno  extranjero,  cuando  dos  años  antes 
era  una  simple  actriz,  atacada  por  su  vinculación  con  Perón.  Quizás  sintiera  por 
primera  vez,  fuera  de  su  país,  cómo  se  había  trastrocado  su  vida  desde  su 
casamiento  con  Perón  y  en  algunos  momentos,  la  asaltaran  dudas,  tuviera 
miedo  de  no  poder  estar  a  la  altura  de  las  circunstancias,  pues  en  su  fuero 
interno  no  olvidaba  su  origen  y  su  falta  de  preparación  para  todo  lo  que  tenía 
que  hacer  en  esos  momentos.  Aunque  ahora  la  llamaran  Doña  María  Eva 
Duarte  de  Perón  y  usara  la  Orden  de  Isabel  la  Católica,  la  realidad  debe  haberle 
parecido  muchas  veces  un  sueño  difícil  de  vivir. 

La  publicidad  que  recibía  su  viaje  creó  gran  expectativa  en  los  países  que 
debía  visitar  a  continuación,  si  bien  en  éstos  no  faltaron  los  comentarios 
desfavorables,  tanto  antes  como  después  de  su  llegada.  Por  lo  general, 
provinieron  de  partidos  socialistas  y  comunistas.  La  izquierda  europea, 
reflejando  la  posición  de  la  Argentina,  continuaba  equiparando  a  Perón  con 
Hitler,  y  la  visita  de  Evita  a  España  cuando  el  gobierno  de  Franco  se  hallaba  aún 
en  cuarentena  era  la  prueba  de  que  no  estaba  equivocada. 

En  Roma  la  esperaba  solamente  el  ministro  de  Relaciones  Exteriores,  el 
conde  Cario  Sforza,  la  esposa  del  primer  ministro  Alcides  de  Gasperi,  el 
embajador  argentino  en  Italia,  Dr.  Ocampo  Jiménez,  y  el  encargado  ante  la 
Santa  Sede.  En  Ciampino,  unos  ochenta  niños  vestidos  de  azul  y  blanco  de  la 
Opera  Nazionale  d'Infanzia,  le  dieron  la  bienvenida  y  la  caravana  que  recorrió 
los  dieciséis  kms  hasta  Roma  estaba  compuesta  solamente  por  siete  autos. 
Frente  a  la  embajada  argentina,  renovada  para  la  ocasión,  se  habían  reunido 
unas  5.000  personas. 

El  punto  culminante  de  su  estadía  en  Roma  tuvo  lugar  el  27  de  junio, 
cuando  el  papa  Pío  XII  le  concedió  una  audiencia  de  veinte  minutos,  según  el 
protocolo  establecido  por  el  Vaticano  para  reinas.  Evita,  vestida  con  un  largo 
traje  negro  y  con  el  cabello  cubierto  por  un  velo  también  negro,  como  lo  exigía 
el  ceremonial,  fue  recibida  en  el  patio  de  San  Dámaso  por  monseñor  Bianiamino 
Nardoni,  secretario  de  la  Santa  Congregación  del  Ceremonial,  y  el  príncipe 
Alessandro  Ruspoli,  Gran  Maestro  del  Sagrado  Hospicio.  Precedida  por  cuatro 
sediari  y  cuatro  guardias  suizos,  caminó  hasta  el  salón  San  Clementino  donde 
aguardaban  a  Evita  tres  monseñores  y  cinco  miembros  de  la  nobleza  papal, 
encabezados  por  el  príncipe  León  Massino.  Allí  le  rindió  homenaje  el  jefe  de  la 


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Evita 


Guardia  Suiza  y,  a  continuación,  la  comitiva  ingresó  en  la  larga  serie  de 
antecámaras  que  conducen  a  la  biblioteca  papal,  donde  permaneció  durante 
veinte  minutos  con  Pío  XII.  Este  le  dirigió  unas  palabras  en  español,  bendijo  al 
grupo  y  luego  entregó  a  Evita  un  rosario.  La  visita  se  completó  con  el  recorrido 
del  Palacio  Apostólico,  los  departamentos  de  los  Borgias,  la  Capilla  Sixtina  y 
finalmente  San  Pedro.  Veinticuatro  horas  más  tarde,  en  una  ceremonia 
realizada  en  la  embajada  argentina,  Evita  recibió,  en  nombre  de  Perón,  la  Gran 
Cruz  de  Gregorio  el  Grande  que  le  concedió  el  Papa. 

Recordando  su  visita  al  Vaticano,  Evita  le  contaría  a  Perón:  "Entrando  a 
la  plaza  San  Pedro,  tuve  la  impresión  de  estar  en  otro  mundo.  Roma  parecía 
lejana,  a  miles  de  kilómetros,  y  casi  no  se  sentían  ni  rumores.  En  el  Vaticano 
todo  era  quietud,  silencio,  orden  maravilloso.  Aquel  pequeño  estado  que  vive 
en  torno  a  una  majestuosa  basílica  es  un  continente.  El  Papa  me  pareció  una 
visión.  Su  voz  era  como  un  sueño,  apagada  y  lejana.  Me  dijo  que  seguía  tu  obra, 
que  te  consideraba  un  hijo  predilecto  y  que  tu  política  ponía  en  práctica  de 
manera  más  que  elogiable  los  principios  fundamentales  del  cristianismo"303. 

Durante  los  días  que  Evita  permaneció  en  Roma,  no  faltaron  los 
almuerzos  y  las  recepciones,  pero  los  agasajos  fueron  modestos  en  comparación 
con  los  de  España:  una  ceremonia  frente  a  la  tumba  del  soldado  desconocido, 
paseos  por  la  ciudad,  visitas  a  un  orfanato  y  a  las  obras  de  caridad  de  la  Liga  de 
Mujeres  Votantes  y  una  función  especial  de  Aída  en  los  baños  de  Caracalla.  Dio 
una  conferencia  de  prensa  en  la  que  declaró  no  entender  nada  de  política  y  se 
pronunció  contra  el  divorcio.  Durante  la  recepción  que  le  ofreció  la  Asociación 
Sufragista  de  Italia  definió  el  voto  femenino  como  el  "arma  defensiva  de 
nuestros  hogares,  como  garantía  suprema  de  buena  administración  pública"304. 

Italia  sufría  aún  los  estragos  de  la  guerra  mundial  y  no  estaba  en 
condiciones  de  desplegar  el  esplendor  español.  Además,  la  situación  política  era 
también  distinta,  pues  el  Partido  Comunista  podía  demostrar  su  repudio  ante  la 
visita  de  Evita,  como  lo  hizo  repetidamente.  La  misma  noche  de  su  entrevista 
con  el  Papa,  unas  quinientas  personas  que  gritaban  "Abajo  el  fascismo"  se 
agolparon  frente  a  la  embajada  argentina  y  la  policía  tuvo  que  disolver  la 
ruidosa  manifestación  llevando  a  treinta  detenidos. 

Viéndola  cansada,  sus  acompañantes  trataron  de  convencerla  de  cancelar 
su  proyectada  visita  al  norte  de  Italia.  Haciendo  oídos  sordos,  ella  insistió  en  ir 
a  Milán  para  ver  el  stand  argentino  en  la  Exposición  Industrial.  Acompañada 
por  el  conde  Sforza,  recorrió  efectivamente  la  exposición,  asistió  a  un  banquete 
en  su  honor,  a  una  recepción  en  el  consulado  argentino  y  ese  mismo  día  todavía 
le  quedaron  energías  para  ir  a  La  Scala  antes  de  que  terminara  el  segundo  acto 
de  Orfeo  y  presenciar  la  representación  desde  el  palco  de  la  familia  real. 

De  nuevo  en  Roma,  abandonó  algunos  paseos  proyectados,  pero  asistió  a 
un  almuerzo  que  le  ofreció  el  presidente  provisional  Enrico  de  Nicola  y  recorrió 
solamente  el  foro,  las  catacumbas  y  el  Museo  de  Villa  Borghese.  El  4  de  julio, 


303  Juan  Perón,  op.  cit.,  p.  58, 

304  Democracia,  29  de  junio  de  1947. 


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Evita 


cumpliendo  un  pedido  que  le  mandó  Perón  por  cable,  hizo  una  visita  de 
cortesía  al  representante  estadounidense,  James  Dunn,  con  motivo  de  la  fiesta 
nacional  norteamericana. 

El  6  de  julio,  abandonó  Roma  para  ir  a  descansar  unos  días  en  Rapallo. 
Su  programa  allí  fue  el  de  una  turista  más:  paseos  por  Portofino  y  San  Remo, 
recorridas  en  auto,  almuerzos  y  cenas  en  restaurantes  y  salidas  para  hacer 
compras.  El  9  de  julio,  mientras  en  Tucumán  Perón  festejaba  la  nacionalización 
de  los  ferrocarriles  y  declaraba  "la  independencia  económica"  de  la  Argentina, 
Evita  celebró  la  fecha  patria  en  Rapallo  donde  asistió  a  una  recepción  del 
consulado  argentino.  Después  de  una  corta  visita  a  Génova,  volvió  a  Roma  el  17 
de  julio  y  partió  ese  mismo  día  para  Lisboa. 

Para  ese  entonces,  había  cancelado  definitivamente  su  plan  de  visitar 
Londres.  Las  negociaciones  para  concertar  su  estadía  en  Inglaterra  habían  sido 
sumamente  complicadas  pues  los  deseos  o  exigencias  de  Evita  de  ser  recibida 
oficialmente  contravenían  el  protocolo  británico.  Como  lo  explicó  el  Foreign 
Office  en  un  comunicado  emitido  el  16  de  junio,  el  gobierno  británico  veía  con 
agrado  la  visita  de  la  señora  María  Eva  Duarte  de  Perón.  Los  comentarios 
hostiles  de  ciertos  periódicos  ingleses  no  reflejaban  de  manera  alguna  la  actitud 
del  gobierno.  La  presencia  de  Evita  en  la  capital  inglesa  no  podía  tener  carácter 
oficial  pues  esto  se  daba  en  casos  muy  excepcionales,  como  el  viaje  de  Eleonor 
Roosevelt  en  1942,  en  plena  guerra  mundial.305 

La  llegada  de  Evita  a  Lisboa  no  alteró  en  lo  más  mínimo  las  costumbres 
austeras  que  desde  hacía  años  había  impuesto  el  primer  ministro  Antonio 
Oliveira  Salazar.  Almorzó  con  el  presidente  Fragoso  Carmona,  visitó  casas  para 
obreros  y  los  Comedores  de  Alegría  para  el  Trabajo  acompañada  por  el 
subsecretario  de  las  Corporaciones,  y  el  resto  del  tiempo  recorrió  Lisboa  y 
algunos  pueblos  costeros,  recibió  la  visita  de  don  Juan  de  Borbón,  y  en  la  playa 
de  Guincho,  almorzó  con  el  ex  rey  Humberto  de  Italia. 

Como  era  de  esperar,  cuando  Evita  llegó  a  París  la  curiosidad  de  los 
franceses  había  aumentado  considerablemente.  Sin  embargo,  no  la  esperaron 
multitudes  pues  los  parisinos  tenían  preocupaciones  mayores:  seguir  las 
alternativas  de  la  famosa  vuelta  ciclista  de  Francia,  discutir  la  situación  de 
Argelia  y  decidir  si  el  gobierno  debía  negociar  o  no  con  Ho  Chi  Min.  La 
recepción  que  se  le  tributó  fue  protocolar.  El  21  de  julio,  Evita  descendió  de  su 
avión  en  Orly,  vestida  de  blanco,  con  un  sombrero  de  paja  del  mismo  color, 
sonriente  y  un  poco  pálida.  A  los  pies  de  la  escalerilla,  el  ministro  de  Relaciones 
Exteriores,  Georges  Bidault,  le  besó  la  mano  y  luego  la  saludaron  el  embajador 
argentino  en  París,  Julio  Victorica  Roca,  y  varios  embajadores  latinoamericanos. 
Un  cortejo  de  cuarenta  coches  la  acompañó  hasta  el  Hotel  Ritz,  donde  un  grupo 
de  niños  le  presentó  un  ramo  de  flores  y  Bidault  se  despidió.  Como  símbolo  de 
la  importancia  que  el  gobierno  francés  daba  a  su  persona,  puso  a  su  disposición 
el  auto  que  había  pertenecido  al  general  Charles  de  Gaulle,  el  mismo  que  usaba 
sir  Winston  Churchill  en  sus  visitas  oficiales  a  París.  Además,  durante  la  estadía 


La  Nación,  17  de  junio  de  1947. 


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de  Evita  en  París,  la  Argentina  y  Francia  firmaron  un  tratado  comercial  por  el 
cual  este  país  recibiría  un  abultado  crédito  para  la  compra  de  trigo  y  carne.  La 
ceremonia  tuvo  lugar  en  el  Quai  D'Orsay,  y  finalizada  la  misma,  Bidault 
condecoró  a  Evita  con  la  Legión  de  Honor. 

Al  día  siguiente  de  su  llegada,  Evita  fue  recibida  por  el  presidente 
Vincent  Auriol  en  el  castillo  de  Rambouillet,  donde  le  ofreció  un  almuerzo. 
Quizás  porque  los  cinco  días  que  permaneció  en  París  fueron  los  más  calurosos 
de  un  verano  particularmente  bochornoso  o  porque  no  le  interesaba  en 
absoluto,  Evita  prefirió  quedarse  tranquilamente  en  el  Ritz  antes  que  ir  al 
Louvre  o  hacer  otros  paseos  por  la  ciudad.  Sin  embargo,  cumplió  con  el 
programa  preparado  de  antemano:  una  recepción  en  la  Maison  d'Amérique 
Latine  donde  deslumbró  a  todos  los  invitados  con  su  escotado  traje  de  lamé 
dorado  y  sus  joyas  (tres  pulseras,  pendientes  de  diamantes  y  un  hermoso  collar 
de  rubíes  y  diamantes);  un  almuerzo  con  el  grupo  de  parlamentarios  France- 
Amérique  Latine;  visitas  a  varios  centros  de  asistencia  social  acompañada  por  la 
señora  Bidault;  un  recorrido  de  Notre  Dame,  acompañada  por  el  Nuncio 
Apostólico,  monseñor  Roncalli  —luego  Juan  XXIII—  y  una  cena  ofrecida  por 
Victorica  Roca.  También  en  París  la  persiguieron  los  periodistas  y  después  de  la 
recepción  en  la  Maison  d'Amérique  Latine,  consiguieron  que  respondiera  a 
algunas  preguntas.  En  esta  ocasión,  Evita  declaró  que  el  que  costeaba  su  viaje 
era  Dodero;  todas  las  ciudades  que  había  visitado  le  habían  gustado;  su  autor 
favorito  era  Plutarco,  que  no  había  leído,  ni  pensaba  leer  pero  que  conocía  por 
Perón,  y  la  música  que  prefería  era  "la  más  corta.  Porque  de  música  y  de  pintura 
entiendo  tanto  como  de  chino.  ¡Menos  que  nada!"306. 

El  almuerzo  de  Evita  con  el  presidente  Auriol  motivó  una  enérgica 
protesta  del  Partido  Comunista  Francés,  de  la  CGT  y  de  varias  agrupaciones  de 
resistentes.  Se  quejaron  ante  el  Ministerio  de  Relaciones  Exteriores  que  la  visita 
de  Evita  no  era  privada  y  por  haber  estado  antes  en  España,  su  presencia  era  un 
insulto  al  gobierno  español  en  el  exilio.  A  pesar  de  esta  declaración,  la  cosa  no 
pasó  a  mayores  y  no  hubo  manifestaciones,  ni  incidentes  violentos  como  los  que 
ocurrieron  en  Roma  o  los  que  protagonizaría  unos  días  más  tarde  en  la  muy 
pacífica  Suiza. 

Si  el  calor  fue  una  razón  por  la  cual  Evita  no  pudo  disfrutar  de  su 
estancia  en  París,  no  obstante  los  agasajos  y  la  tradicional  cortesía  francesa,  la 
circunstancia  de  no  poder  conversar  a  su  gusto  como  en  España  o  en  Italia, 
también  la  irritó.  Tenía  que  recurrir  a  Liban  Lagomarsino  de  Guardo  para  que 
tradujera  y  eso  la  impacientaba  pues  no  podía  hablar  a  su  gusto  de  Perón  y  de 
los  descamisados.  "Liban,  háblele  [a  Bidault]  de  Mercante.  Dígale  que  está 
cumpliendo  una  gran  obra",  insistía  Evita  durante  una  cena  con  el  ministro. 
Liban  Lagomarsino  trataba  de  encontrar  las  frases  adecuadas  mientras  Evita 
agregaba  detalles,  pero  al  darse  cuenta  de  que  no  reconocía  lo  que  decía  su 


Careo,  Buenos  Aires,  julio  de  1964.  Número  especial  dedicado  a  Eva  Perón. 


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Evita 


traductora,  protestaba  acaloradamente:  "Pero  Lilian,  yo  no  oigo  que  usted  hable 
de  Mercante"307. 

Finalmente,  después  de  un  último  día  en  París  en  el  que  visitó  Versailles, 
cerrado  desde  el  comienzo  de  la  guerra  y  abierto  para  ella,  y  la  tumba  de 
Napoleón,  se  fue  al  Beach  Hotel  de  Montecarlo  buscando  la  frescura  del  mar. 
Almuerzos  y  paseos  por  Monaco,  Carmes  y  las  demás  playas  de  la  Costa  Azul, 
le  devolvieron  poco  a  poco  sus  energías.  Su  presencia  en  la  Riviera  no  pasó 
inadvertida.  El  Principado  de  Monaco  le  otorgó  una  condecoración,  la  Medalla 
de  Oro,  que  le  fue  entregada  por  tres  miembros  del  Consejo  de  Gobierno. 

Estando  Evita  de  vacaciones  en  la  Costa  Azul,  una  tragedia  sacudió 
Francia.  Un  barco  anclado  en  el  puerto  de  Brest  explotó  destruyendo  un  sector 
de  la  ciudad  en  plena  reconstrucción,  causando  numerosos  muertos  y  heridos. 
Evita  mandó  un  telegrama  al  Primer  Ministro  adjuntado  medio  millón  de 
francos  para  los  damnificados.  Antes  de  abandonar  Francia,  agradeció  las 
amabilidades  que  la  prensa  había  tenido  con  ella,  pero  sobre  todo  para  su  país, 
y  dejó  200.000  pesos  para  los  pobres  de  París. 

El  3  de  agosto  partió  hacia  Suiza,  habiendo  aceptado  una  invitación  del 
gobierno  de  este  país,  gestionada  por  el  ministro  Benito  Llambí.  Permaneció 
cinco  días  en  Suiza,  recorriendo  Ginebra,  Neufchátel,  Berna,  Zurich  y  Saint 
Moritz.  El  día  de  su  llegada  a  Berna,  dos  incidentes  amenazaron  estropear  su 
estadía.  Un  joven  suizo,  criado  en  la  Argentina,  arrojó  dos  piedras  contra  su 
coche.  Evita  resultó  ilesa,  pero  el  chófer  que  conducía  su  auto  fue  herido  en  el 
brazo  y  el  parabrisas  del  coche  quedó  hecho  añicos.  En  el  segundo  caso,  una 
persona  le  tiró  un  puñado  de  tomates  que  no  la  alcanzaron  a  ella  pero  sí  al 
ministro  de  Relaciones  Exteriores,  Max  Petitpierre.  Evita  permaneció 
imperturbable  durante  los  incidentes  y  cuando  un  miembro  de  su  comitiva  le 
preguntó  si  había  tenido  miedo,  ella  respondió:  "Cuando  se  representa  a  un 
Estado  no  se  puede  tener  miedo". 

Hacía  ya  dos  meses  que  Evita  viajaba  por  Europa  y  era  hora  de  volver  a 
Buenos  Aires.  El  10  de  agosto  abandonó  Ginebra  para  Dakar  haciendo  escala  en 
Lisboa,  donde  almorzó  y  habló  durante  una  hora  por  teléfono  con  Perón.  En 
Dakar,  tomó  el  Buenos  Aires,  un  barco  en  el  que  viajaban  seiscientos  inmigrantes 
que  iba  a  la  Argentina.  La  larga  travesía  le  permitió  descansar  y  a  la  vez  llegar  a 
Río  de  Janeiro  para  asistir  a  la  Conferencia  Interamericana  para  el 
Mantenimiento  de  la  Paz  y  la  Seguridad  del  Continente  que  se  realizaba  en  esa 
ciudad.  Desembarcó  en  Pernambuco,  y  el  17  de  agosto  ascendió  otra  vez  al 
avión  de  la  FAMA  que  allí  la  esperaba,  para  dirigirse  hacia  la  capital  brasileña. 

La  reunión  de  cancilleres  en  el  Hotel  Quintandinha  de  Petrópolis 
concentraba  la  atención  de  políticos  y  periodistas.  Sin  embargo,  la  llegada  de 
Evita  fue  un  acontecimiento  fuera  de  lo  común.  Las  agencias  noticiosas  se 
habían  encargado  de  destacar  la  presencia  de  varias  figuras  políticas  argentinas 
en  Río,  entre  otras  el  ministro  Borlenghi,  el  diputado  José  Argaña  y  Ricardo 
Guardo,  venidos  con  el  propósito  de  acompañar  a  Evita  en  el  último  trecho  de 


Entrevista  con  Lilian  Lagomarsino  de  Guardo. 


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Evita 


su  viaje.  Algunos  diarios  habían  publicado  anuncios  de  toda  una  página  en  los 
que  aparecía  Evita  y  la  siguiente  leyenda:  "A  la  mujer  brasileña  que,  como  la 
argentina,  lucha  junto  a  su  pueblo  por  un  futuro  de  justicia,  de  trabajo  y  de 
paz"308.  Estos  anuncios,  en  forma  de  afiche,  cubrían  las  paredes  de  la  ciudad. 
Habían  sido  traídos  por  la  delegación  argentina  a  la  conferencia  junto  con  unos 
cincuenta  mil  distintivos. 

Evita  aterrizó  en  el  Galeao  y  se  trasladó  en  barca  hasta  el  aeropuerto  de 
Santos  Dumont,  donde  recibió  la  bienvenida  del  presidente  de  la  conferencia  de 
Quintandinha,  el  canciller  brasileño  Raúl  Fernandes,  y  de  varias  personas  que 
habían  abandonado  la  sesión  de  esa  tarde  para  ir  a  esperarla,  entre  otras,  el 
canciller  argentino  Bramuglia,  el  embajador  argentino  en  Río  de  Janeiro,  general 
Nicolás  Accame,  y  el  embajador  brasileño  en  Buenos  Aires,  Baptista  Luzardo. 

Evita  se  alojó  en  el  Copacabana  Palace  y  esa  misma  tarde  fue  recibida  en 
el  Catete  por  el  presidente  Eurico  Gaspar  Dutra.  Se  trasladó  luego  a  Radio 
Nacional  para  dirigir  un  saludo  al  pueblo  brasileño  y  esa  misma  noche  asistió  a 
un  banquete  que  le  ofreció  el  empresario  Roberto  Marinho  en  su  residencia  de 
Cosme  Velho.  En  los  días  siguientes,  volvió  al  Catete  para  almorzar  con  el 
presidente  Dutra,  fue  homenajeada  por  la  Cámara  de  Diputados,  dio  un 
banquete  en  la  embajada  argentina,  recorrió  las  instalaciones  de  una  institución 
de  caridad,  fue  la  madrina  de  bautismo  del  niño  Antonio  Perón  de  Carvalho 
Santos,  visitó  el  Ministerio  de  Trabajo,  almorzó  en  el  bosque  de  la  Tijuca 
invitada  por  el  prefecto  de  Río  de  Janeiro  y  asistió  a  un  banquete  que  le  ofreció 
el  canciller  Raúl  Fernandes  en  los  elegantes  salones  del  Itamaraty,  donde  la 
condecoró  con  la  orden  del  Cruzeiro  do  Sul  en  el  grado  de  Comendador. 

El  momento  culminante  de  su  estadía  en  Brasil,  tuvo  lugar  el  20  de 
agosto,  cuando  asistió  a  la  sesión  más  importante  de  la  conferencia  de 
cancilleres,  pues,  en  ella,  el  Secretario  de  Estado  norteamericano,  el  general 
George  Marshall,  expuso  la  posición  de  su  país.  Sentada  cerca  de  Bramuglia, 
Evita  escuchó  atentamente  el  discurso  de  Marshall.  Al  final  de  éste,  el 
presidente  Raúl  Fernandes  anunció  la  presencia  de  Evita  en  la  sala  de 
deliberaciones  e  invitó  a  los  delegados  a  interrumpir  la  sesión  por  unos  minutos 
para  brindar  en  su  honor  con  champagne. 

Tanto  en  esta  ocasión,  como  durante  el  resto  de  su  estadía  en  Río  de 
Janeiro,  los  desplazamientos  de  Evita  causaron  cierta  conmoción.  La  seguía  su 
comitiva,  ahora  aumentada  con  varias  figuras  de  relieve,  por  ejemplo 
Bramuglia,  Guardo,  Luzardo,  y  siempre  que  su  presencia  en  Petrópolis  no  fuera 
absolutamente  necesaria,  el  canciller  Fernandes,  guardaespaldas  y  periodistas. 
En  las  puertas  del  Copacabana  Palace,  grupos  de  curiosas  aguardaban  sus 
entradas  y  salidas,  pidiéndole  autógrafos,  como  si  fuera  una  artista  de  cine. 
También  aquí  hubo  sin  embargo  indicios  de  que  su  presencia  causaba 
resistencias.  Algunos  de  sus  afiches  aparecieron  borrados  con  grandes  cruces 
esvásticas  y  las  palabras  nacista  o  fascista.  En  el  Correio  da  Manha  se  la  bautizó 
"la  peronista  Evita"  y  en  su  columna,  Carlos  Lacerda  no  perdió  la  ocasión  de 


308  O  Globo,  15  de  agosto  de  1947. 


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Evita 


lanzar  otra  andanada  contra  Perón  y  contra  Vargas,  acusando  a  Evita  de  ser  "un 
instrumento  de  propaganda  de  una  fuerza  mundial  que  conspira  contra  la 
verdadera  democracia  y  contra  la  verdadera  paz"309.  Asimismo,  durante  la 
conferencia  de  prensa  que  concedió  en  la  Asociación  Brasileña  de  Prensa,  un 
periodista  trató  de  ponerla  en  una  situación  molesta  que  ella  sorteó  hábilmente. 

Contrariamente  a  muchos  políticos  que  en  estas  instancias  acostumbran  a 
usar  frases  interminables  y  circunloquios  para  no  decir  nada  y  a  la  vez  dar  la 
impresión  de  ofrecer  respuestas  sesudas,  Evita,  al  decir  de  un  comentarista, 
"brilló  con  frases  cortas,  evasivas,  que  contorneaban  sin  responder"310.  Cuando 
le  preguntaron  qué  impresión  le  había  causado  Europa,  respondió:  "Magnífica". 
¿Qué  país  le  había  gustado  más?  "Todos  los  que  visité."  ¿Qué  impresión  tenía 
de  la  conferencia  de  cancilleres?  "Aunque  yo  no  entiendo  de  política 
internacional,  como  mujer,  pienso  que  su  tarea  ha  de  tener  buen  resultado." 

¿Ha  vuelto  de  su  viaje  con  ideas  para  mandar  ayuda  a  Europa?  "En  mi 
país,  yo  solamente  me  ocupo  de  cuidar  de  la  clase  trabajadora." 

¿Ha  tenido  buena  impresión  de  los  descamisados  europeos?  "Los 
descamisados  del  mundo,  todos,  me  causan  la  mejor  impresión." 

¿Qué  impresión  le  causó  Franco?  "La  misma  de  todos  los  jefes  de  Estado 
que  conozco." 

Las  respuestas  venían  rápidas,  escuetas,  hasta  que  uno  de  los  numerosos 
periodistas  le  preguntó:  "¿Cómo  comenzó  su  vida  artística:  en  el  cine,  la  radio  o 
el  teatro?".  Evita  fijó  los  ojos  en  su  interlocutor  y  borrando  la  sonrisa  de  sus 
labios,  se  limitó  a  responder:  "Eso  no  tiene  el  menor  interés  para  el  público".  A 
renglón  seguido,  se  levantó,  dando  por  terminada  la  conferencia311. 

El  21  de  agosto.  Evita  volvió  a  subir  en  su  avión  y  se  trasladó  a 
Montevideo.  Se  detuvo  allí  para  poder  llegar  a  Buenos  Aires  un  sábado  y 
permitir  que  todos  los  que  quisieran  ir  a  esperarla  pudieran  hacerlo.  Era  la 
primera  vez  que  pisaba  tierra  uruguaya  desde  aquel  verano  de  1936  en  que 
había  actuado  en  el  teatro  18  de  Julio.  En  esta  ocasión,  fue  recibida  por  el 
canciller  uruguayo,  Mateo  Márquez  Cabo,  que  había  regresado  de  Río  de 
Janeiro  para  este  propósito;  la  esposa  del  Presidente  de  la  República,  Matilde 
Ibáñez  de  Batlle  Berres;  el  embajador  uruguayo  en  Buenos  Aires,  Eugenio 
Martínez  Thedy;  el  embajador  argentino  en  Montevideo,  Gregorio  T.  Martínez, 
y  otras  figuras  políticas  argentinas  que  habían  llegado  para  acompañarla  a 
Buenos  Aires.  Evita  fue  recibida  por  el  presidente  Luis  Batlle  Berres  en  la  Casa 
de  Gobierno  y  esa  misma  noche  le  ofreció  una  cena  de  gala  en  el  Cabildo  y  un 
baile  en  el  elegante  Club  Uruguay. 

A  la  mañana  siguiente,  visitó  la  escuela  Argentina,  luego  asistió  a  una 
recepción  organizada  por  la  Asociación  Uruguaya  de  Protección  de  la  Infancia  y 
a  un  almuerzo  íntimo  en  la  residencia  presidencial.  En  las  últimas  horas  de  la 


Correio  da  Manha,  21  de  agosto  de  1947. 

310  Correio  da  Manha,  19  de  agosto  de  1974. 

311  Ibid.  y  O  Globo,  21  de  agosto  de  1947. 


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Evita 


tarde,  la  embajada  argentina  dio  una  recepción  en  su  honor,  y  desde  allí  Evita  y 
su  comitiva,  junto  con  la  delegación  de  doscientas  cincuenta  personas  que 
habían  venido  de  Buenos  Aires,  se  dirigieron  a  la  Dársena  para  tomar  el  vapor 
de  la  carrera  Ciudad  de  Montevideo. 

El  recibimiento  que  miles  de  porteños  se  preparaban  para  darle  reflejaba 
en  gran  medida  el  orgullo  que  habían  sentido  al  leer  diariamente  las  crónicas  de 
sus  visitas,  paseos,  almuerzos,  etc.  El  corresponsal  de  Democracia,  Valentín 
Thiebaud,  se  ocupaba  de  publicar  con  lujo  de  detalles  todos  los 
acontecimientos.  Sus  artículos  venían  acompañados  por  las  excelentes 
fotografías  de  Emilio  Abras  y  revelaban  una  Evita  desconocida,  que  muy  poco 
tenía  que  ver  con  la  imagen  que  muchos  porteños  guardaban  de  ella:  una 
muchacha  de  pelo  suelto  hasta  los  hombros  y  sonrisa  suave  que  visitaba 
fábricas  trayendo  "saludos  del  coronel  Perón".  Esta  era  una  mujer  sofisticada, 
lujosamente  vestida,  que  saludaba  graciosamente  y  extendía  su  mano  fina  para 
que  se  la  besaran  presidentes,  primeros  ministros,  generales,  etc.  Era  como  si 
desde  el  mismo  momento  en  que  Evita  puso  los  pies  en  España,  se  hubiera 
convertido  en  una  persona  diferente. 

Casi  todas  las  obras  escritas  sobre  Evita  atribuyen  esta  célebre  gira  a  su 
sed  de  venganza  contra  la  oligarquía.  "No  queda  ninguna  duda  de  que  fue  a 
Europa  con  la  esperanza  de  recibir  un  marquesado  pontificio",  afirma  Mary 
Main,  "honor  que  sería  una  injuria  para  sus  enemigos  y  que  sólo  se  había 
concedido  a  una  o  dos  de  las  más  piadosas  entre  las  grandes  señoras 
argentinas"312. 

En  verdad,  el  propósito  del  viaje  nunca  fue  debidamente  aclarado  por  el 
gobierno  argentino.  Según  Evita,  fue  a  España  llevando  "un  mensaje  de  paz". 
Así  lo  afirmó  antes  de  irse,  en  una  declaración  retransmitida  en  la  Argentina  el 
11  de  junio  y  en  su  discurso  de  llegada.  Si  realmente  fue  ese  el  propósito,  el 
mensaje  estaba  dirigido  solamente  al  pueblo  español.  No  cruzó  los  Pirineos 
pues  en  los  otros  países  que  Evita  recorrió,  no  lo  mencionó,  y  su  interés  era 
visitar  institutos  de  asistencia  social.  No  solamente  es  lo  que  hizo,  sino  que 
también  lo  ratifica  en  La  razón  de  mi  vida313.  Lo  más  probable,  entonces,  es  que 
"el  mensaje  de  paz"  haya  sido  una  racionalización  convenientemente  creada  por 
la  Subsecretaría  de  Información  para  justificar  el  deseo  de  Evita  de  ir  a  España. 

En  su  libro  tantas  veces  mencionado,  Perón  relata  que  la  invitación 
estuvo  en  un  principio  dirigida  a  él  y  que  al  no  poder  aceptarla  decidió  que  lo 
reemplazara  Evita314.  Desde  el  punto  de  vista  español,  la  invitación  a  Perón 
tenía  sentido.  La  derrota  del  fascismo  había  significado  un  aislamiento 
peligroso  para  el  gobierno  de  Franco  y  su  visita  demostraría  que  éste  no  era 
total.  A  la  vez,  seguía  cultivando  las  excelentes  relaciones  que  había  mantenido 
con  la  Argentina  desde  1943  y  especialmente  con  Perón,  a  quien  había 


Mary  Main,  op.  cit.,  p.  80.  Las  dos  marquesas  pontificias  eran  Adelina  María  Harilaos  de 
Olmos  y  María  Unzué  de  Alvear.  En  su  "Historia  del  peronismo",  Primera  Plana  también  repite  esta 
versión  sin  fundamentarla  mejor  que  Mary  Main.  Véase:  N°  206,  8  de  diciembre  de  1968. 

313  Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  224. 

314  Juan  Perón,  op.  cit.,  p.  56. 


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condecorado  el  año  anterior,  y  se  ganaba  su  buena  voluntad  para  firmar  un 
acuerdo  comercial  que  le  proporcionaría  el  trigo  que  España  necesitaba  de 
urgente.  Si  el  gobierno  de  Franco  quedó  defraudado  cuando  Perón  rehusó  la 
invitación  y  propuso  a  Evita,  no  lo  dejó  traslucir,  pues  desde  su  punto  de  vista 
no  faltaban  razones  diplomáticas  para  que  ella  fuera  recibida  oficialmente,  si  es 
que  con  ello  conseguía  sus  objetivos.  De  hecho,  el  9  de  abril  de  1948,  la 
Argentina  y  España  firmaron  un  protocolo  adicional  al  tratado  comercial 
suscrito  el  30  de  octubre  de  1946,  por  el  cual  este  país  recibía  un  crédito  de 
setecientos  millones  de  pesos. 

Del  lado  argentino,  la  situación  es  mucho  menos  clara.  En  este  período,  la 
Argentina  buscaba  romper  el  aislamiento  que  había  resultado  de  su  política 
neutralista  durante  la  Segunda  Guerra  Mundial.  El  5  de  julio  de  1946,  Perón 
había  reanudado  relaciones  diplomáticas  con  la  Unión  Soviética;  en  el  mes  de 
agosto  de  ese  mismo  año,  las  Cámaras  habían  ratificado  las  Actas  de 
Chapultepec  y  a  principios  de  1947,  la  Argentina  se  disponía  a  participar  en  la 
Conferencia  Interamericana  de  Cancilleres  que  se  realizaría  en  el  mes  de  agosto 
en  Quitandinha.  Las  relaciones  con  los  Estados  Unidos,  que  habían  mejorado 
sensiblemente  con  la  llegada  del  nuevo  embajador  George  S.  Messersmith, 
continuarían  tensas  hasta  la  renuncia  de  Spruille  Braden,  el  3  de  julio  de  1947. 

Pocos  eran  los  gobiernos  que  habían  mantenido  relaciones  estrechas  con 
la  Argentina  a  partir  de  1943  y  el  de  Franco  se  contaba  entre  éstos.  Pero  en 
circunstancias  en  que  la  Argentina  modificaba  su  política  exterior,  no  era  el 
momento  más  adecuado  ni  para  Perón  ni  para  Evita  de  hacer  un  viaje 
precisamente  a  España.  Una  de  las  razones  por  las  cuales  Evita  visitó  varios 
países  habría  sido  la  oposición  inicial  de  Bramuglia  al  proyecto  por  considerar 
que  ponía  en  peligro  la  política  de  acercamiento  entre  la  Argentina  y  los 
Estados  Unidos,  ya  que  este  gobierno  no  tenía  todavía  relaciones  diplomáticas 
con  Franco.  Evita  habría  insistido  en  realizarlo,  acordando  incluir  en  su 
recorrida  Italia  y  Francia  para  contrarrestar  los  efectos  negativos  que  pudiera 
causar  su  presencia  en  España. 

Según  Hernán  Benítez,  el  viaje  de  Evita  se  debió  además  a  la  necesidad 
por  parte  del  gobierno  argentino  de  fortalecer  sus  relaciones  diplomáticas  con  el 
Vaticano.  Perón  no  contaba  con  el  apoyo  entusiasta  de  la  jerarquía  eclesiástica, 
tradicionalmente  aliada  a  los  gobiernos  de  la  oligarquía.  Veía  con  inquietud 
algunas  de  sus  reformas,  a  pesar  de  que  la  Iglesia  había  resultado  beneficiada 
por  la  política  de  los  gobiernos  militares  desde  1943  y  que  algunos  sacerdotes  se 
habían  plegado  abiertamente  al  peronismo315. 

Del  lado  argentino  parecería,  sin  embargo,  que  la  voluntad  o  capricho  de 
Evita  primaron  sobre  las  razones  diplomáticas  y  que  el  viaje  se  realizó  porque 
ella  quiso  ir  a  España.  Por  otra  parte,  nada  tiene  de  extraño  que  deseara  hacerlo. 
Seguramente  son  muchos  los  argentinos  que  alguna  vez  han  sentido  el  deseo  de 
ir  a  España  o  Francia  y  ella  no  tenía  por  qué  ser  diferente.  Cuando  aún  la 
perspectiva  de  un  viaje  como  el  que  hizo  era  muy  lejana,  ya  soñaba  con  ir  a 


Entrevista  con  Hernán  Benítez. 


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Europa  o  por  lo  me  nos  así  se  lo  dijo  a  un  periodista  que  la  entrevistó  en  1945316. 
Este  deseo  seguramente  se  reavivó  cuando  llegó  la  invitación  del  gobierno 
español  y  la  impulsó  a  insistir  ante  Perón.  Por  otra  parte,  es  muy  posible 
también  que  su  vanidad  y  su  tendencia  al  exhibicionismo  hayan  incidido  para 
que  ella  concibiera  su  viaje  como  una  gira  espectacular.  Después  de  todo,  los 
cambios  que  se  habían  dado  en  su  vida  eran  como  para  que  se  sintiera  inclinada 
a  exhibirlos.  Además,  era  la  primera  vez  que  la  esposa  del  presidente  argentino 
era  invitada  oficialmente  por  un  gobierno  extranjero  y  no  podía  dejar  pasar  la 
oportunidad  de  ser  recibida  en  una  audiencia  privada  por  el  Papa.  También  es 
posible  que  Evita  viera  su  viaje  no  como  una  manera  de  hacerse  aceptar  por  la 
oligarquía,  tal  como  se  ha  dicho,  sino  como  un  desafío,  una  demostración  en 
gran  escala  de  que  ella  podía  jugar  el  papel  de  Primera  Dama,  tan  bien  o  mejor 
que  cualquiera  de  las  oligarcas  que  tanto  la  criticaban.  Aunque  Evita 
demostraba  indiferencia  ante  los  ataques  de  la  oligarquía,  le  dolían  y  así  lo 
indican  sus  palabras  en  numerosas  ocasiones,  si  bien,  en  vez  de  impulsar  a 
cambiar  su  comportamiento,  por  lo  general  le  servían  de  acicate  para 
mantenerlo  y  reforzarlo.  Siguiendo  la  distinción  que  hace  en  La  razón  de  mi  vida , 
Evita  decidió  que  en  su  viaje  a  Europa  haría  "el  papel  de  Eva  Perón"  que  es  un 
"trabajo  de  los  días  de  fiesta,  de  recibir  honores,  de  funciones  de  gala". 

Dando  rienda  a  su  instinto  teatral,  Evita  preparó  su  excursión  como  una 
gran  actriz  cuida  hasta  los  mínimos  detalles  de  su  última  y  única  actuación.  Era 
la  estrella  que  se  sabe  hermosa  y  todo  contribuirá  a  transformarla  de  la  noche  a 
la  mañana  en  una  belleza  deslumbrante.  Su  pelo,  cada  vez  más  rubio,  hace 
resaltar  sus  ojos  oscuros  y  aterciopelados.  Tiene  una  piel  extraordinaria, 
nacarada,  fresca,  que  no  esconde  bajo  el  maquillaje.  La  nariz  un  poco  fuerte  y 
los  dientes  un  tanto  pronunciados  se  suavizan  bajo  su  sonrisa  llena.  Su  ropa, 
desde  sus  trajes  de  noche  hasta  sus  capas  de  zorro  blanco,  sus  joyas  rutilantes  y 
sus  gestos  teatrales,  como  cuando  se  saca  los  pendientes  de  diamantes  ante  la 
Virgen  del  Pilar,  deja  "generosos  donativos",  o  extiende  su  mano  de  dedos 
alargados  para  que  la  besen,  están  calculados  para  causar  efecto.  Es  la  gran 
primera  actriz,  la  estrella  que  dejará  un  recuerdo  inolvidable,  y  lo  consigue. 

Prueba  de  ello  es  no  sólo  la  reacción  que  produce  en  el  pueblo  español 
sino  también  en  la  prensa  internacional.  En  el  mes  de  julio,  la  revista  Time 
publicó  un  número  con  la  fotografía  de  Evita  en  la  portada  y  el  artículo  de 
fondo  dedicado  a  ella.  A  pesar  de  la  visible  antipatía  que  el  autor  sentía  por  el 
personaje  —y  por  Perón—,  no  pudo  menos  que  expresar  su  sorpresa  ante  las 
muestras  de  afecto  que  le  tributaba  el  pueblo  español  y  el  impacto  que  tenía  su 
figura  en  todos  los  países  que  recorría317. 

Este  artículo  reflejaba  asimismo  los  comentarios  de  la  oposición  que 
protestaba,  con  razón,  por  los  gastos  que  ocasionaba  el  viaje  y  los  chismes  que 
circulaban  en  los  salones  de  Buenos  Aires  ante  la  gira  triunfal  de  Evita.  A 
medida  que  pasaban  los  días,  se  multiplicaban  las  historias  sobre  supuestos 
incidentes  que  revelaban  su  falta  de  cultura,  sus  actitudes  insolentes  con 


Véase  cap.  II,  5. 

317  Time,  1  de  julio  de  1947. 


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Franco,  su  rabia  porque  el  Papa  no  la  había  hecho  marquesa  pontificia,  sus 
salidas  nocturnas  en  París  y  su  compra  de  modelos  de  alta  costura,  después  de 
un  desfile  que  los  grandes  modistos  organizaron  para  ella  en  el  Ritz,  y  su 
despecho  porque  no  la  recibía  la  reina  de  Inglaterra318. 

Todos  estos  rumores  no  afectaron  para  nada  el  recibimiento  que  le 
tributaron  miles  de  porteños  el  día  de  su  llegada.  El  Ciudad  de  Montevideo  se 
acercó  a  la  Dársena  Norte  a  las  tres  de  la  tarde.  Una  alfombra  roja  cubría  el 
camino  desde  el  andén  del  desembarcadero,  a  través  de  la  Aduana  hasta  los 
jardines  interiores  de  la  Dirección  General  de  Migraciones,  frente  a  la  cual  se 
había  instalado  un  palco.  El  muelle  rebosaba  de  gente  con  carteles,  banderas  y 
entre  las  sirenas  de  los  barcos  se  oían  sus  aclamaciones.  Perón,  el  gabinete  en 
pleno,  legisladores,  Doña  Juana,  las  hermanas  de  Evita  y  numerosas 
delegaciones  sindicales  la  esperaban  con  impaciencia.  Una  flotilla  con  sus 
mástiles  engalanados  la  acompañó  al  entrar  al  puerto,  mientras  un  avión,  con  la 
palabra  "bienvenida"  pintada  en  sus  alas,  hacía  evoluciones  bajo  el  sol.  En  la 
punta  de  estribor,  Evita,  visiblemente  emocionada,  saludaba  agitando  un 
pañuelo.  Saltó  a  tierra  sin  que  terminaran  de  poner  la  planchada  y  en  su  apuro 
por  descender  se  desencontró  con  Perón.  Finalmente,  se  confundieron  en  un 
largo  y  apretado  abrazo.  Un  momento  después,  subieron  al  palco  mientras 
Evita  seguía  sin  poder  contener  las  lágrimas.  Raúl  Costa,  presidente  de  la 
comisión  de  recepción,  dio  la  bienvenida  a  "La  Dama  de  la  Esperanza".  Habló 
luego  Freire  y  cuando  le  llegó  el  turno  a  Evita,  sintiéndose  entre  los  suyos,  no 
perdió  tiempo  en  retomar  su  estilo  de  oratoria.  "Con  profunda  emoción  llego 
después  de  varios  meses  de  ausencia,  a  esta  mi  querida  patria,  en  la  que  dejé 
mis  tres  gran  amores:  a  mi  tierra,  mis  descamisados  y  mi  querido  General 
Perón...  Yo  he  llevado  un  mensaje  de  paz  de  nuestro  pueblo,  pero  es  inútil 
hablar  de  paz  mientras  continúan  las  odiosas  diferencias  sociales,  mientras  no 
se  haya  logrado  que  existan  menos  ricos  y  menos  pobres  y  mientras  no  haya 
paz  en  los  corazones  y  en  los  espíritus."  Más  adelante  les  aseguró  que  su  viaje 
no  la  había  cambiado.  "Tengan  ustedes  la  plena  seguridad  de  que  la  compañera 
Evita  viene  con  más  bríos  que  nunca  a  seguir  siendo  el  puente  espiritual  entre 
los  descamisados  y  el  general  Perón;  viene  a  situarse  al  pie  del  cañón,  en  la 
Secretaría  de  Trabajo,  al  lado  de  ustedes."  Después  de  atacar  a  la  oligarquía 
porque  la  había  "seguido  al  viejo  mundo  tratando  de  difamarme"  y  de 
recomendar  a  los  descamisados  una  vez  más  seguir  la  bandera  de  Perón,  se 
despidió  de  ellos  hasta  el  lunes,  día  en  que  se  volverían  a  encontrar  en  la 
"Secretaría  de  Trabajo".319 


Véase  por  ejemplo  los  detalles  ofrecidos  en  el  artículo  de  Time.  Cabe  señalar  que  los 
rumores  que  aparecen  en  esta  revista,  repetidos  en  términos  generales  en  las  obras  ya  citadas  que  se 
han  escrito  sobre  Evita,  son  diametralmente  opuestos  a  las  versiones  que  relatan  algunos  miembros  de 
su  comitiva.  En  ambos  casos,  los  justificativos  ideológicos  actúan  poderosamente,  contribuyendo  así  a 
mantener  la  confusión  sobre  muchos  episodios  de  este  viaje. 

319  Democracia,  24  de  agosto  de  1947. 


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Evita 


Capítulo  VIII 

El  voto  femenino 


El  23  de  setiembre  de  1947,  exactamente  un  mes  después  del  retorno  de 
Evita  a  Buenos  Aires,  la  CGT  organizó  una  concentración  frente  a  la  Casa 
Rosada  para  celebrar  la  promulgación  de  la  Ley  13.010  que  concedía  el  voto  a  la 
mujer.  A  pesar  de  la  tarde  lluviosa,  un  público  numeroso,  en  el  que 
predominaban  los  hombres  según  La  Nación,  se  agolpó  en  la  plaza  desde 
temprano  y  entre  estribillos  y  canciones  esperó  pacientemente  el  comienzo  del 
acto.  Después  de  cantar  el  Himno  Nacional,  hombres  y  mujeres  aplaudieron 
con  entusiasmo  cuando  Perón  y  Borlenghi  firmaron  el  decreto  y  luego  aquél  se 
lo  entregó  a  Evita  en  un  gesto  simbólico  que  expresaba  públicamente  el 
reconocimiento  del  gobierno  por  su  campaña  en  favor  de  los  derechos  políticos 
de  la  mujer. 

Por  lo  general,  tanto  la  literatura  peronista  como  la  antiperonista 
atribuyen  la  sanción  de  la  Ley  13.010  en  gran  parte  a  los  esfuerzos  de  Evita. 
Entre  los  numerosos  ejemplos  que  podrían  citarse,  un  artículo  de  Democracia  la 
describe  como  "la  trabajadora  incansable  que  con  su  tesonera  y  decidida  labor 
consiguió  movilizar  en  un  solo  y  apretado  haz  la  conciencia  cívica  de  las 
mujeres  del  país  y  obtener  del  Congreso  Nacional  la  sanción  de  esta  conquista 
que  se  incorporará  por  derecho  propio  a  nuestra  historia"320.  Algunas  fuentes 
señalan  que  la  ley  se  debió  casi  exclusivamente  a  la  influencia  que  Evita  ejerció 
sobre  las  Cámaras  por  intermedio  de  legisladores  amigos  suyos321. 

No  hay  duda  alguna  de  que  Evita  participó  en  la  campaña  en  favor  del 
voto  femenino,  pero  ella  no  jugó  un  papel  decisivo  en  la  aprobación  de  la 
medida.  Emprendió  la  lucha  por  el  voto  al  final  de  ésta,  ya  que  las  feministas 
argentinas  habían  tratado  de  obtener  el  sufragio  desde  principios  de  siglo. 
Cuando  se  incorpora  al  movimiento,  el  Senado  de  la  República  ya  había 
aprobado  un  proyecto  de  ley.  Además  lo  hace  en  momentos  en  que  las 
condiciones  para  la  adopción  del  sufragio  eran  propicias,  tanto  en  el  país  como 
en  el  resto  del  mundo.  En  Latinoamérica,  las  Conferencias  de  Estados 
Americanos  se  pronunciaban  por  el  sufragio  desde  la  Octava  Conferencia.  Esta 
tuvo  lugar  en  Lima  en  1938  y  en  ella  se  aprobó  una  Declaración  en  Favor  de  los 
Derechos  de  la  Mujer.  La  Conferencia  Interamericana  sobre  Problemas  de  la 


Democracia,  12  de  mayo  de  1948.  La  misma  Evita  se  atribuye  la  sanción  de  los  derechos 
políticos  de  la  mujer.  Véase  La  razón  de  mi  vida. 

321  Véase  por  ejemplo  Historia  del  peronismo,  Primera  Plana,  N°  210,  3  de  enero  de  1967,  p.  36. 


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Guerra  y  la  Paz  reunida  en  Chapultepec,  México,  en  1945,  había  declarado 
también  que  los  países  americanos  que  no  habían  concedido  el  voto  a  la  mujer 
debían  hacerlo  y  para  cuando  termina  la  Segunda  Guerra  Mundial,  las  mujeres 
ya  podían  votar  en  Ecuador,  Brasil,  Uruguay,  Cuba  y  El  Salvador. 

La  promulgación  de  la  Ley  13.010  de  ninguna  manera  puede  verse  como 
consecuencia  directa  de  la  acción  de  Evita.  Sin  desmerecer  para  nada  el  papel 
que  cumplió  en  la  conquista  del  voto  femenino,  el  examen  imparcial  de  los 
hechos  revela  que  éste  fue  el  resultado  del  apoyo  entusiasta  que  Perón  le  prestó 
al  proyecto  desde  un  principio,  de  la  composición  de  las  Cámaras, 
mayoritariamente  peronistas,  y  de  la  falta  de  oposición  por  parte  de  la  minoría. 
En  un  sentido  más  amplio  es,  además,  la  culminación  de  un  largo  y  arduo 
proceso  en  el  que  participaron  numerosas  agrupaciones  de  mujeres  que 
conformaron  el  movimiento  feminista  argentino. 

Las  primeras  agrupaciones  feministas  surgieron  como  parte  del 
movimiento  mundial  por  la  emancipación  de  la  mujer  que  se  inició  en  los 
Estados  Unidos  y  en  Inglaterra.  Sus  integrantes  fueron  en  su  mayoría  mujeres 
universitarias  de  clase  media  alta  que  a  pesar  de  las  resistencias  que  habían 
encontrado  a  cada  paso,  tanto  en  sus  hogares  como  en  los  institutos  de 
enseñanza,  habían  logrado  terminar  sus  carreras.  En  algunos  casos,  como  en  el 
de  Cecilia  Grierson,  las  dificultades  continuaban  aún  después  de  recibirse:  en 
1889,  cuando  la  primera  médica  argentina  finalizó  sus  estudios,  descubrió  que 
no  podía  ejercer  su  profesión  legalmente.  Grierson,  junto  con  otras  mujeres  tales 
como  Petrona  Eyle,  Julieta  Lanteri  Renshaw,  Alicia  Moreau  de  Justo,  Sara  Justo, 
Raquel  Camaña  y  Elvira  Rawson  de  Dellepiane,  iniciaron  la  lucha  por  la 
reforma  de  la  condición  civil  de  la  mujer,  cuestionando  su  interiorización  legal, 
su  exclusión  como  ciudadanas  y  su  falta  de  educación.  Para  Moreau  de  Justo, 
esta  primera  generación  tuvo  "la  audacia  de  romper  el  silencio  que  envolvía 
esos  problemas  (los  derechos  civiles  y  políticos,  situación  de  los  hijos,  legítimos 
o  no,  organización  de  la  familia,  divorcio,  represión  del  alcoholismo,  de  la 
prostitución,  del  juego)  en  una  época  en  que  muchísimos  hombres  no  se 
atrevían  a  discutir  públicamente  algunos  de  ellos".322 

La  participación  de  Grierson  en  la  segunda  reunión  de  la  famosa 
organización  sufragista  Congreso  Internacional  de  Mujeres  (International 
Council  of  Women,  ICW)  celebrada  en  Londres  en  1889,  la  llevó  a  fundar  el 
Consejo  de  Mujeres  en  setiembre  de  1900.  Albina  V.  Praet  de  Sala,  por  entonces 
también  presidenta  de  la  Sociedad  de  Beneficencia  de  la  Capital,  fue  su  primer 
presidenta.  La  nómina  de  las  personas  que  asistieron  a  la  reunión  preparatoria 
indica  que  las  asistentes  representaban  en  su  mayoría  instituciones  de 
beneficencia  como  el  Patronato  de  la  Infancia  y  la  Sociedad  Protectora  de 
Huérfanos  Militares,  pero  las  había  también  del  Belgrano  Mandolin  Club  y 


Alicia  Moreau  de  Justo,  La  mujer  en  la  democracia,  Buenos  Aires:  "El  Ateneo",  1945,  p.  163, 
citado  en  Marysa  Navarro  Gerassi,  "Movimiento  de  mujeres  y  participación  política",  en  Informe  de 
investigación  patrocinada  por  el  Programa  Nacional  de  Investigación  Científica  y  Desarrollo  Técnico  de  la 
Comisión  Interministerial  de  Ciencia  y  Tecnología  del  Ministerio  de  Educación  y  Ciencia  (España),  dirigida 
por  Lola  G.  Luna,  1994. 


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hasta  del  Buenos  Aires  Herald.  De  las  treinta  y  siete  asistentes,  dieciséis  tenían 
apellidos  ingleses323. 

El  problema  del  sufragio  planteó  una  crisis  en  el  Consejo  Nacional  de 
Mujeres  poco  después  de  su  fundación,  porque  algunas  de  sus  integrantes 
querían  que  la  nueva  agrupación  tomara  posición  ante  el  voto  femenino.  En 
esta  instancia,  las  sufragistas  perdieron  la  batalla  y  el  Consejo  se  mantuvo 
neutral324.  Pero  a  partir  de  1905  comenzaron  a  surgir  agrupaciones  abiertamente 
sufragistas  tales  como  el  Centro  Feminista,  luego  llamado  Centro  Manuela 
Gorriti,  fundado  en  1905  por  Moreau  de  Justo,  Sara  Justo,  Lanteri  Renshaw  y 
Rawson  de  Dellepiane.  En  1919,  esta  última,  madre  de  siete  hijos,  médica  y 
esposa  del  dirigente  radical  Manuel  Dellepiane,  fundó  la  Asociación  pro 
Derechos  de  la  Mujer  para  no  soportar  "mansamente  las  cadenas  con  que 
códigos  y  prejuicios  limitan  nuestra  acción  y  humillan  nuestra  dignidad  de 
seres  conscientes".325 

En  mayo  de  1910,  Buenos  Aires  fue  la  sede  del  Primer  Congreso 
Femenino  Internacional  en  el  cual  participaron  delegadas  chilenas,  uruguayas  y 
paraguayas.  En  éste  se  adoptaron  una  serie  de  resoluciones  que  iban  desde  la 
necesidad  de  modificar  el  Código  Civil  y  dictar  leyes  para  dar  a  las  mujeres 
derechos  civiles  iguales  a  los  hombres,  hasta  pedir  que  se  hiciera  "propaganda 
en  las  escuelas  y  en  los  hogares  para  dar  a  conocer  los  peligros  del  beso  y  del 
mate"326.  El  congreso  también  aprobó  un  proyecto  de  ley  de  derechos  políticos 
que  fue  entregado  al  diputado  socialista  Alfredo  L.  Palacios  para  que  lo 
presentara  en  las  Cámaras.  En  1912,  sin  embargo,  cuando  el  Parlamento  adoptó 
la  nueva  ley  electoral  conocida  como  la  Ley  Sáenz  Peña  o  "Ley  de  voto 
universal",  las  mujeres  ni  siquiera  fueron  tema  de  discusión  en  las  Cámaras. 

En  la  década  del  veinte,  una  vez  que  se  reforma  el  Código  Civil  en  1926  y 
se  altera  parcialmente  la  inferioridad  jurídica  de  la  mujer,  la  lucha  por  el  voto  se 
transformó  en  el  objetivo  primordial  de  las  feministas  argentinas327.  Pero  el 
surgimiento  de  nuevas  agrupaciones  tales  como  el  Partido  Feminista  Nacional, 
liderado  por  Lanteri,  la  Liga  Feminista  Nacional  de  la  República  Argentina,  la 
Asociación  de  Damas  Radicales  y  la  Asociación  Argentina  del  Sufragio  no  dio 
mejores  resultados328.  Una  vez  que  el  Congreso  volvió  a  sesionar  después  del 
golpe  de  estado  de  Uriburu,  esta  última,  fundada  en  1932  por  Carmela  Home 
de  Burmeister,  se  convirtió  en  la  agrupación  que  mayor  actividad  desplegó  para 
la  obtención  del  voto  durante  la  década  de  los  treinta.  Según  su  fundadora, 
llegó  a  tener  80.000  afiliadas,  filiales  en  el  interior,  publicaba  panfletos  y  sus 


Luis  R.  Longhi,  Sufragio  femenino,  Buenos  Aires,  1932,  p.  133. 

324  Ibid.,  p.  134. 

325  Navarro  Gerassi,  op.  cit.,  p.  19. 

326  Primer  Congreso  Femenino  Internacional  de  la  República  Argentina,  Buenos  Aires,  Imprenta 
Fallica  y  Escoffier,  1910,  p.  5. 

327  Hasta  1947,  las  mujeres  solamente  podían  votar  en  elecciones  provinciales,  San  Juan,  y 
municipales,  Santa  Fe. 

328  Véase  Luis  Longhi,  op.  cit.;  Lucila  de  Gregorio  Lavié,  Trayectoria  de  la  condición  social  de  las 
mujeres  argentinas,  Santa  Fe,  Universidad  Nacional  del  Litoral;  1947,  Vera  Pichel,  Mi  país  y  sus  mujeres, 
Buenos  Aires,  ed.  Sudista,  1968. 


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dirigentes  daban  charlas  sobre  las  condiciones  de  la  mujer  en  la  sociedad 
contemporánea.  El  10  de  setiembre  de  1932,  inició  un  ciclo  de  conferencias  en  el 
Teatro  Cervantes  con  la  participación  de  monseñor  Gustavo  Franceschi  y  del 
diputado  José  María  Bustillo329.  La  presencia  de  monseñor  Franceschi  en  estas 
charlas  revelaba  por  un  lado  el  conservadorismo  de  la  Asociación  y  por  otro,  la 
creciente  preocupación  de  la  Iglesia  por  el  número  de  mujeres  que  trabajaban 
fuera  de  su  casa  y  los  efectos  que  esto  podría  tener  sobre  la  familia, 
preocupación  que  en  el  caso  de  monseñor  Miguel  de  Andrés,  obispo  auxiliar  de 
Terrinos,  lo  llevó  a  fundar  el  Sindicato  de  Obreras  Católicas. 

También  en  1932,  cuando  el  presidente  Justo  fue  al  Congreso  para 
inaugurar  el  período  parlamentario,  la  Asociación  Argentina  del  Sufragio 
organizó  una  manifestación  durante  la  cual  sus  afiliadas  arrojaron  volantes  al 
paso  de  las  autoridades330.  Este  debe  haber  sido  el  acto  más  audaz  de  las 
feministas  argentinas  en  esta  etapa,  pues  contrariamente  a  las  de  otros  países, 
no  fueron  nunca  militantes  capaces  de  salir  a  la  calle  y  emprender  acciones 
dramáticas  si  con  ello  adelantaban  su  causa.  En  Inglaterra,  a  partir  de  1905,  las 
feministas  empiezan  a  provocar  conflictos  en  reuniones  políticas,  van  a  la  cárcel 
porque  no  quieren  pagar  las  multas  que  les  imponen,  hacen  huelgas  de  hambre 
y,  hacha  en  mano,  recorren  las  calles  elegantes  como  Bond  Street  y  Regent 
Street,  rompiendo  vidrieras  y  hasta  las  ventanas  de  la  residencia  del  Primer 
Ministro  331 

Este  tipo  de  militancia  no  tuvo  su  contrapartida  en  las  feministas 
argentinas.  Buscaban  esclarecer  la  opinión  pública  y  cambiar  las  leyes  existentes 
con  petitorios  que  durante  años  fueron  cortésmente  recibidos  por  las  Cámaras, 
para  luego  ser  prolijamente  archivados.  Según  los  diarios  de  sesiones  de  la 
Cámara  de  Diputados,  el  diputado  socialista  Alfredo  L.  Palacios  presentó  el 
primer  proyecto  de  ley  para  darle  los  derechos  políticos  a  la  mujer  en  1911  y 
hasta  la  sanción  de  la  Ley  13.010,  en  1947,  se  presentaron  un  total  de  quince332. 

Cuando  el  país  volvió  a  la  normalidad  constitucional  bajo  Justo,  las 
feministas  reanudaron  sus  esfuerzos  por  conseguir  el  voto.  En  1932,  obtuvieron 
que  se  designara  una  comisión  interparlamentaria  constituida  por  los  senadores 
Alfredo  L.  Palacios  (uno  de  los  legisladores  que  más  apoyó  a  las  feministas  en 
su  lucha),  Matías  Sánchez  Sorondo  (conservador)  y  Atanasio  Eguiguren 
(radical)  y  los  diputados  J.  H.  Martínez  (conservador),  Silvio  L.  Ruggieri 
(socialista),  Vicente  Pomponio  (radical),  Joaquín  Argoriz  (radical)  y  Fernando 
de  Andréis  (socialista  independiente),  para  estudiar  la  cuestión.  La  comisión 
presentó  tres  proyectos  en  la  Cámara  de  Diputados.  El  de  la  mayoría  proponía 
que  todas  las  mujeres  de  18  años  nacidas  en  la  Argentina  tuvieran  los  mismos 


Carmela  Horne  de  Burmeister,  Cómo  se  organizó  en  la  Argentina  el  movimiento  femenino  en 
favor  de  los  derechos  políticos  de  la  mujer  por  el  Comité  Argentino  Pro  Voto  de  la  Mujer.  Asociación 
Argentina  del  Sufragio  Femenino. 

330  Ibid.,  p.  16. 

331  El  único  grupo  argentino  que  sostenía  una  posición  feminista  que  recordaba  los  planteos  de 
las  feministas  inglesas,  aunque  no  sus  prácticas  era  el  liderado  por  Julieta  Lanteri. 

332  Vera  Pichel  señala  que  hubo  veinte  proyectos  en  veintitrés  años;  ver  Vera  pichel,  op.  cit.,  p. 
70. 


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derechos  que  los  varones,  con  excepción  del  servicio  militar,  y  declaraba  el  voto 
obligatorio.  El  de  la  minoría  lo  hacía  voluntario  y  el  tercer  proyecto  tenía 
modificaciones  con  respecto  a  la  obligatoriedad  y  a  la  inscripción  en  el  padrón 
electoral. 


La  pasión  por  los  sombreros.  Paseando  por  Italia,  julio  de  1947. 


En  dos  sesiones  ruidosas,  con  las  galerías  colmadas  de  mujeres,  la 
Cámara  de  Diputados  aprobó  el  proyecto  de  la  mayoría.  El  Senado,  en  cambio, 
a  pesar  de  los  esfuerzos  de  Palacios,  resolvió  mandar  la  cuestión  a  su  comisión 
de  asuntos  constitucionales.  El  Senado,  dominado  por  los  conservadores,  tomó 
esta  medida  en  una  sesión  a  la  cual  el  senador  Eguiguren  no  asistió  y  en  la  que 
el  otro  miembro  de  la  comisión  parlamentaria,  Sánchez  Sorondo,  votó  a  favor 
de  la  resolución.  Como  era  de  esperar,  la  Comisión  de  Negocios 
Constitucionales  no  encontró  el  tiempo  suficiente  para  discutir  el  problema.  Un 
año  más  tarde,  en  agosto  de  1933,  el  senador  Nicolás  Matienzo  pidió  el  pronto 
despacho  del  proyecto,  pero  no  tuvo  éxito.  Palacios  repitió  el  pedido  al  año 
siguiente  con  el  mismo  resultado.  El  11  de  junio  de  1935,  Palacios  y  Mario  Bravo 
presentaron  una  vez  más  el  mismo  proyecto  en  el  Senado  y  Silvio  L.  Ruggieri  lo 
hizo  en  Diputados.  De  nuevo  fue  remitido  a  la  Comisión,  de  donde  no  salió.  En 


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el  Senado  también  murieron  los  proyectos  presentados  en  1938,  1939  y  1942, 
todos  enterrados  por  la  mayoría  conservadora. 

En  general,  los  argumentos  de  los  legisladores  que  apoyaban  el  voto  para 
la  mujer  tendían  a  probar  que  éstas  eran  seres  tan  inteligentes  como  los 
hombres,  que  no  perdían  su  "dignidad"  al  votar,  que  el  ejercicio  del  voto  no 
había  aumentado  "la  corrupción  electoral",  no  alteraba  la  estructura  de  la 
familia  y  que  las  mujeres  "no  votan  como  clase,  ni  como  sexo,  votan 
individualmente.  En  ningún  país  las  electoras  forman  un  partido  de  mujeres 
contra  los  hombres  y  por  lo  tanto  los  peligros  del  feminismo  no  existen"333.  Por 
su  parte,  los  legisladores  socialistas  dejaban  de  lado  este  tipo  de  argumentos  y 
hacían  hincapié  en  la  mujer  obrera  y  en  la  importancia  que  ésta  tenía  en  la 
fuerza  de  trabajo. 

En  cuanto  a  los  legisladores  que  se  oponían  al  voto,  lo  hacían  por 
entender  que  la  inteligencia  de  la  mujer  era  dominada  por  las  emociones  o 
porque  el  problema  era  muy  serio  —  tan  serio  que  necesitaba  ser  estudiado  con 
mucha  profundidad  —  o  porque  era  una  medida  apresurada  pues  todavía  no  se 
podían  ver  claramente  los  resultados  en  los  países  que  la  habían  adoptado.  En 
algunos  casos,  recurrían  a  la  burla  y  al  ridículo.  Según  el  diputado  Francisco 
Uriburu:  "¡Para  qué  diablos  transformar  los  hogares  en  infiernos,  donde  la 
dueña  de  casa  será  demócrata  nacional,  la  cocinera  socialista,  la  mucama 
socialista  independiente  (risas),  la  lavandera  radical  antipersonalista...  (risas)  y 
la  institutriz  demócrata  progresista!  ( hilaridad )"334. 

Las  feministas  argentinas  no  lograron  elaborar  una  acción  conjunta 
durante  toda  la  década  del  treinta  por  sus  divisiones  ideológicas.  Sus  prejuicios 
de  clase  y  los  planteos  esenciales  reformistas  que  las  dominaban  quedaban 
desenmascarados  en  sus  petitorios  dirigidos  al  Parlamento.  Así  por  ejemplo,  la 
Asociación  Argentina  para  el  Sufragio,  quizás  el  grupo  sufragista  más 
importante  en  la  década  del  treinta,  explicaba  que  quería  el  voto  solamente  para 
las  mujeres  que  supieran  leer  y  escribir  y  además  fueran  mayores  de  edad. 
Pedía  que  no  se  le  diera  el  voto  a  la  mujer  a  los  dieciocho  años,  porque  no  hacía 
el  servicio  militar.  En  cuanto  al  problema  de  si  se  le  debía  dar  el  voto  a  las 
analfabetas,  decía  que  éstas  eran  diferentes  a  los  varones  analfabetos  pues  ellos 
conocían  a  los  partidos  políticos.  "Creemos  que  el  voto  debe  darse  a  las  capaces 
y  no  a  las  incapaces.  Si  hubo  error  al  acordarlo  a  los  incapaces  hombres,  debe 
corregirse  y  no  incurrir  en  otro  nuevo...  pedimos  que  al  dictarse  la  ley 
acordando  el  voto  a  la  mujer,  sea  para  la  alfabeta  mayor  de  edad  y  argentina 
nativa,  porque  para  extenderlo  a  las  demás  hay  tiempo,  mientras  dándolo  a  las 
incapaces  y  extranjeras  significaría  incurrir  en  un  error  irreparable"335.  Las 
socialistas,  entre  las  que  se  destacaba  la  figura  de  Moreau  de  Justo,  rechazaban 
estas  restricciones  y  pedían  el  voto  y  además  el  divorcio.  Otras  feministas  en 


Argentina,  Congreso  Nacional,  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados,  Buenos  Aires, 
Imprenta  del  Congreso  Nacional,  1933,  t.  II,  p.  311. 

334  Ibid.,  tomo  VI,  p.  48. 

335  Ibid.,  tomo  V,  p.  64. 


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cambio,  consideraban  que  éstas  eran  cuestiones  enteramente  diferentes  y 
exigían  su  separación. 

A  pesar  del  poco  éxito  que  tenían  sus  tácticas,  las  feministas  no  las 
modificaron.  En  la  segunda  mitad  de  la  década  del  treinta,  sus  esfuerzos  por 
cambiar  la  legislación  decaen  sensiblemente  y  uno  de  los  últimos  petitorios 
recibidos  por  la  Cámara  de  Senadores  fue  el  que  presentó  en  1938  la  Unión  de 
Mujeres  Argentinas,  firmado  por  Susana  Lar  guía  y  Victoria  Ocampo336.  Al  igual 
que  los  partidos  políticos,  las  feministas  sintieron  los  efectos  de  la  situación 
internacional,  especialmente  después  del  estallido  de  la  Segunda  Guerra 
Mundial.  Poco  a  poco,  la  conquista  del  voto  pasó  a  un  segundo  plano  pues  el 
objetivo  principal  fue  la  lucha  contra  el  fascismo,  formándose  nuevas 
agrupaciones  para  apoyar  a  los  aliados,  siendo  quizá  la  más  famosa,  la  Junta  de 
la  Victoria. 

Como  era  de  esperar,  la  Revolución  del  4  de  junio  y  la  irrupción  de  Perón 
en  el  escenario  político  incidieron  profundamente  en  el  movimiento  feminista. 
Disueltas  las  Cámaras,  se  vieron  paralizadas  pues  no  podían  redactar  más 
petitorios  y  reunir  firmas  para  éstos.  Por  otra  parte,  la  figura  de  Perón  tuvo 
sobre  ellas  un  efecto  catalizador,  pues  la  gran  mayoría  olvidó  sus  diferencias, 
dejó  de  lado  su  feminismo  y  se  reagrupó  en  torno  de  los  partidos  políticos, 
entrando  a  formar  parte  integral  de  la  oposición.  Cuando  en  julio  de  1945  corrió 
el  rumor  de  que  las  mujeres  votarían  en  las  próximas  elecciones,  solamente  la 
Asociación  de  Sufragio  Femenino  se  dirigió  a  la  Secretaría  de  Trabajo  y 
Previsión  para  pedir  que  se  hiciera  un  acto  público  en  el  que  presentaría  un 
petitorio337.  El  26  de  julio  de  1945,  tuvo  lugar  un  acto  en  la  Cámara  de 
Diputados,  presidido  por  de  Gregorio  Lavié.  Perón  asistió  éste  y  en  el  discurso 
que  pronunció  se  declaró  "partidario  de  otorgarle  el  sufragio  a  la  mujer,  porque 
no  hay  ninguna  razón  que  se  oponga  a  que  esto  llegue  a  concretarse  en  una 
realidad...  empeño  mi  palabra  como  vicepresidente,  como  ministro  y  como 
secretario  de  Trabajo  y  Previsión,  en  el  sentido  de  trabajar  incansablemente  por 
llevar  adelante  esta  hermosa  iniciativa".338 

Las  otras  agrupaciones,  en  cambio,  emitieron  declaraciones  en  contra, 
pidiendo  el  retorno  a  la  normalidad  constitucional  y  la  transferencia  inmediata 
del  gobierno  a  la  Corte  Suprema.  La  Federación  de  Mujeres  Universitarias 
exigió  "que  se  restituya  a  la  Nación  su  normalidad  Constitucional,  y  con  el  fin 
de  acelerar  los  trámites  legales  para  la  obtención  del  voto  femenino,  solicitamos 
a  todos  los  partidos  políticos  sin  distinción  que  se  pronuncien  públicamente 
sobre  el  siguiente  punto:  inmediatamente  después  de  constituidos  los  poderes 
Ejecutivo  y  Legislativo  en  forma  constitucional,  deberán  votarse  y  promulgarse 
todas  las  leyes  que  sean  necesarias  para  establecer  la  igualdad  del  hombre  y  de 
la  mujer  en  todo  lo  relacionado  con  el  goce  de  los  derechos  políticos  en  el  orden 


Argentina,  Congreso  Nacional,  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Senadores,  Buenos  Aires, 
Imprenta  del  Congreso  Nacional,  1938,1.1,  p.  334. 

337  El  23  de  setiembre  de  1947,  la  Asociación  del  Sufragio  Femenino  emitió  un  comunicado 
expresando  su  satisfacción  por  la  obtención  del  voto  y  celebró  una  misa  de  acción  de  gracias. 

338  La  Nación,  27  de  julio  de  1945. 


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nacional,  provincial  y  municipal"339.  El  3  de  setiembre  realizaron  una  Asamblea 
Nacional  de  Mujeres  a  la  cual  asistieron  unas  400  personas  "para  examinar  la 
posición  de  la  mujer  frente  a  la  situación  institucional  por  la  que  atraviesa  el 
país  y  frente  al  voto  femenino"340.  El  lema  de  la  asamblea,  "Sufragio  femenino 
pero  sancionado  por  un  Congreso  elegido  en  comicios  honestos",  reflejaba  su 
verdadero  propósito,  o  sea  reafirmar  que  el  sufragio  solamente  podía  ser 
concedido  por  el  Parlamento  y  no  por  el  gobierno  militar.  Una  de  las  muchas 
oradoras  fue  Victoria  Ocampo  y  al  igual  que  las  otras  criticó  la  concesión  del 
voto  de  facto.  La  resolución  final  que  adoptó  la  Asamblea  atacaba  al  gobierno 
militar  por  su  carácter  represivo,  pedía  que  el  gobierno  fuera  transferido  a  la 
Suprema  Corte  de  Justicia  o  se  llamara  a  elecciones  y  expresaba  "el  repudio  más 
absoluto  por  la  concesión  del  voto  a  la  mujer  por  decreto  de  ningún  gobierno  de 
facto,  puesto  que  sólo  una  ley  del  Congreso  puede  otorgarlo  válidamente"341. 

La  figura  política  femenina  más  relevante  de  la  campaña  contra  el 
gobierno  en  este  período  era  Alicia  Moreau  de  Justo.  Hija  de  franceses  que 
habían  tomado  la  ruta  del  exilio  después  de  la  derrota  de  la  Comuna  de  París, 
Moreau  nació  en  Londres  el  11  de  octubre  de  1885.342  Cinco  años  más  tarde,  sus 
padres  se  trasladaron  a  la  Argentina.  Después  de  completar  sus  estudios 
primarios,  ingresó  en  uno  de  los  Institutos  Normales  donde  se  podían  educar 
"señoritas"  y  se  recibió  de  maestra.  Decidió  continuar  sus  estudios  en  la 
Facultad  de  Medicina,  recibiéndose  de  médica  en  1914  con  diploma  de  honor. 

Se  inició  en  la  vida  política  en  1906,  en  ocasión  del  Primer  Congreso 
Internacional  del  Libre  Pensamiento,  donde  presentó  una  ponencia  sobre 
educación.  Desde  entonces  se  comprometió  con  las  dos  causas  que  serían  su 
preocupación  fundamental  hasta  el  fin  de  su  larga  vida,  el  feminismo  y  el 
socialismo.  Casada  con  el  fundador  del  Partido  Socialista,  Juan  B.  Justo,  del  que 
pronto  quedó  viuda,  y  madre  de  tres  hijos,  encontró  la  manera  de  fundar 
organizaciones  sufragistas,  dar  conferencias,  escribir  artículos  y  folletos,  estar  al 
frente  de  órganos  tales  como  Revista  Socialista  Internacional,  Humanidad  Nueva  y 
La  Causa,  además  de  dirigir  los  destinos  del  partido.  En  agosto  de  1945,  Moreau 
de  Justo  publicó  su  último  libro  sobre  feminismo,  La  mujer  en  la  democracia,  un 
alegato  con  el  doble  propósito  de  demostrar  a  sus  compatriotas  la  necesidad  de 
defender  la  democracia  y  sus  principios,  atacando  toda  forma  de  autoritarismo 
y  también  convencerlos  que  para  que  la  democracia  sea  verdadera  tiene  que 
incluir  a  las  mujeres. 

Con  su  participación  en  las  actividades  de  la  Unión  Democrática,  las 
agrupaciones  feministas  dictaron  su  propia  sentencia  de  muerte.  Después  de  las 
elecciones  de  febrero  de  1946,  cuando  se  planteó  de  nuevo  la  cuestión  del 
sufragio  femenino,  las  condiciones  políticas  habían  cambiado  de  tal  manera  que 
ya  no  podrían  jugar  papel  alguno. 


La  Nación,  3  de  agosto  de  1945. 

340  La  Prensa,  4  de  setiembre  de  1945. 

341  ,, 

Ibid. 

342  Véase  Mirta  Henault,  Alicia  Moreau  de  Justo,  (Buenos  Aires:  Centro  Editor  de  América  Latina, 

1983). 


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Cuando  Perón  leyó  su  primer  mensaje  al  Congreso  en  el  mes  de  julio  de 
1946,  se  pronunció  en  favor  del  voto  femenino  y  en  su  Primer  Plan  Quinquenal, 
de  octubre  del  mismo  año,  incluyó  un  proyecto  de  ley  en  ese  sentido.  Perón  fue 
el  primer  gobernante  argentino  que  declaró  su  apoyo  al  sufragio  femenino  y 
demostró  concretamente  su  intención  de  cumplir  con  su  promesa  electoral 
desde  el  primer  momento.  Con  el  apoyo  del  Poder  Ejecutivo  y  un  Parlamento 
libre  de  legisladores  conservadores,  que  eran  los  que  habían  votado 
sistemáticamente  contra  todos  los  proyectos  anteriores,  la  sanción  de  la  ley 
parecía  estar  asegurada,  y  así  ocurrió.  En  cuanto  se  iniciaron  las  sesiones,  varios 
legisladores  presentaron  proyectos  de  ley  y  el  21  de  agosto  de  1946,  la  Cámara 
de  Senadores  aprobó  uno,  basándose  en  el  que  había  ofrecido  el  senador 
Lorenzo  Soler. 

La  lectura  de  los  debates  parlamentarios  revela  que  la  sanción  de  la  Ley 
13.010  no  encontró  prácticamente  oposición  ni  en  Senadores  ni  en  Diputados, 
donde  fue  aprobada  el  9  de  setiembre  de  1947.  Algunos  legisladores  se 
preocuparon  por  demostrar  una  vez  más  la  inteligencia  de  la  mujer.  En  su 
discurso  el  senador  Soler  insistió  en  que  podía  haber  diferencias  entre  el 
hombre  y  la  mujer  pero  no  desigualdad  y  que  aquéllas  son  "más  bien  el 
producto  de  la  educación  que  hasta  ahora  hemos  dado  a  la  mujer,  encerrándola 
en  el  claustro  del  hogar,  y  hasta  muchos  años,  impidiéndole  el  ejercicio  de  su 
intelecto,  como  se  le  ha  impedido  casi  siempre  el  ejercicio  de  su  físico"343.  Pero 
en  esta  ocasión,  los  legisladores  en  su  gran  mayoría  abandonaron  esta  clase  de 
argumentos  y  recalcaron  en  cambio  la  participación  de  la  mujer  en  el  17  de 
Octubre,  la  lucha  de  las  feministas  por  el  voto,  los  proyectos  presentados 
durante  los  últimos  cuarenta  años  y  la  justicia  que  representaba  una  medida  tan 
largamente  esperada.  La  comisión  de  asuntos  institucionales  de  la  Cámara  de 
Diputados  que  se  expidió  en  favor  del  voto  estaba  presidida  por  John  William 
Cooke.  El  diputado  Reynaldo  Pastor  fue  uno  de  los  pocos  legisladores  que  puso 
reparos  a  la  obligatoriedad  del  voto  femenino.  El  debate  en  la  Cámara  de 
Diputados  duró  dos  sesiones,  no  porque  hubiera  oposición  de  fondo,  sino 
porque  la  lista  de  oradores  era  muy  larga  y  todos  insistían  en  pronunciar  su 
discurso.  Se  cerró  en  un  ambiente  de  gran  tumulto,  cuando  faltaban  todavía 
cuarenta  y  cinco  oradores  para  hablar,  en  medio  de  la  algarabía  más  completa, 
en  la  que  participaron  numerosas  mujeres  que  colmaban  las  galerías.  Evita  no 
asistió  al  primer  debate  pues  estaba  enferma  con  gripe.  Convaleciente, 
presenció  los  momentos  finales  de  la  segunda  sesión.  Su  nombre  no  aparece 
mencionado  en  los  debates  de  la  Cámara  de  Senadores,  pero  sí  en  los  de 
Diputados,  una  sola  vez,  cuando  José  E.  Visca  leyó  un  pasaje  de  un  discurso 
suyo  sobre  la  necesidad  de  darle  el  voto  a  la  mujer344. 

Mientras  los  diputados  exhibían  sus  dotes  oratorias  y  rivalizaban  en  sus 
exaltaciones  a  "La  Mujer",  afuera,  en  la  explanada  que  se  extiende  frente  al 


Argentina,  Congreso  Nacional,  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Senadores,  Buenos  Aires, 
publicación  del  Cuerpo  de  Taquígrafos  del  Senado  de  la  Nación,  1947,  t.  II,  p.  33. 

344  Argentina,  Congreso  Nacional,  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados,  Buenos  Aires, 
Imprenta  del  Congreso  Nacional,  1948,  t.  IV,  p.  247. 


156 


Marysa  Navarro 


Evita 


Congreso,  varios  miles  de  mujeres  esperaban  con  impaciencia  el  resultado  de 
sus  deliberaciones.  Al  grito  de  "¡Uno,  dos  y  tres,  que  se  aprueba  de  una  vez!"  y 
"¡Queremos  el  voto!",  sacudían  enormes  carteles,  banderas  y  grandes  retratos  de 
Perón  y  Evita,  los  cuales  indicaban  que  a  pesar  de  pedir  ruidosamente  el  voto 
estas  mujeres  muy  poco  tenían  que  ver  con  las  feministas  de  la  década  anterior 
cuyos  planteos  desconocían,  pues,  con  excepción  de  las  socialistas,  por  lo 
general  no  se  habían  dirigido  a  ellas.  Las  separaban  profundas  diferencias  de 
clase  y  sobre  todo  la  figura  de  Perón.  Es  que  mientras  el  feminismo  argentino  se 
diluía  en  la  lucha  contra  Perón  y  desaparecía  con  el  fracaso  de  la  Unión 
Democrática,  se  estaba  gestando  un  nuevo  fenómeno,  la  incorporación  masiva 
de  la  mujer  en  el  movimiento  que  gradualmente  desembocaría  en  el  peronismo. 

Desde  principios  de  siglo,  la  participación  de  las  mujeres  en  la  política 
tradicional  había  sido  baja,  a  pesar  de  las  actividades  de  las  anarquistas,  las 
socialistas  y  comunistas  y  también  de  las  sindicalistas.  Estas  habían 
desarrollado  una  larga  lucha  por  mejorar  sus  salarios  y  sus  condiciones  de 
trabajo,  a  pesar  de  su  escaso  número  y  de  que  la  participación  de  las  mujeres  en 
la  fuerza  de  trabajo  había  ido  disminuyendo  considerablemente,  hasta  alcanzar 
en  1947  su  punto  más  bajo,  20%345.  Tanto  en  este  período  como  en  las  décadas 
siguientes,  sus  condiciones  de  trabajo  eran  todavía  peores  que  las  de  los 
varones  y  sus  salarios  eran  por  lo  general  entre  un  40  y  un  50%  más  bajos  que 
los  de  los  hombres.  Según  el  acta  del  Primer  Congreso  Ordinario  de  la  CGT 
(1939),  la  industrial  textil  ocupaba  a  60.000  personas,  de  las  cuales  un  60%  eran 
mujeres  y  niños,  con  un  salario  promedio  de  52  pesos  mientras  que  los  hombres 
ganaban  84  pesos346.  El  Primer  Congreso  Ordinario  de  la  CGT  reconoció  en  una 
declaración  "que  la  mujer  obrera  es  víctima  de  una  explotación  despiadada, 
mediante  salarios  miserables  y  jornadas  de  labor  extenuadora",  pero  poco  hizo 
para  cambiar  la  situación347.  La  CGT  no  se  distinguió  por  su  falta  de  prejuicios 
contra  las  mujeres  obreras.  En  su  Congreso  General  Constituyente  (1936),  llegó 
a  rechazar  a  una  representante  de  la  Federación  Obrera  del  Vestido  "por 
pertenecer  al  sexo  femenino"348.  En  su  Segundo  Congreso  Ordinario  (1942), 
adoptó  una  resolución  apoyando  los  derechos  políticos  de  la  mujer,  pero  la 
inercia  de  la  central  obrera  y  los  comentarios  de  algunos  congresales  sobre  la 
inferioridad  de  la  mujer  provocaron  una  crítica  acerba  de  la  delegada  Dora 
Genkin.  "Como  militante  obrera  que  represento  a  muchos  millares  de  mujeres, 
que  realizamos  una  asamblea  con  casi  6.000  mujeres  me  dará  vergüenza  decirles 


Nancy  Hollander,  ¿La  mujer  esclava  de  la  historia  o  historia  de  esclava?,  Buenos  Aires,  ed.  La 
Pléyade,  1947,  p.  69. 

346  Confederación  General  del  Trabajo  de  la  República  Argentina,  Acta  del  Primer  Congreso 
Ordinario,  Buenos  Aires,  1940,  p.  70. 

347  Confederación  General  del  Trabajo  de  la  República  Argentina,  Acta  del  Primer  Congreso 
Ordinario,  Buenos  Aires,  1940,  p.  20. 

348  Confederación  General  del  Trabajo  de  la  República  Argentina,  Acta  del  Primer  Congreso 
General  Constituyente,  marzo-abril  de  1936,  Buenos  Aires,  1937,  p.  28.  Para  más  detalles  sobre  la 
historia  de  las  mujeres  y  el  movimiento  obrero  argentino,  véase:  Marysa  Navarro,  "Hidden,  Silent  and 
Anonymous.  Women  Workers  in  the  Argentine  Trade  Union  Movement"  en  Norbert  Soldon,  comp.,  The 
World  ofWomen's  Trade  Unionism,  Comparative  Historical  Essays  (Westport:  Greenwood  Press,  1985). 


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Marysa  Navarro 


Evita 


que  este  congreso  no  se  ocupó  de  los  problemas  femeninos,  a  pesar  de  las 
proposiciones  claras  y  fundadas  que  hemos  presentado"349. 

Hasta  1943,  las  mujeres  en  su  gran  mayoría  permanecieron  ajenas  a  lo 
político.  Su  politización  masiva  se  inició  a  partir  de  esa  fecha.  La  polarización 
que  se  produjo  en  torno  de  la  figura  de  Perón  arrastró  también  a  las  mujeres  y 
las  obligó  a  tomar  partido.  En  una  primera  instancia,  las  más  activas  fueron  las 
antiperonistas,  se  organizaron,  tomaron  parte  en  la  Marcha  por  la  Constitución 
y  la  Libertad,  asistieron  a  actos  de  la  oposición  y,  el  12  de  octubre  de  1945, 
participaron  en  la  manifestación  en  la  Plaza  San  Martín. 

Las  mujeres  peronistas  aparecerán  por  primera  vez  el  17  de  Octubre.  Son 
las  que  apoyan  a  Perón  porque  se  ven  favorecidas  por  las  medidas  que  cambian 
las  condiciones  de  trabajo  de  sus  esposos  o  hijos  o  porque  ellas  mismas  integran 
la  fuerza  de  trabajo  y  entienden  lo  que  él  representa  para  ellas.  Si  trabajan  a 
destajo  en  sus  hogares,  saben  que  desde  1944  tienen  derecho  a  un  salario 
mínimo.  Si  lo  hacen  en  la  industria  alimentaria,  la  diferencia  entre  sus  salarios  y 
los  de  los  hombres  a  partir  de  setiembre  de  1945  es  solamente  del  20%  y  no  del 
40%  como  hasta  entonces.  Ven  además  que  sus  problemas  laborales  han 
merecido  por  primera  vez  en  mucho  tiempo  la  atención  de  las  autoridades  — 
ahora  pueden  dirigir  sus  preguntas  a  la  nueva  División  de  Trabajo  y  Asistencia 
a  la  Mujer,  creada  por  Perón—.  El  17  de  Octubre,  las  mujeres  también 
abandonaron  sus  fábricas  para  ir  a  la  Plaza  de  Mayo,  o  estuvieron  presentes, 
acompañando  a  sus  maridos  o  a  sus  hijos.  Como  vimos  en  otro  capítulo, 
durante  la  campaña  electoral,  impulsadas  por  el  Partido  Laborista,  formaron 
comités  de  apoyo  a  la  candidatura  de  Perón,  y  en  cuanto  Evita  comenzó  sus 
actividades,  actuaron  sobre  ella  como  un  foco  de  atracción. 

Esta,  por  su  parte,  las  identificó  como  sus  compañeras  desde  el  primer 
momento.  Sus  discursos  dirigidos  a  las  mujeres  no  incluyen  a  todas  sus 
compatriotas,  sino  que  habla  directamente  a  "la  descamisada".  Esto  se  nota  en 
su  primer  mensaje  radial,  del  24  de  julio  de  1946.  Pide  la  colaboración  de  todas 
las  mujeres  "en  la  campaña  de  sesenta  días  por  el  abaratamiento  de  la  vida" 
pero  especialmente  la  de  aquéllas  que  ven  en  el  gobierno  el  defensor  "de  la 
tranquilidad  y  del  bienestar  de  nuestros  hogares,  que  aparecían  sojuzgados  por 
las  maniobras  bastardas  de  los  antipatrias"350.  Su  discurso  radial  ante  la 
proximidad  del  primer  aniversario  del  17  de  Octubre  va  dirigido  "a  todas  las 
mujeres  de  mi  país  que  trabajan  y  luchan  rudamente  por  su  hogar.  A  las  que  la 
fortuna  adversa  o  el  humilde  destino  han  llevado  allí,  al  pequeño  refugio  del 
taller,  de  la  fábrica,  de  la  oficina.  Hablo  de  mis  hermanas  del  campo  del 
quebrachal  y  del  ingenio..."351.  Las  unía  el  17  de  Octubre,  porque  en  esa  fecha 
ellas  esperaban  al  "líder  de  la  redención  obrera...  y  yo,  por  rara  coincidencia, 


Confederación  General  del  Trabajo  de  la  República  Argentina,  Acta  del  Segundo  Congreso 
Ordinario,  Buenos  Aires,  1943,  p.  46. 

350  Democracia,  26  de  julio  de  1946. 

351  Democracia,  10  de  octubre  de  1946. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


también  al  líder  de  mis  convicciones  de  hija  del  pueblo,  y  también  al  esposo  con 
quien  el  destino  me  ha  ligado"352. 

El  6  de  diciembre  de  1946,  durante  una  ceremonia  que  tuvo  lugar  en  el 
Ministerio  de  Trabajo  para  celebrar  la  firma  de  un  contrato  de  trabajo  que 
favorecía  a  20.000  obreros  y  obreras  textiles,  Evita  improvisó  un  discurso 
dirigido  a  las  mujeres  porque  colmaban  el  recinto.  Así  como  Perón  había 
ayudado  a  los  obreros,  les  dijo,  "a  las  mujeres  también  les  llegará  la 
oportunidad  de  hacerse  oír  y  no  ser  explotadas  como  lo  han  sido  hasta 
ahora..."353.  Esta  fue  la  primera  oportunidad  en  que  Evita  se  refirió  a  las 
condiciones  de  la  mujer  en  la  sociedad  argentina.  En  el  mes  de  enero  de  1947, 
volvería  sobre  el  tema  en  un  discurso  que  pronunció  en  Rosario.  Estaba  "en  las 
filas  del  peronismo",  explicó,  "luchando  también  para  que  las  mujeres 
formemos  una  gran  legión  que  habrá  de  defender  nuestros  derechos  y  de 
defender  también  a  nuestro  querido  jefe.  Las  mujeres,  que  siempre  hemos  sido 
relegadas  a  segundo  plano,  que  hemos  sabido  ganarnos  el  sustento  de  nuestros 
hogares,  tenemos  derecho  a  que  se  nos  escuche"354.  El  27  de  ese  mismo  mes 
pronunció  otro  discurso  por  radio,  esta  vez  transmitido  a  todo  el  país.  Habló  a 
sus  "compañeras",  las  mujeres  trabajadoras.  "Conozco  a  todas  mis  compañeras, 
sí.  Yo  misma  soy  pueblo.  Los  latidos  de  esa  masa  que  sufre,  trabaja  y  sueña,  son 
los  míos."355.  La  mujer  argentina  debe  ser  escuchada  porque  "supo  ser  aceptada 
en  la  acción.  Se  está  en  deuda  con  ella.  Es  forzoso  restablecer,  pues,  esa 
igualdad  de  los  deberes".  La  descamisada  no  puede  ser  olvidada  y  se  le  debe 
conceder  el  voto  "que  será  el  arma  que  hará  de  nuestros  hogares  el  recaudo 
supremo  e  inviolable  de  una  conducta  pública.  El  voto  femenino  será  primera 
apelación  y  la  última...  En  los  hogares  argentinos  de  mañana,  la  mujer,  con  su 
agudo  sentido  intuitivo,  estará  velando  por  su  país,  al  velar  por  su  familia.  Su 
voto  será  el  escudo  de  su  fe.  Su  voto  será  el  testimonio  vivo  de  su  esperanza  en 
un  futuro  mejor"356. 

Debidamente  respaldada  por  Democracia,  que  a  partir  de  los  primeros 
meses  de  1947  emprende  una  activa  campaña  por  el  voto  femenino,  los 
discursos  de  Evita  la  convierten  en  la  portavoz  de  un  movimiento  de  mujeres, 
de  origen  social  muy  diferente  del  de  las  primeras  feministas,  que  reclaman  su 
derecho  a  participar  en  el  proceso  político  porque  se  lo  han  ganado  con  su 
contribución  a  la  vida  económica  del  país  y  porque  han  participado  en  el  17  de 
Octubre.  En  esta  primera  etapa  se  caracterizará  por  su  falta  de  organización.  El 
objetivo  común  de  los  varios  grupos  que  surgen  entonces,  como  la  Agrupación 
Femenina  María  Eva  Duarte  de  Perón,  es  obtener  el  voto  como  una 
reivindicación  del  gobierno  de  Perón.  Eso  afirma  también  Evita  en  sus 
discursos.  Además  de  apuntar  a  un  sector  femenino  muy  específico,  el 
peronista,  explica  el  voto  como  una  medida  que  forma  parte  del  programa  de 
justicia  social  de  Perón,  buscando  movilizar  a  las  mujeres  en  ese  marco.  Por  otra 


352 

353 

354 

355 

356 


Idem. 

Democracia,  1  de  diciembre  de  1946. 
Democracia,  11  de  enero  de  1947. 
Democracia,  28  de  enero  de  1947. 
Ibid. 


159 


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Evita 


parte,  trata  de  demostrar  también  que  la  mujer  está  preparada  para  votar  y  de 
convencer  a  aquellos  hombres  dentro  del  peronismo  que  aún  guardan 
prejuicios  contra  la  participación  de  la  mujer  en  política  que  deben  deponerlos. 

Es  probable  que  hasta  el  conflicto  por  el  voto  femenino  del  año  1945  o  las 
elecciones  de  1946  Evita  no  hubiera  pensado  seriamente  en  el  hecho  de  que  las 
mujeres  carecían  de  derechos  políticos.  Posiblemente  el  hecho  de  no  poder 
votar  por  Perón  le  hizo  ver  la  injusticia  de  esa  situación.  En  La  razón  de  mi  vida 
no  esconde  que  empezó  a  trabajar  "en  el  movimiento  femenino  porque  así  lo 
exigía  la  causa  de  Perón"357.  Pero  a  partir  de  1947,  se  postula  como  la 
"abanderada"  del  voto  femenino,  propiciando  también  una  mayor  participación 
de  la  mujer  en  todos  los  aspectos  de  la  vida  del  país.  En  los  meses  previos  a  su 
viaje  a  Europa  recibe  a  varias  delegaciones  de  mujeres  peronistas  que  piden  la 
sanción  de  los  derechos  políticos  de  la  mujer.  El  14  de  abril  de  1947,  Día  de  las 
Américas,  pronuncia  un  mensaje  dirigido  a  las  mujeres  de  América, 
exhortándolas  a  trabajar  por  la  paz  y  la  justicia  social  —como  curiosidad,  cabría 
señalar  aquí  que  ésta  es  quizás  la  única  alocución  de  Evita  en  la  que  no 
menciona  ni  una  sola  vez  a  Perón—358.  En  España,  en  un  mensaje  a  las  mujeres 
españolas  predice  que  éste  no  será  el  siglo  de  las  guerras  mundiales  o  de  la 
desintegración  atómica,  sino  "el  siglo  del  feminismo  victorioso"359.  Y  en  cuanto 
volvió  de  Europa,  según  el  diputado  Eduardo  Colom,  una  de  sus  primeras 
preocupaciones  fue  saber  cuándo  se  iba  a  votar  el  proyecto  de  ley  en  la  Cámara 
de  Diputados360. 

El  acto  con  el  cual  la  CGT  celebró  la  promulgación  de  la  Ley  13.010  dio 
ocasión  para  que  tanto  Perón  como  Evita  pronunciaran  discursos  sobre  el  voto 
femenino.  Evita  habló  primero,  dirigiendo  sus  palabras  a  las  "Mujeres  de  mi 
patria",  con  su  voz  nerviosa,  de  acentos  rápidos,  casi  atropellados.  "Recibo  en 
este  instante,  de  manos  del  gobierno  de  la  Nación,  la  ley  que  consagra  nuestros 
derechos  cívicos.  Y  la  recibo,  ante  vosotras,  con  la  certeza  de  que  lo  hago  en 
nombre  y  representación  de  todas  las  mujeres  argentinas.  Sintiendo 
jubilosamente  que  me  tiemblan  las  manos  al  contacto  del  laurel  que  proclama  la 
victoria.  Aquí  está,  hermanas  mías,  reunida  en  la  letra  apretada  de  pocos 
artículos,  una  larga  historia  de  lucha,  tropiezos  y  esperanzas."  No  dejó  de 
mencionar  que  fueron  "las  castas  repudiadas"  las  que  no  le  dieron  el  voto  a  la 
mujer  y  que  el  triunfo  "ha  sido  posible  en  el  ambiente  de  justicia,  de 
recuperación  y  de  saneamiento  de  la  patria,  que  estimula  e  inspira  la  obra  del 
gobierno  del  general  Perón,  líder  del  pueblo  argentino".  El  resto  del  discurso 
fue  dirigido  a  las  mujeres  que  la  escuchaban  en  la  plaza.  "Mis  queridas 
compañeras",  les  dijo,  la  lucha  ha  sido  ardua,  pero  hoy  "victoriosas,  surgimos 
conscientes  y  emancipadas,  fortalecidas  y  pletóricas  de  fe  en  nuestras  propias 
fuerzas".  Les  recordó  que  el  sufragio  da  a  las  mujeres  "una  pesada 
responsabilidad.  Es  la  responsabilidad  de  elegir.  Mejor  dicho  de  saber  elegir...". 


Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  263. 
Democracia,  15  de  abril  de  1947. 
Democracia,  16  de  junio  de  1947. 
Entrevista  con  Eduardo  Colom. 


160 


Marysa  Navarro 


Evita 


En  una  velada  alusión  a  las  próximas  elecciones,  aseguró  que  así  como  los 
hombres  supieron  hacerlo  al  votar  por  Perón,  las  mujeres  sabrán  consolidar  esa 
victoria.  Estas  tienen  además  una  alta  misión  que  cumplir:  "Luchar  por  la  paz. 
Pero  la  lucha  por  la  paz  es  también  una  guerra.  Una  guerra  declarada  y  sin 
cuartel  contra  los  privilegios  de  los  parásitos  que  pretenden  volver  a  negociar 
nuestro  patrimonio  de  los  argentinos"361. 

En  su  discurso,  Borlenghi  recalcó  que  Perón  era  el  único  político  que 
había  cumplido  con  su  promesa  de  dar  el  voto  a  la  mujer  y  que  ésta  había 
encontrado  al  fin  "la  abanderada  que  le  hacía  falta  para  conquistar  sus  derechos, 
y  así  como  la  ciudadanía,  así  como  los  descamisados  han  encontrado  al  'leader' 
en  el  Presidente  de  la  Nación,  así  la  mujer  argentina  después  de  tantos  años  de 
vivir  huérfana  de  quien  la  condujera  al  triunfo,  ha  encontrado  en  la  Señora 
María  Eva  Duarte  de  Perón,  la  verdadera  'leader'  de  sus  reivindicaciones".  Ni 
Borlenghi  ni  Evita  ni  Perón  mencionaron  a  las  feministas,  a  pesar  de  hablar 
vagamente  de  luchas  pasadas.  Al  no  referirse  a  aquéllas,  dejaron  de  existir  y  a 
partir  de  entonces  la  versión  peronista  del  sufragio  redujo  el  largo  proceso  a 
Perón,  pero  sobre  todo  a  Evita. 

Los  tres  discursos  tuvieron  un  mismo  propósito:  escribir  una  nueva 
historia,  contextualizada  por  Perón,  en  la  que  Evita  jugara  un  papel  central. 
Cuando  Perón  puso  la  ley  en  sus  manos,  la  ceremonia  se  transformó  en  el  acto 
fundacional  por  excelencia  para  Evita,  la  contrapartida  de  los  que  había  sido  el 
17  de  Octubre.  Así  como  Perón  era  Presidente  de  los  Argentinos  y  el  Líder  de 
los  Descamisados,  ella  sería  la  Abanderada  de  las  mujeres,  además  de  ser  la 
Primera  Dama  y  el  Puente  de  Amor  entre  Perón  y  los  Descamisados. 

Unos  días  antes,  el  partido  peronista  había  modificado  sus  estatutos  para 
permitir  la  incorporación  de  la  mujer.  Esto  indicaría  que  en  un  principio  existió 
el  proyecto  de  no  formar  una  sección  femenina  diferente  de  la  de  los  hombres, 
aunque  ya  en  junio  de  1946,  cuando  se  estaba  organizando  el  Partido  Unico  de 
la  Revolución,  se  hablaba  de  una  comisión  femenina  que  saldría  de  gira  por  las 
provincias  para  echar  las  bases  de  organizaciones  integradas  solamente  por 
mujeres362.  Pero  Evita  debe  haber  convencido  a  Perón  de  lo  contrario,  de  la 
necesidad  de  mantener  a  los  dos  partidos  separados,  pues  cuando  las  mujeres 
ingresaron  masivamente  en  el  peronismo,  lo  hicieron  en  el  Partido  Peronista 
Femenino,  organizado  y  dirigido  por  Evita. 


Democracia,  24  de  septiembre  de  1947. 
Democracia,  10  de  junio  de  1946. 


161 


Marysa  Navarro 


Evita 


Capítulo  IX 

Actividad  gremial 


A  principios,  de  1948,  era  evidente  que  Evita  ocupaba  una  posición 
relevante  y  a  la  vez  insólita  en  el  gobierno  peronista,  aunque  no  tuviera  ningún 
cargo  o  título  oficial. 

Habían  transcurrido  menos  de  dos  años  desde  aquel  tiempo  en  que 
todavía  insegura,  había  comenzado  a  concurrir  a  la  oficina  que  le  habilitó 
Nicolini  en  Correos  y  Comunicaciones.  Acostumbrados  a  su  capacidad  de 
asombrarlos,  sus  familiares  y  amigos  la  miraban  de  todos  modos  admirados, 
viendo  cómo  se  movía  con  toda  naturalidad  entre  políticos,  dirigentes 
sindicales  y  altos  dignatarios.  La  nueva  Evita,  moldeada  durante  el  viaje  a 
Europa,  no  había  desaparecido.  Usa  sombreros  todavía  —y  algunos  muy 
audaces  — ,  pero  su  ropa,  extremadamente  elegante,  es  adecuada  para  la  vida  de 
trabajo  que  lleva.  Conserva  su  gusto  por  las  joyas,  que  le  regalan 
permanentemente  y  le  seguirán  obsequiando  hasta  sus  últimos  días,  amigos, 
dirigentes  sindicales,  funcionarios  y  gobiernos  extranjeros.363  Pero  lo  primero 
que  impresionará  a  sus  visitantes  en  el  Ministerio  de  Trabajo  o  lo  primero  que 
recordarán  sus  colaboradores  al  hablar  de  ella,  años  más  tarde,  será  siempre  su 
belleza  y  sobre  todo  su  piel,  mate,  y  suave  como  la  magnolia. 

El  viaje  a  Europa,  con  su  pompa  y  sus  fiestas,  ha  quedado  muy  atrás, 
pues  ahora  no  hay  duda  alguna  que  prefiere  ser  "Evita",  es  decir,  "puente 
tendido  entre  las  esperanzas  del  pueblo  y  las  manos  realizadoras  de  Perón".  No 
es  extraño  que  así  sea,  pues  como  lo  explica  ella  misma,  "como  Evita  vivo  una 
realidad  que  tal  vez  ninguna  mujer  haya  vivido  en  la  historia  de  la  humanidad". 
En  cambio  "como  Eva  Perón  represento  un  viejo  papel  que  otras  mujeres  en 
todos  los  tiempos  han  vivido  ya"364. 

Se  levanta  temprano,  aunque  menos  que  Perón,  que  madruga  y  para  las 
siete  de  la  mañana  ya  está  trabajando  en  la  Casa  Rosada.  Evita  despierta  a  esa 
hora.  Después  de  un  desayuno  rápido,  Atilio  Renzi,  intendente  de  la  residencia 
presidencial,  mayordomo,  amigo  y  colaborador  de  Evita  en  su  obra  social,  está 
a  su  lado,  recordándole  sus  compromisos  y  poniéndola  al  tanto  de  asuntos  que 
han  quedado  sin  resolver.  Mientras  tanto,  Irma  Cabrera,  su  ama  de  llaves, 

363  Cuando  Evita  volvió  de  Europa,  según  testimonio  de  Julio  Alcázar,  tuvo  que  hacerse  cargo  de 
tres  valijas  de  joyas  en  vez  de  una.  Véase  "Historia  del  peronismo",  Primera  Plana,  Buenos  Aires,  20  de 
diciembre  de  1966,  N°  208,  p.  71. 

364  Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  94. 


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Evita 


prepara  su  ropa  y  una  vez  vestida,  aparece  Julio  Alcaraz.  Ya  no  le  hace  más  los 
peinados  complicados  de  los  primeros  tiempos,  pues  durante  el  viaje  a  Europa 
había  comenzado  a  peinarla  más  sencillamente,  para  acomodar  los  infaltables 
sombreros  de  alas  muy  anchas.  Ahora  la  peina  con  el  pelo  tirante  hacia  atrás,  en 
un  rodete  alto,  a  pesar  de  sus  resistencias  a  cambiar  de  peinado  "pues  se  había 
acostumbrado  a  usar  el  pelo  suelto"365.  Junto  con  Alcaraz,  venía  Sarita,  una 
manicura  que  trabajaba  en  el  negocio  de  don  Julio  y  que  atendía  a  Evita  desde 
hacía  mucho  tiempo.  Le  arreglaba  las  uñas  diariamente  pues  Evita  tenía  la 
costumbre  de  quitarse  el  esmalte,  en  un  gesto  que  seguramente  buscaba  calmar 
sus  nervios,  siempre  tensos.  Mientras  los  dos  trabajaban,  Evita  charlaba  con 
ellos  y  hablaba  por  teléfono  con  funcionarios  para  pedirles  respuestas  a  los 
pedidos  que  había  hecho  o  para  asegurarse  que  los  obtendría  a  su  debido 
tiempo.  A  veces,  entre  llamadas  telefónicas,  discutía  algún  asunto  con  una 
persona  a  quien  había  citado  en  la  residencia  por  no  poder  atenderla  a  ninguna 
otra  hora. 

Liban  Lagomarsino  de  Guardo  ya  no  viene  a  buscarla  para  acompañarla. 
Las  relaciones  de  su  marido  con  Perón  se  habían  enfriado  y  poco  tiempo 
después  de  su  retorno  de  Europa,  Liban,  que  no  disfrutaba  de  la  vida  agitada 
que  su  relación  con  Evita  le  proporcionaba,  se  había  retirado  discretamente. 
Evita  no  trató  de  retenerla  a  su  lado,  ni  buscó  su  compañía,  como  si  no  hubiera 
convivido  con  ella  durante  más  de  dos  meses  en  Europa,  o  no  hubiera 
necesitado  de  su  ayuda  en  los  primeros  años.  La  sombra  vigilante  de  Isabel 
Ernst  tampoco  está  tan  cerca  de  ella.  Todavía  trabaja  en  el  Ministerio,  pero 
pronto  desaparecerá,  pues  sus  conocimientos  y  sus  servicios  ya  no  son 
esenciales  para  Evita.  Ahora,  cuando  tiene  que  ir  a  un  acto,  la  acompañan 
Georgina  Acevedo  de  Cámpora,  cuyo  esposo,  Héctor  J.  Cámpora,  ha 
reemplazado  a  Guardo  como  presidente  de  la  Cámara  de  Diputados  y  es 
además  interventor  de  la  Junta  Metropolitana  del  Partido  Peronista,  y  Elena 
Caporale  de  Mercante,  esposa  del  gobernador  de  la  provincia  de  Buenos  Aires, 
una  mujer  enérgica,  que  también  ha  emprendido  una  activa  campaña  de  ayuda 
social  en  la  provincia.  Pronto  vendrán  otras  dos  colaboradoras,  la  eficiente 
Teresa  Adelina  Fiora,  "Fiora",  y  Emma  Nicolini,  la  joven  hija  de  su  viejo  amigo. 

Junto  con  sus  acompañantes  del  día,  en  la  planta  baja  de  la  residencia  la 
esperaban  a  menudo  numerosas  personas.  A  eso  de  las  nueve,  cuando  llegaba 
el  momento  de  partir  y  su  chofer  acercaba  el  auto,  si  no  había  terminado  de 
conversar  con  alguna  persona,  la  invitaba  a  subir  a  su  coche,  para  concluir  la 
entrevista  durante  la  trayectoria  hacia  "la  Secretaría". 

Entraba  en  el  Ministerio  de  Trabajo  por  la  calle  Hipólito  Yrigoyen  y  su 
presencia  quedaba  marcada  por  dos  vehículos  que  permanecían  estacionados 
frente  al  edificio  a  pesar  del  intenso  tráfico  de  esa  arteria.  Subiendo 
rápidamente  las  escaleras,  cruzaba  un  escritorio  en  el  que  trabajaba  Isabel  Ernst 
y  luego  entraba  en  su  despacho.  Más  allá,  estaba  el  salón  de  audiencias,  un 
amplio  recinto  con  las  paredes  cubiertas  de  roble  americano,  dominado  por  una 
enorme  araña  y  dos  grandes  espejos.  El  escritorio  de  Evita,  con  su  juego  de 

365  "Historia  del  peronismo",  Primera  Plana,  N°  208,  p.  22. 


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cocodrilo  marrón  y  un  hermoso  tintero  de  mármol  y  oro,  estaba  colocado  frente 
a  uno  de  ellos.  Entre  las  tres  ventanas,  enmarcadas  por  pesados  cortinados 
marrones,  había  dos  bibliotecas-ficheros  y  en  varios  puntos  del  salón,  sillones  y 
dos  sofás. 


Evita  despide  a  los  niños  pobres  que  salen  de  vacaciones,  en  el  verano  de  1948, 
encuadrados  por  la  Fundación  Eva  Perón:  es  el  nuevo  estilo. 


Allí  la  esperaban  todos  los  días  funcionarios  del  Ministerio  y  miembros 
del  comité  directivo  de  la  CGT,  entre  los  que  se  hallaba  infaltablemente  José 
Espejo.  Cuando  Evita  entraba,  su  "¡hola  muchachos!"  recibía  un  respetuoso 
"¡buen  día,  Señora!",  pues  aunque  ella  acostumbraba  a  tutear  a  ministros, 
funcionarios  y  colaboradores,  todos  le  hablaban  de  usted  y  para  ellos  era 
siempre  "La  Señora".  Ya  no  insiste  en  ser  Doña  María  Eva  Duarte  de  Perón  y 
pronto  firmará  simplemente  Eva  Perón,  reservando  su  nombre.  Evita,  para  sus 
familiares  más  inmediatos  y  los  actos  públicos  en  que  se  dirige  a  los 
descamisados,  pues  así  la  llama  el  pueblo. 

Empieza  entonces  su  trabajo  diario  con  delegaciones  sindicales.  A  veces 
son  tantas,  que  cuando  sus  colaboradores  se  sienten  desfallecer  de  hambre, 
recién  se  acuerda  ella  de  almorzar.  A  las  dos  o  tres,  parte  entonces  hacia  la 
residencia,  donde  alcanza  a  ver  a  Perón,  quien  metódico  como  siempre,  o  bien 
está  terminando  de  almorzar  y  se  prepara  a  descansar  o  se  levanta  de  la  siesta. 
Evita  almuerza  rápidamente  y  a  eso  de  las  cinco  está  de  nuevo  en  el  Ministerio. 
Los  corredores  del  edificio  se  han  llenado  de  gente  que  tiene  una  audiencia  con 


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ella  y  dedica  el  resto  de  la  tarde  a  lo  que  la  prensa  llama  su  "Cruzada  de  Ayuda 
Social".  Algunas  veces  se  va  porque  tiene  que  asistir  a  un  acto  organizado  por 
un  sindicato  o  acompañar  a  un  dignatario,  pero  vuelve  y  allí  se  queda  hasta 
atender  a  la  última  persona,  pudiendo  ser  las  nueve,  las  diez  o  las  once. 

En  1948,  Evita  dedica  poco  tiempo  a  las  mujeres  peronistas,  pues  aunque 
ya  el  voto  femenino  ha  sido  sancionado  por  las  dos  Cámaras,  todavía  no  ha 
comenzado  a  organizar  el  Partido  Peronista  Femenino.  A  pesar  de  que  la 
creación  y  la  conducción  del  partido  le  absorberán  parte  de  su  tiempo, 
exigiéndole  un  esfuerzo  mayor,  ella  se  las  arreglará  para  que  las  tareas  que 
desempeña  en  el  Ministerio  de  Trabajo  junto  a  los  obreros  o  en  el  campo  de  la 
asistencia  social  no  sufran  por  ello  y  el  centro  de  su  vida  continuará  en  esas  dos 
pequeñas  oficinas  y  en  el  salón  de  audiencias. 

Teóricamente,  las  funciones  que  cumplía  Evita  en  esa  época  en  el 
Ministerio  pueden  ser  claramente  separadas  en  dos  campos  distintos,  el  gremial 
y  el  de  la  asistencia  social.  En  principio  hasta  tenía  horarios  distintos  para  uno  y 
otro,  pero  en  la  práctica  resulta  muy  difícil  hacerlo  pues  ella  no  siempre 
mantenía  esa  división.  Ambos  parecen  íntimamente  unidos  desde  su  punto  de 
vista,  ya  fuera  porque  sus  tareas  gremiales  y  de  ayuda  social  nacieron 
simultáneamente  y  solamente  se  fueron  diferenciando  con  el  tiempo,  o  porque 
desde  un  primer  momento  ella  concibe  lo  que  llamaba  su  "trabajo  con  los 
humildes"  como  un  complemento  de  la  política  social  de  Perón.  Es  de  señalar, 
por  otra  parte,  que  la  amplitud  que  cobró  el  programa  de  asistencia  social 
dirigido  por  Evita  a  partir  de  1949  tendió  a  diluir  el  significado  de  su  actividad 
gremial,  principalísima  durante  los  primeros  años  y  la  base  real  de  la  influencia 
que  fue  adquiriendo  con  el  tiempo. 

En  término  generales,  el  trabajo  gremial  de  Evita  consistía  en  recibir  a 
delegaciones  de  obreros,  servir  de  intermediaria  para  la  obtención  de  servicios 
sociales  o  reivindicaciones,  a  veces  tomar  parte  en  las  negociaciones  de 
contratos  colectivos  de  trabajo,  sobre  todo  a  partir  de  1948,  y  siempre  que  Perón 
no  pudiera  estar  presente,  representarlo  en  actos  organizados  por  la  CGT  o 
cualquier  sindicato.  En  estos  casos,  Evita  iba  acompañada  por  el  edecán  de 
turno,  que  era  en  realidad  el  representante  requerido  por  el  protocolo,  pero 
mientras  él  permanecía  silencioso,  la  que  pronunciaba  los  discursos  en  nombre 
de  Perón  era  Evita. 

Todas  las  mañanas  recibía  delegaciones  que  llegaban  hasta  ella  con 
diversos  propósitos.  Algunas  estaban  formadas  por  obreros  del  interior  de  la 
República  que  estaban  en  la  capital  para  un  congreso  sindical  y  simplemente 
venían  a  saludarla.  En  muchas  ocasiones,  especialmente  en  este  período,  venían 
a  traerle  pedidos  para  que  ella  actuara  en  su  favor.  Así  por  ejemplo,  el  7  de 
enero  de  1947,  un  grupo  de  maestras  de  Santa  Fe  la  visitaron  para  pedir  la 
oficialización  de  establecimientos  docentes  de  la  provincia;  el  24  de  enero  de 
1947,  unos  obreros  de  la  comuna  de  Rosario  dejados  cesantes  solicitaron  su 
ayuda  para  ser  reincorporados;  el  31  de  ese  mismo  mes  la  Unión  de  Obreros 
Municipales  requirió  su  apoyo  para  conseguir  la  normalización  de  su  gremio,  y 
el  1  de  febrero  de  1947,  obreros  de  la  Federación  del  Transporte  Automotor  y 


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del  Automóvil  Club  de  Mar  del  Plata  fueron  a  explicarle  los  conflictos  que 
afectaban  a  sus  gremios  y  solicitar  su  pronta  resolución.  El  2  de  febrero  de  1947, 
una  delegación  de  Santiago  del  Estero  le  trajo  un  memorial  de  los  obreros  de  la 
Corporación  del  Caucho,  de  Ovicultores  y  Tejeduría  Doméstica,  con  pedidos  de 
viáticos,  salarios  mínimo  y  familiar  y  reclamos  porque  los  patrones  no  cumplían 
con  la  jornada  de  ocho  horas  para  los  hombres  y  de  seis  para  las  mujeres;  el  4  de 
mayo  de  1948,  un  grupo  de  maestros  de  San  Luis  pidió  su  ayuda  para  obtener 
aumento  de  sueldos;  entre  las  delegaciones  que  atendió  el  7  de  enero  de  1947,  la 
Sociedad  Gremial  de  Vareadores  la  visitó  para  agradecerle  su  gestión  ante  el 
Jockey  Club  ya  que  había  obtenido  50.000  pesos  para  la  compra  de  un  terreno 
donde  construirían  su  sede,  y  el  10  de  mayo  de  1948,  recibió  a  un  grupo  de 
pescadores  de  Mar  del  Plata  y  Necochea  que  venía  a  agradecer  su  ayuda  en  la 
rápida  solución  "de  la  falta  de  combustible  para  sus  lanchas  en  plena 
temporada  del  Magrú"366. 

Otras  delegaciones  venían  a  invitarla  para  la  inauguración  de  alguna 
obra  construida  por  un  sindicato  y  para  la  cual  ella  había  prestado  su  apoyo  o 
para  que  asistiera  a  una  reunión  de  un  congreso  sindical.  El  23  de  junio  de  1948, 
un  grupo  de  la  Unión  Ferroviaria  la  invitó  a  la  ceremonia  de  clausura  de  su 
congreso;  el  2  de  julio  de  1948,  representantes  de  obreros  fideeros  requirieron  su 
presencia  en  una  sesión  de  su  congreso;  el  23  de  julio  de  1948,  obreros  de  los 
frigoríficos  Swift  y  Armour  la  invitaron  a  un  acto;  lo  mismo  hicieron  delegados 
del  Sindicato  de  la  Industria  Licorista,  el  10  de  agosto  de  1948;  el  16  de 
setiembre  de  1949,  el  secretario  del  Sindicato  de  Obreros  Curtidores  encabezó 
una  delegación  que  solicitó  su  presencia  en  un  acto  que  tendría  lugar  en 
Avellaneda,  y  el  5  de  octubre  de  1949,  obreros  del  Astillero  Central  del 
Ministerio  de  Obras  Públicas  vinieron  a  convidarla  para  la  botadura  de  una 
barcaza. 

En  algunos  casos,  las  delegaciones  venían  a  pedir  ayuda  para  solucionar 
problemas  como  la  obtención  de  medicamentos.  El  3  de  octubre  de  1947,  un 
grupo  le  pidió  tres  gramos  de  estreptomicina  para  un  compañero  enfermo.  Ese 
mismo  día,  unos  jubilados  solicitaron  su  gestión  para  que  les  aumentaran  los 
haberes. 

En  1948,  Evita  ya  recibía  también  un  gran  número  de  delegaciones 
gremiales  que  no  llegaban  hasta  ella  con  ningún  pedido  específico  sino  para 
entregarle  donaciones  de  sindicatos  o  agrupaciones  para  lo  que  en  un  principio 
se  llamó  "Cruzada  de  Ayuda  Social  María  Eva  Duarte  de  Perón"  y  luego  sería  la 
Fundación  Eva  Perón.  Por  lo  general,  eran  donaciones  en  efectivo,  pero  las 
había  también  en  estreptomicina,  zapatos,  dulces,  azúcar,  etc.  El  1  de  octubre  de 
1948,  recibió  una  delegación  que  le  regaló  100  páginas  fotográficas  y 
representantes  de  la  Asociación  de  Hoteles  de  Mar  del  Plata  que  le  ofrecieron  la 
estadía  durante  10  días  para  300  escolares  y  300  acompañantes. 


Democracia,  11  de  mayo  de  1948.  Toda  la  información  referente  a  la  actividad  de  Evita 
aparecía  diariamente  en  una  columna  de  Democracia.  También  puede  consultarse  El  Líder. 


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Evita 


En  las  proximidades  del  Io  de  Mayo  o  del  17  de  Octubre,  las  delegaciones 
que  pasaban  por  las  oficinas  de  Evita  en  el  Ministerio  se  hacían  mucho  más 
numerosas,  pues  venían  en  grandes  contingentes  para  los  actos  que  organizaba 
la  CGT.  Las  entrevistas  tenían  lugar  en  el  salón  de  audiencias  del  Ministerio. 
Por  lo  general  asistían  a  éstas  funcionarios  del  Ministerio,  según  el  problema  a 
tratar,  el  ministro  Freire,  y  además  representantes  de  la  comisión  directiva  de  la 
CGT.  Cuando  las  delegaciones  venían  a  entregarle  donativos,  se  hacía  presente 
el  ministro  de  Hacienda,  Ramón  Cereijo.  El  número  de  grupos  que  Evita  recibía 
diariamente  variaba.  A  veces  eran  solamente  media  docena,  pero  había  días  que 
llegaban  a  cerca  de  cuarenta:  el  30  de  setiembre  de  1947  fueron  ocho;  el  1  de 
octubre,  treinta;  el  7  de  julio  de  1948,  diecisiete;  el  8  de  julio  de  1948,  otra  vez 
diecisiete;  el  1  de  octubre  de  1949,  treinta  y  tres,  y  el  5  de  octubre  de  1949, 
catorce.  Entre  los  múltiples  ejemplos  que  podríamos  tomar,  Democracia 
publicaba  diariamente  la  lista  de  las  delegaciones  y  el  motivo  de  las  entrevistas. 
Veamos  dos.  El  15  de  setiembre  de  1947,  Evita  recibió  a  representantes  del 
Sindicato  de  Obreros  del  Gas  de  la  Provincia  de  Buenos  Aires,  de  la  Comisión 
Directiva  del  Sindicato  de  Luz  y  Fuerza,  de  la  Agrupación  Telefónica  Peronista 
de  La  Plata,  de  la  Asociación  Profesional  de  Capitanes  y  Prácticos  de  Cabotaje, 
de  la  Asociación  Obrera  Textil,  del  Sindicato  de  Conductores  de  Taxis,  del 
Sindicato  Argentino  de  Maestros,  del  Sindicato  del  Personal  de  YPF,  de  la 
Comisión  Interferroviaria  de  Empleados  Administrativos,  del  Sindicato 
Gastronómico  de  la  Capital,  del  personal  del  Ministerio  de  Justicia  e  Instrucción 
Pública  con  un  petitorio  dirigido  a  la  Cámara  de  Diputados  en  el  cual  se 
solicitaba  aumento  en  las  partidas  de  fondos  sobrantes  en  el  presupuesto  de 
1947,  mejores  sueldos  y  escalafón  para  el  personal  de  servicio  y  maestranza,  del 
Sindicato  de  Obreros  de  la  Carne  de  Rosario  y  del  Sindicato  de  Mecánicos  y 
Afines  del  Transporte  Automotor.  El  31  de  mayo  de  1948,  Evita  recibió  a 
representantes  del  Sindicato  Argentino  de  Músicos  que  le  entregaron  una 
donación  de  2.000  pesos,  de  la  Asociación  de  Empleados  de  Molinos  Harineros 
y  Anexos  para  agradecerle  su  cooperación  en  la  firma  de  un  contrato  colectivo 
de  trabajo,  de  la  Unión  Gastronómica  de  La  Plata  que  le  dio  2.000  pesos  para  su 
Obra  Social,  de  la  Asociación  del  Personal  de  Grandes  Despensas  Argentinas, 
de  empleados  de  la  Oficina  Fiscalizadora  de  los  Puertos  de  la  Aduana  de  la 
Capital  que  vinieron  a  invitarla  a  un  acto  en  su  honor  y  en  el  de  Perón,  del 
Sindicato  Obrero  de  Oficios  Varios  de  General  Paz,  provincia  de  Corrientes,  del 
Centro  de  Empleados  de  Comercio  de  Villa  Guillermina,  provincia  de  Santa  Fe, 
del  Sindicato  de  Conductores  de  Taxis,  del  Sindicato  de  Profesores  de 
Enseñanza  Media,  Normal  y  Técnica  de  Rosario,  del  Sindicato  Obrero  de 
Caseros,  Quinteros  y  Jardineros  de  la  provincia  de  Buenos  Aires,  de  la 
Federación  Obrera  Lanera  Argentina,  de  la  Asociación  de  Serenos  de  Buques 
del  Puerto  de  la  Capital,  del  Sindicato  de  Obreros  Curtidores,  del  Sindicato  de 
Obreros  del  Jabón  y  Anexos  de  la  provincia  de  Buenos  Aires,  del  Sindicato  de 
Obreros  Jaboneros  de  la  Capital,  la  comisión  directiva  de  la  CGT  y  los 
interventores  de  los  gremios  telefónicos  en  todo  el  país. 

Evita  entraba  al  salón  de  audiencias,  donde  la  esperaban  las 
delegaciones,  desde  su  oficina  privada.  Con  pasos  cortos  y  decididos,  se  dirigía 


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a  uno  de  los  grupos:  "¿Hola,  qué  tal  muchachos?".  Mientras  sonreía,  su  mirada 
recorría  uno  a  uno  a  sus  interlocutores  para  fijarlos  en  su  mente  o  para  tratar  de 
recordar  si  los  había  visto  en  otra  oportunidad.  Su  extraordinaria  memoria  le 
permitía  reconocer  rápidamente  a  los  que  ya  conocía,  aunque  hubiera  pasado 
mucho  tiempo  o  el  encuentro  hubiera  tenido  lugar  fuera  del  Ministerio  de 
Trabajo.  Si  no  conocía  a  nadie,  la  conversación  comenzaba  en  tono  formal  y  un 
poco  forzado,  pero  paulatinamente,  dirigiéndose  a  cada  miembro  de  la 
delegación,  Evita  disipaba  las  tensiones  al  entremezclar  las  cuestiones  de 
trabajo  con  preguntas  más  personales.  A  su  lado,  los  funcionarios  del  Ministerio 
tomaban  nota  de  las  quejas  y  de  los  pedidos,  resolviéndose  muchas  veces  en  el 
acto  lo  que  de  otra  manera  difícilmente  habría  podido  llegar  hasta  las 
autoridades  competentes. 

Evita  pasaba  casi  todas  las  mañanas  en  estas  entrevistas,  que  se 
prolongaban  frecuentemente  en  la  tarde  y  que  después  de  su  inevitable 
discurso  terminaban  generalmente  con  el  grupo  posando  para  una  fotografía.  Si 
los  miembros  de  las  delegaciones  eran  pocos,  recibía  a  varias  juntas.  Se  movía 
de  una  a  otra,  deteniéndose  todo  el  tiempo  necesario,  sin  apresuramientos.  A 
veces,  cuando  comenzaba  a  cansarse  y  había  una  silla  a  mano,  apoyaba  una 
rodilla  para  descansar  un  poco,  pero  seguía  conversando  como  si  tuviera  todo 
el  tiempo  del  mundo  por  delante. 

En  muchas  ocasiones,  las  delegaciones  eran  numerosas  y  eso  se  debía  a 
que  había  algún  congreso  sindical  en  Buenos  Aires  o  que  un  gremio  celebraba  la 
firma  de  un  contrato  de  trabajo.  A  partir  de  1948,  Evita  no  asistía  solamente  a  la 
firma  del  convenio  sino  que  a  veces  también  tomaba  parte  en  las  negociaciones, 
enterada  de  los  detalles  necesarios  y  de  los  antecedentes  de  cada  caso  por  los 
funcionarios  del  Ministerio  y  los  dirigentes  gremiales.  En  el  mes  de  setiembre 
de  1948,  un  paro  de  empleados  de  comercio  terminó  en  una  manifestación 
frente  al  Ministerio  de  Trabajo  para  pedir  el  cumplimiento  del  contrato  de 
trabajo  recientemente  firmado  en  todo  el  país.  La  medida  había  sido  tomada 
frente  a  resistencias  patronales  y  el  acto  frente  al  Ministerio  tenía  como  objetivo 
pedir  la  intervención  de  Evita  en  las  negociaciones.  Una  delegación  se 
entrevistó  con  ella  y  con  funcionarios  del  Ministerio.  Según  lo  consignó 
Democracia,  Evita  explicó  que  había  "seguido  atentamente  las  alternativas  del 
convenio  de  los  empleados  de  comercio  y  a  solicitud  de  la  confederación 
general  que  los  agrupa  y  de  los  numerosos  telegramas  que  he  recibido  en  tal 
sentido  he  tratado  con  todo  empeño  de  hallarle  una  solución.  He  pedido  a  los 
señores  industriales  una  reunión  para  que  esta  tarde  quede  resuelto  lo  que 
interesa  a  los  empleados  de  comercio...  Cuando  trajeron  a  mi  conocimiento  el 
asunto,  consideré  que  era  petitorio  justo  y  que  había  sido  sostenido  con  una 
disciplina  que  enaltece  al  gremio  de  empleados  de  comercio.  Estas  luchas  son  a 
veces  necesarias  para  que  los  trabajadores  se  mantengan  alertas,  pues  los 
antiperonistas  siguen  actuando  emboscados,  pero  deben  tener  la  seguridad  de 
que  mientras  el  general  Perón  esté  en  la  casa  de  Gobierno,  la  justicia  social  se 


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Evita 


cumplirá  inexorablemente"367.  El  conflicto  se  solucionó  esa  misma  noche 
favorablemente  para  los  empleados  de  comercio. 

Cuando  se  celebraba  la  firma  de  un  convenio  colectivo  y  el  público  era 
muy  numeroso,  el  acto  se  hacía  en  el  salón  de  actos  del  Ministerio  de  Trabajo. 
Así  por  ejemplo,  el  26  de  mayo  de  1948  hubo  un  acto  para  marcar  la  firma  de  un 
contrato  de  trabajo  que  afectaba  a  más  de  100.000  obreros  de  la  industria  de  la 
alimentación  por  el  término  de  un  año  a  partir  del  1  de  mayo.  El  convenio 
establecía  "clasificaciones  para  todas  las  ramas  de  la  industria,  sueldo  mínimo  y 
aumentos  por  antigüedad,  subsidios  por  nacimientos,  fallecimientos  y 
casamientos",  y  condiciones  de  trabajo368.  Contenía  además  una  cláusula 
especial,  que  en  los  años  siguientes  se  hará  cada  vez  más  común.  Ese  artículo 
indicaba  que  los  trabajadores  comenzarían  a  cobrar  los  aumentos  a  partir  del 
día  16  y  que  los  industriales  entregarían  la  diferencia  de  los  jornales 
acumulados  entre  el  1  y  el  15  al  sindicato  para  que  éste  a  su  vez  lo  donara  a  la 
"Obra  Social  Doña  María  Eva  Duarte  de  Perón".  Evita  asistió  al  acto 
acompañada  por  el  edecán  presidencial,  capitán  de  corbeta  Lisandro  Yanzi  Oro; 
el  ministro  de  Trabajo,  el  secretario  general  del  Sindicato  de  la  Alimentación, 
Raúl  Costa,  y  José  Espejo.  Estaban  también  presentes  representantes  del  sector 
patronal,  y  como  de  costumbre  Evita  pronunció  un  discurso. 

Como  parte  de  su  trabajo  con  delegaciones  sindicales,  todos  los  miércoles 
por  la  tarde  Evita  acompañaba  a  los  miembros  del  secretariado  de  la  CGT  a  la 
Casa  de  Gobierno,  donde  tenían  una  entrevista  semanal  con  Perón  para  discutir 
problemas  gremiales.  A  veces,  iban  también  delegaciones  de  obreros  con 
pedidos  especiales.  El  29  de  enero  de  1947,  Perón  recibió  a  una  delegación  de 
obreros  de  la  carne  de  Rosario  que  solicitó  su  ayuda  para  obtener  recursos  para 
la  construcción  de  una  sede  social  y  de  un  policlínico  para  afiliados  y  familiares 
—  Perón  prometió  su  colaboración  y  recomendar  el  pedido  favorablemente  al 
Ministerio  de  Obras  Públicas  — .  El  21  de  julio  de  1948  conversó  con  un  grupo  de 
delegados  que  habían  asistido  a  la  Conferencia  Internacional  del  Trabajo 
celebrada  en  San  Francisco.  Cuando  la  entrevista  servía  para  informar  a  Perón 
de  las  resoluciones  tomadas  en  una  asamblea  nacional  de  un  gremio  y  la 
delegación  era  muy  numerosa,  Evita  también  asistía.  Pero  por  lo  general, 
solamente  acompañaba  a  las  delegaciones  hasta  la  Casa  de  Gobierno  y 
permanecía  en  una  oficina  cercana.  Por  otra  parte,  los  pedidos  de  audiencias 
especiales  con  Perón  se  hacían  por  intermedio  de  Evita. 

Su  actividad  gremial  se  completaba  con  visitas  a  fábricas  para  ponerse  en 
contacto  con  obreros  que  no  tenían  la  oportunidad  de  ir  al  Ministerio  de 
Trabajo.  Así  por  ejemplo,  el  24  de  enero  de  1947,  visitó  la  Fábrica  Fármaco 
Argentina;  el  4  de  febrero  de  1947,  la  Fábrica  Siam;  el  11  de  ese  mismo  mes,  los 
Talleres  Tamet,  en  Avellaneda,  donde  pronunció  un  discurso  exhortando  a  los 
obreros  a  contribuir  al  cumplimiento  del  Plan  Quinquenal,  y  el  21,  la  Fábrica  de 
Jabones  Delbene  Hermanos.  En  estas  ocasiones,  como  también  durante  sus 
frecuentes  viajes  al  interior  de  la  República  para  asistir  a  actos  patrocinados  por 

367  Democracia,  13  de  diciembre  de  1948. 

368  Democracia,  27  de  mayo  de  1948. 


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Evita 


la  CGT,  Evita  mantenía  reuniones  con  grupos  de  obreros  y  conversaba  con  ellos 
como  lo  hacía  en  el  Ministerio  de  Trabajo  y  Previsión. 

Los  ejemplos  citados  hasta  ahora  se  refieren  principalmente  a  los  años 
1947  y  1948,  pero  podrían  haber  ocurrido  en  los  años  siguientes.  El  esquema  de 
actividad  gremial  de  Evita  se  mantiene  constante  hasta  mediados  de  1951,  con 
la  diferencia  que  a  partir  de  1949,  el  número  de  delegaciones  que  viene  a  pedir 
su  cooperación  para  solucionar  conflictos  disminuye,  mientras  aumentan  las 
que  van  a  ofrecerle  donaciones  para  la  Fundación  Eva  Perón  y  también  el 
monto  de  éstas.  El  17  de  febrero  de  1950,  la  Unión  Obrera  del  Calzado  le  dio  431 
pares  de  zapatos  y  el  Sindicato  del  Personal  del  Instituto  de  Previsión  Social  le 
entregó  un  cheque  por  219.999,60  pesos;  el  19  de  mayo  de  1950,  la  Junta 
Intersindical  de  la  Carne  le  dio  22.899,20  pesos  y  el  Sindicato  de  los  Obreros  de 
la  Industria  Aceitera,  100.000  pesos;  el  30  de  junio,  los  empleados  de  la 
Dirección  General  Impositiva  le  entregaron  130.209,43  pesos,  y  el  31  de  julio, 
una  delegación  del  Sindicato  Argentino  de  Prensa,  250.000  pesos.  En  un  solo 
día,  el  7  de  agosto  de  1950,  Evita  recibió  una  donación  de  337,500  pesos  de 
Fabricantes  de  Soda  de  la  Capital  Federal,  20.371  pesos  del  Sindicato  Argentino 
de  Trabajadores  de  Moliendas  Mineras  y  Afines,  1.500  pesos  del  Centro 
Camioneros  y  Afines  de  Noentinger,  Córdoba,  y  3.500  metros  cúbicos  de  arena 
de  un  grupo  de  concesionarios  de  arena  y  barcos  areneros. 

Confirmando  lo  que  decía  en  muchos  de  sus  discursos,  en  La  razón  de  mi 
vida  Evita  describe  sus  funciones  gremiales  como  la  continuación  de  las 
actividades  y  del  estilo  de  Perón  cuando  era  solamente  secretario  de  Trabajo.  En 
el  Ministerio,  que  ella  insistirá  en  llamar  "la  Secretaría",  explica  que  encontró 
"todo  en  marcha;  un  estilo  y  una  técnica  para  tratar  y  resolver  los  problemas 
gremiales;  el  estilo  y  la  técnica  del  coronel  Perón.  Yo  no  he  hecho  otra  cosa  que 
seguir  sus  huellas...".  El  principio  que  guiaba  sus  actos  era  lo  que  describe  como 
"el  concepto  justicialista  del  trabajo".  Lo  define  de  la  siguiente  manera:  "El 
objeto  fundamental  del  Justicialismo  en  relación  con  el  movimiento  obrero  es 
hacer  desaparecer  la  lucha  de  clases  y  sustituirla  por  la  cooperación  entre  el 
capital  y  el  trabajo. 

"El  capitalismo,  para  darle  todo  el  capital,  explota  a  los  trabajadores. 

"El  comunismo,  para  solucionar  el  problema,  ideó  un  sistema  de  lucha 
que  no  terminará  sino  cuando  haya  una  sola  clase  social;  pero  a  esto  se  llega  por 
la  destrucción,  que  es  efecto  de  una  lucha  larga,  y  sin  cuartel,  entre  capital  y 
trabajo. 

"No  queremos  una  sola  clase  proletaria  sino  una  sola  clase  de  hombres 
desproletarizados  que  vivan  y  trabajen  dignamente...  No  queremos  que  nadie 
explote  a  nadie;  y  nada  más." 

Evita  reconoce  que  ella  no  podía  seguir  este  principio  al  pie  de  la  letra. 
"Casi  siempre  para  mí  la  justicia  está  un  poco  más  allá  de  la  mitad  del  camino..." 

"¡Más  cerca  de  los  trabajadores  que  de  los  patrones! 


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Evita 


"Es  que  para  llegar  a  la  única  clase  de  argentinos  que  quiere  Perón,  los 
obreros  deben  subir  todavía  un  poco  más,  pero  los  patrones  tienen  mucho  que 
bajar. 

"Lo  cierto  es  que  yo,  que  veo  en  cada  obrero  a  un  descamisado  y  a  un 
peronista,  no  puedo  ver  lo  mismo,  si  no  está  bien  probado,  en  un  patrón. 

"Soy  sectaria,  sí.  No  lo  niego;  y  ya  lo  he  dicho.  Pero  ¿podrá  negarme 
alguien  ese  derecho?  ¿Podrá  negarse  a  los  trabajadores  el  humilde  privilegio  de 
que  yo  esté  más  con  ellos  que  con  sus  patrones? 

"¡Si  cuando  yo  busqué  amparo  en  mi  amargo  calvario,  de  1945,  ellos, 
solamente  ellos,  me  abrieron  las  puertas  y  me  tendieron  una  mano  amiga! 

"Mi  sectarismo  es  además  un  desagravio  y  una  reparación.  Durante  un 
siglo  los  privilegios  fueron  los  explotadores  de  la  clase  obrera.  ¡Hace  falta  que 
eso  sea  equilibrado  con  otro  siglo  en  que  los  privilegiados  sean  los 
trabajadores!"369. 

Como  se  recordará,  el  propósito  inicial  de  los  encuentros  de  Evita  con 
delegaciones  sindicales,  o  de  sus  visitas  a  fábricas,  había  sido  mantener  el 
contacto  de  Perón  con  los  obreros  a  través  de  su  mujer,  o  sea,  la  persona  que 
más  cerca  se  hallaba  de  él.  Las  actividades  gremiales  de  Evita  aparecían  como 
un  ejemplo  más  de  la  preocupación  de  Perón  por  el  bienestar  de  los 
descamisados,  que  contaban  además  con  una  legislación  protectora  de  sus 
intereses  de  clase,  mejoras  económicas,  un  nuevo  sentido  de  dignidad  y  orgullo, 
una  central  obrera  reconocida  y  amparada  por  el  Estado  y  hasta  un  Ministerio 
de  Trabajo  encabezado  por  un  obrero.  Pero  Evita  demostró  pronto  tener  un 
talento  inusitado  para  sus  tareas  gremiales.  Disfrutaba  enormemente  de  lo  que 
hacía;  el  tiempo  no  transcurría  cuando  estaba  reunida  con  delegaciones 
gremiales;  era  eficiente;  no  le  importaba  repetir  una  y  otra  vez  que  era  necesario 
producir  más  o  que  el  Plan  Quinquenal  debía  cumplirse  y  sus  auditorios 
respondían  a  sus  exhortaciones  con  demostraciones  de  entusiasmo.  Además,  su 
trabajo  tenía  resultados  provechosos  para  Perón.  Por  medio  de  sus  contactos 
diarios  con  los  gremios,  Evita  iba  conociendo  a  dirigentes  intermedios  que  se 
postulaban  como  peronistas  y  que  ya  en  1948  son  los  candidatos  que  Perón 
apoya  para  reemplazar  a  los  líderes  sindicales  con  tendencias  autonomistas.  En 
momentos  en  que  subsistían  todavía  numerosas  disensiones  entre  los 
partidarios  del  gobierno,  Evita  impedía  que  las  divisiones  se  hicieran  más 
profundas.  Tanto  con  sus  actos  como  con  sus  discursos,  impulsaba  la 
peronización  de  los  sindicatos.  Recordaba  a  sus  auditorios  que  "el  coronel" 
había  emprendido  la  defensa  de  los  trabajadores  y  que  el  bienestar  de  éstos  era 
su  constante  preocupación.  El  Ministerio  de  Trabajo  seguía  siendo  la  Secretaría, 
"un  ambiente  grato  para  todos  los  trabajadores  argentinos,  porque  desde  aquí  el 
coronel  Perón  encendió  la  luz  de  la  justicia  social,  ignorada  durante  tantos  años. 
Aquí  fue  donde  un  hombre  tomó  la  bandera  de  la  reivindicación  de  los 
humildes,  para  luchar  porque  se  diera  a  la  masa  trabajadora  todo  aquello  a  lo 
que  justamente  tenía  derecho  y  que  le  había  sido  negado  sistemáticamente 


Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  ps.  122-123. 


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Evita 


durante  decenas  de  años"370.  En  todas  las  circunstancias,  recomendaba  a  los 
obreros  que  se  unieran  en  torno  a  Perón  y  no  permitieran  que  la  "política" 
entrara  en  los  sindicatos.  El  31  de  mayo  de  1947,  en  una  de  sus  visitas  a  una 
fábrica,  pronunció  el  siguiente  discurso:  "Cuando  Perón  subió  al  gobierno, 
existía  un  régimen  sordo  e  inhumano  y  esa  máquina  todavía  no  la  hemos 
podido  desmontar  del  todo,  pero  tengan  ustedes  el  convencimiento  de  que 
paulatinamente  lo  haremos  y  de  que  la  justicia  social  que  abrazara  el  general 
Perón  se  cumplirá  inexorablemente,  cueste  lo  que  cueste  y  caiga  quien  caiga. 

"Mi  labor  es  muy  pequeña,  pero  le  dedico  a  ella  todo  mi  corazón  de 
mujer  para  que  haya  un  poco  más  de  justicia  y  de  alegría  en  los  hogares 
desheredados.  Eso  es  lo  que  faltaba  en  los  gobiernos  anteriores,  porque  se 
actuaba  sin  cariño,  fríamente  y  a  veces  pensando  solamente  en  el  bolsillo. 

"Nosotros  estamos  luchando  por  un  ideal  y  una  bandera,  que  son  ustedes 
mismos.  Por  eso  debemos  siempre  tener  presente  que  no  debemos  seguir  otra 
bandera  que  la  azul  y  blanca,  que  no  debemos  cantar  otro  himno  más  que  el 
nuestro,  y  que  no  debemos  vitorear  a  ningún  extranjero  cuando  hay  un  general 
de  la  Nación  que  lucha  y  se  sacrifica  por  todos  los  trabajadores.  Si  algún  día  los 
malvados,  los  traidores,  los  vendepatrias  llegaran  al  poder,  ello  sería  la  ruina  y 
la  desgracia  de  toda  la  patria.  Debemos  cuidarnos  de  los  enemigos  agazapados; 
debemos  luchar  para  no  caer  en  la  lacra  más  grande  de  la  sociedad,  que  es  el 
comunismo,  y  debemos  luchar  para  que  el  mismo  no  exista  entre  nosotros"371. 

En  estos  primeros  años  una  de  las  constantes  de  los  discursos  de  Evita 
era  la  lealtad  que  los  obreros  le  debían  a  Perón  y  cuyo  ejemplo  era  la  actitud  de 
Mercante  durante  la  crisis  de  octubre  de  1945.  En  enero  de  1947,  por  ejemplo, 
durante  un  acto  para  celebrar  la  firma  de  un  contrato  de  trabajo,  Evita  saludó  a 
los  obreros  reunidos  en  el  recinto  de  Trabajo  y  Previsión  en  nombre  de  Perón, 
les  pidió  unidad,  pues  no  "puede  haber  traidores  dentro  de  las  filas  del 
peronismo",  y  que  levantaran  "la  bandera  de  la  lealtad,  que  es  la  bandera  de 
Mercante"372.  En  un  período  de  transición  como  era  éste.  Evita  reforzaba  la 
identificación  de  los  trabajadores  con  Perón,  recalcaba  la  comunidad  de 
propósitos  y  establecía  la  continuidad  del  pasado  con  el  presente. 

Por  su  parte,  los  obreros  veían  que  la  actividad  de  Evita  tenía  el  respaldo 
de  Perón  y  en  momentos  en  que  el  movimiento  obrero  organizado  crecía  a 
pasos  agigantados,  había  todavía  numerosos  conflictos  con  grupos  que  se 
oponían  a  la  peronización  de  los  sindicatos,  subsistían  las  resistencias 
patronales  ante  los  avances  laborales  y  el  Ministerio  de  Trabajo  estaba  en  pleno 
proceso  de  organización,  tendían  a  buscar  su  apoyo  y  su  colaboración.  Sabían 
que  las  burocracias,  ya  fueran  del  Ministerio  de  Trabajo  peronista  o  de 
cualquier  otra  repartición,  son  lentas  y  que  Evita  —se  lo  había  demostrado  en 
numerosas  oportunidades  —  era  la  que  podía  arrasar  con  cualquier 
impedimento.  Su  presencia  les  facilitaba  trámites,  resolvía  escollos  y  producía 


Democracia,  27  de  mayo  de  1948. 
Democracia,  1  de  junio  de  1947. 
Democracia,  30  de  enero  de  1947. 


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Evita 


resultados  concretos  y  rápidos,  pues  solamente  ella,  por  ser  quien  era  y  tener  el 
aval  de  Perón,  tenía  acceso  directo  a  las  más  altas  autoridades. 


Decenas  de  miles  de  cacerolas  para  los  pobres. 


Desde  el  punto  de  vista  de  los  obreros,  la  función  de  Evita  en  este 
período,  como  en  años  posteriores,  consistía  en  facilitar  la  organización  de 
nuevos  gremios,  agilizando  el  papeleo  en  el  Ministerio  de  Trabajo,  respaldar  a 
los  sectores  peronistas  en  todo  conflicto  gremial  y  asegurar  que  pudieran 
construir  sus  sedes  sindicales,  sus  clínicas  y  proveedurías  como  querían  hacerlo, 
consiguiendo  para  ello  subsidios,  materiales  o  mano  de  obra  para  su 
construcción  u  operación;  propulsar  sus  escuelas  de  capacitación,  recomendar 
el  nombramiento  de  gremialistas  al  Parlamento;  en  las  negociaciones  previas  a 
la  firma  de  un  convenio  colectivo  de  trabajo,  apoyar  las  demandas  por  mejores 
escalafones,  mayores  seguros  contra  accidentes,  vacaciones,  licencias 
extraordinarias,  etc.  Finalmente,  por  intermedio  de  su  Obra  de  Ayuda  Social  y 
sobre  todo  una  vez  que  organiza  la  Fundación  Eva  Perón,  construir  hoteles, 
hospitales,  colonias  de  vacaciones  y  barrios  de  viviendas  obreras  para  ellos  y 
sus  familias. 

La  actividad  de  Evita,  tanto  en  esta  época  como  en  años  posteriores, 
constituyó  muy  probablemente  un  factor  irritativo  para  que  se  activaran  los 
expedientes  que  ella  pedía  o  se  diera  prioridad  a  lo  que  ella  deseaba.  Por  otra 
parte,  también  es  posible  que  en  este  caso  frenara  la  burocratización  de  esa 
repartición,  en  momentos  en  que  los  trabajadores  más  necesitaban  de  un 
organismo  ágil.  Si  a  partir  de  1946,  el  gobierno  peronista  estaba  dispuesto  de 
todos  modos  a  extender  y  ampliar  a  otros  sectores  los  beneficios  sociales  que 
Perón  había  obtenido  para  los  sindicatos  más  antiguos  y  poderosos  desde  la 


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Marysa  Navarro 


Evita 


Secretaría  de  Trabajo,  poco  importa,  pues  por  su  acción  desde  el  Ministerio  de 
Trabajo,  Evita  poco  a  poco  se  transformó  en  el  reaseguro  para  que  los 
trabajadores  viesen  sus  reivindicaciones  cumplidas  e  incrementadas.  Cierto  es 
que  ella  logró  hacerlo  en  un  período  en  que  las  condiciones  económicas  eran 
todavía  muy  favorables  y  esta  circunstancia  seguramente  influyó  para  que  ella 
pudiera  cumplir  su  cometido.  La  falta  de  datos  no  permite  evaluar  en  qué 
medida  Evita  contribuyó  realmente  a  incrementar  los  beneficios  sociales  y 
materiales  de  los  trabajadores,  pero  a  partir  de  1948,  tanto  la  CGT  como 
numerosos  dirigentes  sindicales  y  sobre  todo  las  bases,  actúan  como  si  las 
conquistas  que  obtienen  se  debieran  fundamentalmente  a  la  cooperación  de 
Evita.  Se  siente  representados  y  defendidos  por  ella.  Es  su  mediadora,  su 
"plenipotenciaria"  como  muy  pronto  se  llamará  a  sí  misma.  Su  aceptación  como 
tal  ya  es  aparente  ese  mismo  año  pues  es  la  primera  vez  que,  junto  con  Perón, 
habla  desde  los  balcones  de  la  Casa  Rosada  en  las  dos  fiestas  del  movimiento 
obrero  organizado,  que  son  también  las  fiestas  peronistas  por  excelencia:  el  Io 
de  Mayo  y  el  17  de  Octubre. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


Capítulo  X 

El  Partido  Peronista  Femenino 


A  mediados  de  1949,  las  funciones  que  Evita  desempeñaba  en  el 
gobierno  peronista  ya  estaban  claramente  delineadas:  era  la  delegada  y  la 
intérprete  de  Perón  ante  los  descamisados,  "la  plenipotenciaria"  de  éstos  ante  el 
líder,  "la  abanderada  de  las  mujeres  y  de  los  humildes"  por  su  obra  social  y  ese 
año  se  convertiría  en  la  presidenta  del  Partido  Peronista  Femenino. 

En  el  mes  de  julio,  el  Partido  Peronista  celebró  una  reunión  en  el  Luna 
Park  para  echar  las  bases  de  su  organización  definitiva  y  seis  mil  delegados,  de 
los  cuales  mil  eran  mujeres,  se  hicieron  presentes  para  oír  un  discurso  de  Perón. 
Al  día  siguiente,  el  26  de  julio,  las  mujeres  abandonaron  a  los  hombres  en  el 
Luna  Park  y  se  trasladaron  al  Teatro  Nacional  Cervantes  para  escuchar  a  Evita 
y  luego  proclamarla  presidenta  del  Partido  Peronista  Femenino. 

El  discurso  que  Evita  pronunció  en  esta  ocasión,  prolongado  y  por 
momentos  ampuloso,  tenía  el  propósito  de  explicar  las  razones  por  las  cuales 
las  mujeres  debían  formar  un  movimiento  político,  cuál  sería  su  contenido 
ideológico,  los  principios  que  guiarían  su  acción  y  qué  objetivos  tendría.  Según 
Evita,  las  mujeres  debían  organizarse  políticamente  porque  ellas  también 
formaban  parte  de  los  sectores  que  habían  sido  explotados  durante  muchos 
años,  más  precisamente  hasta  la  Revolución  del  4  de  junio.  Después  de  describir 
los  males  que  aquejaban  a  los  trabajadores  en  ese  período  en  que  reinaba  la 
injusticia  social,  subrayó  que  la  mujer  era  "doblemente  víctima  en  todas  las 
injusticias.  En  el  hogar  sufría  más  que  los  suyos,  porque  toda  la  miseria,  toda  la 
desolación,  todos  los  sacrificios  los  monopolizaba  ella  para  evitárselos  a  sus 
hijos.  Llevada  a  la  fábrica,  sufrió  toda  la  prepotencia  patronal...  Y  como  si  fuera 
poco,  el  destino  le  deparaba  un  sufrimiento  más.  Descubierta  por  el  industrial 
como  fuerza  de  trabajo,  transforma  la  mujer  laboriosa  en  la  competidora  de  su 
propio  hermano,  realizando,  por  imposición  de  las  circunstancias  y  las 
necesidades  de  llevar  el  sustento  al  hogar,  los  mismos  trabajos,  pero  con  salario 
menor373. 

La  situación  solamente  comenzó  a  cambiar  cuando  el  coronel  Perón 
emprendió  una  lucha  sin  cuartel  "contra  los  privilegios  oligárquicos".  El  triunfo 


Esta  cita,  así  como  todas  las  otras  referentes  al  discurso  que  pronunció  Evita  en  el  Teatro 
Cervantes,  han  sido  extraídas  de  un  folleto  titulado:  Discurso  de  Eva  Perón  en  el  acto  inaugural  de  la 
primera  asamblea  nacional  del  Movimiento  Peronista  Femenino  (Buenos  Aires,  26  de  julio  de  1949). 


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Evita 


de  la  justicia  social  trajo  aparejado  el  bienestar  de  la  mujer  y  el  reconocimiento 
de  sus  derechos  políticos,  tan  injustamente  negados  hasta  ese  momento,  explicó 
Evita.  Siendo  como  es  "la  fuerza  moral"  del  pueblo,  la  mujer  tiene  la  obligación 
de  integrarse  a  la  lucha  por  la  defensa  de  un  gobierno  que  tantos  beneficios  ha 
dado  a  los  argentinos.  Para  cumplir  con  este  cometido,  la  mujer  debe 
organizarse,  pero  ello  no  quiere  decir  que  deba  elegir  un  camino  propio, 
separado  del  que  ha  trazado  Perón  para  el  país.  Su  organización  debe 
enmarcarse  dentro  de  los  objetivos  señalados  por  él.  El  justicialismo  y  la  Tercera 
Posición,  solución  para  el  país  y  "para  el  mundo  entero",  deben  serlo  también 
para  el  movimiento  femenino. 

El  principio  fundamental  del  Partido  Femenino  debe  ser  la  unidad  en 
torno  a  la  doctrina  y  la  persona  de  Perón,  aclaró  Evita.  Toda  ambición  personal 
debe  ser  puesta  de  lado  pues  atenta  contra  la  unidad  y  por  lo  tanto  contra  el 
pueblo,  es  decir,  contra  Perón.  La  característica  insustituible  de  esa  unidad  es 
"la  más  estricta  fidelidad  a  la  doctrina,  la  obra  y  la  personalidad  del  General 
Perón,  que  corresponde  a  la  manera  más  completa  de  identificarse  con  la 
revolución,  porque  nuestro  movimiento  se  inspira  teórica  y  doctrinariamente  en 
la  palabra  de  Perón  y  se  alimenta  prácticamente  de  su  obra  de  gobernante.  Para 
la  mujer  ser  peronista  es,  ante  todo,  fidelidad  a  Perón  y  confianza  ciega  en 
Perón".  Las  mujeres  peronistas  sólo  pueden  tener  un  líder,  un  objetivo  y  un 
camino.  "Nuestro  Líder  único  es  el  General  Perón,  espíritu  y  brazo  de  un  pueblo 
que  ha  reiterado  su  voluntad  de  ser  económicamente  libre,  socialmente  justo  y 
políticamente  soberano.  El  objetivo  único  es  la  felicidad  de  todos  los  que 
trabajan,  condición  esencialísima  para  la  grandeza  de  la  Patria,  porque  no  hay 
patria  grande  donde  no  alienta  un  pueblo  feliz.  Y  el  camino  único  que  se  ofrece 
a  las  mujeres  peronistas,  en  la  plenitud  del  goce  de  sus  derechos  políticos,  es  la 
organización  y  la  unidad  del  movimiento  femenino  peronista,  al  servicio  del 
Líder  y  de  la  nación." 

Evita  atribuyó  al  Partido  Peronista  Femenino  un  cometido  especial 
dentro  del  peronismo,  extender  y  popularizar  la  obra  del  líder  e  inculcar  la 
doctrina  en  los  niños.  Por  ser  la  mujer  "mejor  depositaría  que  el  hombre  de  los 
valores  espirituales  y  más  accesible  a  las  buenas  costumbres  por  su  diferente 
condición  biológico-social,  es  el  pilar  sobre  el  que  descansa  la  sociedad  para 
asegurarse  una  buena  formación  psicológica  y  moral  del  niño,  eliminando  sus 
complejos  y  contribuyendo  a  la  educación  del  carácter".  Además,  es  "la 
depositaría  del  sentido  común  de  la  especie,  porque  gravita  sobre  ella  la 
responsabilidad  de  perpetuarla  y  la  naturaleza  le  ha  dado  un  sentido  común 
superior  al  que  pueda  exhibir  el  hombre".  Para  cumplir  con  su  cometido, 
prosiguió,  la  mujer  debe  estudiar  la  doctrina  peronista,  la  obra  de  Perón  y  los 
objetivos  por  los  que  él  lucha  y  cubrir  el  país  de  ateneos,  que  serán  las  unidades 
básicas. 

Las  mujeres  están  perfectamente  capacitadas  para  emprender  la  lucha 
política,  recalcó  enfáticamente.  Reclaman  su  puesto  en  ésta  no  como  un  honor, 
sino  como  un  deber  que  se  ganaron  el  17  de  octubre  de  1945.  Evita  terminó  su 
exposición  con  una  larga  disquisición  sobre  la  Tercera  Posición  y  la 


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Evita 


contribución  que  pueden  hacer  las  mujeres  a  la  paz  mundial,  o  formando  su 
solidaridad  con  todas  las  mujeres  del  mundo  y  reiterando  "nuestra  profesión  de 
fe  en  la  doctrina  del  Líder,  nuestra  ilimitada  confianza  en  la  acción  del 
Conductor,  y  nuestra  total  identificación  con  el  programa,  la  política  y  la 
concepción  social  del  General  Perón". 

El  discurso  de  Evita,  que  fue  recibido  con  gran  entusiasmo  por  las 
delegadas,  no  dejaba  lugar  a  dudas:  el  Partido  Peronista  Femenino  tendría  un 
solo  líder  y  una  sola  doctrina,  pero  también  tendría  una  única  dirección:  la 
suya.  Con  ello  dejaba  asentado  que  debían  desaparecer  todos  los  grupos  que  se 
habían  ido  formando,  como  el  Centro  Femenino  María  Eva  Duarte  de  Perón,  la 
Unión  Femenina  Peronista,  la  Asociación  Peronista  pro-Derechos  Políticos  de  la 
Mujer  y  Protección  del  Niño,  etc.,  para  unirse  todos  en  una  agrupación  bajo  su 
presidencia.  Y  así  sucedió. 

Poco  después  de  la  reunión  del  Teatro  Cervantes,  Evita  comenzó  a 
seleccionar  personalmente  un  grupo  de  veintitrés  mujeres  a  las  que  llamó 
delegadas  censistas  porque  su  función  era  ostensiblemente  levantar  en  todo  el 
país  un  censo  de  las  mujeres  peronistas  susceptibles  de  ingresar  en  el  partido, 
pero  en  verdad,  después  de  haber  realizado  ese  levantamiento,  su  cometido  era 
organizar  unidades  básicas  y  ponerlas  en  funcionamiento.  Cada  una  de  ellas  era 
responsable  por  una  provincia,  pero  las  había  también  para  los  territorios  y  una 
para  la  Capital:  Catalina  Alien  (Buenos  Aires),  Luisa  Komel  (Santa  Fe),  Juana 
Larrauri  de  Abrami  (Entre  Ríos),  Celfa  Argumedo  de  André  (Corrientes),  Elsa  I. 
Chamorro  Alamán  (Córdoba),  María  Evangelina  Renard  (Santiago  del  Estero), 
Blanca  Elena  de  Rodríguez  (San  Luis),  Teresa  G.  Gibelli  (Mendoza),  Trinidad 
Coronel  (San  Juan),  Delfina  de  Molina  (Catamarca),  Juana  María  Acordo  Beraza 
(La  Rioja),  Ana  C.  Maco  (Tucumán),  Hilda  Nélida  Castañeira  (Salta),  María 
Isabel  C.  de  Parravicini  (Jujuy),  María  Isabel  de  Solveyra  Casares  (Chaco), 
Susana  Míguez  (Chubut),  Sara  Rodríguez  Alderete  (Formosa),  Matilde  Dora 
Gaeta  de  Iturbe  (La  Pampa),  Elena  Aída  Fernícola  (Misiones),  Clementina  A. 
Palumbo  (Neuquén),  María  Rosaura  Isla  (Río  Negro)  y  Ana  María  García 
Ronzio  (Santa  Cruz)374.  Por  la  Capital  Federal,  Evita  nombró  delegada  a  Teresa 
Adelina  Fiora,  una  joven  que  dirigía  en  aquel  entonces  la  Escuela  de  Enfermeras 
de  la  Fundación  Eva  Perón.  Desde  hacía  casi  un  año,  colaboraba  estrechamente 
con  Evita  en  su  obra  social  y  era  persona  de  su  entera  confianza.  Dinámica, 
llena  de  vida  y  entusiasmo,  Fiora  fue  la  encargada  de  poner  en  marcha  el 
partido  en  Buenos  Aires,  inaugurando  la  sede  metropolitana  el  29  de  octubre  de 
1949.  Con  la  ayuda  de  subdelegadas  censistas,  también  entrevistadas,  puestas  al 
tanto  de  sus  funciones  y  nombradas  por  Evita,  Fiora  llevó  a  cabo  el  censo  de  la 
Capital  y  el  27  de  enero  de  1950  inauguró  la  primera  unidad  básica  del  Partido 
Peronista  Femenino  en  el  barrio  de  viviendas  obreras  Presidente  Perón. 
Después  de  pronunciar  un  discurso  en  el  que  recalcó  que  el  partido  femenino 
era  expresión  "de  los  desvelos,  los  sacrificios,  la  grandeza  de  miras,  la  amplitud 
de  concepciones  de  nuestra  líder  única:  Eva  Perón,  luminosa  figura  de  mujer, 
de  argentina,  de  revolucionaria",  puso  en  posesión  de  su  cargo  a  la  delegada 


Democracia,  22  de  octubre  de  1949,  da  la  lista  completa  de  las  primeras  censistas. 


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censista  María  Rosa  Calviño  de  Gómez,  que  en  las  elecciones  de  1951,  sería 
elegida  senadora  por  la  Capital375.  Mientras  tanto,  en  la  provincia  de  Buenos 
Aires,  el  6  de  noviembre  de  1949,  Elena  Caporale  de  Mercante  había  inaugurado 
la  primera  unidad  básica  provincial.  Estos  acontecimientos  marcaron  el 
comienzo  de  una  actividad  febril  que  se  extendió  a  toda  la  República  y  se 
prolongó  hasta  mediados  de  1951. 

El  núcleo  inicial  de  delegadas  censistas  y  las  subdelegadas  que  se 
pusieron  a  recorrer  el  país  para  echar  las  bases  del  Partido  Peronista  Femenino, 
no  tenía  en  su  mayoría  ninguna  experiencia  política.  Eran,  por  lo  general, 
maestras,  amas  de  casa,  enfermeras,  pero  había  también  una  abogada,  Elsa  I. 
Chamorro  Alamán,  y  una  cantante  de  tangos,  Juana  Larrauri.  Algunas  eran 
casadas,  otras  solteras  y  de  la  noche  a  la  mañana,  a  pedido  de  Evita,  dejaron  sus 
vidas  para  entrar  en  el  mundo  de  la  política.  "Todas  muy  jóvenes",  recordaría 
ella,  "yo  las  había  conocido  como  colaboradoras  mías  infatigables  en  la  ayuda 
social,  como  fervientes  peronistas  de  todas  horas,  como  fanáticas  de  la  causa  de 
Perón.  Tenía  que  exigirles  grandes  sacrificios:  abandonar  el  hogar,  el  trabajo, 
dejar  prácticamente  una  vida  para  empezar  otra  distinta,  intensa  y  dura.  Para 
eso  necesitaba  mujeres  así,  infatigables,  fervientes,  fanáticas"376.  Fueron  al 
interior,  a  provincias  desconocidas  donde  a  veces  tenían  que  enfrentar  grupos 
locales  que  no  veían  con  buenos  ojos  la  centralización  que  estaba  imponiendo 
Evita  pues  desde  la  promulgación  del  voto  femenino,  y  en  algunos  casos 
también  antes,  eran  los  grupos  de  mujeres  que  se  habían  formado.  Así  por 
ejemplo,  el  17  de  octubre  de  1947  se  constituyó  el  Partido  Peronista  Femenino 
de  San  Juan,  bajo  la  presidencia  de  Hélida  B.  de  Godoy,  esposa  del  gobernador 
de  esa  provincia.  Es  que  la  preeminencia  de  Evita  había  servido  para  que  su 
ejemplo  fuera  seguido  por  otras  esposas  de  funcionarios,  siendo  la  más 
importante,  sin  lugar  a  dudas,  Elena  Caporale  de  Mercante. 

Ocasionalmente,  el  Partido  Peronista  Masculino  no  aceptaba  la 
independencia  de  acción  de  las  delegadas  censistas,  pues  sólo  acataban  órdenes 
de  Evita.  Esta,  por  su  parte,  encontraba  tiempo  para  seguir  paso  a  paso  sus 
actividades,  donde  quiera  estuviesen.  Exigía  informes  periódicos,  necesitaba 
saber  los  más  mínimos  detalles  de  las  dificultades  o  de  los  triunfos  y  llamaba  a 
las  delegadas  a  las  horas  más  insólitas.  Además  pronunciaba  discursos  para 
pedir  apoyo  a  sus  esfuerzos  y  usaba  su  influencia  para  allanarles  los  escollos377. 

Durante  los  años  1950  y  1951,  las  delegadas  organizaron  unidades 
básicas  hasta  en  los  más  remotos  rincones  del  país.  No  todas  tuvieron  éxito  en 
su  empresa  y  algunas  tuvieron  que  ser  reemplazadas.  "Cuando  llegué  a  San 
Luis,  había  cincuenta  unidades  básicas  y  me  fui  un  año  más  tarde  con 
doscientos  cincuenta,  diez  kilos  de  menos  y  una  sombra  en  el  pulmón", 


Democracia,  28  de  enero  de  1950. 

376  Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  291. 

377  Véase  por  ejemplo  el  discurso  que  pronunció  Evita  en  un  acto  organizado  por  la  Comisión 
Auxiliar  Femenina  de  la  Confederación  General  del  Trabajo,  el  16  de  diciembre  de  1949.  Democracia,  17 
de  diciembre  de  1949. 


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recuerda  Delia  Degliuomini  de  Parodi378.  Las  unidades  básicas  eran 
estrictamente  femeninas  y  desde  un  primer  momento  cumplieron  funciones 
ligeramente  distintas  de  las  del  Partido  Peronista  Masculino,  ya  que  no  eran 
solamente  centros  de  adoctrinamiento  y  de  difusión  cultural,  sino  que  también 
ofrecían  cursos  de  dactilografía,  por  ejemplo,  y  actuaban  como  núcleos  de 
acción  comunitaria,  pues  recaudaban  información  que  era  luego  transmitida  a 
la  Fundación  Eva  Perón.  Todas  las  unidades  básicas  estaban  dirigidas  por  una 
sub-censista,  una  secretaria  y  una  prosecretaria,  todas  nombradas  por  Evita. 

Evita  organizó  su  partido  como  una  entidad  paralela  al  Partido  Peronista 
Masculino.  La  Junta  Metropolitana  era  su  nervio  central,  pero  por  encima  de 
toda  estructura  estaba  Evita,  y  desde  el  primer  momento,  hasta  su  muerte,  su 
autoridad  fue  absoluta.  En  contraste  con  la  rama  masculina,  el  Partido  Peronista 
Femenino  tuvo  un  proceso  de  organización  muy  rápido,  atribuible  quizás  a  la 
energía  de  Evita  y  al  acierto  que  tuvo  al  seleccionar  a  las  censistas,  pero 
ciertamente  a  los  esfuerzos  de  éstas.  Ella  sentía  un  gran  orgullo  por  la  entidad 
que  había  creado  en  tan  poco  tiempo  y  así  lo  dejó  traslucir  con  cierta  altanería 
en  su  discurso  a  los  gobernadores  en  julio  de  1950.  Por  su  parte,  Perón,  en  un 
gesto  excepcional,  felicitó  a  Evita  por  el  éxito  obtenido  —como  lo  señaló  él 
mismo  en  esta  ocasión,  no  era  hombre  "proficuo  en  alabanzas"  —  .  En  febrero  de 
1951,  durante  un  acto  que  tuvo  lugar  en  el  Salón  Blanco  de  la  Casa  de  Gobierno, 
declaró  que  la  organización  del  Partido  Peronista  Femenino  era  "tan  perfecta  y 
tan  completa  que  en  el  campo  político  argentino,  en  toda  nuestra  tradición 
cívica,  no  ha  habido  jamás  una  fuerza  más  disciplinada,  más  virtuosa,  más 
moral  y  más  patriótica  que  esta  agrupación"379. 

Evita  mantuvo  su  partido  totalmente  separado  del  masculino  y  nunca 
permitió  injerencia  alguna  de  sus  autoridades  en  la  rama  femenina.  Los  dos 
partidos  colaboraban  y  trabajaban  de  común  acuerdo  en  acción  coordinada  a 
nivel  del  Consejo  Superior,  del  cual  Evita  formaba  parte,  pero  no  faltaron  los 
roces,  pues  ella  siempre  apoyaba  la  rama  femenina  y  en  cualquier  instancia 
procuraba  darle  una  participación  mayor.  Sin  embargo,  cuando  se  formaron  las 
listas  de  candidatos  para  las  elecciones  de  1951,  tuvo  que  conformarse  con  un 
número  de  senadoras  menor  que  el  que  ella  quería.  El  sector  masculino, 
respaldado  por  Perón,  se  mantuvo  firme  y  ella  aceptó  las  seis  bancas  de 
senadoras  y  veintitrés  de  diputadas  adjudicadas  a  la  rama  femenina.  En  otro 
ejemplo  del  control  que  ejercía  sobre  el  partido.  Evita  fue  la  que  seleccionó 
personalmente  a  las  candidatas.  Todas  resultaron  electas.  Ninguna  tenía 
experiencia  política  previa  y  solamente  una  había  pertenecido  al  primer  grupo 
de  censistas380. 

Evita  dirigió  su  partido  con  una  mano  férrea  y  sin  delegar  un  ápice  de  su 
autoridad.  Esta  circunstancia  incidiría  poderosamente  en  el  funcionamiento  del 
mismo  después  de  1952.  Si  bien  algunos  de  los  problemas  que  surgieron  a  partir 


Entrevista  con  Delia  Degliuomini  de  Parodi. 

379  Democracia,  23  de  febrero  de  1951. 

380  En  1951  también  ingresaron  a  las  Cámaras  delegados  de  los  territorios  nacionales,  entre  los 
cuales  había  tres  mujeres. 


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de  esa  fecha  no  son  atribuibles  específicamente  a  Evita,  ella  los  acentuó  al  dejar 
su  organización  sin  mecanismos  apropiados  y  sin  dirigentes  intermedias 
acostumbradas  a  tomar  decisiones  y  asumir  responsabilidades.  En  este  sentido, 
es  de  señalar  que  Evita  solamente  imitó  la  política  que  adoptó  Perón  durante 
muchos  años  con  la  rama  masculina.  En  el  mismo  orden  de  cosas,  el 
comportamiento  de  las  legisladoras  peronistas  de  1951  a  1955  indicaría  que 
cuando  Evita  las  seleccionó  no  recurrió  a  criterios  tales  como  independencia  o 
capacidad  de  liderazgo.  Parecía  más  bien  que  buscó  mujeres  que  no  presentaran 
ningún  tipo  de  competencia  para  ella,  dispuestas  a  aceptar  sin  discutir  las 
directivas  que  impartía  y  satisfechas  por  la  posibilidad  de  unirse  al  coro  que 
cantaba  incansable  las  alabanzas  a  Evita  y  Perón  en  el  Congreso.  En  vez  de 
recompensar  a  aquellas  mujeres  que  con  su  trabajo  y  su  capacidad  habían 
organizado  el  partido  del  cual  ella  estaba  tan  orgullosa,  aprovechó  la  ocasión 
para  deshacerse  de  todas  las  que  pudieran  constituir  una  amenaza  potencial 
para  ella  o  que  no  eran  enteramente  manejables  según  su  voluntad.  Algunas 
acusaron  el  desaire  y  se  retiraron  de  la  política. 

Según  declaraciones  de  Evita,  en  febrero  de  1951,  el  Partido  Peronista 
Femenino  contaba  con  3.600  unidades  básicas381.  Esta  cifra  parece  algo 
exagerada  pero  la  falta  de  datos  no  permite  corregirla,  como  tampoco  podemos 
hacer,  por  el  momento,  un  balance  aproximado  de  las  mujeres  inscritas  en  el 
partido  hasta  1952.  Sin  embargo,  es  indudable  que  el  voto  femenino  se  hizo 
sentir  en  las  elecciones  de  1951,  cuando  Perón  obtuvo  el  60%  del  voto  emitido. 
Ese  año,  las  mujeres  constituían  el  48,9%  de  la  ciudadanía.  Sobre  un  total  de 
8.623.646  votantes,  4.225.467  eran  mujeres.  Votó  un  90,32%  de  las  ciudadanas 
inscritas382.  Los  3.816.654  votos  femeninos  se  distribuyeron  de  la  siguiente 
manera383: 


Partido  Peronista 

2.441.558 

63,9% 

Unión  Cívica  Radical 

1.177.051 

30,8% 

Partido  Demócrata 

80.987 

2,1% 

Partido  Comunista 

29.644 

0,7% 

Partido  Socialista 

23.270 

0,6% 

Partido  Demócrata  Progresista 

1.132 

Concentración  Obrera 

582 

Partido  Salud  Pública 

2.466 

Unión  Cívica  Nacionalista 

69 

En  blanco  y  anulados 

59.985 

La  organización  del  Partido  Peronista  Femenino  aumentó 
considerablemente  el  poder  y  la  influencia  de  Evita,  sobre  todo  una  vez  que  el 


Democracia,  27  de  febrero  de  1951. 

382  Las  Mujeres  argentinas  (Buenos  Aires:  S.I.P.A.).  Esta  publicación  oficial  hace  notar  que  en 
1946  solamente  votó  el  83,38%  de  varones  inscritos.  Por  otra  parte,  con  las  elecciones  de  1951,  tal 
como  lo  disponía  la  Constitución  de  1949,  votaron  los  ciudadanos  de  los  territorios. 

383  Ibid.,  p.  52. 


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peronismo  se  fue  definiendo  como  un  movimiento  compuesto  por  tres  pilares: 
el  Partido  Peronista  Masculino,  el  Femenino  y  la  CGT.  Como  miembro  del 
Consejo  Superior,  presidenta  de  la  rama  femenina  y  "plenipotenciaria"  de  la 
CGT,  su  palabra  fue  adquiriendo  un  peso  sólo  comparable  al  de  Perón  en  todo 
lo  referente  a  nombramientos  de  autoridades  partidarias,  candidatos  a 
legisladores,  etc.  La  evaluación  de  su  influencia  tanto  en  este  período  como  en 
años  posteriores  se  hace  sumamente  difícil  por  la  escasez  de  fuentes 
secundarias.  Sus  contemporáneos,  como  vimos  en  capítulos  anteriores,  tenían 
una  visión  bastante  deformada  de  la  realidad,  aún  antes  de  que  ella  iniciara 
realmente  sus  actividades  políticas.  Mientras  algunos  aseguraban  que  era  el 
verdadero  poder  detrás  del  trono,  según  otros.  Evita  no  pasaba  de  ser  un 
complemento  útil  y  decorativo  que  Perón  manejaba  a  su  antojo  y  la  veían 
fundamentalmente  como  el  producto  de  una  campaña  de  propaganda  muy  bien 
montada. 

Cierto  es  que  el  gobierno  contaba  con  medios  de  propaganda  muy 
eficaces  y  que  la  campaña  en  favor  de  Evita  era  particularmente  intensa. 
Además,  por  si  esto  no  bastara,  ella  contaba  con  su  propio  diario  Democracia, 
órgano  peronista  y  sobre  todo  "evitista".  Pero  los  homenajes  de  grupos 
parlamentarios  o  sindicales  ya  no  iban  dirigidos  solamente  a  Perón  sino  que 
también  la  incluían  y  la  afición  del  peronismo  por  nombrar  calles,  pueblos, 
barcos,  instituciones,  estaciones  de  subterráneo,  etc.,  con  el  nombre  de  Perón,  se 
había  extendido  a  ella.  Estas  expresiones  formales  de  apoyo  a  Perón  y  Evita, 
que  tanto  el  uno  como  el  otro  no  desalentaban,  iban  acompañadas  de  inusitadas 
explosiones  de  entusiasmo  cuando  ella  asistía  a  una  concentración.  Viajara  sola 
o  con  su  esposo  eran  cada  vez  mayores  las  multitudes  que  se  apiñaban  para 
escucharla  y  en  muchas  ocasiones,  miles  de  personas  aguardaban  el  paso  de  su 
tren  y  lo  obligaban  a  disminuir  la  marcha  en  ciudades  que  no  proyectaba 
visitar. 

Es  indudable  que  la  presencia  de  Evita  y  su  acción  contribuyeron 
poderosamente  a  la  incorporación  masiva  de  la  mujer  a  la  vida  política 
argentina.  Sus  ideas  en  cuanto  a  los  fines  de  esa  participación  y  la  manera  en 
que  debía  realizarse  han  tenido  un  impacto  profundo  en  el  movimiento 
peronista  pues  han  ido  mucho  más  allá  de  la  rama  femenina  y  se  dejan  sentir 
hasta  el  presente.  Por  lo  tanto,  convendría  examinar  el  pensamiento  político  que 
Evita  expuso  en  su  discurso  del  Teatro  Cervantes  pues  es  el  que  adoptó  el 
Partido  Peronista  Femenino  y  por  lo  menos  en  un  aspecto,  prevaleció 
eventualmente  en  el  peronismo. 

El  discurso  de  Evita  es  principalmente  una  explicación  del  por  qué  Perón 
debe  ser  reconocido  y  aceptado  como  el  único  líder  del  movimiento  peronista. 
Las  ideas  están  relegadas  a  un  segundo  plano  pues  su  validez  reside  en  que  han 
sido  enunciadas  por  Perón  —en  su  autobiografía,  Evita  llegaría  a  decir  con  el 
mayor  desparpajo:  "El  General  Perón  ha  dicho  que  no  sería  posible  el 
Justicialismo  sin  el  sindicalismo.  Y  esto  es  verdad,  primero  porque  lo  ha  dicho 
Perón  y  segundo,  porque  efectivamente  es  verdad"—384.  Presenta  sus 

384  Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  118. 


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Evita 


argumentos  en  una  forma  descriptiva,  como  si  fuera  un  drama  épico  con  un 
lenguaje  exaltado  y  contundente  que  refleja  su  visión  maniquea  del  mundo.  La 
sociedad,  según  Evita,  está  dividida  en  dos  categorías  antagónicas,  pueblo  y 
oligarquía.  Antes  del  14  de  junio  de  1943,  dominaba  la  oligarquía  y  el  pueblo 
era  explotado.  "Y  esa  tragedia  que  es  obra  directa  del  capitalismo 
deshumanizado,  fue  posible  por  el  libertinaje  del  liberalismo,  el  que  intenta 
pasar  de  contrabando  disfrazándolo  de  libertad."  En  esta  situación,  "de  tintas 
sombrías  y  desesperantes"  apareció  "el  entonces  Coronel".  Con  la  fundación  de 
la  Secretaría  de  Trabajo  y  Previsión,  "cuna  de  la  justicia  social  argentina",  se 
inició  "inspirada  por  Perón",  conducida  por  Perón  e  impuesta  por  los 
"descamisados"  de  Perón,  la  reforma  social  y  la  reforma  económica  que  había  de 
transformar,  impulsándola  hacia  el  futuro,  toda  la  vida  de  la  Nación  y  todos  los 
derechos  del  pueblo"385. 

Por  debajo  de  su  descripción  del  proceso,  emergen  a  veces  sus 
fundamentos  ideológicos:  el  ataque  al  liberalismo  y  al  capitalismo  o  a  los 
partidos  políticos  de  izquierda  y  de  derecha.  Pero  es  como  si  estos  elementos 
fueran  un  estorbo  para  ella  y  vuelve  a  personalizar  los  acontecimientos.  Por 
obra  de  Perón  y  gracias  a  los  descamisados  que  lo  salvaron  de  sus  enemigos 
durante  "la  gesta  histórica"  de  octubre,  en  la  Argentina  ha  triunfado  la 
revolución.  Ha  finalizado  la  explotación  de  los  trabajadores,  y  aunque  los 
enemigos  permanecen  al  acecho,  la  Argentina  ya  es  una  Nación  justa,  libre  y 
soberana.  Para  poder  soslayar  los  peligros  y  excesos  del  absolutismo  estatal  (o 
sea,  el  comunismo)  y  del  individualismo  absoluto  (o  sea,  la  democracia  liberal), 
la  Argentina  tiene  una  nueva  doctrina  cuya  premisa  fundamental,  la  Tercera 
Posición,  es,  según  Evita,  "la  resultante  histórica  impuesta  por  la  civilización, 
tiene  la  trascendencia  grandiosa  de  una  de  las  expresiones  más  profundas  del 
saber  humano  y  nos  enorgullecemos  al  identificarla  como  uno  de  los  postulados 
de  la  doctrina  de  nuestro  Líder,  el  General  Perón".  Explica  lo  que  es  la  Tercera 
Posición  con  una  cita  de  Perón:  "Sería  una  combinación  armónica  y  equilibrada 
de  las  fuerzas  que  representan  al  Estado  moderno,  para  evitar  la  lucha  y  el 
aniquilamiento  de  una  de  esas  fuerzas,  tratando  de  conciliarias,  de  unirlas  y  de 
ponerlas  en  marcha  paralela  para  poder  conformar  un  Estado  en  el  cual, 
armónicamente,  el  Estado,  las  fuerzas  del  capital  y  del  trabajo,  combinadas 
inteligentemente  y  armoniosamente,  se  pusieran  a  construir  el  destino  común, 
con  beneficio  de  las  tres  fuerzas  y  sin  perjuicio  para  ninguna  de  ellas"386.  La 
"profunda  filosofía  de  este  pensamiento"  y  todas  las  realizaciones  de  Perón  no 
pueden  dejar  lugar  a  dudas.  Debe  ser  reconocido  como  el  líder  único  e 
indiscutido. 

En  este  discurso  aparece  claramente  articulado  por  primera  vez  el 
principal  aporte  ideológico  de  Evita  al  peronismo:  el  culto  al  líder.  Para  ella,  ser 
peronista  es  aceptar  a  Perón  como  líder,  creer  en  su  doctrina,  serle 
absolutamente  fiel  y  tener  una  confianza  ciega  en  él.  En  este  caso,  se  lo  pide  a 


Discurso  de  Eva  Perón  en  el  acto  inaugural...,  p.  11. 
Ibid.,  p.  16. 


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Evita 


las  mujeres  peronistas,  pero  no  pasará  mucho  tiempo  antes  que  lo  extienda  a  los 
hombres  también  y  que  se  convierta  en  un  verdadero  postulado  del  peronismo. 

Mucho  de  lo  que  expresó  Evita,  en  esta  oportunidad  puede  rastrearse  en 
discursos  anteriores  y  permanecerá  incambiado  en  años  posteriores.  Las 
diferencias  que  presentan  sus  discursos  a  partir  de  1949  se  deberán  al  énfasis 
que  pone  sobre  algunos  temas,  su  lenguaje  cada  vez  más  violento  y 
especialmente  la  importancia  que  cobra  en  ella  el  culto  al  líder,  sobre  el  que 
derrochará  alabanzas  sin  límites.  Con  excepción  de  las  referencias  al  Partido 
Peronista  Femenino  y  el  acento  que  puso  sobre  la  figura  del  "líder",  nada  dijo 
que  no  hubiera  enunciado  antes  Perón.  En  esta  ocasión,  como  en  todas  las  otras 
en  que  hablaba  de  política,  Evita  no  fue  sino  un  eco  simplista  y  esquemático, 
pero  muy  eficiente,  de  las  ideas  de  Perón. 

La  concepción  que  Evita  tenía  de  la  mujer  y  de  su  función  en  la  sociedad, 
subyacente  en  su  exposición  del  Teatro  Cervantes,  está  elaborada  con  mayor 
detalle  en  las  páginas  finales  de  La  razón  de  mi  vida.  Sólo  concibe  a  la  mujer  en 
función  del  lugar  que  ocupa  en  la  familia.  Es  ante  todo  y  sobre  todo  la 
mujer/madre.  Cuando  trabaja  fuera  de  casa,  ya  sea  en  una  fábrica  o  en  una 
oficina,  vive  como  un  hombre  y  por  lo  tanto  "se  masculiniza".  Lo  hace  porque 
quiere  independizarse  o  porque  el  matrimonio  se  convierte  demasiado  a 
menudo  en  una  carga  pesada.  "En  la  puerta  del  hogar  termina  la  nación  entera 
y  comienzan  otras  leyes  y  derechos...  la  ley  y  el  derecho  del  hombre...  que 
muchas  veces  sólo  es  un  amo  y  a  veces  también...  un  dictador"387.  Aun  así,  la 
mujer  ha  nacido  para  formar  un  hogar,  dice  Evita.  Por  lo  tanto,  "es  urgente 
conciliar  en  la  mujer  su  necesidad  de  ser  esposa  y  madre  con  esta  otra 
necesidad  de  derechos  que  como  persona  humana  digna  lleva  también  en  lo 
más  íntimo  de  su  corazón"388.  Una  solución  sería  pagar  un  sueldo  a  todas  las 
amas  de  casa,  lo  cual  les  daría  un  ingreso  ajeno  a  la  voluntad  del  hombre. 
"Nadie  dirá  que  no  es  justo  que  paguemos  un  trabajo  que,  aunque  no  se  vea, 
requiere  cada  día  el  esfuerzo  de  millones  y  millones  de  mujeres  cuyo  tiempo, 
cuya  vida  se  gasta  en  esa  monótona  pero  pesada  tarea  de  limpiar  la  casa,  cuidar 
la  ropa,  servir  la  mesa,  criar  los  hijos...,  etc."389. 

Advierte  que  solamente  lanza  la  idea  y  que  mientras  se  estudia,  se 
pueden  hacer  otras  cosas.  Por  ejemplo,  elevar  la  cultura  general  de  la  mujer, 
para  poner  al  servicio  de  su  trabajo  hogareño  todo  lo  que  ofrecen  la  técnica  y  el 
progreso,  para  así  impedir  que  "pierda  de  vista  su  maravillosa  condición  de 
mujer;  lo  único  que  no  debe  perder  jamás  si  no  quiere  perderlo  todo"390. 

Según  Evita,  el  destino  de  la  mujer  es  servir  a  los  otros.  Esta  vocación 
debe  ser  puesta  a  buen  uso,  es  decir,  salvaguardar  la  paz  y  contribuir  junto  al 
hombre  a  crear  una  humanidad  mejor.  La  mujer  es  la  gran  ausente  en  este 
mundo  contemporáneo  y  su  presencia  no  podría  sino  mejorar  las  cosas. 


Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  275. 
Ibid.,  ps.  277-278. 

Ibid.,  p.  279. 

Ibid.,  p.  280. 


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"Nosotras  estamos  ausentes  en  los  gobiernos. 

"Estamos  ausentes  en  los  Parlamentos. 

"En  las  organizaciones  internacionales. 

"No  estamos  ni  en  el  Vaticano  ni  en  el  Kremlin. 

"Ni  en  los  Estados  Mayores  de  los  imperialismos. 

"Ni  en  las  "comisiones  de  energía  atómica". 

"Ni  en  los  grandes  consorcios. 

"Ni  en  la  masonería,  ni  en  las  sociedades  secretas. 

"No  estamos  en  ninguno  de  los  grandes  centros  que  constituyen  un 
poder  en  el  mundo. 

"Y  sin  embargo  estuvimos  en  la  hora  de  la  agonía  y  en  todas  las  horas 
amargas  de  la  humanidad. 

"Parece  como  si  nuestra  vocación  no  fuese  sustancialmente  la  de  crear 
sino  la  del  sacrificio."391 

En  la  Argentina,  el  Partido  Peronista  Femenino  procura  conservar 
aquellos  elementos  que  mejor  definen  a  la  mujer,  por  lo  menos  según  Evita.  Le 
da  la  oportunidad  de  dedicarse  a  los  otros  y,  al  mantenerla  separada  del 
hombre,  impide  que  se  "masculinice"  y  se  vuelva  egoísta  como  él.  El  partido  es 
un  gran  hogar  y  cada  unidad  básica,  una  familia. 

Cuando  Evita  habla  de  la  mujer,  aclara  que  se  refiere  a  "la  mujer 
auténtica  que  vive  en  el  pueblo  y  que  va  creando,  todos  los  días,  un  poco  de 
pueblo".  No  la  han  cantado  los  poetas,  no  tiene  historia,  es  "la  heroína  que  nadie 
conoce.  Ni  siquiera  su  marido.  ¡Ni  siquiera  sus  hijos!".  Deja  de  lado  a  las 
mujeres  aristocráticas  o  burguesas,  a  quienes  no  entiende  porque  tienen  una 
vida  vacía.  "Ellas  pertenece  a  otra  raza  de  mujeres.  Decir  que  se  acercan  a  los 
hombres  sería  un  insulto  que  los  hombres  no  merecen."392 

Las  ideas  de  Evita  sobre  la  mujer  no  tienen  la  fuerza  de  sus  convicciones 
sobre  Perón  o  la  oligarquía.  En  su  autobiografía  les  dedica  pocas  páginas  y  les 
falta  la  sinceridad  y  la  pasión  que  irradian  otros  capítulos  en  los  que  habla  de 
los  descamisados,  de  Perón  o  de  "los  humildes".  Es  como  si  no  hubiera  pensado 
demasiado  en  el  problema  de  la  mujer  y  tampoco  le  importara  mucho. 

La  mujer  que  describe  es  un  ser  colocado  sobre  un  pedestal  muy  alto, 
pues  según  Evita,  en  ella  se  encarnan  las  mejores  cualidades  de  la  especie 
humana,  abnegación,  trabajo,  generosidad,  humildad  y  sacrificio.  Es  un 
arquetipo,  superior  al  hombre  desde  el  punto  de  vista  moral  y  con  una  fortaleza 
espiritual  a  prueba  de  toda  miseria.  Sus  ingentes  cualidades  no  pueden  salir  a 
luz  y  tener  una  acción  benéfica,  porque  la  sociedad  socava  el  ideal  de 
mujer/ esposa/ madre.  Al  empujarla  a  trabajar  fuera  de  casa,  la  coarta  y  se 


Ibid.,  p.  284. 
Ibid.,  p.  303. 


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vuelve  imperfecta  como  los  hombres  con  los  cuales  entra  en  contacto.  Evita 
quisiera  mantener  a  la  mujer  en  el  pedestal,  dedicada  por  completo  a  su  marido 
y  sus  hijos,  y  el  problema  consiste  en  encontrar  los  medios  adecuados  para 
reintegrarla  al  hogar  en  condiciones  diferentes  de  las  que  existen  en  la 
actualidad.  Desde  su  punto  de  vista,  no  se  contradice  cuando  explica  que  la 
mujer  tiene  que  tener  una  participación  política  activa  en  la  Argentina,  pues  se 
apresura  a  describir  al  Partido  Peronista  como  un  gran  hogar.  Asimismo,  sabe 
que  su  vida  de  trabajo  y  sin  hijos  es  la  antítesis  del  modelo  que  ella  propugna, 
por  lo  tanto  trata  de  demostrar  —  sin  mucho  éxito  —  que  ella  es  solamente  una 
madre  como  todas  las  argentinas.  Se  describe  como  "la  humilde  representante 
de  todas  las  mujeres  del  pueblo.  Me  siento,  como  ellas,  al  frente  de  un  hogar, 
mucho  más  grande  es  cierto  que  el  que  ellas  han  creado,  pero  hogar  al  fin  de 
cuentas".  Como  a  toda  mujer,  le  gustan  las  joyas,  pieles  y  vestidos,  "pero,  como 
ella,  prefiero  que  todos,  en  la  casa,  estén  mejor  que  yo.  Como  ella,  como  todas 
ellas,  quisiera  ser  libre  para  pasear  y  divertirme...  pero  me  atan,  como  a  ellas, 
los  deberes  de  la  casa  que  nadie  tiene  obligación  de  cumplir  en  mi  lugar".  Sus 
trabajos,  sus  preocupaciones,  sus  desvelos  y  sus  satisfacciones  son  los  de  una 
madre  con  sus  hijos  y  como  todas  las  madres,  "a  mí  también  me  gusta  más 
lucirme  ante  los  míos  que  ante  los  extraños...  y  por  eso  me  pongo  mis  mejores 
adornos  para  atender  a  los  descamisados".  Se  siente  la  madre  de  su  pueblo  y 
sólo  aspira  a  seguir  luchando  por  su  felicidad393. 

A  pesar  de  que  la  condición  política  de  la  mujer  en  la  Argentina  cambió 
apreciablemente  por  la  acción  que  desarrolló  Evita,  no  fue  porque  ella  fuera 
feminista  en  el  sentido  que  se  le  daba  a  la  palabra  a  comienzos  del  siglo,  ni 
mucho  menos  en  el  que  se  le  da  en  la  actualidad.  Las  frases  duras  que  tiene  para 
las  feministas  en  La  razón  de  mi  vida  reflejan  todos  los  clichés  lanzados  contra 
ellas  en  todos  los  tiempos  y  expresan  el  profundo  desprecio  que  sentía  por 
aquella  esforzada  generación  de  mujeres  que  con  todas  sus  limitaciones 
desbrozó  el  camino  para  que  ella  pudiera  obtener  uno  de  sus  objetivos,  el  voto. 
¿Qué  iba  a  hacer,  pregunta  Evita,  cuando  la  causa  de  Perón  le  exigió  que 
organizara  un  movimiento  femenino?  "¿Caer  en  el  ridículo?  ¿Integrar  el  núcleo 
de  mujeres  resentidas  con  la  mujer  y  con  el  hombre,  como  ha  ocurrido  en 
innumerables  líderes  feministas?  Ni  era  soltera  entrada  en  años,  ni  era  tan  fea 
por  otra  parte  como  para  ocupar  un  puesto  así...  que,  por  lo  general,  en  el 
mundo,  desde  las  feministas  inglesas  hasta  aquí,  pertenece,  casi  con  exclusivo 
derecho,  a  las  mujeres  de  este  tipo...  mujeres  cuya  primera  vocación  debió  ser 
indudablemente  la  de  hombres."394  Los  visos  machistas  de  estas  palabras  no  son 
de  extrañar,  teniendo  en  cuenta,  como  lo  indica  ella  misma,  que  fue  Perón  el 
que  le  hizo  ver  en  qué  habían  errado  las  feministas395. 


393  Ibid.,  p.  313. 

394  Ibid.,  ps.  262-265.  Los  puntos  suspensivos  están  en  el  texto. 

395  Ibid.,  ps.  266-267. 


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Evita 


Con  Perón  y  Aloé,  a  bordo  del  yate  Teguara,  viaja  a  Santa  Pe  para  participar 
en  dos  actos  celebratorios  de  la  batalla  de  San  Lorenzo  (1950). 


Por  otra  parte.  Evita  "la  Abanderada  de  los  Trabajadores"  demostró  un 
curioso  desinterés  por  las  condiciones  de  trabajo  y  los  salarios  de  las  obreras 
empleadas.  No  obstante  las  muchas  veces  que  declaró  "a  igual  trabaj 
corresponde  igual  salario",  las  mujeres  no  contaron  con  una  política  específica 
que  contemplara  sus  necesidades  y  que  equiparara  sus  sueldos  con  los  de  los 


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hombres.  Como  lo  había  sido  en  el  pasado,  cuando  lo  proclamaban  socialistas  o 
sindicalistas,  el  principio  de  "a  igual  trabajo,  igual  salario"  se  redujo  a  una 
piadosa  declaración  pues  las  diferencias  salariales  no  desaparecieron  durante 
los  nueve  años  de  gobierno  peronista.  En  términos  generales,  las  condiciones  de 
trabajo  de  las  mujeres  mejoraron  cuando  lo  hicieron  las  de  los  hombres,  pero  las 
desigualdades  específicas  no  desaparecieron.  Es  curioso  notar  también  que  la 
CGT,  con  la  cual  Evita  colaboró  tan  estrechamente,  no  abrió  sus  cargos 
directivos  a  ninguna  mujer.  Esto  llevaría  a  pensar  que  ella  no  usó  sus  relaciones 
con  la  central  obrera  para  exigir  que  las  mujeres  no  fueran  excluidas  de  la 
dirigencia  sindical  o  poner  fin  a  prácticas  discriminatorias  en  los  lugares  de 
trabajo.396 

Tampoco  usó  su  influencia  para  que  otras  mujeres  alcanzaran  posiciones 
de  preeminencia  en  el  gobierno  peronista  y  no  organizó  un  movimiento  de 
mujeres  en  función  de  ellas.  Para  Evita,  el  partido  era  fundamentalmente  la 
contrapartida  femenina  de  la  entidad  creada  por  Perón  y,  como  todo  en  su 
propia  vida,  debía  estar  al  servicio  de  él,  especialmente  si  ello  redundaba  en  su 
propio  beneficio.  Los  argentinos,  fueran  peronistas  o  antiperonistas,  nunca 
miraron  al  Partido  Peronista  Femenino  con  los  recelos  que  podría  haber 
provocado  en  aquel  tiempo  una  agrupación  fuerte  y  numerosa  compuesta 
únicamente  por  mujeres.  Al  igual  que  el  diputado  peronista  y  gremialista 
Alcides  Montiel,  se  sentían  seguros  de  que  por  mucho  que  hicieran  las  mujeres, 
en  la  Argentina  "siempre  mandarán  los  hombres"397. 

Por  otra  parte,  no  puede  negarse  que  algunos  aspectos  de  la  obra  social 
de  Evita  estuvieron  dirigidos  a  satisfacer  material  y  espiritualmente  las 
necesidades  de  las  mujeres.  Los  hogares  de  tránsito  eran  para  madres  con  hijos 
y  sin  maridos;  el  Hogar  de  la  Empleada,  para  muchachas  solteras;  en  los 
hogares-escuelas  las  mujeres  que  trabajaban  podían  dejar  sus  hijos  pupilos  o 
medio  pupilos  y  Evita  distribuía  constantemente  miles  y  miles  de  máquinas  de 
coser  para  que  las  madres  pudieran  ganarse  la  vida  sin  salir  a  trabajar  fuera  de 
casa. 

La  explicación  de  esta  preocupación  por  la  mujer/ madre  se  halla  quizás 
en  la  atención  que  le  prestó  el  gobierno  peronista  al  fenómeno  de  la 
desnatalidad.  Susana  Novick  ha  demostrado  como  la  desnatalidad  formó  parte 
de  la  "preocupación  por  ciertos  hechos  demográficos"  incluidos  en  el  Primer 
Plan  Quinquenal  (1947-51).  En  el  mismo  se  contemplaron  medidas  tales  como  el 
desarrollo  de  campañas  nacionales  contra  la  desnatalidad,  el  mantenimiento  de 


Por  otra  parte,  es  de  señalar  que  en  la  Argentina  la  equiparación  salarial  para  hombres  y 
mujeres  comenzó  a  partir  de  1943  y  que  en  la  actualidad  es  una  de  las  más  altas  ea  el  mundo  capitalista. 
Véase  Nancy  Hollender,  op.  cit.,  p.  107. 

397  Argentina,  Congreso  Nacional,  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados  (Buenos  Aires: 
Imprenta  del  Congreso  de  la  Nación,  1948),  tomo  II,  p.  535.  En  1948,  el  debate  de  la  reforma  de  la  Ley 
13.010  en  el  sentido  de  que  los  patrones  electorales  no  consignaran  la  fecha  de  nacimiento  de  una 
mujer  dio  ocasión  para  que  los  legisladores  expresaran  su  confianza  en  que  la  mujer  argentina  sigue 
siendo  "femenina"  a  pesar  de  poder  votar.  Al  decir  del  diputado  Eduardo  Colom,  la  mujer  argentina,  con 
su  "exquisita  sensibilidad"  por  ser  latina  "no  está  en  las  condiciones  de  la  mujer  sajona,  que  ha 
entablado  una  especie  de  competencia  con  el  hombre".  Democracia,  de  junio  de  1948. 


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Evita 


la  indisolubilidad  del  matrimonio  y  de  la  criminalización  del  aborto,  la 
validación  del  matrimonio  religioso,  el  aumento  del  salario  familiar  y  la 
concesión  de  subsidios  a  familias  numerosas.  Estas  medidas  implícitamente 
definían  a  las  mujeres  como  seres  humanos  con  una  función  social 
fundamental:  la  maternidad  al  servicio  de  la  nación.  Tenían  el  propósito  de 
aumentar  las  tasas  de  natalidad,  que  llegaron  a  sus  puntos  más  bajos  entre  1940 
y  1945,  y  a  la  vez  expulsar  a  las  mujeres  de  la  fuerza  del  trabajo,  por  entenderse 
que  "el  abandono  del  hogar"  por  aquellas  mujeres  que  salían  a  trabajar  era  una 
de  las  causas  de  la  desnatalidad  del  país.  Idea  extraña,  como  señala  Catalina 
Wainermann,  ya  que  el  censo  de  1947  revelaba  que  la  participación  de  la  mujer 
en  la  fuerza  de  trabajo  había  descendido  al  29  por  ciento. 

Las  ideas  de  Evita  sobre  la  mujer  y  la  función  que  ésta  cumple  en  la 
sociedad  son  enteramente  convencionales  y  tradicionales.  Son  también  en  gran 
medida  una  proyección  de  la  relación  de  pareja  que  ella  tenía  con  Perón  y  que 
describe  en  La  razón  de  mi  vida.  Cuando  Evita  dice,  "lo  natural  en  la  mujer  es 
darse,  entregarse  por  amor,  que  en  esa  entrega  está  su  gloria,  su  salvación,  su 
eternidad",  está  pensando  en  su  propia  vida  y  en  lo  que  significó  para  ella  su 
entrega.  Su  pensamiento  aparece  justificado  en  el  contraste  que  traza  de  la 
figura  de  Perón  con  la  suya.  "De  distinta  manera  los  dos  habíamos  deseado 
hacer  lo  mismo:  él  sabiendo  bien  lo  que  quería  hacer;  yo,  por  presentirlo;  él,  con 
la  inteligencia;  yo,  con  el  corazón;  él,  preparado  para  la  lucha;  yo,  dispuesta  a 
todo  sin  saber  nada;  él,  culto  y  yo,  sencilla;  él,  enorme  y  yo,  pequeña;  él, 
maestro  y  yo  alumna.  El  la  figura  y  yo,  la  sombra"398.  Las  diferencias  entre  los 
dos  eran  enormes,  ella  lo  sabía,  y  si  no  hubiera  sido  por  él,  que  la  animó,  que  le 
enseñó  y  le  dio  siempre  "el  estímulo  poderoso  y  extraordinario  de  su  amor",  no 
hubiera  llegado  a  ser  "Evita"399.  Fue  su  amor  propio  y  luego  por  su  causa  lo  que 
le  permitió  "salvarse"  y  por  lo  tanto  realizarse  plenamente  y  más  allá  de  sus 
sueños  más  locos.  "Por  eso  soy  y  seré  peronista  hasta  mi  último  día",  proclama 
Evita,  "porque  la  causa  de  Perón  me  glorifica  y,  dándome  la  fecundidad  de  su 
vida,  me  prolongará  en  la  eternidad  de  las  obras  que  por  él  realizo  y  que 
seguirán  viviendo  como  hijas  mías,  después  que  yo  me  vaya"400.  Si  la  mujer 
solamente  puede  ser  a  través  del  amor  de  un  hombre,  de  la  constitución  de  un 
hogar  y  de  la  procreación,  su  propia  vida  no  se  aparta  en  lo  más  mínimo  de  esa 
idea. 

Sin  embargo,  al  convertir  la  causa  de  Perón  en  el  sentido  de  su  propia 
vida,  Evita  se  rebeló  sin  proponérselo  contra  las  restricciones  que  le  imponía  la 
sociedad,  en  tanto  que  mujer.  Fue  ciertamente  una  consecuencia  imprevista. 
Pero  al  quebrar  la  imagen  de  Primera  Dama  que  existía  entonces  y  emprender 
actividades  "impropias"  de  una  mujer  en  su  posición,  ese  fue  el  resultado.  En 
cierto  modo,  esto  la  incomodaba,  pues  dentro  de  su  esquema,  la  hacía  menos 
mujer.  De  allí  quizás  su  énfasis  en  repetir  constantemente  que  era  "solamente 
una  mujer",  su  preocupación  por  parecer  siempre  "femenina",  la  descripción  de 


398 

399 

400 


Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  63. 
Ibid, p.  262. 

Ibid.,  p.  62. 


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Evita 


sus  actos  como  "sacrificios"  semejantes  a  los  que  realizan  las  madres 
diariamente,  su  negación  de  tener  ambiciones  políticas,  las  muchas  veces  que 
fue  madrina  de  bautismo  de  niños  y  sus  deseos  de  ser  la  madre  ideal.  Pero  la 
rebelión  implícita  en  el  ejemplo  de  Evita  no  pasó  inadvertida.  Como  veremos 
más  adelante,  muchos  fueron  los  hombres  que  detrás  de  su  apariencia 
exquisitamente  femenina  vieron  una  personalidad  esencialmente  masculina,  y 
desde  el  momento  en  que  irrumpió  en  el  escenario  político  pocas  deben  haber 
sido  las  argentinas  que  permanecieron  indiferentes  ante  ella.  Era  imposible  no 
reconocerse  en  ella  y  no  reaccionar  ya  fuera  identificándose  con  su  persona  o 
rechazándola  violentamente.  La  mujer  de  trabajo,  ya  sea  en  el  campo  o  en  la 
ciudad,  la  obrera  de  fábrica  o  la  empleada,  la  miró  con  orgullo  y  como  ejemplo 
de  emulación.  Pero  la  vio  sobre  todo  como  un  paradigma  en  el  cual  se  sintió 
plenamente  realizada.  En  cambio,  la  mujer  de  clase  media,  y  especialmente  la 
de  clase  alta,  la  negó  furiosamente  y  la  atacó  sin  piedad,  no  sólo  por  lo  que 
representaba  política  y  socialmente,  sino  también  porque  se  había  rebelado 
contra  el  molde  que  la  sociedad  le  había  impuesto  y  que  ella  a  su  vez  rehusaba 
cuestionar.  Los  años  no  han  disminuido  este  rechazo,  que  todavía  aflora  en 
numerosas  ocasiones,  pero  las  nuevas  generaciones  de  mujeres  que  no  han 
conocido  directamente  el  peronismo  ya  no  sienten  la  pasión  de  sus  mayores 
contra  Evita  y  tienden  a  admirar  en  ella  la  mujer  que  supo  ocupar  un  lugar 
tradicionalmente  reservado  para  los  hombres  y  suscitó  un  fanático  amor  en  las 
masas. 

La  acción  de  Evita  en  el  primer  gobierno  peronista  destruyó  muchos  de 
los  prejuicios  —en  ambos  sexos—  que  impedían  la  participación  de  la  mujer  en 
la  vida  política.  Su  impacto  se  hizo  sentir  particularmente  en  el  movimiento 
peronista  pues  aseguró  a  la  rama  femenina  un  lugar  dentro  de  éste,  junto  con  la 
CGT  y  el  Partido  Peronista  Masculino.  Al  pedir  que  un  porcentaje  de  las  bancas 
parlamentarias  fuera  ocupado  por  mujeres,  estableció  un  precedente  que  de 
alguna  manera  u  otra  se  mantuvo  a  lo  largo  de  los  años,  ya  que  siempre  que  ha 
habido  elecciones  en  las  que  el  peronismo  ha  tomado  parte,  la  rama  femenina 
ha  presentado  candidatas,  si  bien  no  en  números  tan  altos  como  en  vida  de 
Evita.  En  1952,  las  mujeres  componían  el  16,88  por  ciento  de  la  Cámara  de 
Diputados  y  en  1973  solamente  alcanzaron  al  7,4  por  ciento.  En  este  último  caso, 
ni  siquiera  eran  todas  peronistas.  De  las  diecisiete  diputadas  que  resultaron 
electas  en  1973,  quince  eran  del  Frejuli.  En  cuanto  a  la  Cámara  de  Senadores, 
mientras  que  en  1952  las  mujeres  llegaban  a  un  25  por  ciento,  en  1973 
descendieron  al  4,34  por  ciento401.  Sin  embargo,  este  precedente  va  a  tener  un 
impacto  todavía  mayor  en  la  política  argentina  con  la  sanción  de  la  famosa  "ley 
de  cupo"  del  7  de  noviembre  de  1991,  pues  en  las  elecciones  nacionales,  todos 
los  partidos  políticos  van  a  tener  que  presentar  listas  de  candidatos  que 
incluyan  un  mínimo  de  30  por  ciento  de  mujeres  y  además  en  posiciones  que 
hagan  posible  su  elección. 

En  los  años  cincuenta,  por  lo  general,  los  partidos  políticos  no  siguieron 
el  ejemplo  del  peronismo  y  tardaron  en  incorporar  masivamente  a  las  mujeres 


La  Opinión,  25  de  mayo  de  1974. 


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Evita 


en  sus  filas.  En  las  elecciones  de  1951,  el  Partido  Radical  y  el  Partido  Demócrata 
Nacional  no  presentaron  candidatas.  El  Partido  Socialista  tuvo  tres  por  la 
Capital  Federal,  siendo  una  de  ellas  Alicia  Moreau  de  Justo.  La  fórmula  del 
Partido  Comunista  tenía  una  mujer  en  el  cargo  de  vicepresidente,  Alcira  de  la 
Peña,  y  también  una  senadora.  En  términos  generales,  el  partido  más  remiso  en 
dar  puestos  de  relevancia  a  las  mujeres  en  su  organización  fue  el  radical,  pero 
como  todos  los  otros,  también  ha  cambiado. 


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Evita 


Capítulo  XI 

La  Fundación  Eva  Perón 


Casi  todas  las  obras  escritas  sobre  Evita  atribuyen  el  origen  de  su  acción 
social  al  rechazo  que  sufrió  por  parte  de  la  oligarquía  argentina  cuando  Perón 
ascendió  al  gobierno.  Según  esta  interpretación,  que  en  ningún  momento 
aparece  debidamente  documentada,  las  damas  de  sociedad  se  rehusaron  a 
olvidar  su  pasado,  se  negaron  a  aceptarla  como  Primera  Dama  y  no  quisieron 
nombrarla  presidenta  honoraria  de  la  Sociedad  de  Beneficencia  de  la  Capital, 
como  era  la  costumbre.  Furiosa  ante  el  desaire,  Evita  habría  respondido:  "Si  no 
me  aceptan,  pueden  nombrar  a  mi  madre".  Su  despecho  la  habría  impulsado  a 
insistir  ante  Perón  para  que  interviniera  esa  institución  y  también  a  crear  otra 
que  hiciera  palidecer  de  envidia  a  todas  las  damas  de  la  Sociedad  habidas  y  por 
haber402. 

El  examen  de  los  hechos  no  indica  que  existió  un  proyecto  por  parte  de 
Evita  para  atacar  la  Sociedad  de  Beneficencia.  La  decisión  del  gobierno 
peronista  aparece  como  la  culminación  de  un  proceso  que  se  inicia  en  1943,  es 
decir  mucho  antes  de  que  ella  pudiera  incidir  sobre  aquélla.  Se  encuadra  dentro 
de  la  tendencia  de  los  gobiernos  surgidos  de  la  Revolución  del  4  de  junio  de 
1943  a  modernizar,  reestructurar  y  ampliar  el  aparato  estatal,  estableciendo  un 
mayor  control  sobre  algunas  instituciones  y  también  poniendo  en  práctica  una 
política  social  esencialmente  opuesta  a  la  que  existía  hasta  ese  momento.  Es  así 
como  ya  bajo  el  gobierno  de  Ramírez,  el  decreto  de  1943  que  crea  la  Dirección 
de  Salud  Pública  y  Asistencia  Social  dentro  del  Ministerio  de  Relaciones 
Exteriores  y  Culto  del  cual  dependía  la  pasa  a  esta  nueva  repartición. 

Desde  el  punto  de  vista  legal,  el  segundo  paso,  o  sea  la  intervención,  se 
originó  en  el  Senado.  El  senador  Diego  Luis  Molinari  justificó  el  pedido  de 
intervención  por  entender  que  su  fundador  concibió  esa  institución  como  un 
medio  de  "darle  a  la  mujer  una  actividad  noble  y  filantrópica  que  la  arrancase 
de  la  vida  sin  empleo  que  tenía",  a  principios  del  siglo  XIX403.  En  la  actualidad, 
explicó,  "la  dirección  de  la  Sociedad  de  Beneficencia  se  reduce  a  un  estrecho 
círculo  de  damas  que  se  consideran  de  alcurnia,  con  exclusión  total  del 
coeficiente  democrático  en  todo  lo  que  se  refiere  a  su  gobierno  y 


Véase  Mary  Main,  op.  cit.,  p.  71;  Borroni  y  Vacca,  op.  cit.,  p.  137;  Historia  del  peronismo, 
Primera  Plana  (N°  209,  27  de  diciembre  de  1966),  p.  36. 

403  Argentina,  Congreso  Nacional,  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Senadores  (Buenos  Aires: 
Publicación  del  Cuerpo  de  Taquígrafos  del  Senado,  sin  fecha),  tomo  II,  p.  472. 


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administración"404.  Según  Molinari,  era  un  "reducido  círculo  oligárquico"  que 
manejaba  numerosos  hospitales  donde  se  pagaban  salarios  de  hambre. 
Recomendó  que  esos  hospitales  fueran  dirigidos  por  el  Ministerio  de  Salud 
Pública  ya  que  el  gobierno  iba  a  reorganizar  la  asistencia  social,  nada  mejor  que 
comenzar  interviniendo  la  Sociedad.  El  discurso  de  Molinari  no  encontró 
oposición  en  el  Senado  y  el  25  de  julio  de  1946,  su  presidente  transmitió  el 
pedido  al  Poder  Ejecutivo.  El  6  de  setiembre  de  1946,  por  el  Decreto  9414,  se 
intervenía  la  Sociedad,  nombrándose  interventor  al  Dr.  Armando  Méndez  San 
Martín.  En  la  introducción  al  decreto,  el  Ejecutivo  señalaba  que  la  medida  tenía 
el  propósito  de  "reestructurar  [la]  organización  [de  la  Sociedad]  y  ajustar  su 
funcionamiento  a  las  normas  técnicas  y  principios  de  asistencia  y  previsión 
social  que  inspiran  la  política  del  actual  gobierno  de  la  Nación"405. 


404  Ibid.,  p.  473. 

405  La  Nación,  8  de  setiembre  de  1946,  p.  11.  El  texto  completo  del  decreto  es  el  siguiente: 
"Declárase  intervenida  la  Sociedad  de  Beneficencia  de  la  Capital,  a  fin  de  reestructurar  su  organización  y 
ajustar  su  funcionamiento  a  las  normas  técnicas  y  principios  de  asistencia  y  previsión  social  que  inspiran 
la  política  del  actual  gobierno  de  la  Nación. 

Desígnase  interventor  al  Dr.  Armando  Méndez  San  Martín,  quien  ejercerá  todas  las  facultades 
necesarias  para  el  manejo  económico  y  administrativo  de  la  entidad,  pudiendo  a  tal  efecto  hacer  uso  de 
las  atribuciones  que  los  estatutos  y  decretos  en  vigencia  asignan  a  la  comisión  directiva  y  a  la  asamblea 
de  sodas. 

El  interventor  propondrá  al  Poder  Ejecutivo,  dentro  del  término  de  120  días,  las  modificaciones 
que  sea  necesario  introducir  en  los  estatutos  y  decretos  relativos  a  la  Sociedad  de  Beneficencia  de  la 
Capital,  a  los  fines  establecidos  en  el  artículo  1)  y  en  los  considerandos  de  este  decreto. 

Considerando: 

Que  la  Sociedad  de  Beneficencia  de  la  Capital,  creada  para  dirigir  e  inspeccionar  la  Casa  de 
Expósitos  y  otros  establecimientos  públicos  en  beneficio  de  mujeres,  y  que  pasó  a  ser  dependencia 
directa  del  gobierno  de  la  Nación  según  decreto  15  de  diciembre  de  1880,  con  las  modalidades 
establecidas  posteriormente,  estuvo  destinada  a  satisfacer  en  su  origen  y  en  los  primeros  tiempos  de  su 
actuación  exigencias  de  bien  público  que,  por  lo  limitadas,  podían  ser  cumplidas  por  una  institución  de 
su  carácter. 

Que  el  amplio  alcance  asignado  a  las  funciones  y  a  las  actividades  de  la  Sociedad  de 
Beneficencia  por  los  estatutos  aprobados  por  decreto  del  27  de  setiembre  de  1920  y  modificaciones 
posteriores  han  asignado  a  la  misma  un  desarrollo  imprevisto  en  la  época  de  su  constitución,  hasta  el 
punto  de  recibir  del  presupuesto  de  la  Nación  la  suma  de  $  21.889.906  para  sueldos  y  gastos 
administrativos. 

Que  las  nuevas  normas  técnicas  y  la  política  de  asistencia  social  y  salud  pública  impuestas  por 
las  actuales  autoridades  del  país,  crean  la  necesidad  de  modificar  la  estructuración  y  los  métodos 
tradicionales  seguidos  por  la  Sociedad  de  Beneficencia  para  el  cumplimiento  de  su  cometido,  a  fin  de 
que  la  obra  de  dicha  institución,  que  tan  estrecha  vinculación  tiene  con  la  solución  de  dichos 
fundamentales  problemas  de  gobierno  pueda  tener  la  difusión  y  producir  los  beneficios  públicos  que 
constituyen  el  espíritu  de  dicha  política. 

Que  el  Honorable  Senado  de  la  Nación  ha  hecho  llegar  al  Poder  Ejecutivo  expresión  de  su 
inquietud  por  la  forma  como  las  autoridades  de  la  Sociedad  de  Beneficencia  orientan  las  actividades  de 
la  institución. 

Que  sin  perjuicio  de  mantener  la  organización  de  la  misma  en  forma  que  concilie  la  necesaria 
intervención  y  el  control  gubernativo  con  la  participación  activa  de  las  asociadas,  es  indispensable  que 
desaparezcan  la  limitación  y  rigidez  impuestas  por  los  estatutos  para  ingresos  de  nuevos  miembros,  con 
lo  cual  se  pondrá  a  la  institución  más  a  tono  con  la  orientación  democrática  moderna  y  se  conseguirá 
establecer  un  mayor  vínculo  entre  la  entidad  y  los  sectores  sociales  deseosos  y  capaces  de  colaborar  en 
su  obra". 


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La  Sociedad  de  Beneficencia  de  la  Capital  había  sido  fundada  el  2  de 
enero  de  1823  por  Bernardino  Rivadavia,  siendo  gobernador  de  la  provincia  el 
general  Martín  Rodríguez.  "Las  atribuciones  de  la  Sociedad  de  Beneficencia", 
decía  el  decreto  de  Rivadavia,  "serán:  a)  La  dirección  e  inspección  de  las 
escuelas  de  niñas,  b)  La  dirección  e  inspección  de  la  casa  de  expósitos,  de  la  casa 
de  partos  públicos  y  ocultos,  hospitales  de  mujeres,  colegios  de  huérfanas,  y  de 
todo  establecimiento  público  dirigido  al  bien  de  los  individuos  de  este  sexo"406. 
Comenzó  a  funcionar  el  12  de  abril  de  1823  y  el  10  de  julio  de  ese  año  se  instaló 
en  el  viejo  convento  de  los  Mercedarios  en  la  calle  Reconquista,  donde  aún 
estaba  en  1946. 

Desde  su  fundación,  estuvo  dirigida  por  lo  más  rancio  de  la  sociedad 
porteña.  En  la  nómina  de  sus  socias  y  directoras  se  pueden  encontrar  los 
apellidos  más  representativos  de  la  oligarquía:  Mitre,  Juárez  Celman, 
Santamarina,  Paz,  etc.  El  número  de  socias,  que  en  1823  era  trece,  se  había 
ampliado  a  ochenta  y  siete  en  1945.  Habían  sido  presidentas  de  la  institución: 
Mercedes  de  Lasala  y  Riglos  (la  primera),  Adelia  Harilaos  de  Olmos  (1931-34), 
Elisa  Alvear  de  Bosch  (1935-36),  Rosa  Sáenz  Peña  de  Saavedra  Lamas  (1939-40), 
entre  otras  y  en  1946,  lo  era  Guillermina  Bunge  de  Moreno407. 

A  través  de  los  años,  el  número  de  establecimientos  que  dirigía  la 
Sociedad  había  aumentado  considerablemente.  Abarcaba  varios  hospitales, 
entre  otros  el  Hospital  Rivadavia,  el  Instituto  de  Maternidad  "Alberto  Peralta 
Ramos",  el  Hospital  de  Niños  y  el  Hospital  Oftalmológico,  la  Casa  de  Expósitos, 
un  sanatorio  en  Mar  del  Plata  y  numerosos  asilos,  como  el  Asilo  de  Alienadas 
de  Lomas,  el  Asilo  de  Huérfanos  y  el  Asilo  General  Martín  Rodríguez408.  Sus 
fondos  provenían  de  donaciones  particulares  y  de  instituciones  como  el  Jockey 
Club  y  de  la  Compañía  Sudamericana  de  Teléfonos,  pero  principalmente  de  las 
subvenciones  que  le  daba  el  Estado.  En  1935,  sus  recursos  totalizaban  12.018.094 
pesos,  de  los  cuales  8.715.750  pesos  le  eran  proporcionados  por  el  Estado, 
2.917.000  pesos  por  la  Lotería  de  Beneficencia  Nacional  y  solamente  384.344,08 
pesos  eran  rentas  de  legados  y  donaciones409.  Según  lo  informaba  La  Nación,  en 
1945,  su  presupuesto  se  había  elevado  a  22.232.280  pesos  y  como  indica  el 
documento  por  el  cual  se  decretaba  la  intervención,  en  1946  recibía  un  total  de 
21.889.906  pesos  para  sueldos  y  gastos  administrativos410. 

En  sus  establecimientos  asistenciales,  la  Sociedad  de  Beneficencia 
practicaba  la  caridad  tal  como  se  entendía  durante  la  "década  infame".  En  los 
costureros,  las  chicas  que  salían  de  los  asilos  cosían  ajuares  para  las  damas  de  la 
sociedad  porteña;  para  la  Navidad,  sus  internos,  de  pelo  muy  corto  o  rapado  y 


Sociedad  de  Beneficencia  de  la  Capital,  1823-1936  (Buenos  Aires:  Jacobo  Peuser,  1936),  p. 
18.  Véase  también  Carlos  Correa  Luna,  Historia  de  la  Sociedad  de  Beneficencia  1823-1852.  (Buenos 
Aires:  Sociedad  de  Beneficencia  de  la  Capital,  Talleres  Gráficos  del  Asilo  de  Huérfanos,  1923). 

407  Véase  la  lista  hasta  1933  en  Sociedad  de  Beneficencia  de  la  Capital.  Nómina  para  1933 
(Buenos  Aires:  Imprenta  de  la  Escuela  de  Artes  y  Oficios  del  Asilo  de  Huérfanos,  sin  fecha);  también 
suplemento  de  La  Prensa,  2  de  setiembre  de  1945. 

408  .... 

Ibid. 

409  Sociedad  de  Beneficencia  de  la  Capital,  1823-1936,  op.  cit.,  ps.  53-54. 

410  La  Nación,  27  de  mayo  de  1945. 


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uniformados,  iban  por  las  calles  céntricas  a  pedir  limosna  y  en  las 
distribuciones  de  premios,  al  decir  de  La  Nación,  recibían  "los  estímulos  del 
aplauso  y  la  ayuda  del  óbolo  posible  las  beneméritas  que  han  probado  saber 
luchar  con  heroísmo  y  sobrellevar  con  resignación  y  fe  los  rigores  del 
destino"411.  Esas  ceremonias  tenían  lugar  anualmente  en  el  Teatro  Colón.  En 
estas  ocasiones,  se  distribuían  premios  a  la  virtud,  a  la  moral,  a  la  industria,  a  la 
humildad,  al  desinterés,  a  la  abnegación,  etc.  Debidamente  publicitadas,  a  éstas 
asistían  miembros  del  Poder  Ejecutivo,  autoridades  eclesiásticas,  el  Nuncio 
Apostólico,  etc.  La  última  distribución  de  premios  se  celebró  el  26  de  mayo  de 
1946  y  a  ella  asistió  el  vicepresidente,  el  coronel  Juan  Domingo  Perón. 

La  Sociedad  era  la  más  famosa  quizás,  pero  una  de  las  tantas 
instituciones  de  beneficencia  que  existían  en  el  país  y  que  recibían  ocasional  o 
regularmente  subsidios  del  Estado,  por  ejemplo  la  Conferencia  de  San  Vicente 
de  Paúl  del  Buen  Pastor  de  Tucumán  y  la  Sociedad  de  Beneficencia  Hospital 
Abel  Ayerza  de  Marcos  Juárez,  Córdoba,  entre  muchas  otras.  En  el  año  1938,  el 
presupuesto  nacional  comprendía  17.130.839  pesos  dedicados  a  la  asistencia 
social,  de  los  cuales  9.989.890  pesos  iban  a  la  Sociedad  de  Beneficencia  de  la 
Capital412.  Todas  estas  instituciones  se  adecuaban  a  la  Argentina  preperonista 
pero  eran  un  anacronismo,  una  contradicción  profunda  en  la  sociedad  que  se  va 
gestando  a  partir  del  ascenso  de  Perón  al  gobierno.  Los  hospitales  de  la 
Sociedad  no  tenían  cabida  en  el  plan  de  renovación  y  modernización 
hospitalaria  promovido  por  el  flamante  ministro  de  Salud  Pública,  Dr.  Ramón 
Carrillo,  como  tampoco  la  reacción  airada  de  las  autoridades  ante  los  conflictos 
creados  por  los  empleados  de  los  institutos  regidos  por  la  Sociedad,  cuando  al 
igual  que  otros  se  movilizaron  para  la  obtención  de  aumentos  salariales  y 
mejores  condiciones  de  trabajo.  Iniciaron  su  campaña  en  los  primeros  meses  de 
1946.  Reclamaban  un  aumento  que  elevara  sus  sueldos  de  120  y  160  pesos  a  180 
pesos  mensuales413.  El  14  de  junio  organizaron  un  acto  al  que  asistió  Evita 
juntamente  con  el  ministro  de  Trabajo.  Ese  mismo  día,  doscientos  empleados  de 
la  Sociedad  de  Beneficencia  firmaron  un  memorial  en  el  que  exponían  su 
situación414.  Es  de  señalar,  además,  que  el  problema  de  salarios  en  los  institutos 
de  la  Sociedad  de  Beneficencia  había  sido  discutido  por  el  Parlamento  en  otras 
ocasiones.  En  1939,  el  diputado  Juan  Antonio  Solari  denunció  que  había 
empleados  de  la  Sociedad  que  trabajaban  "12  y  14  horas  por  día  y  algunos  no 
tenían  descanso  nada  más  que  cada  10  ó  15  días,  habiendo  asimismo,  serenos  y 
serenas  que  carecen  de  descanso  y  perciben  salarios  de  45,  75  y  90  pesos", 
cuando  el  salario  mínimo  debía  ser  de  120  pesos415. 

No  sería  difícil  creer  que  las  directoras  de  la  Sociedad  de  Beneficencia 
hubiesen  hecho  oídos  sordos  a  las  tentativas  de  Evita  de  aproximarse  a  ellas 


La  Nación,  28  de  mayo  de  1927. 

412  Argentina,  Congreso  Nacional,  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados  (Buenos  Aires: 
Imprenta  del  Congreso  Nacional,  1939),  tomo  Vil,  p.  391 

413  Democracia,  26  de  mayo  de  1946. 

414  Democracia,  15  de  junio  de  1946. 

415  Argentina,  Congreso  Nacional,  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados,  op.  cit.  1939, 

p.  444. 


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Evita 


pues  la  distancia  que  las  separaba  era  muy  grande  y  se  medía  tanto  en  términos 
sociales  como  políticos.  Pero  para  poder  aceptar  esta  interpretación  basada  en 
un  supuesto  encuentro,  habría  que  creer  también  que  Evita  trató  de  acercarse. 
Esto  plantea  un  problema  pues  muchas  de  las  razones  que  impulsaban  el 
rechazo  de  las  damas  de  la  Sociedad  de  Beneficencia  servían  para  que  Evita 
rehuyera  de  ellas.  En  su  autobiografía  no  dice  que  buscó  aproximarse,  pero  sí 
que  recibió  una  invitación  de  damas  oligarcas  a  integrar  sus  círculos416. 

Es  posible  que  haya  existido  el  encuentro,  pero  de  ser  así,  poco  tuvo  que 
ver  con  el  destino  final  de  la  Sociedad.  La  maquinaria  estatal  ya  se  había  puesto 
en  marcha  en  1943,  antes  que  Evita  conociera  a  Perón.  Cuando  Molinari 
propuso  la  intervención,  ella  no  tenía  la  influencia  necesaria  para  influir  sobre 
una  decisión  de  tal  magnitud  y  aunque  la  hubiese  tenido,  existían  razones 
válidas  para  que  el  gobierno  tomara  esa  medida.  Así  lo  reconoció 
indirectamente  La  Nación,  años  más  tarde,  cuando  la  Sociedad  recuperó  su 
personería  jurídica  durante  la  presidencia  de  Arturo  Frondizi.  Este  periódico, 
que  había  condenado  la  intervención  de  1946,  publicó  un  editorial  en  1959 
aplaudiendo  la  decisión  de  Frondizi  pues  "implica  una  reparación  a  esa  entidad 
meritísima,  vejada  en  la  práctica  y  la  prédica  por  el  gobierno  ensañado  en 
desmedrar  a  las  expresiones  más  auténticas  de  la  tradición  argentina.  Acaso  un 
criterio  evolucionado  en  materia  de  asistencia  social  imponga  actualmente  una 
conducta  oficial  directa  respecto  a  la  misma,  pero  resulta  lamentable  que 
persistiera  una  medida  eliminatoria,  inspirada  sin  duda  en  sentimientos  ajenos 
—  subjetiva  y  totalitariamente—  a  una  nación  operante  acerca  de  la 
extraordinaria  obra  de  amparo  y  de  enmienda,  en  lo  físico  y  lo  espiritual, 
cumplida  por  la  entidad  creada  por  la  pasión  civilizadora  de  Bernardino 
Rivadavia"417. 

A  partir  de  1946,  la  Sociedad  de  Beneficencia  dejó  de  existir  como  tal,  y 
cuando  se  creó  la  Dirección  Nacional  de  Asistencia  Social  en  setiembre  de  1948, 
junto  con  otras  instituciones  de  beneficencia,  sus  institutos  pasaron  a  depender 
de  ésta.  La  Fundación  Eva  Perón  surgió  dos  años  más  tarde,  no  con  el  propósito 
de  reemplazarla,  sino  como  consecuencia  de  la  amplitud  que  habían  tomado  las 
actividades  de  Evita  en  el  campo  social  y  de  la  necesidad  de  establecer  un 
organismo  con  personería  jurídica  que  las  centralizara  y  controlara. 

Desde  el  punto  de  vista  formal,  la  Fundación  nació  el  8  de  julio  de  1948. 
En  esta  fecha,  el  Decreto  N°  20.564  firmado  por  Perón  y  el  ministro  de  Justicia  e 
Instrucción  Pública,  Dr.  Belisario  Gaché  Pirán,  otorgó  personería  jurídica  a  la 
"Fundación  Ayuda  Social  María  Eva  Duarte  de  Perón".  Por  el  Decreto  N°  20.268 
del  25  de  setiembre  de  1950,  pasó  a  llamarse  "Fundación  Eva  Perón",  nombre 


Eva  Perón,  La  Razón  de  mi  vida,  p.  213.  Las  palabras  de  Evita  no  aclaran  si  este  grupo  de 
damas  era  el  de  la  Sociedad  de  Beneficencia.  No  ha  sido  posible  determinar  con  exactitud  si  la  entrevista 
entre  las  señoras  de  la  Sociedad  y  Evita  efectivamente  se  realizó.  Según  el  testimonio  de  Fermín  Chávez, 
la  entrevista  habría  tenido  lugar  y  habría  sido  concertada  por  Alejandro  Leloir,  por  lo  menos  así  se  lo 
relató  él.  A  pesar  de  haber  sido  arreglada  con  sumo  cuidado  por  las  prevenciones  que  existían  de  ambas 
partes,  no  pudieron  llegar  a  un  acuerdo  pues  Evita  se  habría  rehusado  a  patrocinar  una  función  de 
beneficencia. 

417  La  Nación,  6  de  octubre  de  1959. 


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Evita 


que  conservó  hasta  poco  después  del  levantamiento  militar  que  puso  fin  a  la 
segunda  presidencia  de  Perón.  Según  lo  establecían  sus  estatutos,  la  Fundación 
tenía  los  siguientes  objetivos: 

"a)  Prestar  ayuda  pecuniaria  o  en  especie,  facilitar  elementos  de  trabajo, 
otorgar  becas  para  estudios  universitarios  y  especializados  a  toda  persona 
carente  de  recursos  que  así  lo  solicite  y  que,  a  juicio  de  la  fundadora  merezca  ser 
otorgado; 

"b)  Construir  viviendas  para  su  adjudicación  a  familias  indigentes; 

"c)  Crear  y/ o  construir  establecimientos  educacionales,  hospitalarios, 
recreativos  o  de  descanso  y/ o  cualesquiera  otros  que  permitan  una  mejor 
satisfacción  a  los  elevados  fines  que  persigue  la  institución; 

"d)  Construir  establecimientos  benéficos  de  cualquier  índole,  los  que 
podrán  ser  transferidos,  con  o  sin  cargo,  al  Estado  Nacional,  Provincial  o 
Municipal; 

"e)  Propender,  contribuir  o  colaborar  por  todos  los  medios  a  su  alcance,  a 
la  realización  de  obras  de  interés  general  y  que  tiendan  a  satisfacer  las 
necesidades  esenciales  para  una  vida  digna  de  las  clases  sociales  menos 
favorecidas"418. 

Debemos  señalar  sin  embargo,  que  ya  a  fines  de  1947,  o  sea  antes  de  que 
surgiera  formalmente  la  Fundación,  existía  algo  que  la  prensa  peronista  llamaba 
la  Cruzada  de  Ayuda  Social  o  la  Obra  de  Ayuda  Social  María  Eva  Duarte  de 
Perón,  que  repartía  subsidios  a  ancianos,  habilitaba  Hogares  de  Tránsito  para 
mujeres  desamparadas  y  donaba  viviendas,  realizando  así  muchas  de  las 
funciones  que  luego  desarrollaría  la  Fundación. 

En  La  razón  de  mi  vida,  Evita  cuenta  que  su  programa  de  ayuda  social 
comenzó  poco  a  poco,  después  de  las  elecciones  de  febrero  de  1946,  cuando  se 
dio  cuenta  de  que  "las  esperanzas  del  pueblo  se  concretaban  en  peticiones  lo 
más  variadas,  desde  una  obra  de  gobierno  extraordinaria  y  aún  fantástica  que 
solicitaba  toda  una  ciudad  hasta  la  pelota  de  foot-ball  que  quería  un  'changüí to' 
del  norte  o  la  muñeca  que  deseaba  una  'coyita'".419  La  miseria  y  el  dolor  que 
existían  en  la  Argentina  eran  muy  grandes,  dice  Evita,  y  Perón  se  había 
comprometido  a  terminar  con  la  injusticia  social.  Como  él  no  podía  cumplir  con 
su  promesa  "de  un  día  para  otro"  y  las  necesidades  de  los  descamisados 
apremiaban,  ella  decidió  ponerse  al  servicio  de  los  que  buscaban  ayuda.  Les 
dijo:  "Aquí  estoy.  Quiero  servir  de  algo  para  mi  pueblo". 

"Cuando  advertí  que  mi  voz  todavía  tímida  había  sido  escuchada  por  los 
descamisados  de  mi  país,  cuando  empecé  a  ver  que  llegaban  cartas  y  más 
cartas,  y  hombres  y  mujeres,  jóvenes  y  niños  y  ancianos  empezaban  a  golpear 
las  puertas  de  nuestra  residencia  privada,  recién  me  di  cuenta  de  lo  que  iba  a 
significar  mi  'corazonada'"420.  Según  Evita,  así  comenzó,  poco  a  poco.  "No 


Fundación  Eva  Perón,  Estatutos  (Buenos  Aires,  1955),  ps.  1-2. 
Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  83. 


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podría  decir  exactamente  qué  día  fue.  Lo  cierto  es  que  primero  atendí 
personalmente  todo.  Luego  tuve  que  pedir  auxilio."421 

El  contacto  diario  con  la  gente  que  requería  su  ayuda,  primero  en  su 
oficina  de  Correos,  luego  en  el  Ministerio  de  Trabajo  y  continuaba  llegando  a  la 
residencia  presidencial,  las  visitas  a  lugares  como  el  bañado  de  Flores  y  otros 
barrios  tanto  en  Buenos  Aires  como  en  el  interior  de  la  República,  donde  la 
gente  se  amontonaba  en  condiciones  de  vida  miserables,  acrecentaron  en  ella  la 
necesidad  de  remediar  las  premuras  inmediatas  de  los  que  solicitaban  su 
amparo.  En  un  principio  la  ayuda  se  llevó  a  cabo  sin  un  plan  determinado,  en 
respuesta  a  los  problemas  que  le  planteaban.  Así  por  ejemplo,  como  los  pedidos 
de  ropa  y  comida  eran  muchos,  recurrió  a  sindicatos  para  que  hicieran 
donaciones.  En  un  garaje  abandonado  de  la  residencia  presidencial  fue 
acumulando  azúcar,  telas,  ropas,  zapatos,  etc.  Era  un  verdadero  almacén  y  así 
fue  bautizado:  "Las  Delicias".  Cuando  Perón  se  acostaba,  Evita,  junto  con  Renzi 
y  otros  empleados  de  la  residencia,  se  ponía  a  hacer  paquetes.  "El  azúcar  era 
nuestro  mayor  problema",  recuerda  Renzi,  "con  su  entusiasmo,  la  Señora  tiraba 
al  suelo  más  de  lo  que  envasaba  dentro  de  las  bolsas  de  papel"422.  Ella  llevaba 
esos  paquetes  al  interior  para  distribuirlos  y  también  los  repartía  en  la  Capital 
Federal.  El  14  de  agosto  viajó  a  Rosario,  donde  distribuyó  ropa  y  víveres;  hizo  lo 
mismo  en  ocho  sindicatos  cordobeses  el  26  de  octubre,  cuando  fue  a  inaugurar 
dos  hospitales  ferroviarios.  El  11  de  noviembre  repartió  10.000  paquetes  en  la 
escuela  N°  52  de  Berisso  ayudada  por  Isabel  Ernst  y  el  ministro  de  Trabajo, 
Freire.  El  9  de  diciembre,  en  la  Biblioteca  Popular  Juan  Perón,  su  colaboradora 
era  Lilian  Lagomarsino  de  Guardo.  El  24  de  diciembre  por  la  mañana  distribuyó 
sidra,  juguetes  y  paquetes  de  ropa  a  6.000  personas  en  el  Parque  Patricios,  y  por 
la  tarde,  siguió  haciéndolo  en  Vicente  López,  junto  con  su  hermana  Elisa  y 
Lilian  Lagomarsino  de  Guardo.  Esas  Navidades,  como  los  obreros  de  la  Fábrica 
Nacional  de  Alpargatas  estaban  en  huelga,  les  hizo  llegar  9.000  paquetes  con 
comida  para  celebrar  las  fiestas  y  terminó  el  año  entregando  500  subsidios  a 
ancianos  en  el  Ministerio  de  Trabajo. 

Los  esfuerzos  de  Evita,  desorganizados,  espontáneos,  exigían  una 
estructura,  pues  los  pedidos  de  ayuda  no  cesaban.  Llegaban  de  todos  los 
rincones  de  la  República  y  pronto  se  vio  en  la  necesidad  de  emplear  más 
personal  para  procesar  las  cartas  que  recibía.  Su  viaje  a  Europa  postergó  toda 
decisión.  Además,  durante  éste  visitó  "cuanta  obra  social"  le  fue  posible  y  "salvo 
algunas  excepciones,  en  aquellas  visitas  de  aprendizaje  conocí  todo  lo  que  no 
debía  hacer  en  nuestra  tierra  una  obra  de  ayuda  social"423.  Es  que  las  obras 
habían  sido  construidas  "con  criterio  de  ricos...  y  el  rico  cuando  piensa  para  el 
pobre  piensa  en  pobre"424.  A  los  pocos  meses  de  volver  al  país  se  dio  cuenta  de 
que  ya  no  podía  continuar  haciendo  las  cosas  como  lo  había  hecho  hasta 
entonces  pues  para  las  Navidades  de  1947  el  número  de  juguetes  que  repartió 


421 

422 

423 

424 


Ibid.,  p.  166. 

Borroni  y  Vacca,  op.  cit.,  p.  226. 

Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  ps.  224-225. 
Ibid.,  p.  225. 


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alcanzó  a  5.000.000  y  en  mayo  de  1948,  según  sus  declaraciones  a  la  prensa, 
recibía  unas  12.000  cartas  al  día425. 

En  esta  etapa,  el  dinero  que  Evita  necesitaba  para  adquirir  ropa,  comida 
o  para  distribuir  en  forma  de  subsidios  provenía  de  donaciones,  pero 
principalmente  de  un  fondo  instituido  por  el  ministro  de  Hacienda,  Ramón 
Cereijo.  Deseoso  de  colaborar  con  Evita,  Cereijo  propuso  la  creación  de  una 
cuenta  especial  en  el  Banco  Central  titulada  Ministerio  de  Hacienda-Obras  de 
Ayuda  Social  a  la  que  contribuirían  los  distintos  ministerios  y  secretarías  de 
Estado.  Su  propuesta,  convertida  en  ley  (Decreto  N°  11.116  del  18  de  setiembre 
de  1946)  indicaba  que  esos  fondos  servirían  para  la  "adquisición  de  ropas, 
calzado,  artículos  alimenticios  y  otros  similares,  farmacia  y  droguería,  excluidos 
los  de  sueldos  y  jornales"426. 

A  principios  de  1948,  era  obvio  que  Evita  no  sabía  todavía  qué  quería 
hacer  exactamente  en  el  campo  de  la  ayuda  social.  Mientras  tanto,  como 
interventor  de  la  Sociedad  de  Beneficencia,  Méndez  San  Martín  había  ido 
reestructurando  los  institutos  que  dependían  de  esa  entidad  con  un  criterio  más 
acorde  con  los  postulados  del  gobierno.  Los  internos  ya  no  usaban  uniformes, 
se  ampliaban  los  servicios  y  los  edificios  eran  remodelados.  En  el  mes  de  marzo 
de  1948,  todas  las  escuelas  de  enfermeras  dependientes  de  los  hospitales  de  la 
Sociedad  son  absorbidas  en  una  institución  que  pone  bajo  la  regencia  de  Teresa 
Adelina  Fiora,  hasta  entonces  secretaria  de  la  Escuela  de  Enfermeras  del 
Hospital  Peralta  Ramos.  Tres  meses  más  tarde,  Fiora  ya  tenía  la  nueva  Escuela 
de  Enfermeras  "María  Eva  Duarte  de  Perón"  en  funcionamiento.  Fue 
inaugurada  oficialmente  bajo  otro  nombre,  "7  de  Mayo",  y  como  parte  de  la 
Fundación,  el  4  de  setiembre  de  1950.  Hasta  el  año  1955,  en  que  fue  intervenida 
por  el  gobierno  del  general  Eduardo  Lonardi,  la  Escuela  formó  un  excelente 
cuerpo  de  858  enfermeras,  conocidas  como  "las  enfermeras  de  la  Fundación"  ya 
que  además  de  cumplir  con  sus  funciones  profesionales  en  los  hospitales 
construidos  por  esa  institución,  trabajaban  en  los  servicios  de  emergencia, 
preparaban  las  nuevas  obras  para  las  inauguraciones,  eran  sus  asistentes 
sociales  y  hasta  la  representaban  en  los  desfiles,  como  por  ejemplo  el  que  tuvo 
lugar  en  el  Día  del  Reservista,  el  20  de  agosto  de  1950.  El  primer  internado  de  la 
Escuela  de  Enfermeras,  en  la  Casa  Cuna,  dio  la  pauta  del  estilo  que 
caracterizaría  a  todas  las  obras  de  la  Fundación.  Sin  escatimar  gastos,  Fiora 
buscó  borrar  el  ambiente  institucional  y  crear  un  clima  hogareño  para  las 
internadas  que  venían  a  estudiar  del  interior. 

Para  cuando  Evita  decide  organizar  la  Fundación  había,  pues,  un  equipo 
de  gente  con  experiencia  en  el  área  asistencial  y  criterios  próximos  a  los  que  ella 
quería  impartir  a  sus  proyectos,  y  muy  pronto  se  convirtieron  en  sus 
colaboradores.  Hacia  1950,  éstas  son  las  principales  personas  que  trabajaban  con 
Evita  en  el  campo  social:  el  contador  público  Alfredo  Alonso  y  el  ministro  de 
Hacienda,  Ramón  Cereijo,  son  los  encargados  de  la  parte  financiera,  este  último 
como  administrador  y  apoderado  de  la  Fundación;  Armando  Méndez  San 


Democracia,  8  de  mayo  de  1948. 

Anales  de  Legislación  (Buenos  Aires:  Editorial  La  Ley,  1946),  tomo  VI,  p.  329. 


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Martín,  que  a  partir  de  diciembre  de  1948  pasó  a  ser  director  nacional  de 
Asistencia  Social,  es  director  general  de  la  Fundación;  el  prestigioso  cirujano  Dr. 
Ricardo  Finochietto  es  el  asesor  de  Evita  en  lo  que  concierne  al  programa 
hospitalario  y  dirige  uno  de  los  policlínicos  construidos  por  la  institución;  el 
padre  Hernán  Benítez,  cuya  parroquia  está  en  Saavedra,  en  un  barrio  de 
viviendas  construido  por  la  Fundación  hacia  fines  de  1951,  y  finalmente,  allí 
está  también  Atilio  Renzi,  cuyo  trabajo  consiste  en  ayudar  todos  los  días  a  Evita 
cuando  ella  entrevista  gente  en  el  Ministerio  de  Trabaja  y  Previsión,  en  lo  que 
llama  "la  ayuda  social  directa". 

En  un  discurso  que  Evita  pronunció  el  5  de  diciembre  de  1949  en  el 
Primer  Congreso  Americano  de  Medicina  del  Trabajo,  explicó  que  la  Fundación 
fue  creada  "para  cubrir  lagunas  en  la  organización  nacional,  porque  en  todo  el 
país  donde  se  realiza  una  obra,  siempre  hay  algunas  que  cubrir  y  para  ello  se 
debe  estar  pronto  para  realizar  una  acción  rápida,  directa  y  eficaz"427.  Su 
preocupación  en  un  primer  momento  fue  colaborar  con  la  política  social  del 
gobierno  en  aquellos  terrenos  donde  ésta  se  hacía  sentir  con  mayor  dificultad  o 
donde  penetraba  más  lentamente,  o  sea  en  los  niños,  las  mujeres  desamparadas 
y  los  ancianos.  Estos  era  sectores  marginales  por  cuanto  no  podían  beneficiarse 
directamente  de  toda  la  legislación  social  que  compensaba  a  obreros, 
empleados,  peones  de  campo,  etc.,  ya  sea  porque  no  tenían  trabajo  regular  o 
porque,  como  en  el  caso  de  los  ancianos,  si  bien  habían  trabajado  toda  su  vida, 
no  tenían  jubilación  y  por  lo  tanto  necesitaban  de  pensiones  o  subsidios  para  no 
terminar  sus  días  en  la  indigencia. 

La  actividad  de  Evita  en  el  campo  de  la  ayuda  social  fue  objeto  de  una 
intensa  campaña  de  alabanzas  por  parte  de  la  prensa  peronista,  especialmente, 
claro  está,  de  Democracia.  Evita  siempre  fue  extremadamente  sensible  a  las 
exclamaciones  de  admiración  que  desencadenaban  sus  actos.  En  múltiples 
instancias,  ella  las  buscaba  y  se  prestaba  muy  gustosa  a  los  montajes  más 
aparatosos  de  la  maquinaria  de  propaganda  peronista  pero  también  es  verdad 
que  no  se  dejó  devorar  por  ella.  Así  por  ejemplo,  la  Declaración  de  los  Derechos 
de  Ancianidad  fue  proclamada  con  toda  solemnidad  en  una  ceremonia  que 
tuvo  lugar  en  el  Ministerio  de  Trabajo  el  28  de  agosto  de  1948.  El  Decálogo, 
como  también  se  lo  llamó,  aseguraba  al  anciano  en  su  primer  artículo,  el 
"derecho  de  protección  integral  por  cuenta  y  cargo  de  su  familia"  o  del  Estado  y 
en  los  otros  nueve,  el  derecho  a  la  vivienda,  a  la  alimentación,  al  trabajo,  etc.428 
Perón,  sus  ministros,  legisladores  y  dirigentes  sindicales  asistieron  al  acto,  en  el 
que  las  loas  a  "La  Dama  de  la  Esperanza"  fueron  profusas.  Pero  dejando  de  lado 
el  exordio  y  la  invocación  que  precedían  la  declaración,  así  como  su  objetivo  de 
extenderlo  al  mundo  entero,  Evita  pronunció  en  esta  ocasión  un  discurso  que,  a 
pesar  de  su  sintaxis  confusa,  expresa  claramente  el  sentido  que  tenía  el 
documento  para  ella.  Desde  la  Secretaría  de  Trabajo  y  Previsión,  dijo  Evita,  "se 
puso  punto  final  a  una  etapa  de  nuestra  historia  para  dar  comienzo  a  la  nueva 


427  Democracia,  6  de  diciembre  de  1949. 

428  Democracia,  TI  de  agosto  de  1948.  Véase:  Fundación  Ayuda  Social  María  Eva  Duarte  de 
Perón,  Declaración  de  los  Derechos  de  la  Ancianidad  (República  Argentina,  1949). 


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Evita 


etapa  cuyo  capítulo  inicial  reside  en  la  dignificación  del  pueblo  laborioso, 
vanguardia  creadora  y  rei vindicadora  de  la  nacionalidad.  Aquí  también  se  dará 
comienzo  a  lo  que  la  Ayuda  Social,  que  tengo  el  honor  y  el  deber  de  presidir,  ha 
querido  crear  para  reparar  una  injusticia  e  incluir  en  su  labor  solidaria  a  un 
sector  del  pueblo,  que  llega  al  ocaso  de  la  vida  huérfano  de  cariños  y 
económicamente  incapacitado  para  proveer  a  su  necesidad...  En  el  cuadro  de 
nuestra  actualidad  social,  que  podemos  exhibir  como  ejemplo  ante  el  mundo, 
los  ancianos  desvalidos.  Excelentísimo  señor  Presidente,  son,  para  vergüenza 
nuestra,  como  una  réplica  dolorosa  de  lo  que  eran  la  mayoría  de  los  argentinos 
laboriosos  hasta  el  día  en  que  la  Nación  oyó  de  vuestros  labios  que  la  justicia  o 
era  social  y  se  arrancaba  la  venda  hipócrita  de  los  privilegiados  que  la 
enceguecía,  o  no  era  justicia  ni  era  nada.  Ellos,  hoy,  como  las  mayorías 
productoras  ayer,  sólo  conocían  el  sabor  de  las  migas  que  dejaba  sobre  la  tierra 
el  perenne  banquete  de  los  poderosos  ensoberbecidos  y  olvidados  de  Dios  y  de 
sus  hermanos  productores"429. 

Además  de  subsidios  individuales  para  ayudar  a  ancianos,  Evita 
propició  la  construcción  de  hogares,  inaugurando  el  primero  el  17  de  octubre  de 
1948.  También  obtuvo  que  el  Congreso  sancionara  una  ley  que  acordaba 
pensiones  a  personas  de  más  de  sesenta  años  que  no  tuvieran  recursos  o  no 
estuvieran  amparadas  por  regímenes  de  previsión.  El  3  de  julio  de  1950  en  un 
acto  que  tuvo  lugar  en  el  Teatro  Colón,  Evita  entregó  las  primeras  1.000 
pensiones  a  la  vejez.  Antes  de  iniciar  la  ceremonia,  Evita  pronunció  un  pequeño 
discurso  en  el  que  destacó  que  la  Fundación  solamente  cumplía  con  los  anhelos 
de  Perón,  cuyos  cariños  más  grandes  eran  los  niños,  los  trabajadores  y  los 
ancianos.  Terminó  sus  palabras  con  la  siguiente  declaración:  "Mi  divisa  es  clara 
y  noble  mi  objetivo.  Y  por  más  que  la  calumnia  y  la  intriga  quieran  detenerme, 
no  lo  lograrán  jamás.  No  me  detendré  ante  los  perros  que  ladran  en  el 
camino"430. 

Para  muchos  argentinos,  la  acción  social  de  Evita  se  caracterizó 
principalmente  por  la  ayuda  que  prestaba  a  todos  los  que  venían  a  visitarla  por 
las  tardes  en  el  Ministerio  de  Trabajo  y  Previsión.  Pero  en  realidad,  ésta  es 
solamente  una  parte  de  todo  lo  que  ella  realizó  por  medio  de  la  Fundación. 

En  el  campo  educacional,  esta  institución  construyó  un  total  de  1.000 
escuelas  y  dieciocho  hogares-escuela  en  el  interior  del  país,  donde  unos  3.000 
niños  de  4  a  10  años,  de  padres  sin  recursos,  estudiaban,  ya  fuera  como  internos 
o  externos,  según  las  necesidades  de  cada  familia.  La  famosa  "Ciudad  Infantil 
Amanda  Alien"  y  la  Ciudad  Estudiantil,  ambas  en  la  Capital  Federal,  integraban 
también  el  aspecto  educacional  de  la  Fundación.  La  primera,  inaugurada  el  14 
de  julio  de  1949,  estaba  construida  en  medio  de  amplios  jardines.  Contaba  con 
aulas  y  dormitorios  alegres  y  espaciosos,  una  enfermería,  un  comedor  decorado 
con  personajes  y  animales  de  cuentos  infantiles  y  una  serie  de  edificios  que 
configuraban  una  ciudad  en  miniatura  donde  correteaban  unos  300  niños,  de 
edad  pre-escolar  inclusive.  La  segunda,  también  en  medio  de  hermosos  jardines 


Ib  id.,  p.  18. 

430  Democracia,  4  de  julio  de  1950. 


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y  con  inmejorables  facilidades  para  deportes,  ocupaba  cinco  manzanas. 
Inaugurada  en  octubre  de  1951,  albergaba  a  muchachos  del  interior  que  por  sus 
estudios  debían  vivir  en  la  Capital.  Las  provincias  de  Córdoba  y  Mendoza 
también  contaban  con  una  ciudad  estudiantil  cada  una. 

En  el  campo  de  la  asistencia  médica,  la  Fundación  construyó  un  total  de 
cuatro  policlínicos  solamente  en  Buenos  Aires:  el  de  Ezeiza  y  los  tres 
policlínicos  gemelos  de  Avellaneda,  Lanús  y  San  Martín,  cada  uno  con 
capacidad  de  500  camas,  equipos  supermodernos,  revestimientos  de  mármol, 
amplias  ventanas,  cuartos  hospitalarios  —  en  el  buen  sentido  de  la  palabra  —  y 
atención  totalmente  gratuita.  La  Fundación  construyó  también  policlínicos  en 
Salta,  Mendoza,  Jujuy,  Santiago  del  Estero,  Catamarca,  Corrientes,  Entre  Ríos  y 
Rosario.  No  llegó  a  inaugurar  su  Policlínico  de  Niños  en  Baigorria  (Catamarca) 
pues  lo  hizo  la  Revolución  Libertadora.  En  cambio,  el  gobierno  militar 
interrumpió  la  construcción  de  un  hospital  en  Corrientes  y  abandonó  también 
las  obras  del  Hospital  de  Niños  de  la  Capital  Federal,  ya  muy  adelantadas  y  en 
las  cuales  la  Fundación  había  invertido  400  millones  de  pesos.  Esta  institución 
mantenía  también  una  clínica  de  recuperación  infantil  en  Terma  de  Reyes 
(Jujuy)  y  otra  para  niños  enfermos  del  pulmón  en  Ramos  Mejía,  y  el  Instituto 
del  Quemado.  En  el  año  1951  envió  un  tren  sanitario  que  recorrió  durante 
cuatro  meses  todo  el  país,  ofreciendo  a  la  población  totalmente  gratis  servicios 
de  rayos  X  y  otros  tipos  de  asistencia  médica.  Cuando  ocurría  algún  siniestro,  la 
Fundación  enviaba  inmediatamente  sus  ambulancias,  enfermeras  y  también 
ropa,  comida  y  medicamentos,  ya  fuera  a  cualquier  rincón  de  la  República  como 
al  exterior,  Perú,  Ecuador,  Colombia,  etcétera. 

Cuando  Perón  inauguró  el  Séptimo  Congreso  Internacional  de  Cirugía,  el 
1  de  agosto  de  1950,  rindió  tributo  a  la  acción  que  desarrollaba  la  Fundación  en 
el  campo  de  la  medicina.  A  las  80.000  camas  de  hospitales  con  que  contaba  la 
Argentina  en  1946,  su  gobierno  había  agregado  30.000  y  la  Fundación, 
cumpliendo  con  su  plan  hospitalario,  aportaría  un  total  de  15.000  para  1952431. 

En  Buenos  Aires,  la  Fundación  mantenía  tres  hogares  de  tránsito,  con 
una  capacidad  total  para  1.150  personas.  En  estas  instituciones,  alegres  y 
acogedoras,  mujeres  con  hijos  encontraban  un  refugio  temporario,  tratamiento 
médico  si  lo  necesitaban,  ropa,  etc.,  mientras  se  les  buscaba  trabajo  y  vivienda 
permanentes.  Por  otro  lado,  las  muchachas  solteras  que  trabajaban  en  la  Capital 
Federal  y  que  por  cualquier  circunstancia  no  tenían  dónde  vivir  podían  hacerlo 
en  el  Hogar  de  la  Empleada  "General  San  Martín",  en  plena  Avenida  de  Mayo,  y 
disfrutar  de  sus  cuartos  amplios,  salas  de  recibo,  salón  de  música  y  biblioteca. 
El  Hogar  tenía  capacidad  para  500  personas,  un  restaurante  donde  se  podía 
comer  a  precios  muy  moderados  y  otro  muy  lujoso,  donde  los  precios  eran 
naturalmente  mucho  más  caros. 

La  Fundación  mantenía  cuatro  hogares  de  ancianos.  El  de  Burzaco, 
inaugurado  el  17  de  octubre  de  1948,  era  un  conjunto  de  varios  edificios: 


Juan  Perón  y  Eva  Perón  hablan  a  los  delegados  del  Vil  Congreso  Internacional  de  Cirugía 
(Buenos  Aires,  año  del  Libertador  General  San  Martín,  1950),  p.  9. 


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Evita 


talleres,  dormitorios,  enfermería,  gallineros,  establos,  etc.  Ocupaba  32  hectáreas 
y  proporcionaba  casa,  comida,  recreo  y  trabajo  a  unos  200  ancianos.  Además  de 
tener  colonias  de  vacaciones  para  niños,  como  la  de  Ezeiza,  subvencionaba 
vacaciones  de  jubilados,  obreros,  estudiantes  y  niños  en  sus  unidades  de 
turismo  de  Uspallata  (Mendoza),  Chapadmalal  (Buenos  Aires),  donde  había 
trece  hoteles  con  una  capacidad  total  para  4.000  personas,  y  Embalse  Río 
Tercero  (Córdoba),  un  complejo  de  seis  hoteles  con  capacidad  para  3.000 
turistas.  Construyó  asimismo  viviendas  para  obreros  como  el  barrio  Presidente 
Perón  (Saavedra)  y  "Ciudad  Evita"  que  proporcionó  vivienda  propia  a  25.000 
familias. 

A  partir  de  1948,  la  Fundación  comenzó  también  a  patrocinar 
campeonatos  infantiles  y  juveniles  de  fútbol.  Una  comisión  presidida  por 
Cereijo  fue  la  encargada  de  organizar  lo  que  empezó  como  un  campeonato  de 
fútbol  y  luego  fueron  verdaderos  torneos  de  atletismo,  pues  incluían 
competencias  de  natación,  básquetbol,  esgrima,  etc.  En  1949,  se  inscribieron  en 
el  campeonato  de  fútbol  100.000  niños  y  se  formaron  unos  25  equipos.  En  1953, 
el  número  de  inscriptos  se  elevó  a  218.540.  Todos  los  integrantes  de  los  equipos 
recibían  gratis  la  ropa  que  necesitaban  para  jugar  y  eran  sometidos  a  una 
minuciosa  revisión  médica.  A  los  finalistas  se  les  daba  la  ropa  para  viajar  a 
Buenos  Aires  y  un  equipo  nuevo  para  jugar  en  los  grandes  estadios  como  el  de 
River  Píate.  Los  premios  que  ganaban  eran  viajes,  copas,  medallas,  motonetas  o 
becas  de  estudio.  Los  gastos  que  demandaron  estas  competencias  fueron  de 
1.260  pesos  en  1948  a  1.411.419  pesos  en  1950  y  8.295.960  pesos  en  1953432. 

En  1953,  la  Fundación  Eva  Perón  publicó  una  Memoria  mediante  la  cual 
pueden  verse  las  actividades  que  desarrolló  la  institución  en  el  curso  del  año 
1952.  Entre  otras  cosas,  en  los  Hogares  de  Tránsito  ingresaron  un  total  de  2.118 
personas.  Continuaron  funcionando  las  proveedurías,  "habilitadas  con  finalidad 
de  proveer  a  la  población  artículos  de  primera  necesidad  de  la  mejor  calidad  y  a 
los  precios  más  bajos"  y  se  inauguró  una  nueva  denominada  "Coronel  Juan 
Perón"  en  Villa  Eva  Perón,  Mendoza.  Se  distribuyeron  2.778.433  unidades  bajo 
el  rubro  Ayuda  Social  General,  o  sea  medicamentos,  libros,  muebles,  menaje, 
etc.,  y  se  hicieron  envíos  a  Perú,  Paraguay,  Guatemala,  Jujuy,  Mendoza  y 
Formosa,  entre  otros  lugares.  Se  otorgaron  1.300  becas  y  subsidios.  Se 
inscribieron  76.185  jóvenes  para  participar  en  los  campeonatos  deportivos.  A 
todos  se  los  sometió  "a  exámenes  clínicos,  radiológicos  y  odontológicos, 
completados  con  pruebas  de  laboratorio,  electrocardiogramas  y  reacciones 
tuberculinas".  Se  amplió  el  edificio  de  la  Ciudad  Infantil  y  se  habilitaron  nuevos 
salones  de  clase.  Se  inauguraron  tres  hogares  escuela  "con  una  capacidad  total 
de  1.680  plazas  cada  uno".  En  la  Escuela  de  Enfermeras  siguieron  los  cursos 
1.062  estudiantes  y  egresaron  por  primera  vez  alumnas  con  el  curso  íntegro433. 

Evita  dedicaba  todas  sus  tardes,  hasta  altas  horas  de  la  noche,  a  la  "ayuda 
social  directa".  Recibía  largas  filas  de  ancianos,  hombres,  mujeres  con  niños  en 


Entrevista  con  el  Dr.  Ramón  Cereijo. 

433  Fundación  Eva  Perón,  Memoria,  1953;  también  Fundación  Eva  Perón,  Memoria  y  balance  al 
31  de  julio  de  1952. 


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los  brazos  y  jóvenes  que  venían  a  pedirle  trabajo,  una  pensión,  materiales  para 
construir  una  pieza,  una  máquina  de  coser,  una  casa  en  un  barrio  o  unos 
gramos  de  estreptomicina.  El  procedimiento  para  llegar  hasta  ella  era  muy 
sencillo.  Se  pedía  una  audiencia  en  su  oficina  del  Ministerio  o  se  le  escribía  una 
carta  a  la  residencia  presidencial,  explicando  el  problema.  Las  cartas  eran  leídas 
en  la  calle  Austria  y  allí  se  contestaban  todas  por  igual,  sin  hacer  cuestión  ni  por 
un  momento  de  afiliación  política.  Cuando  la  persona  empezaba  a  desesperar, 
venía  la  respuesta,  conteniendo  el  día,  la  hora  y  el  lugar,  ya  fuera  por  la  tarde  en 
el  Ministerio  o  muy  temprano  en  la  residencia.  Una  vez  en  el  despacho  de  Evita, 
la  espera  no  terminaba  pues  por  lo  general  ella  debía  interrumpir  las  entrevistas 
para  cumplir  con  otras  obligaciones,  un  acto  oficial,  una  reunión  sindical,  una 
inauguración  o  acompañar  a  un  visitante  extranjero.  Pero  siempre  volvía, 
dispuesta  a  conversar  pacientemente  con  todos  los  que  la  habían  aguardado, 
preguntándoles  uno  a  uno  qué  necesitaban.  Enterada  del  problema,  los  varios 
secretarios  que  se  movían  a  su  alrededor,  entre  los  que  infaltablemente  se 
hallaba  Renzi,  empezaban  a  cumplir  sus  decisiones  y  ella  estampaba  sus 
iniciales  en  las  órdenes  que  debían  ser  llevadas  a  otras  dependencias,  según  el 
caso  concreto.  A  veces,  ante  una  madre  con  un  niño  en  los  brazos  y  otros  dos 
colgados  de  las  faldas,  le  preguntaba  qué  medios  tenía  para  ir  a  casa.  Si  no  se 
quedaba  satisfecha  con  la  respuesta,  abría  una  carpeta  en  la  que  guardaba 
billetes  y  le  daba  unos  cuantos.  Si  era  tarde  y  la  carpeta  estaba  vacía,  le  pedía  a 
cualquiera  de  los  ministros  o  altos  funcionarios  que  estuvieran  en  su  despacho 
que  sacaran  sus  carteras  y  le  dieran  lo  que  tenían.  Otras  veces,  mandaba  a  su 
chofer  que  llevara  a  un  viejito  a  su  casa  y  no  faltó  la  ocasión  en  que  cuando  le 
llegó  el  momento  de  abandonar  el  Ministerio,  se  tuvo  que  tomar  un  taxi  pues  su 
auto  todavía  no  había  vuelto. 

En  ¿Quién  mató  a  Rosendo?  el  obrero  Francisco  Granato  cuenta  una  visita 
al  Ministerio  de  Trabajo.  "Debió  ser  en  el  51,  cuando  su  madre  recibió  la  carta  de 
la  Fundación,  fue  con  él,  hicieron  las  horas  de  espera  hasta  la  medianoche,  hasta 
que  ella  lo  recibió,  y  la  madre  pidió  la  máquina  de  coser,  pero  también  las 
chapas  para  terminar  la  pieza,  y  al  fin,  con  un  supremo  esfuerzo,  la  dentadura 
postiza  —si  no  fuera  demasiado  abuso  —  .  Vio,  con  esa  humildad  de  todos  los 
humildes,  que  les  parece  que  siempre  piden  mucho,  y  Evita  le  dice:  'No,  si  eso 
no  lo  pide  nadie;  al  contrario,  necesitamos  gente  que  pida  eso  para  que  los 
médicos  puedan  estudiar',  y  le  hizo  un  chiste  como  agradeciéndole  que  se 
atreviera  a  pedir  los  dientes  postizos  para  ella  y  para  el  viejo. 

"A  los  dos  o  tres  días  el  camión  con  las  chapas,  las  camas,  los  colchones, 
la  bolsa  de  azúcar,  las  tazas,  los  platos,  la  ropa,  las  hormas  de  queso,  las 
dentaduras  postizas."434 

Evita  estaba  convencida  de  que  su  programa  de  ayuda  social  era 
esencialmente  diferente  de  la  caridad  que  se  practicaba  antes  de  ascender  Perón 
al  gobierno  y  no  hay  duda  alguna  de  que  lo  era.  Sus  enemigos,  tanto  de  la 
izquierda  como  de  la  derecha,  han  hecho  hincapié  en  algunos  de  los  aspectos  de 


Rodolfo  Walsh,  ¿Quién  mató  a  Rosendo?  (Buenos  Aires:  Editorial  Tiempo  Contemporáneo, 
1969),  ps.  55-56. 


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su  trabajo,  como  la  distribución  de  paquetes  de  ropa  desde  el  último  vagón  de 
un  tren,  los  "donativos"  que  realizó  en  Europa,  o  las  entrevistas  personales  de 
Evita  con  los  que  venían  a  pedir  su  ayuda  en  el  Ministerio  de  Trabajo,  para 
tacharla  de  paternalista  y  aún  peor,  de  hipócrita.  Ciertamente,  la  imagen  de 
Evita,  elegante,  perfumada  con  su  esencia  favorita,  Femme,  enjoyada  como  una 
hada  rubia  de  cuentos  infantiles,  haciendo  milagros  todos  los  días  con  su 
generosidad  ilimitada  y  reinando  incontestada  en  su  salón  de  audiencias  del 
Ministerio  de  Trabajo  como  en  un  escenario  teatral,  no  es  totalmente  falsa,  pero 
está  lo  suficientemente  deformada  como  para  desvirtuar  la  realidad  que  vivían 
tanto  ella  como  los  que  iban  a  pedir  su  ayuda. 

El  detenerse  en  los  aspectos  más  superficiales  del  estilo  de  trabajo  de 
Evita,  dejando  de  lado  la  obra  que  realizó  en  su  totalidad  y  el  sentido  que  le  dio 
constantemente  a  la  ayuda  social,  es  tan  deshonesto  como  negar  sus  rasgos 
paternalistas  o  decir  que  carecen  de  importancia.  Pues  la  tuvieron  y  mucha, 
porque  así  como  el  estilo  de  las  damas  de  la  Sociedad  de  Beneficencia  no  puede 
aislarse  de  la  Argentina  pre-peronista,  tampoco  puede  separarse  el  estilo  de 
Evita  de  su  personalidad  y  de  lo  que  fue  el  peronismo  en  el  gobierno. 

Para  la  gente  que  iba  todas  las  tardes  al  Ministerio  de  Trabajo,  la 
experiencia  que  representaba  encontrarse  con  Evita  tenía  un  sentido  muy 
distinto  del  que  le  han  dado  sus  críticos.  Por  empezar,  sabía  que  ahora  había 
una  persona  con  poder  e  influencia  a  la  cual  podía  recurrir  para  resolver  sus 
problemas  y  eso  significaba  una  diferencia  notable  con  la  situación  que  existía 
antes  de  1946,  cuando  las  instituciones  de  caridad  eran  demasiado  escasas  y  sus 
fondos  muy  reducidos.  En  lugar  de  llenar  formularios  ante  empleados  cansados 
o  aburridos,  como  sucedía  antes  de  que  ella  comenzara  a  trabajar  o  como 
acontecía  después,  la  gente  se  encontraba  dialogando  con  la  esposa  del 
presidente  de  la  República,  el  tiempo  que  fuera  necesario,  sin  apuros.  Sentada 
detrás  de  su  escritorio,  la  mirada  atenta,  el  cuerpo  en  tensión,  inclinada  hacia 
adelante  como  si  no  quisiera  perder  una  sola  palabra  de  las  contestaciones  que 
le  llegaban  con  voz  temblorosa.  Evita  hacía  preguntas,  sonreía,  bromeaba  y 
tranquilizaba  a  todos.  Sus  joyas  y  sus  vestidos  la  hacían  aparecer  todavía  más 
hermosa  que  las  innumerables  fotos  publicadas  en  revistas  y  diarios.  Pero  en 
verdad,  la  gente  no  veía  a  la  esposa  del  Presidente  sentada  detrás  del  escritorio, 
sino  a  "Evita",  y  todo  el  mundo  sabía  que  Evita  era  una  mujer  del  pueblo,  igual 
que  todas  las  que  se  amontonaban  en  el  recinto  y  que  era  precisamente  por  eso 
que  estaba  allí.  Cuando  llegaba  el  momento  de  la  despedida,  le  tomaban  las 
manos,  la  besaban  y  los  viejos  la  bendecían  entre  lágrimas.  Ella  se  dejaba  besar, 
alzaba  a  los  niños  en  sus  brazos  y  sus  palabras  eran  siempre  las  mismas:  nada 
había  que  agradecer,  sólo  recibían  lo  que  era  justo  pues  tenían  derecho  a  todo  lo 
que  la  Fundación  podía  proporcionar,  ir  al  mejor  policlínico  si  estaban 
enfermos,  que  sus  hijos  estudiasen  como  los  de  los  oligarcas,  que  tuvieran 
juguetes  y  que  todas  las  Navidades  pudieran  festejar  las  fiestas  con  pan  dulce  y 
un  vaso  de  sidra. 

La  dualidad  que  percibían  los  que  solicitaban  su  ayuda  era  la  misma  que 
Evita  sentía  y  recalcaba  constantemente.  Como  Evita  ella  no  podía  hacer 


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caridad,  tenía  que  hacer  justicia  social.  Cumplía  con  su  cometido  en  la 
Secretaría  de  Trabajo,  "cuna  de  la  justicia  social",  de  una  forma  parecida  a  su 
trabajo  gremial,  por  lo  tanto  no  podía  ser  ni  filantropía,  ni  caridad,  ni  limosna, 
ni  beneficencia.  "Ni  siquiera  es  ayuda  social,  aunque  por  darle  un  nombre 
apropiado  yo  le  he  puesto  ése." 

"Para  mí,  es  estrictamente  justicia.  Lo  que  más  me  indignaba  al  principio 
de  la  ayuda  social,  era  que  me  la  calificasen  de  limosna  o  de  beneficencia. 

"Porque  la  limosna  para  mí  fue  siempre  un  placer  de  los  ricos;  el  placer 
desalmado  de  excitar  el  deseo  de  los  pobres  sin  dejarlo  nunca  satisfecho.  Y  para 
eso,  para  que  la  limosna  fuese  aún  más  miserable  y  más  cruel,  inventaron  la 
beneficencia  y  así  añadieron  al  placer  perverso  de  la  limosna  el  placer  de 
divertirse  alegremente  con  el  pretexto  del  hambre  de  los  pobres.  La  limosna  y  la 
beneficencia  son  para  mí  ostentación  de  riqueza  y  de  poder  para  humillar  a  los 
humildes. 

"Y  muchas  veces  todavía,  en  el  colmo  de  la  hipocresía,  los  ricos  y  los 
poderosos  decían  que  eso  era  caridad  porque  daban  —eso  creían  ellos—  por 
amor  a  Dios."435  Ella  no  hacía  otra  cosa  "que  devolver  a  los  pobres  lo  que  todos 
los  demás  les  debemos,  porque  se  lo  habíamos  quitado  injustamente". 

"Yo  soy  nada  más  que  un  camino  que  eligió  la  justicia  para  cumplirse 
como  debe  cumplirse:  inexorablemente. 

"Por  eso  trabajo  en  público.  Yo  no  pretendo  hacer  otra  cosa  que  justicia  y 
la  justicia  se  debe  administrar  públicamente."436 

Junto  con  el  aspecto  social  de  sus  actos,  Evita  no  dejaba  de  mencionar  el 
propósito  reivindicatorío  de  éstos.  En  ocasión  de  la  inauguración  de  la  Ciudad 
Infantil  (octubre  de  1951),  ya  enferma,  explicó  que  durante  "cien  años,  el  pueblo 
argentino  sólo  ha  recibido  las  migajas  que  le  caían  de  las  mesas  abundantes  de 
la  oligarquía,  que  primero  lo  explotaba  y  después  para  quedar  en  paz  con  su 
conciencia,  le  tiraba  las  sobras  de  sus  fiestas". 

"Yo  he  deseado  y  he  podido  felizmente  realizar  el  acto  de  desagravio  que 
los  humildes  de  mi  Patria  se  merecen. 

"En  cada  instituto  de  la  Fundación,  he  puesto  todo  el  lujo  y  toda  la 
riqueza  que  le  fueron  negados  a  todos  los  pobres  descamisados  argentinos 
durante  los  cien  años  amargos  de  la  oligarquía  vendepatria  y  egoísta.  Me  siento 
feliz  porque  hoy  puedo  cumplir  con  este  acto  de  desagravio  en  todos  los 
rincones  del  país  donde  se  levanta  una  obra  de  la  Fundación."437  Quería 
conscientemente  que  las  obras  de  la  Fundación  fueran  lujosas  "porque  un  siglo 
de  asilos  miserables  no  se  puede  borrar  sino  con  otro  de  hogares  'excesivamente 
lujosos'"438.  Lo  hacía  porque  así  restituía  al  pobre  lo  que  era  suyo,  porque  el 
mundo  tenía  suficiente  riqueza  para  que  no  hubiera  más  pobres  y  porque 


Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  182. 
Ibid.,  ps.  183-84. 

Democracia,  28  de  octubre  de  1951. 
Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  211. 


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quería  que  éstos  se  acostumbraran  "a  vivir  como  ricos...  y  en  cualquier  parte  del 
mundo"439.  Su  fe  y  su  confianza  en  la  bondad  y  generosidad  del  descamisado  le 
hacían  desechar  las  críticas  de  aquellos  que  veían  futuros  inadaptados  sociales 
en  los  niños  que  saldrían  de  los  institutos  de  la  Fundación.  "Solamente  los 
humildes  salvarán  a  los  humildes",  repetía  incansablemente,  y  en  sus  hogares 
los  descamisados  aprenderían  "a  ser  leales  con  el  pueblo  a  fin  de  que,  una  vez 
capacitados  para  servirlo,  no  lo  traicionen  jamás  como  ha  traicionado  la  clase 
dirigente  anterior  a  Perón...  Mis  hogares  tienen  la  misión  sagrada  de  formar 
hombres  humildes  que  mañana  sean  abanderados  del  pueblo,  que  consoliden  la 
victoria  del  pueblo  sobre  sus  enemigos.  Nosotros  preparamos  a  los  hijos  del 
pueblo  para  que  sean  conductores  de  sus  masas  en  la  hora  de  los  pueblos,  cuya 
aurora  comienza  anunciando  el  mediodía  brillante  en  que  los  pueblos  tomarán 
las  riendas  de  su  propio  destino"440 

El  contacto  diario,  prolongado  e  intenso  con  las  miserias  y  angustias  de 
todos  los  que  venían  a  pedir  su  ayuda  definió  en  gran  medida  la  personalidad 
de  Evita  en  los  últimos  años  de  su  vida  —esa  Evita  que  los  peronistas  venerarán 
como  una  santa  durante  décadas,  que  siente  el  dolor  y  la  penuria  de  cada  una 
de  las  personas  que  llegan  hasta  ella  y  lo  hace  suyo,  que  besa  y  se  deja  besar  por 
mujeres  con  pústulas  en  la  cara  y  que  se  olvida  de  sí  misma  para  entregarse  a 
una  labor  frenética  por  el  enfermo,  el  desvalido  y  en  quien  el  viejo  "sentimiento 
de  indignación  ante  la  injusticia  social"  se  ha  transformado  en  una  pasión  que  la 
domina  incontroladamente  —  .  Porque  conoce  a  las  "almas  destrozadas  por  el 
dolor  y  la  injusticia",  dice  en  La  razón  de  mi  vida,  porque  ha  visto  "de  cerca  a  las 
víctimas  que  han  hecho  los  ricos  y  los  poderosos  explotadores  del  pueblo,  por 
eso  mis  discursos  tienen  muchas  veces  veneno  y  amargura".  Sabe  que  son 
muchos  los  que  encuentran  en  el  dolor  de  los  pobres  sólo  un  "melodrama",  pero 
ese  dolor  es  precisamente  el  que  más  la  hace  sufrir.  "Por  eso  grito  muchas  veces 
hasta  enronquecer  y  quedar  afónica,  cuando  en  mis  discursos  se  me  escapa  la 
indignación  que  llevo,  cada  vez  más  viva,  casi  como  una  herida  en  el  corazón." 

"Muchas  veces  he  deseado  que  mis  insultos  fuesen  cachetadas  o  latigazos 
para  que  dándoles  a  muchos  en  plena  cara  les  hiciesen  ver  aunque  no  fuese  más 
que  por  un  momento  lo  que  veo  todos  los  días  en  mis  audiencias  de  ayuda 
social. 

"Y  cuando  digo  que  la  justicia  ha  de  cumplirse  inexorablemente,  cueste  lo 
que  cueste  y  caiga  quien  caiga,  estoy  segura  que  a  mí,  Dios  me  perdonará 
haberlos  insultado  porque  los  he  insultado  por  amor  ¡por  amor  al  pueblo!,  pero 
a  ellos  les  va  a  hacer  pagar  todo  lo  que  sufrieron  los  pobres  ¡hasta  la  última  gota 
de  sangre  que  les  quede!"441 

"La  vi  besar  al  leproso,  besar  al  tuberculoso,  besar  al  canceroso",  recuerda 
el  padre  Elernán  Benítez.  "La  vi  distribuir  amor.  El  amor  que  redime  la  limosna 
de  la  carga  de  injuria  al  pobre  que  la  limosna  lleva  dentro  de  sí.  La  vi  abrazarse 


Ibid.,  p.  212. 

Democracia,  28  de  octubre  de  1951. 

Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  ps.  177-178. 


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Evita 


a  los  harapientos  y  llenarse  de  liendres  y  de  piojos.  La  vi  sentirse  hermana  del 
pobre  y  no  superior  al  pobre.  Por  más  que  su  dinero,  sus  joyas  y  sus  trapos  la 
colocaran  tan  lejos  de  la  justicia  social."  Sin  embargo,  no  fue  una  santa,  pues  no 
renunció  ni  a  la  riqueza  ni  a  los  honores,  apunta  Benítez.  "Por  otra  parte, 
tampoco  los  aprovechó  para  escapar  de  su  clase  social.  Fue  fiel  a  su  pueblo.  Fiel, 
porque  amó  al  pobre  y  fiel  porque  condenó  al  rico.  No  a  éste  por  rico  (ella 
también  lo  era),  sino  por  ser  enemigo  del  pobre  (ella  no  lo  era)."442 

Para  los  antiperonistas,  la  acción  social  de  Evita  nada  tenía  que  ver  con  el 
amor.  Sus  discursos  y  sus  actos  eran  la  prueba  irrefutable  de  que  no  pasaba  de 
ser  una  "resentida",  característica  que  con  el  correr  de  los  años  casi  se  ha 
convertido  en  un  cliché443.  Es  interesante  notar  que  los  que  llamaban  a  Evita 
resentida  eran  solamente  sus  enemigos,  en  particular  la  oligarquía,  y  lo  hacían 
como  un  insulto.  Los  descamisados  nunca  dijeron  que  lo  era,  y  tal  como  se 
usaba  contra  ella,  la  palabra  reflejaba  su  contenido  ideológico,  pues  con  ésta  se 
acusaba  a  Evita,  una  persona  implícitamente  inferior,  de  querer  usurpar  un 
status  que  no  le  correspondía.  Ella  niega  ser  una  resentida  en  el  sentido  que  le 
daban  a  la  palabra  los  antiperonistas.  Confundían  su  sentimiento  de 
indignación  ante  la  injusticia  social  con  resentimiento,  explica  en  su  Historia  del 
peronismo.  Mientras  aquél  es  "un  sentimiento  positivo",  éste  es  "completamente 
negativo,  propio  de  egoístas  y  estériles "444.  En  su  autobiografía  admite  estar  de 
acuerdo  con  sus  "supercríticos"  con  una  salvedad.  "Soy  resentida  social.  Pero  mi 
resentimiento  no  es  el  que  ellos  creen." 

"Ellos  creen  que  se  llega  al  resentimiento  únicamente  por  el  camino  del 
odio...  Yo  he  llegado  a  ese  lugar  por  el  camino  del  amor...  Yo  lucho  contra  todo 
privilegio  de  poder  o  de  dinero.  Vale  decir  contra  toda  oligarquía,  no  porque  la 
oligarquía  me  haya  tratado  mal  alguna  vez...  Mi  'resentimiento'  no  viene  de 
ningún  odio.  Sino  del  amor:  del  amor  por  mi  pueblo  cuyo  dolor  me  ha  abierto 
para  siempre  las  puertas  de  mi  corazón."445 

Los  actos  de  Evita  demuestran  que  no  era  una  resentida  en  el  sentido  que 
daban  a  la  palabra  sus  "supercríticos".  Lo  que  sus  enemigos  denominaban 
resentimiento  tampoco  era  conciencia  de  clase.  Siguiendo  su  división  de  la 
sociedad  en  pueblo  y  oligarquía,  su  resentimiento  era  la  expresión  de  su 
conciencia  de  pertenecer  sin  reserva  alguna  al  pueblo.  Como  dice  en  su  Ultimo 
mensaje:  "Nací  en  el  pueblo  y  sufrí  en  el  pueblo.  Tengo  carne  y  alma  y  sangre  de 
pueblo.  Yo  no  podía  hacer  otra  cosa  que  entregarme  a  mi  pueblo"446.  No 
obstante  sus  joyas,  su  vanidad  y  el  placer  que  le  daba  su  poder,  no  tuvo  nunca 
dudas  sobre  quién  era,  lo  que  quería  ser,  dónde  estaban  sus  "hermanas"  y  sus 
"compañeros",  qué  debía  hacer  para  no  traicionarlos  y  quiénes  eran  los 
enemigos  comunes.  El  tiempo  no  solamente  la  fue  convenciendo  de  que 


Careo  (julio  de  1964),  p.  6. 

443  Véanse  entre  otras  obras,  Américo  Ghioldi,  op.  cit .;  Fleur  Cowles,  op.  cit.;  Mary  Main,  op.  cit.; 
Juan  José  Sebreli,  op.  cit. 

444  Eva  Perón,  Historia  del  peronismo,  p.  142.  Lo  destacado  está  en  el  texto. 

445  Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  213. 

446  Véase  apéndice. 


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Evita 


siempre  había  tenido  razón,  sino  de  que  además  debía  mantener  esa  conducta 
hasta  el  fin  de  su  vida. 

Las  características  que  la  ayuda  social  fue  adquiriendo  con  el  tiempo  bajo 
el  gobierno  peronista  reflejan  la  personalidad  de  Evita  en  toda  su  complejidad. 
No  es  difícil  oír  el  repiqueteo  de  la  Singer  de  su  madre  en  las  miles  de  máquinas 
de  coser  que  regalaba  para  que  las  mujeres  pudieran  aumentar  sus  ingresos  sin 
salir  a  trabajar  fuera  de  casa  o  recrear  su  infancia  sin  juguetes  en  las  pelotas  de 
fútbol,  bicicletas  y  muñecas  que  entregaba  para  las  Navidades.  También  se 
reconoce  otra  faceta  de  su  personalidad  en  la  mujer  que  cuidaba  hasta  los 
mínimos  detalles  de  la  imagen  que  proyectaba  en  su  despacho  del  Ministerio  de 
Trabajo  y  se  rodeaba  todos  los  días  de  grandes  ramos  de  flores.  Impaciente  y 
nerviosa,  era  toda  calma  y  dulzura  cuando  hablaba  con  los  "humildes",  y  no  le 
importaba  que  ministros,  funcionarios  y  diplomáticos  esperaran  largas  horas 
una  entrevista  con  ella.  Cuando  recorría  con  dignatarios  extranjeros  la  Ciudad 
Infantil  o  los  enormes  depósitos  de  la  Fundación  en  la  calle  Uriburu,  con  sus 
montañas  de  utensilios  de  cocina,  de  cajas  de  zapatos,  de  colchones,  etc., 
demostraba  su  orgullo  y  su  satisfacción  sin  retáceos.  Era  su  obra,  en  la  que  todo 
era  hermoso,  nuevo  y  lujoso,  en  la  que  todo  funcionaba  perfectamente,  con  un 
orden  impecable.  Era  el  mejor  ejemplo  de  la  sociedad  que  Perón  construía  y  lo 
había  hecho  ella.  No  escondía  ni  olvidaba  por  un  instante  el  valor  político  que 
tenía  la  Fundación,  y  lo  usaba  sin  reparos.  Por  eso  quería  que  las  delegaciones 
sindicales  que  venían  del  interior  visitaran  las  obras  de  la  Fundación  en  la 
Capital  Federal  y  ella  no  dejaba  de  acompañar  a  cuanto  dignatario  extranjero 
pisara  la  Argentina  en  un  recorrido  de  lo  que  su  institución  tenía  de  más 
notable.  Por  otra  parte,  sus  visitas  sorpresivas,  sin  anuncio  previo,  a  la  Ciudad 
Infantil  o  Estudiantil,  camino  al  Ministerio  o  durante  el  fin  de  semana, 
denotaban  un  interés  genuino,  fuera  de  todo  deseo  exhibicionista  o  de  una 
finalidad  puramente  política. 

La  existencia  de  la  Fundación  se  justificaba  para  Evita  por  la  pobreza 
imperante  en  los  sectores  más  bajos  de  la  sociedad  —antes  que  subiera  Perón  al 
gobierno—  y  porque  toda  la  obra  que  él  había  realizado  no  alcanzaba  para 
cubrir  las  necesidades  de  todos.  Era  un  remedio  temporario  cuya  terminación 
deseaba,  expresó  en  varias  oportunidades,  y  su  más  ferviente  anhelo  era  que  la 
Fundación  dejara  de  existir,  que  ya  no  fuera  necesaria,  porque  eso  significaría 
que  los  objetivos  del  gobierno  peronista  se  habían  cumplido  y  que  reinaba  la 
justicia  social  en  la  Argentina.  "Quiera  Dios  que  la  ayuda  social,  que  tengo  el 
honor  de  presidir,  desaparezca",  dijo  en  un  discurso  de  octubre  de  1948, 
"porque  el  día  que  desaparezca  la  ayuda  social,  ese  día  será  porque  los 
argentinos  ya  no  necesitan  más  de  un  poco  de  esperanza  y  un  poco  de 
consuelo"447. 


447  Democracia,  30  de  octubre  de  1948.  Véase  también  Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  238. 


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Evita  habla  desde  los  balcones  de  la  Casa  Rosada,  el  Io  de  Mayo  de  1951. 
Ya  había  3.600  unidades  básicas  peronistas  en  todo  el  país. 


A  su  modo  de  ver,  la  Fundación  era  el  medio  que  ella  había  puesto  al 
servicio  de  Perón  y  por  lo  tanto  del  pueblo  argentino  para  solucionar  sus 
problemas  más  inmediatos.  El  principio  que  guiaba  su  acción  era  proporcionar 
a  los  descamisados  los  elementos  necesarios  para  salir  de  la  situación  en  que  se 
hallaban,  y  por  su  propio  esfuerzo  integrarse  a  la  comunidad,  o  atender 
aquellos  grupos  que  "por  razones  de  edad,  por  causas  de  enfermedad  o  por 
incapacidad  física,  no  son  aptos  para  el  trabajo".  Por  variadas  que  fuesen  las 
necesidades  de  los  descamisados,  ella  sentía  la  obligación  de  satisfacerlas,  no 
solamente  porque  así  demostraba  su  apoyo  a  Perón,  sino  también  porque  el 
pueblo  tenía  derecho  a  ello. 


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Evita 


Como  si  supiera  que  su  vida  iba  a  ser  corta,  con  urgencia  febril,  Evita 
exigía  de  sí  misma  —y  de  sus  colaboradores—  un  compromiso  total.  No 
terminaba  una  obra  que  ya  tenía  que  empezar  otra,  como  si  antes  de  morir 
tuviera  que  dejar  la  mayor  cantidad  posible  de  escuelas,  hospitales  y 
proveedurías  y  tuviera  que  repartir  el  mayor  número  posible  de  muñecas, 
bicicletas  y  equipos  de  deporte.  A  pesar  de  que  la  Fundación  no  podría  haber 
funcionado  adecuadamente  sin  los  múltiples  empleados  que  aseguraban  que 
las  órdenes  de  Evita  se  cumplieran  eficazmente,  todas  las  decisiones  tenían  su 
origen  en  ella.  Decidía  qué  niños  iban  a  ir  a  un  determinado  hogar-escuela, 
cómo  se  iba  a  resolver  el  problema  de  la  muchacha  que  debía  ser  operada  en  los 
Estados  Unidos,  en  qué  ciudad  se  iba  a  construir  un  nuevo  policlínico,  en  qué 
repartición  se  le  podía  buscar  trabajo  a  una  determinada  persona. 

Muchas  veces,  para  cuando  los  que  solicitaban  su  ayuda  se  iban  del 
Ministerio,  ella  ya  había  hablado  por  teléfono  para  que  la  situación  se  resolviera 
de  inmediato,  y  antes  de  despedirlos,  recomendaba  a  los  interesados  que 
volvieran  a  decirle  si  todo  no  había  marchado  como  era  debido.  Los  estatutos 
de  la  Fundación  le  daban  el  más  absoluto  poder  y  ella  lo  usaba  plenamente.  El 
artículo  7  establecía:  "La  administración  corresponde  única  y  exclusivamente  a 
su  fundadora,  doña  María  Eva  Duarte  de  Perón,  quien  la  ejercerá  con  carácter 
vitalicio  y  gozará  de  las  más  amplias  atribuciones  que  las  leyes  y  el  Estado 
conceden  a  las  personas  jurídicas.  Sin  perjuicio  de  lo  expuesto,  la  fundadora 
podrá  cuando  lo  estime  conveniente  y  a  su  solo  arbitrio,  designar  consejos, 
delegaciones  o  mandatarios,  generales  y  especiales.  Dichos  consejos, 
delegaciones  o  mandatarios,  durarán  el  tiempo  que  la  fundadora  determine  y 
ejercerán,  por  delegación  de  ésta,  las  facultades  que  se  determinen  en  sus 
respectivas  designaciones"448. 

La  fundación  desplegó  su  mayor  actividad  de  1948  a  1952,  pues  fue 
entonces  que  se  construyeron  casi  todos  los  policlínicos,  muchos  de  los  hogares- 
escuelas,  etc.  No  es  que  la  Fundación  se  convirtiera  a  partir  de  1952  en  una 
entidad  con  espíritu  burocrático,  donde  para  conseguir  una  máquina  de  coser 
había  que  llenar  formularios  de  todo  tipo  y  donde  los  expedientes  tomaban 
meses  en  pasar  de  un  departamento  a  otro,  o  que  la  desidia  dominara  a  sus 
empleados,  impidiéndoles  el  desempeño  de  sus  funciones  como  en  otros 
tiempos.  Todo  siguió  funcionando,  pero  a  ritmo  más  lento,  y  es  que  cuando 
falleció  Evita,  no  sólo  murió  con  ella  el  alma  de  la  Fundación  sino  también  la 
única  persona  con  suficiente  autoridad  como  para  hacerla  funcionar  como  lo 
había  hecho  hasta  1952.  Muerta  ella,  nadie  podía  exigir  de  todos  los  que  de 
alguna  manera  tenían  que  ver  con  la  Fundación  un  ritmo  de  trabajo  agotador, 
una  dedicación  total,  a  la  par  de  la  que  ella  misma  realizaba  mañana,  tarde  y 
noche.  Nadie  podía  rechazar  excusas  o  negativas  de  ministros  y  altos 
funcionarios  como  ella  lo  hacía  o  hacerse  perdonar  que  en  su  afán  por  construir 
constantemente,  con  rapidez  y  a  veces  de  manera  ostentosa,  no  tomara  las 
decisiones  más  sensatas,  aun  admitiendo  su  criterio  de  que  las  obras  debían  ser 
realizadas  "como  para  ricos".  Nadie  —excepto  el  mismo  Perón—  podía 


Fundación  Eva  Perón,  Estatutos,  p.  3. 


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Evita 


mantener  en  funcionamiento  una  institución  que  representaba  un  constante 
entorpecimiento  para  la  marcha  normal  de  las  más  diversas  reparticiones 
estatales.  Así  por  ejemplo,  el  ministro  de  Obras  Públicas  tenía  que  postergar  sus 
planes  por  los  que  Evita  patrocinaba,  se  reducían  los  recursos  del  programa  de 
asistencia  social  del  gobierno  por  el  que  ella  desarrollaba  y  la  política 
hospitalaria  de  Carrillo  se  veía  afectada  negativamente  por  los  policlínicos  que 
ella  decidía  construir.  Las  necesidades  de  sus  institutos  y  de  sus  clínicas  tenían 
prioridad  sobre  cualquier  otra,  por  el  solo  hecho  de  que  ella  lo  establecía,  y  los 
distintos  ministerios  se  veían  obligados  a  entregarle  listas  de  vacantes  para  que 
ella  pudiera  distribuir  empleos  según  su  voluntad. 

Además,  la  muerte  de  Evita  coincidió  con  el  comienzo  de  un  período  en 
que  se  acentúan  las  dificultades  económicas  y  ya  no  era  tan  fácil  obtener 
recursos  para  los  proyectos.  Un  Consejo  formado  por  un  presidente  y  ocho 
vocales,  cuatro  designados  por  el  secretario  general  de  la  CGT  y  cuatro 
nombrados  por  el  ministro  de  Trabajo  y  Previsión,  tomó  las  riendas  de  la 
institución.  Pronto  se  vio  sin  embargo  que  ésta  no  era  la  solución  más  adecuada 
y  que  el  buen  funcionamiento  de  la  Fundación  requería  la  presencia  de  un 
ejecutivo  que  pudiera  tomar  decisiones.  Tanto  Perón,  que  era  el  presidente  del 
Consejo,  como  los  otros  miembros,  Cereijo  y  Freire,  aceptaron  su 
responsabilidad,  pero  no  podían  dedicarle  el  tiempo  necesario  y  muchas  veces 
las  decisiones  no  podían  esperar. 

A  principios  de  1953,  Perón  pidió  al  teniente  coronel  Alberto  F.  R. 
Bolados,  en  aquel  momento  presidente  de  la  Lotería  Nacional  y  Casinos,  que  se 
hiciera  cargo  de  la  Fundación  y  fuera  su  gerente.  Bolados  aceptó  y  nombró  a  su 
vez  a  un  subgerente,  Jorge  S.  Spotti.  El  Consejo  siguió  funcionando  reuniéndose 
con  la  gerencia  periódicamente.  Bolados  y  Spotti  fueron  los  encargados  de 
proseguir  todas  las  actividades  de  la  Fundación,  menos  la  ayuda  social  directa 
que,  junto  con  los  servicios  asistenciales  de  urgencia,  quedó  en  manos  de  Renzi. 

Cuando  Evita  creó  la  Fundación,  lo  hizo  con  un  capital  inicial  de  10.000 
pesos  que  ella  aportó.  Cuando  el  gobierno  del  general  Lonardi  se  incautó  de  sus 
bienes,  tenía  un  activo  de  3.408.196.550,96  pesos.  Sus  inmuebles  valían 
1.598.538.101,12  pesos  y  su  presupuesto  anual  era  de  unos  mil  millones  de 
pesos449.  Para  las  Navidades  de  1954,  por  ejemplo,  la  licitación  de  juguetes 
alcanzó  25.000.000  de  pesos  y  compraba  anualmente  hasta  400.000  pares  de 
zapatos  o  500.000  máquinas  de  coser  o  200.000  ollas  nada  más  que  para 
mantener  sus  reservas.  Estas  se  guardaban  en  varios  depósitos.  Cada  policlínico 
y  cada  hogar-escuela  tenía  el  suyo  propio,  pero  el  principal  estaba  en  la  calle 
Uriburu,  en  una  dependencia  de  la  Facultad  de  Medicina.  Empleaba  a  14.000 
personas  (profesores,  maestros,  médicos,  etc.).  Un  promedio  de  6.000  obreros 
trabajaban  en  la  construcción  de  sus  obras  y  26  sacerdotes  eran  capellanes  de 
sus  hogares  de  tránsito,  de  sus  hogares-escuela,  etc.450 


Así  constaba  en  el  acta  levantada  el  13  de  octubre  de  1955  cuando  la  Fundación  Eva  Perón 
pasó  a  manos  del  Instituto  Nacional  de  Acción  Social.  Véase  también.  Memoria,  op.  cit.,  página  sin 
numerar. 

450  Careo  (julio  de  1964),  página  sin  numerar. 


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Evita 


Mucho  se  ha  escrito  sobre  la  manera  en  que  la  Fundación  adquirió  sus 
cuantiosos  haberes.  Según  la  Memoria  de  1953,  sus  recursos  provenían  de  las 
siguientes  fuentes: 


Donaciones  en  efectivo 

291.964.794,29 

Convenios  Colectivos  de  Trabajo 

50.126.644,86 

Resolución  266 

156.025.792,58 

Alquileres 

1.402.760,20 

Convenio  cinematográfico 

31.405.627,00 

Hoteles  y  colonias 

12.399.079,00 

Hogar  de  la  Empleada  "General  San  Martín" 

5.430.531,85 

Loterías 

27.742.800,00 

Ley  13.992,  arts.  4o  y  5o 

60.028.881,62 

Casinos 

130.685.451,82 

Impuestos  a  las  carreras.  Leyes  13.941  y  14.042 

80.084.5367,52 

Leyes  14.028  y  14.044 

523.339,65 

Producidos  varios 

39.491.796,67 

Este  cuadro  indica  que  en  varias  oportunidades  el  Poder  Legislativo 
colaboró  generosamente  con  la  Fundación  para  adjudicarle  recursos  —incluso 
los  97.257.274,10  pesos  de  la  multa  aplicada  a  la  Casa  Bemberg—  y  que  la 
mayor  fuente  de  ingresos  provenía  de  donaciones.  Estas  eran  las  que  hacían 
sindicatos,  agrupaciones,  empresas,  organismos  estatales  y  también  individuos. 
Cada  donante  recibía  un  comprobante  y  en  general  el  ministro  de  Hacienda  era 
el  que  aceptaba  la  donación  en  nombre  de  la  Fundación.  Gran  parte  de  las 
donaciones  en  efectivo  provenían  de  sindicatos.  Estos  hacían  contribuciones 
individualmente  y,  como  se  vio  en  otro  capítulo,  a  partir  de  1948 
acostumbraban  a  donar  un  porcentaje  de  los  aumentos  consignados  en  los 
convenios  colectivos  de  trabajo.  El  7  de  agosto  de  1950,  el  Comité  Confederal  de 
la  CGT  resolvió  donar  tres  días  de  jornal  del  aguinaldo  a  la  Fundación.  Como 
varios  sindicatos  se  resistieron  a  cumplir  con  esta  medida,  la  central  obrera  la 
rescindió,  reduciendo  la  donación  a  dos  días,  el  Io  de  Mayo  y  el  17  de  Octubre. 
Mientras  José  Espejo  fue  secretario  general  de  la  CGT,  los  aportes  de  los 
trabajadores  siempre  fueron  en  aumento,  alcanzando  su  punto  máximo  en  1951 
con  394.830.272,40  pesos451.  Evita  reconoció  la  deuda  que  la  Fundación  tenía  con 
la  central  obrera,  pues  en  las  provisiones  que  tomó  para  después  de  su  muerte 
le  dio  una  fuerte  participación  en  el  gobierno  de  la  institución  y  en  el  caso  de 
que  el  Consejo  no  pudiera  cumplir  con  su  cometido,  la  administración  de  la 
entidad  debía  pasar  a  la  CGT. 

Durante  el  gobierno  de  Perón  era  corriente  oír  que  los  recursos  de  la 
Fundación  provenían  de  donaciones  forzosas  y  de  chantajes  que  Evita  hacía  a 
las  más  variadas  empresas.  Américo  Ghioldi  en  El  mito  Eva  Perón  relata  que  "el 
gobierno  totalitario  puso  los  poderes  de  coacción,  de  violencia  y  de  amenaza  en 


451 


Ibid. 


212 


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Evita 


las  arbitrarias  y  caprichosas  manos  de  la  Esposa  del  primer  magistrado,  la  que 
impuso  'contribuciones  espontáneas'  de  personas,  empresas,  instituciones, 
capitalistas,  trabajadores,  etc."452  La  resistencia  a  estos  supuestos  chantajes 
acarreaba  sanciones  muy  duras  y  se  citaba  generalmente  dos  casos  de  empresas 
que  se  negaron  a  pagarlos  y  fueron  perseguidas  por  el  gobierno:  los 
laboratorios  Massone  y  la  Fábrica  de  caramelos  Mu-mu. 

Es  muy  factible  que  colaboradores  de  Evita  hayan  ejercido  presiones 
indebidas  ante  empresarios  para  obtener  recursos  o  donaciones  forzosas  de 
mercadería.  Es  de  pensar  que  esto  sucediera  sin  su  conocimiento,  aunque  no  es 
imposible  creer  que  si  llegara  a  enterarse,  hiciera  la  vista  gorda  pues  "así  los 
ricos  se  veían  obligados  a  devolver  lo  que  pertenecía  a  los  pobres".  También  es 
probable  que  los  empresarios  no  vieran  con  buenos  ojos  la  obligación  de 
contribuir  a  la  Fundación  con  cada  firma  de  convenios  laborales  y  lo 
consideraran  una  forma  de  chantaje.  Pero  si  las  "contribuciones  espontáneas" 
hubieran  existido  en  gran  escala  y  de  manera  sistemática,  los  perjudicados 
podrían  haberlas  denunciado  después  de  setiembre  de  1955.  Si  no  deseaban 
hacerlo  de  ese  modo,  seguramente  podrían  haberlo  hecho  ante  la  comisión 
encargada  de  investigar  la  administración  de  la  Fundación  y  ésta  habría 
aceptado  las  denuncias  presumiblemente  con  agrado.  Es  de  creer  que  no  las 
hubo  en  cantidades  apreciables,  pues  de  ser  así  el  informe  de  la  comisión  las 
habría  enumerado  y  no  lo  hace453. 

La  acumulación  de  poder  en  manos  de  una  persona,  algo  en  principio 
siempre  peligroso,  en  esta  circunstancia  sirvió  para  que  Evita  pusiera  toda  su 
pasión,  su  inagotable  energía,  su  voluntad  y  también  su  infinita  paciencia  para 
construir  policlínicos  donde  los  pobres  no  se  sintieran  como  tales  o 
proporcionar  vacaciones  a  miles  de  niños  que  jamás  podrían  haberlas  tenido  de 
otro  modo  o  dar  una  pierna  ortopédica  a  un  hombre  para  que  pudiera  caminar, 
bailar  y  trabajar  o  prolongar  un  seguro  de  trabajo  para  que  una  mujer  no 
tuviera  que  volver  a  la  fábrica  antes  de  tiempo  y  además  tuviera  radioterapia.  El 
impacto  de  la  Fundación  sobre  amplios  sectores  de  la  población  de  toda  la 
República  fue  enorme,  pues  era  una  institución  nacional  con  ramificaciones  en 
todas  las  provincias  y  mecanismos  que  llegaban  hasta  los  pueblos  más  aislados. 
En  estos  lugares,  las  unidades  básicas  del  Partido  Peronista  Femenino  cumplían 
funciones  sociales  en  la  medida  en  que  recogían  la  información  necesaria  para 
transmitirla  a  la  Fundación.  Por  otra  parte,  sus  "células  sociales"  o  sea  grupos  de 
asistentes  sociales»  recorrían  el  país  con  los  mismos  fines  y  examinaban  si  los 
pedidos  que  Evita  recibía  por  carta  debían  ser  satisfechos.  Los  barrios  de 
viviendas  obreras,  los  hospitales,  los  hogares-escuela,  etc.,  se  extendían  por  toda 
la  República  y  los  niños  que  participaban  en  los  campeonatos  de  deportes  y 
pasaban  temporadas  en  Chapadmalal  o  en  Córdoba  provenían  de  todas  las 
provincias.  Para  ellos,  la  existencia  de  la  ayuda  social,  como  sustituto  de  la 
caridad  tal  como  se  practicaba  hasta  1946,  representó  un  cambio  profundo.  De 


Américo  Ghioldi,  op.  cit.,  p.  11. 

453  Documentación,  autores  y  cómplices,  op.  cit.,  tomo  III,  p.  269.  La  única  denuncia  recogida  es 
la  de  una  mueblería,  que  por  otra  parte  no  fue  decidida  en  su  favor. 


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allí  que  a  pesar  de  los  años  transcurridos  desde  la  muerte  de  Evita  la  Fundación 
siga  siendo  "el  instrumento  operativo"  que  más  aviva  su  recuerdo454. 

Sin  dudar  de  los  fines  sociales  que  tuvo  la  Fundación  Eva  Perón, 
tampoco  pudo  ignorarse  el  sentido  político  implícito  en  cada  obra  de  esta 
institución.  Si  bien  parte  de  su  actividad  estuvo  dirigida  hacia  sectores 
marginales,  la  construcción  de  hospitales,  clínicas,  viviendas  para  obreros, 
hoteles  donde  pudieran  pasar  unas  vacaciones  baratas  con  sus  familias  y  la 
ayuda  financiera  que  proporcionaba  sindicatos  para  que  pudieran  ampliar  sus 
obras  sociales  o  adquirir  sus  sedes,  tenía  el  claro  propósito  de  complementar  la 
política  social  del  gobierno  hacia  un  sector  específico,  los  trabajadores.  En  este 
sentido  fue  la  herramienta  política  más  poderosa  con  que  contó  Evita,  mucho 
más  que  el  Partido  Peronista  Femenino  o  su  relación  con  la  CGT.  Pudo 
utilizarla,  porque  para  ese  momento  ya  había  creado  una  base  dentro  de  la 
estructura  de  poder  y  por  lo  tanto  podía  hacer  prevalecer  sus  decisiones,  sus 
deseos  y  sus  proyectos  por  sobre  los  de  muchos  ministros.  Además,  en 
momentos  en  que  el  Estado  veía  mermar  sus  recursos,  pero  las  expectativas  de 
los  trabajadores  no  disminuían,  la  Fundación,  por  estar  dirigida  por  Evita, 
contaba  con  los  medios  para  sustituir  algunas  de  las  funciones  que  había 
cumplido  anteriormente  el  Ministerio  de  Trabajo  y  los  recursos  para  satisfacer 
dichas  expectativas  en  las  más  remotas  provincias.  A  partir  de  1950,  Evitó  usó  la 
Fundación  para  extender,  reforzar  y  ampliar  la  adhesión  de  los  trabajadores  a 
Perón  y  al  mismo  tiempo  para  establecer  su  propia  identidad  con  las  masas, 
aumentar  su  influencia  y  fortalecer  su  propia  posición  dentro  del  gobierno. 

Como  presidenta  de  la  Fundación,  Evita  no  rendía  cuentas  de  sus  actos  a 
nadie.  Mientras  éstos  tuvieran  resultados  positivos  para  Perón,  él  no  tenía  por 
qué  preocuparse.  Como  ningún  funcionario  se  atrevía  a  pedir  cuentas  a  Evita, 
ni  tampoco  un  organismo  estatal,  estaba  totalmente  fuera  de  cualquier 
fiscalización.  A  pesar  de  ser  formalmente  una  institución  privada,  en  realidad 
no  lo  fue  nunca  y  desde  el  primer  momento  se  proyectó  como  una  entidad 
paraestatal.  En  este  sentido  la  Fundación  Eva  Perón  es  quizás  el  mejor  ejemplo 
del  poder  que  ejerció  Evita:  estaba  integrada  a  la  estructura  de  poder  de  una 
manera  informal,  por  lo  mismo  no  se  encontraba  limitada  por  contrapesos 
institucionales  y,  en  consecuencia,  su  influencia  sólo  era  controlable  por  Perón. 


454  Alberto  Ciria,  Perón  y  el  justicialismo  (Argentina:  Siglo  XXI,  1971),  p.  112. 


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Capítulo  XII 

La  candidatura  a  la  vicepresidencia 


El  año  1950,  proclamado  oficialmente  "Año  del  Libertador  General  San 
Martín",  comenzó  mal  para  Evita.  Un  caluroso  día  de  enero,  mientras  asistía  a  la 
inauguración  de  un  local  sindical  de  los  Conductores  de  Taxis,  junto  con  José 
Astorgano,  diputado  y  secretario  general  del  gremio,  y  de  varios  legisladores, 
sufrió  un  desmayo.  El  incidente  ocurrió  el  9  de  enero,  en  Avellaneda,  pero 
Democracia,  que  por  lo  general  acostumbraba  a  publicar  los  más  mínimos 
detalles  sobre  sus  actividades,  nada  dijo  hasta  el  13  de  ese  mes,  cuando  anunció 
que  el  día  anterior  Evita  había  sido  operada  de  apendicitis  en  el  Instituto  del 
Diagnóstico.  Las  más  altas  autoridades  del  gobierno  desfilaron  por  la  clínica 
para  enterarse  de  su  estado,  también  sus  familiares,  el  arzobispo  de  Buenos 
Aires,  embajadores  y  el  Nuncio  Apostólico,  mientras  en  las  iglesias  se 
celebraban  misas  para  rogar  por  el  restablecimiento  de  su  salud. 

La  operación  la  obligó  a  tomar  unas  vacaciones  forzadas,  durante  las 
cuales  descansó,  recibió  visita  y  también  miró  cine  —entre  otras  películas  vio 
una  vez  más  La  Pródiga,  que  tanto  le  gustaba  —  .  Su  enfermedad  le  impidió 
asistir  a  la  inauguración  del  Hogar  de  la  Empleada,  el  16  de  enero,  y  tuvo  que 
conformarse  con  el  informe  detallado  que  le  proporcionaron  Fiora,  Emma 
Nicolini,  Méndez  San  Martín  y  otros  colaboradores.  Durante  su  convalecencia 
no  permaneció  inactiva  pues  faltaba  poco  tiempo  para  que  se  abrieran  las 
primeras  unidades  básicas  del  Partido  Peronista  Femenino  y  ella  tenía  que 
entrevistar  a  muchas  mujeres  todavía  y  asegurarse  de  que  todo  iba  a  marchar 
en  perfecto  orden. 

Su  primera  salida  fue  el  24  de  enero  a  mediodía.  Después  de  haberse 
entrevistado  con  el  secretariado  de  la  CGT  en  la  residencia,  dio  un  paseo  que 
consistió  en  ir  a  buscar  a  Perón  a  la  Casa  de  Gobierno  y  volver  con  él.  Al  día 
siguiente  hizo  lo  mismo,  pero  también  concedió  entrevistas  a  algunas  personas 
que  requerían  su  ayuda,  mantuvo  una  reunión  con  el  ministro  de  Trabajo  y  el 
secretariado  de  la  CGT  y  recibió  la  visita  del  corredor  Juan  Manuel  Fangio,  que 
vino  a  despedirse  de  ella  porque  se  iba  a  Italia  a  participar  en  una  carrera. 

Evita  retomaba  así  contacto  con  su  trabajo  y  el  27  de  enero  se  reintegró  a 
sus  tareas  gremiales  en  el  Ministerio.  La  ocasión  fue  motivo  de  una  celebración 
en  el  salón  de  actos  a  la  que  asistieron  varios  ministros,  legisladores  y  el 
secretariado  en  pleno  de  la  CGT.  A  partir  de  esa  fecha  y  pese  al  calor  veraniego. 


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mantuvo  un  intenso  programa  de  trabajo,  interrumpido  en  el  mes  de  marzo  por 
una  gripe. 

En  la  primera  mitad  del  año,  hizo  varios  viajes  al  interior  del  país.  Un 
crucero  de  un  día  con  Perón  en  el  yate  presidencial  Tequara  hasta  Santa  Fe  para 
asistir  a  la  celebración  de  la  batalla  de  San  Lorenzo  (3  de  febrero);  otro  a  Paraná, 
el  21  de  mayo;  un  viaje  a  Rosario  para  presenciar  un  acto  patrocinado  por  la 
CGT  el  29  del  mismo  mes  y  desde  allí  a  San  Juan  para  asistir  a  las  exequias  del 
gobernador  Ruperto  Godoy.  Desde  esa  provincia,  se  dirigió  a  Tucumán  para 
representar  a  Perón  en  las  ceremonias  de  la  transmisión  de  mando  e  inaugurar 
un  hogar-escuela  de  la  Fundación,  luego  a  Jujuy  donde  abrió  otro  instituto  y 
finalmente  a  Catamarca.  En  esta  gira,  que  terminó  el  8  de  junio,  además  de 
asistir  a  los  actos  oficiales  y  de  pronunciar  discursos,  mantuvo  reuniones  con 
representantes  sindicales  locales  y  delegadas  y  miembros  del  Partido  Peronista 
Femenino. 

Por  muy  agitados  y  cansadores  que  fueran  estos  viajes,  ella  los  disfrutaba 
pues  la  acompañaba  Emma  Nicolini,  que  tenía  apenas  diecisiete  años  y  la 
divertía  con  su  juventud,  dirigentes  sindicales  como  Santín,  al  cual  ella  llamaba 
cariñosamente  "el  gallego".  Soto,  De  Prisco,  etc.,  gente  con  la  que  se  sentía  a 
gusto  y  con  la  cual  podía  conversar  de  política,  de  asuntos  gremiales,  o  sea  de  lo 
que  a  ella  le  interesaba. 

En  cambio  no  le  agradaban  tanto  los  viajes  en  el  Tequara,  aunque 
estuviera  sola  con  Perón,  o  los  ocasionales  fines  de  semana  en  la  quinta  de  San 
Vicente,  ahora  mucho  menos  frecuentes  que  en  otras  épocas.  Situada  a  50  km  de 
Buenos  Aires,  la  quinta  comprendía  un  parque  arbolado  de  once  hectáreas,  una 
sencilla  pero  cómoda  casa  californiana,  una  capilla  y  caballerizas.  En  éstas 
quedaba  Manchita,  el  famoso  caballo  bayo  de  Perón,  que  ese  año  deslumbró  a 
los  argentinos  con  sus  caracoleos  durante  el  desfile  militar  del  mes  de  agosto  en 
honor  de  San  Martín.  A  Perón  le  gustaba  mucho  escaparse  a  San  Vicente  para 
descansar,  pues  allí  podía  hacer  esgrima  en  la  sala  de  armas,  recorrer  el  parque 
y  vigilar  cómo  crecían  los  sauces  y  los  eucaliptos,  hacer  unos  buenos  asados  al 
aire  libre  y  además  aislar  a  Evita  de  sus  constantes  actividades.  Vestida  con 
pantalones  y  una  camisa  de  militar  que  le  robaba  a  Perón,  con  el  pelo  suelto  al 
viento,  ella  lo  acompañaba  en  sus  paseos,  olvidándose  —de  a  ratos—  de  sus 
compromisos,  proyectos  y  problemas.  Pero  era  justamente  eso  lo  que  pronto  la 
impacientaba,  el  no  saber  qué  sucedía  con  todo  lo  que  tenía  entre  manos,  el  no 
estar  en  contacto  con  la  gente  que  veía  todos  los  días,  como  si  pensara  que  nada 
pudiera  caminar  si  ella  no  estaba  presente. 

Evita  prefería  el  ritmo  agotador  de  sus  días  de  trabajo,  que  se  alargaban 
sin  cesar.  Por  lo  general  su  jornada  ya  no  terminaba  antes  de  las  dos  o  tres  de  la 
madrugada,  y  el  11  de  julio  de  1950,  batió  su  propio  record,  se  le  hicieron  las 
cinco  de  la  mañana  en  el  Ministerio  de  Trabajo.  Las  horas  del  día  no  le 
alcanzaban  para  entrevistarse  con  las  delegaciones  sindicales,  recibir  a 
visitantes  extranjeros  y  acompañarlos  a  recorrer  los  institutos  de  la  Fundación, 
hablar  en  actos  organizados  por  los  sindicatos,  vigilar  que  la  construcción  de  las 
obras  no  se  atrasara,  ver  que  la  campaña  por  el  empadronamiento  de  las 


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mujeres  continuara,  que  se  abrieran  cada  vez  más  unidades  básicas  del  Partido 
Femenino  y  que  funcionaran  como  ella  quería  y  además  pasar  cinco  o  seis  horas 
conversando  con  la  gente  que  venía  a  pedir  su  ayuda  como  si  no  tuviera  nada 
que  hacer.  Descuidando  su  salud,  quitándole  horas  al  sueño,  ella  sin  embargo 
encontraba  tiempo  para  acomodar  acontecimientos  especiales  a  su  horario  ya 
sobrecargado.  Así  por  ejemplo,  el  5  de  febrero  inauguró  la  rueda  final  del 
campeonato  infantil  "Evita"  patrocinado  por  la  Fundación,  dando  la  patada 
inicial  en  el  primer  partido  y  saludando  a  los  integrantes  de  todos  los  equipos. 
El  16  de  ese  mes  asistió  a  la  recepción  que  tuvo  lugar  para  los  seiscientos  chicos 
en  el  Congreso.  Al  día  siguiente,  entregó  cuatrocientas  veintisiete  casas 
construidas  por  la  Fundación  en  el  barrio  de  Saavedra  y  pronunció  un  discurso 
en  el  que  pidió  a  los  nuevos  ocupantes  que  las  conservaran  bien  "pues  este 
barrio  se  ha  hecho  con  cariño  y  devoción,  y  ustedes  deben  demostrar  que  son 
buenos  peronistas,  cuidándolo  con  todo  esmero.  Estas  casas  que  nosotros 
entregamos  representan  la  nueva  era  de  justicia  y  de  reivindicación  social  del 
general  Perón"455.  El  10  de  febrero,  a  pesar  de  que  era  sábado,  recibió  en  el 
Ministerio  de  Trabajo  a  los  delegados  a  la  conferencia  de  directores  de 
hospitales.  El  21,  se  entrevistó  con  el  norteamericano  Edward  J.  Miller, 
subsecretario  de  Estado  para  Asuntos  Latinoamericanos,  lo  acompañó  en  una 
visita  de  las  obras  de  la  Fundación,  le  ofreció  un  refrigerio  en  el  Hogar  de  la 
Empleada  y  esa  misma  noche  dio  una  cena  en  su  honor.  Al  día  siguiente,  junto 
con  Perón,  recibió  en  la  Casa  Rosada  a  una  delegación  de  mujeres  del  Texas 
Federation  of  Women's  Clubs.  El  24,  tomó  parte  en  la  ceremonia  que  marcó  la 
inauguración  del  Parque  de  los  Derechos  de  la  Ancianidad,  cuyos  terrenos 
habían  sido  expropiados  a  la  familia  Pereyra  Iraola,  después  de  asistir  a  un  acto 
en  la  Casa  Rosada  organizado  por  el  Partido  Peronista  Femenino,  en  el  que 
entregó  a  Perón  un  carnet  de  afiliado  honorario.  El  3  de  mayo  dio  una  cena  en  el 
Hogar  de  la  Empleada  para  la  nueva  reina  del  trabajo,  proclamada  el  Io  de  ese 
mes,  y  al  día  siguiente,  almorzó  en  la  quinta  presidencial  de  Olivos  con 
delegadas  del  Partido  Peronista  Femenino.  El  11  de  mayo,  recorrió  la  isla  Maciel 
para  observar  las  obras  de  reconstrucción  financiadas  por  la  Fundación  después 
de  un  pavoroso  incendio.  Cumpliendo  también  con  sus  obligaciones  de  Eva 
Perón,  como  diría  ella,  asistió  más  hermosa  que  nunca  a  las  funciones  de  gala 
del  Teatro  Colón  el  25  de  mayo  y  el  9  de  julio,  y  el  19  de  agosto  ofreció  un  té  a 
las  esposas  de  los  jefes  de  misiones  militares  extranjeras  en  el  Hogar  de  la 
Empleada. 

Aparentemente  incansable,  siempre  sonriente,  fresca  y  llena  de  vitalidad, 
Evita  se  multiplicaba,  obligando  a  sus  colaboradores  a  seguir  su  mismo  ritmo 
de  trabajo,  citándolos  en  la  residencia  presidencial  a  las  siete  de  la  mañana,  sin 
importarle  que  fuera  domingo  o  día  de  labor.  Un  día,  a  las  cuatro  de  la 
madrugada,  sonó  el  teléfono  en  la  casa  de  Cereijo  y  cuando  éste  respondió,  era 
Evita  diciéndole  que  tenía  un  problema  con  unas  sillas  que  debía  ser  resuelto  de 
inmediato.  "Pero  señora",  atinó  a  decir  Cereijo,  "¿a  estas  horas?  ¡Son  las  cuatro 
de  la  mañana!".  Sorprendida,  Evita  le  respondió  "¡Pensé  que  eran  las  doce!"456. 

455  Democracia,  18  de  febrero  de  1950. 

456  Entrevista  con  Ramón  Cereijo. 


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En  contraste  con  la  serenidad  contenida  y  la  paciencia  de  que  hacía  gala  en  su 
trabajo  gremial  y  social,  ante  funcionarios  y  jerarcas,  Evita  desplegaba  su 
temperamento  nervioso  e  impaciente.  No  admitía  dilaciones  o  medias  tintas, 
daba  órdenes  precisas  y  exigía  respuestas  en  el  acto.  Pero  con  todos  empleaba  el 
mismo  lenguaje  popular,  caracterizado  por  el  tuteo  —  en  una  época  en  que  era 
socialmente  inaceptable—  y  cuando  se  enojaba,  acostumbraba  a  usar  vocablos 
supuestamente  indignos  de  una  dama. 

Actuaba  impulsivamente,  bruscamente,  de  manera  desorganizada  y 
anárquica,  pero  solamente  aceptaba  de  sus  colaboradores  orden,  cumplimiento 
y  eficiencia.  En  su  autobiografía  reconoce,  "y°  he  sido  siempre  desordenada  en 
mi  manera  de  hacer  las  cosas;  me  gusta  el  'desorden'  como  si  el  desorden  fuese 
mi  medio  normal  de  vida.  Creo  que  nací  para  la  Revolución.  He  vivido  siempre 
en  libertad"457.  Su  personalidad  en  este  sentido  era  totalmente  opuesta  a  Perón, 
que  como  buen  militar  era  metódico,  disciplinado  y  guardaba  horarios 
escrupulosamente.  Preocupado  por  su  salud,  Perón  le  insistía  en  que  no 
trabajara  tanto  y  que  comiera  regularmente,  a  las  horas  debidas.  Evita  pretendía 
hacerle  caso  pero  su  "desorden"  era  más  fuerte  que  ella  y  se  las  arreglaba  para 
continuar  haciendo  su  voluntad.  Muchos  jueves  por  la  tarde,  como  proyectaban 
cine  en  la  residencia  y  Evita  sabía  que  a  Perón  le  gustaba  que  ella  estuviera 
presente,  volvía  con  Fiora  para  ver  la  función,  después  de  una  mañana  de 
trabajo  que  se  había  alargado  hasta  media  tarde  sin  almorzar.  Como  llegaban 
justo  cuando  Perón  se  levantaba  de  la  siesta,  pedía  que  le  trajeran  solamente 
una  fruta  para  hacerle  creer  que  estaban  terminando  de  comer. 

Su  vida  era  un  compromiso  total  con  su  trabajo.  Tanto  era  así,  dice  Perón, 
que  "perdí  prácticamente  a  mi  mujer.  Nos  veíamos  de  a  ratos  y  velozmente, 
como  si  habitáramos  en  dos  ciudades  distintas.  Eva  pasaba  muchas  noches  en 
sus  tareas  y  regresaba  al  alba.  Yo,  que  de  costumbre  salía  de  la  Residencia  a  las 
seis  de  la  mañana  para  ir  a  la  Casa  Rosada,  la  encontraba  en  la  puerta,  un  poco 
cansada  pero  siempre  satisfecha  de  su  fatiga.  Un  día  le  dije: 

—  Eva,  descansa  y  piensa  que  también  eres  mi  mujer. 

Ella  permaneció  seria: 

—  Es  justamente  así  —respondió  —  ,  que  me  doy  verdadera  cuenta  de  que 
soy  tu  mujer"458. 

Los  amigos  de  sus  años  de  artista  ya  no  contaban.  Cuando  en  alguna 
ocasión  los  veía,  los  saludaba  afectuosamente,  pero  no  los  buscaba.  Una  noche 
en  que  Evita  salía  del  Ministerio  a  eso  de  las  tres  de  la  madrugada,  su  Cadillac 
se  topó  con  el  Chevrolet  rojo  de  su  diseñador  Paco  Jamandreu,  parado  en  una 
calle  céntrica.  Al  asomarse,  Evita  lo  reconoció  y  exclamó:  "¿Qué  hacés  vos  acá?" 

"Eva  Perón  volvía  de  la  Fundación",  cuenta  Jamandreu  en  sus  memorias. 
"Su  cara  está  pálida.  Me  impresiona. 

—  ¡Evita! 


Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  243. 
Juan  Perón,  Del  poder  al  exilio,  p.  54. 


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—  ¡Mirá  que  no  cambiás!  ¡Las  tres  de  la  mañana!  ¡Yirando!  ¿Este  es  tu 
coche?  ¿No  te  da  vergüenza?  ¡Tanta  publicidad  y  andar  en  semejante  matraca! 

—  Bueno,  Evita.  Pronto  lo  cambiaré.  He  hecho  muchas  cosas  en  muy  poco 
tiempo.  Sólo  usted  no  se  admira.  No  se  puede  tener  todo  junto. 

—  Andá  mañana...  No,  mejor  el  lunes.  Andáte  a  Charcas  y  Bustamante,  a 
las  7  y  cambióte  esta  porquería... 

"El  lunes  fui  a  Charcas  y  Bustamante.  Un  soberbio  Packard  descapotable 
me  esperaba.  Estaba  a  la  orden  de  Eva.  Me  di  el  gusto  de  elegir  entre  los  únicos 
cinco  colores  que  acababan  de  llegar  al  país.459 

No  tenía  amistades  personales  pues,  para  ella,  éstas  no  existían 
independientemente  de  sus  actividades.  Eran  ministros  de  Perón  o 
colaboradores  suyos  pero  no  se  le  conoce  una  relación  amistosa  íntima  y 
profunda.  Los  únicos  amigos  que  aceptaba  eran  los  que  definía  como  aquellos 
que  querían  a  Perón,  pero  "los  que  lo  quieren  con  lealtad,  con  honradez,  sin 
ambiciones,  sin  intereses  mezquinos  y  bastardos.  Entonces  sí  soy  amiga". 

"¡Guay  del  que  no  quiera  a  Perón,  porque  desde  ese  momento  perdió  mi 
amistad,  mi  cariño,  mi  corazón  y  mi  consecuencia."460  La  guardia  presidencial 
era  la  que  daba  el  aviso  a  un  peronista  si  había  caído  en  desgracia:  no  le 
franqueaban  el  paso  como  de  costumbre  y  había  que  anunciarlo.  A  partir  de 
entonces,  Evita  lo  borraba  de  su  vida  como  si  no  lo  hubiera  visto  nunca. 

Tampoco  existían  sus  familiares,  aunque  sus  cuñados  se  habían  visto 
favorecidos  por  su  relación  con  ella.  Con  el  único  que  mantenía  un  contacto 
estrecho  era  con  Juancito,  por  ser  éste  secretario  privado  de  Perón,  y  aunque 
tenía  su  propio  apartamento,  había  un  cuarto  reservado  para  él  en  la  residencia. 
Siempre  había  sentido  un  afecto  particular  por  él  pues  la  había  acompañado  en 
sus  momentos  más  duros.  Juancito  era  su  gran  debilidad,  y  su  afición  por  la 
vida  nocturna  —  se  lo  veía  llegar  a  veces  a  la  Casa  Rosada  con  Perón,  ojeroso  y 
mal  dormido—  le  daba  gran  preocupación.  Las  relaciones  de  Evita  con  su 
madre  y  sus  hermanas  eran  buenas  pero  distantes,  pues  ella  no  parecía  querer 
encontrar  el  tiempo  para  verlas  más  a  menudo. 

Evita  no  fumaba,  no  le  gustaban  las  bebidas  alcohólicas  y  casi  no  tenía 
diversiones  fuera  de  su  trabajo.  Acompañaba  a  Perón  siempre  que  él  quería  ver 
espectáculos  deportivos,  ya  fuera  una  carrera  de  autos  o  un  match  de  box.  Si 
peleaba  Gatica,  allí  estaban  los  dos,  como  cuando  éste  derrotó  por  knock  out  al 
chileno  Valenzuela,  el  19  de  agosto  de  1950.  Las  sesiones  de  cine  en  la  residencia 
le  atraían  todavía,  especialmente  si  las  películas  eran  románticas  —Perón  en 
cambio  prefería  las  de  aventuras  —  .  No  tenía  vida  social,  en  el  sentido  usual  de 
la  palabra,  y  despreciaba  todo  lo  que  la  aproximara  a  ese  mundo  lleno  "de 
apariencias,  de  pequeñeces,  de  mediocridades  y  de  mentiras..."461. 


Paco  Jamandreu,  op.  cit.,  ps.  80-81. 

Eva  Perón,  Historia  del  peronismo,  p.  141. 
Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  304. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


En  algunas  ocasiones  durante  este  año  1950,  Evita  se  reunió  con  un 
grupo  de  intelectuales  peronistas,  en  su  mayoría  poetas,  agrupados 
informalmente  en  lo  que  se  llamó  la  Peña  Eva  Perón.  Entre  los  integrantes  de 
esta  peña  estaban  José  María  Castiñeira  de  Dios,  María  Granata,  Fermín 
Chávez,  Juan  Oscar  Ponferrada,  Claudio  Martínez  Payva,  José  María  Fernández 
Unsain,  etc.  No  es  que  Evita  sintiera  predilección  por  los  intelectuales,  al 
contrario,  les  tenía  desconfianza  por  sus  inclinaciones  elitistas  y  en  La  razón  de 
mi  vida  los  critica  por  cantar  a  la  mujer  ociosa,  frívola,  "oligárquica"  y  no  a  la 
mujer  del  pueblo462. 

Sucedió  que  cuando  el  poeta  José  María  Castiñeira  de  Dios  fue  nombrado 
subsecretario  de  Cultura  y  conoció  a  Evita,  ésta  lo  invitó  a  visitarla  en  el 
Ministerio  de  Trabajo.  "Venga",  le  dijo  sonriendo,  "porque  usted  es  un  poco 
oligarca".  Una  tarde,  Castiñeira  vio  a  una  muchacha  con  una  horrenda  llaga  en 
la  boca  acercarse  a  Evita  para  besarla.  Preocupado  —un  médico  que  allí  estaba 
le  explicó  que  podía  ser  sífilis  —  quiso  impedir  el  impulso  de  la  muchacha,  pero 
Evita  con  un  gesto  cortante  lo  detuvo  y  a  su  vez,  se  acercó  a  ella  para  dejarse 
besar.  Impresionado  con  la  escena,  Castiñeira  escribió  el  siguiente  poema 
titulado  Alabanza: 


Tal  como  el  hombre  solitario  mira  la  luna  y  las  estrellas 

Y  aunque  está  solo  y  es  muy  pobre  es  el  más  rico  de  la  tierra, 

Con  estos  pobres  ojos  míos  Dios  ha  querido  que  yo  vea 

No  las  estrellas  y  la  luna,  sino  la  suma  de  la  luna  y  las  estrellas 
Todas  reunidas  en  un  haz,  como  los  trigos  de  la  siega, 

Para  que,  pobres  ojos  míos,  ricos  de  luz  así  la  vean 
Como  a  María,  sobre  el  mundo  de  la  humildad  y  la  pobreza, 

Y,  sobre  el  mundo  del  amor  y  la  hermosura,  como  a  Eva. 

Y  así  la  vieron  estos  ojos,  Eva  de  toda  la  hermosura: 

Las  manos  claras  como  un  río  al  que  ninguna  sombra  enturbia, 

La  boca  hermosa  torno  un  viento  que  crea  el  mundo  de  la  música, 
Los  ojos  vivos  como  un  fuego  que  vence  todas  las  penumbras 

Y  el  pelo  suelto  como  un  sueño  y  apretado  como  una  fruta, 

Para  que  pobres  ojos  míos,  sigan  mirando  hacia  la  altura 
Desde  la  tierra  hacia  su  rostro,  desde  la  tierra  más  oscura, 

Hacia  ese  rostro  tan  perfecto  que  es  cielo,  igual,  sin  sol  ni  luna. 

Y  así  la  vieron  estos  ojos,  en  su  belleza  de  María; 

Las  manos  dulces  como  un  solo  dominical  lleno  de  dicha. 

La  boca  suave  como  una  agua  reparadora  de  alegrías. 

Los  ojos  puros  como  un  cielo  donde  jamás  se  pone  el  día, 

Y  el  corazón  mostrando  a  todos  su  puro  árbol  de  la  vida 
Como  un  inmenso  pelicano  o  como  una  eucaristía, 

Para  que  el  pueblo  de  la  patria  beba  su  voz  caritativa 


Ibid,  p.  307. 


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Evita 


Y  se  alimente  de  su  sangre  como  la  tierra  se  alimenta  de  sus  días. 

Eva  y  María  están  juntas  en  la  mujer  que  mi  voz  canta 
Que  más  que  nombres  son  un  nombre,  como  dos  ojos  es  igual  a  una 
mirada, 

Y  más  que  manos,  es  la  mano  de  quien  la  tiende  en  las  desgracias, 

Y  más  que  ojos,  son  los  ojos  de  quien  da  fe  con  su  mirada, 

Para  que  el  hombre  solitario  alce  su  rostro  hasta  sus  plantas 

Y  vea  en  la  luna  y  las  estrellas,  sobre  la  tierra  de  la  patria, 

A  Eva  y  María,  María  Eva,  transfigurada  en  la  Esperanza. 


Un  día,  Castiñeira  de  Dios  le  contó  a  Evita  que  había  escrito  este  poema  y 
ella  lo  invitó  a  que  fuera  al  Hogar  de  la  Empleada  para  leerlo.  Así  nació  la  Peña 
Eva  Perón.  Las  veladas  no  tenían  una  estructura  formal:  después  de  cenar,  en  la 
sobremesa,  charlaban  y  alguien  se  levantaba  y  decía  un  poema.  Tenían  lugar  el 
viernes  por  la  noche  y,  en  total,  las  reuniones  habrán  sido  unas  ocho.  Algunos 
de  los  poemas  leídos  en  estas  veladas  fueron  publicados  en  una  lujosa  edición 
de  tiraje  muy  limitado  ese  mismo  año463. 

No  obstante  lo  mucho  que  la  halagaban  los  homenajes  como  el  de 
Castiñeira  de  Dios,  Evita  se  sentía  mucho  más  a  gusto  con  gremialistas.  En  los 
almuerzos  oficiales,  rompía  el  protocolo  y  los  sentaba  a  su  lado,  en  la  cabecera. 
Se  divertía  con  sus  bromas  y  comentarios  y  cuando  cenaba  con  ellos  en  el  Hogar 
de  la  Empleada,  se  oía  su  risa  franca  y  contagiosa.  Cerca  de  ellos,  desaparecía  la 
mujer  que  tenía  que  cumplir  una  misión  para  convertirse  en  una  muchacha 
llena  de  vida  y  entusiasmo,  que  disfrutaba  intensamente  de  su  trabajo.  Antes  de 
que  el  Hogar  se  convirtiera  en  su  restaurante  favorito,  es  decir  hasta  principios 
de  1950,  cuando  terminaba  su  jornada  de  trabajo  invitaba  a  los  últimos 
gremialistas  que  quedaban  con  ella  en  el  Ministerio  a  comer  algo  en  la 
residencia  presidencial.  Tenían  que  subir  las  escaleras  en  silencio  para  que 
Perón  no  se  despertara.  "Bueno,  muchachos,  ya  saben",  les  advertía  Evita, 
"despacio,  sin  hacer  ruido  que  el  general  está  durmiendo".  Una  vez,  serían  las 


La  lista  de  obras  incluía: 

"Alabanza",  de  José  María  Castiñeira  de  Dios 

"Canción  Elemental",  de  José  María  Fernández  Unsain 

"Poema  Fiel",  de  Juan  Oscar  Ponferrada 

"Nuestra  Señora  del  Bien  Hacer",  de  Claudio  Martínez  Payva 

"La  llama",  de  Héctor  Villanueva 

"Cifra  Suprema",  de  Claudio  Martínez  Payva 

"Canto  Pleno",  de  Julio  Ellena  de  la  Sota 

"El  Ángel",  de  Gregorio  Santos  Hernando 

"Nuestra  Señora  del  Batallar",  de  Enrique  A.  Olmedo 

"Canción  para  las  madres  de  mi  tierra",  de  Julio  Prilutzki  Farny  de  Zinny 

"El  regreso  de  la  diosa  Caa-yari",  de  Luis  Horacio  Velázquez 

"Dos  Elogios  y  Dos  comentarios",  de  Fermín  Chávez 

"Sumada  llama",  de  María  Granata 

"El  conductor",  de  José  María  Castiñeira  de  Dios 

"A  una  mujer",  de  Mario  Mende  Brun. 


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Evita 


cuatro  de  la  mañana,  al  subir  las  escaleras,  el  diputado  De  Prisco  dio  un  traspié 
y  se  cayó  con  gran  barullo.  Ya  estaban  sentados  a  la  mesa  comiendo,  cuando 
Perón  entró  y  la  reprendió:  "¡Qué  hora,  Evita,  qué  hora!"464.  Cuenta  el  dirigente 
sindical  Ángel  Peralta  que  algunas  noches  "nos  tomábamos  un  taxi  y 
acompañábamos  a  Evita  hasta  la  residencia  presidencial.  Ya  habíamos 
despachado  al  chofer  porque  era  muy  tarde.  Llegábamos  muy  de  madrugada,  a 
veces  a  la  hora  del  desayuno  de  Perón.  Para  evitar  que  el  general  recriminara  a 
Eva  esos  desarreglos  con  sus  horarios,  nos  escondíamos  detrás  de  un  cortinado 
esperando  que  el  presidente  se  retirara  hacia  la  Casa  de  Gobierno.  Luego 
desayunábamos  y  nos  íbamos  cada  uno  para  casa.  Eva  Perón  dormiría  un  par 
de  horas  y  volvería  a  comenzar  su  jornada  de  trabajo"465. 

Daba  muy  pocas  recepciones  en  la  residencia.  La  mansión  se  vestía  de 
fiesta  solamente  cuando  Perón  o  ella  cumplían  años  o  venía  algún  dignatario 
extranjero.  Eran  pues  muy  raras  las  ocasiones  en  que  se  ponía  sus  legendarios 
trajes  de  noche  creados  por  modistos  franceses.  Los  lucía  durante  alguna  visita 
muy  especial,  como  la  del  príncipe  Bernardo  de  los  Países  Bajos,  en  abril  de 
1951,  o  en  las  funciones  de  gala  del  Teatro  Colón,  el  25  de  Mayo  o  el  9  de  Julio, 
que  tanto  la  aburrían  y  durante  las  cuales  su  entretenimiento  debía  residir  en 
saborear  el  efecto  que  causaba. 

Cuenta  Jamandreu  que  una  noche  de  gala  Evita  lo  llamó  perentoriamente 
para  que  examinara  los  accesorios  del  vestido  de  lamé  y  oro  que  iba  a  ponerse. 
La  encontró  vestida,  "sentada  en  la  recámara.  Sobre  sus  rodillas  tenía  un  plato 
con  dos  huevos  fritos.  Abajo,  ministros,  militares,  diplomáticos  se 
impacientaban  esperándola.  En  lugar  de  un  hall  de  entrada  parecía  una 
sastrería  teatral  llena  de  empenachados,  capas  y  uniformes". 

—  Para  lo  que  hacen,  bien  pueden  esperar  —  habría  dicho  Evita.  "Además, 
yo  no  soy  para  la  Ópera.  La  de  esta  noche  deberá  ser  un  soberano  plomo.  Con  el 
estómago  vacío  no  aguanto  esto."466 

Había  cambiado  el  estilo  de  su  ropa  de  trabajo.  Consistía  por  lo  general 
en  trajes  de  chaqueta  muy  sencillos,  casi  severos.  También  usaba  menos 
sombreros  que  en  épocas  anteriores  y  Julio  Alcaraz  la  peinaba  ya  con  su  estilo 
característico:  el  pelo  tirante,  recogido  en  una  gruesa  trenza  sobre  la  nuca.  Las 
joyas  también  habían  disminuido  —excepto  cuando  se  vestía  de  gala—  y  en  la 
solapa  de  sus  trajes  acostumbraba  a  lucir  un  enorme  escudo  peronista  de 
brillantes,  esmeraldas  y  rubíes. 

Sin  embargo,  la  imagen  que  más  frecuentemente  aparecía  en  los  diarios  y 
revistas  de  la  época  era  la  de  Evita  ataviada  con  espectaculares  trajes  de  fiesta, 
la  misma  que  motivaba  las  críticas  más  mezquinas  de  sus  enemigos  pues,  según 
ellos,  eran  la  prueba  fehaciente  de  la  falta  de  sinceridad  de  sus  sentimientos.  Si 
se  recuerda  que  cuando  Evita  se  vestía  descuidadamente  era  objeto  de 
comidillas  y  que  cuando  lo  hace  elegantemente  continúan  las  críticas,  no  se 


Entrevista  con  Guillermo  De  Prisco. 

465  Testimonio  reproducido  en  Borroni  y  Vacca,  op.  cit,  ps.  294-95. 

466  Paco  Jamandreu,  op.  cit.,  p.  73. 


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Evita 


puede  menos  que  llegar  a  la  conclusión  de  que  de  cualquier  manera  que  se 
vistiera  iba  a  ser  mal  vista  por  todos  aquellos  que  insistían  en  acumular  contra 
ella  el  odio  que  sentían  por  el  peronismo  y  que  en  realidad,  tanto  en  1946  como 
en  1950,  lo  que  importaba  no  era  su  ropa  sino  el  trabajo  que  realizaba,  los 
hospitales  lujosos  que  construía,  sus  diatribas  contra  la  "oligarquía  vendepatria 
y  egoísta",  sus  proclamas  de  que  la  justicia  social  se  cumpliría  "cueste  lo  que 
cueste  y  caiga  quien  caiga"  y  las  demostraciones  de  afecto  que  desencadenaba 
su  presencia  en  cualquier  acto.  No  le  faltaba  razón  cuando,  el  10  de  setiembre 
de  1951,  explicó  en  un  discurso  que  su  experiencia  de  los  últimos  cinco  años  le 
había  demostrado  que  "el  que  me  ataca  a  mí  es  un  cobarde,  que  no  se  atreve  a 
decir  públicamente  que  no  lo  quiere  a  Perón.  Lo  que  les  duele  es  que  yo  no  haya 
representado  un  papel  decorativo  de  la  mujer  del  Presidente,  sino  el  papel  de 
una  mujer  que,  interpretando  los  dolores,  las  ansias  y  las  esperanzas  del  pueblo 
argentino,  puso  su  corazón,  su  juventud  y  su  vida  al  servicio  de  la  causa  de  los 
que  necesitan  su  esfuerzo"467.  Pero  la  ropa  de  Evita,  al  igual  que  sus  joyas, 
adquirieron  con  el  tiempo  una  importancia  inusitada  pues  se  convirtieron  en 
otro  símbolo  más  de  lo  que  aunaba  a  muchos  argentinos  y  a  la  vez  los  separaba 
de  otros. 

Desde  su  viaje  a  Europa  sabía  que  los  suplementos  de  Democracia  que 
más  se  vendían  eran  los  que  reproducían  fotos  suyas  en  trajes  de  noche,  que  la 
gente  que  iba  a  visitarla  en  el  Ministerio  miraba  sus  joyas  y  sus  vestidos  con 
satisfacción  y  orgullo  pues  era  como  si  las  luciera  por  todas  las  mujeres 
"humildes".  Si  en  algún  momento  se  los  puso  por  simple  vanidad  o  para 
cultivar  el  estilo  "estelar"  que  con  tanto  éxito  había  adoptado  en  su  viaje  a 
Europa,  ahora  los  llevaba  también  porque  al  separarla  de  sus  críticos,  o 
"supercríticos"  como  los  llamaba  ella,  la  acercaban  al  pueblo.  Esto  era  tan  claro 
para  Evita,  que  en  su  testamento  declaró  que  todas  sus  joyas  pertenecían  al 
pueblo  argentino  y  recomendó  que  no  cayeran  en  manos  de  la  oligarquía468. 

En  este  período.  Evita  era  una  figura  política  de  primera  magnitud, 
oscurecida  únicamente  por  el  prestigio  y  el  poder  de  Perón,  si  bien  para  los 
descamisados  tanto  era  el  uno  como  el  otro.  Su  oficina  en  el  Ministerio  de 
Trabajo  era  un  punto  de  reunión  obligatoria  para  funcionarios  y  políticos 
peronistas.  Venían  regularmente,  algunos  más  de  una  vez  al  día,  mientras  ella 
cumplía  con  sus  tareas  de  ayuda  social.  La  gran  mayoría  de  los  que  iban  a  pedir 
ayuda  eran  gente  necesitada  pero  la  había  también  que  buscaba  la  solución  de 
problemas  personales  o  que  solicitaba  su  apoyo  para  resolver  conflictos  de  otro 
tipo.  Tal  el  caso  del  actor  italiano  Amadeo  Nazzarui.  Durante  meses  se  vio 
envuelto  en  una  disputa  con  un  productor  cinematográfico,  pero  quedó  resuelta 
en  pocos  días  una  vez  que  visitó  a  Evita  y  le  explicó  su  situación.  También 
pasaban  por  allí  delegaciones  de  periodistas  extranjeros,  embajadores  que 
querían  despedirse  de  ella  porque  abandonaban  el  país,  y  dignatarios.  Iban 
desde  el  grupo  de  norteamericanos  que  llegó  a  la  Argentina  en  el  viaje 
inaugural  de  un  Boeing  Stratocruiser  de  Pan  American,  el  4  de  julio  de  1950,  a 


467  Democracia,  11  de  setiembre  de  1951. 

468  Véase  apéndice. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


Golda  Meier,  entonces  ministra  de  Obras  Públicas  de  Israel,  que  la  visitó  el  9  de 
abril  de  1951. 

Excepto  en  los  desfiles  militares,  en  todas  las  otras  ceremonias  oficiales 
Evita  ocupaba  una  posición  superior  a  la  del  vicepresidente  Quijano  o  a  la  de 
Mercante.  Aquél  había  desaparecido  políticamente  desde  hacía  ya  mucho 
tiempo,  pero  este  último  se  había  visto  relegado  a  un  segundo  plano  a  partir  de 
1949,  a  pesar  de  su  excelente  gestión  en  la  gobernación  de  Buenos  Aires.  Es  que 
si  para  Evita  el  acontecimiento  más  importante  de  ese  año  fue  la  fundación  del 
Partido  Peronista  Femenino,  para  Perón  fue  la  reforma  constitucional,  y  con  la 
misma  comenzó  la  caída  en  desgracia  de  Mercante.  El  nuevo  documento  que  se 
adoptó  entonces  fue  un  homenaje  a  Perón  en  la  medida  en  que  incorporó  la 
legislación  social  que  él  había  promulgado  desde  1943  y  también  a  Evita,  pues 
se  incluyó  en  él  los  Derechos  de  la  Ancianidad.  Ella  participó  activamente  en  la 
campaña  por  la  reforma  constitucional  y  durante  la  reunión  de  la  convención 
constituyente  apoyó  informal,  pero  inequívocamente,  la  abolición  del  artículo 
que  prohibía  la  reelección  presidencial.  A  pesar  de  que  Mercante  presidió  la 
asamblea,  la  reforma  del  artículo  representó  un  golpe  contra  él.  Lo  desplazó  de 
su  posición  de  "amigo  leal"  y  heredero  aparente  pues  abrió  el  camino  para  que 
Perón  presentara  su  candidatura  en  las  próximas  elecciones. 

De  hecho.  Evita  había  promovido  la  candidatura  de  Perón  para  un 
segundo  período  aún  antes  de  que  se  hablara  de  reforma  constitucional,  por  lo 
menos  públicamente.  Así  lo  hizo  en  su  discurso  del  23  de  setiembre  de  1947, 
cuando  mencionó  de  una  manera  oblicua  la  necesidad  de  que  las  mujeres 
peronistas  votaran  por  Perón.  El  11  de  mayo  de  1948  participó  en  una 
ceremonia  que  marcó  la  entrega  de  partidas  de  nacimiento  en  la  campaña  por  el 
empadronamiento  de  mujeres,  y  en  esta  ocasión  volvió  a  insistir  sobre  el  tema,  a 
pesar  de  que  Perón  no  podía  ser  candidato  todavía:  "Nosotros  le  diremos  a 
nuestro  querido  presidente  que  nos  dio  esta  conquista,  una  vez  más  y  ahora 
anónimamente  en  las  urnas:  ¡Presente,  mi  general!  Las  mujeres  podemos  y 
sabemos  votar  y  lo  vamos  a  demostrar  porque  nosotras  hemos  sentido  en 
nuestro  hogares  la  inercia  de  los  malos  gobiernos  y  porque  nosotras  hemos  sido 
durante  años  postergadas  inútilmente"469. 

Hacia  1950,  las  esperanzas  de  Mercante  de  ocupar  la  vicepresidencia  —  si 
es  que  guardaba  alguna  —  tuvieron  que  desvanecerse  pues  era  visible  que  Evita 
no  miraba  su  candidatura  con  buenos  ojos.  Ya  no  lo  nombraba  tan 
frecuentemente  en  sus  discursos,  ni  hacía  referencia  a  su  lealtad  mientras  seguía 
insistiendo  en  que  el  líder  indiscutido  era  Perón.  En  realidad,  ya  está 
preparando  su  propia  candidatura  y  en  el  Congreso  un  grupo  de  legisladores 
peronistas  parecía  dispuesto  a  apoyarla,  ensalzando  su  figura,  organizando 
homenajes  en  su  honor:  el  primero  de  ellos,  Héctor  J.  Cámpora,  pero  también 
Angel  Miel  Asquía,  De  Prisco,  Machango,  etc.  Las  demostraciones  de  adhesión 
a  Evita  eran  cada  vez  más  frecuentes,  solamente  equiparables  con  las  que  se 
ofrecían  a  Perón  que  en  numerosas  ocasiones  ocupaba  una  posición  de 
privilegio.  El  10  de  julio  de  1950,  pronunció  un  discurso  en  la  conferencia  de 

469  Democracia,  12  de  mayo  de  1948. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


gobernadores  reunida  en  la  Casa  de  Gobierno  en  nombre  del  Partido  Peronista 
Femenino.  Todos  los  Io  de  Mayo  y  los  17  de  Octubre,  al  igual  que  Perón,  dirigía 
la  palabra  a  los  descamisados  desde  los  balcones  de  la  Casa  Rosada  y  el  Io  de 
Mayo  de  1950,  en  una  arenga  memorable,  lo  hizo  como  "la  plenipotenciaria"  de 
todas  los  trabajadores,  de  las  mujeres  peronistas  y  de  los  "humildes".  En  los 
primeros  días  de  1951,  Evita  asistió  a  una  sesión  del  Congreso  Nacional  de 
Historia  del  Libertador  General  San  Martín  reunido  para  marcar  el  fin  del  "Año 
del  Libertador"  y  también  pronunció  una  alocución.  Durante  ese  mismo  mes  de 
enero,  la  Subsecretaría  de  Prensa  de  la  Presidencia  organizó  una  exposición 
denominada  "Eva  Perón  y  su  obra  social"  en  la  que  se  detallaban  las  actividades 
de  la  Fundación.  "Perón  cumple.  Evita  dignifica",  proclamaba  la  propaganda 
del  gobierno  en  enormes  carteles.  En  marzo  de  1951,  presidió  las  sesiones  de  la 
Tercera  Reunión  Interamericana  de  Seguridad  Social  que  tuvo  lugar  en  Buenos 
Aires,  y  el  19  de  junio  de  1951,  en  una  acción  sin  precedentes,  dirigió  un 
mensaje  a  las  Cámaras  en  el  que  solicitó  la  provincialización  de  los  territorios 
nacionales  de  La  Pampa  y  el  Chaco.  El  5  de  julio  se  aprobó  el  proyecto,  y  en 
homenaje  a  Evita,  La  Pampa  pasó  a  llamarse  Eva  Perón  y  el  Chaco,  Presidente 
Perón. 

Desde  el  1  de  marzo  se  había  inaugurado  la  Escuela  Superior  Peronista, 
un  instituto  en  el  que  se  impartían  clases  sobre  Justicialismo,  Política  Económica 
Justicialista,  la  Constitución  Justicialista  y  Etica  Justicialista.  Mientras  Perón  fue 
el  encargado  de  dictar  un  curso  sobre  "Conducción",  Evita  lo  hizo  sobre 
"Historia  del  movimiento  peronista"470 

Si  en  1946  algunos  de  sus  enemigos  la  llamaban  "La  Presidenta",  ahora 
eran  muchos  más  los  que  no  dudaban  de  que  ella  detentaba  el  poder,  no 
Perón471.  Según  Evita,  su  trabajo  tenía  una  condición;  "¡no  meterme  en  las  cosas 
del  gobierno!",  pero  también  intima  que  en  algunas  ocasiones  tocaba  "con  el 
general,  cosas  que  son  propias  del  gobierno"472.  En  este  caso.  Evita  deforma  de 
nuevo  la  realidad  pues  no  cabe  duda  de  que  por  medio  de  la  Fundación  se 
entrometía  en  el  funcionamiento  de  varios  ministerios,  y  éstos  forman  parte  del 
gobierno.  Como  dijimos  anteriormente,  la  falta  de  estudios  monográficos  no 
permite  analizar  con  precisión  el  nivel  de  influencia  que  alcanzó,  pero  los  que 
atribuyen  cambios  de  ministerio  y  hasta  insinúan  en  ella  la  existencia  de  un 
poder  paralelo  al  de  Perón  exageran  tanto  como  Evita.  La  prueba  que  se  aduce 
es  que  ciertos  ministros  como  Cereijo,  Nicolini  (ministro  de  Comunicaciones), 
Freire  y  Méndez  San  Martín  (ministro  de  Educación)  respondían  a  Evita.  La 
presencia  de  un  grupo  de  ministros  muy  amigos  de  Evita  como  los 
mencionados  o  de  funcionarios  como  Raúl  Alejandro  Apold  —era  subsecretario 
de  Informaciones  de  la  Presidencia  y  anteriormente  había  sido  director  de 
Democracia  —  no  significa  necesariamente  que  ocuparan  sus  cargos  por  decisión 


Las  seis  clases  que  dictó  Evita  fueron  luego  reunidas  en  el  libro  titulado  Historia  de I 

peronismo. 

471  "Historia  del  peronismo,  Primera  Plana  (Buenos  Aires,  10  de  enero  de  1967,  N°  211),  p.  36. 
Véase  también  Alberto  Ciria,  Perón  y  el  Justicialismo,  op.  cit.,  ps.  109-121,  y  José  Luis  de  Imaz,  Los  que 
mandan  (Buenos  Aires:  Eudeba,  1964). 

472  Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  96. 


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Evita 


o  influencia  de  Evita.  En  algunos  casos,  como  en  el  de  Apold  y  Méndez  San 
Martín,  es  muy  probable  que  haya  sido  así,  pero  en  los  otros  no,  pues 
pertenecían  al  equipo  gobernante  desde  1946.  Es  bueno  recordar  también  que 
no  obstante  las  malas  relaciones  que  Evita  mantuvo  con  Bramuglia,  Democracia 
ni  siquiera  se  dignaba  mencionar  su  nombre,  permaneció  en  el  gobierno 
durante  varios  años  y  que  hubo  ministros  como  Carrillo  que  se  mantuvieron 
distantes  de  Evita  pero  contaron  con  la  confianza  de  Perón. 

La  naturaleza  informal  del  poder  de  que  ejerció  Evita  dificulta  su 
definición,  especialmente  cuando  se  carece  de  datos  confiables.  Pero  de  todos 
modos,  se  pueden  delinear  algunas  pautas  generales.  No  hay  duda  alguna, 
como  lo  confiesa  ella  misma  y  lo  confirman  sus  colaboradores,  de  que  Evita 
tendía  a  hacer  su  voluntad,  aunque  su  respeto  por  Perón  era  muy  grande  y  por 
lo  tanto  tuviera  que  salirse  con  la  suya  sin  enfrentarlo  directamente.  Tampoco 
se  puede  dudar  de  que  desde  que  había  asumido  la  dirección  del  Partido 
Peronista  Femenino  y  se  multiplicaban  rápidamente  las  obras  de  la  Fundación, 
su  influencia  se  había  acrecentado.  La  adopción  de  la  Constitución  Peronista  de 
1949  también  la  aumentó,  no  sólo  porqué  la  reforma  constitucional  había 
fortalecido  a  Perón  y  por  donde  había  redundado  en  su  beneficio,  sino  porque  a 
la  vez  había  desplazado  al  rival  potencial  de  este  último,  o  sea,  Mercante,  y  al 
dejar  a  Perón  como  "líder  indiscutido"  se  había  creado  un  vacío  que  solamente 
ella  podía  llenar,  y  lo  había  hecho  sin  pérdida  de  tiempo.  Pero  una  cosa  es  que 
Evita  llegara  a  la  residencia  presidencial  de  madrugada  después  de  una  jornada 
de  trabajo  porque  así  lo  quería,  a  pesar  de  las  recriminaciones  de  Perón,  que 
llamara  a  ministros  a  altas  horas  de  la  noche,  les  diera  órdenes  como  si  fuera  el 
presidente  de  la  República  y  entorpeciera  sus  gestiones,  que  acelerara  la  caída 
en  desgracia  de  Mercante,  que  influyera  sobre  quienes  serían  candidatos  a 
legisladores  o  funcionarios  intermedios,  que  incidiera  para  que  colaboradores 
suyos  como  Méndez  San  Martín  fueran  nombrados  ministros,  que  su  trabajo 
con  la  CGT  y  en  la  Fundación  Eva  Perón  formaran  parte  integral  de  la  acción  de 
gobierno  de  Perón,  y  muy  otra  que  tomara  decisiones  políticas  por  sí  misma  o 
que  creara  un  grupo  dentro  del  gobierno  que  respondiera  a  sus  directivas.  No 
tenía  los  medios  para  hacerlo,  pues  el  poder  que  había  adquirido  a  partir  de 
1946  era  en  función  del  que  Perón  había  acumulado  también  desde  esa  fecha. 
Además,  tendría  que  haber  existido  en  Evita  una  voluntad  de  poder 
independiente,  sin  tener  en  cuenta  a  Perón,  y  esto  contradice  tanto  sus  palabras 
como  sus  actos  a  partir  de  1945.  No  hay  duda  alguna  de  que  sabía 
perfectamente  todo  lo  que  le  debía  y  que  siempre  procedió  de  acuerdo  con  esta 
premisa  fundamental.  Por  otra  parte,  esto  no  significa  que  fuera  incapaz  de 
tomar  decisiones  o  adoptar  posiciones  que  no  contaran  enteramente  con  el  aval 
de  Perón  o  que  hiciera  todo  lo  que  estuviera  a  su  alcance  para  conseguir  su 
propósito. 

El  caso  de  la  huelga  ferroviaria  de  1951,  pero  sobre  todo  la  situación 
planteada  por  su  candidatura  a  la  vicepresidencia,  demuestran  que  Evita 
entendía  los  límites  dentro  de  los  cuales  se  movía  con  entera  libertad:  eran  los 
que  Perón  le  establecía,  y  lo  que  es  más,  aunque  le  doliera,  los  acataba. 


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Evita 


En  enero  de  1951,  marcando  el  comienzo  de  una  serie  de  conflictos  que  se 
intensificarían  en  los  años  siguientes,  los  obreros  ferroviarios  se  declararon  en 
huelga.  El  paro  general  por  tiempo  indeterminado  nació  de  varios  reclamos 
internos  que  la  Unión  Ferroviaria,  dirigida  por  Pablo  C.  López,  no  atendió. 
Hábilmente  manejado  por  una  Comisión  de  Emergencia  clandestina  y  con  el 
apoyo  de  la  oposición,  el  conflicto  se  extendió  pronto  a  todos  los  ferrocarriles473. 
Evita  intentó  resolverlo  con  su  procedimiento  habitual,  es  decir,  reuniéndose 
con  los  delegados  para  tratar  de  convencerlos  de  volver  al  trabajo,  y  cuando 
esto  no  resultó,  recorrió  varias  estaciones  para  hablar  con  los  huelguistas  y 
pedirles  que  pusieran  fin  a  la  huelga474-  Sus  gestiones  no  tuvieron  éxito  pues 
uno  de  los  reclamos  de  los  obreros  era  la  conducción  sindical  que  ella  apoyaba. 
Ante  el  alcance  del  conflicto  y  sus  posibles  complicaciones  políticas.  Perón  sacó 
el  asunto  de  las  manos  de  Evita  e  intervino  personalmente.  Tras  la  renuncia  del 
ministro  de  Transportes,  coronel  Juan  José  Castro,  decretó  la  movilización  de 
los  huelguistas  y  encarceló  a  los  cabecillas.  Puso  fin  a  la  huelga,  pero  también 
forzó  la  renuncia  de  López  y  concedió  a  los  huelguistas  los  aumentos  que 
pedían. 

Los  primeros  rumores  de  la  candidatura  de  Evita  a  la  vicepresidencia 
surgieron  poco  después  de  que  comenzaron  a  aparecer  los  indicios  de  que  se 
acercaba  la  campaña  electoral.  En  realidad,  ella  inició  la  campaña  el  26  de 
febrero  de  1951,  fecha  en  la  que  recibió  del  gobierno  mexicano  el  Águila  Azteca 
en  el  grado  de  Banda  de  Primera  Clase  y  en  la  que  emitió  un  comunicado  como 
presidenta  del  Partido  Peronista  Femenino.  Después  de  auscultar  la  voluntad 
de  sus  3.600  unidades  básicas,  declaró  que  el  partido  bregaría  "decididamente 
por  la  reelección  del  General  Perón,  su  único  e  indiscutible  líder.  Ese  será  su 
único  objetivo  político,  hasta  alcanzarlo,  interpretando  así  el  sentir  del 
verdadero  pueblo  argentino"475. 

La  campaña  pro  candidatura  de  la  fórmula  Perón-Eva  Perón  se  hizo 
oficial  el  2  de  agosto,  cuando  doscientos  miembros  del  Comité  Confederal  de  la 
CGT  resolvieron  pedir  a  Perón  que  aceptara  la  reelección,  declarando  también 
"el  vehemente  anhelo  de  todos  los  trabajadores  en  el  sentido  de  que  la  señora 
Eva  Perón  sea  consagrada  vicepresidenta  de  la  Nación"476.  Al  día  siguiente, 
delegadas  y  subdelegadas  censistas  del  Partido  Peronista  Femenino,  en  una 
reunión  que  tuvo  lugar  en  la  quinta  presidencial  de  Olivos,  proclamaron  su 
adhesión  a  la  fórmula  Perón-Eva  Perón.  Estos  actos,  que  se  multiplicarían  en  los 
días  siguientes,  culminaron  el  22  de  agosto  en  el  famoso  Cabildo  Abierto  del 
Justicialismo. 

Esa  tarde  de  sol,  cerca  de  un  millón  de  personas  venidas  de  todos  los 
rincones  del  país  se  congregaron  en  la  amplia  avenida  9  de  Julio  para  pedirle  a 
Perón  y  a  Evita  que  aceptaran  integrar  la  fórmula  peronista.  Toda  la  mañana 


Samuel  F.  Bailey,  op.  cit.,  pp.  130-134;  Rubén  Rotondaro,  op.  cit.,  p.  244,  y  Todo  es  Historia 
(Buenos  Aires,  noviembre  de  1972,  N°  67). 

474  Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  pp.  233-237. 

475  Democracia,  27  de  febrero  de  1951. 

476  Democracia,  3  de  agosto  de  1951. 


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llegaron  columnas  de  viejos,  jóvenes  y  especialmente  mujeres  agitando 
pañuelos  blancos  y  carteles  con  la  leyenda  Perón-Eva  Perón  1952-1958.  Algunos 
precavidos  pasaron  la  noche  al  aire  libre  alrededor  del  palco  gigante  levantado 
por  la  CGT  a  la  altura  de  la  calle  Moreno,  donde  un  enorme  cartel  anunciaba 
Perón-Eva  Perón,  La  fórmula  de  la  Patria.  La  avenida  y  las  calles  adyacentes 
estaban  profusamente  embanderadas.  Un  avión  sobrevolaba  la  muchedumbre 
para  escribir  en  el  cielo  CGT,  Perón  y  Evita,  mientras  vendedores  ambulantes 
voceaban  su  mercancías.  Para  cuando  empezó  el  acto,  a  las  cinco  de  la  tarde, 
había  gente  colgada  en  las  cornisas  de  los  edificios  y  haciendo  equilibrio  en  los 
faroles  y  en  los  árboles. 

Perón  ingresó  en  el  palco  sin  Evita,  acompañado  de  sus  ministros, 
legisladores,  miembros  del  Consejo  Superior  del  Partido  Peronista  y  de  la  CGT. 
Abrió  el  acto  Espejo  y  de  inmediato  anunció  que  iría  a  buscar  a  Evita.  Se  retiró  y 
al  momento  volvió  con  ella,  lo  que  motivó  ruidosas  aclamaciones  por  parte  de 
la  multitud.  Después  de  cantar  el  Himno  Nacional,  Espejo  reanudó  la  parte 
oratoria  con  un  largo  discurso  en  el  que  recalcó  que  el  acto  de  ese  día  era  un 
verdadero  cabildo  abierto,  un  plebiscito  para  pedirle  a  Perón  que  siguiera  al 
frente  del  gobierno  y  que  Evita  integrara  la  fórmula  de  los  trabajadores.  Lo 
siguió  Evita  y  comenzó  recordando  el  17  de  Octubre,  a  los  descamisados  de 
entonces  y  el  Cabildo  abierto  de  1810.  Como  en  aquel  entonces,  "el  pueblo  se 
reúne  aquí  para  decir  que  ya  sabe  de  qué  se  trata  y  quiere  que  el  general  Perón 
siga  dirigiendo  los  destinos  de  la  Patria".  Mujeres,  hombres  y  niños  "saben  que 
la  justicia  y  la  libertad  únicamente  las  encontrarán  teniendo  al  general  Perón  al 
frente  de  la  nave  de  la  Nación".  Enseguida  fustigó  a  los  enemigos  de  siempre. 
"Saben  también  que  la  oligarquía,  que  los  mediocres,  que  los  vendepatrias 
todavía  no  están  derrotados  y  que  desde  sus  guaridas  atenían  contra  el  pueblo 
y  contra  la  nacionalidad.  Pero  nuestra  oligarquía,  que  siempre  se  vendió  por 
cuatro  monedas,  no  cuenta  en  esta  época  con  que  el  pueblo  está  de  pie  y  que  el 
pueblo  argentino  está  formado  por  hombres  y  mujeres  dignas,  capaces  de  morir 
para  terminar  de  una  vez  por  todas  con  los  vendepatrias  y  con  los  entreguistas". 
Se  definió  como  lo  hacía  habitualmente:  "Mientras  los  entreguistas,  los 
mediocres,  los  cobardes,  de  noche  tramaban  la  intriga  y  la  infamia  del  día 
siguiente,  yo  una  humilde  mujer  no  pensaba  sino  en  los  dolores  que  tenía  que 
mitigar  y  a  la  gente  que  tenía  que  consolar  en  vuestro  nombre,  mi  general, 
porque  sé  el  cariño  entrañable  que  sentís  por  los  descamisados  que  el  17  de 
octubre  de  1945  me  devolvieron  la  vida,  el  alma  y  el  corazón  al  devolverme  a 
Perón. 

"Yo  no  soy  más  que  una  mujer  del  pueblo  argentino,  una  descamisada  de 
la  Patria  pero  una  descamisada  de  corazón,  porque  siempre  he  querido 
confundirme  con  los  trabajadores,  con  los  ancianos,  con  los  niños,  con  los  que 
sufren,  trabajando  codo  a  codo,  corazón  a  corazón  con  ellos  para  lograr  que  lo 
quieran  más  a  Perón  y  para  ser  un  puente  de  paz  entre  el  general  y  los 
descamisados  de  la  Patria".  Sin  mencionar  directamente  la  candidatura  a  la 
vicepresidencia,  llegó  al  final  de  su  discurso:  "Yo  siempre  haré  lo  que  diga  el 
pueblo.  Pero  yo  les  digo  que  así  como  hace  cinco  años  he  dicho  que  prefería  ser 
Evita  antes  que  la  mujer  del  presidente,  si  esa  Evita  era  dicho  para  aliviar  algún 


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dolor  de  mi  patria,  ahora  digo  que  sigo  prefiriendo  ser  Evita.  Yo,  mi  general, 
con  la  plenipotencia  espiritual  que  me  dan  los  descamisados,  os  proclamo,  antes 
que  el  pueblo  os  vote  el  11  de  noviembre,  presidente  de  todos  los  argentinos.  La 
Patria  está  salvada  porque  la  gobierna  el  general  Perón"477. 

"Sólo  los  pueblos  fuertes  y  virtuosos  son  dueños  de  su  destino",  comenzó 
Perón  una  vez  que  se  calmaron  las  demostraciones  que  puntualizaron  el 
discurso  de  Evita.  Las  palabras  de  Perón,  tanto  como  las  de  Evita,  fueron 
interrumpidas  frecuentemente  por  aplausos  y  vítores,  pero  una  vez  que  él 
finalizó.  Espejo  se  acercó  al  micrófono  para  aclarar  que  Evita  no  había  dado  una 
respuesta  afirmativa  a  la  propuesta  del  pueblo  y  que  el  Cabildo  abierto  pasaba  a 
cuarto  intermedio  hasta  el  día  siguiente  en  que  la  CGT  le  pediría  su  respuesta 
definitiva.  La  multitud  lanzó  un  "¡NO!"  ensordecedor  y  Evita,  acercándose  al 
micrófono,  con  voz  ronca  y  desgarrada  inició  un  diálogo  inolvidable  con  ella. 

"Mis  queridos  descamisados:  Yo  les  pido  a  los  compañeros  de  la  CGT,  a 
las  mujeres,  a  los  niños,  a  los  trabajadores  aquí  congregados,  que  no  me  hagan 
hacer  lo  que  nunca  quise  hacer.  Yo  les  pido  a  la  Confederación  General  del 
Trabajo  y  a  ustedes  por  el  cariño  que  nos  une,  por  el  amor  que  nos  profesamos 
mutuamente,  que  para  una  decisión  tan  trascendental  en  la  vida  de  esta 
humilde  mujer,  me  den  por  lo  menos  cuatro  días  más  para  pensarlo..." 

"¡No!  ¡No!  ¡Ahora!",  gritaron.  Tuvo  que  repetir  cuatro  veces 
¡Compañeros!  antes  de  conseguir  un  minuto  de  silencio.  "Compañeros:  yo  no 
renuncio  a  mi  puesto  de  lucha,  renuncio  a  los  honores.  Yo  me  guardo,  como 
Alejandro,  las  esperanzas,  por  la  gloria  y  el  cariño  de  ustedes  y  del  general 
Perón."  De  nuevo  se  alzó  el  grito  de  "¡Ahora!".  En  vano  bato  de  explicar, 
razonar,  ganar  tiempo,  la  multitud  la  interrumpía  para  decir  ¡Hoy!  ¡Ahora! 
"Compañeros:  se  lanzó  por  el  mundo  que  yo  era  una  mujer  egoísta  y  ambiciosa; 
ustedes  saben  muy  bien  que  no  es  así.  Pero  también  saben  que  todo  lo  que  hice, 
no  fue  nunca  para  ocupar  ninguna  posición  política  en  mi  país.  Yo  no  quiero 
que  mañana  un  trabajador  de  mi  Patria  se  quede  sin  argumentos  cuando  los 
resentidos,  los  mediocres  que  no  me  comprendieron,  ni  me  comprenden, 
creyendo  que  todo  lo  que  hago,  es  por  intereses  mezquinos..."  La  frase  quedó  en 
el  aire  pues  el  público  la  interrumpió  otra  vez.  Pidió  entonces  que  esperaran  la 
respuesta  hasta  el  día  siguiente  y  le  gritaron  de  nuevo  ¡No!  Con  voz  rápida  y 
entrecortada,  les  aseguró  que  "esto  me  toma  de  sorpresa.  Hace  mucho  que  yo 
sabía  que  mi  nombre  se  mencionaba  con  insistencia,  y  no  lo  he  desmentido;  yo 
lo  hice  por  el  pueblo  y  por  Perón,  porque  no  había  ningún  hombre  que  podía 
acercarse  a  distancia  sideral  de  él,  y  por  ustedes,  porque  así  podían  conocer  a 
los  hombres  con  vocación  de  caudillos,  y  el  general,  con  mi  nombre, 
momentáneamente,  se  podía  amparar  de  las  disensiones  partidarias,  pero 
jamás,  en  mi  corazón  de  humilde  mujer  argentina  pensé  que  yo  podía  aceptar 
este  puesto...".  Pero  la  multitud  no  quería  oír  sus  explicaciones  y  la  interrumpió 
otra  vez.  "Esta  noche...",  alcanzó  a  decir,  "¡No!  ¡No!  ¡Ahora!"  Pidió  dos  horas  de 
espera.  De  nada  sirvió.  Impotente,  Evita  se  retiró  y  pasó  el  micrófono  a  Espejo, 


Presidencia  de  la  Nación,  Subsecretaría  de  Informaciones,  Perón  y  Eva  Perón  hablan  en  el 
Cabildo  Abierto  del  Justicialismo. 


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Evita 


quien  anunció:  "Nosotros  esperamos  aquí  su  resolución.  No  nos  moveremos 
hasta  que  nos  dé  una  respuesta  favorable  a  los  deseos  del  pueblo  trabajador".  Se 
oyó  entonces  una  ovación  delirante  y  en  la  noche  que  caía,  la  multitud  encendió 
antorchas  y  se  aprontó  a  esperar.  Evita  se  acercó  entonces  al  micrófono  para 
decir  su  última  palabra.  "Compañeros:  como  dijo  el  general  Perón:  yo  haré  lo 
que  diga  el  pueblo".  El  acto  terminó  pocos  minutos  más  tarde,  después  que  se 
leyó  el  decreto  declarando  feriado  el  día  siguiente  y  que  Perón  recomendó, 
como  lo  hacía  usualmente,  que  la  gente  se  desconcentrara  lentamente  y  con 
tranquilidad. 


En  el  Cabildo  Abierto  del  justicialismo,  22  de  agosto  de  1951, 
un  gesto  típico  de  Evita. 


Muchos  fueron  los  homenajes,  condecoraciones  y  honras  que  recibió 
Evita  de  1946  a  1952,  pero  con  excepción  del  17  de  octubre  de  1951,  ninguno 
trasuntó  tanta  emoción  como  el  de  esa  tarde  soleada  de  agosto.  Por  primera  vez, 


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Marysa  Navarro 


Evita 


Perón  permaneció  en  un  plano  secundario,  testigo  mudo  y  quizás  un  poco 
sorprendido  del  lazo  que  unía  a  Evita  con  los  descamisados.  El  diálogo  entre  su 
mujer  y  el  pueblo  le  debe  haber  traído  recuerdos  de  otro  diálogo,  el  que 
mantuvo  en  otra  plaza  aquella  noche  de  octubre  de  1946.  Pero  si  éste  lo  lanzó  al 
poder,  el  de  Evita  marcaría  el  fin  de  su  carrera  política. 

En  la  iconografía  peronista,  el  22  de  agosto  se  conoce  como  "el  día  del 
renunciamiento".  Sin  embargo,  en  honor  a  la  verdad,  Evita  no  renunció  ese  día 
y  aunque  tampoco  aceptó  claramente  el  mandato  del  pueblo,  terminó  diciendo: 
"Yo  haré  lo  que  diga  el  pueblo",  lo  que  implicaba  acceder  a  su  pedido.  A  la 
mañana  siguiente  Democracia  daba  cuenta  de  los  sucesos  del  22  de  agosto  bajo 
un  enorme  titular  de  primera  página  que  decía:  ¡ACEPTARON! 

Nueve  días  más  tarde,  en  un  discurso  transmitido  por  la  cadena  nacional 
de  radiodifusión,  con  voz  cansada  pero  firme,  Evita  anunció  su  "decisión 
irrevocable  y  definitiva  de  renunciar  al  honor  con  que  los  trabajadores  y  el 
pueblo"  quisieron  honrarla.  Poniéndose  "bajo  la  invocación  de  mujer  argentina 
y  peronista  y  de  mi  amor  por  la  causa  de  Perón,  de  mi  patria  y  de  mi  pueblo, 
declaro  que  esta  determinación  surge  de  lo  más  íntimo  de  mi  conciencia  y  por 
eso  es  totalmente  libre  y  tiene  toda  la  fuerza  de  mi  voluntad  definitiva".  Desde 
el  17  de  octubre  de  1945,  había  hecho  todo  lo  posible  para  cumplir  con  la  deuda 
que  tenía  con  los  descamisados.  "No  tenía  entonces  ni  tengo  en  estos  momentos 
más  que  una  sola  ambición  personal:  que  de  mí  se  diga,  cuando  se  escriba  el 
capítulo  maravilloso  que  la  historia  dedicará  seguramente  a  Perón,  que  hubo  al 
lado  de  Perón  una  mujer  que  se  dedicó  a  llevar  al  presidente  las  esperanzas  del 
pueblo,  y  que,  a  esa  mujer,  el  pueblo  la  llamaba  cariñosamente  'Evita'.  Eso  es 
todo  lo  que  quiero  ser"478. 

En  un  momento  de  su  mensaje.  Evita  anunció  que  sus  palabras  tenían  el 
propósito  de  comunicar  al  pueblo  argentino  las  razones  que  la  impulsaron  a 
tomar  su  decisión.  Pero  en  realidad  no  lo  hizo,  y  solamente  ofreció  un 
justificativo:  su  falta  de  ambición  personal. 

La  explicación  de  Evita  es  poco  convincente.  A  pesar  de  sus  palabras  su 
decisión  no  parece  haber  sido  "totalmente  libre"  y  seguramente  influyeron  en 
ella  otras  factores  que  los  de  su  propia  voluntad,  por  ejemplo,  la  situación  de  las 
fuerzas  armadas,  su  salud  y  la  posición  que  adoptó  Perón  en  esta  instancia. 

Las  relaciones  de  Perón  con  las  fuerzas  armadas  habían  entrado  en  un 
período  de  enfriamiento  desde  hacía  por  lo  menos  dos  años.  Los  sectores  de  las 
fuerzas  armadas  que  se  habían  opuesto  a  su  gestión  ya  en  el  tiempo  en  que 
ocupaba  la  Secretaría  de  Trabajo  y  Previsión  no  habían  olvidado  sus 
prevenciones  contra  él,  y,  de  hecho,  éstas  se  habían  intensificado  a  raíz  de  la 
reforma  de  la  Constitución  y  la  posibilidad  de  su  reelección.  En  este  contexto,  la 
candidatura  de  Evita  se  presentaba  como  un  factor  irritativo,  pues  reavivaba 
viejos  odios.  Muchos  eran  los  oficiales  de  alta  graduación  que  nunca  habían 
visto  con  buenos  ojos  las  relaciones  de  Evita  con  Perón  y,  como  la  oligarquía,  no 
olvidaban  su  pasado.  Desde  que  se  había  convertido  en  la  esposa  del  Primer 

478  Democracia,  1  de  setiembre  de  1951. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


Mandatario,  su  vida  estaba  fuera  del  más  mínimo  reproche  desde  el  punto  de 
vista  moral,  pero  ahora  lo  que  les  molestaba  era  el  papel  que  desempeñaba  en  el 
gobierno,  aunque  fuera  de  manera  no  oficial.  La  violencia  de  su  lenguaje 
cuando  se  dirigía  a  los  descamisados  era  considerada  peligrosa  y  la  posibilidad 
de  que  Evita  llegara  a  la  Presidencia  por  muerte  de  Perón,  o  le  sucediera  en  el 
gobierno  y  en  todo  caso  estuviera  en  condiciones  de  dar  órdenes  a  las  fuerzas 
armadas,  era  en  aquel  tiempo  poco  menos  que  inconcebible.  El  tema  fue 
ciertamente  discutido  entre  oficiales,  aunque  por  el  momento  no  ha  sido  posible 
determinar  si  hubo  un  planteo  directo  a  Perón.  Pero  existen  pocas  dudas  de  que 
éste  tenía  pleno  conocimiento  del  malestar  que  la  candidatura  de  Evita 
provocaba  en  las  fuerzas  armadas. 

La  otra  razón  que  puede  haber  afectado  la  decisión  de  Evita  era  su  salud, 
pues  para  esa  fecha  ya  había  empezado  a  decaer.  Se  la  veía  delgada,  pálida  y 
demacrada.  Parecía  estar  agotada  y  en  realidad  tenía  desde  hacía  tiempo  fuertes 
hemorragias  y  una  fiebre  persistente.  Ella  no  dejaba  trasuntar  los  dolores  que  la 
aquejaban  y  solamente  sus  rasgos  tirantes,  su  mirada  cada  vez  más  triste  y  sus 
piernas  hinchadas  demostraban  el  deterioro  de  su  salud.  Su  piel  de  niña  se 
había  vuelto  transparente  y  sus  grandes  ojos  oscuros  estaban  cercados  de 
profundas  ojeras.  Dormía  poco,  pues  se  acostaba  generalmente  de  madrugada  y 
a  la  mañana  siguiente  estaba  de  nuevo  en  pie  entre  las  siete  y  las  ocho.  Se 
alimentaba  todavía  peor.  En  los  años  cuarenta,  como  tenía  tendencia  a 
engordar,  había  sido  muy  cuidadosa  con  su  dieta,  pero  ahora  ya  no  había 
peligro  de  que  engordara  pues  no  demostraba  el  menor  interés  por  lo  que 
comía;  lo  hacía  a  deshoras  y,  por  lo  general,  después  de  su  té  con  galletitas  por 
la  mañana  se  alimentaba  de  interminables  jugos  de  fruta  y  de  cafés.  Además, 
como  raramente  volvía  a  la  residencia  presidencial  para  almorzar,  tampoco  se 
veía  forzada  a  comer  bajo  la  vigilancia  de  Perón.  Desde  la  inauguración  del 
Hogar  de  la  Empleada,  acostumbraba  a  almorzar  allí  con  miembros  de  las 
delegaciones  gremiales  que  recibía,  para  continuar  la  charla  que  había 
empezado  en  el  Ministerio  de  Trabajo,  pero  apenas  probaba  bocado. 

Hacía  más  de  un  año  que  su  salud  era  motivo  de  preocupación  para  sus 
allegados,  pues  no  descansaba  y  trabajaba  verdaderamente  demasiado.  "Se 
podía  haber  curado  a  tiempo  y  no  quiso",  dice  Renzi.  "El  médico  de  la 
residencia  tenía  que  tomarle  exámenes  de  sangre,  pero  ella  siempre  desayunaba 
antes  para  poder  escapar  al  pinchazo"479.  Perón  insistía  en  que  se  cuidara,  que 
viera  el  médico,  que  descansara  un  poco,  de  nada  servía.  Algunas  fuentes 
indican  que  la  enfermedad  de  Evita  había  mostrado  sus  primeras  señales  en 
1950.  El  doctor  Oscar  Ivanissevich,  entonces  ministro  de  Educación,  declaró  a 
Primera  Plana  que  cuando  Evita  fue  internada  para  su  operación  de  apendicitis, 
él  exigió  que  se  le  hicieran  varios  análisis  e  insinúa  que  detectó  un  cáncer.  "Le 
pedí  que  se  sometiera  a  una  nueva  revisación  y,  una  vez  establecido  el  mal, 
sugerí  una  operación  de  matriz.  No  quiso  saber  nada  y  se  puso  furiosa 
conmigo...".  Según  Ivanissevich,  Evita  insistió  con  enojo  en  que  no  tenía  nada. 


Borroni  y  Vacca,  op.  cit.,  p.  298. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


"A  mí  usted  no  me  toca,  porque  yo  no  tengo  nada.  Lo  que  pasa  es  que  me 
quieren  eliminar  para  que  no  me  meta  en  política.  ¡Y  no  lo  van  a  conseguir!"480 

Sus  colaboradores  afirman  que  en  1950  todo  en  ella  indicaba  un  buen 
estado  de  salud.  Se  la  veía  llena  de  vida  y  entusiasmo,  con  una  energía 
inagotable.  Los  cambios  en  su  apariencia  solamente  se  hicieron  visibles  a 
principios  de  1951.  Sea  cual  fuera  la  razón  por  la  cual  Evita  no  quiso  cuidar  su 
salud,  ya  para  el  22  de  agosto  de  1951  estaba  francamente  desmejorada.  De 
hecho,  el  24  de  setiembre  Evita  no  pudo  levantarse  de  la  cama  para  ir  al 
Ministerio  de  Trabajo.  Cuatro  días  más  tarde,  la  Subsecretaría  de  Informaciones 
de  la  Presidencia  emitió  un  comunicado:  "La  enfermedad  que  aqueja  a  la  señora 
Eva  Perón  es  una  anemia  de  regular  intensidad  que  está  siendo  tratada  con 
trasfusiones  de  sangre,  absoluto  reposo  y  medicación  general". 

En  su  libro  Del  poder  al  exilio,  Perón  no  menciona  la  candidatura  de  Evita 
a  la  vicepresidencia,  pero  señala  que  "los  primeros  síntomas  de  la  enfermedad 
de  Evita  se  manifestaron  hacia  fines  de  1949"481.  Estas  palabras  de  Perón, 
juntamente  con  el  testimonio  de  Ivanissevich,  quien  le  debe  haber  informado  de 
su  diagnóstico,  nos  llevaría  a  pensar  que  a  mediados  de  1951  el  Presidente  sabía 
que  Evita  estaba  ya  muy  enferma.  Pero  esto  también  significaría  que  durante  un 
año  y  medio  Perón  no  usó  la  influencia  que  tenía  sobre  ella  para  obligarla  a 
cuidar  de  su  salud,  conclusión  difícil  de  aceptar.  En  esta  instancia,  tanto  Perón 
como  Ivanissevich  se  deben  haber  equivocado  de  fecha  —en  el  caso  del 
primero,  no  tiene  nada  de  extraño  pues  la  obra  que  recoge  sus  declaraciones 
contiene  numerosos  errores—482.  Según  el  padre  Benítez,  Evita  comenzó  a  sentir 
"un  alfilerazo  en  el  bajo  vientre"  en  el  mes  de  junio  de  1951. 

En  una  nota  publicada  en  La  Nación  en  1990,  el  Doctor  Abel  N.  Canónico, 
oncólogo  que  atendió  a  Evita,  reveló  varios  detalles  nuevos  sobre  su 
enfermedad.  Estos  coinciden  con  los  que  nos  proporcionó  el  doctor  Jorge 
Albertelli  en  una  entrevista  que  tuvo  lugar  en  1986.  Según  ambos,  Evita  tuvo 
pérdidas  sanguíneas  vaginales  a  fines  de  agosto  de  1951.  El  Doctor  Raúl  Mendé 
sugirió  una  consulta  con  un  prestigioso  ginecólogo  cordobés,  Humberto 
Dionisi,  el  cual  comprobó  una  lesión  ulcerada  en  el  cuello  del  útero.  Se  hizo  una 
biopsia  y  el  diagnóstico  fue  un  tumor  maligno.  El  21  de  septiembre  de  1951,  el 
Dr.  Albertelli,  que  era  un  ginecólogo  jefe  de  oncología  en  el  Hospital  Rivadavia, 
fue  llamado  para  ser  el  médico  de  cabecera  de  Evita  y  hacerse  cargo  del 
tratamiento  que  se  le  iba  a  hacer483.Todo  lo  cual  quiere  decir  que  para  el  22  de 
agosto  y  el  día  de  su  renunciamiento  Evita  ya  sabía  que  estaba  enferma.  No  le 
dijeron  que  tenía  cáncer,  solamente  un  fibroma. 


Testimonio  de  Ivanissevich  en  "Historia  del  peronismo",  Primera  Plana  (Buenos  Aires,  3  de 
eneró  de  1967,  N°  210),  p.  38. 

481  Democracia,  28  de  setiembre  de  de  1951. 

482  El  enfrentamiento  entre  Evita  e  Ivanissevich  habría  llevado  a  éste  a  renunciar  al  Ministerio 
de  Educación  en  mayo  de  1950.  Véase  Primera  Plana,  N°  210. 

483  Abel  N.  Canónico,  "Enfermedad  y  Muerte  de  Eva  Perón"  La  Nación,  22  de  marzo  de  1991, 
facilitado  por  Catalina  H.  Wainermann  y  entrevista  con  el  Dr.  Jorge  Albertelli,  diciembre  de  1986 


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Evita 


Sus  allegados  concuerdan  en  que  escondía  sus  malestares  y,  lo  que  es 
más,  se  rehusaba  a  aceptar  la  posibilidad  de  estar  seriamente  enferma.  En  estas 
condiciones,  si  Perón  trató  de  convencerla  de  no  tomar  nuevas  obligaciones  por 
estar  al  tanto  de  lo  que  temían  los  médicos,  se  encontró  con  que  ella  negaba 
estar  enferma.  Por  lo  tanto  es  mucho  más  probable  que  la  persuadiera  de 
renunciar  a  la  candidatura  a  la  vicepresidencia  no  tanto  por  razones  de  salud, 
como  por  la  situación  política.  Renunciando  Evita,  se  aliviaría  la  tensión  en  los 
medios  castrenses  y  los  haría  menos  proclives  a  unirse  a  los  partidos  políticos 
cuyas  maniobras  habían  quedado  al  descubierto  durante  la  huelga  ferroviaria. 

¿Cuándo  sucedió  esto?  ¿Sabía  Evita  el  22  de  agosto  que  tendría  que 
renunciar  a  la  candidatura  a  la  vicepresidencia?  Sus  colaboradores  aseguran 
que  no  discutieron  con  ella  el  problema  de  su  candidatura  ni  antes  ni  después 
del  22  de  agosto  y  todos  insisten,  inclusive  Espejo,  en  reiterar  la  versión  oficial. 
Si  a  pesar  de  las  negativas  de  Evita  aceptamos  que  quiso  ser  vicepresidente, 
pues  sus  actos  en  esta  oportunidad  así  lo  demuestran,  entonces  lo  más  probable 
es  que  antes  de  comenzar  el  acto  Evita  ya  supiera  que  no  podría  aceptar  la 
candidatura.  Si  lo  sabía,  ¿por  qué  permitió  que  la  situación  llegara  hasta  ese 
punto?  ¿Por  qué  su  diálogo  con  la  multitud?  Es  posible  que  se  convenciera  de 
retirarla  cuando  ya  era  tarde  para  detener  su  proclamación  pero  es  mucho  más 
probable  que,  empecinada  como  era,  tratara  de  conseguir  su  propósito  hasta  el 
último  momento  y  viera  el  Cabildo  Abierto  como  su  carta  de  triunfo.  De  allí  su 
diálogo  con  la  multitud  —  rehuyendo  un  franco  pronunciamiento  en  un  sentido 
o  en  otro,  ganaba  un  margen  de  negociación  con  Perón—.  Escuchando  la 
grabación  del  acto,  se  tiene  la  clara  impresión  de  que  Evita  está  tratando 
desesperadamente  de  no  comprometerse  y  que  está  inventando  explicaciones 
muy  poco  convincentes  para  poder  salir  del  paso.  De  nada  le  sirvió,  pues  ante  la 
actitud  de  Perón  tuvo  que  dar  marcha  atrás  y  renunciar  el  31  de  agosto. 

Tanto  el  22  como  el  31,  Evita  negó  tener  ambiciones  de  poder.  Su 
renuncia  sería  la  confirmación  de  sus  palabras,  ya  que  el  único  justificativo  que 
adelantó  en  su  mensaje  del  31  es  su  falta  de  ambición  personal.  Sin  embargo,  los 
hechos  anteriores  al  Cabildo  Abierto  la  contradicen.  Evita  quería  la  candidatura 
a  la  vicepresidencia  con  el  mismo  empeño  en  que  puso  por  ser  actriz  y  la  misma 
fuerza  con  se  aferró  a  la  vida  durante  los  últimos  meses  de  su  enfermedad. 
Tenía  la  suficiente  audacia,  imaginación  y  ambición  como  para  codiciarla. 
Prueba  de  ello  es  que  ella  misma  comenzó  a  preparar  su  candidatura  desde  la 
caída  de  Mercante  y  que  las  etapas  finales  de  la  campaña  fueron 
desarrollándose  con  su  aprobación.  Si  ella  se  hubiera  opuesto  verdaderamente, 
no  habría  llegado  hasta  el  punto  de  la  proclamación  pues  a  una  orden  suya  se 
hubiera  retirado  el  apoyo  de  la  CGT  y  del  Partido  Peronista  Femenino.  Evita 
tenía  plena  conciencia  del  papel  histórico  que  estaba  desempeñando  y  sabía  que 
ser  la  vicepresidenta  de  la  Argentina  haría  de  ella  la  primera  mujer  en  ese  cargo 
en  el  mundo  entero.  Había  saltado  sobre  la  oportunidad  que  le  habían  ofrecido 
las  circunstancias  para  actuar  sobre  ellas  y  dejar  una  marca  propia  que  la 
individualizara  para  siempre.  Sus  actos  a  partir  de  1946  demuestran  el  placer 
que  le  daba  el  poder,  el  cuidado  que  ponía  en  cultivar  su  imagen  política,  el 
entusiasmo  con  que  promocionaba  sus  proyectos  personales  y  el  celo  con  que 


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Evita 


protegía  su  posición  privilegiada,  apartando  a  todo  el  que  pudiera  hacerle 
sombra.  Si  Evita  no  hubiera  sido  mujer,  nada  más  lógico  que  aspirara  a  la 
vicepresidencia  o  a  la  presidencia.  Pero  el  hecho  de  que  lo  fuera  la  convertía  en 
esos  momentos  en  una  persona  excepcional,  pues  eran  muy  pocas  las  mujeres 
en  regímenes  republicanos  que  se  atrevían  a  contemplar  seriamente  la 
posibilidad  de  dirigir  los  destinos  de  su  país. 

El  afán  de  Evita  por  negar  su  ambición  política  en  ésta  y  otras  ocasiones 
se  debe  en  gran  parte  a  la  necesidad  de  refutar  lo  que  llegaba  hasta  ella  como  un 
insulto,  y  que  ella  aceptaba  como  tal,  pues  de  otro  modo  no  se  habría 
preocupado  tanto  por  desmentirlo.  En  realidad,  sus  enemigos  daban  a  la 
palabra  una  fuerte  connotación  peyorativa.  Teniendo  en  cuenta  que  la  ambición 
es  aceptada  como  componente  normal  de  todo  hombre  que  busca  ocupar  una 
función  pública  —  aunque  la  niegue  y  generalmente  la  enmascare  como 
"sacrificio"  —  solamente  puede  explicarse  el  sentido  negativo  que  se  le  daba  en 
el  caso  de  Evita  por  ser  ella  una  mujer.  Las  resistencias  que  despertaron  sus 
actos  desde  un  primer  momento  no  pueden  aislarse  del  contexto  político,  pero 
tampoco  puede  ignorarse  el  hecho  de  que  era  una  mujer  que  desempeñaba 
tareas  supuestamente  impropias  para  una  persona  de  su  sexo.  La  ambición, 
apropiada  para  el  hombre,  no  lo  era  para  una  mujer,  disminuía  su  "femineidad". 
Esto  se  ve  claramente  en  muchas  de  las  obras  que  aparecieron  después  de  1955, 
en  las  que  los  autores  tienden  a  describir  a  Evita  como  una  mujer  de  carácter 
esencialmente  "masculino"484.  Américo  Ghioldi  explica  por  ejemplo  que,  en 
otras  condiciones.  Evita  "habría  sido  una  energía  utilizable  para  el  bien, 
dispuesta  para  el  libre  juego  de  las  condiciones  femeninas  de  delicadeza, 
dulzura,  tolerancia,  comprensión  y  benevolencia  humana  que  no  la  dejaron 
cultivar  ni  expresar  en  ningún  momento"485.  En  cuanto  a  Ezequiel  Martínez 
Estrada,  llega  a  decir  que  Evita  era  "una  ambiciosa  irresponsable.  En  realidad,  él 
era  la  mujer  y  ella  el  hombre"486. 

Si  Evita  no  hubiera  tenido  ambición,  difícilmente  se  habría  convertido  en 
una  figura  histórica.  Pero  contrariamente  a  lo  que  aseguran  sus  enemigos,  la 
ambición  no  era  el  motor  principal  de  sus  actos.  Prueba  de  ello  es  que  renunció 
a  la  candidatura  a  la  vicepresidencia  que  tanto  quería,  con  lo  cual  demostró 
también  carecer  de  una  voluntad  de  poder  independiente  de  Perón  y  a  la  vez 
acatar  los  límites  que  éste  le  imponía. 

Como  es  de  imaginar,  el  gesto  de  Evita  provocó  una  oleada  de  alabanzas 
a  su  lealtad,  a  su  desprendimiento,  a  su  espíritu  de  sacrificio,  a  su  sentido  de 
disciplina,  etc.  El  4  de  setiembre,  la  CGT  declaró  que  el  próximo  17  de  octubre 
estaría  dedicado  a  ella  para  honrar  su  renunciamiento.  Dos  días  después  el 
Congreso  efectuó  una  sesión  especial  en  su  homenaje.  El  10,  en  su  condición  de 
jefe  supremo  del  Movimiento  Peronista  del  Partido  Peronista  y  del  Partido 
Peronista  Femenino,  Perón  le  otorgó  la  Gran  Medalla  en  Grado  Extraordinario, 
también  por  su  renunciamiento. 


484 

485 

486 


Careo,  p.  17. 

Véase  capítulo  XIV. 

Américo  Ghioldi,  op.  cit.,  p.  46. 


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Evita 


Pero  el  28  de  setiembre,  a  las  ocho  de  la  mañana  estalló  un  conato 
revolucionario  encabezado  por  el  general  Benjamín  Menéndez  —la  inquietud 
en  los  medios  castrenses  no  se  había  calmado  con  la  renuncia  de  Evita  — .  Perón 
declaró  el  estado  de  guerra  interno,  y  en  pocas  horas  el  levantamiento  había 
sido  derrotado487.  La  reacción  de  la  CGT  fue  rápida.  Declaró  la  huelga  general 
por  veinticuatro  horas  y  llamó  a  una  concentración  en  Plaza  de  Mayo.  Perón  se 
dirigió  a  la  multitud  a  las  tres  de  la  tarde.  Atacó  duramente  a  los  "traidores", 
llamándoles  cobardes,  cuidando  al  mismo  tiempo  de  salvaguardar  los  sectores 
de  las  fuerzas  armadas  que  habían  permanecido  fieles  al  gobierno,  y  acusó  "a 
las  oscuras  fuerzas  del  capitalismo  y  del  comunismo".  La  muchedumbre 
congregada  en  la  plaza  presintió  la  gravedad  del  estado  de  salud  de  Evita  pues 
no  apareció  en  el  balcón  de  la  Casa  Rosada.  En  realidad,  mientras  Perón 
hablaba,  le  estaban  haciendo  una  transfusión  de  sangre  y  había  sido  mantenida 
al  margen  de  lo  sucedido  en  el  día,  aunque  el  nerviosismo  de  los  que  la 
rodeaban  y  la  ausencia  de  Perón  no  deben  haber  pasado  inadvertidos  por  ella. 
El  le  informó  de  los  acontecimientos  a  eso  de  las  seis  de  la  tarde.  Dolida  al  saber 
que  en  el  momento  de  peligro  ella  no  había  estado  en  Plaza  de  Mayo  junto  a  los 
trabajadores,  insistió  en  dirigirle  un  mensaje  por  radio  a  las  nueve  de  la  noche. 
Con  voz  lenta  y  cansada,  agradeció  a  los  descamisados  haber  ido  a  Plaza  de 
Mayo  para  defender  a  Perón  y,  mientras  se  quebraba  en  un  sollozo 
incontenible,  les  prometió  "estar  pronto  en  la  lucha  con  ustedes"  y  les  pidió  que 
rogaran  para  que  "Dios  me  devuelva  la  salud  que  he  perdido,  no  para  mí,  sino 
para  Perón  y  para  ustedes,  mis  descamisados"488. 

Al  día  siguiente,  mientras  recomenzaban  las  misas  para  orar  por  su 
salud,  Evita,  debilitada  y  muy  conmovida  por  los  acontecimientos  del  28, 
reunió  junto  a  su  lecho  a  José  Espejo,  Isaías  Santín,  Florencio  Soto  y  al  general 
Humberto  Sosa  Molina,  comandante  en  jefe  del  Ejército.  En  esta  reunión,  Evita 
decidió  la  compra  de  5.000  pistolas  automáticas  y  1.500  ametralladoras  con 
dinero  de  la  Fundación  Eva  Perón  que  serían  entregadas  a  los  obreros  en  la 
eventualidad  de  otro  levantamiento  militar489.  Este  discutido  acto  de  Evita  es 
sin  embargo  coherente  con  su  conducta  tanto  antes  como  después  del 
levantamiento  del  general  Menéndez.  "Dar  la  vida  por  Perón"  no  era  una 
fórmula  retórica  para  ella,  sino  un  verdadero  compromiso,  que  tenía  plena 
vigencia  desde  el  17  de  octubre  de  1945  y  que  se  traducía  en  la  defensa  sin 
retáceos  de  Perón  y  de  su  causa.  A  partir  de  setiembre  de  1951,  la  situación 
había  cambiado  en  la  medida  en  que  los  enemigos  de  Perón  estaban  dispuestos 
a  derrocarlo  por  las  armas.  Esto  exigía  una  respuesta  por  parte  de  los  peronistas 
y  ella  como  "abanderada"  de  los  humildes  y  "plenipotenciaria  de  los 
trabajadores"  estaba  dispuesta  a  darla,  no  solamente  comprando  armas  sino 
también  imprimiendo  en  los  descamisados  la  necesidad  de  mantenerse  alerta  y 
de  luchar  hasta  la  muerte  por  Perón  y  su  causa.  Así  lo  hace  en  su  discurso  del  17 
de  octubre  de  1951,  del  Io  de  mayo  de  1952  y  hasta  en  su  testamento. 


Ezequiel  Martínez  Estrada,  op.  cit.,  p.  241. 
Todo  es  Historia,  N°  67. 

Democracia,  29  de  setiembre  de  1951. 


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Evita  pasó  los  primeros  días  de  octubre  sin  salir  de  la  residencia 
presidencial,  postrada  por  dolores  cada  vez  más  agudos  que  los  calmantes  no 
conseguían  apaciguar.  Según  el  padre  Benítez,  para  ese  entonces  Perón  ya  había 
sido  informado  del  diagnóstico:  "cáncer  útero-vaginal,  bastante  avanzado,  con 
peligrosas  ramificaciones"490.  La  noticia  lo  golpeó  brutalmente,  pues  era  la 
misma  enfermedad  que  había  matado  a  su  primera  esposa,  Aurelia  Tizón, 
después  "de  cruelísimos  dolores  que  lo  afectaron  más  a  él  que  a  ella"491. 

El  8  de  octubre.  Evita  se  sintió  lo  suficientemente  fuerte  como  para 
levantarse  y  poder  celebrar  el  cumpleaños  de  Perón,  pero  el  15  de  ese  mismo 
mes  no  pudo  estar  presente  en  el  Salón  Peuser  para  celebrar  la  publicación  de 
La  razón  de  mi  vida. 

Llegó  el  17  de  octubre,  el  último  que  vería.  La  plaza  se  llenó  como  nunca 
pues  la  expectativa  por  la  presencia  de  Evita  en  el  balcón  era  muy  grande. 
Vestida  con  un  severo  traje  negro,  pálida  y  frágil,  haciendo  un  esfuerzo  visible, 
saludó  varias  veces  con  los  brazos  en  alto  sostenida  por  Perón.  Después  de  que 
el  público  entonó  el  Himno  Nacional  y  Los  muchachos  peronistas,  José  Espejo  le 
entregó  la  Distinción  del  Reconocimiento  de  Primera  Categoría  por  su 
renunciamiento,  "que  tiene  la  grandeza  de  las  actitudes  de  los  mártires  y  de  los 
santos".  A  continuación.  Perón  le  entregó  la  Gran  Medalla  Peronista  en  Grado 
Extraordinario  y  se  confundieron  en  un  largo  y  tierno  abrazo. 

Evita,  emocionada,  no  atinaba  a  reponerse  para  hablar  y  Perón  inició  su 
discurso. 

"Nunca  podría  haberse  resuelto  un  homenaje  más  justiciero,  más  hondo 
y  más  honorable  que  esta  dedicación  del  17  de  octubre  a  Eva  Perón",  dijo  casi  al 
comienzo  de  su  discurso.  "Ella  no  es  sólo  la  guía  y  la  abanderada  de  nuestro 
movimiento,  sino  que  es  también  su  alma  y  su  ejemplo.  Por  eso,  como  jefe  de 
este  Movimiento  Peronista,  yo  hago  pública  mi  gratitud  y  mi  profundo 
agradecimiento  a  esa  mujer  incomparable  de  todas  las  horas." 

"Ella,  para  nosotros,  nació  con  el  justicialismo.  Lanzó  a  las  falanges 
peronistas  el  soplo  vivificador  de  su  espíritu  incomparable,  para  iluminarlo  y 
proyectarlo  hacia  los  fastos  de  la  historia  de  la  Nación. 

"El  sindicalismo  argentino  recibió  de  ella  ayuda  inigualable;  esas  ayudas 
que  se  realizan  con  el  corazón,  que  hacen  posible  a  los  hombres  y  a  las  mujeres 
transformarse  en  líderes,  transformarse  en  mártires  y  convertirse  en  héroes  de 
los  momentos  de  la  Nación... 

"Estaría  de  más  que  yo  dijese  a  esta  masa  viviente  del  pueblo  argentino, 
cuáles  son  los  méritos  de  la  Fundación  Eva  Perón.  Ellos  a  lo  largo  de  todos  los 
caminos  de  la  Patria,  van  recibiendo  los  beneficios  generosos  y  humildes  de  esta 
benemérita  institución,  que  ha  fijado  para  todos  los  tiempos  de  la  historia 


490  Testimonios  de  Atilio  Renzi  y  de  Florencio  Soto  reproducidos  en  Borroni  y  Vacca,  op.  cit.,  pp. 
298  y  300  respectivamente,  ratificados  en  entrevistas  con  Atilio  Renzi  y  José  Espejo. 

491  _  - 

Careo,  p.  17. 


237 


Marysa  Navarro 


Evita 


argentina  la  figura  de  Eva  Perón  como  una  de  las  mujeres  más  grandes  de  la 
humanidad... 

"El  partido  Peronista  Femenino,  obra  de  su  inteligencia  y  de  su  espíritu 
realizador,  constituye  en  nuestro  país,  como  entidad  política,  un  ejemplo  de 
organización,  de  disciplina  y  de  subordinación  a  la  doctrina  peronista. 

"Ella,  con  una  capacidad  natural  para  el  manejo  político  de  las  masas,  le 
ha  dado  a  este  movimiento  peronista  una  nueva  orientación,  una  mística  y  una 
capacidad  de  realizaciones  en  el  campo  político,  que  ha  puesto  a  la  mujer  casi  a 
la  par  del  antiguo  movimiento  cívico  argentino,  con  muchos  años  de  tradición  y 
de  existencia. 

"Ella,  durante  estos  seis  años,  me  ha  mantenido  informado  al  día  de  las 
inquietudes  del  pueblo  argentino.  Ese  maravilloso  contacto  de  todos  los  días  en 
la  Secretaría  de  Trabajo  y  Previsión,  donde  ha  dejado  jirones  de  su  vida  y  de  su 
salud,  ha  sido  en  holocausto  a  nuestro  pueblo,  porque  ha  permitido  que,  a  pesar 
de  mis  duras  tareas  de  gobierno,  haya  podido  vivir  todos  los  días  un  largo  rato 
en  presencia  y  contacto  con  el  pueblo  mismo. 

"Aparte  de  todo  ello,  ella  ha  tenido,  con  su  tino  maravilloso,  la  guarda  de 
mis  propias  espaldas,  confiadas  en  su  inteligencia  y  en  su  lealtad,  que  son  las 
dos  fuerzas  más  poderosas  que  rigen  el  destino  y  la  historia  de  los  hombres."492 

Durante  unos  minutos,  todavía,  Evita  como  en  un  sueño  siguió  con 
atención  las  palabras  de  Perón.  Nunca  había  oídos  semejantes  alabanzas  de  su 
boca  y  nadie  hasta  entonces  había  definido  más  certeramente  el  papel  que  Evita 
desempeñaba  en  el  gobierno  peronista.  Una  vez  que  Perón  terminó  su  discurso, 
Evita,  que  lo  había  escuchado  sentada,  se  levantó  y  escondiéndose  en  su  pecho, 
se  puso  a  llorar  quedamente.  "Mis  queridos  descamisados",  atinó  a  decir 
finalmente  ante  la  plaza  súbitamente  silenciosa.  "Este  es  un  día  de  muchas 
emociones  para  mí.  Con  toda  mi  alma  he  deseado  estar  con  ustedes  y  con  Perón 
en  esta  día  glorioso  de  los  descamisados.  Yo  no  podré  faltar  nunca  a  esta  cita 
con  mi  pueblo  de  cada  17  de  octubre.  Yo  les  aseguro  que  nada  ni  nadie  hubiera 
podido  impedirme  que  viniera,  porque  yo  tengo  con  Perón  y  con  todos  ustedes, 
con  los  trabajadores,  con  los  muchachos  de  la  CGT,  una  deuda  sagrada:  a  mí  no 
me  importa  si  para  saldarla  atengo  que  dejar  jirones  de  mi  vida  en  el  camino. 

"Tenía  que  venir  y  he  venido  para  darle  las  gracias  a  Perón,  a  la  CGT,  a 
los  descamisados  y  a  mi  pueblo.  A  Perón,  que  ha  querido  honrarme  con  la  más 
alta  distinción  que  puede  honrarse  a  un  peronista  y  con  lo  que  acabo  de  recibir 
esta  tarde,  que  yo  no  terminaré  de  pagarle  ni  entregándoles  mi  vida  para 
agradecerle  lo  bueno  que  siempre  fue  y  es  conmigo.  Nada  de  lo  que  yo  tengo; 
nada  de  lo  que  soy;  ni  nada  de  lo  que  pienso  es  mío;  es  de  Perón.  Yo  no  le  diré 
la  mentira  acostumbrada;  yo  no  le  diré  que  no  lo  merezco,  mi  general.  Lo 
merezco  por  una  sola  cosa,  que  vale  más  que  todo  el  oro  del  mundo;  lo  merezco 
porque  todo  lo  hice  por  amor  a  este  pueblo.  Yo  no  valgo  por  lo  que  hice,  yo  no 
valgo  por  lo  que  he  renunciado;  yo  no  valgo  por  lo  que  soy  ni  por  lo  que  tengo. 


492 


Idem. 


238 


Marysa  Navarro 


Evita 


Yo  tengo  una  sola  cosa  que  vale,  la  tengo  en  mi  corazón,  me  duele  en  el  alma, 
me  duele  en  mi  carne  y  arde  en  mis  nervios.  Es  el  amor  por  este  pueblo  y  por 
Perón.  Y  le  doy  las  gracias  a  usted,  mi  general,  por  haberme  enseñado  a 
conocerlo  y  a  quererlo.  Si  este  pueblo  me  pidiese  la  vida  se  la  daría  cantando, 
porque  la  felicidad  de  un  solo  descamisado  vale  más  que  toda  mi  vida. 

"Tenía  que  venir  a  darle  las  gracias  a  la  CGT  por  la  distinción  que 
significa  el  homenaje  de  laurear  una  condecoración  que  es  para  mí  el  más 
querido  recuerdo  de  los  trabajadores  argentinos.  Tenía  que  venir  para 
agradecerles  el  que  hayan  dedicado  los  trabajadores  y  la  CGT  a  esta  humilde 
mujer  este  glorioso  día.  Y  tenía  que  venir  para  decirles  que  es  necesario 
mantener,  como  dijo  el  general,  bien  alerta  la  guardia  de  todos  los  puestos  de 
nuestra  lucha.  No  ha  pasado  el  peligro.  Es  necesario  que  cada  uno  de  los 
trabajadores  argentinos  vigile  y  que  no  duerma,  porque  los  enemigos  trabajan 
en  la  sombra  de  la  traición,  y  a  veces  se  esconden  detrás  de  una  sonrisa  o  de  una 
mano  tendida.  Y  tenía  que  venir,  para  agradecer  a  todos  ustedes,  mis  queridos 
descamisados  de  todos  los  rincones  de  la  Patria,  porque  el  28  de  setiembre 
ustedes  han  sabido  jugarse  la  vida  por  Perón.  Yo  estaba  segura  que  ustedes 
sabían  —como  lo  han  sabido—  ser  la  trinchera  de  Perón.  Los  enemigos  del 
pueblo,  de  Perón  y  de  la  Patria,  saben  también  desde  hace  mucho  tiempo  que 
Perón  y  Eva  Perón  están  dispuestos  a  morir  por  este  pueblo.  Ahora  también 
saben  que  el  pueblo  está  dispuesto  a  morir  por  Perón. 

"Yo  les  pido  hoy,  compañeros,  una  sola  cosa:  que  juremos  todos, 
públicamente,  defender  a  Perón  y  luchar  por  él  hasta  la  muerte.  Y  nuestro 
juramento  será  gritar  durante  un  minuto  para  que  nuestro  grito  llegue  hasta  el 
último  rincón  del  mundo:  La  vida  por  Perón."  La  multitud  exaltada  prolongó  el 
juramento  por  varios  minutos.  Con  renovadas  energías,  Evita  prosiguió 
entonces  su  discurso.  "Que  vengan  ahora  los  enemigos  del  pueblo,  de  Perón  y 
de  la  Patria.  Nunca  les  tuve  miedo  porque  siempre  creí  en  el  pueblo.  Siempre 
creí  en  mis  queridos  descamisados  porque  nunca  olvidé  que  sin  ellos,  el  17  de 
octubre  hubiese  sido  fecha  de  dolor  y  de  amargura,  porque  estaba  destinado  a 
ser  de  ignominia  y  de  traición.  Pero  el  valor  de  este  pueblo  lo  convirtió  en  un 
día  de  gloria  y  de  felicidad. 

"Yo  les  agradezco,  por  fin,  compañeros,  todo  lo  que  ustedes  han  rogado 
por  mi  salud.  Se  lo  agradezco  con  el  corazón.  Espero  que  Dios  oiga  a  los 
humildes  de  mi  Patria,  para  volver  pronto  a  la  lucha  y  poder  seguir  peleando 
con  Perón,  por  ustedes  y  con  ustedes,  por  Perón  hasta  la  muerte.  Yo  no  quise  ni 
quiero  nada  más  para  mí.  Mi  gloria  es  y  será  siempre  el  escudo  de  Perón  y  la 
bandera  de  mi  pueblo  y  aunque  deje  en  el  camino  jirones  de  mi  vida,  yo  sé  que 
ustedes  recogerán  mi  nombre  y  lo  llevarán  como  bandera  a  la  victoria.  Yo  sé 
que  Dios  está  con  nosotros,  porque  está  con  los  humildes  y  desprecia  la 
soberbia  de  la  oligarquía.  Por  eso,  la  victoria  será  nuestra.  Tendremos  que 
alcanzarla  tarde  o  temprano,  cueste  lo  que  cueste  y  caiga  quien  caiga. 

"Mis  descamisados:  yo  quisiera  decirles  muchas  cosas,  pero  los  médicos 
me  han  prohibido  hablar.  Yo  les  dejo  mi  corazón  y  les  digo  que  estoy  segura, 
como  es  mi  deseo,  que  pronto  estaré  en  la  lucha,  con  más  fuerza  y  con  más 


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Marysa  Navarro 


Evita 


amor,  para  luchar  por  este  pueblo,  al  que  tanto  amo,  como  lo  amo  a  Perón.  Y  les 
pido  una  sola  cosa:  estoy  segura  que  pronto  estaré  con  ustedes,  pero  si  no 
llegara  a  estar  por  mi  salud,  cuiden  al  general,  sigan  fieles  a  Perón  como  hasta 
ahora,  porque  eso  es  estar  con  la  Patria  y  con  ustedes  mismos.  Y  a  todos  los 
descamisados  del  interior,  yo  los  estrecho  muy  cerca  de  mi  corazón  y  deseo  que 
se  den  cuenta  de  cuánto  los  amo."493  Exhausta,  sus  ojos  llenos  de  lágrimas 
recorrieron  una  vez  la  multitud  que  gritaba  su  nombre  con  voz  enronquecida,  y 
abrazando  a  Perón,  estalló  de  nuevo  en  sollozos. 


Democracia,  18  de  octubre  de  1951. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


Capítulo  XIII 

La  enfermedad  y  la  muerte  de  Evita 


A  partir  de  octubre  de  1951  y  hasta  su  muerte,  ocurrida  el  26  de  julio  de 
1952,  Evita  pronunció  un  solo  discurso  desde  el  balcón  de  la  Casa  de  Gobierno 
y  ya  no  volvió  más  a  sus  tareas  del  Ministerio  de  Trabajo  y  Previsión.  Pasó  esos 
largos  meses  prácticamente  recluida  en  la  residencia  presidencial,  saliendo 
ocasionalmente,  pues  le  hacían  frecuentes  transfusiones  de  sangre  y  le  habían 
ordenado  reposo  absoluto. 

Ni  siquiera  pudo  levantarse  de  la  cama  para  asistir  al  acto  con  que  Perón 
inauguró  oficialmente  su  campaña  electoral.  El  peronismo  se  presentó  a  las 
elecciones  con  la  misma  fórmula  del  año  1946,  pues  antes  de  que  la  renuncia  de 
Evita  alimentara  las  ilusiones  de  otros  candidatos,  Perón  les  cortó  por  lo  seco  al 
inclinarse  de  nuevo  por  Quijano.  Por  si  quedaba  alguna  duda,  con  esta  decisión 
confirmó  la  irremediable  caída  en  desgracia  de  Mercante.  Su  defenestración  fue 
de  tal  envergadura  que  en  1953  se  lo  expulsó  del  Partido  Peronista  "por 
inconducta  partidaria  y  deslealtad". 

Totalmente  eclipsado  por  Evita,  hacía  tiempo  que  Quijano  había 
convertido  la  presidencia  del  Senado  en  su  verdadera  función.  Era  el 
"vicepresidente  perfecto",  que  se  limitaba  a  participar  de  los  actos  oficiales  como 
si  se  tratara  de  un  sueño  largamente  acariciado.  Vestido  sepulcralmente  de 
negro  en  invierno  y  con  un  palm-beach  en  verano,  el  cuello  palomita,  los  gruesos 
bigotes  campesinos,  las  solapas  nevadas  de  caspa,  fijaban  una  inconfundible 
presencia  que  Evita  solía  saludar  con  ingeniosas  salidas:  "¿Cómo  le  va  Mar 
Caspio?"494.  Había  sufrido  varias  operaciones  y  estaba  muy  enfermo  cuando 
accedió  a  integrar  la  fórmula  peronista  ante  la  insistencia  de  Perón.  Murió  el  3 
de  abril  de  1952,  antes  de  asumir  sus  funciones  de  vicepresidente  por  segunda 
vez. 

En  esta  instancia,  la  oposición  permaneció  dividida.  La  Unión  Cívica 
Radical  era  el  único  partido  que  representaba  una  amenaza  potencial  aunque 
no  un  peligro  real  para  el  peronismo.  Sus  candidatos  a  la  presidencia  y 
vicepresidencia  respectivamente,  Ricardo  Balbín  y  Arturo  Frondizi,  reunían 
grandes  concentraciones  tanto  en  la  Capital  Federal  como  en  el  interior,  y  la 
campaña  se  realizó  de  nuevo  en  un  clima  de  violencia.  Los  actos  de  la  UCR 


Historia  del  Peronismo,  Primera  Plana  (Buenos  Aires,  29  de  agosto  de  1967,  N°  244), p.  50. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


fueron  interrumpidos  por  la  policía,  se  produjeron  incidentes  con  numerosos 
heridos  y  en  algunos  casos  terminaron  en  verdaderas  batallas  campales495. 

Postrada  en  su  lecho,  Evita  sufría  por  no  poder  estar  "en  la  trinchera" 
junto  a  Perón.  Era  la  primera  vez  que  la  mujer  iba  a  votar  y  quería  que  el 
Partido  Peronista  Femenino  cumpliera  con  el  cometido  que  le  había  trazado 
desde  el  primer  momento:  reelegir  a  Perón  y  por  un  margen  mayor  que  el 
obtenido  en  1946.  El  discurso  que  pronunció  por  radio  en  ocasión  de  la 
inauguración  de  la  Ciudad  Estudiantil,  a  la  cual  no  pudo  asistir,  revela  que  su 
principal  preocupación  en  esos  días  era  el  resultado  de  las  elecciones,  a  pesar  de 
que  sus  palabras  dejan  traslucir  una  enorme  fatiga,  melancolía  y  nostalgia.  El 
triunfo  de  Perón  el  11  de  noviembre,  recordó  a  los  descamisados,  significaría  "la 
victoria  del  pueblo,  la  victoria  definitiva  de  los  trabajadores,  la  primera  victoria 
de  la  Patria  sobre  sus  enemigos  de  dentro  y  de  fuera;  sobre  los  que  la  vendieron 
una  vez  y  quieren  venderla  nuevamente"496.  Confirmando  el  sentido  político 
que  tenía  la  Fundación,  declaró  inaugurados  en  esa  fecha  cuatro  hogares  de 
ancianos,  ocho  hogares-escuela,  una  clínica  de  enfermos  pulmonares  y  once 
policlínicos.  Además  "entregó  al  pueblo"  ciento  cincuenta  escuelas  y  doscientas 
proveedurías.  El  29  de  octubre  pronunció  otro  discurso  por  radio  dirigido  a  las 
mujeres  peronistas  y  el  1  de  noviembre  Democracia  publicó  un  artículo  suyo 
titulado  "El  destino  de  la  Patria  se  define  el  11  de  noviembre". 

Mientras  tanto,  su  salud  empeoraba  visiblemente.  Cuando  le 
mencionaban  la  posibilidad  de  una  operación,  se  ponía  furiosa  y  reaccionaba 
gritando:  "A  mí  no  me  opera  nadie,  ni  locos  me  van  a  operar"497.  Sin  embargo, 
como  el  tratamiento  de  radium  no  la  mejoraba  y  continuaban  los  dolores, 
accedió  finalmente  a  ser  operada.  El  3  de  noviembre  fue  internada  en  el 
Policlínico  Presidente  Perón,  uno  de  los  tres  hospitales  gemelos  construidos  por 
la  Fundación  en  Avellaneda,  y  tres  días  más  tarde  fue  operada.  Estuvo  a  cargo 
de  la  intervención  el  doctor  George  T.  Pack,  famoso  cirujano  norteamericano, 
aunque  oficialmente  lo  hizo  el  Dr.  Ricardo  Finochietto.  Como  Evita  nunca 
permitió  que  le  hicieran  un  examen  ginecológico  sino  bajo  anestesia,  éste  no 
tuvo  oportunidad  de  examinarla  hasta  que  le  dieron  una  anestesia  general. 
Participaron  en  la  operación  los  doctores  Finochietto,  Dionisi,  Horacio  Monaco 
y  Roberto  Goyenechea,  que  fue  el  anestesista.  María  Antonia  Osorio  fue  la 
instrumentista. 

Al  saberse  que  Evita  estaba  internada,  la  calle  frente  al  hospital  se  llenó 
de  gente  que  se  puso  a  rezar,  en  una  vigilia  permanente  que  no  cesó  durante  los 
días  que  duró  su  internación,  mientras  en  las  iglesias  aumentaban  las  misas  que 
por  ella  se  decían  en  todo  el  país. 

El  9  de  noviembre,  fecha  en  que  se  cerraba  la  campaña  electoral,  las 
emisoras  propalaron  un  discurso  que  ella  había  grabado  antes  de  ser  internada. 
No  votar  por  Perón  es  "traicionar  al  país",  dijo  con  su  voz  inconfundible, 


Historia  del  Peronismo,  Primera  Plana  (N°  244). 

Democracia,  28  de  octubre  de  1951. 

Entrevista  con  Pilar  Madirolas,  una  de  las  enfermeras  que  cuidó  a  Evita. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


mientras  yacía  en  el  hospital  reponiéndose  de  la  operación.  "Si  pido  a  los 
argentinos  que  voten  por  Perón  no  lo  hago  como  mujer  del  general  sino  como 
abanderada  del  pueblo,  como  Evita,  como  personera  plenipotenciaria  de  los 
trabajadores"498.  El  pueblo  debía  votar  a  Perón  porque  en  1951  se  planteaba  la 
misma  disyuntiva  que  en  1946  y  la  respuesta  no  podía  ser  otra  que  la  que  había 
dado  en  aquella  oportunidad.  Aunque  enferma,  el  11  de  noviembre  estará  con 
todos  los  descamisados  siguiéndolos  "como  una  sombra,  repitiéndoles  en  los 
oídos  y  en  la  conciencia  el  nombre  de  Perón  hasta  que  depositen  en  la  urna  su 
voto  como  un  mensaje  de  cariño,  de  fe  y  de  lealtad  hacia  el  Líder  del  pueblo. 
Cuando  cada  uno  de  ustedes  deposite  su  voto,  quiero  que  piense  y  que  sepa 
que  yo  estaré  espiritualmente  a  su  lado  para  darle  las  gracias  en  nombre  de 
Perón..."499.  Ese  mismo  día,  satisfaciendo  una  solicitud  de  Evita,  la  Junta 
Electoral  decidió  permitir  que  votara  desde  su  cuarto  de  hospital  por  considerar 
que  el  voto  femenino  se  debía  a  sus  esfuerzos.  La  medida  fue  adoptada  a  pesar 
de  la  oposición  de  los  apoderados  radicales  y  socialistas.  El  Partido  Comunista 
votó  a  favor,  pidiendo  que  se  extendiera  también  a  Rodolfo  Ghioldi,  que  estaba 
enfermo  en  Rosario,  lo  cual  se  hizo. 

La  decisión  de  la  Junta  Electoral  hizo  posible  que  Evita  votara  por 
primera  y  única  vez  en  su  vida  el  11  de  noviembre  de  1951.  La  presidenta  de 
mesa,  dos  fiscales  y  dos  agentes  de  policía  le  trajeron  las  diferentes  boletas  que 
dejaron  sobre  su  cama  y  salieron  —la  boleta  del  Partido  Peronista  tenía  la  efigie 
de  Perón  de  un  lado  y  la  de  Evita  del  otro  — .  Al  momento,  los  fiscales  volvieron 
a  entrar  con  la  urna  y  Evita  depositó  su  voto.  "Ya  voté",  anunció  con  una  sonrisa 
cuando  la  puerta  se  abrió  de  nuevo  para  dejar  entrar  a  Perón,  y  se  puso  a  llorar. 
Uno  de  los  fiscales,  el  escritor  David  Viñas,  recuerda  el  contraste  entre  lo  que 
acontecía  adentro  y  afuera  del  policlínico.  "Asqueado  por  la  adulonería  que 
encontré  en  torno  a  Eva  Perón,  me  conmovió  la  imagen  de  las  mujeres  que 
afuera,  de  rodillas,  rezando  en  la  vereda,  tocaban  la  urna  que  tenía  el  voto  de 
Eva  y  la  besaban.  Una  escena  alucinante,  digna  de  Tolstoy"500. 

La  operación,  oficialmente  todo  un  éxito,  no  pudo  detener  sin  embargo  el 
cáncer  que  tanto  la  hacía  sufrir.  El  14  de  noviembre,  Evita  abandonó  el 
policlínico  acompañada  por  una  caravana  de  colectivos  y  ómnibus  que  la 
llevaron  hasta  la  residencia  presidencial,  donde  la  gente  también  se  había 
amontonado  esperando  su  retorno.  Ese  mismo  día,  después  de  descansar 
durante  unas  horas,  recibió  a  la  comisión  directa  de  la  CGT. 

En  la  residencia,  le  habían  preparado  un  cuarto  alejado  del  dormitorio  de 
Perón,  para  no  molestarlo.  Acostada  en  su  cama  Luis  XV,  en  su  habitación 
tapizada  de  brocado  rosa  con  dos  amplios  ventanales,  habría  musitado:  "¡Pensar 
que  me  tenía  que  morir  para  que  me  arreglaran  una  habitación  como  la 
gente!"501.  Tres  enfermeras  de  la  Fundación,  Pilar  Madirolas  y  las  hermanas  Rita 


498 

499 

500 

501 


Democracia,  10  de  noviembre  de  1951. 

Ibid. 

Véase  el  testimonio  de  Viñas  en  Borroni  y  Vacca,  op.  cit.,  p.  296. 
Entrevista  con  Pilar  Madirolas. 


243 


Marysa  Navarro 


Evita 


y  María  Eugenia  Álvarez  comenzaron  a  turnarse  de  nuevo  para  cuidarla  día  y 
noche,  como  lo  habían  hecho  desde  el  28  de  setiembre. 

Como  era  de  esperar,  Perón  ganó  por  un  margen  mayor  que  en  las 
elecciones  de  1946.  El  resultado  final  arrojó  4.608.951  votos  para  el  peronismo, 
de  los  cuales  2.441.558  eran  femeninos,  y  2.326.563  para  el  radicalismo.  El  16,  el 
acto  organizado  por  la  CGT  para  festejar  el  resultado  de  las  elecciones  terminó 
con  una  enorme  procesión  de  antorchas  que  encaminó  sus  pasos  hacia  la 
residencia  presidencial  para  prestar  homenaje  a  Evita. 

El  domingo  2  de  diciembre,  como  hacía  unos  días  que  se  sentía  más 
aliviada  y  era  una  tarde  tibia  de  sol,  salió  a  dar  una  vuelta  en  coche  con  Perón. 
Insistió  además  en  grabar  un  discurso  que  fue  irradiado  el  7  de  diciembre  para 
agradecer  al  pueblo  el  haber  votado  la  fórmula  peronista  el  11  de  noviembre, 
como  si  se  sintiera  responsable  por  su  triunfo  y  éste  se  debiera  principalmente  a 
su  pedido.  Su  deuda  con  los  descamisados  ya  no  tenía  medida,  les  dijo,  tanto 
por  el  17  de  octubre,  como  por  el  22  de  agosto,  el  28  de  setiembre  y  ahora  el  11 
de  noviembre.  Sabía  que  podía  morir  tranquila  pues  Perón  estaría  bien 
guardado  ya  que  "cada  peronista  ha  tomado  como  suyo  mi  propio  trabajo  de 
eterna  vigía  de  la  Revolución"502.  Reiteró  su  impaciencia  por  volver  a  la  lucha 
para  que  la  causa  justicialista  "se  consolide  en  esta  tierra  nuestra  tan  querida  y 
señale  para  todos  los  pueblos  y  para  todos  los  tiempos  el  maravilloso  comienzo 
de  una  edad  nueva  de  la  historia  del  mundo:  la  edad  definitiva  de  los  pueblos... 
La  edad  en  que  los  hombres  no  sean  conducidos  por  unos  mercaderes  del 
hambre  y  de  la  guerra...  La  edad  en  que  los  pueblos  tomarán  las  riendas  de  sus 
propios  destinos,  dispuestos  a  vivir  en  paz  a  la  sombra  de  la  verdadera  justicia 
y  de  la  verdadera  libertad"503. 

Pudo  salir  también  otro  domingo  y  las  Navidades  la  encontraron  con 
fuerzas  suficientes  para  grabar  un  mensaje,  como  lo  hacía  desde  1946,  distribuir 
juguetes  a  un  grupo  de  niños  en  la  residencia  presidencial  y  pasear  un  rato  con 
ellos  por  los  jardines.  Ese  año,  la  Fundación  repartió  2.000.000  de  panes  dulces, 
2.000.000  de  botellas  de  sidra  y  4.000.000  de  juguetes.  El  4  de  enero,  asistió  a  la 
ceremonia  en  la  cual  la  CGT  entregó  al  doctor  Finochietto  una  moneda  de  oro 
"por  la  intervención  que  realizó  para  la  curación  de  la  más  grande  de  las 
mujeres  de  nuestra  época  y  de  la  historia:  Eva  Perón"504. 

En  cambio  el  2  de  febrero  no  pudo  presenciar  la  iniciación  de  la  rueda 
final  del  campeonato  infantil  "Evita".  Es  que  habían  vuelto  a  aparecer  las 
punzadas  y  una  biopsia  reveló  que  el  mal  no  había  sido  extirpado  de  raíz.  Era 
un  verano  caluroso.  Cuando  sentía  dolores  intensos  y  sus  fuerzas  se 
debilitaban,  Evita  permanecía  acostada,  vestida  con  sus  pijamas  a  lunares,  su 
perra  Canela  acurrucada  a  los  pies  de  su  cama.  Si  se  sentía  mejor,  buscaba 
retomar  los  hilos  de  su  vida  normal.  Alcaraz  venía  entonces  a  peinarla,  aunque 
ahora  casi  siempre  usaba  el  pelo  atado  en  dos  trenzas  infantiles  o  en  una  gruesa 


502 

503 

504 


Democracia,  8  de  diciembre  de  1951. 
Ibid. 

Democracia,  5  de  enero  de  1952. 


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Evita 


que  le  caía  sobre  la  espalda.  Sarita  le  arreglaba  las  manos,  cada  vez  más 
descarnadas.  Charlaba  con  sus  enfermeras,  a  veces  hasta  soñaba  con  un  posible 
viaje  a  Medio  Oriente  y  discutía  con  Renzi  lo  que  él  hacía  para  proseguir  la 
ayuda  social  directa.  Bajaba  al  gran  hall  de  la  residencia  donde  proyectaban 
películas  —la  última  que  vio  fue  Cyrano  de  Bergerac,  e  infaltablemente  requería 
la  presencia  de  "Espejito"  como  llamaba  al  secretario  de  la  central  obrera,  del 
gallego  Santín,  etc.—  Sus  médicos,  los  doctores  Finochietto,  Jorge  Albertelli, 
Jorge  Taiana  y  Alberto  Taquini,  le  prohibían  recibir  demasiadas  visitas,  pero  su 
voluntad  aún  podía  más  y  ella  hacía  venir  a  las  personas  que  quería  ver  cuando 
Perón  estaba  en  Casa  de  Gobierno  para  que  no  se  enojara  con  ella.  "En  una 
oportunidad  en  que  la  reprendí  muy  severamente",  cuenta  Perón,  "me 
respondió:  Sé  que  estoy  muy  enferma  y  sé  también  que  no  me  salvaré.  Pero 
pienso  que  hay  cosas  más  importantes  que  la  propia  vida  y  si  no  las  realizase 
me  parecería  no  dar  cumplimiento  a  mi  destino"505. 

Tenía  que  oír  los  discursos  de  las  mujeres  que  iban  a  ingresar  por 
primera  vez  en  el  Parlamento,  hacerles  recomendaciones,  saber  cómo  seguían  la 
Escuela  Infantil  y  la  Ciudad  Estudiantil  sin  su  presencia,  ver  que  los  pedidos  de 
ayuda  fueran  satisfechos,  y  no  podía  cortar  repentinamente  sus  lazos  con 
Espejo,  Soto  y  demás  gremialistas  pues  necesitaba  de  ellos  para  sentirse  con 
vida  y  pensar  que  algún  día  quizás  volvería  a  sus  entrevistas  con  delegaciones 
sindicales  en  el  Ministerio  de  Trabajo  y  a  las  alegres  sobremesas  del  Hogar  de  la 
Empleada.  Cuando  Perón  tomó  la  costumbre  de  quedarse  en  casa  por  las  tardes 
para  hacerle  compañía,  entonces  hacía  venir  a  sus  amigos  por  la  noche.  Después 
de  las  9,  cuando  él  ya  estaba  acostado,  comenzaban  a  subir  de  uno  a  uno,  en 
punta  de  pie  "para  que  el  general  no  se  despertara". 

No  es  que  estuviera  sola,  ni  mucho  menos.  Además  de  Perón  y  de  Irma, 
allí  estaban  doña  Juana  y  sus  tres  hermanas,  que  se  turnaban  para  cuidarla; 
también  Juancito  le  hacía  compañía,  pues  salía  mucho  menos  desde  que  ella 
había  caído  enferma;  Nicolini  no  dejaba  pasar  un  día  sin  venir  a  verla  y  Renzi 
no  parecía  dormir  en  su  casa  pues  a  cualquier  hora  estaba  dispuesto  a  hacer  lo 
que  le  pidiera.  Había  siempre  mucha  gente  a  su  alrededor,  pues  ministros  y 
legisladores  pasaban  por  la  residencia  por  lo  menos  una  vez  al  día,  pero  tener  a 
"los  muchachos"  a  su  lado  era  mantenerse  en  contacto  con  sus  tareas  del 
Ministerio  de  Trabajo  y  saborear  un  poco  de  esa  vida  agitada  que  tanto  había 
disfrutado. 

El  5  de  marzo  pudo  estar  presente  en  la  clausura  del  campeonato  infantil 
en  la  cancha  de  River  Píate.  El  28  de  ese  mes  asistió  a  su  último  acto  gremial  en 
el  Teatro  Enrique  Santos  Discépolo:  el  cierre  del  Congreso  de  Trabajadores 
Rurales,  donde  habló  del  Plan  Agrario  que  patrocinaba  la  Fundación.  Y  el  3  de 
abril  se  levantó  para  ir  al  velorio  de  Hortensio  J.  Quijano. 

En  esa  época,  la  residencia  pasó  a  ser  visita  obligatoria  para  todo 
dignatario  o  personalidad  que  llegara  al  país,  como  antes  lo  había  sido  el 
Ministerio  de  Trabajo.  El  7  de  febrero.  Evita  recibió  al  boxeador  francés  George 


505  Juan  Perón,  op.  cit.,  p.  59. 


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Evita 


Carpentier  y  el  24  de  abril  por  la  mañana  al  general  Pedro  Aurelio  de  Goes 
Monteiro,  jefe  del  Estado  Mayor  brasileño  que  vino  con  el  teniente  coronel 
Ernesto  Geisel,  también  del  Estado  Mayor.  Los  acompañaban,  entre  otros,  el 
embajador  brasileño  en  Buenos  Aires,  Juan  Baptista  Luzardo,  y  el  capitán  de 
navio  Isaac  F.  Rojas.  Goes  Monteiro  le  anunció  la  decisión  del  gobierno 
brasileño  de  condecorarla  con  la  Orden  del  Cruzeiro  do  Sul  en  el  grado  de  Gran 
Cruz.  Evita  lo  recibió  vestida  con  unos  pantalones  que  caían  sin  forma  sobre  su 
cuerpo  emaciado,  el  pelo  recogido  en  dos  trencitas  atadas  con  lazos.  Unos  días 
antes,  sin  embargo,  el  17  de  abril,  se  había  ataviado  como  en  sus  mejores 
tiempos,  con  un  escotado  vestido  de  terciopelo  color  vino,  su  magnífico  collar 
de  perlas  y  un  enorme  sombrero  de  plumas  y  se  había  presentado 
resplandeciente  en  la  Casa  Rosada  para  recibir  la  Orden  de  los  Omeyades  que  le 
concedió  el  gobierno  sirio  por  intermedio  de  su  embajador  plenipotenciario, 
Ziki  Djaba.  El  día  anterior  había  ido  junto  con  Perón  por  un  momento  al 
Ministerio  de  Trabajo.  Era  un  miércoles,  día  en  que  Perón  debía  mantener  su 
reunión  semanal  con  el  secretario  de  la  CGT  en  la  Casa  Rosada.  El  recinto 
estaba  colmado  de  dirigentes  sindicales.  Muy  emocionada,  Evita  anunció  que  a 
partir  de  aquella  fecha  Perón  se  reuniría  semanalmente  con  los  gremialistas  en 
ese  mismo  lugar,  en  vez  de  hacerlo  en  la  Casa  de  Gobierno. 

Ante  el  asombro  de  sus  médicos,  el  1  de  mayo  recuperó  por  unas  horas  la 
energía  y  el  fuego  que  ya  se  escapaban  indefectiblemente  de  su  cuerpo  y  dirigió 
la  palabra  a  los  descamisados  por  última  vez.  Dejó  de  lado  el  tono  mesiánico  de 
sus  discursos  electorales  y  con  fuerza  inusitada  afirmó  en  cambio  la  realidad  del 
"pueblo  humilde  de  la  Patria,  que  aquí  y  en  todo  el  país  está  de  pie  y  lo  seguirá 
a  Perón,  el  líder  del  pueblo,  porque  ha  levantado  la  bandera  de  la  redención  y 
de  justicia  de  la  masa  trabajadora".  Hablando  en  nombre  del  pueblo,  proclamó 
que  éste  lo  seguiría  "contra  la  oposición  de  los  traidores  de  adentro  y  de  afuera", 
y  esta  vez  fue  más  lejos  que  nunca  en  sus  amenazas:  "Si  es  preciso  haremos 
justicia  con  nuestras  propias  manos.  Yo  le  pido  a  Dios  no  permita  a  esos 
insensatos  levantar  la  mano  contra  Perón,  porque  ¡guay  de  ese  día!,  mi  General, 
yo  saldré  con  el  pueblo  trabajador,  yo  saldré  con  las  mujeres  del  pueblo,  yo 
saldré  con  los  descamisados  de  la  Patria  para  no  dejar  en  pie  ningún  ladrillo 
que  no  sea  peronista;  porque  nosotros  no  nos  vamos  a  dejar  aplastar  más  por  la 
bota  oligárquica  y  traidora  de  los  vendepatrias  que  han  explotado  a  la  clase 
trabajadora".  Como  si  supiera  que  ésta  sería  la  última  vez  que  hablaría  mano  a 
mano  con  los  descamisados,  les  dijo  que  quería  "darles  un  mensaje:  que  estén 
alertas.  El  enemigo  acecha,  no  perdona  jamás  que  un  argentino,  que  un  hombre 
de  bien,  el  General  Perón,  esté  trabajando  por  el  bienestar  de  su  pueblo  y  la 
grandeza  de  la  Patria.  Los  vendepatrias  de  adentro,  que  se  venden  por  cuatro 
monedas,  están  también  en  acecho  para  dar  el  golpe  en  cualquier  momento"506. 

Cuando  finalizó,  la  vida  parecía  haber  abandonado  su  cuerpo.  Pálida  y 
ojerosa,  abandonó  el  balcón  sostenida  por  Perón.  "En  la  sala  detrás  de  las 
ventanas,  a  través  de  las  cuales  llegaba  todavía  la  voz  de  la  multitud  que  la 


Argentina,  Presidencia  de  la  Nación,  Subsecretaría  de  Informaciones,  Perón  y  Eva  Perón 
hablan  a  los  trabajadores.  1  de  mayo  de  1952,  página  sin  numerar. 


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Evita 


llamaba",  recuerda  Perón,  "se  oía  solamente  mi  respiración;  la  de  Eva  era 
imperceptible  y  fatigada.  Entre  mis  brazos  no  había  más  que  una  muerta"507. 

Para  el  7  de  mayo,  fecha  de  su  cumpleaños,  ya  se  había  repuesto  lo 
suficiente  como  para  posar  con  su  sonrisa  triste  en  numerosas  fotografías.  La 
residencia  presidencial  se  llenó  de  flores  que  mandaron  sindicatos,  autoridades 
partidarias,  legisladores,  etc.  Afuera,  caravanas  de  coches  corrieron  la  Avenida 
del  Libertador  y  la  banda  de  policía  festejó  el  acontecimiento  con  un  concierto. 
Era  tanta  la  gente  que  se  congregó  frente  a  la  residencia  que  Evita  tuvo  que  salir 
al  balcón  para  saludar.  Al  día  siguiente,  fue  por  última  vez  al  Hogar  de  la 
Empleada  para  asistir  al  casamiento  de  Emma  Nicolini.  Aunque  solamente  se 
quedó  un  momento,  su  gesto  servía  para  testimoniar  el  afecto  que  sentía  por 
ella  y  sobre  todo  por  su  padre. 

Pesaba  treinta  y  ocho  kilos,  pero  empecinada  hasta  el  fin,  todos  los  días 
buscaba  en  la  balanza  la  señal  de  que  se  iniciaba  su  mejoría.  Desalentada, 
exclamaba:  "¡Pensar  los  sacrificios  que  hice  para  adelgazar  y  ahora,  mirá!". 
Hasta  los  últimos  días,  Renzi  le  daba  vuelta  a  la  tuerca  que  indicaba  el  registro 
de  la  balanza  para  engañarla.  "A  veces  se  me  iba  la  mano  y  ella  estallaba  de 
alegría  porque  creía  que  había  aumentado  de  peso."508  Ya  no  le  hacían  más 
radioterapias  en  su  antiguo  dormitorio.  Tenía  el  cuerpo  lacerado  y  para  que 
estuviera  más  cómoda,  ahora  yacía  en  una  cama  ortopédica,  como  esas  que 
compraba  para  sus  policlínicos.  "Aquellos  días  de  pausa  fueron  el  infierno  para 
Evita",  recuerda  Perón.  "Estaba  reducida  sólo  a  piel,  a  través  de  la  cual  se 
percibía  ya  el  blancor  de  los  huesos.  Sólo  los  ojos  parecían  vivos  y  elocuentes.  Se 
posaban  sobre  las  cosas,  interrogaban  a  todos:  a  veces  estaban  serenos,  a  veces 
parecían  desesperados."509  Se  despedía  poco  a  poco  de  sus  amigos,  regalándoles 
objetos  que  le  pertenecían,  o  comprándoles  pulseras,  medallas,  etc.  Todos  a  su 
alrededor  buscaban  hacerle  olvidar  esos  agudos  dolores  que  la  traspasaban.  Se 
mostraban  optimistas  y  alegres,  pero  el  único  que  conseguía  borrar  la  tristeza  y 
el  dolor  de  sus  ojos,  hacerla  reír  todavía  alguna  vez,  era  Nicolini. 

El  28  de  mayo,  haciendo  un  esfuerzo,  recibió  a  los  gobernadores  y 
legisladores  electos.  Les  pidió  que  fueran  "fanáticos  peronistas.  Tenemos  que 
olvidarnos  un  poco  de  los  que  nos  hablan  de  prudencia  y  ser  fanáticos.  Los  que 
proclaman  la  dulzura  y  el  amor  se  olvidan  que  Cristo  dijo:  'He  venido  a  hacer 
fuego  a  la  tierra  porque  quiero  que  arda  más'.  El  nos  da  el  ejemplo  de  fanatismo 
y  por  eso  debemos  ser  fanáticos  con  Perón  hasta  la  muerte".  Antes  de  finalizar, 
les  pidió  que  se  mantuvieran  unidos  y  recomendó  una  vez  más  que  no  se 
olvidaran  de  los  descamisados,  "porque  son  los  más  cercanos  a  nuestros 
corazones  de  peronistas"510. 

El  4  de  junio,  Perón  debía  asumir  el  mando  por  segunda  vez.  Ese  día, 
recuerda  Apold,  entonces  subsecretario  de  Informaciones  de  la  Presidencia, 


Juan  Perón,  op.  cit,  p.  60. 

508  Borroni  y  Vacca,  op.  cit.,  p.  299. 

509  Juan  Perón,  op.  cit.,  p.  61. 

510  Argentina,  Presidencia  de  la  Nación,  Subsecretaría  de  Informaciones,  Dijo  Eva  Perón: 
"Siempre  debemos  tener  a  flor  de  labios  la  palabra  peronista",  1951,  pág.  sin  numerar. 


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Evita 


"llegué  a  la  residencia  a  las  10  de  la  mañana,  para  entregarle  [a  Evita]  un 
ejemplar  de  Argentina  en  marcha,  un  libro  que  la  Subsecretaría  acababa  de  editar 
y  que  reflejaba  la  obra  del  peronismo.  Cuando  pasé  por  el  dormitorio  de  Perón, 
noté  que  tenía  la  puerta  abierta  y  entré.  El  general  conversaba  animadamente 
con  doña  Juana.  Estaban  preocupados  porque  la  enferma  se  empeñaba  en  ir  al 
acto". 

"El  general  me  sugirió  que  le  dijera  a  Eva  que  afuera  hacía  mucho  frío.  La 
señora  vestía  un  pijama  celeste.  Hojeó  el  libro  con  atención.  Al  ver  una  gran 
fotografía  suya,  las  lágrimas  le  brotaron." 

—  ...Lo  que  llegué  a  ser  y  miren  cómo  estoy  ahora  —se  quejó. 

"Para  cambiar  de  tema,  le  comenté  que  en  la  calle  hacía  un  frío  tremendo. 
Ella  se  enojó  mucho  y  me  recriminó: 

—  Eso  es  una  orden  del  general,  pero  yo  voy  igual.  La  única  manera  de 
que  me  quede  en  esta  cama  es  estando  muerta. 

Y  se  salió  con  la  suya.  "Le  dieron  tres  dosis  de  calmante  y  luego,  en  la 
Casa  Rosada,  otras  dos  más"511. 

Había  prometido  que  se  sentaría  durante  el  recorrido  que  haría  con 
Perón  en  un  coche  abierto.  Pero  no  lo  hizo,  se  obstinó  en  ir  de  pie,  arrebujada  en 
un  abrigo  de  piel.  Y  mientras  levantaba  con  dificultad  su  brazo  derecho  para 
saludar  a  la  multitud  por  última  vez,  sonreía  levemente,  saboreando  el  triunfo 
de  Perón,  que  era  también  el  suyo. 

Durante  esos  meses  en  que  Evita  se  debatió  entre  la  vida  y  la  muerte  en 
medio  de  intensos  dolores,  una  extraña  atmósfera  invadió  Buenos  Aires.  Por  un 
lado,  los  círculos  antiperonistas  anunciaban  periódicamente  su  muerte 
descreyendo  los  frecuentes  boletines  médicos  que  daban  cuenta  del  estado  de 
su  salud.  Se  tejían  rumores  fantásticos  sobre  la  inusitada  naturaleza  de  su 
enfermedad,  los  olores  nauseabundos  que  despedía  su  cuerpo  y  la  supuesta 
actitud  de  Perón,  que  no  entraba  en  su  cuarto  y  cuando  lo  hacía  se  cubría  la  cara 
por  miedo  a  contagiarse512.  La  presencia  de  Evita  en  el  balcón  de  la  Casa  Rosada 
el  1  de  mayo  y  en  las  ceremonias  del  4  de  junio,  era  interpretada  como  un  acto 
desesperado  por  parte  de  un  dictador  cuyo  fin  estaba  ya  próximo  pues  su 
popularidad  había  declinado  y  la  única  que  mantenía  el  fervor  del  pueblo  era 
Evita. 

Por  otro  lado,  en  las  iglesias  de  la  Capital  y  el  resto  del  país,  las  misas, 
plegarias  y  procesiones  por  el  restablecimiento  de  Evita  se  sucedían 
ininterrumpidamente,  como  no  cesaban  tampoco  los  homenajes  y  actos  en  los 
que  se  exaltaba  su  figura,  para  la  cual  ya  no  existían  superlativos. 

Desde  la  aparición  de  La  razón  de  mi  vida,  un  artículo  detrás  de  otro 
alababa  su  valor  literario,  su  significado,  la  profundidad  de  los  sentimientos  allí 


Borroni  y  Vacca,  op.  cit.,  ps.  300-301. 

512  Véase  Marie  Langer,  Fantasías  eternas  a  la  luz  del  psicoanálisis  (Buenos  Aires:  Editorial  Nova, 
1957).  Muchos  de  los  rumores  reaparecen  en  la  literatura  antiperonista,  no  con  forma  de  rumores  o 
mitos  sino  como  hechos  reales.  Véase  capítulo  XIV. 


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expresados,  etc.  "¿Qué  otra  voz  en  el  mundo  ha  despertado  igual  resonancia  en 
el  alma  del  ser  humano?",  preguntaba  Democracia.  "Únicamente  la  voz  de 
Jesús"513.  Se  anunciaban  en  ediciones  en  varias  lenguas,  hasta  en  Braille.  Una 
unidad  básica  levantó  un  altar  al  libro  y  el  25  de  junio  fue  declarado  texto  oficial 
para  los  cursos  de  educación  cívica  en  la  provincia  de  Buenos  Aires,  entonces 
gobernada  por  Aloé.  El  17  de  julio,  el  Congreso  aprobó  una  ley  que  lo  establecía 
como  texto  obligatorio  en  todos  los  institutos  de  enseñanza  del  Estado.  Como 
había  dificultades  para  publicarlo  en  los  Estados  Unidos,  el  4  de  julio,  la  CGT 
organizó  un  acto  de  desagravio  a  Evita  y  de  "glorificación"  en  el  Luna  Park. 
Entre  críticas  al  imperialismo,  fue  ensalzada  por  sus  virtudes  y  su  espíritu  de 
sacrificio.  En  su  discurso.  Espejo  dijo  que  así  como  "Augusto,  primer  emperador 
romano,  erigió  un  culto  religioso  a  la  memoria  de  César,  convirtiéndolo  en 
Dios",  en  la  Argentina,  "la  Patria  entera  realiza  la  apoteosis  de  su  heroína"514. 

Pero  esto  no  bastaba.  Se  descubrían  bustos  suyos  en  edificios  públicos;  la 
ciudad  de  Quilmes  cambió  su  nombre  por  Eva  Perón  (como  lo  haría  también 
más  tarde  la  capital  de  la  provincia  de  Buenos  Aires,  La  Plata);  en  Lomas  de 
Zamora  se  erigió  un  monumento  en  su  honor;  las  sesiones  de  las  cámaras 
legislativas  fueron  denominadas  "Período  Legislativo  Eva  Perón".  El  7  de  mayo, 
como  resultado  de  un  proyecto  de  ley  presentado  por  Cámpora,  siempre 
presidente  de  la  Cámara  de  Diputados,  el  Congreso  declaró  a  Perón  "Libertador 
de  la  República"  y  a  Evita,  Jefa  Espiritual  de  la  Nación.  Su  acción  y  su  obra  "la 
han  colocado,  a  justo  título,  en  el  orden  espiritual,  como  partícipe  de  las  tareas 
del  jefe  del  Estado,  por  lo  que  merece  el  título  de  Jefa  Espiritual  de  la  Nación"515. 
Al  comenzar  el  debate,  que  no  fue  tal,  sino  más  bien  una  competencia  de 
ditirambos,  Delia  Degliuomini  de  Parodi  pronunció  un  discurso  en  nombre  de 
todas  las  mujeres  peronistas,  para  dejar  sentada  "nuestra  eterna  gratitud  a  Eva 
Perón  (aplausos  prolongados),  que  supo  darnos  el  lugar  que  merecía  nuestra 
dignidad  de  mujeres  en  la  nueva  Argentina  justa,  libre  y  soberana  de  Perón". 
Finalizó  sus  palabras  con  la  predicción  de  que  las  generaciones  venideras  nos 
envidiarán  el  haber  vivido  con  Evita  sus  horas  y  sus  días  y  la  historia  también 
dirá  que  esta  bancada  peronista  se  puso  de  pie  para  llevar  hasta  el  cielo  sus 
palabras  de  bendición  a  la  mujer  más  extraordinaria  de  todas  las  épocas,  Eva 
Perón"516.  El  16  de  junio,  Cámpora  presentó  otro  proyecto  de  ley  para  que  Evita 
recibiera  el  collar  de  la  Orden  del  Libertador  General  San  Martín,  una  magnífica 
joya  que  le  fue  concedida  dos  días  más  tarde517. 

Todos  estos  debates  dieron  oportunidad  a  que  los  legisladores  peronistas 
se  lanzaran  en  una  carrera  desenfrenada  de  panegíricos  que  llegó  a  su  punto 
máximo  durante  las  discusiones  sobre  el  monumento  a  Eva  Perón. 


Democracia,  1  de  noviembre  de  1951. 

514  Democracia,  5  de  julio  de  1952. 

515  Argentina,  Congreso  Nacional,  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados  (Buenos  Aires: 
Imprenta  del  Congreso  de  la  Nación,  1953),  p.  75. 

516  Ibid.,  p.  11. 

517  El  collar  costó  1.490.000  pesos,  de  los  cuales,  según  la  firma  Ghiso  S.A.,  solamente  recibió 
300.000  pesos.  La  Nación,  26  de  abril  de  1968. 


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Evita 


Desde  el  año  1946,  el  gobierno  había  proyectado  erigir  un  monumento  al 
descamisado  pero  nunca  había  sido  concretado.  Evita  reavivó  los  planes  en 
1951  y  encargó  al  escultor  italiano  León  Tomassi  el  cometido  de  presentarle  una 
maqueta  que  ella  vio  en  el  mes  de  diciembre  después  de  su  operación.  Le  hizo 
ciertas  indicaciones,  o  por  lo  menos  así  lo  aseguraron  voceros  del  gobierno 
después  de  su  muerte:  "Que  sea  el  mayor  del  mundo.  Tiene  que  culminar  con  la 
figura  del  descamisado.  En  el  monumento  mismo  haremos  el  museo  del 
Peronismo.  Habrá  una  cripta  para  que  allí  descansen  los  restos  de  un 
descamisado  auténtico.  De  aquellos  que  cayeron  en  las  jornadas  de  la 
Revolución"518.  A  mediados  de  1952,  el  proyecto  de  monumento  al  descamisado 
se  convirtió  en  el  proyecto  de  monumento  a  Evita  y  el  2  de  julio,  con  su 
anuencia,  la  diputada  Celina  Rodríguez  de  Martínez  Payva  presentó  la 
iniciativa  en  el  Parlamento.  En  el  Senado  la  sesión  comenzó  con  la  grabación  del 
discurso  que  Perón  pronunció  el  17  de  octubre  de  1951  y  que  fue  escuchado  de 
pie.  El  7  de  julio,  la  ley  fue  aprobada  después  de  ochenta  y  cuatro  discursos 
durante  los  cuales  los  legisladores  se  pusieron  periódicamente  de  pie  para  vivar 
a  Perón  y  a  Evita  y  en  los  que  ésta  fue  comparada  con  todas  las  grandes  mujeres 
de  la  humanidad,  a  las  que  superaba  en  todo  sentido  pues  al  decir  de  la 
senadora  Hilda  Nélida  Castañeira,  "Eva  Perón  reúne  en  sí,  lo  mejor  de  Catalina 
la  Grande,  de  Isabel  de  Inglaterra,  de  Juana  de  Arco  y  de  Isabel  de  España,  pero 
todas  estas  virtudes  las  ha  multiplicado,  la  han  elevado  a  la  enésima  potencia, 
allá  al  infinito  número  mayor,  porque  para  engrandecerse  engrandeciendo  a  su 
pueblo  y  a  su  Patria,  sólo  supo  hacer  uso  del  amor,  del  cariño,  de  la  generosidad 
y  de  esa  inmaculada  pureza  de  su  corazón"519.  En  la  sesión  del  4  de  junio  la 
senadora  Juana  Larrauri  declaró  que  la  obra  social  de  Evita,  "los  derechos  de  la 
ancianidad,  derechos  cívicos  de  la  mujer,  etcétera,  no  son  más  que  pequeños 
eslabones  del  collar  de  sublimes  realidades  si  se  la  compara  con  la  obra 
espiritual  y  moral  que  Eva  Perón  levantó  en  nuestras  almas". 

"No  habrá  palabras  para  decir  todo  lo  que  ha  luchado  por  su  pueblo.  No 
habrá  palabras  para  decir  todo  lo  que  nos  ha  dado.  Eva  Perón  ha  dejado  jirones 
de  su  salud  en  la  Secretaría  del  Trabajo  y  Previsión,  luchando  para  los  obreros, 
para  sus  queridos  'descamisados'.  Eva  Perón  ha  dejado  parte  de  su  vida, 
trabajando  noches  y  días  por  su  pueblo  y  por  su  Patria.  (Aplausos  prolongados  en 
las  bancas  y  en  las  galerías.  Los  señores  senadores  y  el  público  asistente  a  las  galerías,  de 
pie,  aclaman  los  nombres  del  general  Perón  y  de  la  señora  de  Perón.) 

"Eva  Perón  ha  sido  y  es  el  ángel  tutelar  de  nuestro  querido  presidente. 
Cuando  el  clamor  de  la  Nación  entera  le  rogaba  a  Eva  Perón  se  dignara  aceptar 
la  vicepresidencia  de  la  República,  ella,  con  magnífico  gesto,  declinó  el  expreso 
deseo  de  un  pueblo  que  creía  cubrirla  de  honores.  Pero  no,  señor  presidente 
¡Los  honores  renunciaron  a  ella!  Los  argentinos  no  tuvimos  el  alto  honor  de  que 
Eva  Perón  fuera  nuestra  vicepresidenta.  (¡Muy  bien!  Aplausos  prolongados  en  las 


Presidencia  de  la  Nación,  Subsecretaría  de  Informaciones,  Monumento  a  Eva  Perón  (Buenos 
Aires,  1953),  p.  3. 

519  Argentina,  Congreso  Nacional,  Diario  de  la  Cámara  de  Senadores  (Buenos  Aires:  Imprenta 
del  Congreso  de  la  Nación,  1953),  p.  150. 


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Evita 


bancas  y  en  las  galerías.  Los  señores  senadores  y  público  presente,  puestos  de  pie, 
aclaman  el  nombre  de  la  señora  Eva  Perón  como  vicepresidenta.) 


Evita  votó  por  primera  y  única  vez  en  su  vida  el  11  de  noviembre  de  1951  ya  enferma  de 
muerte.  Los  fiscales  partidarios  llevaron  la  urna  electoral  hasta  su  cama.  En  el  centro,  el 
fiscal  de  la  Unión  Cívica  Radical,  David  Viñas,  más  tarde  conocido  por  su  obra  literaria. 


"Los  argentinos,  decía,  no  tuvimos  el  alto  honor  de  que  Eva  Perón  fuera 
nuestra  vicepresidenta,  aunque  para  nosotros  es  más  que  reina  dentro  de 
nuestros  corazones.  Porque  no  hay  cargos  ni  honores,  por  grandes  que  sean, 
que  puedan  honrar  debidamente  a  Eva  Perón.  Todos  los  honores  que  tantos 
hombres  ambicionan  han  claudicado,  empequeñecidos,  ante  la  grandiosidad 
maravillosa  de  Eva  Perón;  renunció  a  los  halagos  porque  ella  es  sublime,  es 
fuerte;  jamás  su  alma  precisó  del  halago:  el  halago  siempre  precisó  de  ella,  para 
justificar  su  vergüenza  de  verse  encandilado  por  ella,  que  irradiaba  una  luz  más 
clara,  la  luz  de  su  amor  infinito.  (¡Muy  bien!  Aplausos  prolongados.  Los  señores 
senadores  y  el  público  de  las  galerías  se  ponen  de  pie  y  aclaman  los  nombres  del  general 
Perón  y  de  Eva  Perón.) 

"Eva  Perón  es  el  honor  de  los  honores.  Yo  no  acepto,  señor  presidente 
que  a  Eva  Perón  se  la  compare  con  ninguna  mujer,  con  ninguna  heroína  de 
ningún  tiempo,  porque  a  muchas  de  ellas,  por  no  decir  a  todas,  eminentes 
escritores  tuvieron  que  magnificar  su  historia;  en  cambio,  no  hay  ni  habrá 
escritor,  por  inteligente  que  sea,  que  pueda  trazar  fielmente  la  historia  de  las 
realidades  de  Eva  Perón."  (¡Muy  bien !  Aplausos  prolongados.  Los  señores  senadores 


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Marysa  Navarro 


Evita 


y  el  público  de  las  galerías  se  ponen  de  pie  y  aclaman  los  nombres  del  general  Perón  y  de 
Evita  Perón.)"520 

La  Ley  14.124  tal  como  fue  aprobada,  establecía  que  el  monumento  fuera 
erigido  en  la  Plaza  de  Mayo  o  lugares  adyacentes  y  que  hubiera  una  réplica  del 
mismo  en  la  capital  de  cada  provincia.  Una  comisión  compuesta  por  quince 
miembros  se  encargaría  de  su  ejecución  y  de  su  terminación  en  dos  años521.  Se 
financiaría  con  los  aportes  del  pueblo  y  los  fondos  serían  depositados  en  una 
cuenta  especial  del  Banco  de  la  Nación.  La  ley  también  autorizaba  al  Ejecutivo  a 
adelantar  4.000.000  de  pesos  a  la  comisión.  Los  panegíricos,  reunidos  en  un 
volumen  titulado  Eva  Perón  en  el  bronce,  que  le  fue  presentado  a  Evita  el  22  de 
julio,  denotaban  la  necesidad  de  justificar  un  acto  tan  extraordinario  como  es  la 
construcción  de  un  monumento  a  una  persona  en  vida  de  ésta.  Pero  es  de 
señalar  que  inicialmente  la  reacción  de  todas  las  organizaciones  peronistas  fue 
entusiasta  y  de  inmediato  se  inició  la  campaña  para  la  recaudación  de  fondos. 

Desde  su  cama  de  hospital  Evita  seguía  aceptando  los  honores  —ni 
siquiera  en  esos  momentos  los  desalentó  — .  Mientras  tanto,  aprobaba  el  estatuto 
que  regiría  la  Fundación  después  de  su  muerte  y  el  29  de  junio,  con  su  letra  mal 
formada,  quebrada  y  puntiaguda,  comenzó  a  redactar  su  testamento  al  pueblo 
argentino,  que  fuera  leído  el  siguiente  17  de  octubre.  Cuando  el  testamento  fue 
dado  a  la  publicidad,  la  Subsecretaría  de  Informaciones  anunció  que  era  un 
anticipo  de  Mi  último  mensaje,  un  libro  que  Evita  escribía  a  mediados  de  1952. 
Inexplicablemente,  el  libro  nunca  fue  publicado  y  el  manuscrito  desapareció522. 

El  18  de  julio,  a  las  tres  de  la  tarde,  cayó  en  un  coma  del  cual  despertó 
súbitamente  alrededor  de  la  media  noche,  cuando  todos  ya  esperaban  su  fin. 
"¿Qué  me  pasó?  Tengo  que  dejar  la  cama.  Si  me  quedo  en  ella  me  muero."523 
Ante  el  asombro  de  sus  amigos  y  familiares,  se  levantó  y  apoyándose  en  el 
brazo  de  Perón,  caminó  unos  pasos  en  el  cuarto. 

En  esos  días,  mandó  llamar  al  padre  Hernán  Benítez.  Lo  conocía  desde 
sus  años  de  actriz,  cuando  él  era  un  fogoso  predicador  cuyos  programas 
durante  Semana  Santa  atraían  a  miles  de  escuchas.  Pero  se  habían  hecho  amigos 
después  de  que  ella  se  casó  con  Perón.  El  padre  Benítez  había  dado  la 
extremaunción  a  la  primera  esposa  de  Perón  y  se  la  daría  a  Evita  también, 
aunque  no  en  esta  ocasión.  "Padre  Benítez",  le  dijo,  "usted  sabe  que  estoy  en  un 
pozo  y  que  de  este  pozo  ya  no  me  sacan  ni  los  médicos,  ni  nadie,  sólo  Dios...". 


32U  Ibid.,  p.  211. 

521  La  comisión  quedó  compuesta  por  los  siguientes  miembros:  presidenta,  Juana  Larrauri 
(senadora);  vicepresidente,  José  Espejo  (CGT);  secretaria,  Celina  Rodríguez  de  Martínez  Payva 
(diputada);  tesorero,  Román  A.  Subiza  (ministro  de  Asuntos  Políticos);  vocales:  Roberto  M.  Dupeyrón 
(ministro  de  Obras  Públicas);  Raúl  A.  Apold  (subsecretario  de  Informaciones);  las  senadoras  Hilda  Nélida 
Castañeira  y  María  Rosa  Calviño  de  Gómez;  las  diputadas  Matilde  Gaeta  de  Iturbe  y  Delia  Degliuomini  de 
Parodi;  Florencio  Soto  (secretario  adjunto  de  la  CGT);  Nélida  Domínguez  de  Miguel  y  Aurora  Quiroga  de 
Núñez  por  el  Partido  Peronista  Femenino;  el  contralmirante  Alberto  Teisaire  y  Fléctor  J.  Cámpora,  por  el 
Partido  Peronista  Masculino. 

522  El  manuscrito  no  habría  sido  publicado  porque  era  un  ataque  violento  a  los  militares  —así 
por  lo  menos  lo  han  asegurado  algunos  colaboradores  de  Evita. 

523  Erminda  Duarte,  op.  cit.,  p.  170. 


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Evita 


Alejó  de  su  lado  a  Cámpora  y  a  Aloé,  que  la  estaban  acompañando,  y  se  quedó 
largo  rato  hablando  con  él524. 

El  20  de  julio,  la  CGT  patrocinó  una  misa  de  campaña  en  la  avenida  9  de 
Julio.  A  pesar  de  la  lluvia  fría  que  caía  ese  día,  millares  de  personas  se 
arrodillaron  frente  al  altar  erigido  al  pie  del  obelisco  para  rezar  por  la  salud  de 
Evita  y  seguir  la  misa  que  oficiaba  el  diputado  peronista  padre  Virgilio  Filippo. 
Desde  un  micrófono  cercano,  la  voz  modulada  del  padre  Benítez  hablaba  de 
Eva  Perón  "nuestra  hermana  y  nuestra  madre  en  cada  uno  de  los  hogares 
obreros",  de  su  coraje  y  de  su  fuerza  espiritual,  del  milagro  de  su  heroísmo 
cristiano  y  de  la  entrega  de  su  vida  "porque  ha  tenido  fe  en  el  pueblo,  fe  en  que 
la  abundancia  de  dinero  jamás  inspiraba  a  los  trabajadores  a  adoptar  los  vicios 
de  aquellos  a  quienes  la  vida  no  les  ha  enseñado  la  lección  de  la  sobriedad,  del 
ahorro  y  del  sacrificio"525. 

Ya  no  quedaba  nada  por  hacer  sino  esperar  que  terminaran  de  una  vez 
los  dolores.  Sin  embargo,  todos  a  su  alrededor  seguían  escondiéndole  la 
gravedad  de  su  estado.  El  22  de  julio,  Paco  Jamandreu  recibió  una  llamada  de  la 
residencia  presidencial  en  el  medio  de  la  noche.  Una  vez  allí,  Perón  le  dijo 
tristemente  que  aunque  Evita  se  moría,  querían  levantarle  el  ánimo,  haciéndole 
creer  que  iba  a  emprender  un  viaje  y  que  Jamandreu  le  estaba  diseñando  la 
ropa.  A  la  mañana  siguiente  había  vuelto  con  sus  dibujos  y  se  los  enseñaron  a 
Evita526. 

El  día  antes  de  morir,  cuenta  Perón,  lo  mandó  llamar  porque  quería 
hablar  a  solas  con  él.  Se  sentó  sobre  la  cama  y  ella  hizo  un  esfuerzo  por 
incorporarse.  Su  respiración  era  apenas  un  susurro:  "No  tengo  mucho  por  vivir 
—  dijo,  balbuceante  —  .  Te  agradezco  lo  que  has  hecho  por  mí.  Te  pido  una  sola 
cosa  más...  —Las  palabras  quedaban  muertas  sobre  sus  labios  blancos  y 
delgados.  Su  frente  estaba  brillante  de  transpiración.  Volvió  a  hablar  en  tono 
más  bajo.  Su  voz  era  ahora  un  susurro  — :  No  abandones  nunca  a  los  pobres.  Son 
los  únicos  que  saben  ser  fieles"527. 

El  sábado  26  de  julio  amaneció  gris  y  húmedo.  A  las  tres  de  la  tarde,  el 
padre  Benítez  le  dio  los  últimos  sacramentos.  A  las  cuatro  y  media,  un  boletín 
anunció:  "El  estado  de  salud  de  la  señora  Eva  Perón  ha  declinado 
sensiblemente".  A  las  ocho  de  la  noche,  estaba  ya  "muy  grave".  Evita  había 
entrado  en  su  último  coma,  rodeada  de  Perón,  sus  hermanas,  Juancito,  Nicolini, 
Rensi,  Aloé,  Cámpora  y  Apold.  A  las  ocho  y  veinticinco,  una  hora  que  miles  de 
argentinos  recordarían  por  muchos  años,  dejó  de  respirar.  Tenía  treinta  y  tres 
años. 

Exactamente  un  minuto  más  tarde,  la  radio  del  Estado  informó  que  a  las 
veinte  y  veinticinco  había  fallecido  la  "Jefa  Espiritual  de  la  Nación"  y  que  sus 
restos  serían  velados  en  el  Ministerio  de  Trabajo  y  Previsión.  Frente  a  la 


Careo,  p.  19. 

Democracia,  21  de  julio  de  1952. 
Paco  Jamandreu,  op.  cit.,  p.  104. 
Juan  Perón,  op.  cit,  p.  62. 


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Evita 


residencia,  el  grupo  de  hombres  y  mujeres  que  habían  mantenido  su  vigilia 
durante  todo  el  día  fue  creciendo  pese  al  frío.  Unas  mujeres  se  arrodillaron  en  la 
calle  y  comenzaron  a  rezar  el  rosario.  A  medida  que  se  expandía  la  noticia,  los 
bares,  confiterías,  cines  y  teatros  del  centro  cerraron  sus  puertas  y  la  ciudad 
quedó  poco  a  poco  sumida  en  el  silencio. 

El  gobierno  decretó  de  inmediato  duelo  nacional.  La  medida  establecía 
que  se  suspendería  toda  actividad  oficial  por  dos  días;  la  bandera  nacional 
permanecería  a  media  asta  durante  diez  días;  el  Ministerio  de  Relaciones  y 
Culto  gestionaría  plegarias  en  todas  las  iglesias;  el  velatorio  se  realizaría  en  el 
Ministerio  de  Trabajo  y  Previsión,  "escenario  de  su  más  fervorosa  actividad 
cívica,  y  sus  restos  serán  guardados,  por  expresa  voluntad  de  la  señora  Eva 
Perón,  en  la  sede  de  la  Confederación  General  del  Trabajo,  hasta  su  traslado 
definitivo  al  monumento  que  se  erigirá  en  su  memoria  por  imperio  de  la  Ley  N° 
14.124"528.  El  día  del  sepelio  las  campanas  doblarían  a  duelo  durante  cinco 
minutos  y  el  duelo  duraría  treinta  días. 

Esa  misma  noche,  la  CGT  emitió  un  comunicado  proclamando  a  Evita 
"Mártir  del  trabajo,  única  e  imperecedera  en  el  movimiento  obrero  de  nuestra 
querida  Patria".  Pedía  los  más  altos  honores  para  ella,  declaraba  un  paro  de  dos 
días  por  duelo  y  que  éste  durara  treinta  días.  En  cuanto  al  Partido  Peronista,  el 
Consejo  Superior  resolvió  que  todos  "los  peronistas  usaran  corbata  negra 
durante  tres  días  y  luto  en  la  solapa  durante  treinta  días"529. 

Según  testimonio  de  Perón,  Evita  no  quería  "consumirse  bajo  tierra. 
Quería  ser  embalsamada"530.  El  encargado  de  conservar  su  cuerpo  fue  el  doctor 
Pedro  Ara,  un  famoso  catedrático  de  anatomía.  De  nacionalidad  española, 
residía  en  la  Argentina,  donde  era  agregado  cultural  de  la  embajada  de  su  país 
y  profesor  de  la  Universidad  de  Córdoba.  Era  una  autoridad  de  renombre 
internacional  en  su  especialidad  y  en  la  noche  del  18  de  julio,  cuando  Evita 
yacía  en  su  falso  coma,  un  enviado  de  la  Presidencia  se  había  puesto  en  contacto 
con  él  para  embalsamar  el  cuerpo  de  "la  señora".  Al  reponerse  ella 
sorpresivamente,  todo  quedó  en  la  nada  hasta  el  26,  fecha  en  que  vinieron  a 
buscarlo  a  las  seis  de  la  tarde.  Después  de  llegar  a  un  acuerdo  con  Raúl  Mendé 
sobre  las  condiciones  que  necesitaba  para  realizar  su  trabajo,  Ara  se  dispuso  a 
comenzarlo  esa  misma  noche.  Permitió  que  se  despidieran  los  familiares  y 
amigos  y  se  encerró  luego  en  el  cuarto  de  Evita  con  su  ayudante.  A  la  mañana 
siguiente,  "el  cadáver  de  Eva  Perón  era  ya  absoluta  y  definitivamente 
incorruptible"531.  Mientras  tanto,  Julio  Alcaraz  había  sido  llamado,  y  cuando 
Ara  emergió  del  dormitorio,  como  lo  había  hecho  durante  tanto  tiempo,  el  viejo 
amigo  entró  a  su  vez  para  teñir  el  pelo  de  Evita  y  peinarla  con  su  trenza  rubia 
sobre  la  nuca.  Luego  vino  Sarita.  Se  sentó  a  su  lado  para  sacarle  el  esmalte 
oscuro  que  usaba  y  ponerle  brillo.  Entre  lágrimas,  le  tomó  la  mano,  "¡Estaba  tan 


65. 


Democracia,  TI  de  julio  de  1952. 

Ibid. 

Juan  Perón,  op.  cit.,  p.  62. 

Dr.  Pedro  Ara,  El  caso  Eva  Perón  (Apuntes  para  la  historia)  (Madrid:  CUS  Ediciones,  1974),  p. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


fría!  Era  la  primera  vez  que  tocaba  un  cadáver  y  como  no  conseguía  abrir  los 
dedos,  el  doctor  Ara  introdujo  sus  dedos  entre  los  de  la  señora.  Así  pude 
trabajar.  Cuando  terminé,  como  en  un  sueño,  recogí  mis  cosas  y  me  fui"532. 

El  cuerpo  de  Evita  ya  estaba  preparado  para  el  largo  velatorio  que  se 
iniciaría  esa  misma  mañana  y  duraría  hasta  el  11  de  agosto.  Una  vez  en  el 
ataúd,  lo  cubrieron  con  la  bandera  argentina,  y  en  sus  manos  cruzadas  le 
colocaron  el  rosario  que  le  había  regalado  el  Papa  Pío  XII.  Al  salir  de  los 
jardines  de  la  residencia  presidencial,  la  ambulancia  de  la  Fundación  que 
llevaba  el  ataúd  pasó  con  dificultad  por  entre  la  gente  que  se  apiñaba  en  el 
camino  al  Ministerio  de  Trabajo.  Muchos  eran  los  que  habían  pasado  la  noche 
frente  a  la  residencia  para  ver  pasar  el  féretro  y  cuando  éste  llegó  al  Ministerio 
de  Trabajo,  la  calzada  estaba  cubierta  de  coronas  de  flores  pues  no  había  más 
lugar  para  ponerlas  adentro.  En  las  calles  adyacentes,  la  multitud  se 
amontonaba  en  un  radio  de  diez  cuadras.  Había  empezado  a  llegar  desde  el 
momento  en  que  las  emisoras  anunciaron  que  Evita  sería  velada  allí. 

La  capilla  ardiente  fue  instalada  en  el  gran  vestíbulo  de  entrada  al  que  se 
accede  por  una  amplia  escalinata  doble.  El  ataúd  de  tapa  de  cristal  estaba 
enmarcado  por  un  magnífico  crucifijo  de  marfil,  plata  y  oro  y  dos  candelabros. 
Como  telón  de  fondo,  tenía  la  bandera  argentina  enlutada  por  un  crespón.  Unos 
cadetes  de  los  liceos  Militar  y  Naval  se  apostaron  para  hacerle  guardia  de 
honor.  El  cardenal  Copello  rezó  un  responso  y  luego  el  padre  Benítez  ofició  una 
misa. 

Poco  después  del  mediodía,  comenzaron  a  desfilar  los  hombres  y 
mujeres,  ancianos  y  niños  que  habían  esperado  desde  temprano  el  momento  de 
ver  a  Evita.  Subían  en  fila  doble  por  un  lado  de  la  escalinata,  se  detenían  un 
instante  frente  al  ataúd,  rodeado  de  claveles  blancos,  y  luego  bajaban  por  el  otro 
lado.  Algunos  lo  tocaban  apenas,  con  un  gesto  ligero.  Otros  se  inclinaban  para 
besar  el  cristal.  Los  había  también  que  se  persignaban,  enjugándose  los  ojos,  y 
muchos  eran  los  que  estallaban  en  incontrolables  crisis  de  llanto.  Se  aproximaba 
entonces  algún  cadete  o  una  enfermera  de  la  Fundación  y  los  llevaba  a  una  sala 
cercana  donde  funcionaba  permanentemente  una  dotación  de  auxilio  de  la 
Fundación.  Llegaban  ojerosos  porque  no  habían  dormido,  empapados  porque 
habían  estado  parados  bajo  la  lluvia  durante  horas,  compartiendo  un  diario  o 
un  paraguas.  Siguieron  viniendo  toda  la  noche,  el  día  siguiente  en  que  también 
llovió  a  partir  de  las  once  y  así  lo  hicieron  sin  parar  durante  trece  días. 

El  velatorio  de  Evita,  el  más  imponente  que  haya  presenciado  el  país  en 
su  historia,  fue  una  explosión  de  dolor  colectivo  que  rebasó  todas  las 
previsiones  del  gobierno.  En  un  primer  momento,  éste  había  contado  con  que 
duraría  tres  días,  pero  al  ver  las  enormes  colas  de  gente  que  esperaban 
pacientemente  despedir  el  cuerpo  de  Evita,  decidió  extenderlo.  Aunque 
dispuesto  a  concederle  los  más  altos  honores,  parecería  que  no  hubiera 
calibrado  el  impacto  que  ella  había  tenido  en  el  pueblo  y  la  sensación  de 
pérdida  personal  que  éste  había  experimentado.  Las  colas  se  alargaban  a  veces 


Entrevista  con  Sara  Gatti. 


255 


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Evita 


hasta  más  de  treinta  cuadras  y  muchas  fueron  las  personas  que  aguardaron 
hasta  diez  horas  para  poder  entrar  al  Ministerio.  La  Fundación  y  la  Cruz  Roja 
cuidaban  de  los  que  se  desmayaban,  agotados  por  el  sueño  y  el  cansancio. 
Distribuían  café  y  sandwiches  junto  con  conscriptos  que  ayudaban  a  mantener 
el  orden  y  con  sus  cocinas  de  campaña  contribuían  a  alimentar  a  esa  masa 
humana  silenciosa  que  insistía  en  ver  a  Evita.  La  ciudad  estaba  totalmente 
paralizada.  De  las  iglesias  salían  murmullos  de  responsos  y  ecos  de  las 
constantes  misas  por  el  alma  de  Evita.  "Sólo  las  voces  de  cánticos  funerales, 
propalados  por  los  altavoces  que  [funcionaban]  junto  al  obelisco  de  la  plaza  de 
la  República,  interrumpían  la  sensación  de  la  metrópoli  callada"533. 

En  Plaza  de  Mayo,  Constitución  y  Miserere,  entre  otros  lugares  se 
instalaron  grandes  retratos  de  Evita  bajo  los  cuales  la  gente  comenzó  a 
depositar  flores.  El  29  de  julio,  el  Consejo  Superior  del  Partido  Peronista 
organizó  una  procesión  de  antorchas  en  varios  puntos  de  la  ciudad.  En  Plaza  de 
Mayo,  una  multitud  con  antorchas  en  alto  se  dirigió  hacia  el  enorme  retrato  de 
Evita  colocado  allí  y  permaneció  largo  rato  en  silencio  frente  a  éste.  A  las  ocho  y 
veinticinco,  un  clarín  del  Regimiento  de  Granaderos  rasgó  la  noche  y  las 
antorchas  se  apagaron  sincronizadamente.  En  los  barrios  de  la  Capital,  así  como 
en  miles  de  pueblos,  también  se  fueron  improvisando  pequeños  altares:  una 
foto  de  Evita  enlutada  por  un  crespón,  flores  y  velas  frente  a  los  cuales  la  gente 
se  arrodillaba  para  rezar. 

Perón  permanecía  largas  horas  en  el  Ministerio  de  Trabajo,  montando 
guardia  cerca  del  ataúd  o  en  un  salón  contiguo,  recibiendo  las  condolencias  de 
autoridades  o  de  representantes  de  gobiernos  extranjeros.  A  partir  de  30  de 
julio,  sin  embargo,  el  país  poco  a  poco  volvió  a  retomar  alguna  semblanza  de 
normalidad.  Aunque  las  columnas  de  gente  seguían  densas  y  todos  los  días  los 
trenes  y  autobuses  descargaban  contingentes  que  llegaban  del  interior  para 
engrosar  las  filas  que  iban  al  Ministerio,  las  clases  se  reanudaron,  la  CGT 
decretó  la  vuelta  al  trabajo  y  se  abrieron  las  tiendas  y  algunas  oficinas  públicas. 

El  9  de  agosto,  el  velatorio  de  Evita  en  el  Ministerio  de  Trabajo  llegó  a  su 
fin.  Antes  de  trasladarla  al  Congreso  para  que  éste  le  rindiera  los  honores  de 
presidente  en  ejercicio,  Perón  le  colocó  en  el  pecho  el  escudo  peronista  de 
piedras  preciosas  que  ella  usaba  en  sus  últimos  años.  Junto  con  Juan  Duarte, 
Renzi,  su  cuñado,  Orlando  Bertolini  y  unas  personas  más,  colocó  el  ataúd 
recubierto  de  la  bandera  argentina  y  un  escudo  peronista  de  oro,  sobre  la 
cureña.  Encabezaban  el  cortejo  fúnebre  el  comandante  del  Tercer  Ejército,  el  jefe 
del  Regimiento  de  Granaderos  a  Caballo  con  sus  ayudantes,  su  escolta  y  un 
batallón  y  la  banda  del  Colegio  Militar.  Venía  luego  la  cureña  de  dos  metros  de 
altura,  tirada  por  treinta  y  nueve  dirigentes  sindicales  vestidos  con  camisas 
blancas  y  pantalones  negros  y  seis  subdelegadas  del  Partido  Peronista 
Femenino  en  trajes  negros  y  camisas  blancas.  Cerraban  el  cortejo  Perón  y  demás 
familiares  de  Evita,  ministros  y  autoridades. 


La  Nación,  29  de  julio  de  1952. 


256 


Marysa  Navarro 


Evita 


La  cureña  se  movía  lentamente,  enmarcada  por  alumnos  de  la  Ciudad 
Estudiantil,  enfermeras  de  la  Fundación  y  cadetes  de  la  Escuela  Naval,  de  la 
Escuela  de  Aviación  y  del  Colegio  Militar.  A  lo  largo  de  su  recorrido,  efectivos 
del  Ejército  presentaban  las  armas.  Unos  dos  millones  de  personas  se 
congregaron  para  ver  su  marcha  hasta  el  Congreso,  que  ofrecía  un  aspecto 
majestuoso,  su  escalinata  recubierta  de  flores  y  su  fachada  enlutada  por  largos 
crespones.  El  ataúd  fue  colocado  en  el  salón  de  la  Constitución  Justicialista.  Por 
la  tarde,  el  público  comenzó  a  desfilar  de  nuevo  frente  al  ataúd  y,  esa  noche, 
otra  monumental  procesión  de  antorchas  terminó  sus  serpenteos  en  la 
explanada  del  Congreso  y  se  apagó  exactamente  a  las  ocho  y  veinticinco. 

Poca  duda  cabe  de  que  en  esos  días  de  agosto  el  pueblo  argentino 
demostró  espontáneamente  su  amor  por  Evita  y  su  dolor,  si  bien  cuando  el 
velatorio  llegaba  a  su  fin  no  faltaron  las  presiones  para  asistir  a  éste,  los 
despidos  por  no  querer  usar  el  luto  y  las  visitas  organizadas  y  forzadas  a  la 
capilla  ardiente.  Como  lo  señaló  La  Nación  al  día  siguiente  de  la  muerte  de 
Evita,  ningún  argentino  podía  permanecer  indiferente  ante  su  desaparición, 
pues  había  sido  "objeto  de  exaltación  antes  nunca  suscitado  entre  nosotros  por 
una  personalidad  femenina,  acaso  porque  ninguna  antes,  tampoco  adoptó  las 
modalidades  de  su  acción  avasalladora,  y  blanco  asimismo  de  oposiciones  tan 
hondas  como  la  solidaridad  que  le  dispensaron  sus  partidarios...".  Después  de 
reseñar  los  principales  acontecimientos  de  su  vida  política,  recalcando  que  no 
era  la  única  mujer  que  había  gravitado  en  la  vida  del  país,  La  Nación  apuntó  que 
hasta  sus  enemigos  deberán  reconocer  que  "ninguna  alcanzó  su  influencia, 
determinada  en  gran  parte  por  los  medios  de  que  disponía,  pero  también,  y 
sobre  todo,  por  la  fuerte  reciedumbre  de  un  temperamento  decidido  a  gravitar 
sobre  los  hechos  de  su  tiempo"534. 

Muchos  fueron  los  artículos  que  se  publicaron  en  el  mundo  entero  a  raíz 
de  la  muerte  de  Evita,  algunos  laudatorios  y  otros  no,  según  la  filiación  política 
de  los  diarios  y  revistas.  Pero  el  velatorio  causó  un  impacto  tan  fuerte  fuera  del 
país  que  en  los  Estados  Unidos,  por  ejemplo,  hasta  Life  tuvo  que  admitir  que  el 
dolor  de  los  argentinos  no  podía  ser  el  producto  "de  las  exigencias  de  ningún 
dictador,  como  lo  es  su  marido  Juan  Perón.  Fue  genuino  y  profundo  y  reveló 
que  Evita,  que  contribuyó  poderosamente  a  llevar  a  su  pueblo  hacia  el 
totalitarismo  y  la  bancarrota  había  ganado  también  su  amor"535. 

El  10  de  agosto,  cerca  del  mediodía,  el  cardenal  Copello  rezó  el  último 
responso  y  se  cerró  el  ataúd.  De  nuevo  sobre  la  cureña,  partió  camino  a  la  CGT, 
esta  vez  precedido  por  una  carroza  alegórica  de  la  central  obrera  con  una  doble 
fila  de  obreros  en  ropa  de  trabajo  y  otro  vehículo  lleno  de  flores.  Como  a  la  ida, 
la  multitud  silenciosa  se  congregó  para  mirar  con  ojos  llorosos  el  paso  de  la 
cureña.  De  los  balcones  y  ventanas  caían  flores  y  más  flores.  A  las  tres  horas  de 
comenzar  su  recorrido,  el  cortejo  llegó  a  la  sede  de  la  CGT  —obsequio  de  la 
Fundación  al  movimiento  obrero  organizado  —  .  Una  salva  de  veintiún 
cañonazos  y  una  corneta  tocando  a  silencio,  marcó  el  momento  en  que  el  ataúd 


La  Nación,  27  de  julio  de  1952. 

Life  (New  York,  11  de  agosto  de  1952).  Vol.  33,  N°  6. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


entró  en  el  edificio.  Allí  debería  permanecer  hasta  que  se  completara  la 
construcción  del  monumento  que  pronto  se  erigiría  en  honor  de  Eva  Perón. 


258 


Marysa  Navarro 


Evita 


Capítulo  XIV 

Mitología  peronista  y  antiperonista 


Mientras  el  pueblo  velaba  a  Evita  en  el  Ministerio  de  Trabajo,  un  equipo 
de  técnicos  y  de  obreros  había  transformado  el  segundo  piso  de  la  central 
obrera  en  un  laboratorio  para  que  Ara  pudiera  completar  el  embalsamiento  del 
cuerpo.  Después  de  que  lo  trajeron  a  la  CGT,  las  puertas  del  segundo  piso  se 
cerraron  al  público.  Envuelto  en  el  más  completo  secreto,  guardado  por 
efectivos  de  la  Gendarmería  Nacional  y  miembros  de  la  CGT,  Ara  trabajó 
durante  casi  un  año  y  el  resultado  final  fue  aprobado  por  una  comisión 
compuesta  por  los  doctores  Finochietto,  Cámpora  y  Mendé.  En  el  mes  de  julio 
de  1953,  Ara  comunicó  a  la  Comisión  Nacional  del  Monumento  a  Eva  Perón 
que  había  concluido  el  embalsamiento  del  cuerpo  de  Evita.  Su  nota  indicaba 
que  el  cadáver  había  sido  "impregnado  de  sustancias  solidificables"  y  que  podía 
estar  "permanentemente  en  contacto  con  el  aire,  sin  más  precauciones  que  las  de 
protegerlo  contra  los  agentes  perturbadores  mecánicos,  químicos  o  térmicos 
tanto  artificiales  como  de  origen  atmosférico"536.  El  informe  señalaba  también 
que  no  "fue  abierta  ninguna  cavidad  del  cuerpo.  Conserva,  por  tanto,  todos  sus 
órganos  internos,  sanos  o  enfermos,  excepto  los  que  le  fueron  extirpados  en 
vida  por  actos  quirúrgicos.  De  todos  ellos  podría  hacerse  en  cualquier  tiempo 
un  análisis  microscópico  con  técnica  adecuada  al  caso.  —No  le  ha  sido 
extirpada  ni  la  menor  partícula  de  piel  ni  de  ningún  otro  tejido  orgánico:  todo 
se  hizo  sin  más  mutilación  que  dos  pequeñas  incisiones  superficiales  ahora 
ocultas  por  las  sustancias  de  impregnación—...  Los  elementales  cuidados  que  en 
lo  sucesivo  deben  prodigarse  son,  entre  otros  obvios,  los  siguientes:  Primero, 
evitar  que  en  el  local  donde  sea  depositado  suba  la  temperatura  a  más  de  25°  C, 
mantener  fuera  de  la  acción  de  los  rayos  solares  la  vitrina  que  contiene  el 
cuerpo.  Tercero,  no  permitir  que  bajo  motivo  alguno  sea  abierta  la  vitrina  ni 
tocado  el  cadáver  en  ausencia  nuestra.  A  ese  fin,  me  permito  proponer  que  la 
llave  quede  en  mi  poder,  si  he  de  continuar  la  observación  de  los  resultados 
durante  algunos  meses  o  permanentemente,  según  se  acuerde  como  de  mayor 
conveniencia "  ■ 537 . 

Como  Ara  finalizó  su  trabajo  antes  de  que  el  monumento  estuviese 
pronto.  Perón  dispuso  que  el  cadáver  permaneciese  en  la  central  obrera.  Se 


536 

537 


Pedro  Ara,  op.  cit.,  p.  120. 
Idem. 


259 


Marysa  Navarro 


Evita 


arregló  entonces  una  capilla,  en  el  medio  de  la  cual,  sobre  una  mesa  recubierta 
de  un  paño  azul,  se  colocó  el  cuerpo  de  Evita  bajo  una  campana  de  cristal. 


El  general  Perón  presta  juramento  ante  la  asamblea  legislativa  el  4  de  junio  de  1952, 
para  su  segunda  presidencia,  escoltado  por  Evita  -ya  muy  demacrada- 
y  por  el  contralmirante  Alberto  Teissaire  y  el  doctor  Héctor  J.  Cámpora. 


Durante  todo  este  período,  sus  hermanas  y  doña  Juana  habían  venido 
frecuentemente  a  rezar  ante  ella,  "oraban  y  lloraban  largo  rato",  recuerda  Ara,  y 
todos  los  26,  a  las  ocho  y  veinticinco,  una  procesión  de  antorchas  llegaba  hasta 
el  edificio  de  la  CGT  para  conmemorar  el  día  y  la  hora  de  la  muerte  de  Evita. 

El  17  de  octubre  de  1952  estuvo  de  nuevo  dedicado  a  ella.  El  balcón 
desde  donde  había  hablado  tantas  veces  permaneció  vacío  y  enlutado  con 
crespones.  El  público  escuchó  primero  la  grabación  del  discurso  que  Evita 
pronunció  el  1  de  mayo  de  1952  y  luego  Perón  comenzó  a  leer  su  testamento  a 
la  muchedumbre  silenciosa.  Escrito  a  fines  de  junio,  cuando  ya  estaba 
consumida  por  el  cáncer,  es  la  quintaesencia  de  la  mujer  que  proclamaba  su 
amor  avasallador  por  Perón  y  los  descamisados538.  Es  su  última  conversación 
con  ellos  y  les  habla  como  si  estuviera  presente,  reiterándoles  su  cariño, 
pidiéndoles  que  siguieran  escribiendo  a  la  Fundación  en  su  nombre, 
incitándolos  a  mantenerse  alertas  y  a  cuidar  a  Perón.  Les  dice  que  todas  sus 
joyas  les  pertenecen.  Con  ellas  y  con  los  beneficios  obtenidos  de  la  venta  de  La 
razón  de  mi  vida,  quisiera  que  se  organizara  un  fondo  de  ayuda  social.  Una  vez 


538 


Véase  apéndice. 


260 


Marysa  Navarro 


Evita 


terminada  la  lectura,  Perón  anunció  que  se  constituiría  la  Fundación  Evita  con 
los  bienes  de  su  esposa.  Las  joyas  serían  depositadas  en  el  museo  que  formaría 
parte  del  monumento  que  se  construiría  y  servirían  de  "garantía  para  préstamos 
a  familias  humildes  que  deban  construir  su  propia  vivienda"539.  Ese  día  se 
estrenó  una  película  en  color  titulada  Y  la  Argentina  detuvo  su  corazón,  un 
documental  del  velatorio  de  Evita  filmado  por  camarógrafos  de  la  Twentieth 
Century  Fox. 

Perón  vio  el  cadáver  de  Evita  una  vez  que  Ara  terminó  su  trabajo.  "Tuve 
la  impresión  que  dormía.  No  podía  retirar  la  vista  de  su  pecho  porque  de  un 
momento  a  otro  esperaba  que  se  levantase  y  que  repitiera  el  milagro  de  la  vida. 

"Eva  vestía  una  túnica  blanca,  muy  larga,  que  le  cubría  los  pies 
desnudos.  Sobre  la  túnica,  casi  a  la  altura  de  la  espalda,  lucía  el  distintivo 
peronista  en  oro  y  piedras  preciosas  que  llevaba  en  vida.  Las  manos  salían  de 
las  amplias  mangas  y  estaban  unidas;  entre  las  manos  tenía  un  crucifijo.  Su 
rostro  era  de  cera,  lúcido  y  transparente,  los  ojos  estaban  cerrados  como  en  un 
sueño.  Sus  cabellos  bien  peinados  la  hacían  radiante.  El  cadáver  estaba 
extendido  sobre  un  minúsculo  lecho  forrado  de  raso  y  seda  dentro  de  una 
campana  de  vidrio"540.  En  una  ocasión,  sintió  el  deseo  de  tocar  el  rostro  de 
Evita.  "Alargué  la  mano  pero  la  retiré  de  inmediato;  temía  que  el  calor  de  mi 
mano  la  redujera  a  polvo  como  sucede  con  el  aire  en  los  sepulcros  antiguos.  Ara 
se  me  acercó  y  me  dijo  en  voz  baja: 

—  No  tema.  Está  tan  intacta  como  cuando  estaba  viva."541 

Hasta  el  momento  de  emprender  el  camino  del  exilio  Perón  visitó  el 
cadáver  de  Evita  tres  veces,  las  tres  en  el  edificio  de  la  CGT,  pues  cuando  estalló 
el  levantamiento  militar  que  lo  derrocó,  todavía  no  había  sido  completado  al 
mausoleo.  En  el  mes  de  julio  de  1953,  la  Comisión  Nacional  del  Monumento  a 
Eva  Perón  presidida  por  la  senadora  Juana  Larrauri  anunció  los  detalles  que 
tendría  el  mausoleo.  Contrariamente  a  lo  que  establecía  la  Ley  14.124,  no  se 
construiría  en  Plaza  de  Mayo  sino  frente  a  la  residencia  presidencial,  siendo  una 
de  las  razones  para  el  cambio  las  proporciones  que  tendría.  Sería  el  mayor 
monumento  del  mundo,  137  metros  en  total,  y  su  figura  principal,  la  estatua  del 
descamisado,  tendría  60  metros.  Esta  se  alzaría  sobre  una  rotonda  adornada  con 
esculturas  que  representarían  al  amor,  la  justicia  social,  los  derechos  del 
trabajador,  los  de  la  ancianidad,  etc.  Tendría  también  una  cripta  con  un 
sarcófago  de  plata  que  pesaría  400  kilos,  donde  descansarían  los  restos  de 
Evita542.  Sin  embargo,  un  año  más  tarde  los  trabajos  de  infraestructura  se  habían 
paralizado  y  aunque  el  19  de  abril  de  1955  la  Comisión  anunció  que  el  30  de  ese 
mes  comenzarían  de  nuevo,  cuando  se  produjo  el  levantamiento  militar  de 
setiembre  poco  habían  adelantado. 


La  última  voluntad  de  Eva  Perón  (Buenos  Aires:  Servicio  Internacional.  Publicaciones 
Argentina,  1952),  página  sin  numerar. 

540  Juan  Perón,  Del  poder  al  exilio,  p.  63. 

541  Ibid.,  p.  64. 

542  La  Época,  25  de  julio  de  1953. 


261 


Marysa  Navarro 


Evita 


En  cierto  sentido,  no  es  sorprendente  que  así  fuera,  pues  muerta  Evita  el 
peronismo  pareció  haber  perdido  la  energía  y  el  empuje  que  había 
caracterizado  la  primera  presidencia  de  Perón.  Como  vimos  en  un  capítulo 
anterior,  hasta  la  Fundación  comienza  a  funcionar  con  un  ritmo  más  lento.  Pero 
en  realidad,  el  cambio  que  se  produjo  poco  tenía  que  ver  con  la  muerte  de  Evita. 
Obedecía  a  razones  de  muy  otro  orden.  Ya  no  era  tan  fácil  para  los  trabajadores 
responder  a  los  pedidos  de  contribuciones  para  el  monumento  a  Evita  como 
antes  lo  habían  hecho  con  la  Fundación,  pues  sus  ingresos  no  se  lo  permitían. 
Desde  el  año  1951,  las  dificultades  económicas  se  habían  ido  acentuando  y  los 
aumentos  de  salarios  ya  no  cubrían  el  alza  constante  de  los  precios. 

Los  efectos  del  deterioro  económico  se  hacían  sentir  cada  vez  más 
fuertemente,  en  momentos  en  que  el  peronismo  enfrentaba  la  necesidad  de 
reacomodarse  a  la  situación  creada  por  la  muerte  de  Evita.  De  1948  a  1952,  ella 
había  sido  el  eje  alrededor  del  cual  se  estructuró  la  relación  líder-descamisados. 
Era  el  nexo  entre  los  dos,  o  como  se  llamaba  ella  misma,  "el  puente  entre  el  líder 
y  los  descamisados".  Su  muerte  dejó  un  vacío  virtualmente  imposible  de  llenar, 
pues  Perón  difícilmente  podía  delegar  el  poder  que  ella  había  acumulado  en 
una  sola  persona  para  que  desempañara  las  funciones  que  Evita  había 
cumplido  bajo  su  primera  presidencia.  El  único  que  podía  sustituirla  era  Perón, 
quien  era  también  el  que  más  imposibilitado  se  veía  de  hacerlo  adecuadamente 
por  sus  tareas  de  gobierno.  La  otra  alternativa  era  dividir  el  trabajo  de  Evita 
entre  varias  personas,  pero  de  todos  modos,  su  desaparición  cerraba  una  etapa 
para  la  cual  no  existía  continuidad. 

La  solución  que  Perón  adoptó  en  un  primer  momento  fue  de  reemplazar 
él  mismo  a  Evita  en  todas  sus  actividades,  tanto  políticas,  como  las  sociales  y 
gremiales.  Sin  embargo,  no  pudo  hacerlo  por  mucho  tiempo  y  abandonó  las  dos 
primeras  en  manos  de  otros  para  guardarse  solamente  las  gremiales.  Así  por 
ejemplo,  a  partir  del  11  de  agosto,  acompañado  por  Renzi,  empezó  a  ir  al 
Ministerio  de  Trabajo  dos  veces  por  semana,  de  cuatro  a  ocho,  para  atender  los 
pedidos  de  ayuda  social  directa.  Ya  fuera  porque  le  faltaba  la  paciencia  de  Evita 
para  este  tipo  de  tarea  o  porque  lo  reclamaban  asuntos  impostergables  en  la 
presidencia,  pronto  la  dejó  a  cargo  de  Renzi.  Del  mismo  modo,  en  un  primer 
momento  asumió  la  presidencia  del  Partido  Peronista  Femenino  para  luego 
delegarla  en  la  diputada  Deba  Degliuomini  de  Parodi.  Pero  no  pudo  encontrar 
sustituto  o  sustituía  para  los  discursos  que  Evita  pronunciaba  ante  delegaciones 
sindicales,  en  concentraciones  de  la  CGT  o  en  las  celebraciones  partidarias. 
Como  presidente.  Perón  no  podía  lanzar  las  diatribas  de  Evita,  ni  exaltarse  a  sí 
mismo  usando  las  expresiones  que  ella  había  hecho  suyas,  y  los  que  trataban  de 
imitarla  no  podían  hacerlo  con  la  sinceridad  y  la  pasión  que  ella  comunicaba  a 
sus  auditorios. 

En  lo  que  respecta  a  las  actividades  gremiales.  Perón  ni  siquiera  buscó  un 
reemplazante.  Por  un  lado,  trató  vanamente  de  asistir  a  más  actos  sindicales  y 
de  recibir  a  un  mayor  número  de  dirigentes  gremiales  en  el  Ministerio  de 
Trabajo,  y  por  otro,  estableció  un  control  más  rígido  sobre  la  CGT.  Ante  la 
situación  económica  del  país,  sin  reservas,  con  inflación  y  dos  malas  cosechas, 


262 


Marysa  Navarro 


Evita 


Perón  había  decidido  recurrir  a  las  inversiones  extranjeras,  aumentar  la 
productividad  y  seguir  frenando  su  política  de  redistribución  del  ingreso.  Para 
alcanzar  sus  objetivos,  se  veía  obligado  a  detener  el  empuje  del  movimiento 
obrero  —  que  Evita,  obviamente  con  su  anuencia,  había  impulsado  y  controlado 
hasta  entonces  — .  Por  lo  tanto,  precisaba  un  equipo  de  dirigentes  sindicales  que 
siguiera  fielmente  sus  directivas  y  no  estuviera  acostumbrado  a  que  Evita 
"inclinara  la  balanza  de  la  justicia  social"  de  su  lado.  Esto  significaba  que  debía 
caer  la  comisión  directiva  de  la  CGT  que  había  colaborado  tan  estrechamente 
con  ella  y  había  convertido  al  movimiento  obrero  organizado  en  "la  columna 
vertebral  del  peronismo".  El  17  de  octubre,  el  discurso  de  Espejo  durante  el  acto 
en  Plaza  de  Mayo  fue  recibido  con  una  silbatina.  A  los  pocos  días,  presentaba  su 
renuncia  como  secretario  general  de  la  CGT  y  con  él  caía  toda  la  comisión 
directiva,  cosa  que  no  había  sucedido  cuando  renunciaron  Hernández  y  Gay.  El 
equipo  que  lideró  la  central  obrera  a  partir  de  1952  no  consiguió  enteramente  el 
propósito  que  tenía  trazado  pues,  a  medida  que  se  contraía  el  salario  real  y 
disminuía  la  participación  de  los  trabajadores  en  la  renta  nacional,  se  fue 
extendiendo  el  descontento  en  las  bases.  Lo  que  sí  hizo  fue  transformar  a  la 
CGT  en  el  vocero  de  la  política  salarial  del  gobierno  y  contribuir  al  alejamiento 
de  los  trabajadores  de  Perón,  por  lo  menos  temporalmente. 

El  distanciamiento  entre  el  líder  y  los  descamisados  se  producía  en 
momentos  en  que  las  contradicciones  inherentes  al  proyecto  peronista  se 
acentuaban.  Continuando  con  la  política  trazada  por  la  Revolución  del  4  de 
junio,  Perón  había  cumplido  parte  de  sus  objetivos  —nacionalizaciones, 
redistribución  del  ingreso,  expansión  industrial,  control  de  la  economía  y  una 
política  exterior  esencialmente  neutralista—  en  un  mundo  devastado  por  la 
Segunda  Guerra  Mundial.  En  plena  guerra  fría,  enfrentaba  ahora  una  coyuntura 
internacional  muy  distinta  y  desde  el  punto  de  vista  interno,  sus  posibilidades 
de  transformación  también  se  habían  limitado. 

El  análisis  detallado  de  las  causas  que  explican  la  caída  del  peronismo  no 
cabe  en  este  trabajo543.  Sin  embargo,  debido  a  lo  que  sucede  con  la  figura  de 
Evita  en  el  período  posterior  a  1955,  es  necesario  recordar  que,  para  ese 
momento,  el  país  estaba  profundamente  dividido  en  dos  campos  antagónicos  y 
por  mucho  tiempo  irreconciliables  —peronismo  y  antiperonismo  —  .  La 
antinomia  tenía  su  origen  en  la  polarización  que  se  produjo  en  torno  a  la  figura 
de  Perón  y  su  fundamento,  en  dos  concepciones  distintas  de  la  sociedad,  de  la 
función  del  individuo  en  ellas,  de  su  estructura  de  clases,  de  sus  fines 
económicos  y  del  rol  que  debía  jugar  el  Estado.  Estas  concepciones  no  eran 
incompatibles  pues  desde  el  primer  momento  el  peronismo  se  presentó  como 
una  alianza  de  clases  que  permitiría  superar  la  lucha  de  clases  sin  suprimirla544. 


Véase  Julio  Godio,  La  caída  de  Perón  de  junio  a  setiembre  de  1955  (Buenos  Aires:  Granica 
editor,  1973);  Miguel  Gazzera  y  Norberto  Ceresole,  Peronismo,  autocrítica  y  perspectivas  (Buenos  Aires: 
Editorial  Descartes,  1970),  y  Arthur  P.  Whitaker,  Argentine  Upheaval:  Perón  's  Fall  and  the  New  Regime 
(New  York  &  London,  1956). 

544  Al  indicar  que  estas  concepciones  no  eran  necesariamente  incompatibles,  nos  referimos 
obviamente  a  la  ideología  dominante  que  el  peronismo  pretendía  suplantar,  o  sea,  el  liberalismo,  si  bien 
en  el  campo  antiperonista  convivieron  por  un  tiempo  muy  cómodamente  comunistas  y  conservadores, 


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Sin  embargo,  aun  antes  de  que  Perón  enunciara  sus  ideas  en  forma  de  doctrina 
o  instrumentara  muchas  de  ellas,  los  sectores  que  se  habían  unido  bajo  el  manto 
de  la  Unión  Democrática  le  declararon  una  guerra  sin  cuartel.  No  aceptaron 
nunca  su  derrota.  A  pesar  de  que  Perón  fue  elegido  en  una  de  las  elecciones 
más  correctas  de  la  Argentina  moderna,  continuando  con  sus  planteos 
anteriores  a  1946,  se  comportaron  como  si  Perón  fuera  por  definición  un 
gobernante  totalitario.  Desde  el  momento  en  que  tomó  el  poder,  lo  enfrentaron 
como  tal,  jaqueándolo  en  las  Cámaras,  denigrándolo  en  su  prensa, 
endureciendo  constantemente  sus  ataques  y  muy  pronto  conspirando  contra  él. 
Su  encono  se  veía  reforzado  consistentemente  por  las  nuevas  atribuciones  del 
Estado,  la  expansión  de  la  CGT  y  su  creciente  influencia,  el  control  que  el 
gobierno  ejercía  en  las  Cámaras,  su  adquisición  de  diarios,  su  política 
económica  de  fuerte  tono  nacionalista,  las  diatribas  de  Evita,  que  anatemizaba  a 
los  "vendepatrias"  desde  los  balcones  de  la  Casa  Rosada,  la  reforma  de  la 
Constitución  y  las  múltiples  calles,  institutos,  barcos,  etcétera,  que  llevaban  el 
nombre  de  Perón  y  Eva  Perón.  Y  mientras  Evita  arreciaba  sus  arengas, 
consolidaba  la  alianza  del  movimiento  obrero  con  Perón  y  profundizaba  su 
apoyo  en  sectores  marginales,  ésta  respondía  a  los  ataques  de  la  oposición 
encarcelando  a  dirigentes  políticos  y  legisladores  como  Ricardo  Balbín, 
estableciendo  una  rígida  censura  de  prensa  y  cerrando  diarios  como  el  viejo 
órgano  socialista  La  Vanguardia  o  nacionalizando  a  su  incondicional  enemigo,  La 
Prensa,  el  periódico  de  la  oligarquía  por  excelencia. 

A  partir  de  la  intentona  revolucionaria  de  Menéndez  y  especialmente 
después  de  la  muerte  de  Evita,  la  antinomia  se  intensificó  aún  más  de  un  lado  y 
de  otro.  Al  tiempo  que  Perón  iba  perdiendo  el  apoyo  de  sectores  de  clase  media 
y  se  debilitaba  su  alianza  con  los  trabajadores,  se  acentuaba  el  carácter  represivo 
de  su  gobierno  hasta  alcanzar  a  las  fuerzas  armadas  y  a  la  Iglesia.  El  16  de  junio 
de  1955,  una  escuadrilla  que  debía  participar  en  un  homenaje  de  desagravio,  en 
lugar  de  sobrevolar  Plaza  de  Mayo  bombardeó  las  inmediaciones  en  pleno 
mediodía.  El  16  de  setiembre  del  mismo  año  estallaba  un  levantamiento  militar 
en  Córdoba  y  cuatro  días  más  tarde,  habiendo  renunciado  a  la  presidencia, 
Perón  abandonaba  tierra  argentina  sin  que  los  miles  de  descamisados  que 
habían  jurado  tantas  veces  "dar  la  vida  por  Perón"  pudieran  hacerlo. 

El  23  de  setiembre  de  1955  prestó  juramento  como  presidente  provisional 
el  jefe  del  movimiento  armado,  el  general  Eduardo  Lonardi,  y  como 
vicepresidente,  el  almirante  Isaac  F.  Rojas.  Frente  a  una  multitud  entusiasta, 
Lonardi  anunció  que  su  programa  se  resumía  en  las  palabras:  imperio  del 
derecho545.  Para  la  Revolución  Libertadora  no  habría  "ni  vencedores  ni 
vencidos". 

Lonardi  disolvió  el  Congreso,  intervino  los  gobiernos  provinciales  y  las 
universidades,  restituyó  las  provincias  Eva  Perón  y  Presidente  Perón  a  sus 


que  sí  tienen  ideologías  antagónicas.  Véase  Juan  D.  Perón,  Doctrino  revolucionaria  (Buenos  Aires: 
Freeland,  1973),  y  Conducción  política  (Buenos  Aires:  Ediciones  "Mundo  Peronista",  1952). 

545  La  Nación,  24  de  setiembre  de  1955.  Véase  también:  Diez  periodistas  porteños,  Así  cayó 
Perón  (Buenos  Aires:  Editorial  Lama,  1955). 


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viejos  nombres  de  La  Pampa  y  Chaco  y  Ciudad  Eva  Perón  volvió  a  su  antigua 
denominación  de  La  Plata,  pero  en  sus  declaraciones  a  la  prensa,  el  Presidente 
provisional  se  mostró  favorable  al  pronto  restablecimiento  de  la  Constitución 
(aunque  modificada),  de  la  libertad  de  prensa  y  sindical  (siempre  que  los 
sindicatos  no  intervinieran  en  política)  y  dispuesto  a  llamar  a  elecciones. 
Propiciaba  un  lento  proceso  de  desperonización,  por  así  decirlo,  que  no 
antagonizara  a  los  peronistas  y  por  lo  tanto  no  intervino,  por  ejemplo,  la  CGT, 
ni  tampoco  tomó  de  inmediato  medidas  para  restituir  La  Prensa  a  sus  antiguos 
dueños,  si  bien  en  lo  económico  la  liberalización  fue  mucho  más  rápida. 

Entre  sus  asesores,  Lonardi  contaba  con  algunos  nacionalistas  como  Juan 
Carlos  Goyeneche  (secretario  de  Prensa),  Clemente  Villada  Achával  (jefe  de  la 
Secretaría  privada  de  la  Presidencia)  y  el  canciller  Mario  Amadeo.  Por  su 
antiliberalismo,  éstos  pronto  se  convirtieron  en  el  blanco  de  críticas  a  la  gestión 
de  Lonardi.  Pero  en  realidad  estas  críticas  enmascaraban  una  discrepancia  de 
fondo  por  parte  de  sectores  que  propiciaban  una  desperonización  más  rápida  y 
más  profunda  que  la  que  Lonardi  estaba  dispuesto  a  instrumentar.  Presionado, 
el  Presidente  provisional  resolvió  crear  el  7  de  octubre  de  1955  una  Comisión 
Nacional  de  Investigaciones  que  tendría  "por  objeto  investigar  las 
irregularidades  que  se  hubieran  producido  en  todas  las  ramas  de  la 
administración  pública  federal,  provincial  y  municipal,  durante  la  gestión  del 
gobierno  depuesto,  cometidas  por  funcionarios  o  personas  relacionadas  con 
aquéllas546.  Presidida  por  Rojas,  pondría  en  funcionamiento  varias  comisiones 
investigadoras  a  nivel  nacional  y  provincial. 

Buscando  ampliar  su  base  de  apoyo  en  todas  las  fuerzas  políticas  que  se 
habían  opuesto  a  Perón  y  adherido  por  lo  tanto  a  la  Revolución  Libertadora, 
Lonardi  también  inició  los  pasos  necesarios  para  crear  una  Junta  Consultiva 
Nacional  que  las  agrupara.  El  discurso  que  pronunció  Rojas  en  ocasión  de  la 
primera  reunión  de  la  Junta,  a  principios  de  noviembre,  reveló  que  dentro  del 
gobierno  había  una  posición  opuesta  al  espíritu  que  había  animado  las 
declaraciones  y  los  actos  de  Lonardi  hasta  ese  momento.  Las  diferencias  de 
criterio  se  resolvieron  finalmente  el  13  de  noviembre  de  1955.  En  esa  fecha, 
Lonardi  fue  removido  de  su  cargo,  pasando  entonces  el  general  Pedro  Eugenio 
Aramburu  a  la  Presidencia  provisional,  mientras  que  Rojas  permanecía  en  la 
vicepresidencia.  Tres  días  más  tarde  era  intervenida  la  CGT,  por  considerar  que 
"la  tiranía"  (así  se  denominaba  en  el  decreto-ley  al  gobierno  peronista) 
"corrompió  y  utilizó  también  a  la  Confederación  General  del  Trabajo, 
desnaturalizando  su  misión  esencial  de  entidad  defensora  y  representativa  de  la 
masa  laboriosa  y  transformándola  en  el  instrumento  adecuado  para  dominar  a 
los  trabajadores  y  hacerlos  servir  a  los  fines  del  totalitarismo  que  implantara  en 
nuestra  Patria..."547.  Ese  mismo  mes,  el  24  de  noviembre,  se  disolvían  los  dos 
partidos  peronistas  por  haber  sido  el  "instrumento  fundamental  del 


Documentación,  autores  y  cómplices,  etc.  Tomo  I,  p.  3.  Para  la  caída  de  Lonardi,  véase  Extra 
(Buenos  Aires,  noviembre  de  1965,  año  I,  N°  5)  y  Todo  es  Historia  (Buenos  Aires,  setiembre  de  1970,  año 
IV,  N°  41). 

547  Anales  de  Legislación  argentina  (Buenos  Aires:  Editorial  La  Ley,  1955,  tomo  XV-A),  p.  581. 


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entronizamiento  de  la  dictadura  totalitaria  que  tantos  y  tan  enormes  daños 
causó  al  país"548. 

En  los  meses  siguientes,  Aramburu  siguió  dictando  decretos  tendientes  a 
acelerar  la  desperonización  del  país.  Se  derogaron  las  leyes  que  declaraban  a 
Perón  Libertador  de  la  República  y  a  Evita,  Jefa  Espiritual  de  la  Nación 
(decreto-ley  del  6  de  diciembre  de  1955),  por  comportar  "actos  de  obsecuencia  y 
sumisión  inadmisibles,  que  repugnan  a  la  esencia  de  los  principios  republicanos 
así  como  las  más  puras  tradiciones  de  la  Patria"549.  Se  derogaron  las  leyes 
referentes  al  Monumento  a  Eva  Perón  (decreto-ley  del  17  de  diciembre  de  1955), 
se  disolvió  la  Fundación  Evita  (decreto-ley  del  23  de  diciembre  de  1955),  el 
gobierno  se  incautó  de  los  bienes  de  los  dos  partidos  peronistas  (decreto-ley  del 
11  de  enero  de  1956)  y  el  5  de  marzo  de  1956  se  inhabilitó  "para  desempeñar 
cargos  públicos  electivos,  empleo  en  la  Administración  pública  o  actuar  como 
dirigentes  de  partidos  políticos  en  los  órdenes  nacional,  provincial  y  municipal, 
a  las  personas  que  a  partir  del  4  de  junio  de  1946"  hubiesen  desempeñado 
cargos  electivos,  o  hubiesen  sido  ministros,  interventores,  etcétera.550 

Mientras  tanto,  las  comisiones  investigadoras  proseguían  sus  labores, 
haciendo  uso  de  sus  facultades  extraordinarias  —cuando  sus  funciones  fueron 
interrumpidas  en  abril  de  1956  habían  elevado  314  sumarios  y  puesto  a  la 
disposición  de  la  justicia  1.045  procesados  —  .  La  persecución  sistemática  de  los 
partidarios  "del  tirano  depuesto"  o  "del  tirano  prófugo",  como  se  acostumbraba 
a  llamar  a  Perón,  alcanzó  su  punto  máximo  con  el  decreto-ley  del  5  de  marzo  de 
1956,  por  el  que  se  prohibía  el  uso  de  cualquier  insignia  o  símbolo  del  partido 
peronista  "porque  recuerdan  una  época  de  escarnio  y  de  dolor  para  la  población 
del  país,  y  su  utilización  es  motivo  de  perturbación  de  la  paz  interna  de  la 
Nación  y  una  rémora  para  la  consolidación  de  la  armonía  entre  los 
argentinos"551.  El  decreto  ponía  particular  énfasis  en  la  prohibición  de  poseer 
una  "fotografía,  retrato  o  escultura  de  los  funcionarios  peronistas  o  sus 
parientes",  de  usar  "las  expresiones  'peronismo',  'peronista',  'justicialismo', 
'justicialista',  'tercera  posición',  la  abreviatura  ’P.  P. '...".  La  medida  establecía 
diversas  sanciones  para  la  violación  de  este  decreto-ley,  incluso  la  pena  de 
cárcel  de  treinta  días  a  seis  años552. 

En  el  ínterin,  todos  los  bienes  de  Ciudad  Estudiantil  e  Infantil  habían 
sido  transferidos  al  nuevo  Ministerio  de  Asistencia  Social  y  Salud  Pública  y  el  4 
de  julio  de  1956  se  incorporaron  al  patrimonio  nacional  todos  los  bienes, 
derechos  y  acciones  de  la  Fundación  Eva  Perón,  por  ser  una  entidad  de  derecho 
privado  cuyas  funciones  habían  sido  declaradas  de  orden  público  y  de  interés 
nacional  para  "permitir  a  quienes  gobernaban  la  Fundación  —el  ex  mandatario 
y  su  esposa—  el  manejo  discrecional  de  los  cuantiosos  recursos 
correspondientes  al  Estado  que  la  entidad  acumulaba,  utilizándolos  con  la 


548 

549 

550 

551 

552 


Ibid.,  p.  602. 
Ibid,  p.  11. 
Ibid.,  p.  243. 
Ibid,  p.  242. 
Idem. 


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apariencia  de  ayuda  social  en  actos  de  favoritismo  y  de  corrupción  política  que 
constituyen  la  negación  misma  de  todo  sano  concepto  de  justicia  social  y  son 
típicos  de  regímenes  totalitarios"553. 

El  decreto-ley  ratificaba  el  dictamen  de  la  Comisión  Nacional  de 
Investigaciones  N°  39,  que  si  bien  no  pudo  encontrar  procedimientos  ilícitos  en 
el  funcionamiento  de  la  Fundación,  criticaba  su  libertad  de  acción,  su 
entrometimiento  en  áreas  reservadas  a  varios  ministerios,  el  hecho  de  que  sus 
dependencias  fuesen  dirigidas  por  oficiales  y  suboficiales  retirados  y  que  las 
obras  eran  realizadas  "a  capricho  y  voluntad"  de  Evita.  Además,  toda  la 
organización  "montaba  sus  servicios  con  lujo  desproporcionado  al  fin 
propuesto  y  a  la  cultura  y  costumbres  de  los  llamados  a  utilizarlos;  fomentaba 
con  eso,  complejos  que  favorecían  desviaciones  morales  y  familiares  de  cierto 
sector  de  los  usuarios"554. 

Si  bien  la  erradicación  del  peronismo  se  intensificó  sobremanera  a  partir 
del  momento  en  que  asumió  la  presidencia  Aramburu,  la  violenta  destrucción 
de  los  símbolos  peronistas  había  comenzado  ya  en  setiembre  de  1955.  En  los 
días  inmediatos  a  la  caída  de  Perón  se  destruyeron  estatuas,  fotos  e  insignias 
partidarias,  se  hicieron  enormes  fogatas  con  libros,  folletos  y  documentos 
peronistas,  con  sábanas,  mantas  y  muebles  de  la  Fundación  Eva  Perón  porque 
tenían  el  escudo  de  la  institución.  Sus  depósitos  fueron  saqueados  y  mucho  de 
lo  que  había  adentro,  destruido.  La  sede  de  la  Fundación,  todavía  en 
construcción,  tenía  en  su  frente  un  número  de  estatuas  que  fueron  removidas  y 
hechas  añicos.  El  afán  por  borrar  todo  vestigio  de  peronismo  llegó  a  tal  extremo 
que  la  casa  que  poseía  Evita  fue  destruida  por  ser  de  ella  y  hasta  el  hermoso 
Palacio  Unzué  en  el  que  vivieron  Perón  y  Evita  —residencia  oficial  de  los 
presidentes  argentinos  —  fue  arrasado. 

Por  otra  parte,  también  desde  el  mes  de  setiembre  de  1955,  la  prensa,  que 
durante  los  años  de  gobierno  peronista  había  sufrido  una  censura  rígida,  se 
lanzó  a  una  orgía  de  denuncias  sobre  los  negociados  de  funcionarios  peronistas 
y  los  tesoros  acumulados  por  Perón,  a  quien  por  otra  parte  un  tribunal  de  honor 
había  prohibido  "ostentar  el  título  del  grado  y  el  uso  del  uniforme,  por  la 
indignidad  que  su  conducta  ha  puesto  de  manifiesto",  su  vida  disoluta,  sus 
innumerables  pares  de  zapatos,  sus  autos,  su  pinacoteca  escondida,  etc.  Con  la 
joyas  de  Evita  sucedió  lo  que  ella  no  quería  que  aconteciera:  cayeron  en  manos 
de  sus  enemigos;  fueron  exhibidas  al  público,  desmontadas  y,  con  otras  valiosas 
posesiones,  subastadas  en  diciembre  de  1956. 

Esta  campaña  de  prensa,  junto  con  la  publicación  de  numerosos  artículos 
sobre  "la  vida  secreta  de  Juan  Perón  y  Eva  Perón"  y  el  reguero  de  decretos, 
intervenciones,  exposiciones  e  investigaciones,  tenía  el  propósito  de  justificar  la 
existencia  de  la  Revolución  Libertadora  en  toda  su  militancia  antiperonista,  por 
los  crímenes,  arbitrariedades  y  excesos  de  lo  que  se  dio  en  llamar  "el  régimen 


Ib  id.,  ps.  747-750. 

Documentación,  autores  y  cómplices,  tomo  III,  p.  275. 


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depuesto"  y  al  mismo  tiempo  demostrar  a  los  partidarios  de  Perón  que  habían 
vivido  ciegos  y  engañados  durante  diez  años. 

En  esta  época  apareció  por  primera  vez  en  la  Argentina  una  serie  de 
obras  sobre  Evita,  algunas  de  las  cuales  habían  sido  publicadas  con  anterioridad 
en  el  exterior:  en  los  Estados  Unidos,  La  mujer  del  látigo,  de  Mary  Main,  bajo  el 
seudónimo  de  María  Flores,  y  Bloody  Precedent,  de  Fleur  Cowles,  y  en  el 
Uruguay,  El  mito  de  Eva  Duarte,  de  Américo  Ghioldi.  En  la  Argentina,  la  lista 
incluye:  Eva  Perón.  Su  verdadera  vida,  de  Benigno  Acossano;  Eva,  la  predestinada. 
Alucinante  historia  de  éxitos  y  frustraciones,  de  Román  J.  Lombille;  Esa  noche  de 
Perón,  de  Ricardo  Boizard;  ¿Qué  es  esto?,  de  Ezequiel  Martínez  Estrada,  y 
Biografía  patria,  de  Luis  Franco,  contienen  capítulos  dedicados  a  Evita. 

En  términos  generales,  estas  obras  repiten  los  chismes,  cuentos  y 
versiones  que  corrían  en  los  salones  y  camarillas  opositoras  mientras  el 
peronismo  estuvo  en  el  poder  y  que  debido  a  la  censura  de  prensa  aparecían 
con  cierta  regularidad  en  Time  y  Newsweek  o  en  obras  como  Bloody  Precedent,  de 
Fleur  Cowles,  resultado  de  una  visita  de  pocos  días  a  la  Argentina  como 
miembro  de  una  delegación  de  periodistas.  No  hay  en  ellas  la  mínima  tentativa 
de  cuestionar  los  rumores  o  las  anécdotas  que  reproducen  y  ninguna  es  el 
producto  de  una  investigación  medianamente  rigurosa  desde  el  punto  de  vista 
histórico.  Justo  es  reconocer  que  algunas  de  estas  obras,  como  la  de  Main  o 
Ghioldi,  fueron  escritas  en  un  período  en  que  la  situación  política  no  favorecía 
un  proyecto  de  ese  tipo  —si  ésa  hubiera  sido  la  intención.  Pero  no  hay  ningún 
indicio  de  que  los  autores  hayan  querido  hacerlo  — .  Al  contrario,  lo  que  surge 
de  inmediato  es  su  propósito  panfletario,  ya  desde  el  título.  Tanto  las  obras 
publicadas  hasta  1955  como  las  que  aparecieron  a  partir  de  esa  fecha  son 
ensayos  imbuidos  de  espíritu  revanchista  que  tienen  un  propósito  común: 
atacar  todo  cuanto  el  peronismo  representó  y  exhibir  sus  lacras  para  así  poder 
destruirlo.  Buscan  desmitificarlo,  revelar  "la  verdadera"  personalidad  de  sus 
líderes  para  que  el  pueblo  pueda  entender  que  ha  sido  engañado.  Al  igual  que 
otras  obras  antiperonistas  de  este  período,  soslayan  las  causas  políticas, 
económicas  y  sociales  que  contribuyeron  a  conformar  el  proceso  desde  1930  y 
reducen  la  historia  del  país  a  partir  de  1943  a  explicaciones  esencialmente 
psicologistas.  Todo  lo  sucedido  desde  esa  fecha  pasa  a  ser  el  resultado  de  la 
demagogia  de  Perón,  de  su  ambición,  de  su  falta  de  escrúpulos,  de  su  cobardía, 
etc.,  o  de  la  ambición  de  Evita,  de  su  resentimiento,  etcétera555. 

Por  sus  características  tan  peculiares,  la  figura  de  Evita  fue  un  campo 
particularmente  fértil  para  la  temática  psicologista.  La  imagen  que  surge  de 
estas  obras  es  la  de  una  actriz  de  segunda  categoría,  una  "partiquina"  de  vida 
muy  dudosa  (la  terminología  que  se  usa  es  por  lo  general  muy  vulgar  y  hasta 


Deberían  pasar  todavía  algunos  años  antes  de  que  los  antiperonistas  pudieran  encarar  el 
proceso  peronista  con  pautas  menos  sectarias  y  abandonar  los  esquemas  simplistas  que  los  habían 
cegado  durante  tanto  tiempo.  Como  también  deberían  pasar  unos  años  para  que  algunos  peronistas 
intentaran  hacer  una  autocrítica.  Por  otra  parte,  la  necesidad  de  justificar  de  una  parte  y  de  otra  las 
posiciones  adoptadas  influyó  para  que  muchas  de  las  obras  publicadas  hasta  el  presente  fueran  ensayos 
interpretativos  y  que  se  dejara  de  lado  la  elaboración  de  trabajos  de  investigación. 


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soez)556,  cuyos  actos  después  de  su  unión  con  Perón  tienen  un  solo  objetivo: 
satisfacer  su  insaciable  sed  de  venganza,  su  profundo  resentimiento  debido  a  su 
bajo  origen  social  y  a  los  desprecios  que  le  infligió  la  oligarquía.  Es  una  mujer 
que  odia  a  los  hombres  desde  sus  años  de  artista  —  Mary  Main  va  más  lejos  y 
dice  que  aprendió  a  odiarlos  desde  su  niñez—  y  una  vez  que  se  siente  fuerte  y 
poderosa  los  castiga  despiadadamente.  Según  Franco,  había  en  Evita  dos 
resentimientos:  "Uno  muy  sombrío  que  le  venía  de  su  pobreza  vergonzante,  de 
su  condición  de  hija  adulterina  y  de  la  turbia  moral  de  su  familia,  y  otro,  no 
menos  sombrío,  que  le  venía  del  fracaso  de  su  aspiración  a  ser  una  gran 
actriz557.  Guiada  por  su  ambición,  su  egoísmo  y  su  resentimiento,  busca 
consistentemente  el  camino  más  corto  y  más  fácil  que  pueda  hacerle  alcanzar  su 
meta,  acumular  poder  para  hacer  pagar  a  la  sociedad  el  mal  que  le  ha  hecho  y  lo 
consigue  por  medio  de  la  influencia  sobre  los  hombres,  tanto  civiles  como 
militares.  Es  "la  mujer  del  látigo"  que  ha  pintado  Main,  fría,  dura,  implacable, 
que  insulta  a  funcionarios  de  gobierno  con  un  lenguaje  de  bajo  fondo,  les  pega 
carterazos,  manosea  a  Perón  y  a  todo  el  que  se  acerca  a  ella  y  solamente  admite 
la  más  abyecta  adulonería.  Todos  los  actos  de  su  vida  están  marcados  por  un 
signo  negativo  y  no  hay  en  ella  el  mínimo  atisbo  de  generosidad.  Va  a  Europa 
para  insultar  a  las  damas  oligarcas;  destruye  la  Sociedad  de  Beneficencia 
porque  ésta  la  rechaza  y  construye  hogares  infantiles  que  en  realidad  no 
albergan  a  niños  pues  se  llenan  cuando  vienen  visitantes  extranjeros;  se  apoya 
en  las  masas  porque  es  el  único  sector  de  la  sociedad  argentina  que  la  acepta  y 
las  impulsa  a  odiar  a  la  oligarquía  porque  quiere  vengarse  de  sus  desprecios.  Es 
un  ser  insensible,  incapaz  de  sentir  afecto  hacia  nadie  y  menos  de  querer 
verdaderamente  a  Perón.  "El  amor-pasión  nunca  existió  entre  Eva  y  Perón.  Ni 
en  sus  primeros  encuentros,  siquiera",  afirma  rotundamente  Lombille558.  Por  lo 
tanto,  su  amor  por  los  descamisados  es  totalmente  falso,  una  mentira  refutada 
por  sus  joyas  y  sus  ropas.  Lo  que  sí  tenía,  según  Ghioldi,  era  "un  amor 
desmesurado  al  lujo"559. 

A  pesar  de  su  apariencia  femenina,  Evita  es  en  verdad  un  hombre,  y  para 
algunos  autores  lo  que  mejor  explica  su  carrera  de  aventurera  es  el  dominio  que 
tiene  sobre  Perón.  Los  rasgos  de  su  personalidad  son  mucho  más  masculinos 
que  los  de  Perón  y  ella  es  la  que  lo  arrastra  cuando  desfallece  y  lo  incita  a  seguir 
luchando  cuando  está  dispuesto  abandonar  todo.  Para  Franco:  "Había  sin  duda 
en  el  carácter  peroniano  un  elemento  de  molicie  femenina"560.  En  contraposición 
con  él.  Evita  es  fuerte  y  Perón  extraordinariamente  débil.  "En  los  diálogos  entre 
ambos",  señala  Lombille,  "priva  siempre  la  voluntad  de  la  mujer  sobre  la 
parsimonia  y  la  blandura  del  hombre,  que  oculta  su  inferioridad  bajo  una  capa 
de  bonhomía  y  pillería"561.  La  debilidad  de  Perón  se  traduce  en  cobardía  y 

556  Casi  treinta  años  mas  tarde,  en  un  libro  de  memorias  que  publica  en  1971,  Spruille  Braden 
todavía  recuerda  los  cuentos  soeces  que  corrían  en  círculos  antiperonistas  y  reproduce  uno.  Diplomats 
and  Demagogues  (New  Rochell,  New  York:  Arlington  House,  1971),  p.  323. 

557  Luis  Franco,  op.  cit.,  p.  136. 

558  Román  J.  Lombille,  op.  cit.,  p.  89. 

559  Américo  Ghioldi,  op.  cit.,  p.  49. 

560  Luis  Franco,  op.  cit.,  p.  140. 

561  Román  J.  Lombille,  op.  cit.,  p.  88. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


miedo  físico  en  varias  instancias.  Por  ejemplo  el  17  de  octubre  de  1945,  cuando 
Evita  supuestamente  lo  saca  a  empellones  del  Hospital  Militar,  usando 
expresiones  dignas  de  un  carretero,  y  también  durante  la  enfermedad  de  esta 
última.  Boizard  cuenta  que  en  el  cuarto  de  Evita  "hiede.  Perón,  que  odia  los 
malos  olores  y  que  vive  rodeado  de  ungüentos  y  perfumes,  tiene  que  usar  una 
mascarilla  para  acercase  a  esa  Eva  que  dignifica'"562.  El  mito  de  la  cobardía  de 
Perón,  supuestamente  reforzado  por  la  forma  en  que  se  produjo  su  caída,  tuvo 
una  larga  vida  y  lo  persiguió  hasta  los  años  setenta.  La  debilidad  o  "femineidad" 
de  Perón  es  lo  que  explica  la  fuerza  de  Evita  y  el  ascendiente  que  llega  a  tener 
en  su  gobierno.  Como  lo  expresa  Martínez  Estrada  sin  tapujos:  "Él  es  la  mujer  y 
ella  el  hombre"563. 


Escenas  populares  registradas  al  paso  del  cortejo. 


En  este  mito  uniformemente  negro,  hay  sin  embargo  algunas  variaciones, 
puesto  que  de  alguna  manera  deben  acomodarse  a  éste  los  últimos  años  de  la 
vida  de  Evita,  sus  largas  horas  de  trabajo  en  el  Ministerio  y  los  desbordes  que 
provocaba  en  los  descamisados.  Se  transforma  entonces  en  "una  pobre  mujer" 
sin  voluntad,  usada  por  el  dictador  ya  que  éste  la  obliga  a  asistir  a  su  asunción 
de  mando  pues  ella  es  la  que  le  da  popularidad  y  luego  convierte  su  velatorio 


Ricardo  Boizar,  op.  cit.,  p.  48. 

563  José  Capsistski  en  su  ensayo  publicado  en  1968  se  adhiere  también  al  mito  de  la  "virilidad"  y 
la  "esencia  masculina"  de  Evita,  op.  cit.,  p.  19. 


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Evita 


en  "un  espectáculo  grotesco"  o  como  dice  Boizard  en  una  "bacanal 
necrológica"564. 

En  el  mito  negro,  Evita  es  la  encarnación  del  mal  en  todas  sus  formas  y 
desviaciones.  Es  la  pecadora  cuya  redención  no  se  acepta  pues  sus  pecados 
originales  son  de  tal  naturaleza  que  pervierten  todos  sus  actos  a  pesar  de  las 
apariencias  contrarias.  Por  su  origen  y  por  su  vida,  no  puede  tener  la 
superioridad  moral  que  generalmente  se  atribuye  a  las  mujeres,  de  allí  que  se 
insista  en  verla  como  un  hombre.  Es  también  la  mujer  misterio,  impenetrable, 
desconocida  y  extraña  que  inspira  miedo  pues  parece  poseer  poderes 
sobrenaturales  que  la  hacen  eludir  los  controles  normales  y  escaparse  de  sus 
límites  naturales,  en  este  caso,  su  clase  y  su  condición  de  mujer  y  esposa. 

Advenediza,  aventurera,  resentida,  prepotente,  vengativa,  egoísta, 
hipócrita  y  ambiciosa  son  los  adjetivos  que  mejor  caracterizan  a  Evita  según 
estos  autores.  Para  Ghioldi,  es  el  producto  del  totalitarismo  de  Perón  y  nada 
hay  de  redimible  en  ella.  Traza  el  siguiente  perfil:  "Corta  de  inteligencia, 
deficiente  de  cultura  y  sensibilidad  femenina,  ignorante  de  las  relaciones 
morales  y  civiles  de  los  hombres,  sin  autocrítica,  sin  carga  de  escrúpulos  de 
conciencia,  falta  de  gusto,  Eva  Perón  ingresa  a  la  historia  como  una  leyenda 
plantada  en  el  mentidero  argentino"565.  Franco  es  apenas  más  generoso  y 
admite  que  pese  a  ser  una  advenediza,  "Evita  logró  identificarse  parcialmente 
con  las  clases  desposeídas  y  obró  a  ratos  como  una  mujer  del  pueblo"566.  La 
describe  como  una  combinación  de  madame  Pompadour  y  Louise  Michel,  "una 
especie  de  Providencia  con  polleras  de  la  Rué  de  la  Paix,  ante  la  cual  se 
humillaron  como  perros  castrados,  ministros,  generales,  médicos,  obispos, 
financistas  e  intelectuales  y  el  propio  marido..."567.  En  cuanto  a  Martínez 
Estrada,  con  su  verborragia  habitual,  la  verá  como  "la  sublimación  de  lo  torpe, 
ruin,  abyecto,  infame,  vengativo,  ofídico  y  el  pueblo  vio  que  encarnaba 
atributos  de  los  dioses  infernales.  Su  resentimiento  contra  el  género  humano, 
propio  de  la  actriz  de  terceros  papeles,  se  conformó  con  descargarse  contra  la 
oligarquía  o  el  público  de  los  teatros  céntricos.  El  pueblo  de  los  descamisados  y 
grasitas  había  sido  antes  su  público"568. 

No  valdría  la  pena  detenerse  tanto  tiempo  en  el  mito  propalado  por  estas 
obras  si  no  fuera  que  desde  1955  en  adelante  ha  fijado  una  imagen  de  Evita  en 
determinados  sectores  de  la  población  que,  tanto  como  el  de  la  cobardía  de 
Perón,  afectó  el  comportamiento  político  de  los  que  creían  en  él  a  pie  juntillas.569 
Además  no  solamente  ha  sido  repetido  en  cuanto  libro  se  ha  escrito  sobre  el 
peronismo  ya  sea  en  español  o  en  otras  lenguas  y  hasta  aparece  parcialmente 
reflejado  en  obras  recientes  que  no  tienen  el  propósito  específico  de  atacar  a 


Ricardo  Boizard,  op.  cit.,  p.  63. 

565  Américo  Ghioldi,  op.  cit.,  p.  49. 

566  Luis  Franco,  op.  cit.,  p.  154. 

567  Ibid.,  p.  154. 

568  Ezequiel  Martínez  Estrada,  op.  cit,  p.  241. 

569  Véase  también  Alberto  Ciria  y  Julie  M.  Taylor,  Eva  Perón,  the  Myths  of  a  Woman  (Chicago: 
Chicago  University  Press,  1979). 


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Evita 


Evita570,  sino  que  ha  alcanzado  un  extraordinario  nivel  de  aceptación 
internacional,  muy  particularmente  por  la  fama  de  la  comedia  musical  rock 
Evita,  de  Andrew  Lloyd  Webber  y  Tim  Rice.  En  un  pequeño  libro  que 
publicaron  en  1979,  Evita.  The  Eegend  of  Eva  Perón,  Rice  explica  que  su  obra  no 
pretende  ser  "la  biografía  definitiva"  de  Eva  Perón,  pues  esto  ya  lo  había  hecho 
Mary  Main  con  su  "excelente"  La  Mujer  del  látigo.  Sin  explicar  qué  utilizó  para 
escribir  su  libreto,  confiesa  no  haber  tenido  acceso  a  la  obra  de  Main  cuando  lo 
estaba  escribiendo.  Sin  embargo,  en  la  medida  en  que  el  mito  tal  como  lo 
construyó  ella  era  el  que  predominaba  en  las  obras  en  inglés,  no  es  de  extrañar 
que  la  Evita  de  Rice  y  Webber  sea  una  aventurera  resentida,  ambiciosa, 
prepotente  y  vengativa,  como  la  de  Main.571 

Durante  el  peronismo,  la  literatura  antiperonista  buscaba  contrarrestar  la 
numerosa  propaganda  oficial  publicada  a  partir  de  1946,  producto  de  la 
Subsecretaría  de  Informaciones  de  la  Presidencia  o  de  escritores  sin  talento  que 
procuraban  congraciarse  con  el  gobierno.  Por  lo  general  las  obras  escritas  por 
peronistas  son  panegíricos  sin  ningún  valor,  ejercicios  retóricos  desprovistos  de 
hechos  y  análisis,  parecidos  tanto  por  el  contenido  como  por  el  estilo  a  los 
discursos  que  pronunciaron  los  legisladores  peronistas  en  los  varios  homenajes 
de  mayo  a  julio  de  1952:  Francisco  A.  Costanzo:  Evita.  Alma  inspiradora  de  la 
justicia  social  en  América.  Jerónimo  Peralta:  Semblanza  heroica  de  Eva  Perón;  Julio  S. 
Storni:  Grandeza  y  Proyección  de  Eva  Perón;  Ángela  Riña  Rodríguez:  Eva  de 
América.  Madona  de  los  humildes;  sin  autor:  Hada  Buena  Argentina572.  Vaya  de 
ejemplo  el  primer  párrafo  de  la  ya  citada  Presencia  de  Eva  Perón: 

"La  historia  de  Eva  Perón  —la  de  su  vida  heroica,  la  de  su  pasión 
calcinada  en  las  hogueras  del  renunciamiento,  la  de  su  gloriosa  eternidad  en  el 
alma  de  su  pueblo—  divide  la  historia  de  la  solidaridad  en  dos  capítulos 
diferenciados  en  el  ágora  de  los  tiempos.  En  el  primero  de  ellos  pervive  la 
nebulosidad,  aunque  la  rasguen,  como  inmensos  fogonazos  de  martirio  y 
santidad,  el  resplandor  que  dejan  los  Elegidos,  hitos  de  fe  y  de  ese  amor 
espiritual  e  insaciado  que  Dios  dejó  en  el  ser  al  ennoblecerlo  con  el  soplo  divino. 
El  segundo  está  pleno  de  luz  como  en  la  milagrosa  frecuencia  de  la  gracia."573 

El  mito  antiperonista  tenía  asimismo  el  propósito  definido  de  destruir  el 
mito  oficial  de  Evita  para  el  pueblo  argentino.  Durante  muchos  años,  los 
mecanismos  de  propaganda  del  gobierno  peronista,  legisladores,  políticos. 


Véase  por  ejemplo  Richard  Bourne,  PoHtical  Leaders  of  Latín  America  (Middlesex:  Penguin, 
1969),  y  Nancy  Hollander,  op.  cit.  Comparar  con  Germán  Arciniegas,  Entre  la  libertad  y  el  miedo 
(Santiago  de  Chile:  Editorial  del  Pacífico,  1954,  4a  ed.). 

571  Véase  Andrew  Lloyd  Webber  y  Tim  Rice,  Evita.  The  Legend  of  Eva  Perón,  1919-1952  (New 
York:  Avon  Books,  1978). 

572  Francisco  A.  Costanzo,  Evita.  Alma  inspiradora  de  la  justicia  social  en  América  (Buenos  Aires, 
1948);  Jerónimo  Peralta,  Semblanza  heroica  de  Eva  Perón  (Buenos  Aires,  1950);  Julio  A.  Storni,  Grandeza 
y  proyección  de  Eva  Perón  (San  Miguel  de  Tucumán,  1952);  Angela  Riña  Rodríguez,  Eva  de  América, 
Madona  de  los  humildes  (1949).  Véase  también:  José  R.  Liberal,  Eva  Perón.  Estudio  literario  y  valoración 
sociológica  de  "La  razón  de  mi  vida"  (Buenos  Aires:  Ediciones  Espino,  1953);  Julio  Ellena  de  la  Sota,  La 
acción  política  de  Eva  Perón  (Buenos  Aires),  y  Alberto  Franco,  La  mística  social  de  Eva  Perón  (Buenos 
Aires:  Subsecretaría  de  Informaciones). 

573  Presencia  de  Eva  Perón,  op.  cit.,  p.  1. 


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Evita 


sindicalistas,  revistas  como  Mundo  Peronista  y  diarios  como  Democracia  habían 
ensalzado  su  figura  como  un  ser  movido  solamente  por  el  amor.  Era  la  Primera 
Samaritana,  el  Consuelo  de  los  Humildes,  la  Dama  de  la  Esperanza,  el  Hada 
Maravillosa,  la  Jefa  Espiritual  de  la  Nación,  alabada  y  loada  hasta  alturas 
siderales  en  los  meses  previos  a  su  muerte.  De  1952  a  1955,  la  exaltación  de 
Evita  había  continuado  sin  interrupciones,  ritualizada  en  procesiones  de 
antorchas  los  26  de  cada  mes  y  todas  las  noches  en  el  anuncio  de  los 
informativos:  "Son  las  veinte  y  veinticinco,  hora  en  que  Eva  Perón  pasó  a  la 
inmortalidad".  En  la  escuela  primaria,  los  niños  aprendían  a  leer  en  libros  de 
lectura  que  incluían  por  ejemplo  el  siguiente  texto: 

"Madrecita  nuestra,  que  estás  en  los  cielos... 

"Hada  buena  que  ríes  entre  los  ángeles... 

"Evita:  yo  te  prometo  ser  bueno  como  tú  lo  quieres,  respetando  a  Dios; 
amando  a  mi  Patria;  queriendo  al  General  Perón;  estudiando  y  siendo  para 
todos  el  niño  que  soñaste:  sano,  alegre,  educado  y  limpio  de  corazón".574 

En  el  secundario  su  texto  era  La  razón  de  mi  vida  y  la  foto  de  Evita, 
siempre  con  flores  frescas,  presidía  todas  las  aulas.  Bustos,  placas,  sellos, 
postales,  ciudades,  escuelas,  estaciones  de  subterráneo,  plantas,  etc.,  llevaban  su 
nombre  y  recordaban  su  figura.  Privada  casi  de  su  contexto  humano,  se  había 
convertido  en  Santa  Evita,  madre  y  mediadora,  y  de  hecho,  cuando  murió,  el 
Sindicato  de  Obreros  de  la  Alimentación  llegó  a  proponer  su  canonización.  Si 
bien  la  maquinaria  de  propaganda  peronista  la  repetía  incansablemente,  Evita 
había  contribuido  también  a  configurarla  por  su  lenguaje,  por  sus  actos  y  la 
había  definido  ella  misma  en  su  autobiografía. 

Evita  no  escribió  La  razón  de  mi  vida.  Su  autor  fue  el  periodista  español 
Manuel  Penella  de  Silva.  En  declaraciones  que  formuló  a  la  revista  Primera 
Plana  unos  años  antes  de  morir,  Penella  explicó  que  se  acercó  a  Evita  por 
intermedio  de  Benito  Llambí,  ministro  argentino  en  Berna,  para  proponerle  una 
idea  que  había  pensado  presentar  anteriormente  a  otra  mujer  excepcional, 
Eleanor  Roosevelt.  En  un  régimen  parlamentario,  pensaba  Penella,  una  de  las 
dos  cámaras  legislativas  debería  estar  compuesta  por  mujeres.  Después  de 
muchas  dilaciones  consiguió  hablar  con  Evita  y  le  ofreció  hacerle  una  entrevista 
en  la  cual  le  atribuiría  esta  idea.  Acordaron  sin  embargo  que  él  escribiría  un 
libro  como  si  fuera  Evita,  pues  ella  se  entusiasmó  con  este  último  proyecto. 
Después  que  lo  consultó  con  Perón,  empezaron  a  trabajar.  Según  Penella, 
pasaron  muchas  horas  juntos,  mientras  él  la  seguía  en  sus  varias  actividades 
diarias,  y  luego  discutían  lo  que  él  escribía.  Tuvieron  diferencias,  pues  ella 
"quería  aparecer  perfecta,  idealizada,  un  mito.  Un  mito  burgués  por  otra  parte". 
Pero  el  que  se  opuso  al  libro  por  las  ideas  que  expresaba  sobre  la  mujer  fue 


Ana  Lerdo  de  Tejada  y  Aurora  Zubillaga,  Un  año  más...  (Buenos  Aires:  Editorial  Luis  Lasserre 
S.R.L.,  1952),  p.  1.  Este  era  el  libro  de  segundo  grado  aprobado  por  el  Ministerio  de  Educación.  El  de 
lectura  del  primer  grado  inferior  decía:  "EVA-EVITA-Evita  mira  a  la  nena-EI  nene  mira  a  Evita-Perón  ama 
a  los  niños-M¡  mamá-mi  papá-Perón-Evita".  Véase  Graciela  Albornoz  de  Videla,  Evita  (Buenos  Aires: 
Editorial  Luis  Lasserre  S.R.L.,  sin  fecha). 


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Evita 


Perón,  y  una  vez  que  estuvo  terminado  se  lo  entregó  a  Mendé  y  a  Méndez  San 
Martín  para  que  lo  revisaran575.  Según  el  padre  Benítez,  la  versión  de  Penella 
agrandaba  a  Evita,  pero  también  tenía  muchos  españolismos,  algunos 
inverosímiles  y  hasta  ridículos576. 

La  obra  que  salió  a  la  venta  en  octubre  de  1951  guarda  poca  relación  con 
la  que  escribió  Penella.  Sean  quienes  fueran  las  personas  qué  corrigieron  la 
versión  final,  Evita  la  aceptó  como  suya,  y  por  lo  tanto,  así  podemos  hacerlo 
nosotros.  Por  otra  parte,  el  libro  contiene  párrafos,  frases  y  expresiones  que 
aparecen  también  en  sus  discursos.  Tanto  La  razón  de  mi  vida  como  los  discursos 
de  Evita  tienen  el  mismo  estilo  emotivo,  imbuido  de  loas  a  Perón  y  a  los 
descamisados,  con  una  sintaxis  defectuosa,  con  apartes  y  reiteraciones  que 
muchas  veces  no  vienen  al  caso  y  un  lenguaje  similar,  combativo  cuando  habla 
de  los  descamisados,  apasionado  cuando  describe  las  injusticias  que  padecen 
los  humildes,  exudando  odio  cuando  menciona  a  la  oligarquía  y  suave,  tierno  y 
admirativo  cuando  se  refiere  a  Perón. 

La  obra  es  una  especie  de  prolongada  conversación  en  la  que  aparecen 
todos  los  temas  caros  a  Evita  —la  grandeza  de  Perón,  el  significado  del  17  de 
Octubre,  su  amor  por  los  descamisados—  a  través  de  la  descripción  de  sus 
actividades  diarias.  En  ella.  Evita  emerge  como  una  mujer  consciente  del  papel 
histórico  que  está  jugando,  orgullosa  de  éste,  y  se  dibujó  tal  como  quiere  que  la 
recuerden.  Su  origen,  su  pasado,  sus  lazos  familiares  reducidos  a  unos  párrafos 
ambiguos,  pues  su  vida  hasta  su  encuentro  con  Perón  es  una  espera  de  algo  que 
siente  confusamente  y  que  él  le  revela.  Como  vimos  repetidamente,  esconde 
todos  los  defectos  que  puedan  empañar  su  imagen,  desvirtúa  los  hechos, 
deforma  la  realidad  y  miente  para  acomodarla  a  sus  propósitos.  Hasta  llega  a 
escribir  que  las  varias  misivas  que  le  envió  Perón  desde  Martín  García  no 
decían  una  palabra  de  amor  y  hablaban  exclusivamente  de  los  trabajadores, 
cuando  en  verdad  le  escribió  solamente  dos  cartas,  y  por  lo  menos  la  que  se 
conserva  muestra  el  profundo  cariño  que  sentía  por  ella. 

En  cierto  modo  Evita  transforma  a  Perón  en  el  verdadero  protagonista  de 
La  razón  de  mi  vida  para  poder  definirse  tal  como  lo  desea.  El  es  un  ser  superior 
por  su  cultura,  sus  sentimientos  y  sus  ideales,  y  contrariamente  a  todos  los 
hombres  del  mundo,  es  inteligente,  bueno,  generoso,  trabajador,  abnegado, 
sacrificado,  etc.  Es  el  arquetipo  del  padre.  Ella  trata  constantemente  de 
superarse  y  ser  digna  de  él.  Al  hacerlo,  dedicándose  en  cuerpo  y  alma  a  su 
trabajo,  sacrificando  su  salud  por  él,  ofreciéndole  su  vida  en  un  renunciamiento 
total,  se  convierte  ella  también  en  un  arquetipo.  Encarna  todas  las  cualidades 
morales  de  la  mujer,  es  el  "espíritu  femenino"  por  excelencia,  todo  amor, 
sacrificio,  abnegación,  renunciamiento  y  generosidad.  No  tiene  hijos  propios 
para  que  todos  los  pobres,  los  ancianos  y  los  niños  argentinos  puedan  sentirse 
suyos,  amparados  y  protegidos  por  ella.  Adora  al  padre,  se  desvive  por  sus 


575  Testimonio  de  Manuel  Penella  de  Silva  reproducido  en  Historia  del  Peronismo,  Primera  Plana 
(Buenos  Aires,  17  de  enero  de  1967),  p.  37. 

576  Careo,  p.  17. 


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"hijos"  y  está  totalmente  entregada  a  ellos.  Asexuada,  virginal,  espíritu  puro,  es 
la  madre  ideal,  síntesis  y  paradigma  de  todas  las  madres,  la  mater  dolorosa. 

Los  ataques  del  gobierno  de  Aramburu  a  los  partidarios  de  Perón  los 
llevó  a  enfrentar  la  represión  con  medidas  de  lucha.  Comenzó  entonces  lo  que 
los  peronistas  llaman  La  Resistencia,  un  período  de  huelgas  violentas,  con  actos 
de  sabotaje,  y  en  junio  de  1956,  un  levantamiento  cívico-militar  que  fue 
aplastado  despiadadamente:  unos  veintisiete  civiles  y  militares  fueron 
ejecutados  sumariamente  y  el  jefe  de  la  intentona,  el  general  Juan  José  Valle, 
que  se  entregó  el  12  de  junio,  fue  fusilado  en  la  Penitenciaría  Nacional. 

Por  otra  parte,  los  esfuerzos  por  desmitificar  la  figura  de  Evita  se 
estrellaron  contra  una  resistencia  tenaz.  A  pesar  de  los  peligros  que  implicaba 
poseer  una  simple  fotografía  suya,  quedó  demostrado  que  ella  se  había 
transformado  en  un  mito  popular  de  proporciones  notables  y  que  no  existía 
propaganda  en  el  mundo  capaz  de  desterrarla  de  los  corazones  de  los 
"humildes"  por  quienes  —ellos  lo  sentían  así  —  ella  había  sacrificado  su  vida.  Y 
en  los  ranchos  el  interior  de  la  República,  en  las  villas  miserias  que  crecían 
alrededor  de  las  ciudades,  su  retrato  no  desapareció  y  su  nombre  continuó 
siendo  venerado. 

En  cierto  sentido,  la  figura  de  Evita  adquirió  en  este  período  una 
proyección  todavía  mayor  que  la  que  había  tenido  en  vida.  Muerta  en  plena 
juventud,  cuando  su  radiante  belleza  no  había  comenzado  a  marchitarse,  llena 
de  vida  y  de  pasión,  había  desaparecido  en  momentos  en  que  el  peronismo 
iniciaba  su  declinación.  Por  lo  tanto,  su  imagen  quedaba  identificada  con  los 
mejores  años  del  peronismo,  una  época  de  bonanza,  de  cambios,  de  bienestar  y 
alegría  para  el  pueblo,  que  no  se  podía  menos  que  añorar  en  contraste  con  la 
persecución,  la  cárcel  y  la  miseria  del  presente.  Era  lo  más  puro  del  peronismo, 
había  entregado  su  vida  por  él,  era  la  mártir  que  no  podía  encontrar  reposo  ni 
siquiera  después  de  muerta  y  la  prueba  la  daban  sus  enemigos,  que  se 
ensañaban  con  su  cuerpo. 

La  Revolución  Libertadora  sorprendió  a  Ara  yendo  regularmente  a  la 
CGT  para  cuidar  el  cadáver  de  Evita.  El  16  de  setiembre  recibió  los  últimos 
50.000  dólares  de  manos  de  la  senadora  Juana  Larrauri,  completando  el  total  de 
100.000  dólares  que  cobró  por  su  trabajo.  Sin  órdenes  de  Perón  para  disponer 
del  cadáver,  y  a  pedido  de  doña  Juana,  que  le  dejó  un  poder  antes  de  asilarse  en 
Chile,  Ara  era  el  único  responsable  del  cuerpo  de  Evita.  Una  de  sus 
preocupaciones  en  esos  días  fue  vestirlo  adecuadamente.  Estaba  cubierto  por  la 
bandera  argentina  y  la  peronista  y  debajo  tenía  "una  especie  de  peinador  de  tul 
sin  terminar"  con  mangas  todavía  descosidas.  La  situación  política  le  hacía 
temer  lo  peor  y  ante  los  posibles  desmanes  de  bandas  armadas  quería  que  el 
cuerpo  de  Evita  estuviera  adecuadamente  vestido.  Por  fin  consiguió  que  una 
amiga  suya  diseñara  y  cosiera  una  larga  túnica  apropiada  y  pudo  esperar  los 
acontecimientos.  El  ambiente  dentro  de  la  CGT  era  de  gran  nerviosismo,  pues 
se  esperaba  que  la  sede  fuese  asaltada  de  un  momento  a  otro,  pero  por  un 
tiempo  todo  permaneció  tranquilo.  Llamado  a  deponer  ante  la  Comisión 
Investigadora  que  examinaba  la  actuación  de  la  Comisión  Monumento  a  Eva 


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Evita 


Perón,  así  lo  hizo  Ara  el  19  de  octubre,  sin  que  eso  produjera  ningún  cambio  en 
el  segundo  piso  de  la  central  obrera. 

Cuando  asumió  el  mando  Aramburu  y  la  CGT  fue  intervenida,  las 
autoridades  descubrieron  el  cuerpo  de  Evita  y  comprobaron  que  los  rumores 
que  corrían  sobre  él  eran  falsos.  Fueran  civiles  o  militares,  los  visitantes  que 
comenzaron  a  inspeccionar  el  cadáver  no  podían  creer  que  lo  que  yacía  en  la 
capilla  de  la  central  obrera  fuera  el  cuerpo  de  Evita.  Al  entrar,  comentaban  con 
Ara:  "  —  Oí  decir  que  sólo  se  salvó  la  cabeza. 

—  Se  afirma  que  antes  de  su  fallecimiento  ya  se  tenía  preparada  una 
cabeza  artificial  para  exhibirla  pegada  al  resto  del  cuerpo. 

—  Se  dice  que  mientras  fue  expuesto  en  el  Ministerio  de  Trabajo  y 
Previsión  y  en  el  Congreso  se  puso  negro,  hubo  que  quemarlo  y  fue  sustituido 
por  una  estatua,  fiel  reproducción. 

—  Nadie  cree,  doctor,  que  lo  cuestionado  por  usted  en  el  segundo  piso  de 
la  CGT  sea  natural..."577.  A  tal  punto  llegaba  el  descreimiento  oficial,  que  el 
gobierno  nombró  una  comisión  para  que  determinara  si  el  cuerpo 
embalsamado  guardado  en  la  capilla  era  verdaderamente  el  de  Eva  Perón. 

Una  vez  que  la  comisión  comprobó  que  lo  era,  éste  se  convirtió  en  un 
problema  para  el  gobierno.  No  podía  dejarlo  en  la  CGT  pues  temía  las 
manifestaciones  que  seguramente  se  producirían  si  la  gente  comenzaba  a 
visitarlo.  Si  la  desperonización  debía  proseguir  a  ritmo  acelerado  y  se  destruían 
todos  los  símbolos  del  gobierno  depuesto,  éste  no  podía  permanecer  intacto  — 
menos  que  ningún  otro  — .  Sabía  que  no  era  indestructible,  pues  así  se  lo  había 
informado  Ara,  pero  probablemente  por  razones  religiosas  el  gobierno  militar 
no  quiso  deshacerse  de  él,  quemándolo  por  ejemplo.  La  solución  que  adoptó  fue 
enterrarlo  secretamente.  Para  ello  había  que  retirar  el  cuerpo  de  la  central 
obrera,  operación  que  debía  realizarse  con  el  mayor  sigilo  para  que  los 
peronistas  no  causaran  disturbios. 

El  23  de  noviembre,  a  las  diez  de  la  noche,  comenzó  el  operativo  dirigido 
por  el  teniente  coronel  Carlos  Eugenio  Moori  Koenig,  jefe  del  Servicio  de 
Informaciones  del  Ejército.  Unas  veinte  personas,  todas  vestidas  de  civil,  se 
hicieron  presentes  en  la  CGT.  El  cuerpo  iba  a  ser  retirado  de  la  central  obrera 
por  una  salida  secreta  que  daba  al  interior  del  garaje,  el  mismo  camino  que 
Perón  utilizaba  para  visitar  el  cadáver.  El  costoso  ataúd  en  el  que  Evita  había 
sido  velada  fue  llevado  al  segundo  piso  por  unos  obreros  encargados  de  la 
limpieza  del  edificio.  La  bandera  argentina  que  cubría  el  cuerpo  de  Evita  había 
desaparecido  una  noche  en  que  un  grupo  de  marinos  había  forzado  la  puerta  de 
la  capilla.  Sólo  la  envolvía  la  bandera  peronista.  11  A  una  señal  mía",  relata  Ara, 
"dos  obreros  se  acercaron  para  ayudarme.  Uno  de  ellos,  sin  descubrirla,  la 
levantó  tomándola  con  su  túnica  por  los  tobillos;  entre  el  otro  y  yo  la 
levantamos  por  los  hombros.  Y  así  transportamos  su  delgado  cuerpo, 
lentamente,  con  sumo  cuidado,  de  la  plataforma  al  fondo  del  ataúd,  sin 


577 


Pedro  Ara,  op.  cit.,  p.  201. 


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Evita 


desordenar  su  peinado  ni  su  vestido,  quedando  bien  patente  sobre  él  la  cruz  de 
su  rosario"578.  Luego  Moori  Koenig  colocó  la  bandera  peronista  a  los  pies  del 
cadáver  y  comenzó  a  descolgar  las  numerosas  cintas  recordatorias,  que  tanto  él 
como  Ari  fueron  depositando  a  lo  largo  del  cuerpo.  Faltaba  solamente  soldar  el 
ataúd,  pero  cuando  llegó  el  momento,  los  encargados  de  hacerlo  no  estaban 
presentes.  Eran  las  dos  de  la  madrugada  y  a  pesar  de  la  insistencia  de  Ara,  el 
ataúd  no  fue  soldado  esa  noche  ni  al  día  siguiente  como  prometió  Moori 
Koenig,  ni  nunca.  El  teniente  coronel  no  se  puso  más  en  contacto  con  Ara  y  se  le 
prohibió  la  entrada  a  la  CGT.  Unas  semanas  más  tarde  una  voz  misteriosa  le 
anunció  por  teléfono:  "Profesor:  ya  se  la  llevaron.579 

Al  poco  tiempo,  la  desaparición  del  cuerpo  de  Evita  era  un  hecho  y 
pronto  comenzaron  las  especulaciones  y  las  protestas.  Muchos  fueron  los 
artículos  periodísticos  escritos  sobre  la  desaparición  del  cadáver  de  Evita  y  los 
posibles  lugares  en  que  estaba  enterrado,  pues  durante  casi  veinte  años  fue  el 
secreto  mejor  guardado  de  la  Argentina.  Aunque  en  varias  ocasiones  las 
autoridades  insistieron  en  que  el  cadáver  había  sido  sepultado  cristianamente, 
de  vez  en  cuando  aparecían  artículos  demostrando  que  había  sido  cremado  y 
sus  cenizas  arrojadas  al  viento,  que  estaba  enterrado  en  la  isla  Martín  García,  en 
Italia  o  que  había  sido  arrojado  al  mar  desde  un  avión.  Las  persistentes 
gestiones  de  doña  Juana  para  recuperar  el  cuerpo  de  Evita  durante  los  sucesivos 
gobiernos  civiles  y  militares  que  gobernaron  la  Argentina  durante  esos  años  se 
estrellaron  contra  un  silencio  impenetrable  —murió  sin  saber  su  paradero—580. 
Y  a  medida  que  transcurría  el  tiempo,  mientras  otras  fechas  peronistas  pasaban 
inadvertidas,  los  aniversarios  de  la  muerte  de  Evita  se  fueron  convirtiendo  en 
batallas  campales.  Las  misas  en  su  memoria  eran  actos  de  militancia  durante  los 
cuales  los  partidarios  de  Perón  inevitablemente  se  enfrentaban  con  la  policía. 

Mientras  tanto,  a  pesar  de  las  restricciones,  iba  apareciendo  una  serie  de 
obras  en  las  que  los  autores  buscaban,  en  algunos  casos  entender  qué 
representó  el  peronismo,  por  ejemplo  Carlos  S.  Fayt,  La  naturaleza  del  peronismo, 
y  en  otros,  contrarrestar  la  visión  oficial  antiperonista,  reivindicar  los  aciertos 
de  ese  movimiento  político  y  explicar  su  sobrevivencia  en  la  clase  obrera,  por 
ejemplo  La  formación  de  la  conciencia  nacional  1930-1946,  de  Juan  José  Hernández 
Arregui  (1960);  Cinco  años  después...,  de  Antonio  F.  Cañero  (1961);  El  peronismo: 
sus  causas,  de  Rodolfo  Puiggrós;  Revolución  y  contrarrevolución  en  la  Argentina,  de 
Jorge  Abelardo  Ramos,  y  Peronismo,  autocrítica  y  perspectivas,  de  Miguel  Gazzera 
y  Norberto  Ceresole,  entre  otros.  Evita  es  un  tema  menor  para  casi  todos  estos 
autores;  en  algunos  casos,  como  en  el  de  Hernández  Arregui  y  Ramos,  ni 
siquiera  la  mencionan.  Aparecieron  solamente  dos  obras  dedicadas  a  ella  en  ese 
período:  Eva  Perón:  aventurera  o  militante,  de  Juan  José  Sebreli,  y  La  vida  de  Eva 
Perón.  Testimonios  para  su  historia,  de  Otelo  Borroni  y  Roberto  Vacca.  La  primera 
es  también  un  ensayo,  pero  en  contraste  con  los  publicados  en  la  década  del 
cincuenta,  analizaba  para  destruirlos  los  mitos  prevalentes  y  proponía  a  Evita 


Ibid.,  p.  258. 

Ibid.,  p.  261. 

Ver  Así  (Buenos  Aires,  25  de  agosto  de  1970). 


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Evita 


"como  expresión  simbólica  de  los  anhelos  de  justicia  e  igualdad  de  las  mujeres  y 
los  trabajadores  argentinos,  sólo  a  medias  realizados  en  la  realidad,  y  a  la  vez 
como  expresión  del  temor  de  la  pérdida  de  sus  privilegios  por  parte  de  las 
clases  burguesas..."581.  La  segunda  era  una  extraña  mezcla  de  investigación 
periodística  —la  mejor  publicada  hasta  esa  fecha—  y  de  testimonios,  de  la  que 
surgía  una  imagen  de  Evita  tan  irreal  como  la  que  durante  tantos  años 
propusieron  sus  enemigos  o  sus  admiradores. 

El  29  de  mayo  de  1970,  un  puñado  de  jóvenes  vestidos  de  uniforme 
secuestraron  al  ex  presidente  Aramburu.  Los  esfuerzos  del  gobierno  entonces 
en  manos  del  general  Juan  Carlos  Onganía  por  encontrarlo  resultaron  vanos.  El 
1  de  junio,  La  Nación  y  algunos  otros  diarios  publicaron  un  comunicado  del 
"Comando  Juan  José  Valle",  perteneciente  a  la  organización  clandestina 
"Montoneros",  en  la  que  daba  a  conocer  el  fallo  de  su  Tribunal  Revolucionario: 
Aramburu  había  sido  condenado  a  muerte.  Una  vez  ejecutado,  se  daría  cristiana 
sepultura  a  sus  restos  "y  sólo  serían  restituidos  a  sus  familiares  cuando  al 
pueblo  argentino  le  sean  devueltos  los  restos  de  su  querida  compañera  Evita"582. 

La  restitución  del  cuerpo  de  Evita  ya  formaba  parte  en  este  período  de  la 
estrategia  política  del  peronismo.  Pero  el  surgimiento  de  Montoneros  y  de  otras 
"formaciones  especiales",  nombre  que  le  dio  el  peronismo  a  sus  grupos 
guerrilleros,  marcó  también  la  aparición  de  otro  nuevo  mito  de  Evita.  Se 
entronca  con  la  Evita  combativa  y  militante  que  había  predominado  en  los 
sectores  gremiales  del  peronismo  durante  La  Resistencia,  pero  ahora  se  extiende 
a  sectores  de  clase  media.  Con  el  trasfondo  de  luchas  populares  como  la  del 
Cordobazo,  se  va  forjando  poco  a  poco  el  mito  de  Evita  militante,  la  mujer  que 
ha  nacido  para  la  Revolución,  la  enemiga  de  la  oligarquía,  que  no  se  deja 
doblegar  ante  nada  pues  está  dispuesta  a  "que  la  justicia  social  se  cumpla  cueste 
lo  que  cueste  y  caiga  quien  caiga"  y  a  "dar  la  vida  por  Perón".  Se  rescatan  así  sus 
frases  más  combativas,  las  de  sus  últimos  discursos,  en  los  que  pide  al  pueblo 
que  cuide  a  Perón,  que  lo  defienda  de  sus  enemigos,  que  luche  por  él  y  por  su 
causa,  y  se  convierten  en  consignas  que  se  adecúan  a  la  estrategia  del 
peronismo  para  obtener  el  retorno  de  Perón  a  la  Argentina  y  volver  al  poder. 

Esta  nueva  Evita,  violenta,  apasionada  y  revolucionaria,  no  desplaza  el 
mito  de  la  Evita  Santa,  sino  que  coexiste  con  él.  Es  una  Evita  perseguida  con 
saña  por  la  oligarquía,  por  sus  ideas  y  por  sus  actos  aun  después  de  muerta, 
pues  representa  "el  ala  izquierda  del  peronismo".  Este  mito  se  extiende  sobre 
todo  en  sectores  jóvenes  de  clase  media,  una  generación  que  no  conoció  el 
peronismo  en  el  poder,  que  no  entiende  el  odio  que  sienten  sus  mayores  por  él 
o  las  proscripciones  y  persecuciones  que  ha  sufrido  a  partir  de  1955,  pero  que 
sabe  que  no  quiere  estar  "en  la  vereda  de  enfrente  del  pueblo"  como  lo  estuvo  la 
izquierda  en  1946  y  1955,  y  que  por  identificar  a  Evita  con  "el  ala  izquierda  del 
peronismo"  puede  aceptarla  con  buena  conciencia  y  convertirla  en  su  bandera. 


Juan  José  Sebreli,  op.  cit.,  p.  109. 
La  Nación,  1  de  junio  de  1970. 


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Evita 


La  segunda  alianza  de  vastos  segmentos  de  clase  media  con  el 
peronismo,  que  llevaría  a  la  presidencia  a  Héctor  J.  Cámpora  en  1973,  permitiría 
la  vuelta  de  Perón  a  la  Argentina  después  de  dieciocho  años  de  exilio  y  también 
su  retorno  a  la  Casa  Rosada,  es  la  culminación  de  un  complejo  proceso  que 
rebasa  los  límites  de  este  libro.  Cabe  señalar  solamente  que  poco  tiempo 
después  de  asumir  la  Presidencia,  el  teniente  general  Alejandro  Agustín 
Lanusse  se  mostró  dispuesto  a  cerrar  el  ciclo  iniciado  en  setiembre  de  1955 
permitiendo  que  el  peronismo  se  reintegrara  a  la  vida  política  del  país  y  tomara 
parte  en  las  elecciones  presidenciales  anunciadas  para  1973.  El  4  de  setiembre 
de  1971,  su  embajador  en  Madrid  entregó  a  Perón  el  cuerpo  de  Evita.  Unos  días 
antes,  había  sido  removido  del  Cementerio  Mayor  de  Milán,  donde  había 
estado  enterrado  desde  su  desaparición  de  la  central  obrera.  Mientras  en 
Buenos  Aires  la  devolución  del  cuerpo  de  Evita  motivaba  una  nueva  oleada  de 
rumores  sobre  las  vejaciones  que  había  sufrido,  Ara,  que  por  entonces  residía  en 
Madrid,  era  llamado  para  identificarlo.  El  cuerpo  yacía  en  un  ataúd  diferente 
del  que  él  conocía.  Faltaban  también  las  banderas  peronistas  y  las  cintas 
recordatorias.  "Sin  el  menor  desorden  en  el  peinado,  la  cabellera  aparecía 
mojada  y  sucia.  Las  horquillas  inoxidables,  herrumbradas,  se  quebraban  en 
nuestros  dedos.  La  esposa  del  general  comenzó  a  deshacer  las  trenzas  de  Eva 
para  ventilar  y  secar  sus  cabellos  y  limpiarlos  de  herrumbre  y  tierra.583  Mientras 
Perón,  conmovido  "en  grado  sumo",  Isabel  Martínez  de  Perón  y  José  López 
Rega  lo  miraban,  Ara  procedió  a  examinar  el  cadáver.  Tenía  la  nariz  aplastada, 
la  frente  marcada  y  un  surco  de  un  milímetro  le  contorneaba  el  cuello,  pero  "no 
representaba  otra  cosa  que  la  delgada  capa  plástica  superficial  quebrada  en  esa 
región  al  ser  empujada  fuertemente  la  cabeza  contra  el  fondo  de  la  caja..."584.  La 
punta  de  los  dedos  parecía  erosionada,  le  faltaba  parte  del  dedo  medio  de  la 
mano  derecha  y  tenía  las  dos  rodillas  surcadas  por  grietas. 

El  cuerpo  de  Evita  permaneció  todavía  unos  años  en  Madrid.  El  17 
noviembre  de  1974,  fuertemente  custodiado,  fue  traído  finalmente  de  vuelta  a  la 
Argentina  y  colocado  primeramente  cerca  de  los  restos  de  Perón  en  una  cripta 
construida  en  la  residencia  presidencial  de  Olivos,  a  la  espera  del  monumento 
que  finalmente  le  construirían  sus  compatriotas.  El  proyecto  de  construir  el 
Altar  de  la  Patria  fue  interrumpido  por  el  golpe  militar  de  1976.  El  22  de 
octubre,  el  nuevo  gobierno  militar  entregó  el  cuerpo  de  Evita  a  su  familia,  que 
fue  finalmente  enterrado  en  el  cementerio  de  La  Recoleta. 


Pedro  Ara,  op.  cit.,  p.  266. 
Ibid.,  p.  261. 


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Evita 


Capítulo  XV 

Evita  y  el  peronismo 


Cuando  se  lo  compara  con  otras  modalidades  de  populismo,  el 
peronismo  se  destaca  por  una  característica  excepcional  y  es  que  de  1946  a  1952 
contó  con  dos  líderes  carismáticos  que  se  complementaron  totalmente.  Evita  no 
tomó  parte  en  el  surgimiento  del  peronismo,  pero  una  vez  que  éste  asciende  al 
poder,  no  puede  ser  explicado  adecuadamente  si  no  se  tiene  en  cuenta  su 
figura.  A  partir  de  1946,  el  binomio  líder-descamisados  se  vio  modificado 
paulatinamente  por  la  inserción  de  un  elemento  nuevo,  que  fue  Evita.  Se 
transformó  entonces  en  un  triángulo  cuyo  vértice  estaba  en  ella,  no  porque 
fuera  una  figura  más  importante  que  Perón,  sino  porque  por  medio  de  ella,  se 
mantuvo,  fortaleció  y  extendió  la  unión  entre  Perón  y  los  descamisados. 

Los  liderazgos  de  Perón  y  el  de  Evita  no  fueron  cualitativamente  iguales. 
Perón  ocupó  siempre  un  puesto  incomparablemente  más  relevante,  y  el 
liderazgo  Evita  se  fue  definiendo  desde  un  comienzo  y  hasta  último  momento 
sobre  ese  principio,  colocándose  ella  conscientemente  en  una  posición  de 
inferioridad  con  respecto  a  él.  En  La  razón  de  mi  vida,  Evita  se  describe  de  la 
siguiente  manera:  "Cuando  vemos  la  sombra  de  alguien  sentimos  que  está 
cerca.  Así  como  la  sombra  del  líder,  es  mi  presencia  en  la  Secretaría.  Y  a  su 
sombra,  yo  intento  seguir  el  camino  que  él  inició.  Sé  que  hay  una  gran 
diferencia.  Donde  él  daba  una  lección  magistral,  yo  apenas  balbuceo.  Donde  él 
solucionaba  un  problema  con  cuatro  palabras,  yo  me  quedo  a  veces  una  semana 
entera.  Donde  él  decidía,  yo  apenas  sugiero.  Donde  él  veía,  yo  apenas 
vislumbro.  Es  que  él  es  el  conductor.  Yo  solamente  una  sombra  de  su  presencia 
superior"585. 

La  naturaleza  de  sus  liderazgos  era  también  sustancialmente  distinta.  El 
era  el  estratega,  el  jefe  que  dirigía,  elaboraba  la  doctrina,  señalaba  objetivos  y  los 
conquistaba.  Ella  era  la  encargada  de  poner  en  marcha  las  tácticas,  explicar  y 
repetir  la  doctrina  ante  los  más  diversos  auditorios,  innovar  en  cuanto  sus  obras 
fueran  un  complemento  de  las  conquistas  obtenidas,  reforzar  la  adhesión  al 
líder,  mantener  el  nivel  de  movilización  de  las  masas,  pero  también  su  control, 
y  en  nombre  de  éstas,  hostigar  al  enemigo  y  asegurar  que  las  transformaciones 
sociales  iniciadas  en  1943  se  profundizaran  y  ampliaran. 


Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  114. 


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Evita 


Evita  nunca  usó  la  palabra  líder  para  hablar  de  sí  misma.  Perón  era  el 
único  líder,  "insigne",  "glorioso",  "perfecto"  e  "indiscutido".  Ella  era  solamente 
"la  plenipotenciaria  de  los  trabajadores",  "la  abanderada  de  los  humildes",  "el 
escudo  de  Perón",  "la  esperanza  y  eterna  vigía  de  la  Revolución"  y  la  definición 
que  prefería,  "puente  de  amor  entre  Perón  y  el  pueblo". 

En  los  discursos  de  Evita  puede  verse  claramente  lo  que  ella  quería  decir 
cuando  definía  su  liderazgo  como  "un  puente  de  amor  entre  Perón  y  el  pueblo", 
pues  su  estructura  lo  refleja  de  manera  precisa.  Sus  discursos  tienen  tres 
componentes  fundamentales  que  son  los  descamisados,  Evita  y  Perón.  El  vértice 
o  eje  es  siempre  Evita,  lo  que  varía  es  el  interlocutor  y  su  relación  con  ella.  Así 
por  ejemplo,  puede  comenzar  un  discurso  dirigiéndose  a  los  descamisados, 
poniéndose  a  la  altura  de  Perón,  aunque  estableciendo  cierta  distancia  con  él. 
Luego  cambia  la  dirección  de  sus  palabras  y,  como  si  formara  parte  del  público 
y  hablara  en  su  nombre,  apostrofa  a  Perón,  llamándolo  "Mi  general". 
Finalmente,  se  aísla  de  los  dos  para  terminar  confundiéndose  con  ambos. 

En  1950,  en  el  acto  de  clausura  del  congreso  extraordinario  de  la  CGT, 
después  de  que  Perón  finalizó  su  mensaje,  Evita  pronunció  un  discurso  en  el 
que  primero  se  identificó  con  él.  "Yo,  que  tuve  el  insigne  honor  de  compartir 
con  el  general  Perón  sus  inquietudes,  sus  ilusiones  y  sus  realizaciones  de 
patriota,  me  siento  orgullosa  de  haber  tomado  el  camino  del  bien,  o  sea,  el 
camino  que  nos  ha  señalado  el  general  Perón."  Más  adelante,  se  dirige  a  él,  pero 
aislada  de  los  descamisados.  "Mi  general:  aquí  está  la  CGT  con  sus  vanguardias 
descamisadas,  con  vuestras  gloriosas  y  queridas  vanguardias  descamisadas, 
presentes  para  rendiros  homenaje  y  apoyo,  no  circunstancial,  porque  proviene 
de  hombres  que  al  gritar:  'la  vida  por  Perón'  ya  se  la  jugaron  una  vez  el  17  de 
octubre  de  1945..."  Manteniendo  a  Perón  como  su  interlocutor,  se  une  a  los 
descamisados  y  habla  en  su  nombre.  "Porque,  mi  general,  luchamos  por  la 
independencia  económica;  luchamos  por  la  justicia  social;  luchamos  por  la 
soberanía  y  por  el  honor  de  nuestra  bandera;  luchamos  por  la  felicidad  de 
nuestros  hijos,  y  por  la  humanización  de  ese  capital  que  no  ha  traído  al  país 
sino  luchas  estériles  y  fratricidas;  luchamos  para  que  en  nuestra  Patria  se 
consolide  la  doctrina  genial  de  nuestro  insigne  líder  de  los  trabajadores."  Llega 
luego  el  momento  en  que  se  separa  de  todos.  "Yo  les  agradezco,  compañeros 
trabajadores,  el  honor  que  significa  para  una  humilde  mujer  que  trabaja 
tratando  de  interpretar  los  sueños  de  Patria  del  general  Perón,  el  que  la  hayan 
mencionado  en  este  Congreso  Extraordinario  de  la  CGT.  Para  mí  esto  sirve  de 
estímulo  y  de  acicate;  para  mí,  ésta  es  la  condecoración  más  honrosa  que  puede 
haber  para  el  pecho  de  una  mujer  salida  de  las  filas  del  pueblo,  que  se  siente 
orgullosa  de  ello  y  de  mantenerse  corazón  a  corazón,  auscultando  las 
palpitaciones  del  pueblo  trabajador..."586. 

En  el  Cabildo  Abierto  del  Justicialismo,  Evita  inició  su  arenga 
dirigiéndose  a  Perón,  pero  aislada  de  él  y  de  los  descamisados.  "Mi  general,  son 


Argentina.  Subsecretaría  de  Informaciones  de  la  Presidencia  de  la  Nación.  Perón  y  Evita 
hablan  en  el  acto  de  clausura  del  Congreso  Extraordinario  de  la  Confederación  General  del  Trabajo 
(Buenos  Aires,  1950,  Año  del  Libertador  General  San  Martín). 


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Marysa  Navarro 


Evita 


vuestras  vanguardias  descamisadas  las  que  están  presentes  hoy,  como  lo 
estuvieron  ayer  y  estarán  siempre,  dispuestas  a  dar  la  vida  por  Perón.  Ellos 
saben  bien  que  antes  de  la  llegada  del  general  Perón  vivían  en  la  esclavitud  y, 
por  sobre  todas  las  cosas,  habían  perdido  la  esperanza  de  un  futuro  mejor."  En 
un  momento  dado,  lo  apostrofa  de  nuevo,  esta  vez  para  hablar  en  nombre  de 
los  descamisados  "Mi  general:  estamos  dispuestos,  los  del  pueblo,  su 
vanguardia  descamisada,  a  terminar  de  una  buena  vez  con  la  intriga,  con  la 
calumnia,  con  la  difamación  y  con  los  mercaderes  que  venden  al  pueblo  y  al 
país."  Más  adelante,  se  distancia  de  los  descamisados  para  situarse  a  la  altura  de 
Perón.  "Yo,  que  siempre  tuve  en  el  general  Perón  a  mi  maestro  y  a  mi  amigo  — 
pues  él  siempre  me  dio  el  ejemplo  de  su  lealtad  acrisolada  hacia  los 
trabajadores  —  ,  en  todos  estos  años  de  mi  vida  he  dedicado  las  noches  y  los  días 
a  atender  a  los  humildes  de  la  Patria..."  En  esa  ocasión  Evita  finalizó  su  discurso 
con  la  siguiente  declaración:  "Yo,  mi  general,  con  la  plenipotencia  espiritual  que 
me  dan  los  descamisados  de  la  Patria,  os  proclamo  antes  que  el  pueblo  os  vote 
el  11  de  noviembre.  Presidente  de  todos  los  argentinos"587. 

En  muchas  ocasiones,  los  tres  componentes  señalados  reaparecen  más  de 
una  vez.  En  otras,  la  separación  es  más  difusa  y  hay  casos  en  que  aparecen 
solamente  dos  elementos,  por  ejemplo,  los  descamisados  y  ella,  identificada  con 
Perón.  Esto  sucede  sobre  todo  en  los  discursos  que  pronunciaba  Evita  ante 
delegaciones  sindicales  en  el  Ministerio  de  Trabajo,  porque  entonces  ella 
hablaba  en  su  nombre.  Vale  de  ejemplo  la  alocución  que  dirigió  el  26  de  mayo 
de  1948  a  unos  obreros  de  la  alimentación  que  acababan  de  firmar  un  contrato 
colectivo  de  trabajo.  En  primer  término,  los  saludó  trayendo  "un  cariñoso 
abrazo  del  general  Perón,  que  ha  lamentado  mucho  no  poder  asistir...".  Después 
de  algunas  consideraciones  y  de  felicitar  al  gremio  por  su  disciplina  y  su 
peronismo,  les  aseguró:  "No  ignoramos  que,  si  bien  grandes  sectores  de 
trabajadores  han  llegado  a  tener  salarios  razonables  todavía  existen  muchos  que 
perciben  salarios  inferiores  al  nivel  del  costo  de  la  vida;  y  a  estos  trabajadores 
ha  de  llegarles  el  turno".  En  esta  instancia  finalizó  su  discurso  de  la  siguiente 
manera:  "Por  último,  compañeros  del  sindicato  de  la  alimentación,  les  pido,  que 
así  como  han  dado  reiteradas  muestras  de  disciplina  sindical,  den  una  prueba 
más  de  su  auténtico  peronismo,  no  olvidándose  de  acrecentar  sus  esfuerzos  en 
pro  de  una  mayor  producción,  en  la  seguridad  de  que  haciéndolo  así 
consolidarán  su  propio  bienestar.  Y  les  reitero  una  vez  más  que  en  el  general 
Perón  y  en  la  compañera  Evita  hallarán  siempre  los  más  decididos  defensores 
de  sus  derechos"588. 

Del  mismo  modo,  cuando  Evita  se  dirigía  a  las  mujeres,  lo  hacía  como 
vocera  de  Perón.  Sin  embargo,  en  las  contadas  ocasiones  en  que  se  reunió  con  él 
en  su  calidad  de  presidenta  del  Partido  Peronista  Femenino,  también  entonces 
alternaba  varias  veces  de  interlocutor  ya  sea  hablando  al  "general"  en  nombre 
de  todas  las  mujeres  o  a  éstas  como  si  fuera  la  igual  de  Perón  y  siempre 
aislándose  de  los  dos.  Así  lo  hizo  el  22  de  febrero  de  1951,  en  un  acto  que  tuvo 


Perón  y  Eva  Perón  hablan  en  el  Cabildo  Abierto  del  Justicialismo,  op.  cit. 
Democracia,  29  de  mayo  de  1948. 


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Evita 


lugar  en  el  Salón  Blanco  de  la  Casa  de  Gobierno  al  que  asistieron  trescientas 
delegadas  del  Partido  Peronista  Femenino  y  al  término  del  cual  Perón  recibió 
un  reloj  de  oro  que  le  ofrecía  el  partido.  Para  separar  su  identidad  como 
presidenta  del  partido,  Evita  le  ofreció  otro  igual589. 

Por  otra  parte,  la  estructura  de  sus  discursos  en  1946,  cuando  apenas 
iniciaba  sus  actividades  políticas,  es  la  misma  que  la  indicada.  Cuando  visitaba 
una  fábrica,  agradecía  el  recibimiento  que  le  tributaban  los  obreros,  les  trasmitía 
saludos  de  Perón  y  aceptaba  el  cariño  que  le  demostraban  como  expresión  de 
afecto  hacia  "el  general".  También  en  esta  circunstancia  el  discurso  estaba 
compuesto  por  tres  partes,  los  obreros,  Evita  y  Perón,  siendo  ella  el  vínculo 
entre  los  primeros  y  este  último. 

Ese  vínculo  era  lo  que  Evita  denominaba  "puente  de  amor  entre  Perón  y 
el  pueblo".  Tal  como  lo  entendía  ella,  era  un  nexo  directo  que  sobrepasaba  todos 
los  obstáculos  posibles,  pues  no  dependía  de  mecanismos  institucionales  para 
su  funcionamiento  sino  del  afecto  entre  las  partes,  expresado  a  través  del 
contacto  personal  y  permanente  que  ella  mantenía  con  Perón  y  con  el  pueblo. 
Tenía  un  sentido  distinto  para  cada  uno  de  ellos.  Así  podía  decir  el  poeta 
Ignacio  B.  Anzoátegui  que  Evita  era  "la  reivindicación  lograda  y 
permanentemente  alerta...  la  redención  cumplida,  pero  tocada  por  la  pasión  del 
irredentismo...  el  poder  y  al  mismo  tiempo  la  oposición.  La  lucha  alcanzada  y  la 
lucha  por  la  justicia"590.  O  como  lo  expresó  Evita  en  una  ocasión:  "Yo  estoy  aquí 
entre  las  clases  del  trabajo  representando  el  corazón  maravilloso  del  general 
Perón;  yo  estoy  aquí  para  recoger  las  inquietudes  y  las  esperanzas  del  pueblo 
laborioso  y  ponerlas  en  las  manos  maravillosas  y  realizadoras  del  general 
Perón;  yo  estoy  aquí  para  traerles  el  amor  que  siente  el  General  por 
ustedes..."591.  Para  Perón,  Evita  era  su  delegada,  su  intérprete,  su  intermediaria 
ante  las  masas.  Para  éstas,  era  su  mediadora,  su  "plenipotenciaria"  y  su 
"abanderada"  ante  él.  En  relación  a  ambos  era  "el  escudo",  "la  esperanza  y  la 
eterna  vigía  de  la  Revolución".  De  allí  que  pudiera  hablar  en  nombre  de  uno  y 
el  otro  para  ambos  o  cualquiera  de  los  dos.  Era  además  un  nexo  irrompible  ya 
que  "para  divorciarse  de  su  pueblo",  señala  Evita  en  su  autobiografía,  "el  jefe  de 
gobierno  deberá  empezar  por  divorciarse  ¡de  su  propia  mujer!"592 

De  todos  los  títulos  que  Evita  detentaba,  el  que  reflejaba  más 
adecuadamente  el  papel  que  desempeñaba  en  el  gobierno  peronista  es  el  de 
"plenipotenciaria  de  los  trabajadores",  pues  era  el  que  la  había  transformado  en 
"el  puente  de  amor  entre  el  líder  y  su  pueblo".  Como  lo  había  sido  para  Perón, 
su  actividad  gremial  fue  la  base  de  su  liderazgo  y  lo  continuó  siendo,  a  pesar  de 
que  en  los  últimos  años,  su  obra  social  adquirió  proporciones  espectaculares  y 
la  propaganda  del  gobierno  tendió  insistentemente  a  realzarla.  De  allí  que  el  1 
de  mayo  de  1951,  Evita  pudiera  decir  desde  los  balcones  de  la  Casa  Rosada: 

"Mis  queridos  descamisados: 


Democracia,  23  de  febrero  de  1951. 

La  Prensa,  26  de  julio  de  1954. 

Discurso  de  Evita  en  el  Congreso  de  la  CGT,  op.  cit.,  p.  15. 
Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  84. 


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"En  este  día  tradicional  para  los  trabajadores  argentinos,  en  este  primero 
de  mayo  maravilloso  en  que  los  trabajadores  festejan  el  triunfo  del  pueblo  y  de 
Perón  sobre  los  eternos  enemigos  y  traidores  de  la  patria,  yo  quiero  hablar  con 
la  sola,  con  la  absoluta,  con  la  exclusiva  representación  de  los  descamisados. 

"Yo  quiero  hablar  para  Perón,  para  los  trabajadores,  para  los  hombres  y 
mujeres  del  mundo  que  quieran  compartir  con  nosotros  la  gloria  de  un  pueblo 
que  levanta  su  bandera  justa,  libre  y  soberana  al  tope  de  todos  los  mástiles  de  la 
patria. 

"Yo  quiero  que  ustedes  me  autoricen,  que  me  den  la  plenipotencia 
maravillosa  y  eterna  de  todos  los  trabajadores,  de  todas  las  mujeres,  de  todos 
los  humildes;  en  una  palabra,  la  de  todos  los  descamisados...  Yo  quiero  que 
ustedes  me  autoricen,  para  que  diga  con  pocas  palabras,  con  mi  escasa 
elocuencia,  lo  que  ustedes  sienten,  lo  que  ustedes  quieren  que  les  diga  en  este 
día  maravilloso  de  los  trabajadores,  al  general  Perón  y  al  pueblo"593. 

El  origen  del  liderazgo  de  Perón  era  muy  diferente  al  de  Evita.  En  el  caso 
de  Perón,  provenía  de  la  relación  establecida  en  los  años  en  que  dirigió  la 
Secretaría  de  Trabajo  y  Prevención.  En  el  de  Evita,  la  fuente  fue  Perón.  Su 
decisión  de  delegar  en  ella  el  contacto  con  los  trabajadores  era  lo  que  en  un 
principio  le  permitió  iniciar  sus  actividades  desde  el  Ministerio  de  Trabajo  y 
Previsión  y  las  legitimizó.  Al  mismo  tiempo  le  transfirió  parte  de  su  liderazgo, 
convirtiéndola  en  su  doble,  su  extensión,  diferente  de  él  pero  parte  de  él.  Desde 
ese  momento,  desplegando  una  capacidad  de  trabajo  inusitada  y  solamente 
comparable  con  la  que  había  desarrollado  Perón  en  sus  tiempos  de  secretario  de 
Trabajo,  una  inteligencia  aguda,  un  entusiasmo  genuino  y  sin  límites  por  su 
labor  y  una  voluntad  de  hierro  para  conseguir  sus  objetivos  fue  ampliando  sus 
funciones.  Y  aunque  continuó  siendo  parte  y  prolongación  del  liderazgo  de 
Perón,  poco  a  poco  se  fue  definiendo  su  personalidad,  se  fue  individualizando, 
su  lenguaje  adquirió  características  propias  y  llegó  el  momento  en  que  ella 
también  estableció  una  relación  carismática  con  las  masas,  que  la  reconocieron 
como  su  "abanderada"  y  su  "plenipotenciaria". 

En  el  capítulo  V  analizamos  algunos  de  los  factores  que  permitieron  el 
desarrollo  de  una  actividad  política  por  parte  de  Evita,  especialmente  la 
necesidad  de  hallar  un  sustituto  para  Perón  en  sus  funciones  de  secretario  de 
Trabajo  y  las  condiciones  por  las  que  atravesaba  el  movimiento  obrero  en  esos 
momentos.  Hay  asimismo  otros  factores  a  tomar  en  cuenta,  no  sólo  porque 
incidieron  para  que  Evita  alcanzara  a  tener  una  relación  carismática  con  las 
masas,  sino  también  en  las  características  que  ésta  adquirió  y  en  las 
consecuencias  que  tuvo  para  el  peronismo. 

Una  de  las  razones  fundamentales  fue  la  excelente  situación  económica 
por  la  que  atravesaba  el  país,  pues  permitió  que  el  gobierno  continuara  con  la 
política  de  redistribución  del  ingreso  iniciada  en  1943.  En  un  primer  momento, 
esto  hizo  que  el  nombre  de  Evita  quedara  identificado  con  las  mejoras  que  los 


Argentina.  Presidencia  de  la  Nación.  Subsecretaría  de  Informaciones,  Perón  y  Eva  Perón 
hablan  en  el  día  de  los  trabajadores  (Buenos  Aires,  1  de  mayo  de  1951). 


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Evita 


trabajadores  seguían  obteniendo,  ya  que  si  bien  ella  no  tenía  el  poder  para 
concederlas,  influía  para  que  así  sucediera.  Para  cuando  el  gobierno  ya  no  está 
en  condiciones  de  proseguir  esa  política,  ella  cuenta  con  la  Fundación  para 
prolongarla  por  un  tiempo. 

El  hecho  de  que  Evita  fuera  la  esposa  de  Perón  tiene  también  una 
importancia  capital.  En  un  comienzo  le  dio  la  legitimidad  que  precisaba  ante  las 
masas  y  libertad  de  acción,  pues  solamente  debía  rendir  cuenta  de  sus  actos  a 
Perón.  Además  le  proporcionó  los  medios  para  presionar  a  ministros  y 
funcionarios  hasta  obtener  lo  que  quería,  pudiendo  así  demostrar  su  utilidad  a 
los  descamisados.  Al  mismo  tiempo  le  garantizó  el  respaldo  que  necesitaba  para 
conquistar,  en  la  estructura  de  poder,  una  base  que  se  tradujera  en  beneficios 
tangibles  tanto  para  Perón  como  las  masas. 

Por  otra  parte,  su  función  de  "delegada-plenipotenciaria"  difícilmente 
podría  haber  sido  desempeñada  por  un  hombre.  La  circunstancia  de  ser  una 
mujer  en  una  sociedad  que  ni  siquiera  le  reconocía  derechos  políticos 
seguramente  influyó  en  la  etapa  inicial,  pues  la  eliminaba  como  posible  rival  y 
aseguraba,  tanto  para  Perón  como  para  los  descamisados,  la  perduración, 
aunque  modificada,  del  lazo  que  los  unía.  También  habría  que  mencionar  aquí 
la  baja  extracción  social  de  Evita,  pues  al  admitir  que  ella  era  también  una 
"descamisada"  estableció  de  inmediato  una  identidad  con  los  trabajadores  que 
ellos  reconocieron  como  válida  y  que  la  igualaban  con  ellos,  a  pesar  de  que 
estuviera  casada  con  Perón. 

Otro  factor  que  la  favoreció  fue  su  experiencia  teatral.  Por  estar 
acostumbrada  a  actuar,  carecía  de  los  temores  y  de  las  reservas  que  podrían 
haber  afectado  y  paralizado  a  otra  mujer  en  su  lugar  y  enfrentó  su  vida  de 
esposa  del  Presidente  como  si  tuviera  que  desempeñar  un  nuevo  papel,  mucho 
más  atractivo  e  importante  que  los  que  había  realizado  hasta  entonces.  En  su 
autobiografía,  cuando  se  refiere  a  su  doble  personalidad  de  Eva  Perón  y  Evita, 
describe  sus  funciones  de  esposa  del  Presidente  como  "un  viejo  papel  que  otras 
mujeres"  han  representado.  Si  bien  es  cierto  que  lo  contrasta  con  "la  realidad"  de 
su  vida  como  Evita,  antes  de  que  llegara  a  serlo,  fue  también  un  papel  —  con  la 
diferencia  de  que  éste  no  tenía  libreto  — .  Tuvo  que  inventarlo.  Lo  hizo  dentro  de 
ciertas  pautas  sobre  las  que  no  tenía  ningún  control,  pero  a  su  medida,  tan  bien 
y  con  tanta  convicción  que  llegó  el  momento  en  que  fue  realmente  Evita. 

Además,  sus  años  de  radioteatro  y  de  propaganda  política  le  dieron  una 
seguridad  para  enfrentar  a  un  auditorio  que  facilitó  enormemente  sus  primeros 
contactos  con  delegaciones  sindicales.  Podía  improvisar  pequeñas  alocuciones 
sin  mayores  dificultades.  Su  aplomo  se  veía  acentuado  por  encontrarse  entre 
gente  que  no  la  intimidaba,  cuyo  nivel  cultural  era  parecido  al  suyo  y  que 
recibía  sus  palabras  con  simpatía  por  venir  de  la  esposa  de  Perón. 

Asimismo,  los  años  en  los  que  había  representado  a  mujeres  que 
proclamaban  su  amor  o  sufrían  desesperadamente  por  él,  la  acostumbraron  a 
usar  ante  el  micrófono  un  lenguaje  emotivo  que  ella  siguió  utilizando  con  toda 
naturalidad  cuando  inició  su  acción  política.  La  transición  se  vio  facilitada  por 


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el  año  en  que  hizo  propaganda  política  con  libretos  escritos  por  los  mismos 
autores  de  sus  novelones  radio-teatrales.  La  adecuación  del  lenguaje 
radioteatral  a  la  temática  política  le  permitió  dar  rienda  suelta  a  su 
temperamento  apasionado,  expresando  lo  que  sentía  con  total  falta  de 
inhibición.  Esto  le  dio  una  gran  libertad  de  expresión,  a  tal  punto  que 
pronunciar  discursos  pronto  fue  una  de  sus  tareas  principales,  que  continuó 
aun  cuando  tuvo  que  interrumpir  las  otras  por  su  enfermedad. 

De  1946  a  1952,  Evita  actuó  de  cierto  modo  como  un  servicio  de 
propaganda  en  constante  actividad.  Desde  un  principio,  sus  discursos  tuvieron 
un  fin  específico:  apoyar  la  política  del  gobierno  en  una  instancia  particular.  Su 
primera  alocución  radial  fue  en  ocasión  de  "la  campaña  de  sesenta  días  por  el 
abaratamiento  de  la  vida".  A  ésta  le  siguieron  muchas  otras:  en  favor  del  voto 
femenino;  recomendando  unidad  a  los  gremios  en  torno  a  Perón;  pidiéndoles 
lealtad  al  "coronel";  recalcando  la  necesidad  de  aumentar  la  producción;  para 
explicar  el  Plan  Quinquenal;  procurando  asegurar  el  triunfo  de  los  candidatos 
peronistas  en  las  elecciones  parlamentarias  de  1948;  respaldando  la  reforma 
constitucional;  advirtiendo  de  los  peligros  que  representaba  el  comunismo; 
alabando  la  excelencias  del  justicialismo  y  la  Tercera  Posición  y,  ya  desde  su 
cama  de  enferma,  pidiendo  la  reelección  de  Perón. 

El  propósito  de  estos  discursos  de  propaganda,  que  generalmente 
pronunciaba  ante  delegaciones  de  obreros  y  empleados  en  el  Ministerio  de 
Trabajo  o  en  actos  organizados  por  la  CGT,  en  Buenos  Aires  o  en  el  interior,  se 
entremezclaban  indefectiblemente  con  una  serie  de  temas  que  repetía 
cualquiera  fuera  la  ocasión:  las  condiciones  que  existían  en  la  Argentina  antes 
de  1943;  los  beneficios  obtenidos  por  los  trabajadores  a  raíz  de  la  acción  del 
"viejo  coronel  Perón"  desde  la  Secretaría  de  Trabajo  y  Previsión;  beneficios  que 
no  eran  concesiones  sino  derechos  que  habían  sido  injustamente  negados  hasta 
se  momento;  la  Secretaría  de  Trabajo  y  Previsión,  "cuna  de  la  justicia  social  en  la 
Argentina";  la  obra  emprendida  por  la  Revolución  del  4  de  junio,  multiplicada 
incomparablemente  por  Perón,  que  había  transformado  al  país  en  una  patria 
económicamente  libre,  socialmente  justa  y  políticamente  soberana,  la  necesidad 
de  que  Perón  continuara  en  el  gobierno  por  ser  la  única  garantía  para  el  triunfo 
de  la  justicia  social  en  la  Argentina;  los  desvelos  de  Perón,  que  "quemaba  su 
vida"  por  los  trabajadores;  el  amor  infinito  que  sentía  por  ellos;  la  grandeza  de 
su  figura  y  las  excelencias  de  su  doctrina;  el  amor  que  le  prodigaron  los 
trabajadores  al  liberarlo  de  sus  enemigos  el  17  de  octubre  de  1945;  la  felicidad  y 
alegría  de  los  descamisados  desde  que  gobernaba  Perón;  la  obligación  que  tenía 
de  luchar  por  sus  derechos,  como  lo  habían  hecho  el  17  de  Octubre  y  de 
defenderlos  contra  los  enemigos  internos  —los  comunistas  y  la  oligarquía 
"vendepatria  y  egoísta"—  y  los  enemigos  externos  —el  capitalismo  y  el 
imperialismo—  y  su  persona,  una  "débil  mujer",  "una  mujer  del  pueblo",  "la 
compañera  Evita"  que  prefería  "ser  Evita  si  ese  Evita  sirve  para  mitigar  algún 
dolor  y  enjugar  una  lágrima",  dedicada  a  pagar  "la  deuda  de  honor  que  tengo 
con  los  descamisados". 


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Si  bien  el  afianzamiento  del  peronismo  se  debió  principalmente  a  la 
continuación  de  una  política  económica  y  social  que  se  tradujo  entre  otras  cosas 
en  un  nivel  de  vida  más  alto  y  un  nuevo  sentido  de  dignidad  y  participación 
para  las  masas,  parte  del  cometido  de  Evita  de  1946  en  adelante  consistió  en 
recordar  a  los  trabajadores  a  qué  debían  sus  mejoras,  cómo  las  habían  obtenido 
y  qué  debían  hacer  para  retenerlas.  Esto  es  lo  que  hacía  diariamente  y  también 
en  los  discursos  que  pronunciaba  desde  los  balcones  de  la  Casa  Rosada  o  ante 
grandes  concentraciones  obreras  organizadas  por  la  CGT  en  ciudades  del 
interior.  Pero  en  estos  casos,  sus  discursos  eran  verdaderas  arengas  por  su  tono 
combativo  y  sus  expresiones  agresivas  contra  los  enemigos  de  Perón  y  del 
pueblo. 

Como  en  estas  ocasiones  Perón  se  hallaba  presente,  sus  palabras 
contrastaban  con  las  disquisiciones  didácticas  de  este  último,  llenas  de 
referencias  históricas,  en  las  que  además  de  describir  a  grandes  rasgos  la 
situación  en  que  se  hallaba  el  país,  muchas  veces  presentaba  lincamientos 
generales  de  la  política  a  seguir.  Con  su  voz  pausada,  en  un  lenguaje  sencillo, 
salpicado  de  expresiones  populares,  él  explicaba  y  persuadía,  pareciendo 
conversar  con  cada  una  de  las  personas  que  lo  escuchaban.  Tensa  y  crispada,  la 
voz  de  Evita  se  alzaba,  rápida  y  cortante  para  lanzar  andanadas  contra  la 
oligarquía  "traidora  y  vendepatria"  y  suavizante  solamente  cuando  mencionaba 
a  Perón,  a  los  descamisados,  a  los  humildes  y  a  los  ancianos.  Sus  manos  finas  y 
alargadas  se  movían  al  ritmo  de  sus  palabras,  puntualizando  las  descargas 
contra  los  enemigos  de  Perón  y  sus  enérgicas  proclamas  de  luchar  hasta  la 
muerte  por  su  causa.  "Y  si  a  mí  me  dieran  a  elegir  entre  todas  las  cosas  de  la 
tierra",  dijo  al  final  de  su  discurso  del  1  de  mayo  de  1951,  "yo  elegiría  entre 
todas  ellas  la  gracia  infinita  de  morir  por  la  causa  de  Perón,  que  es  morir  por 
ustedes.  Porque  yo  también,  como  los  compañeros  trabajadores,  soy  capaz  de 
morir  y  terminar  el  último  momento  de  mi  vida  con  nuestro  grito  de  guerra, 
con  nuestro  grito  de  salvación:  ¡la  vida  por  Perón!"594.  Llenas  de  recuerdos  de  la 
gesta  de  octubre,  de  las  luchas  que  sostuvieron  Perón  y  los  descamisados  contra 
"los  entreguistas,  los  mediocres  y  los  cobardes",  estas  diatribas  encendían  las 
emociones,  y  la  multitud,  enardecida,  respondía  jurando  con  ella  dar  "la  vida 
por  Perón".  A  la  vez,  establecían  la  línea  de  continuidad  con  esa  etapa  pues 
recordaban  al  Perón  combativo  secretario  de  Trabajo  y  Previsión  y  afirmaban  la 
vigencia  del  pasado  en  el  presente,  una  vez  más  por  intermedio  de  Evita. 

Una  de  las  críticas  más  frecuentes  de  los  enemigos  de  Evita  ha  sido 
ridiculizar  sus  discursos  y  apuntar  que  no  los  escribía  ella  misma  por  lo  que 
Américo  Ghioldi  llama  su  "indigencia  cultural"595.  No  hay  duda  alguna  de  que 
su  educación  era  mínima  y  que  su  formación  cultural  dejaba  mucho  que  desear. 
Una  vez  que  comienza  a  actuar  en  política,  no  se  nota  un  cambio  apreciable  en 
ella  desde  el  punto  de  vista  cultural,  a  pesar  de  sus  citas  de  León  Bloy,  su 
mención  de  Las  vidas  paralelas,  los  ocasionales  artículos  que  publicaba  en 


594 

595 


Ibid. 

Américo  Ghioldi,  op.  cit.,  p.  48. 


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Evita 


Democracia  y  sus  referencias  a  Napoleón  y  Alejandro,  por  lo  general  fuera  de 
contexto  y  de  segunda  mano. 

La  falta  de  educación  de  Evita  no  fue  una  valla  para  su  acción  política, 
pues  ella  pudo  sobrepasarla  con  su  audacia,  su  inteligencia  y  la  seguridad  que 
la  daba  su  condición  de  esposa  del  Presidente  y  del  líder.  Pero  esto  no  quiere 
decir  que  no  la  haya  afectado.  Por  empezar,  la  distanció  de  Perón.  En  contraste 
con  ella,  éste  aparecía  como  una  cultura  enciclopédica,  lo  cual  sobre  todo  en  un 
primer  momento  acentuó  la  admiración  que  sentía  por  él  y  le  hizo  aceptar  sus 
ideas  sin  cuestionamientos  de  ninguna  clase.  Le  dio  una  desconfianza  terrible 
de  los  intelectuales,  a  los  que  tendía  a  equiparar  con  los  oligarcas.  Además 
frecuentemente  la  impulsó  a  demostrar  que  poseía  un  amplio  bagaje  cultural, 
especialmente  a  medida  que  crecía  su  influencia  política,  pronunciando 
discursos  en  conferencias  internacionales  o  dando  clases  en  la  Escuela  Superior 
Peronista,  colocándose  así  en  situaciones  ridiculas  e  incongruentes,  pues  la 
erudición  de  la  que  hacía  gala  en  esas  ocasiones,  producto  de  la  Subsecretaría 
de  Informaciones  de  la  Presidencia,  era  prestada,  superficial,  simplista  y,  lo  que 
es  más,  desentonaba  con  lo  que  ella  sentía,  y  se  le  escapaba  inevitablemente.  Así 
por  ejemplo,  en  sus  seis  clases  de  la  Escuela  Superior  Peronista,  no  contenta  con 
describir  o  analizar  cómo  se  gestó  el  peronismo,  lo  hizo  tomando  como  marco  la 
historia  universal.  Exhibiendo  un  poder  de  síntesis  que  le  hubiera  envidiado 
Arnold  Toynbee,  y  reduciendo  el  proceso  histórico  a  dos  elementos,  el  pueblo  y 
el  genio  (conductor  de  hombres  o  filósofos),  Evita  examinó  la  historia  universal 
desde  la  Grecia  clásica  hasta  1951  y  llegó  a  la  conclusión  que  el  peronismo 
representaba  la  primera  victoria  verdadera  del  pueblo  sobre  la  oligarquía  en  el 
mundo  entero.  Ese  triunfo  había  sido  liderado  por  un  genio  superior  a  todos  los 
grandes  hombres  de  la  historia  y  con  una  doctrina  superior  a  todas,  pues  para 
Evita  el  estudio  de  todos  los  genios  anteriores  a  Perón  demostraba  sin  lugar  a 
dudas  que  desde  Licurgo  y  Alejandro,  pasando  por  Napoleón  y  Karl  Marx,  él 
superaba  a  todos,  en  todo  sentido.  " Perón  para  mí,  que  lo  he  analizado 
profundamente,  es  perfecto.  11596 

En  una  época  en  que  jefes  de  Estado  más  cultos  que  Evita  raramente 
escriben  sus  discursos,  difícilmente  se  le  puede  reprochar  que  los  suyos  fuesen 
redactados  por  funcionarios  de  la  Subsecretaría  de  Informaciones  de  la 
Presidencia.  Por  otra  parte,  fueran  o  no  escritos  por  ella  misma,  al  pronunciarlos 
los  hacía  suyos.  Además,  no  todos  sus  discursos  fueron  redactados  por 
funcionarios  de  la  Secretaría,  muchos  eran  totalmente  improvisados  y  otros 
parcialmente.  Lo  que  sus  críticos  olvidan  es  que  sus  años  de  radioteatro  y  de 
propaganda  política  le  hacían  enfrentar  un  auditorio  con  un  aplomo  y  una 
soltura  que  personas  con  formación  cultural  más  rica  que  ella  no  siempre 
poseen.  De  allí  que  cuando  leyera  textos  redactados  por  otros,  se  desviara 
frecuentemente  de  las  páginas  que  tenía  entre  sus  manos  y  agregara  frases  o 
párrafos  que  intercalaba  en  el  momento.  Esto  hacía  que  sus  discursos  tuvieran 
una  construcción  un  poco  extraña  a  veces,  con  non  sequiturs,  párrafos  que  no 
siempre  venían  al  caso  e  interrumpían  la  fluidez  de  las  ideas.  Pero  de  todos 


Eva  Perón,  Historia  del  peronismo,  p.  136. 


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Evita 


modos,  hay  una  extraordinaria  coincidencia  de  estilo  y  lenguaje  entre  los 
mensaje  que  leía  y  los  que  improvisaba  y  esto  no  es  de  sorprender  si  se  recuerda 
que  Muñoz  Azpiri,  el  autor  de  sus  novelones  radio-teatrales  y  de  Hacia  un  futuro 
mejor,  acompañó  a  Evita  durante  sus  primeros  años  de  actividad  política.  Por  lo 
tanto,  el  hecho  de  que  no  escribiera  sus  discursos  no  tiene  tanta  importancia  en 
sí  como  quienes  fueron  los  que  lo  hicieron  pues  contribuyeron  a  definir  el  estilo 
que  ella  hizo  suyo. 

Ese  estilo  se  caracteriza  ante  todo  por  su  fuerte  carga  emocional  y  su 
dramatismo.  Evita  expresaba  contundentemente  sus  sentimientos  y  requería 
una  reacción  emocional  de  sus  auditorios,  buscando  los  desbordes  pasionales 
de  amor  y  de  odio.  Usando  un  vocabulario  que  parecía  extractado  de  una 
novela  radioteatral,  pero  que  era  también  el  que  empleaba  el  pueblo, 
transformaba  sus  discursos  en  dramas  en  los  que  actuaban  los  mismos 
personajes  estereotipados  con  determinados  adjetivos:  el  pueblo  era  siempre 
"maravilloso",  Perón  "glorioso",  la  oligarquía  "egoísta  y  vendepatria",  ella  "una 
débil  mujer"  y  la  justicia  social  se  cumpliría  "cueste  lo  que  cueste  y  caiga  quien 
caiga".  Las  fórmulas  no  cambiaban,  como  tampoco  los  superlativos,  por  los 
cuales  tenía  tanta  afición,  pero  la  fuerza  con  que  recordaba  el  pasado,  describía 
el  presente  y  auguraba  un  futuro  de  felicidad  inigualada  era  siempre  nueva  y 
cada  vez  más  intensa. 

Sus  discursos  eran  odas  al  amor  que  ella  sentía  por  Perón  y  los 
descamisados,  al  que  los  trabajadores  le  habían  demostrado  a  Perón  el  17  de 
Octubre,  y  al  que  él  derrochaba  en  el  pueblo.  Eran  también  ditirambos  a  Perón, 
"el  genio  que  no  tiene  defectos",  como  llegó  a  llamarlo597.  Es  posible  que  la 
necesidad  inicial  de  afirmar  su  personalidad  ante  delegaciones  de  obreros  haya 
impulsado  a  Evita  a  impregnar  sus  discursos  de  alabanzas  a  Perón.  Establecía 
su  identidad  recalcando  su  vínculo  con  él  y  ensalzándolo,  lo  cual  contribuía  a 
realzarlo  y  a  distanciarlo  de  rivales  potenciales,  como  Mercante,  por  ejemplo.  O 
que  verbalizara  el  impacto  que  él  había  tenido  en  la  vida  con  expresiones  de 
admiración  que  encontraban  un  eco  positivo  en  las  masas,  lo  que  la  impulsó  a 
intensificarlas.  Por  otra  parte,  Evita  tenía  una  marcada  tendencia  a  exagerar.  Y 
la  misma  falta  de  mesura  que  la  hacía  trabajar  hasta  las  cinco  de  la  madrugada 
o  la  llevaba  a  deformar  los  hechos  en  su  autobiografía  es  la  que  la  hacía  declarar 
con  toda  tranquilidad:  "A  veces  pienso  que  Perón  ha  dejado  de  ser  un  hombre 
como  los  demás;  que  Perón  es  un  ideal  encarnado"598.  Sin  embargo  no  tenemos 
por  qué  dudar  de  su  sinceridad  cuando  anunciaba  que  Perón  lo  era  todo.  "Es  el 
alma,  es  el  nervio,  la  esperanza  y  la  realidad  del  pueblo  argentino.  Nosotros  sabemos 
que  sólo  hay  uno  solo,  y  que  en  nuestro  movimiento,  hay  un  solo  hombre  que  tiene 
luz  propia :  Perón.  Todos  nos  alimentamos  de  su  luz."599  Aun  descontando  su  gusto 
por  los  superlativos  y  su  talento  histriónico,  expresaba  su  pasión  por  él  con  total 
convicción  y  además  la  confirmaba  diariamente  con  sus  actos. 


Ibid.,  ps.  135-136. 

Eva  Perón  habla  a  las  trabajadoras  del  país  (Buenos  Aires,  1949),  p.  15. 
Eva  Perón,  Historia  del  peronismo,  p.  64. 


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En  un  pasaje  de  su  autobiografía,  Evita  intima  que  en  algún  momento 
Perón  demostró  cierta  inquietud  por  sus  alabanzas  y  la  constante  mención  de  su 
nombre  que  ella  hacía600.  Si  en  verdad  trató  de  calmar  sus  desbordes  pasionales, 
no  lo  consiguió,  pues  con  el  correr  de  los  años  las  alabanzas  de  Evita,  que 
caracterizaron  sus  discursos  desde  un  primer  momento,  no  decayeron.  Al 
contrario,  aumentaron  apreciablemente  precisamente  en  los  años  en  que  decae 
sensiblemente  la  estrella  de  Mercante,  como  si  Evita  necesitara  negar  todas  las 
loas  que  había  derrochado  anteriormente  en  él,  para  reafirmar  que  el  único 
candidato  a  las  elecciones  de  1951  podía  ser  Perón.  11601 

Hacia  1950,  Evita  ya  había  instituido  el  culto  al  líder  y  había 
transformado  su  amor  por  Perón  y  por  su  causa  en  un  elemento  ideológico  que 
debía  ser  incorporado  a  lo  que  todo  peronista  tenía  la  obligación  de  sentir  y 
practicar.  Ella  misma  lo  llamaba  fanatismo  y  lo  justificaba  no  solamente  por  el 
"entrañable  amor"  que  sentía  por  él  o  porque  era  "el  genio  que  no  tiene 
defectos",  sino  por  lo  que  había  realizado  para  el  pueblo  argentino.  Sus  ideas 
políticas  quedaban  reducidas  a  ese  sentimiento.  Era,  además,  la  explicación 
esencial  de  lo  que  había  sucedido  en  la  Argentina  a  partir  de  1943.  Perón  había 
emprendido  su  campaña  desde  la  Secretaría  de  Trabajo  por  amor  al  pueblo. 
Este  lo  había  salvado  en  octubre  de  1945  también  por  amor  y  ella  se  había 
entregado  a  la  causa  de  Perón  y  al  pueblo  por  amor.  Como  si  su  vida  fuera  la 
realización  de  las  novelas  que  tantas  veces  había  representado  ante  el 
micrófono,  este  era  el  principio  y  el  fin  para  Evita.  No  es  que  dejara  de  lado 
otras  razones.  Según  Evita  lo  que  engrandecía  a  Perón  y  lo  hacía  superior  a 
todos  los  hombres  era  que  había  enfrentado  a  la  oligarquía  y  había  dado  al 
pueblo  lo  que  éste  se  merecía  y  aquélla  le  negaba  por  egoísmo.  Había 
transformado  a  la  Argentina  en  una  Patria  justa,  libre  y  soberana,  y  como  si  esto 
no  fuera  suficiente,  le  había  dado  al  pueblo  —y  también  al  mundo—  una 
doctrina,  el  justicialismo,  "el  único  sistema  que  llevará  la  felicidad  a  los  pueblos. 
Pero  Evita  no  separaba  su  amor  por  Perón  de  "su  causa";  estaban  enmarcados 
en  un  mismo  sentimiento  y  con  el  tiempo  llegó  a  identificarlos  tan 
estrechamente  que  en  La  razón  de  mi  vida  dice:  "Sí,  soy  fanáticamente  peronista, 
pero  no  sabría  decir  qué  amo  más:  si  a  Perón  o  a  su  causa;  que  para  mí,  todo  es 
una  sola  cosa,  todo  es  un  solo  amor"602. 

Por  lo  general,  sus  ditirambos  a  Perón  y  sus  declaraciones  de  amor  por  él 
y  por  los  descamisados  se  contraponían  con  profusas  afirmaciones  de  humildad 
y  de  desinterés  de  su  parte.  Ella  era  la  "más  humilde  de  las  colaboradoras  de 
Perón",  "una  mujer  del  pueblo",  "una  descamisada  de  la  Patria".  El  discurso  que 
pronunció  Evita  el  17  de  octubre  de  1951,  después  de  oír  a  Perón  alabarla 
públicamente  y  describir  lo  que  había  representado  en  su  gobierno,  es  quizá  la 
única  ocasión  en  que  confiesa  que  no  va  a  decir  "la  mentira  acostumbrada",  que 
no  se  lo  merece.  Las  expresiones  de  humildad  por  parte  de  Evita  no  eran 
simples  fórmulas  retóricas  desmentidas  por  su  poder  y  el  autoritarismo  que 


Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  ps.  59-60. 
Eva  Perón,  Historia  del  peronismo,  p.  121. 
Ibid., p.  65. 


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desplegaba  ante  funcionarios  del  gobierno,  pues  aparecen  en  sus  primeros 
discursos,  ya  en  el  año  1946.  En  ese  momento  se  debieron  posiblemente  a  la 
necesidad  de  establecer  un  lazo  común  con  las  delegaciones  que  entrevistaba,  a 
su  reconocimiento  de  que  ella  también  era  una  descamisada  y  a  su  condición  de 
mujer  desempeñando  tareas  fuera  de  lo  común.  Hacia  1951,  cuando  era  la 
figura  política  más  poderosa  después  de  Perón,  continúa  definiéndose  de  la 
misma  manera,  porque  además  de  ser  retóricamente  útil,  es  todavía  la  fórmula 
que  la  iguala  con  los  descamisados  a  pesar  de  su  poder  y  de  su  prestigio,  le 
sirve  para  distanciarse  de  Perón  y  realzarlo  aún  más  y  también  frecuentemente 
para  recalcar  la  maldad  de  la  oligarquía  que  se  ensaña  con  ella.  "Mientras  tanto, 
ellos,  los  entreguistas,  los  mediocres,  los  cobardes,  de  noche  tramaban  la  intriga 
y  la  infamia  del  día  siguiente.  Yo,  una  humilde  mujer,  no  pensaba  sino  en  los 
dolores  que  tenía  que  mitigar  y  a  la  gente  que  tenía  que  consolar  en  vuestro 
nombre,  mi  general...603. 

Los  enemigos  del  pueblo,  "los  traidores  de  adentro  y  de  fuera  que  en  la 
oscuridad  de  la  noche,  quieren  dejar  el  veneno  de  sus  víboras  en  el  alma  y  en  el 
cuerpo  de  la  Patria",  quedaban  englobados  en  el  peor  insulto  que  conocía  Evita: 
oligarquía604.  Para  no  dejar  lugar  a  dudas,  aclaraba:  "Y  conste  que  cuando  hablo 
de  oligarquía  me  refiero  a  todos  los  que  en  1946  se  opusieron  a  Perón: 
conservadores,  radicales,  socialistas  y  comunistas.  Todos  votaron  por  la 
Argentina  del  viejo  régimen  oligárquico,  entregador  y  vendepatria.  De  ese 
pecado  no  se  redimirán  jamás"605.  Individualmente,  Evita  no  enrostraba  a  sus 
colaborados  las  ideas  que  habían  tenido  antes  de  plegarse  al  peronismo,  aunque 
desconfiaba  más  de  los  oligarcas  que  de  los  que  habían  sido  comunistas,  por 
ejemplo,  pues  aquéllos  siempre  podían  caer  de  nuevo  en  los  vicios  "del  espíritu 
oligárquico",  o  sea,  ser  ambiciosos,  egoístas,  orgullos  y  vanidosos606. 

Era  profundamente  sectaria  y  lo  reconocía.  "Los  opositores  dicen  que 
esto  es  fanatismo,  que  soy  fanática  de  Perón  y  del  pueblo,  que  soy  peligrosa 
porque  soy  demasiado  sectaria  y  demasiado  fanática  con  el  General  Perón  y  con 
los  descamisados  de  la  Patria. 

"Yo  les  contesto  con  Perón:  el  fanatismo  es  la  sabiduría  del  espíritu.  ¡Qué 
importa  ser  fanático  en  la  compañía  de  los  mártires  y  de  los  héroes! 

"Al  fin  de  cuentas,  la  vida  alcanza  su  verdadero  valor  no  cuando  se  la 
vive  de  manera  egoísta,  nada  más  que  para  uno  mismo,  sino  cuando  uno  se 
entrega  a  la  vida  toda  íntegra,  fanáticamente,  en  aras  de  un  ideal  que  vale  más 
que  la  vida  misma.  Yo  contesto  que  sí  soy  fanática  de  Perón  y  de  los 
descamisados  de  la  Patria."607 

De  la  misma  manera  que  consideraba  su  fanatismo  una  virtud,  también 
lo  era  su  sectarismo,  y  exigía  de  todos  los  peronistas  que  compartieran  sus 


Perón  y  Eva  Perón  hablan  en  el  Cabildo  Abierto  del  Justicialismo. 
Discurso  del  1  de  mayo  de  1952,  op.  cit. 

Eva  Perón,  La  razón  de  mi  vida,  p.  297. 

Eva  Perón,  Historia  del  peronismo,  p.  84. 

Eva  Perón  habla  a  los  trabajadores,  p.  14. 


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sentimientos  con  la  intensidad  que  ella  lo  hacía.  Sus  discursos  iban  dirigidos  a 
sus  "compañeros",  o  como  vimos,  a  las  mujeres  peronistas.  El  resto  del  país  no 
existía  para  ella,  si  no  es  para  ser  atacado  y  vilipendiado. 

Evita  inyectó  una  dosis  muy  apreciable  de  sectarismo  y  fanatismo  en  el 
peronismo.  Además,  ella  fue  la  que  inició  y  propagó  el  culto  al  líder,  dando  el 
ejemplo  que  luego  seguirían  servilmente  todos  los  peronistas.  Con  ello, 
contribuyó  a  intensificar  la  antinomia  peronismo-antiperonismo  que  dividió  al 
país  durante  tantos  años  y  fue  muy  probablemente  uno  de  los  factores  que 
eventualmente  alejaron  algunos  sectores  de  clase  media  del  peronismo, 
debilitando  así  la  alianza  que  Perón  había  buscado  crear  desde  un  principio  con 
su  política.  En  las  condiciones  existentes  en  la  Argentina  de  la  década  de  los 
cuarenta,  todo  en  ella  coadyuvaba  a  fomentar  el  maniqueísmo,  su  origen,  su 
pasado,  su  temperamento,  su  ropa,  hasta  su  lenguaje,  pero  sobre  todo  sus  actos. 
Su  figura  actuó  como  un  foco  que  atraía  y  a  la  vez  estimulaba  las  reacciones 
más  irracionales  por  ambos  lados,  y  al  concentrarse  en  ella,  se  podían 
desvirtuar  más  fácilmente  los  logros  y  soslayarse  las  responsabilidades. 

Pero  su  liderazgo  permitió  en  gran  medida  que  Perón  pudiera  mantener 
el  suyo  intacto.  Lo  liberó  de  las  negociaciones  que  corroen,  de  los 
enfrentamientos  que  desgastan.  Perón,  Presidente  de  los  argentinos,  continuó 
siendo  el  líder  de  los  descamisados,  el  árbitro  supremo  al  cual  se  recurría 
cuando  todo  lo  demás  había  fallado,  el  juez  que  podía  tomar  resoluciones  sin 
premura,  el  estadista  y  el  ideólogo  que  elaboraba  la  doctrina.  Al  mismo  tiempo, 
consolidó  y  reforzó  la  adhesión  de  las  masas  a  Perón  e  impulsó  la 
transformación  de  la  CGT  en  un  factor  de  poder.  También  amplió  la  base  social 
del  peronismo  pues  propulsó  y  organizó  la  participación  masiva  de  la  mujer  en 
el  proceso  político  y,  por  intermedio  de  la  Fundación,  creó  el  mecanismo  para 
extender  las  mejoras  obtenidas  inicialmente  por  los  trabajadores  a  los 
argentinos  más  desposeídos,  asegurando  así  el  apoyo  de  sectores  marginales  al 
gobierno  y  profundizando  los  cambios  iniciados  en  1943. 

Las  transformaciones  acaecidas  en  la  Argentina  de  1943  en  adelante 
crearon  las  condiciones  objetivas  para  que  Evita  pudiera  incorporarse  al 
proceso  político  a  partir  de  1946  y  éstas  le  impusieron  también  los  límites 
dentro  de  los  cuales  tuvo  que  actuar.  Pero  ella  definió  su  participación  con  la 
meta  que  se  trazó:  pagar  la  deuda  de  gratitud  que  contrajo  con  los 
descamisados  el  17  de  octubre  de  1945.  Juntamente  con  Perón,  le  habían  dado 
una  nueva  vida  y  a  ellos  se  debía  "Evita".  Del  mismo  modo,  la  que  aceptó  el 
desafío  que  implicaba  tratar  de  alcanzar  su  meta  fue  ella.  Con  una  audacia 
digna  de  admiración,  no  dejó  de  pasar  la  oportunidad  que  se  le  ofrecía.  Se  le 
despertó  la  ambición  de  poder  y  saboreó  el  que  fue  acumulando.  Su  vanidad  se 
vio  satisfecha  con  los  halagos  y  los  alentó  constantemente.  Orgullosa,  fue 
prepotente  con  los  poderosos  y  dura  con  todo  aquel  que  le  pudiera  hacer 
sombra  o  que  ella  considerara  una  amenaza  para  Perón.  Tenía  plena  conciencia 
de  que  se  había  convertido  en  una  figura  histórica:  la  gran  agitadora  fanática, 
obsesiva,  dedicada  de  cuerpo  y  alma  a  su  misión.  Así  como  en  los  primeros 
tiempos  apenas  decía  unas  palabras  en  nombre  de  Perón,  ahora  sabía  que 


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Evita 


cuando  hablaba  lo  hacía  "con  la  plenipotencia"  de  todos  los  descamisados  y  la 
seguridad  que  sentía  estaba  totalmente  desprovista  de  ambigüedades.  Pero 
nunca  olvidó  a  quien  le  debía  el  llegar  a  ser  "Evita"  y  nunca  se  desvió  de  su 
meta.  Al  contrario,  a  medida  que  fueron  pasando  los  años,  en  una  entrega  total 
supeditó  su  propia  existencia  al  logro  de  su  objetivo.  Aunque  sabía  que  no  lo 
conseguiría,  a  través  de  la  lucha  que  emprendió  por  el  pueblo,  del  amor  que  le 
prodigó  y  que  éste  le  retribuyó  con  creces,  encontró  la  razón  de  su  vida. 


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Apéndice 


"Mi  voluntad  suprema: 

Quiero  vivir  eternamente  con  Perón  y  con  mi  pueblo. 

Esta  es  mi  voluntad  absoluta  y  permanente  y  es,  por  lo  tanto,  mi  última 
voluntad. 

Donde  está  Perón  y  donde  estén  mis  descamisados  allí  estará  siempre  mi 
corazón  para  quererlos  con  todas  las  fuerzas  de  mi  vida  y  con  todo  el  fanatismo 
que  me  quema  el  alma. 

Si  Dios  lo  llevase  del  mundo  a  Perón,  yo  mi  iría  con  él,  porque  no  sería 
capaz  de  sobrevivir  sin  él,  pero  mi  corazón  se  quedaría  con  mis  descamisados, 
con  mis  mujeres,  con  mis  obreros,  con  mis  ancianos,  con  mis  niños  para 
ayudarlos  a  vivir  con  el  cariño  de  mi  amor,  para  ayudarlos  a  luchar  con  el  fuego 
de  mi  fanatismo  y  para  ayudarlos  a  sufrir  con  un  poco  de  mis  propios  dolores. 

Porque  he  sufrido  mucho;  pero  mi  dolor  valía  la  felicidad  de  mi  pueblo... 
y  yo  no  quise  negarme— yo  no  quiero  negarme—  yo  acepto  sufrir  hasta  el 
último  día  de  mi  vida  si  eso  sirve  para  restañar  alguna  herida  o  enjugar  una 
lágrima. 

Pero  si  Dios  me  llevase  del  mundo  antes  que  a  Perón  yo  quiero 
quedarme  con  él  y  con  mi  pueblo,  y  mi  corazón  y  mi  cariño  y  mi  alma  y  mi 
fanatismo  seguirán  con  ellos,  seguirán  viviendo  en  ellos  haciendo  todo  el  bien 
que  falta,  dándoles  todo  el  amor  que  no  les  pude  dar  en  los  años  de  mi  vida,  y 
encendiendo  en  sus  almas  todos  los  días  el  fuego  de  mi  fanatismo  que  me 
quema  y  me  consume  con  una  sed  amarga  e  infinita. 

Yo  estaré  con  ellos  para  que  sigan  adelante  por  el  camino  abierto  de  la 
Justicia  y  de  la  Libertad  hasta  que  llegue  el  día  maravilloso  de  los  pueblos. 

Yo  estaré  con  ellos  peleando  en  contra  de  todo  lo  que  no  sea  pueblo  puro, 
en  contra  de  todo  lo  que  no  sea  la  raza  de  los  pueblos. 

Yo  estaré  con  ellos,  con  Perón  y  con  mi  pueblo,  para  pelear  contra  la 
oligarquía  vendepatria  y  farsante,  contra  la  raza  maldita  de  los  explotadores  y 
de  los  mercaderes  de  los  pueblos. 

Dios  es  testigo  de  mi  sinceridad;  y  él  sabe  que  me  consume  el  amor  de  mi 
raza  que  es  el  pueblo. 


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Evita 


Todo  lo  que  se  opone  al  pueblo  me  indigna  hasta  los  límites  extremos  de 
mi  rebeldía  y  de  mis  odios. 

Pero  Dios  sabe  también  que  nunca  he  odiado  a  nadie  por  sí  mismo,  no  he 
combatido  a  nadie  por  maldad  sino  por  defender  a  mi  pueblo;  a  mis  obreros,  a 
mis  mujeres,  a  mis  pobres  'grasitas',  a  quienes  nadie  defendió  jamás  con  más 
sinceridad  que  Perón  y  con  más  ardor  que  Evita. 

Pero  es  más  grande  el  amor  de  Perón  por  el  pueblo  que  mi  amor  porque 
él,  desde  su  situación  de  privilegio,  supo  llegar  hasta  el  pueblo,  comprenderlo  y 
amarlo.  Yo,  en  cambio,  nací  en  el  pueblo  y  sufrí  en  el  pueblo.  Tengo  carne  y 
alma  y  sangre  de  pueblo.  Yo  no  podía  hacer  otra  cosa  que  entregarme  a  mi 
pueblo. 

Si  muriese  antes  que  Perón,  quisiera  que  esta  voluntad  mía,  la  última  y 
definitiva  de  mi  vida,  sea  leída  en  acto  público  en  Plaza  de  Mayo,  en  la  Plaza 
del  17  de  Octubre,  ante  mis  queridos  descamisados. 

Quiero  que  sepan,  en  ese  momento,  que  lo  quise  y  que  lo  quiero  a  Perón 
con  toda  mi  alma  y  que  Perón  es  mi  sol  y  mi  cielo.  Dios  no  me  permitirá  que 
mienta  si  yo  repito  en  este  momento  una  vez  más:  'no  concibo  el  cielo  sin 
Perón'. 

Pido  a  todos  los  obreros,  a  todos  los  humildes,  a  todos  los  descamisados, 
a  todas  las  mujeres,  a  todos  los  niños  y  a  todos  los  ancianos  de  mi  Patria  que  lo 
cuiden  y  lo  acompañen  como  si  fuese  yo  misma. 

Quiero  que  todos  mis  bienes  queden  a  disposición  de  Perón  como 
representante  soberano  y  único  del  pueblo. 

Yo  considero  que  mis  bienes  son  patrimonio  del  pueblo  y  el  movimiento 
peronista,  que  es  también  del  pueblo,  y  que  todos  mis  derechos  como  autora  de 
La  razón  de  mi  vida  y  de  Mi  mensaje,  cuando  se  publique,  sean  también 
considerados  como  propiedad  absoluta  de  Perón  y  del  pueblo  argentino. 

Mientras  viva  Perón,  él  podrá  hacer  lo  que  quiera  de  todos  mis  bienes: 
venderlos,  regalarlos  e  incluso  quemarlos,  porque  todo  en  mi  vida  le  pertenece, 
todo  es  de  él,  empezando  por  mi  propia  vida,  que  yo  le  entregué  por  amor  y 
para  siempre  de  una  manera  absoluta. 

Pero  después  de  Perón  el  único  heredero  de  mis  bienes  debe  ser  el 
pueblo,  y  pido  a  los  trabajadores  y  a  las  mujeres  de  mi  pueblo  que  exijan  por 
cualquier  medio,  el  cumplimiento  de  esta  voluntad  suprema  de  mi  corazón  que 
tanto  los  quiso. 

Todos  los  bienes  que  he  mencionado  y  aun  los  que  hubiese  omitido 
deberán  servir  al  pueblo,  de  una  o  de  otra  manera. 

Quisiera  que  se  constituya  con  todos  esos  bienes  un  fondo  permanente 
de  ayuda  social  para  los  casos  de  desgracias  colectivas  que  afecten  a  los  pobres, 
y  deseo  que  ellos  lo  acepten  como  una  prueba  más  de  mi  cariño. 

Deseo  que  en  estos  casos,  por  ejemplo,  se  entregase  a  cada  familia  un 
subsidio  equivalente  a  los  sueldos  y  salarios  de  un  año,  por  lo  menos. 


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Evita 


También  deseo  que,  con  ese  fondo  permanente  de  Evita,  se  instituyan 
becas  para  que  estudien  los  hijos  de  los  trabajadores  y  sean  así  los  defensores  de 
la  doctrina  de  Perón,  por  cuya  causa  gustosa  daría  mi  vida. 

Mis  joyas  no  me  pertenecen.  La  mayor  parte  fueron  regalos  de  mi 
pueblo.  Pero  aun  las  que  recibí  de  mis  amigos  o  de  países  extranjeros,  o  del 
General,  quiero  que  vuelvan  al  pueblo. 

No  quiero  que  caigan  jamás  en  manos  de  la  oligarquía,  y  por  eso  deseo 
constituyan,  en  el  museo  del  Peronismo,  un  valor  permanente  que  sólo  podrá 
ser  utilizado  en  beneficio  directo  del  pueblo. 

Que  así  como  el  oro  respalda  la  moneda  de  algunos  países,  mis  joyas 
sean  el  respaldo  de  un  crédito  permanente  que  abrirán  los  bancos  del  país  en 
beneficio  del  pueblo,  a  fin  de  que  se  construyan  viviendas  para  los  trabajadores 
de  mi  Patria. 

Desearía  también  que  los  pobres,  los  ancianos,  los  niños,  mis 
descamisados  sigan  escribiéndome  como  lo  hacen  en  estos  tiempos  de  mi  vida  y 
que  el  monumento  que  quiso  levantar  para  mí  el  Congreso  de  mi  pueblo  recoja 
las  esperanzas  de  todos  y  las  convierta  en  realidad  por  medio  de  mi  Fundación, 
que  quiero  siempre  pura  como  la  concebí  para  mis  descamisados. 

Así  yo  me  sentiré  siempre  cerca  de  mi  pueblo  y  seguiré  siendo  el  puente 
de  amor  tendido  entre  los  descamisados  y  Perón. 

Por  fin  quiero  que  todos  sepan  que  si  he  cometido  errores  los  he 
cometido  por  amor,  y  espero  que  Dios,  que  ha  visto  siempre  mi  corazón,  me 
juzgue  no  por  mis  errores,  ni  mis  defectos,  ni  mis  culpas,  que  fueron  muchas, 
sino  por  el  amor  que  consume  mi  vida, 

Mis  últimas  palabras  son  las  mismas  del  principio:  quiero  vivir 
eternamente  con  Perón  y  con  mi  pueblo. 

Dios  me  perdonará  que  yo  prefiera  quedarme  con  ellos,  porque  él 
también  está  con  los  humildes,  y  yo  siempre  he  visto  que  en  cada  descamisado 
Dios  me  pedía  un  poco  de  amor  que  nunca  le  negué. 

Eva  Perón." 


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Torrado,  Susana;  Novick,  Susana  y  Olego  de  Campos,  Silvia:  Política,  población  y 
políticas  de  población.  Buenos  Aires:  Cuadernos  del  Ceur,  1986. 


302 


Marysa  Navarro 


Evita 


Torre,  Juan  Carlos:  "La  caída  de  Luis  Gay",  Todo  es  Historia.  Buenos  Aires,  N°  89, 
octubre  de  1974. 

Torres,  José  Luis:  La  Década  Infame,  Buenos  Aires:  Editorial  Formación  "Patria", 
1945. 

Vazeilles,  José:  Los  socialistas.  Buenos  Aires:  Editorial  Jorge  Alvarez,  1968. 

Vigo,  Juan  M.:  Crónicas  de  la  resistencia.  La  vida  por  Perón.  Buenos  Aires:  A.  Peña 
Lillo  editor,  1973. 

Wainermann,  Catalina  H.:  "La  mujer  y  el  trabajo  en  la  Argentina  desde  la 
perspectiva  de  la  Iglesia  Católica  a  mediados  de  siglo",  Desarrollo  Económico,  V, 
21,  N°  81,  abril-junio  de  1981. 

Wellhofer,  E.  Spencer:  "The  Movilization  of  the  Periphery",  Comparative  Political 
Studies,  vol.  VII,  N°  1,  julio  de  1974. 

Whitaker,  Arthur  P.:  Argentina.  Englewood  Cliffs,  N.  J.:  Prentice  Hall,  1964. 
—Argentine  Upheaval.  New  York:  Praeger,  1956. 

—  The  United  States  and  Argentina.  Cambridge:  Harvard  University  Press,  1954. 


PUBLICACIONES  OFICIALES 


Argentina,  Congreso  Nacional,  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados. 
Buenos  Aires:  Imprenta  del  Congreso  Nacional,  1933. 

—  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Senadores.  Buenos  Aires:  Imprenta  del 
Congreso  Nacional,  1938. 

—  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados.  Buenos  Aires:  Imprenta  del 
Congreso  Nacional,  1939. 

—  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados.  Buenos  Aires:  Imprenta  del 
Congreso  Nacional,  1939.  2  tomos. 

—  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Senadores.  Buenos  Aires:  Publicación  del 
Cuerpo  de  Taquígrafos  del  Senado  de  la  Nación,  1947. 

—  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados.  Buenos  Aires:  Imprenta  del 
Congreso  de  la  Nación,  1948. 

—  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Senadores.  Buenos  Aires:  Publicación  del 
Cuerpo  de  Taquígrafos  del  Senado  de  la  Nación,  1946. 

—  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados.  Buenos  Aires:  Imprenta  del 
Congreso  de  la  Nación,  1948. 

—  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados.  Buenos  Aires:  Imprenta  del 
Congreso  de  la  Nación,  1949. 


303 


Marysa  Navarro 


Evita 


—  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados.  Buenos  Aires:  Imprenta  del 
Congreso  de  la  Nación,  1950. 

—  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados.  Buenos  Aires:  Imprenta  del 
Congreso  de  la  Nación,  1951. 

—  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados.  Buenos  Aires:  Imprenta  del 
Congreso  de  la  Nación,  1953. 

—  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Senadores.  Buenos  Aires,  1952. 

—  Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados.  Período  Legislativo  Eva  Perón. 
Buenos  Aires:  Imprenta  del  Congreso  de  la  Nación,  1953. 

Argentina,  Vicepresidencia  de  la  Nación,  Comisión  Nacional  de  In¬ 
vestigaciones,  Documentación,  autores  y  cómplices  de  las  irregularidades  cometidas 
durante  la  segunda  tiranía.  5  tomos.  Buenos  Aires,  1958. 

Argentina,  Departamento  Nacional  del  Trabajo,  Dirección  de  Estadística  Social, 
Investigaciones  Sociales,  1943-1945.  Buenos  Aires,  1946. 

—  División  Estadística.  La  desocupación  en  la  Argentina  1940.  Buenos  Aires,  1940. 

—  Estadística  de  las  huelgas.  Buenos  Aires.  1940. 

Argentina.  Presidencia  de  la  Nación.  Subsecretaría  de  Informaciones:  Discurso 
del  coronel  Perón  sobre  la  política  social  del  Estado,  transmitido  por  la  red  argentina  de 
radiodifusión.  Buenos  Aires,  2  de  diciembre  de  1943. 

—  El  sindicalismo  justicialista  a  través  del  pensamiento  de  Perón.  Buenos  Aires,  1951. 

—Acto  de  la  Unión  Tranviarios  para  demostrar  su  adhesión  a  la  política  social  del 
gobierno.  Buenos  Aires,  20  de  julio  de  1944. 

—  Discurso  pronunciado  por  el  coronel  Perón,  en  la  plaza  Alsina  de  Avellaneda  ante 
una  concentración  de  obreros.  Buenos  Aires,  11  de  agosto  de  1945. 

—  Dirección  General  de  Prensa.  Discurso  del  coronel  Perón,  desde  los  balcones  de  la 
Casa  Rosada  ante  la  concentración  que  impuso  su  libertad.  Buenos  Aires.  17  de 
octubre  de  1945. 

—  Discurso  del  general  Perón  sobre  el  plan  quinquenal  ante  dirigentes  gremiales. 
Buenos  Aires,  25  de  noviembre  de  1947. 

—  Conferencia  del  Excelentísimo  Señor  Presidente  de  la  Nación  Argentina  General  Juan 
Perón  pronunciada  en  el  acto  de  clausura  del  Primer  Congreso  Nacional  de  Filosofía. 
Mendoza,  9  de  abril  de  1949. 

—  Preside  Eva  Perón  la  Conferencia  ínter  americana  de  Seguridad  Social.  Tercera 
reunión.  Buenos  Aires,  marzo  de  1951. 

—  Dijo  Perón  a  las  delegadas  subcensistas.  Buenos  Aires,  4  de  julio  de  1951. 

—  El  mensaje  de  Eva  Perón  a  los  productores  agrarios.  Buenos  Aires,  1952. 

—  Perón  y  Eva  Perón  hablan  en  el  día  de  los  trabajadores.  Buenos  Aires,  Io  de  mayo 
de  1950. 


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Marysa  Navarro 


Evita 


—  Perón  y  Eva  Perón  hablan  a  los  mineros.  Buenos  Aires,  1951. 

—Juan  Perón  y  Eva  Perón  hablan  a  los  delegados  al  VII  Congreso  Internacional  de 
Cirugía.  Buenos  Aires,  1950. 

—  Eva  Perón  señala  el  camino  del  civismo  a  la  mujer  argentina.  Buenos  Aires,  1951. 

—  Dijo  Eva  Perón:  " Siempre  debemos  tener  a  flor  de  labios  la  palabra  peronista". 
Buenos  Aires,  1952. 

—  Dijo  Eva  Perón  al  conferirle  al  general  Perón  la  gran  medalla  peronista  en  grado 
extraordinario.  Buenos  Aires,  1951. 

—  Eva  Perón  en  el  bronce.  Buenos  Aires,  1952. 

—  Eva  Perón:  Su  palabra...  su  pensamiento...  su  acción.  Sin  fecha. 

—  Perón  y  Evita  hablan  en  el  acto  de  clausura  del  Congreso  Extraordinario  de  la 
Confederación  General  del  Trabajo.  Buenos  Aires,  1950,  Año  del  Libertador 
General  San  Martín. 

—  Eva  Perón.  Mi  obra  de  ayuda  social.  Buenos  Aires,  1950. 

Discursos  del  General  Juan  Perón  y  de  Eva  Perón  en  la  ceremonia  de  entrega  de  las 
medallas  peronistas  a  la  abnegación.  Buenos  Aires,  23  de  marzo  de  1950. 

Discurso  de  Eva  Perón,  en  el  acto  inaugural  de  la  primera  asamblea  nacional  del 
Movimiento  Peronista  Femenino,  26  de  julio  de  1949.  Buenos  Aires. 

Discurso  pronunciado  por  la  Señora  María  Eva  Duarte  de  Perón  en  el  acto  realizado  en 
el  Teatro  Cervantes,  el  Io  de  octubre  de  1949,  en  adhesión  al  Día  del  Mutualista. 
Buenos  Aires. 

Discurso  de  Eva  Perón  en  la  sesión  de  clausura  de  la  Asamblea  Extraordinaria  de  la 
Conferencia  Inter  americana  de  Mujeres,  24  de  agosto  de  1949.  Buenos  Aires. 

Duarte  de  Perón,  María  Eva:  Ea  mujer  puede  y  debe  votar.  Sin  datos. 

Eva  Perón  habla  a  las  trabajadoras  del  país.  Buenos  Aires,  1949. 

Eva  Perón  habla  a  los  gobernadores  de  provincias  y  territorios  nacionales.  Buenos 
Aires,  1950. 

Perón,  Eva:  Discurso  en  la  ceremonia  inaugural  de  la  ciudad  infantil.  Buenos  Aires, 
14  de  julio  de  1949. 


ESCRITOS 


Perón,  Eva:  Ea  razón  de  mi  vida.  Buenos  Aires:  Ediciones  Peuser,  1951, 

—Historia  del  peronismo.  Buenos  Aires:  Editorial  Freeland,  1971. 

Ea  última  voluntad  de  Eva  Perón.  Buenos  Aires:  Servicio  Internacional  de 
Publicaciones  Argentinas,  1952. 


305 


Marysa  Navarro 


Evita 


La  palabra,  el  pensamiento  y  la  acción  de  Eva  Perón.  Buenos  Aires:  Editorial 
Freeland,  1973. 

Escribe  Eva  Perón.  Buenos  Aires:  Ediciones  Argentinas,  1973. 

Perón,  Juan:  Del  poder  al  exilio.  Cómo  y  quiénes  me  derrocaron.  Buenos  Aires. 

—  El  pueblo  ya  sabe  de  qué  se  trata.  Buenos  Aires,  1946. 

—  El  libro  azul  y  blanco.  Buenos  Aires,  1946. 

—  Conducción  política.  Buenos  Aires:  Ediciones  "Mundo  Peronista",  1952, 

—  La  fuerza  es  el  derecho  de  las  bestias,  1958. 


OBRAS  SOBRE  EVA  PERÓN 


Acossano,  Benigno:  Eva  Perón.  Su  verdadera  vida.  Buenos  Aires:  Editorial  Lamas, 
1955. 

Ara,  Pedro:  El  caso  Eva  Perón  (apuntes  para  la  historia).  Madrid:  CVS  Ediciones, 
1974. 

Boizard,  Ricardo:  Esa  noche  de  Perón.  4a  edición.  Buenos  Aires,  1955. 

Bourne,  Richard:  Political  Leaders  of  Latín  America.  London:  Pelican  Books,  1969. 

Borroni,  Otelo  y  Vacca,  Roberto:  La  vida  de  Eva  Perón.  Tomo  I.  Testimonios  para  su 
historia.  Buenos  Aires:  Editorial  Galerna,  1970. 

Costanzo,  Federico  A.:  Evita.  Alma  inspiradora  de  la  justicia  social  en  América. 
Buenos  Aires,  1948. 

Cowles,  Fleur:  Bloody  Precedent.  Nueva  York:  Random  House,  1952. 

Cuadernos  de  Crisis:  Eva  Perón,  Buenos  Aires,  1974. 

Duarte,  Erminda:  Mi  hermana  Evita.  Buenos  Aires:  Ediciones  "Centro  de 
Estudios  Eva  Perón",  1972. 

Ellena  de  la  Sota,  Julio:  La  acción  política  de  Eva  Perón.  Buenos  Aires,  sin  fecha. 

Franco,  Alberto:  La  mística  social  de  Eva  Perón.  Buenos  Aires:  Sub-secretaría  de 
Informaciones,  sin  fecha. 

Franco,  Luis:  Biografía  patria  (visión  retrospectiva  y  crítica  del  reciente  pasado 
argentino).  Buenos  Aires:  Editorial  Stilcograf,  1958. 

Ghioldi,  Américo:  El  mito  de  Eva  Duarte.  Montevideo,  1952. 

Liberal,  José  L.:  Eva  Perón.  Estudio  literario  y  valoración  sociológica  de  "La  razón  de 
mi  vida" .  Buenos  Aires:  Ediciones  Espiño,  1953. 

Lombille,  Román  J.:  Eva,  la  predestinada,  alucinante  historia  de  éxitos  y  frustraciones. 
Buenos  Aires:  Ediciones  Gure,  1955. 


306 


Marysa  Navarro 


Evita 


Llorca,  Carmen.  Llamadme  Evita.  Un  destino  único  de  mujer.  Barcelona:  Planeta, 
1980. 

Main,  Mary  (María  Flores):  La  mujer  del  látigo.  Eva  Perón.  Buenos  Aires: 
Ediciones  La  Reja,  1955. 

Martínez  Estrada,  Ezequiel:  ¿Qué  es  esto?  Catilinaria.  Buenos  Aires:  Editorial 
Lautaro,  1956. 

Martínez  Payva,  Celina  R.  de  y  Pizzutto  de  Rivero,  María  Rosa:  La  verdad.  Vida  y 
obra  de  Eva  Perón.  2  Tomos.  Buenos  Aires:  Editorial  Astral,  1967. 

Naipaul,  V.  S.:  The  Return  ofEva  Perón.  Nueva  York:  Alfred  A.  Knopf,  1980. 

Navarro  Gerassi,  Marysa:  "The  case  of  Eva  Perón",  Signs,  Vol.  3,  N°  1,  otoño  de 
1977. 

—  "Evita  and  the  Crisis  of  17  October  1945:  A  Case  Study  of  Peronist  and  Anti- 
Peronist  Mithology",  Journal  of  Eatin  American  Studies,  Vol.  12,  Part  I,  mayo  de 
1980. 

—  "Evita's  Charismatic  Leadership",  en  Michael  L.  Conniff,  comp.,  Eatin 
American  Populism  in  Comparative  Perspective.  Albuquerque:  University  of  New 
México  Press,  1982. 

—  "Evita  and  Peronism",  en  Frederick  C.  Turner  y  José  Enrique  Miguens, 
comps.,  Juan  Perón  and  the  Reshaping  of  Argentina.  Pittsburgh:  University  of 
Pittsburgh  Press,  1983. 

Paz,  Carlos  y  Deutsch,  Oscar:  Eva  Perón,  peronismo  para  el  socialismo.  Buenos 
Aires:  Ediciones  del  Mirador,  1974. 

Peralta,  Jerónimo:  Semblanza  heroica  de  Eva  Perón.  Buenos  Aires,  1950. 

Pichel,  Vera:  Evita  íntima.  Buenos  Aires:  Planeta,  1993. 

Presencia  de  Eva  Perón.  Buenos  Aires,  1954. 

Rodríguez,  Angela  Riña:  Eva  de  América.  Madona  de  los  humildes.  1949. 

Sacquard  de  Belleroche,  Maud:  Eva  Péron.  La  reine  des  sans  chemises.  París:  La 
jeune  Parque,  1972. 

Sebreli,  Juan  José:  Eva  Perón  ¿aventurera  o  militante?  4a  edición.  Buenos  Aires:  La 
Pléyade,  1971. 

Sonntag,  Gabriela:  Eva  Perón.  Books,  Articles,  and  Other  Sources  of  Study:  An 
Annotated  Bibliography.  Madison  Wisconsin:  Salalm,  1983. 

Storni,  Julio  A.:  Grandeza  y  proyección  de  Eva  Perón.  San  Miguel  de  Tucumán, 
1952. 

Tettamanti,  Rodolfo:  Eva  Perón.  Buenos  Aires:  Centro  Editor  de  América  Latina, 
1971. 

Viñas,  David:  "14  hipótesis  de  trabajo  en  torno  a  Eva  Perón",  Marcha. 
Montevideo,  23  de  julio  de  1965. 


307 


Marysa  Navarro 


Evita 


Webber,  Andrew  Lloyd  y  Rice,  Tim:  Evita.  The  Legend  of  Eva  Perón  (1919-1952). 
Nueva  York:  Avon  Books,  1979. 


DIARIOS  Y  REVISTAS 


Crítica 
Democracia 
El  Laborista 
El  Líder 
El  Pueblo 

La  Capital  (Rosario) 

La  Época 

La  Opinión  Cultural 
La  Nación 
La  Prensa 

La  Voz  del  Interior  (Córdoba) 
Los  Andes  (Mendoza) 

Antena 

Así 

Careo 

Mundo  Peronista 
Primera  Plana 
Todo  es  Historia 
Radiolandia 
Sintonía 


ENTREVISTAS 

Mayor  Carlos  Aloé.  María  Eugenia  Álvarez.  Padre  Hernán  Benítez.  Walter 
Be  ver  aggi- Allende.  Coronel  Alberto  Bolaños.  Rosa  Calviño  de  Gómez.  Héctor  J. 
Cámpora.  José  María  Castiñeira  de  Dios.  Ramón  J.  Cereijo.  Eduardo  Colom. 
Fermín  Chávez.  Delia  Degliuomini  de  Parodi.  Guillermo  De  Prisco.  José  Espejo. 
Teresa  Adelina  Fiora.  Josefina  Fulco.  Sara  Gatti.  Pedro  Gagliardo.  Luis  F.  Gay. 


308 


Marysa  Navarro 


Evita 


Américo  Ghioldi.  Ricardo  Guardo.  Lilian  Lagomarsino  de  Guardo.  Juana 
Larrauri.  Ana  Macri.  Pilar  Madirolas.  Angel  Miel  Asquía.  Antonio  Molinari. 
Emma  Nicolini.  Atilio  Renzi.  Palmira  Repetti.  Celina  Rodríguez  de  Martínez 
Payva.  Cipriano  Reyes.  Mario  Soffici.  Jorge  S.  Spotti.  Valentín  Thiebaut.  Pierina 
Dealessi.  Atilio  Renzi. 


MOVIMIENTO  FEMINISTA 

Abeijón,  Carlos  y  Santos  Lafauci,  Jorge:  La  mujer  antes  y  después  de  Eva  Perón. 
Buenos  Aires:  Editorial  Cuarto  Mundo,  1975. 

Begino,  Juana  María  :  La  mujer  y  el  socialismo. 

Bessone,  Riéffolo:  Los  derechos  sociales  de  la  mujer.  Buenos  Aires:  Editorial  El 
Ateneo,  1950. 

Bianchi,  Susana.  "Peronismo  y  sufragio  femenino:  La  ley  electoral  de  1947", 
Anuario  IEHS,  1986. 

Calvera,  Leonor:  Mujeres  y  feminismo  en  la  Argentina.  Buenos  Aires:  Grupo 
Editor  de  América  Latina,  1990. 

Comisión  Femenina  Nacional  del  Partido  Comunista:  La  mujer  argentina  en  la 
lucha  por  su  emancipación.  Buenos  Aires:  Editorial  Anteo,  1946. 

Granata,  María:  La  mujer  en  la  gesta  heroica  del  17  de  Octubre.  Buenos  Aires: 
Subsecretaría  de  Informaciones,  1953. 

de  Gregorio  Lavié,  Lucila:  Trayectoria  de  la  condición  social  de  las  mujeres 
argentinas.  Santa  Fe:  Universidad  del  Litoral,  1947. 

—  Ciudadana.  Para  las  mujeres  que  votan.  Buenos  Aires,  1948. 

Henault,  Mirta:  Alicia  Moreau  de  Justo.  Buenos  Aires:  Centro  Editor  de  América 
Latina,  1983. 

Hollander,  Nancy:  La  mujer,  ¿esclava  de  la  historia  o  historia  de  la  esclava?  Buenos 
Aires:  La  Pléyade,  1974. 

Home  de  Burmeister,  Carmela:  Cómo  se  organizó  en  la  Argentina  el  movimiento  en 
favor  de  los  derechos  políticos  de  la  mujer.  Buenos  Aires,  1933. 

Lantieri,  Julieta:  La  mujer  libre-pensadora.  Buenos  Aires:  Imprenta  Masónica. 

Las  mujeres  argentinas.  Buenos  Aires:  S.I.P.A. 

Longhi,  Luis  R.:  Sufragio  femenino.  Buenos  Aires,  1932. 

de  Morello,  Angela  R.:  Fuerzas  nuevas.  Buenos  Aires,  1947. 

Moreau  de  Justo,  Alicia:  La  mujer  en  la  democracia.  Buenos  Aires:  "El  Ateneo", 
1945. 


309 


Marysa  Navarro 


Evita 


Navarro  Gerassi,  Marysa:  "Movimiento  de  mujeres  y  participación  política  en  la 
Argentina,  1930-1993"  Informe  del  Programa  Nacional  de  Investigación  Científica  y 
Desarrollo  Tecnológico  de  la  Comisión  Interministerial  de  Ciencia  y  Tecnología  del 
Ministerio  de  Educación  y  Ciencia  (España),  1994. 

Ocampo,  Victoria:  "Testimonios".  Madrid:  Revista  de  Occidente,  1935. 

Pescatello,  Ann  (ed.):  Temóle  and  Male  in  Latín  America.  Essays.  Pittsburgh: 
University  of  Pittsburgh  Press,  1973. 

Primer  Congreso  Femenino  Internacional  de  la  República  Argentina.  Buenos  Aires: 
Imprenta  Fallica  y  Escoffier,  1910. 

Pichel,  Vera.  Mi  país  y  sus  mujeres.  Buenos  Aires:  Editorial  Sudestada,  1968. 

Todo  es  Historia.  Año  XVI,  N°  183,  agosto  de  1982.  Número  especial. 


VARIOS 


Anales  de  legislación  argentina.  Buenos  Aires:  Editorial  La  ley,  en  publicación. 

Correa  Luna,  Carlos:  Historia  de  la  Sociedad  de  Beneficencia.  1823-1852.  Buenos 
Aires:  Sociedad  de  Beneficencia  de  la  Capital.  Talleres  Gráficos  del  Asilo  de 
Huérfanos,  1923. 

Sociedad  de  Beneficencia  de  la  Capital:  Nómina  para  1933.  Buenos  Aires: 
Imprenta  de  la  Escuela  de  Artes  y  Oficios  del  Asilo  de  Huérfanos,  sin  fecha. 

Sociedad  de  Beneficencia  de  la  Capital,  1823-1936.  Buenos  Aires:  Jacobo  Peuser, 
1936. 

Fundación  Eva  Perón:  Estatutos.  Buenos  Aires,  1955. 

—Memoria.  Buenos  Aires,  1953. 

—Memoria  y  balance  al  31  de  julio  de  1952. 

Fundación  Ayuda  Social  María  Eva  Duarte  de  Perón:  Declaración  de  los  Derechos 
de  la  Ancianidad.  Buenos  Aires,  1949. 

Partido  Peronista:  Directivas  básicas  del  Consejo  Superior.  Buenos  Aires,  1952. 

—  Unidades  básicas.  Buenos  Aires,  1952. 

Partido  Peronista  Femenino.  Directivas  para  las  unidades  básicas  sobre  la  campaña 
electoral.  1951. 


Esta  edición 

se  terminó  de  imprimir  en 
Compañía  Impresora  Argentina 
Alsina  2049,  Buenos  Aires 
en  el  mes  de  noviembre  de  1994. 


310 


Es  indudable  que  no  hubo  una  mujer  que  atesorara 
más  poder  y  tuviera  tanta  gravitación  sobre  el  destino 
del  país  como  Evita  Perón  La  biografía  de  la  mujer 
“más  amada  y  más  odiada  de  su  tiempo”  supone  una  rispi¬ 
da  batalla  moral.  Salvar  a  Evita  de  la  montaña  de  insultos 
que  traban  la  investigación,  sin  caer  en  un  edulcorado  elo¬ 
gio  escolai',  resulta  una  tarea  ardua.  Marysa  Navarro  ha  da¬ 
do  con  el  tono  justo:  su  fascinante  y  ajustado  retrato  es  el 
resultado  de  un  notable  rigor  histórico  y  una  enorme  sol¬ 
vencia  metodológica. 

Sobran  los  dedos  de  una  mano  para  nombrar  modernos 
mitos  internacionales  encarnados  por  argentinos.  En  ese 
ramillete  escandalosamente  masculino  (GardeH,  Perón,  el 
Che  Guevara)  soto  Evila  conquista  su  lugar  en  medio  de 
una  feroz  guerra;  sus  detractores  no  se  del  leñen  ante  na¬ 
da  (una  prostituta  rencorosa  seducida  por  el  poder,  sostie¬ 
nen)  mientras  sus  admiradores  incondicionales  la  equipa¬ 
ran  con  una  virgen  sufriente  y  laica. 

Lina  biografía  de  Evita  no  resulta  menos  escandalosa  que 
una  vida  donde  se  espejaba  “una  turba  tan  temida”,  según 
la  recordada  expresión  de  Delíina  Burige  de  Gálvez  sobre  el 
17  de  octubre  de  1945.  Este  desmitifícador  libro  de  Mary¬ 
sa  Navarro  también  ilumina  esos  años:  su  investigación 
apasionada  y  rigurosa,  independiente  y  comprometida,  ex¬ 
haustiva  en  su  análisis  de  la  figura  de  Perón  y  del  fugar  que 
en  la  cultura  política  nacional  le  dio  su  movimiento,  arreme¬ 
te  contra  los  prejuicios  fáciles  y  obtiene  una  Evila  personal, 
objetiva,  cálida.  V  no  se  trata  de  “historia  antigua”  sino  del 
tugar  que  una  mujer  se  supo  conseguir  en  la  segunda  mi* 
latí  del  siglo  XX